Capítulo 58
☆★☆
Abandonamos el escenario tras felicitar a la otra banda finalista. Eric se niega a soltarme, creo que está orgulloso, espero que lo esté. Cada vez que alguien pregunta si somos novios responde que sí con una amplia sonrisa.
Se demoran un rato recogiendo sus instrumentos. Bere lleva las partes de su batería en un carrito, ha fingido ser una débil mujer para conseguir el pequeño vehículo.
Camino a la salida destinada al staff nos encontramos a los chicos que faltaban de Gray. Sin importar los años que llevo de conocer a Dimas, me cuesta descifrar la expresión que se dibuja en su rostro.
—Felicidades —dice no sé si de forma honesta o no—. Lo hicieron muy bien.
—¡Estuvo genial! —exclama Nico—. ¡Aura, no moriste!
—¡No morí! —continúo el juego—. Aunque, vaya... Fue mucha adrenalina y...
Gigi entra en mi rango de visión, me sonríe con Bruno de la mano. No hay rastro de Joel o Penny. Eric me hace un gesto afirmativo cuando deduce que no sé si acercarme o no, Gigi me ayudó mucho con sus gritos. Henrik se disculpa con los demás, llega a la soprano antes que nosotros y la envuelve en un abrazo que la eleva del suelo varios centímetros.
—¡Si no estuvieras casada te pido en matrimonio!
Bruno ríe mientras saluda a Eric con un apretón de manos.
—¡Te ganaron! —exclama Gigi—. Bruno me dijo que eras guapo, pero se quedó corto... ¡Y tú! —le dice a Eric—. ¿Qué haces aquí y no en algún escenario alrededor del mundo? ¡La genética de su familia es envidiable!
No puedo estar más de acuerdo.
—Hoy yo invito todo lo que quieras tomar —ofrece Henrik—. Eres la mujer más asombrosa del mundo entero.
Gigi niega con vehemencia.
—Para nada... —Coloca una mano sobre mi hombro con un elaborado gesto teatral—. Lo hiciste bien, eh. Y eso que tenías pánico escénico.
No sé cómo puede saber algo así, no creo que Henrik difundiera ese rumor.
—Disculpa —añade al notar mi expresión de desconcierto—. Escuché una conversación... —Mira hacia Mina, la violinista finge ignorarnos sin resultado—. ¿Cómo se llama? ¿Mirna, Miriam?
—Mina —corrige Eric.
—Esa —suspira utilizando otro de esos exagerados gestos para colocar un mechón de cabello detrás de su oreja—. La escuché diciendo que intentaría dejarte nerviosa porque con tu pánico escénico de seguro te equivocarías.
—Sí, por eso Gigi decidió que arruinar su voz por unos días estaba justificado —sonríe Bruno—. Estuvieron a unos metros de nosotros... ¿No los viste?
Niego, aunque no me molesté en buscarlos...
—Iban a ocupar el sitio donde estábamos —me dice Gigi—, pero a empujones ganamos.
—Creo que tienes una enemiga en potencia —sonríe Bruno.
Dimas me descubre observando a Mina, es inútil disimular así que no le contesto la sonrisa nerviosa.
—Muchas gracias... Si no hubiera sido por ti... En una ocasión yo... —suspiro—. Me asusté.
Gigi asiente, un largo suspiro escapa de su boca antes de hablar.
—Yo también sufría de pánico escénico, hace mucho, no es nada agradable. Los demás lo minimizan, creen que son simples nervios cuando...
—No lo son —interrumpo.
—Exacto, cariño... Pero luego de lo que hiciste puedes considerarte rehabilitada.
—¿Te molesta si cuento esto? —le pregunta Henrik.
Gigi se encoge de hombros y toma de la mano a su esposo.
—Para nada. Soy Gigi, por favor... ¡Si quiere poner nerviosa a alguien que lo intente conmigo! ¡De paso le doy unas clases de canto!
Eric mira sobre su hombro y ríe por lo bajo, yo no soy tan valiente para imitarlo.
Gigi y Bruno se despiden diciendo que nos veremos en La Musa.
—Eso fue muy bajo —opina el vikingo mientras caminamos hacia Gray—. Muy bajo.
