Capítulo 2
I've never been so real, so immense real,
when will I fall into your heart?
I want to try to stand the pain,
of my long-time-hurting feet
And what about you, you drunken soul,
is that your own will to go?
On and on until I die,
or are you going to give up now?
Running — Milky Chance
☆★☆
Sofía y yo nos mudamos juntas, al fin. Sospecho que es su forma de pedirme disculpas por su actitud ante mi supuesto embarazo; es un gran paso para ella y demuestra lo arrepentida que está.
Encontró la casa mientras estaba con Cedric en una de las tiernas citas que han tenido en estos días. Ya no hay nada de momentos a solas y tensos, sino que van al cine o a comer helado como un par de adolescentes que no dejan de mirarse; son tan dulces.
La casa está muy cerca de donde vive Cedric, convenientemente cerca. No la molesté demasiado con eso, sólo hice algunos comentarios acertados sobre lo amplia que era la cama en la habitación de So cuando Cedric nos ayudó a transportar nuestras cosas. El baterista dejó caer mi caja con libros sobre el pie al escucharme, pobre pie. Sí, también me vengué de Sofía; no le quedó de otra que derretirse de vergüenza y abrazarme cuando pasó a mi lado, la quiero demasiado para enojarme con ella por mucho tiempo.
No sabíamos que teníamos otro chico de la banda como vecino... Lo descubrí a la mala, una mañana que salí a correr y casi me estrello con el Mustang por ir concentrada en mi celular, por suerte Eric no estaba cerca. Así que, prácticamente, debo pasar en frente de su casa cada vez que regrese a la mía. Él no tiene idea, ninguno de nosotros ha comentado que somos vecinos y espero que permanezca así.
Detesto pasar frente a su casa porque, como siempre, mi pie me traiciona y pisa despacio el freno, el automóvil disminuye la velocidad. El Mustang está estacionado en la calle y se escucha música a un volumen bastante alto en la sala, vuelvo a acelerar para alejarme de ahí.
Es cuestión de tiempo, en algún momento reconocerá mi automóvil, la camioneta de lujo de Sofía, el minivan de Cedric o simplemente el destino me meterá el pie, como siempre, y lo descubrirá de alguna manera vergonzosa. Entonces fingiré que no sabía dónde vivía, que no tenía idea de que aquella bonita casa con una apariencia demasiado hogareña es la suya y que tampoco he intentado verlo a escondidas.
Qué mal está todo eso...
Sofía está viendo la televisión, cuando abro la puerta, y me recibe con una sonrisa.
—Están pasando un maratón de The Walking Dead. (1)
—¿En serio? Debería reportarme enferma.
—Así es y gritar conmigo —añade regresando su atención a la pantalla—. ¿Cómo te fue?
Cierro la puerta y dejo las llaves sobre la mesita que está al frente.
—Bien. Georgina es preciosa y la reunión familiar no estuvo tan mal.
La casa no entra en el lujo al que está acostumbrado Sofía, pero pasa de lo que yo estaba buscando o podía pagar. Es de un piso con dos habitaciones, una cocina amplia, una sala con una enorme televisión, que Sofía ha comprado, y el comedor. Tenemos sitio para los dos automóviles y un diminuto jardín al frente; en el patio trasero está la piscina La hemos rentado amueblada al estilo minimalista, prefiero algo más clásico, pero mi economía no podía costear muebles nuevos.
Sofía da unas palmaditas, arriba del sofá negro, a su lado.
—¿Les han gustado sus regalos?
—Sí, eso creo.
Callamos cuando empieza el intro de la serie de televisión sobre zombies y la acompaño los primeros minutos.
—Voy a darme una ducha, So.
—Bien, si viene Cedric le diré que ya sales.
Asiento y abandono la sala. Cedric viene después de cada ensayo a buscarme como pretexto para hablar con Sofía y luego, por la noche, vuelve a traerme. En algunas ocasiones Sofía nos acompaña, pero no creo que hoy lo haga porque la he visto todavía con su pijama.
Cuando regreso a la sala, Cedric ya está sentado en el otro sillón y viendo la serie de televisión. Sofía se ha cambiado de ropa, así que nos acompañará, y me quedo en silencio observándolos. Cedric está recargado en un costado y mira más a Sofía que a la televisión, sospecho que ella no tiene idea de lo que está pasando en la serie porque se están comiendo viva a una chica y no ha gritado como loca.
