CAPÍTULO XV
DAMIEN.
Un maldito jet privado. Así era como viajaban los Bogdanov.
Mientras yo tenía que preocuparme por que Mason no escapara e intentara asesinarnos a todos —o por no morir desangrado a mitad de la carretera al igual que un jodido ciervo—, la preocupación más grande de los Bogdanov era decidir qué auto utilizarían para llegar hasta su jet privado.
—Vaya, Stanislav sí que debe traficar como el mismísimo Al Capone —expresé una vez que entré en el jet, observando lo ridículamente lujoso que era por dentro.
—Dejemos dos cosas claras —habla Ignati en un porte bastante insoportable—, la primera, no vuelvas a mencionar a mi padre con tu sucia boca y la segunda, observa todo lo que quieras, porque en tu vida volverás a subirte a un jet Bogdanov.
Auro rodó los ojos desde su asiento. Giró ligeramente su torso hacia la ventanilla y ahí se quedó observando como las llantas del ostentoso avión despegaban del suelo poco a poco.
—Sabes que tienes lo que tienes gracias a que tu padre ha sido un monstruo con los demás, ¿no?—le pregunté con una sonrisa irónica—. Mujeres, niños. Yo no estaría tan orgulloso si fuera tú.
Ignati pareció hacer caso omiso a mi comentario. Recargó su espalda en el asiento, destapó una botella de champagne a medio terminar que estaba sobre la mesa, sirvió un poco en su copa, y bebió frente a mí.
Después de dar el primer sorbo, habló.
—Estás celoso porque yo sí tengo papá.
Su comentario causó que mis ojos se abrieran de golpe. ¿Había escuchado bien? ¿El imbécil se había atrevido a decir lo que dijo? Incluso Auro había girado su cabeza hacia nosotros, sorprendido por las palabras del castaño.
Para cuando me di cuenta, yo ya me había puesto de pie y estaba a tan sólo unos centímetros de Ignati, antes de propinarle un buen golpe directo a su mandíbula. Mi ataque lo había tomado por sorpresa, por lo que su cuerpo se desequilibró incluso estando sentado.
Regresó su mandíbula a su lugar lentamente y me dedicó una mirada neurótica. No tardó más de dos segundos en devolverme un golpe de la misma intensidad.
Auro se levantó y se colocó entre los dos. Con las palmas de sus manos me empujó hacia atrás para que no siguiera la pelea con Ignati.
—Ya, ya —dice él, sin expresión alguna en su rostro, intentando separarnos—. Parecen niños.
—Dile que no vuelva a hablar de mi padre si quiere llegar vivo a Los Ángeles —miré a Auro directamente a los ojos—, que también es tu padre, por cierto. Además, me lo debía desde que supe que metió a Zoe a esos estúpidos juegos.
Con otro empujón —esta vez más fuerte—, Auro se encargó de devolverme a mi asiento.
—Nadie hablará del padre de nadie a partir de ahora —decreta con seriedad—. Enfoquémonos en lo que realmente nos interesa, encontrar a Mason y a Zoe, antes de que se encuentren ellos.
—¡Ya te dije que yo no metí a Zoe en nada! Debió ser otra mentira de Mason y tú se lo creíste todo —se defiende Ignati.
—Dime por qué desapareciste —me pide Auro, dirigiéndose completamente a mí—. ¿Cómo secuestraste a Mason de la policía rusa? ¿Qué fue lo que te dijo ese día exactamente? ¿Y qué has sabido de Zoe desde entonces?
Ignati intervino.
—Espera no vayas tan rapido, su pobre cerebro no puede con tanto.
Auro le dedicó una mirada asesina. No dijo ni una palabra, tan solo una mirada bastó para que Ignati callara y regresara a su asiento a terminar de beber su copa de champagne.
—Desaparecí por obvias razones. Perdí a Dimitri, NUESTRO hermano —respondí haciendo énfasis—, él fue el único que se interesó por mí. Me sacó de prisión, me liberó de Mason, me dio un hogar y una muy pequeña familia. Él me aceptó como su hermano desde que supo de mi existencia, y unas horas antes de enfrentar a Mason, descubrimos la historia de nuestro nacimiento. No resistí la idea de perderlo.
Auro enarcó una ceja.
—¿Qué historia?
Reí.