—No pasó nada...
—No, Aura. Eso no se hace —insiste—. Existe un código, no puedes sabotear así a otro músico, menos si es un amigo o conocido. Tienes que ganar porque eres mejor...
—O porque sabes usar bien las redes sociales —bromea Eric.
—Nadie te preguntó, primo.
Eric no parece enojado, descubro que me equivoco cuando le escucho decirle a Dimas que tienen que hablar. Mi ex novio asiente con los ojos celestes anegados de preocupación, desvío la mirada cuando gira hacia mí.
Si Gigi no hubiera escuchado eso y ocupado ese sitio, las cosas serían muy diferentes. Es probable que me hubiera aterrorizado en el escenario. No sólo iba a ser malo para mí, sino para todo Mjölnir. No pensé que Mina me odiara tanto, debe hacerlo para desear que pasara un ridículo de esa magnitud.
Recibo uno de esos mensajes de odio en el celular. Mina está aquí, pero podría enviarlo una de sus amigas. Creo que Bruno tiene razón, acabo de descubrir a mi gran enemiga.
☆★☆
Es complicado caminar en medio de las personas que abarrotan La Musa, incluso la zona VIP parece a punto de explotar. El volumen de la música es altísimo, es imposible hablar. Gabriel le ha prohibido a Eric y Dimas pronunciar más de tres palabras en voz alta, sólo murmullos; está cuidando de sus voces.
Creo que nos estamos excediendo con el alcohol, pero estoy en modo festejo. Además, es divertido pelear el whisky con Eric. Sus manos están ansiosas por subirse por debajo de mi vestido, cada vez me cuesta más recordarle en donde estamos.
Gabriel, Dimas, Henrik y Eric hablaron en el autobús sobre lo que planeaba Mina, los dos primeros han insistido en que fue una broma. Yo tengo mis dudas, Henrik lo dejó pasar. Ni me he molestado en revisar mis mensajes de odio, ya puedo imaginar lo que dice; no quiero arruinar mi maravillosa noche.
—Aura —me llama Henrik—. Bere dice que unos chicos acaban de regalarle una botella de tequila para ustedes. Están en la barra.
—¿Ustedes?
—Sí. So, ella y tú —contesta—. Pero no creo que So quiera.
—No, estoy bien —sonríe la rubia—. Ve si quieres.
Eric y yo vamos en busca de la codiciada botella de tequila... ¿Será malo cruzar whisky y tequila? Ni idea, Eric ríe cuando le pregunto. Tengo que sostenerme de la barandilla y de Eric para no tropezar, las escaleras son difíciles de ver en medio de la oscuridad. La música me parece más fuerte en la planta baja, la euforia que embarga a las personas se mete por mis poros.
Llegamos a la barra, pero me disculpo para ir al baño. La fila es larga, no soy la única que tiene problemas para caminar en línea recta. Estoy rodeada de chicas que hablan otros idiomas, casi todas son rubias. No sé si es el alcohol o qué, pero entiendo todas las conversaciones en inglés como si hablaran en español. Lleno mis pulmones de aire al abandonar ese sitio, el humo del cigarro irrita mis ojos. Buscar a Eric con los ojos llorosos, y en medio de las sombras, se convierte en todo un reto; pero lo encuentro rápido...
Eric está con Penny.
La mini Ángela está demasiado cerca de mi novio, me molesta que pueda invadir así su espacio personal sin que a él parezca incomodarle. Quiero creer que esa proximidad es sólo para hacerse escuchar por arriba de la música.
—¡Hola! —saluda Penny al verme—. ¡Me ha encantado tu voz!
—Gracias...
Me recargo en el brazo de Eric, por lo general es suficiente para que me abrace, en esta ocasión no lo hace.
—Le decía a Eric que Angie tenía una voz muy diferente ¿Verdad?
—Sí...
—Pues... —suspira—. Para Eric la voz de Angie era inspiración pura... ¿Nunca te contó?
—No —Busco la mirada obsidiana que me evade sin disimulo... ¿Qué sucede?
—¡No te creo! —Parece muy indignada—. ¡Si es el motivo por el que Eric comenzara a escribir canciones! ¡Por Ángela!