Es enternecedor observarlos, no necesitan decirme lo mucho que desean abrazarse o pasar de simples miradas, pero es demasiado el miedo que les produce dar ese paso. Cedric se preocupa tanto por ella que el corazón se oprime en mi pecho, no es común encontrar a un chico así.
—¿Listos? —Rompo la burbuja rosa, es tarde para el trabajo.
Sofía suelta un brinco y ahogo una carcajada mientras me dirijo a la puerta principal.
—¡Qué asco! ¡Se la están comiendo! —se queja al fin ella.
—Tranquila, So. Soy la shooter más rápida de la ciudad y te defenderé si hay una invasión zombie —digo al tiempo en que me giro y formo dos pistolas imaginarias con las manos.
Sofía rueda los ojos y apaga la televisión, intenta no reír de mis sonidos de pistola láser que la acribillan desde la entrada.
—Aura solía pasar mucho tiempo con los videojuegos —explica a Cedric— y le gustan los de disparos.
—¿En serio? Deberías reunirte un día con nosotros a jugar —dice el chico—. Nicolás es realmente bueno y estará feliz de tenerte en su equipo... ¡Nos golpeará con su bajo eléctrico si te matamos en el juego!
Río, aquello sí sería muy divertido... ¡Nunca jugué con más personas que con Dimas! Mi madre jamás habría invertido en una consola de videojuegos, así que sólo podía jugar con él. Sus amigos nunca terminaron de aceptarme y mis amigos, bueno, sólo tenía a Sofía y ella no es una chica de videojuegos.
—¡Sería genial! —Soplo por arriba de mis dedos índices, como si quisiera despejar el humo inexistente de mis pistolas imaginarias—. Pero Dimas es un niño y hará un berrinche cuando lo haga papilla en el videojuego.
La tensión simplemente explota en la sala, mencioné el nombre prohibido. Nadie me habla de él y en el bar prefiero ignorarlo, sólo me rindo a observarlo cuando sé que nadie me mira. Lo he mencionado porque necesito que todos crean que ya no siento nada por él, que me ha lastimado lo suficiente para que mi dignidad sea más valiosa y lo he olvidado; la verdad es muy diferente...
☆★☆
Cedric ya no siente vergüenza por su destartalada minivan que se sacude como si se tratara de un juego mecánico; a veces, me revuelve un poco el estómago cuando acabo de comer. Sofía ya no se fija en esos detalles como cuando era una adolescente, encuentra en Cedric al chico más increíble sobre la tierra y no deja de mirarlo cuando conduce, intercambian más de esas tiernas miradas.
Para mi acostumbrada mala suerte, Cedric elige el camino por el que tenemos que pasar frente a casa de Eric. Intento prestar atención a la conversación que se desarrolla en los asientos delanteros, pero es inútil. Estoy concentrada en mirar a la pareja que sale de casa de Eric... Es Berenice y Eric, ríen mientras se dirigen al Mustang y...
¡Carajo, carajo!
¡Esto no es un simulacro! ¡Eric está viendo la minivan!
¡¿Por qué la minivan de Cedric es tan fácil de reconocer?!
Eric entrecierra los ojos como si quisiera agudizar la mirada, sé que no puede verme porque los cristales son entintados... ¡pero le preguntará a Cedric qué hacía por aquí!
Me siento como un globo desinflado, no quiero que sepa que vivimos cerca... o que lo vi salir de su casa con Berenice...
Eric es así.
Me repito eso muchas veces al día, cada vez que tengo un segundo de debilidad y recuerdo las cosas que me dijera cuando creyó sentir algo por mí.
Eric es así, eso es todo.
A él le encantan las mujeres y a éstas les encanta él, simple ecuación. Fui interesante un tiempo hasta que descubrió que hay algo en mí que no está bien y que jamás lo estará. Además, no puedo culparlo... ¡Creyó que tendría un hijo de Dimas!
¿Dije globo desinflado? Quise decir pelota aplastada, así me siento. Cuando era más joven, una adolescente, soñaba con formar una familia con Dimas. En mi mente había recreado mil veces la escena en la que sostendría por primera vez un bebé con los ojos iguales a los suyos; jamás creí que recibir la noticia de que en verdad podría ser madre me devastaría así...
