Capítulo 40
Let me never see the sun
Never see you smile
Let us be so dead and so gone
So far away from life
Just close my eyes, hold me tight
And bury me deep inside your heart
Bury Me Deep Inside Your Heart — HIM
☆★☆
Me agrada el movimiento acompasado de su respiración, el calor dulce en el que me envuelve su cuerpo. Eric lleva un rato hablando por el celular con Gabriel, aunque no sé si eso pueda considerarse una conversación. El guitarrista contesta con monosílabos, parece más interesando en el capítulo de Grey's Anatomy.
La habitación está a oscuras, con el aire acondicionado encendido, y la sábana cubriéndonos. No he reunido fuerzas ni para cambiarme la ropa, sólo me dejé caer en su cama echa un ovillo. Eric se recostó a mi lado en silencio, encendió la televisión y eligió la serie televisiva de médicos en el Netflix. Me cuesta creer que recordara el capítulo exacto en el que nos quedamos en mi casa.
—¿Por qué voy a disculparme?
Es la primera oración larga que pronuncia, el enojo se ha filtrado en cada letra. No obstante, regresa a contestar con monosílabos.
—¿Es Burke? —pregunta Eric acariciando mi cabello—. No a ti Gabriel, estoy hablando con Aura.
Me incorporo sobre la cama y coloco pausa al capítulo.
—¿Lo recuerdas?
—Sí... ¿Por?
Mis labios se curvan en una amplia sonrisa, vuelvo a recostarme a su lado. Él me recibe con un tierno beso en la frente.
—Sí, es él.
—Te escucho —bufa, sé que no es para mí—. Nada que te importe, Gab.
Sofía me ha dicho por mensaje que Gabriel sí está muy preocupado por la salida de su guitarrista, todos lo están. Sabía que así sería, Eric es indispensable en Gray le duela a quien le duela. Sin embargo, So comentó sobre la posibilidad de que Eric terminara uniéndose a Mjölnir, no había pensado en eso.
Gabriel debe odiarme.
No necesito que So o alguien más me diga que si le pido a Eric unirse a Mjölnir, lo hará... ¿pero quiero pedirle algo así? Es justo lo que hacía con León, controlarlo y permitir que me controlara. Eric es una persona independiente, la más independiente que conozco, ¿quiero cambiar eso?
—¿Ella qué? —ríe por lo bajo—. ¿Y Dimas?
No me muevo. Espero que mi cuerpo no delate que quiero saber sobre lo que hablan.
—No voy a abrirle la puerta a ninguno de ustedes —suspira—. No, no me interesa si Dimas quiere hablar con Aura.
—Ya ha dicho suficiente —musito.
Dimas ha dicho mucho más de lo que debió decir...
—¿La escuchaste? —le dice a Gabriel—. No, hoy no.
Ellos continúan hablando por largo rato. Por un instante creo que ya habla con Dimas, sospecho eso porque le ha dicho que es un jodido imbécil.
Es agradable saber que alguien te defiende sin dudar de ti. El comportamiento de Eric me ha hecho sentir mejor cuando, por lo general, hubiera pasado deprimida varios días.
—¿A dónde vas? —me pregunta cuando me arrastro fuera de la cama.
—Voy a colocarme el pijama —contesto y deshago mi despeinada coleta—. No tardo.
En efecto, es Dimas. Puedo ver la pequeña mueca de satisfacción en la cara de Eric. Debe celebrar en su cabeza que Dimas acaba de escuchar que voy a cambiarme la ropa para regresar a dormir con Eric.
Me meto al baño con el pijama en la mano. Para colmo he elegido ropa interior linda e incómoda, se suponía que sería otra noche maravillosa con Eric.
Al girarme descubro la puerta entreabierta, nuestras miradas se cruzan unos segundos. Eric baja la vista con nerviosismo, sigue al celular. Termino de vestirme en medio de intentos inútiles por normalizar el latido de mi corazón. Me demoro más tiempo del necesario desmaquillándome y peinándome, una forma absurda de ganar unos minutos más de tiempo antes de enfrentarme a esa intensa mirada oscura.
—No me pedirá nada —dice con tono seco.