Entorno los ojos con fastidio, culpo al maldito alcohol por no controlarme... ¡Claro que se inspiraba en la persona que amó para escribir! ¡Es sólo que me molesta que Penélope me hable de eso!
—No me digas.
—¿Te molesta? —escupe Eric... ¿Está enojado?
—No —espeto—. Me da igual.
La dureza con la que sus ojos negros me observan cambia al concentrarse en Penny; me pregunto si con el alcohol logrará recordar que no es Ángela. La chica finge no percatarse del intercambio molesto que hemos tenido Eric y yo, aunque no consigue disipar la sonrisita petulante de sus labios rosa pastel.
¡Demonios, Eric! ¡No la mires así! ¡No es una maldita obra de arte!
Aprieto los puños, estoy a punto de hablar cuando Eric roza la mano de Penélope sobre la barra cuando cree que no estoy mirando... Es sólo un roce, acompañado de esa mirada cautivada por la belleza de Ángela...
Mi corazón se convierte en una pelotita de papel arrugado, no tengo que ver esto. Berenice está al final de la barra, jamás la he visto con una expresión tan seria. Considero avisarle a Eric que iré con la baterista, pero descubro que su plática con Penélope es demasiado íntima para interrumpir.
—Es un idiota —me dice Berenice— y está borracho.
—No me importa —miento con un ligero temblor en la voz que refleja la ansiedad de mi sangre—. Que se vaya con ella si quiere.
—No dije eso —añade con rapidez—, pero no le reclames ahora... Es lo que campanita quiere.
Campanita, se parece.
La mano de Eric descansa en la pequeña cintura de Campanita, no puedo creerlo. Me he demorado unos minutos en el baño nada más, es todo lo que necesitó para apartarme por ella.
—No me invites cigarros —suplico, aunque creo que no capta la desesperación de mi voz.
—¿Por qué?
—Sólo no lo hagas —Tiro del moño de mi cabello, las manos me hormiguean—. Esa voz está ahí.
—¿Cuál voz?
—Ninguna ¿Y el tequila?
Berenice empuja una botella en mi dirección.
—Cuéntale tus penas a Don Julio —sonríe. (1)
Gigi está aquí, odio la mirada de lástima que me dirige. Joel igual está cerca, conversando con otros chicos como si su novia no estuviera a punto de desaparecer en cualquier rincón oscuro con Eric.
No, eso no. Él no me haría algo así...
Me siento cansada, agotada físicamente, con los sentimientos desgastados. No me inmuta el primer shot de tequila que bebo en seco. Gigi levanta mi mano como si acabara de ganar un round de boxeo.
—¿Qué pasa? —es Henrik, su acento finés es inconfundible—. ¿Pelearon?
—No —sonrío—. Está ocupado... ¿Me sirves otro, Bere?
—¡Esa es la actitud, mi estimada Aura!
Henrik menea la cabeza mientras la baterista me sirve el tequila
—Voy a...
—No, no, Henrik —interrumpo—. Déjalo, quédate aquí... ¡Mejor platiquemos!
—¿Estás borracha?
—No, casi —río—. Quédate... ¿Sí?
Henrik mira a Berenice, le dice algo que no escucho, ella se encoge de hombros sin prestarle mayor importancia. Sin embargo, no me deja agarrar el tequila. Una sonrisa pícara se dibuja en el rostro de la pelirroja, una de esas sonrisas que provocan un poco de miedo.
—¡Dimas! ¡Dimas!
—Berenice —reprende Henrik—. No te metas...
—Que se joda —espeta ella—. No sólo él tiene derecho a divertirse.
Tardo en procesar sus palabras, sólo cuando los ojos celestes de Dimas se encuentran con los míos es que reacciono.
—¿Qué...? —pregunta él, por su expresión confusa sé que ha visto a Eric—. ¿Estás bien?
—Sí —Trago con fuerza en un intento desesperado por empujar el nudo en mi garganta—. Mejor que nunca... ¿Y tú?
—Creo que algo mareado —sonríe.
—¿Me haces compañía?
No sé ni por qué he dicho eso o por qué sonrío cuando me abraza por la espalda al contestarme que sí. Henrik vuelve a decirle algo a Bere que termina por ignorarlo.