Cedric en verdad conduce lento y llegamos al bar al mismo tiempo que Eric, en el panorámico trasero veo su Mustang.
¡El destino decidió meterme el pie, un clásico!
Me precipito fuera de la minivan, apenas se detiene el baterista, y clavo la vista en el suelo mientras atravieso las puertas del bar. Ahora sabe que los he visto salir de su casa, pero no sé por qué me importa eso. No quiero que me importe, necesito que dejen de importarme todos esos pequeños detalles que me provocan insomnio.
Una canción de Milky Chance escapa de los altavoces, Running, la letra es jodidamente apropiada. Saludo con mi elaborada sonrisa a todo el personal que se cruza en mi camino. Abriremos en media hora y la banda está ya en su mesa...
¿En serio? ¿No pueden llegar hasta la hora de su presentación?
Dimas se gira hacia mí, un breve cruce de miradas antes de desaparecer en el pasillo en dirección a la oficina de Federico. Es común encontrarlo observándome, siempre lo hace sin importar si Minerva lo descubre; cada uno de esos encuentros inexistentes hacen arder la saliva en mi garganta.
—Aura —saluda al verme entrar en su oficina—. ¿Estás bien, nena? Tienes cara de querer destruir al mundo.
—Ojalá pudiera —mascullo—. Sólo estoy cansada.
Federico se quita los anteojos de lectura y me observa con preocupación.
—¿Te agotas con facilidad?
Todos se enteraron del supuesto embarazo cuando el desmayo ha sido sólo por debilidad. No había comido bien en días y con la lluvia de emociones mi cuerpo no resistió.
—No, estoy mucho mejor.
Incluso hago ejercicio, algunas tardes salgo a correr y, de regreso, paso frente a la casa de Eric como una jodida acosadora. A esa hora suele estar en el ensayo así que no es probable que me descubra o pueda verlo, parece que no es motivo suficiente para que mis piernas entiendan que no deben correr hacia ahí.
—Bien, porque necesito pedirte algo.
Oh, oh.
—¿Qué pasó?
Federico se recarga en su silla y cruza los brazos.
—Voy a viajar a Cancún y quiero que te hagas cargo del bar por unos días.
—¡¿Yo?!
¡Si conservo mi trabajo es sólo porque es condescendiente conmigo!
—No confío en nadie más como para dejarle acceso a todo —agrega—. No es una obligación, pero me gustaría que lo pensaras y, además, te aumentaría el sueldo.
La música llega acompasada hasta su oficina, el ruido en el pasillo me indica que ya abrieron el bar.
—¿Por cuánto tiempo?
—Un fin de semana. Tal vez menos.
—¿Puedo pensarlo?
—En realidad —suspira—. No es obligación, sino un favor que le pido a una amiga.
O sea, una obligación.
—¡Federico, no tengo idea de cómo hacer eso!
—Los pagos los ve el contador y cualquier cosa estoy a una llamada de distancia —intenta tranquilizarme—. Es sólo que verifiques que todo marche sobre ruedas, nena.
—Pero...
—Por favor, Aura —interrumpe con una mirada suplicante.
Entorno los ojos... ¡No quiero hacerlo! Podría negarme, pero... es Fede.
—De acuerdo... ¿Cuándo te irás?
Federico se aparta del escritorio, camina hasta mí y me envuelve en un fuerte abrazo que me impide respirar.
—Probablemente el próximo fin de semana.
—Genial —mascullo aprisionada entre sus brazos—. ¡Me estás arruinando el peinado!
Federico ríe y me suelta.
—Adelante, jefa ¡Vaya a practicar cómo poner orden en el bar!
Me da una palmada en el hombro y casi suelto una risa histérica, ¡aquello es más que ridículo!
El volumen de la música es lo suficientemente alta para sentir el pecho vibrar, sacude mi pobre caja torácica. Las puertas están abiertas y los clientes en fila aguardando a que los meseros los dirijan hasta sus mesas reservadas.
Uno de esos momentos de debilidad se impregna a mi piel, cada noche me sucede cuando abren el bar y creo que las cosas son como antes, todo ha cambiado. Contemplo las fotografías pegadas detrás de la barra que han aumentado desde la inauguración, mi única fotografía está casi enterrada detrás de una de Minerva y Dimas... Irónico ¿no?