Están hablando sobre Mjölnir, él tiene razón. No quiero volver a ese control enfermizo que tuve con León.
Reproduzco el siguiente capítulo entretanto Eric se dirige a su ropero para sacar su pijama improvisada. Tiene varios pantalones deportivos viejos que usa para dormir, me encanta cómo le quedan. Debo hacer acopio de todo mi auto control para mantener los ojos fijos en la pantalla, deseo más que nada mirar a Eric desvestirse, es un espectáculo único que me hace sentir bastante pervertida... y me rindo a mirarlo. Primero se saca la camisa, lucha un poco porque continúa en la llamada telefónica. La iluminación de la pantalla llena de sombras los músculos de su espalda. Ni se ha fijado de que lo observo, mucho menos que estoy mordiéndome los labios cuando se quita el pantalón de mezclilla.
Qué calor...
Clavo la vista en la pantalla, no puedo girarme una vez más o no sé lo que haré. Me apena admitir que Eric me atrae mucho, despierta emociones que no conocía.
—¿Vamos a tener la misma conversación por horas?
Eric se sienta de nuevo al borde de la cama. Adiós capítulo, sólo puedo mirar su tatuaje.
—No lo sé —levanta la voz—. No, que no.
Me acerco hasta él, sonríe al mirarme sobre el hombro. Beso su nuca, por debajo de la coleta despeinada. Mis manos viajan hasta sus brazos, juegan con las plumas fantasmas plasmadas en su piel. Delineo con la uña el borde derecho del ala hasta su hombro y bajo, despacio, sigo esa delicada línea negra...
Es precioso... Recuerdo la primera vez que noté su tatuaje, quise tocarlo.
—Tengo que colgar —murmura, aunque es casi un ronroneo.
Mis labios acarician el centro de sus omoplatos. No sé de dónde saco la idea de lamer el borde del ala izquierda hasta su hombro, donde lo muerdo despacio. La piel de Eric se eriza, es el mismo efecto que tengo en el corazón.
—Mañana hablamos. No, no lo sé, Gab.
Una vez me dijo que besaba mi tatuaje para que pensara en él, creo que es justo lo que quiero hacer.
—Mañana —repite—. Si me pide hacer eso diré que sí. No me interesa el concurso, ya pasé esa etapa y lo hacía por ustedes. No me importa si gano, pierdo o ni participo. Como sea, Gabriel... No, mañana hablamos. Llama antes de venir.
Deja el celular a un lado y se gira, me empuja sobre la cama sin dar tiempo a nada más. Cedo por completo, rodeo su cintura con las piernas. Sus manos se deslizan bajo el pijama, sus labios me doblegan en un beso cargado de tensión, muchísima tensión.
Su boca desciende por mi cuello, baja muy lento hasta mordisquearme el pezón por arriba de la ropa. La risa ronca al escucharme gemir nubla mis sentidos, quiero sentirlo reír así cuando esté dentro de mí.
—¡Eric! —grita alguien, pero no sé dónde, se escucha muy lejos.
Él se aparta y recupera el celular.
—Estás igual de acosador que Dimas —espeta con la respiración agitada—. Nos vemos.
Cuelga y arroja el aparato sobre la almohada.
—¿Me escuchó? —pregunto con un hilo de voz.
—Si no lo hizo tiene problemas auditivos.
—¡Es tu culpa!
Intento parecer enojada, pero termino por aceptar el abrazo en el que me envuelve. Miramos el capítulo completo en silencio con ocasionales besos o caricias. Al finalizar, Eric pausa el siguiente y se sienta a mi lado. El momento de hablar ha llegado, ya puedo sentir las entrañas retorcerse por los nervios.
—¿Por qué lo haces?
Me siento a su lado y juego con los botones del control remoto, no estoy muy segura sobre qué habla.
—Lastimarte.
—Ah...
La herida se ve mejor, ya sólo duele un poco. Me quedará cicatriz, aunque en internet leí que con algunas cremas es posible borrarlas. No importa, las necesito conmigo, pero no puedo decirle a Eric por qué.
—Por tonta —digo—. Sólo me dejé llevar.
—¿Lo haces seguido?