—Quizá no te guste tanto, no tienes tanta participación en ella. Básicamente los padres de Dimitri no podían tener hijos propios. Nikolai, su padre adoptivo, era un viejo amigo de mi padre. Nikolai acababa de perder un hijo, y mi padre, Walker, atravesaba una fuerte crisis financiera en ese momento. Los doctores le dijeron a Tara que tendría gemelos, por lo que cuando mi padre supo que tendría más de un hijo, le ofreció el otro a Nikolai a cambio de una gran cantidad de dinero.
—¿Estas diciendo que tu padre vendió a Dimitri a un hombre ruso? —preguntó Ignati.
—Sí. Los doctores les dijeron que tendrían gemelos. Nunca mencionaron a un trillizo, por eso Tara nunca se enteró de que tenía un tercer hijo. Su parto fue muy complicado, así que estuvo la mayor parte del tiempo inconsciente. Mi padre, se aprovechó de eso y nos tomó a Di y a mí, llevándonos lejos. Según nos dijeron, les fue muy difícil separarnos, tanto que incluso creyeron que éramos siameses. Existe una foto de mi padre y Nikolai junto con Dimitri y yo en brazos. Él era lo más cercano a una familia, por eso no pude soportar perderlo y me fui.
A juzgar por la expresión de Auro, mi relato lo había dejado impresionado. A pesar de que su rostro rara vez tenía expresión alguna, sus ojos estaban ligeramente más abiertos de lo normal y sus cejas alzadas.
—Vaya, y creí que mi historia era rara —musitó reincorporándose en el asiento.
Desde el fondo, Ignati intervino con los brazos cruzados.
—¿Y eso es todo? ¿Entonces Auro fue como el patito feo al que nadie quiso?
El pelinegro le dedicó una mirada asesina.
—Sí —respondí—, pero al menos él se quedó con su madre, quien luego se casó con tu padre, un mafioso millonario que le dio una vida de lujos y sin ninguna carencia. Yo no tuve nada de eso.
El rostro de Auro de pronto se tornó completamente serio. Tragó saliva antes de hablar.
—¿Por qué no te despediste de ella? —cuestionó, aunque podía ver que no era su tema de conversación favorito.
—¿De Zoe? —pregunté con ironía y luego solté una risa discreta—. ¿Para qué? La conocemos, seguramente hubiera intentado convencerme de que me quedara con ustedes y viviéramos como una familia. Además, estaba demasiado ocupada contigo como para importarle si me iba o no.
Los ojos de Auro bajaron al suelo un segundo.
—Te buscó. Justo después de que se enteró de la muerte de Dimitri, quería ir corriendo contigo —habló entre dientes.
Por el tono de su voz, parecía que estaba siendo difícil para él admitirlo.
¿Zoe sí me había buscado? ¿Se había preocupado por cómo estaba? El simple hecho de pensar en ella buscándome después de haber huido, provocaba que mi estómago comenzara a dar vueltas.
Me hubiera gustado despedirme de ella en persona, y no por una estúpida carta que, después de todo, nunca pude confirmar si leyó o no.
—Bueno, pues tenía que irme por el bienestar de todos.
Auro pasó de largo mi comentario y prosiguió con lo que realmente le interesaba: obtener respuestas. Inclinó un poco su torso hacia enfrente demostrándome su interés.
—De acuerdo, entonces, huiste porque no soportaste la muerte de Dimitri, pero, ¿cómo te llevaste a Mason?
Relamí mis labios. Recordar ese día, y más específicamente, ese momento exacto, aún me helaba la sangre. Podia recordar perfectamente ese sentimiento de tristeza que me inundaba al saber que el único hombre que se había preocupado por hacerme sentir como familia, ya no estaría ahí.
—Me hice pasar por Dimitri antes de que se enteraran de su muerte. Rider me ayudó. Mi idea principalmente era matar a Mason, pero entonces me dijo lo de los juegos —pausé un momento—. Además, comenzó a hablar de muchas cosas, algunas sin sentido, otras con un poco. Entre ellas, dijo que la guerra entre Stanislav y Akim había comenzado no solo por los territorios de Rusia, si no que comenzaron por una mujer. Tu madre, Ignati.
La Barbie millonaria se exaltó al escuchar lo último. Se puso de pie rápidamente y caminó hasta a mí con una notoria confusión en su rostro.
—¿Qué dices? Mi madre no conoció a Akim —replicó—. Y creí que ya no hablaríamos de padres.
—Oh, es verdad que no lo sabes —mascullé.
—¿Qué?
—Lo de tu madre. Ignati, ella está viva, y no solo eso, creo que trabaja para Mason.
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