No me sorprende volver a descubrir al vocalista mirándome, esta vez le sostengo la mirada y le regalo mi semblante más serio e indiferente, uno que proyecte el daño que me ha hecho. Dimas se incomoda, desvía su atención hacia Sofía que está riendo mientras habla.
Yo quería eso, siempre lo quise y mi timidez me impidió conseguirlo antes. Un grupo de amigos para salir, divertirme como cualquier chica, ir al cine, a un bar, reuniros en casa de alguien a conversar o tomar unas cervezas; lo tuve sólo por unos meses, pero al menos sé cómo se siente. Me he distanciado, no voy a los ensayos como Sofía y evito hablar con ellos, soy la misma solitaria que no comparte el grupo de amigos con ella.
Por otro lado, el momento de debilidad termina al ver a mi mejor amiga feliz. Se está recuperando de lo que sucediera en la playa y es un buen motivo para alegrarse.
Una canción reggae provoca un chillido emocionado en Berenice, esa chica es un tornado rojo fuego. Finjo acomodar los menús, pero la miro de soslayo. Es todo lo que no soy, mi antónimo. Está sentada al lado de Eric y comienza a bailar en su asiento restregándose contra él.
Joder, joder, joder. No debería estar viendo, claro que no. No.
Eric sonríe, una de esas sonrisas que pensé guardaba para mí... ¡Qué estúpida! ¡¿Cómo pude pensar eso?!
No voy a ver esto, no tengo qué hacerlo.
Golpeo la mesa con los menús por simple frustración, pero el ruido sobrepasa la música. No quiero ni averiguar si me han escuchado o no en la mesa, así que recurro a los clientes como escapatoria; he descubierto son el mejor escape en el bar.
No tardo en encontrar miradas masculinas sobre el escote intencional de la blusa, antes cerraba todos los botones. No sé qué ha cambiado en mí, pero siento que algo se rompió y no sé cómo unirlo. La falda que antes usaba larga, ahora es corta y ajustada. Los tacones mucho más altos, el maquillaje más elaborado. Parece que la soltería me hubiera favorecido, pero sólo es una máscara para ocultar cómo me siento.
Un par de chicos me saludan por mi nombre y me invitan un whisky ¿Por qué? Porque Aura es popular, y hablo sobre mí, no la banda. El chisme del embarazo trascendió hasta las redes sociales y todavía descubro a algunos mirando mi vientre. Esa Aura es famosa, la que provocó que una banda le pusiera su nombre y comparte un tatuaje con el vocalista. La misma que parece que tuvo algo con el guitarrista y que por despecho le han quitado su nombre a la banda. Esa Aura que es hija de dos famosos escritores y que siempre sonríe. La chica que aplaudió con entusiasmo cuando Dimas anunció que la banda cambió su nombre a Gray, como si su corazón no se hubiera roto otro poquito.
La Aura que nadie conoce es la que sufre insomnio o la que sólo consigue dormir cuando el llanto la ha relajado lo suficiente. Esa Aura sigue escondiéndose en el rincón del aula, no le gusta mucho el maquillaje y cree que su falda está muy corta. Es una Aura que ya no mira hacia el escenario cuando sus amigos están ahí, una que se concentra en vivir día con día y enfocarse en su trabajo; es otra forma de escapar.
Apresuro el whisky de un golpe y hago una mueca al sentir el calor descender por mi garganta.
—¡Buenas noches! —saluda Minerva.
Estoy cerca del escenario y evito mirarla, a todos ellos, y me concentro en encender el cigarro al chico que está frente a mí. Hace varias noches que estoy cubriendo turno como mesera porque falta personal, de nuevo.
—Queremos felicitar a todas las mamás que están aquí y...
—¡Felicidades, Aura! —grita alguien.
Minerva calla y me enderezo con sorpresa.
Estoy aterrada. Me parece que todo va muy lento, pero sé que son segundos. Es sólo el miedo, el terror porque mi verdadero yo quiere salir corriendo de ahí, avergonzado, y esconderse en su cuarto a llorar.
Agarro un shot de tequila, de una bandeja cercana, y la levanto, espero estar sonriendo.
—¡Gracias!
Y lo bebo, sólo así. Todos aplauden, hay risas, bromas y algunos comentan que es malo que beba si estoy embarazada; es cuando los que saben que no lo estoy explican que todo ha sido una confusión y la anécdota termina con comentarios graciosos.