—No me hago autolesiones —contesto a la defensiva—. Es...
—Es lo que estás haciendo.
—No —espeto—. Esos son los que se cortan los brazos, no hago eso —le enseño ambos brazos limpios—. Fue una tontería.
Es verdad, sólo lo he hecho dos veces en mi vida. De pequeña tiraba de mi cabello o me arañaba cuando mi madre se enfurecía conmigo por una tontería, dejé de hacerlo. No me lastimo, tampoco quiero matarme. Me molesta que piense eso de mí.
—Aura... —murmura y toma mi mano—. Tienes otra herida, la vi.
—Se me cayó el cigarro en el concierto...
En su mirada noto que no me cree.
—¿Cuál?
Rompo el contacto y cruzo los brazos.
—¿Cuándo me dijiste que...?
—Sí, esa noche —musito.
No sé si deba hablar de esto con él. Eric aguarda el tiempo necesario hasta que tomo una decisión.
—Bere te besó —recuerdo—. Luego Dimas me besó y fingió demencia cuando se acercó Minerva. Estaba muy confundida, ebria y me sentía muy mal. Era un dolor muy real, no supe qué más hacer. No lo pensé, sólo lo hice y ya.
Observo las heridas, las llevaré conmigo toda la vida.
—¿Y hoy?
Suspiro, este no será un tema agradable.
—¿Sabes cómo me reencontré con Dimas?
Eric se incomoda al instante, es obvio que esta conversación no le está gustando.
—Recuerdo que te vi con él y Minerva...
—¿Él no lo contó?
—No.
—Pues... —suspiro— fue en esa habitación. La noche de la boda de León y la inauguración del bar. Estaba mareada y con mucho sueño, así que Fede me dijo que podía dormir un rato ahí. Al despertar vi a alguien a mi lado, pero no lo reconocí —Sonrío al recordar lo que pasó—. Era Dimas, pero lo confundí con León y lo pateé fuera de la cama.
Eso no ha contestado a su pregunta, pero necesitaba explicarlo.
—La habitación me recordó lo que sintiera cuando volví a verlo —murmuro—. Pasamos muchas cosas desde que regresó... El departamento y...
—Ya sé —interrumpe.
—Lo siento...
Es verdad, desde el primer instante supe sobre Minerva. Me convertí en lo que jamás quise volver a ser, un simple repuesto.
Es posible que esté repitiendo la historia con Eric.
—Me dolió lo que dijo —continúo—. Te conté. Nunca fui popular y sí algo tímida. Él lo sabía y, bueno, nunca creí que lo usara así... Actuó como si me odiara y no...
—Está celoso —Vuelve a interrumpir y se pasa una mano por el cabello—. Eso me acaba de decir. Se dio cuenta de que tienes una llave de mi casa, actuó por celos.
Eric mira hacia un punto en medio de la nada como si le hubiera costado mucho decir eso. Debe temer que corra a los brazos de Dimas. En otro momento incluso habría sonreído, pero ahora lo único que quiero es quedarme aquí, dormir al lado de Eric.
—Gracias por la llave... ¿Significa que puedo venir siempre que quiera?
—Sí...
No me mira, no sé lo que piensa. Todavía no lo conozco tanto como para saber lo que piensa sólo con mirarlo, aunque él si pueda hacerlo conmigo.
—Cuando te dejé en la oficina —empieza— ya sabía que ibas a hacer algo así...
—¿Cómo...?
—Porque yo he hecho cosas así, muchas veces, pero no tengo cicatrices porque... —Hace una pausa—. Estuve metido en muchas cosas después de lo de Ángela. Algunos vicios son difíciles de dejar...
—Como las mujeres...
—Cuando lo dices así... —duda y me mira de soslayo—. A veces siento que tienes un dolor muy grande, pero no sé cuál es.
Desvío la mirada hacia la televisión.
—No tienes que decírmelo —añade—. Entiendo que sea difícil compartir ciertas cosas, pero no estás sola.
—No lo entenderías —murmuro—. Tu mamá te quiere y...
—Así como tu madre también te quiere...
—No —niego—. Ella no me quiere. Lo intenta y la respeto por eso, pero no puede hacerlo.