—¡Hagamos esto más divertido! —chilla la pelirroja.
La música es rock pesado, agrega cierto ambiente irreal como si se tratara de una película de Tim Burton. Bere sirve varios shots de tequila, también acerca un salero y varios gajos de limón. No entiendo lo que intenta al colocarse limón sobre la muñeca y luego un poco de sal. Uno de los chicos, que invitó la botella de tequila, bebe un shot de tequilla, lame la sal de la piel de Bere y le quita el limón de los labios... ¡Así que eso pretende!
—¿Quién sigue? —pregunta en voz alta—. ¡Gigi!
—¡Bruno se enojará! —ríe, pero no se niega.
El cuerpo de Dimas desprende mucho calor, su pecho me trae demasiados recuerdos para apartarlos de mi embobecida mente.
—¿Quieres jugar? —susurra a mi oído.
Conozco ese brillo en su mirada celeste. Sé que hay miles de motivos por los que debo negarme, no consigo recordarlos.
Joel es quien retira la sal del antebrazo de su cuñada y el limón de sus labios.
—¡Todo queda en familia! —declara Joel un segundo después.
—¡Mi turno!
Sí, tengo que hacer esto porque... ¿Por qué?
La pelirroja me hace un guiño divertido. Henrik se marcha hacia la zona VIP sin agregar más. Eric continúa en su plática con Penny, ella descansa una mano sobre su brazo, están muy cerca. Unos centímetros más y Eric podrá besarla; me pregunto cuántas veces se ha preguntado cómo sería besar de nuevo a Ángela, enmendar sus errores, tener una segunda oportunidad con el amor de su vida.
—¡Esto será intenso! —exclama Nicolás, no sé en qué momento ha llegado.
—Toma —le digo a Dimas al entregarle el shot—. ¿Algún límite?
—¿Alguna vez lo tuvimos?
Dimas y sus retos, siempre con la mirada cómplice que compartimos. No puedo evitar sonreírle sin importar que a nuestro alrededor las exclamaciones de sorpresa y expectación se riegan como pólvora. Claro que tenemos límites... ¿No? No recuerdo...
Sostengo su mirada mientras deslizo el limón sobre la curvatura de mi cuello, otra ola de exclamaciones brota entre los presentes. Sus ojos azules me apartan del ruido, son hermosos, es imposible que pasara tanto tiempo lejos de él. Dimas sigue el recorrido de mis manos, relame sus labios cuando coloco la sal sobre mi piel y el limón en mi boca.
—¡No puede ser! —Ese es Billy.
—¡Ya! —grita Bere.
Dimas se bebe el shot de tequila y me atrae hasta su cuerpo. Su lengua se desliza sobre mi piel, el aliento húmedo provoca cosquillas en mi vientre, me hace clavarle las uñas en la playera. La tensión que emana de su cuerpo me traspasa, pierdo el sentido de la realidad cuando sus labios rozan los míos en busca del limón.
Hay aplausos, vítores, risas y exclamaciones, no me interesan. Sólo puedo mirarlo, sumergirme en océano de su mirada donde el dolor de mi pecho se ahoga, desaparece.
—Tú sigues, Aura —dice Bere.
—¿No se molestará...? —pregunta Nicolás.
—Está ocupado —contestamos a coro Bere y yo.
Dimas coloca la sal en su antebrazo, pues me niego a lamer su tatuaje en público; eso queda para cuando estemos a solas. Joel ríe tan fuerte que me lastima el tímpano, me sostiene por la cintura con una gran sonrisa en los labios. Tengo que apartarme de su cuerpo cubierto de tinta para lamer la piel de Dimas. El vocalista intenta besarme cuando retiro el limón de su boca.
—¡Lo he visto! —grita Bere—. ¡No seas tramposo!
—Creo que deberías dejarlo así... —me dice Nico mirando a Eric—. ¿Quieres que vaya por él?
—¿Por quién? ¿Por Eric? —pregunto—. ¡No, en serio! No hay problema ¿Verdad, Joel?
Joel deja un beso en mi mejilla, con esa perturbadora sonrisa, y contesta:
—Tarde o temprano iba a pasar así que déjala divertirse.