—¿Ya puedo continuar? —me pregunta Minerva.
Todos en el escenario me observan, no los miro el suficiente tiempo para descifrar lo que piensan sobre mí.
—Adelante, son todos tuyos ¿No?
De acuerdo, me estoy excediendo. Trago saliva y doy la media vuelta sin dejarle tiempo de responderme. Ella es bastante audaz con sus comentarios y no deseo tentar más mi buena suerte.
Minerva finge que nada ha pasado, dice alguna estupidez sobre la banda. A los pocos segundos empieza la música y respiro aliviada, su venganza no será hoy. Tomo asiento frente a la barra y sostengo mi cabeza con ambas manos. No entiendo cuánto más durará todo eso del embarazo, pero me duele cada vez que recuerdo cómo me he sentido sola en el momento en que más necesité de un abrazo.
—¿Estás bien? —pregunta Sofía a mis espaldas.
Está nerviosa por todas las personas que pasan a nuestro lado y la sujeto de la mano para conducirla de nuevo hasta la mesa, me detengo al ver a Berenice con Henrik observándonos ¡A veces, me gustaría que tuvieran algo más qué hacer y no pasarse casi todas las noches torturándome!
—Aura —me llama un mesero y deja la bandeja frente a mí—. Un chico de ahí invita.
Sonrío al chico mientras bebo el shot de tequila que me ha enviado. Apenas lo termino y un cosquilleo molesto se expande en mi nuca, mi baja tolerancia al alcohol ataca.
—Aura, mírame.
Sofía está enojada, lo que faltaba.
—¿Qué?
—Estás muy rara.
Siempre me dice eso en el bar.
—Estoy normal.
—No, estás fingiendo que lo estás y...
—So... ¿Podemos hablar de esto en casa? Estoy ocupada.
La dejo ahí sólo porque sé que ya está cerca de la mesa y regresará a platicar con Berenice. Todos volverán a sus vidas y yo continuaré aquí, casi lo he aceptado.
Es otra noche como cualquier otra. El bar empieza a vaciarse al terminar la presentación de la banda, anoto números falsos en servilletas a señores que podrían ser mis padres y continúo esbozando la sonrisa falsa hasta que me duelen las comisuras de los labios.
—¿Por qué no vienes un rato?
Berenice me provoca un sobresalto que casi me hace arrojar la bandeja.
—Tengo trabajo.
—Puede hacerlo alguien más ¿No? —Me da un codazo suave—. Vamos, te he visto toda la noche sin dejar de correr por todos lados.
Berenice es Berenice. Quiero detestarla como a Minerva, pero no puedo porque en realidad es bastante agradable. Comprendo por qué pasa tanto tiempo con Eric y eso duele un poco; ella y yo no nos parecemos en nada.
—Vamos... Si viene Federico le diré que te he amenazado y de seguro lo creerá —ríe.
Sus facciones son algo toscas para considerarla delicada o atractiva, pero tiene algo que te obliga a girar la cabeza para verla y no es por su psicodélico cabello. Es quizá la seguridad con que se mueve o el tatuaje del pez koi en color rojo que decora su cuello. Tal vez es una mezcla de todo, como Eric.
Berenice se parece mucho a él...
—Yo...
—¡Te haces del rogar! —exclama—. ¡Todos hablan de ti y yo no te conozco tanto!
Está exagerando.
—No tiene caso...
—¡Ven!
Tira de mi brazo y estoy lo suficientemente agotada para oponer resistencia. Dimas se desconcierta cuando nota que me acerco, Minerva recarga la cabeza en su hombro y me arroja una de esas miradas que intenta recordarme que él es suyo, no mío. Por el contrario, So, Cedric y Nicolás me saludan y agradecen a Berenice por obligarme a tomar un descanso.
—¡Te dije que la convencería! —le dice a Eric—. ¡Siempre me retas y pierdes!
Así bromeábamos...
Berenice acerca otra silla para sentarse y el único sitio libre es al lado de Eric. Me quedo de pie sin saber muy bien qué hacer y, después de lo que me parece una eternidad, me siento procurando no tocar al chico que antes solía abrazar.
He procurado no mirar la expresión de Eric al acercarme, mucho menos ahora que el calor de su cuerpo se confunde con el mío. No quiero saber si está incómodo o intenta que seamos amigos como antes, fingir que jamás albergamos sentimientos confusos entre nosotros.