—Aura...
—Dejémoslo así, por favor... No puedo hablar de eso hoy.
Eric me abraza, me dejo cobijar por su calor. Escucho el latido acompasado de su corazón e inhalo su aroma embriagador, el mismo que se ha adherido a mis sábanas y a mi piel. Soy consciente de su presencia masculina con cada centímetro de mi piel.
—¿Y sobre qué querías hablar? —susurra a mi oído.
Lo olvidé por completo. No sé qué inventar, si me rechaza ahora será terrible.
—¿Yo?
¿Es lo mejor que se te ocurre, Aura?
—Sí —Su aliento sobre mi piel está causando estragos—. Tú, algo sobre mi tatuaje.
—Ah, eso...
La risa ronca me hace morder mis labios, disfruta dejarme nerviosa.
—Dime, pequeña.
Ya no usa ese tono que altera mi corazón, si no que habla con ternura.
—¿Qué significa para ti mi tatuaje? —Besa mi hombro.
—No lo preguntes así —balbuceo—. ¡Me da mucha pena!
—No ¿Eres tímida? Ni se me hubiera ocurrido...
Entorno los ojos y vuelve a reír. Miro hacia el techo, doy un largo suspiro antes de hablar. Es ahora o nunca, es lo menos que puedo hacer luego de que dejara Gray por mí. Tengo que hacerlo, seguir lo que dijo Sofía y confesar lo que siento.
—Eric... —Me escucho muy formal, como resultado se inquieta—. Yo sé que tu tatuaje tiene un significado muy personal y no pretendo... —dudo—. No quiero quitárselo, en serio... —Me acaricia el brazo con suavidad— Es sólo que... —suspiro de nuevo y cubro mi rostro porque no pensé que decir todo esto fuera tan difícil—. Comienzo a creer que eres un ángel para mí porque, de todo lo malo que me ha sucedido, tú eres lo único que me hace sonreír y... —Tengo que detenerme por culpa del nudo en mi garganta— yo sé que es poco tiempo, pero... —no dejo de preguntarme por qué no dice nada o se mueve— siento algo muy fuerte por ti...
Permanezco muy quieta, él tampoco se mueve... ¡Todo fue una pésima idea! El nudo en mi garganta se hace más y más grande ¡No sé en qué demonios estaba pensando! ¡Ese tatuaje es por Ángela! no puedo adueñarme de algo así... Esas alas son por la madre de su hijo.
Me atrevo de mirar por el rabillo del ojo, está con la vista baja.
Lo arruiné, de nuevo... ¡Alguien debería darme un premio por arruinar las cosas a mi velocidad!
—¿Sabes? —musito arrastrándome fuera de la cama—. Olvídalo, fue una pésima idea.
Aparto la mano cuando intenta detenerme.
—Aura.
—No, en serio. Disculpa.
No encuentro mi bolso, el brillo de la pantalla me ha lastimado los ojos o... No, estoy llorando.
Paso mucho tiempo triste en mi vida.
Enciendo la luz y recojo mi bolso, primero tengo que cambiarme...
Eric se interpone, levanta mi barbilla y me besa. Mis piernas me fallan, me sostiene mientras sus labios se desesperan por demostrarme lo que siente. Me aferro a él, enredo las manos en su cabello. Le dejo tomar todo de mí con un simple beso. Es hasta que su boca desciende por mi cuello que siento su mejilla húmeda.
—Eric.
Él apaga la luz antes de regresarme al suelo. Palpo su mejilla, una lágrima se queda en las yemas de mis dedos.
—¿Sabes lo mucho que me asusté cuando te golpeaste? —pregunta—. ¿Tienes idea de cómo me hace sentir saber que te lastimas? Ya sé lo que es perder a alguien que amas y no... —Se detiene y mi corazón se acelera con cada segundo que pasa—. No soportaría que algo te pase. Me aterra la idea, Aura.
Escucho el latido agitado de mi corazón en medio del mar silencioso que se ha apoderado del cuarto.
—No me voy a ir a ningún lado —Sujeto su rostro.
—No lo puedes saber...
—Lo sé —insisto—. Me voy a quedar aquí, contigo.
