CAPÍTULO XVI

Enojo y confusión.

Eso era lo que demostraba el rostro de Ignati —o una mezcla de ellas— después de haberle soltado de golpe que su madre estaba viva. Estuvo unos segundos en silencio, aparentemente intentando digerir mis palabras.  Acto seguido, se puso de pie, y caminó hasta mí aun boquiabierto.

Auro lo detuvo antes de que pudiera llegar a mí.

—¿Qué demonios dices, Damien? —espeta el pelinegro.

Ignati alejó bruscamente el brazo de su hermanastro que le impedía acercarse a mí. Sin nada que lo detuviera ahora, me alcanzó. Sorpresivamente me tomó por el cuello de la playera y con los ojos algo cristalizados, habló.

—No voy a permitir que uses la memoria de mi madre para tus malditos juegos. Ella nunca tuvo nada que ver en la mafia, así que no vuelvas a hablar de ella —me liberó de su agarre lentamente y tragó saliva, un poco más calmado—. Por favor.

Había dicho lo último casi en un susurro, como si no estuviera convencido de que querer ser escuchado. La expresión en su rostro pasó rápidamente de furia a una de súplica. Aparentemente el tema de su madre era algo que adía de hoy aún le afectaba.

Sus ojos llorosos me lo confirmaban.

—Hablo en serio —le respondí, un poco nervioso—. Conozco el sentimiento. Todo el mundo habla mierda de mi padre sin pensar en que él fue todo para mí, mi única familia. No tendría por qué inventar algo así, ni siquiera conozco a tu madre —lo miré fijamente a los ojos—. Ignati, estoy diciéndote que tu madre no murió, está viva y trabaja para la mafia de Akim. Mason me lo dijo y pude comprobarlo.

El castaño, ante mi insistencia sobre el tema, dejó caer su cuerpo hacia atrás, desplomándose en el asiento del Jet, con la misma expresión de asombro que antes.

Auro solo tenía el ceño fruncido.

—Demuéstralo —ordenó Ignati, de brazos cruzados—. Ahora mismo, o abriré la puerta del puto jet y te arrojaré por ella para que nadie te encuentre.

Tomé una gran bocanada de aire, luego solté un gran suspiro, listo para dar explicaciones.

—Llamé a Nikolai. Por si no lo saben, él trabaja para el gobierno ruso; es agente de la SKR, las fuerzas especiales del país. Cuando Mason me contó lo de tu madre tuve que comprobar por mí mismo que no se trataba de una mentira más del cojo, así que le pedí a Nikolai que investigara sobre Melanka. Lamento ser yo quien te lo diga, Ignati, pero no existe ningún certificado de defunción de tu madre.

—Es mentira. —Replicó de inmediato.

—Y no solo eso, también debes saber que desde hace cinco años está en la mira de la policía rusa. Melanka está prófuga. Lo siento, Barbie Millonaria, pero al parecer tu padre te mintió por años.

La cabeza de Ignati se sacudía de un lado a otro, negando completamente el comentario que puse sobre la mesa. Incluso, pude ver como pasaba la mano por su cabello una y otra vez, completamente lleno de nervios. 

—Estás mintiendo. Papá no me haría eso.

Para este punto, Auro estaba sin palabras. Aunque normalmente su rostro se mantenía recto la mayor parte del tiempo, en esta ocasión sí que había una reacción de asombro de su parte. Sus ojos abiertos me analizaban con duda.

—¿Por qué Stanislav le mentiría con algo así? —finalmente pregunta.

—Agh, ¿qué no es demasiado claro? Se los dije, la rivalidad entre la mafia Akim y tu padre no comenzó solo por territorios. El padre de Mason y tu madre tuvieron un romance. Stanislav no soporto la traición y prefirió mentir, llevarse a su hijo lejos y empezarle una nueva vida.

Matthew soltó una risa irónica que causó que ambos girásemos en su dirección casi inmediatamente.

—¿Ahora resulta que sabes más de mi padre que yo? ¿Te crees que sabes más de mi familia que yo? Ilústrame, ¿qué más no sé acerca de mi familia?

No pude resistirme a responderle con el mismo tono de ironía que él estaba teniendo conmigo.