Limpio una lágrima que acaba de caer mientras recargo la cabeza de nuevo en el pecho de Dimas. Susurra muy despacio a mi oído que me veo hermosa.
—¿Muy hermosa? —insisto al girarme entre sus brazos—. Dime.
—Mucho más de lo que te sueño todas las noches...
La emoción que se agita dentro de mi pecho es demasiada tierna para ignorarla.
—¿Sueñas conmigo? —Enredo uno de sus rizos en mi dedo—. ¿Qué sueñas?
—¿Quieres saber?
—Sí...
A mis espaldas el juego continúa, no podría importarme menos.
—Recuerdo la noche en la playa —musita a mi oído—. Frente a la piscina... ¿Recuerdas?
Las imágenes regresan con una lentitud ridícula. Su voz, las cosas que me dijo, la sensación al estar juntos. Recuerdo a Dimas, la intensidad de su mirada, nuestras promesas, nuestro amor.
—Aura —Es Henrik, no voy a interrumpir esto por ninguno de sus sermones—. Dimas, déjala. Eric...
—¡Está ocupado! —chillo... ¿No lo ve?
—Aura, no estás pensando...
Encaro el rostro del rubio, parece muy preocupado.
—Si a Eric le molestara estaría aquí, no tú —Las palabras escapan atropelladas, tiemblan—. Así que no le molesta, a mí tampoco lo que está haciendo, estamos bien.
Estamos bien... ¿Lo estamos?
Me tomo el shot que está en la barra, Gigi reclama que era suyo con total indignación. Un segundo después estallamos en risas; creo que estoy pasando la delgada línea de mareada a borracha.
—¿Cuánto ya bebió? —pregunta Nicolás—. No aguanta mucho.
—No sé, bastante —contesta Billy—. ¿Qué hacemos?
No quiero escucharlos. Tiro de Dimas lejos de la barra, Henrik intenta detenerme, pero Joel se interpone.
—Sólo quieren pasarla bien...
—¡Esto es su culpa! —exclama Henrik—. ¡Por eso no estás con Penélope!
Henrik tiene mente de conspirador. Su voz desaparece cuando Dimas me envuelve en sus brazos, justo como cuando nos abrazábamos en su cama y sólo éramos amigos, la misma tensión estrangula nuestros cuerpos.
—¿Quieres que nos vayamos? —me pregunta.
Sus ojos son tan claros que incluso con la poca luz puedo ver el color azul...
Respondo que sí, claro que sí.
Creo que hay una discusión en la barra, podría equivocarme, pues vamos casi corriendo hacia la salida. Empujo a alguien por accidente, una voz lejana y conocida se queja.
—¡Perdón! —balbuceo entre risas.
Eric nos observa, es como si nos viera por primera vez... Tal vez es así.
—Parece que retrocedimos en el tiempo —comento.
Reímos por todo, por las personas a nuestro alrededor o al mirarnos, todo es motivo de risas. La noche nos recibe con una brisa fresca, Dimas me entrega su chamarra inundada de su aroma inconfundible. Me provoca deseos de escribir un cuento erótico, su esencia siempre consigue eso.
El corazón en nuestras manos se completa, somos los mismos adolescentes que acababan de hacerse un tatuaje de amor... ¿Lo somos?
Dimas detiene un taxi, no puedo creer que nos marcharemos juntos. El taxista nos pregunta algo, no puedo escucharlo porque mi atención se ha volcado en sus labios acercándose a los míos, su aliento cálido mezclándose con el propio.
Un golpe. La lentitud de mi mente no me permite entender qué ha pasado. Dimas está en el suelo, de su labio brota sangre. Intento acercarme, pero alguien sostiene mi brazo con fuerza. Forcejeo, pateo a quien sea que no me permite ver qué le ha pasado a Dimas... ¡Ni puedo hablar!
Las sombras inundan mi mirada, se difuminan los bordes; sin embargo, descubro quien me sostiene, la razón por la que no puedo irme al hotel con Dimas o besarlo. Esa razón de ojos obsidiana me observa como nunca lo ha hecho, me ve por primera vez como realmente soy.
Nos miramos como realmente somos.
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(1) Don Julio: Marca de tequila.
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