Eric sostiene mis manos y asiente, es un movimiento casi imperceptible.
—No creí que tú... No es normal que las personas me quieran.
—¿Cómo puedes decir eso?
—¿Por qué? ¿Por mi físico? Cualquiera puede tener una cara bonita.
—No es por tu físico —aclaro—. Eres todo tú. Eres maravilloso y te quiero. Te quiero, Eric. Te quiero demasiado y...
Él se deja caer al borde de la cama y me atrae hasta su regazo. Sus besos son tiernos, lentos. Me derrito con cada roce que su lengua deja sobre la mía en esos movimientos pausados.
—Pequeña —susurra y me sumerjo en sus ojos obsidiana—. ¿Puedo amarte esta noche?
El corazón me da un vuelco, hablo con las palabras que surgen desde lo más profundo de mi alma:
—Y todas las noches.
Sus ojos contienen un sentimiento tan fuerte, me estremece el notar mi reflejo en ellos. Me sostiene por la nuca y atrae hasta sus labios en un beso cargado de toda la pasión que hemos controlado estos días. No puedo pensar en otra cosa que no sea su piel cálida bajo mis manos, la agradable sensación que me produce cada una de sus caricias sobre mi cuerpo. Es como si conociera el camino exacto para hacerme olvidar de cualquier cosa que no sea él.
Se recuesta en la cama y me siento a horcajadas sobre su cadera. Gimo entre sus labios al sentir su erección. Le dejo despojarme de la parte superior del pijama.
—Quiero verte —me susurra al bajar los tirantes del sujetador.
Su cabello está revuelto sobre la almohada, jamás lo he visto tan hermoso como esta noche.
Empujo su celular antes de que terminemos marcándole a alguien por accidente. Él nota lo que intento, ríe un momento antes de atraerme de nuevo hasta su cuerpo.
—Eres muy tierna y adorable...
Esa palabra...
Cierro los ojos cuando su voz se derrama en mi oído. Mi cuerpo sigue sus movimientos hasta quedar arriba de mí. Su nariz se desliza sobre mi mejilla, giro el rostro hacia un costado dejándole el camino libre hacia mi cuello que mordisquea con suavidad. Me deshago de la parte baja del pijama, él me ayuda con el sujetador.
Vuelve a mirarme así, como si quisiera memorizar cada centímetro de mí. Juega con mis pechos entre pellizcos y caricias. Yo sólo me puedo derretir entre sus brazos.
—Espera...
La televisión se apaga, no sé si ha sido él o fue por el tiempo que ha pasado sin que eligiéramos un capítulo. Como sea, una ola fría se apodera de mí cuando se aparta. No consigo que mis ojos se acostumbren rápido a la oscuridad. Lo escucho abandonar de la cama, un poco después abrir el cajón donde guardara el encendedor.
—¿Qué haces?
Entorno los ojos al escuchar mi propia voz que pareció la de una damisela en apuros, pero los nervios me carcomen. No tengo tanta experiencia como él.
La cama se mueve bajo su peso. Nuestros cuerpos se atraen como si fueran imanes, se ha quitado la ropa... Menos mal porque no tenía idea de cómo hacer eso sin morir de pena.
—La primera vez que te vi —musita—. Me fije en lo delicado que lucía tu cuello...
Muerdo mis labios cuando su lengua se desliza por esa zona hasta mi clavícula.
—Me pregunté si podría intentar algo contigo...
Un escalofrío me recorre al sentir su lengua sobre la sensible piel de mi pezón.
—¿Una más a tu lista?
—Eso se acabó cuando te escuché y provocaste algo —responde en voz bajita—. Los siguientes días con tu voz y tu risa supe que jamás podría tenerte de otra forma que no fuera ésta. Acepté bajar el escudo, con el que me protegía, por ti... Acepté que podías lastimarme, sólo tú.
Me giro sobre el hombro y acaricio su mejilla.
—¿Por qué yo?
—Por todo. Conocía esa mirada y quise saber por qué la tenías —Besa la palma de mi mano y habla sobre mi piel—: Te hice sonreír y juro que tienes la sonrisa más hermosa que he visto en mi vida.