—Ignati, ves a tu padre dos veces al año, y solo para pedirle dinero. Créeme, cualquier persona puede saber más de tu padre y tu familia.

Auro intervino.

—De acuerdo, discutamos esto con más calma cuando lleguemos a casa. Damien, tendrás que comprobar lo que dices.

—Lo haré.

Ignati se limitó a responder. Se recostó en una esquina del jet, apartándose de nosotros dos. Tomó un libro de la mesita y comenzó a a leerlo, ignorando por completo nuestra presencia ahí. Para mi sorpresa, permaneció de esta manera por mucho tiempo, completamente callado por el resto del vuelo.

Yo, por mi parte, me permití descansar un poco antes de llegar a Los Ángeles. Aquella incomoda cama de urgencias en la estación policial me había hecho valorar como nunca a mi cama habitual. Dormí como un bebé —aunque aún adolorido por el choque que provocó Masón—, por al menos dos horas.

El resto del viaje, Auro y yo no hicimos mucho más que comer y charlar sobre en dónde podría estar Mason. Por algún motivo, ninguno de los dos quería mencionar a Zoe aun.

Finalmente, luego de cinco horas de vuelo que parecieron eternas, aterrizamos en la pista privada de los Bogdanov en Los Ángeles, en donde por supuesto, la gente de Matthew ya los esperaba para atenderlos como reyes y dirigirlos a su hogar.

Cuando entramos a la mansión Bogdanov, destellos de recuerdos atravesaron mi vaga mente. Por un momento, fue como si todo siguiera exactamente igual. Ellos seguían siendo unos niños ricos al cuidado de sus niñeros, niños a quienes no les faltaba nada, excepto una familia funcional.

Muchos recuerdos venían a mí con cada pasó que daba; desde el primer día que pude burlar la seguridad para entrar junto con Laraina, hasta el último en el que unimos todas las piezas del rompecabezas para descubrir que Kristel era hija de Mason.

Ah, y claro, cómo olvidar cuando escuché a Zoe decir de su propia voz que no sentía nada por mí, porque a quien realmente amaba era a Auro. Ahí, en esa horrible sala de la mansión.

De alguna manera, recordar aquello me hizo tomar valentía para finalmente traer a la conversación el nombre de Zoe.

Auro estaba dirigiéndose a la cocina por un vaso de agua, Ignati por una botella de vino. Yo comencé a hablar de lo que nadie quería. El tema de Zoe era como el elefante en la habitación que todos queríamos ignorar.

—Necesitamos encontrar a Zoe antes de que Mason lo haga —solté sin pensarlo demasiado, mientras me sentaba en el sofá—. Durante estos dos años no ha hecho nada más que pensar en ella y en cómo se vengaría de cada uno de nosotros en cuanto tuviera la oportunidad. Ahora está libre, furioso y más loco que nunca. Estamos todos en riesgo.

—La cosa es que —habla Auro desde la cocina—, nadie sabe nada de Zoe desde hace dos años. Matthew ha intentado contactarla, pero siempre falla. En donde se que esté, no quiere que la encontremos.

Ignati se unió a nuestra conversación.

—Lo último que supe fue que no estaba en la ciudad, así que por lo menos ella tiene un poco más de tiempo antes de que Mason lo sepa. Seguramente él empezará con otros.

—¿En dónde está Zoe? ¿Qué pasó exactamente después de que me fui?

Pude notar la incomodidad de ambos chicos con mi pregunta. Ninguno de los dos quería responder y eso solo me inquietaba más. Aún así, luego de unos segundos de silencio, Auro tomó la batuta.

—Bueno, tú huiste, ella te buscó, a mí me arrestaron y con ello, estuvieron a punto de arrestarla a ella también por ser mi supuesta cómplice. Después de eso no supimos más. Rider debió haberla ayudado a escapar a Washington para evitar que fuera a prisión injustamente. No hemos vuelto a saber de ella.

—¿Washington? —pregunté.

—Es lo que Rider dijo.