—Me dijo Cedric que somos vecinos... —empieza Eric.
¡Ese baterista no sabe la suerte que tiene de que mi mejor amiga sienta algo por él!
Habló en tono bajo, sólo para mí. Sin mirarlo, sé que se ha acercado y puedo adivinar la silueta de su rostro, las hebras oscuras de su cabello que escapan rebeldes de la coleta, la suave curvatura superior de sus labios, el misterioso color oscuro de sus ojos...
Quiero mirarlo, así de cerca como cuando nos sentábamos dentro de mi cubículo en la oficina. En verdad, necesito hacerlo...
¡Al demonio! ¡Si siempre me sale mal todo!
Me giro y... ¡¿Por qué me giré?! Está demasiado cerca para la salud emocional de cualquier mujer y mi mirada escapa hasta su barbilla, a ese pequeño sitio donde deposité un beso y descansé los labios.
Estoy tan sonrojada que sonrío por mi propia vergüenza, imita mi gesto y me sonrojo más... ¡La máquina de sonrojos ha regresado!
—Eso descubrí también —miento—. Linda casa.
Sus ojos están fijos en los míos y empiezo a olvidar cómo parpadear sin tener que obligarme a hacerlo... ¡Qué difícil es!
—Gracias.
—¿Y vives con Bere?
Soy toda sutileza. Apenas lo he preguntado y quiero pegarme contra la mesa.
—No, sólo pasa por ahí de vez en cuando.
Sí, ya sé para qué.
—Ya veo.
Eric baja la mirada hasta mi boca, al lugar donde sus labios me besaron despacio y con ternura. Recuerdo el sitio preciso con una agradable onda de calor en la piel, la misma que me rodeó esa noche en sus brazos y que está regresándome esos recuerdos que suelo omitir.
¿Por qué tuve que admitir que estaba confundida? Sólo debí callar, Eric no cambiará por mí y no sé si quiero que lo haga; no sé nada de lo que siento o quiero.
—¿Y cómo has estado?
Aparta la mirada de mi boca, lucha por fingir esa actitud indiferente que aprendo lentamente a descifrar.
—Bien —musito—. O sea, me has visto.
—Sí, eso creo.
Cedric y Berenice están debatiendo sobre una canción, cosa de bateristas. Pero es gracioso ver a la pelirroja agitando los brazos y la melena mientras habla. Sofía sonríe con timidez a Cedric y noto que entrelazan sus manos bajo la mesa.
Me siento miserable por envidiar aquello.
No sé qué hago aquí.
—Bueno, tengo que volver al trabajo...
—¡No! —exclama Berenice— ¡Primero prométenos que un día de estos pasarás a casa de Eric!
—¿Qué? —pregunta Dimas.
Minerva frunce el ceño al escucharlo, creo que lo mandará a dormir al sofá. Gabriel pasea la mirada entre Dimas y yo... ¡A mí que ni me miré, yo no lo he buscado!
—Es que son vecinos —explica Cedric.
—En realidad, vivimos a dos calles —especifico—. No somos vecinos muy cercanos.
¿Por qué estamos hablando sobre esto?
—¿Y desde cuándo? —pregunta Nicolás.
—Tenemos apenas dos semanas en la casa —contesta Sofía—. Sólo sabíamos que Cedric vive cerca, pero no de Eric hasta que Aura vio el auto hace unos días.
¡Sofía!
Mi amiga me mira como si en verdad hubiera escuchado que la llamara y parpadea apenada. Eric permanece callado observando su cerveza, se sumerge en sus pensamientos o quizá sólo decide ignorarme.
—Sí —suspiro—. Bueno, uno de estos días.
Sonrío a todos y me levanto, no hay mucho más qué decir.
Me parece que escucho a Sofía abandonar su asiento y apresuro el paso, no quiero que me detenga frente a todos. Es vergonzoso que noten lo mucho que me ha afectado lo que pasó. Casi he llegado al pasillo cuando su agarre es demasiado firme en mi brazo y de un ligero tirón consigue girarme en su dirección.
Entonces descubro que no es Sofía, sino Eric y que no luce nada feliz.
Oh, bueno... Bienvenido al club, Eric.
☆★☆
Notas:
(1) The Walking Dead: Es una serie de televisión creada y producida por Frank Darabont y basada en el cómic homónimo de Robert Kirkman
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