—Me vas a sonrojar.
—Estás desnuda en mi cama...
—Cállate, Eric.
Río al besarlo, siento la alegría en su boca. Nuestras eternas pláticas sin sentido son mis favoritas, no las cambiaría por nada del mundo.
—Quise ser el motivo de tu sonrisa —confiesa—. Quiero serlo.
Lo abrazo con fuerza.
—Siempre la has sido —susurro en su oído.
Me aparto sólo para quitarme la última prenda que nos separa. Me acaricia desde las piernas hasta el vientre al tenerme desnuda para él. Todo es tan diferente a lo que he sentido antes, nadie me había hecho sentir tan deseada, querida, entregarle el significado completo a la frase hacer el amor.
Nota mi nerviosismo. Parece que dirá algo, en su lugar deja en mi mano un pequeño envoltorio de plástico.
—¿Ves que ha sido buena idea?
—Lo tenías todo fríamente calculado —respondo y muerdo su labio—. Luego de rechazarme demasiadas veces.
—Eso ha sido más difícil para mí que para ti.
—Lo dudo...
Empujo su cuerpo hasta sentarme arriba de él, emite una mezcla de quejido y gruñido. Me muevo un poco, lo suficiente para obligarlo a sostenerme por las caderas. Disfruto de su cuerpo como siempre quise hacer, sin prisas, con lentitud. Lamo su cuello mientras mis manos se deslizan sobre su pecho y bajan por sus brazos. Me gusta descubrir todo lo que produzco en él. Un sentimiento cálido que no recuerdo sentir antes se instala en mi pecho, es nuevo. Todo es desconocido con Eric, un misterio demasiado seductor.
Me besa, saboreo cada uno de los sonidos que escapan de sus labios. Sus labios descienden, me sostiene de la espalda cuando ésta se arquea al apoderarse de mis pechos. Su lengua juega con lentos movimientos circulares, muerde apenas rozando con los dientes. No sé cuántas veces hemos gemido nuestros nombres como si no termináramos de creer que esto está sucediendo.
Recuerdo cómo siempre lo he buscado primero en todos los sitios donde estábamos, cómo buscaba su proximidad, las veces que me quedaba mirándolo a los ojos con total fascinación.
—Te quiero —musito sobre sus labios—. Te quiero, Eric.
Me recuesta sobre la cama. Ahogo un gemido en sus labios cuando sus dedos acarician mi punto más sensible. Un gritito con su nombre escapa de mi boca al adentrarse en mí.
—Oh... Yo también te quiero, Aura...
Muerdo su cuello sin controlar la fuerza. Su cuerpo se tensa, esconde el rostro en mi hombro donde su aliento húmedo me empieza a enloquecer. Sus dedos no se detienen. Le pido más aferrándome de su cabello. Las palabras escapan solas de mis labios, necesito que lo haga más rápido. Mi espalda se arquea bajo de su cuerpo al sentir las primeras oleadas de un orgasmo. Busco sus labios con desesperación, responde a cada uno de mis besos con la misma necesidad que tengo por sentirlo.
Necesito más de él.
Trago saliva cuando le escucho rasgar el paquetito del preservativo. Sigo las débiles siluetas en medio de la oscuridad ¿Esto de verdad va a pasar? El corazón se me atora en la garganta.
—¿Tímida?
—¿Tienes visión nocturna o qué?
Quisiera reírme con él, pero estoy concentrada en intentar divisar algo más en la oscuridad.
—La ventana —responde—. Sí puedo ver tu rostro.
Levanto la vista y suspiro.
—Me va a doler —digo con hilo de voz—. Lo sé.
—Si te duele paramos...
Deja una caricia con sus labios sobre los míos.
—Si paras vas a meterte en un serio problema...
—¿Ah sí?
—Sí —Lamo su labio inferior—. No quiero que pares.
—Mírame.
Ya lo estoy haciendo. Mi corazón se acelera cuando siento la punta de su erección. Eric me tortura con un lento juego de caricias sin penetrarme, no sé si alguna vez pasé una ansiedad tan grande, estoy segura que no.
—Hazlo...