—Entonces, ¿Zoe se convirtió en prófuga? Eso lo hace mucho peor. La encontrará Mason, o la encontrará la policía y ninguna de las dos opciones terminará bien. Tenemos que hacer algo, ¿por qué no vamos a su casa? Sus padres deben saber en dónde está —propuse.

—Ya lo intenté. No somos bienvenidos ahí —respondió Ignati, sin ánimo alguno—. Y todo parece indicar que Zoe tampoco quiere que la encontremos.

Zoe. No sabía qué tan difícil habría sido para ella el tener que huir de la ciudad que la había visto nacer, la ciudad en donde lo tenía todo, su familia, sus amigos, sus estudios. Además, la culpa me comía vivo de solo pensar en el tormento que debió haber sido para ella el sentir que todos la abandonamos al mismo tiempo; Auro en prisión, Matthew en sus problemas de mafias, yo en Nueva York, y Dimitri... bueno.

No tenía por qué haber sido así. Yo no me hubiera ido de saberlo, jamás la hubiera dejado sola.

—Tenemos que advertirle sobre Mason, debe estar preparada y tomar sus precauciones donde sea que esté. Lo conocemos bien, no tardará mucho en descubrir a dónde fue —dije—. Hay un tema más. ¿En dónde está la niña?

—¿Kristel? ¿La hija de Mason? No tenemos idea. Tampoco hemos escuchado nada de la pequeña psicópata.

Ignati no había dejado de lado su poca tolerancia hacia Kristel.

—Supe que Dimitri le construyó un refugio hace dos años, cuando atraparon a Mason. Él quería que estuviera ahí mientras le buscaban un hogar con una familia normal. Solo díganme que no esta con Zoe, por favor. Mason está convencido de que ellas están juntas, y si es así, será mucho más fácil para él encontrarlas a ambas.

Los hermanos intercambiaron miradas. Auro se encogió de hombros.

—Damien, no sabemos una mierda. Un día el papá de Zoe hizo que nos arrestaran de la nada, Mason se aprovechó de eso y nos raptó y torturó por horas. Lo próximo que vimos a fue Dimitri y a ti, llegando en nuestro rescate y tratando de negociar con el idiota de Mason. Ustedes idearon todo ese plan de robarse a la niña; el último día de Zoe en esta ciudad, lo pasó contigo. Creo que quienes debemos hacer las preguntas somos nosotros.

No había pensado en eso. Mi último día con Zoe, cómo llegó a casa de Dimitri desesperada pidiendo ayuda, la arrebatada decisión de llevar a cabo un plan que al final no resultó del todo, Dimitri y su coraje por terminar con Mason, Zoe y yo bajo la lluvia, charlando sobre el resfriado que tendríamos si sobrevivíamos. La promesa que le hice de volver los cuatro como una familia.

Nuestra despedida.

No pude responder nada ante eso. Aunque quisiera ignorarlo, me dolía recordar la promesa que le había hecho a Zoe. No pude cumplirla. Hice que Di muriera.

Ignati notó mi silencio, y se animó a retomar la conversación.

—Entonces... ¿por quién cree que irá primero? ¿Kristel o Zoe?

Tragué saliva.

—A quien encuentre primero —respondí—. ¿Y saben qué? Ustedes no estuvieron con él los últimos dos años, no vieron lo que yo vi. Está hambriento de venganza, mucho más loco que nunca. Me importa una mierda si no soy bienvenido, ahora mismo voy a casa de Zoe.

No lo pensé mucho. Comencé a caminar en dirección la puerta de la mansión. Estaba decidido y sabía perfectamente que cada minuto era importante para encontrar a Zoe. No podía dejar pasar el tiempo.

—No van a recibirte. Nos odian, Damien. Sobre todo a ti, ¿no lo entiendes? —gritó Ignati a mis espaldas.

—Tendrán que hacerlo si realmente aprecian la vida de Zoe. No hay tiempo que perder, préstame uno de tus autos.

Eso había salido casi de forma automática de mi boca. Los autos deportivos de Ignati me harían ahorrar bastante tiempo a comparación de mis dos pies o un taxi —aunque ni siquiera cargaba dinero—.

—Ni loco. —Responde él.

—Apoyo tu idea. Vamos, sube al mío —dice Auro, para mi sorpresa.

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