Se adentra con una deliciosa y desesperante lentitud, más enloquecedora que cualquier sensación que recuerde. No puedo pensar, sólo soy consciente de sus ojos obsidiana. Es una sensación más intensa de lo que imaginé. Me siento completa compartiendo esta intimidad con él, uniéndonos así.
Él cierra los ojos, se adentra más. Es un leve dolor que nace dentro de mi vientre. No se mueve, está muy quieto. Toma aire antes de volver a hablar.
—Eres muy estrecha...
—¿Y no te gusta? —pregunto apenas con voz.
Eric me mira, noto el deseo que hay en sus ojos, la urgencia por moverse dentro de mí.
—Me encanta.
Soy yo la primera en moverse. Eric gruñe, un sonido gutural que no le escuché antes. Esa media sonrisa irresistible se dibuja en sus labios.
—Salvaje.
—Cállate... oh...
Él se balancea un poco, no sé ni en donde estoy. La ligera molestia comienza a desaparecer como si mi cuerpo terminara de acoplarse a él y con cada movimiento algo cambia en mi corazón.
Fluye por mi sangre como si estuviéramos unidos por algo más que lo físico. Mi cuerpo reacciona a cada embestida siguiendo su ritmo, incapaz de dictar uno propio.
Eric busca mis labios con urgencia, se apodera de ellos con la misma intensidad con que me posee. Estoy derritiéndome. Mis manos se deslizan sobre sus brazos, percibo cada músculo tenso bajo mi tacto. Clavo las uñas en su carne, por debajo del tatuaje, necesito descargar un poco de estas emociones aglomeradas en el pecho. Tira de mi cabello, mi cabeza sigue el movimiento, muerde la piel sensible del cuello.
—Eres deliciosa —gime—. Aura...
Elevo las caderas y lo atraigo con más fuerza hacia mí, ese sonido gutural es adictivo. Es increíble que sea por mí, que sea yo la que le provoca eso.
Mi cuerpo parece haber esperado la vida entera para ser suyo.
Un cosquilleo se propaga sobre mis piernas, estoy muy cerca. Escucho un ruido lejano, en otra dimensión. Me sostengo de sus hombros, me hacen cosquillas los mechones de su cabello oscuro que caen sobre mi cara.
—No dejes de mirarme —pido—. Te necesito.
Me dejo arrastrar por sus ojos obsidiana embargados por la neblina del orgasmo. El cosquilleo se propaga por todo mi cuerpo con el calor que explota en mi vientre. Eric me embiste con más fuerza, se estremece dentro de mí, todavía estoy en algún sitio lejano aferrada a él. Y ha dicho algo que no puedo creer, las lágrimas han salido al escucharlo.
Permanecemos abrazados, estoy llorando. Él no se mueve o dice algo, está agitado y pasa un rato hasta que siento sus besos sobre la piel de mi hombro. El silencio sólo se interrumpe con nuestras respiraciones.
—Olvida eso... —susurra en mi oído.
Pero no puedo, no lo haré. No quiero hacerlo, no sé si es una completa locura. No sé nada, estoy aterrada porque no sé lo que siento. Es demasiado intenso para darle una palabra.
—Olvídalo, lo siento...
—Eric...
—No tienes que decir nada...
—Eric...
—Por favor...
—Eric.
—¿Qué? ¿Me vas a callar?
Busco su mirada. Noto lo mal que se siente por haber dicho aquello, pero sonrío. Él levanta ambas cejas sin comprender.
—No, no te voy a callar... —Acaricio su cabello y observo lo perfecto de su rostro, me parece hermoso, aunque no sé cómo se tomaría que le dijera eso—. No te callaré.
—¿Y eso?
—Dilo una vez más...
—Aura, no...
—¡Eric!
Entierra el rostro en mi cuello, está muy avergonzado. Pasa un largo rato, en el que creo que ya no dirá nada, hasta que lo repite en voz tan bajita que sólo sé que lo ha dicho porque lo escuché antes.
—Eric.
—¿Qué? Ya lo dije...
Acerco los labios hasta su oído y susurro:
—No te abandonaré...
☆★☆
(1) Burke: Personaje de Grey's Anatomy.
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