CAPÍTULO XIX
Bryce Mitchel.
El sabor amargo del café canadiense viajaba por mi boca. Lo saboreé tanto como pude, pues era lo único que me mantenía despierto a tan altas horas de la madrugada. Las cuatro en punto marcaba mi reloj. Tallé mis ojos y me reincorporé en la silla frente a mi escritorio, mientras leía cuidadosamente el texto de mi monitor. Maldije una vez más.
—No, esto no está bien. Auro salió de la cárcel hace cuatro días. Reportaron a Damien Walker herido en una estación policial de Ohio hace dos días, pero... sospechosamente desapareció al día siguiente —alcé las manos y las dejé caer sobre mi regazo, expresando mi cansancio—. ¿A qué demonios están jugando? ¿Ahora se ayudan como hermanos?
—Te vas a quemar las neuronas —me dice mi compañero Allen, subjefe de la unidad 13 de policía, sentándose a un lado de mí—. Te lo advertí, Bryce. Nadie ha querido tomar el caso Bogdanov desde que descubrieron que Mason Coleman era un infiltrado de la mafia contraria. Los pocos agentes que se han atrevido apenas y pueden soportarlo unos cuantos meses antes de volverse locos.
—Debo hacer esto.
Nuestra conversación se vio interrumpida en cuanto tocaron a la puerta de mi oficina. Dicho acto puso mis nervios de punta, pues a esta hora de la noche, no había nadie más que Allen y yo en la unidad. Intuí que se trataba de Chris, el chico al que nombré encargado de la misión de hoy. Mis sospechas se confirmaron cuando abrí la puerta y vi a un temeroso y descuidado Michael esperando hablar conmigo.
—Señor, tuvimos un problema. No pudimos atrapar a Zoe —dijo, totalmente apenado.
Mis ojos se abieron inmediatamente. Jalé su brazo y lo hice entrar a mi oficina, para luego cerrar con seguro la puerta. Me acerqué a la ventana para asegurarme de que nadie estuviera cerca para escuchar, y luego bajé las persianas.
No podía arriesgar nada de la información del caso Bogdanov/Coleman, pues desde que se supo que Mason se infiltró como agente policial, tuvimos que tomar medidas mucho más estrictas para manejar el caso. Para empezar, se despidieron a todos los policías y agentes de la unidad sin excepciones, pues no había manera de saber quién trabajaba para él y quién no. Aún así, no podemos estar cien porciento seguros de que no haya ningún infiltrado más.
La información del caso Bogdanov/Coleman es estrictamente confidencial y como una nueva medida de precaución, solo tienen acceso a ella agentes altamente clasificados, como yo.
—¿Qué dices? —cuestioné a Chris una vez que ya estabamos encerrados—. ¿Me estás diciendo que una chica de veintidós años pudo contra casi diez de mis hombres?
Él se encogió de hombros y agachó la cabeza.
—Creo que los chicos bajaron la guardia, señor. No pensaron que Zoe sería tan lista, además, seis de ellos terminaron con malos golpes. Si tan solo no hubiera autorizado el uso de armas...
—No —respondí de inmediato—. Ya lo he dicho muchas veces, no quiero que le hagan daño a Zoe. No la quiero herida y eso no es negociable. Así tenga que pasar por encima de veinte de mis hombres, no le haremos daño —me crucé de brazos y negué con la cabeza—. Es lamentable su desempeño como policías.
Chris se acercó a mí, intentando rescatar algo del pésimo trabajo de sus hombres.
—Eh... señor, en cuanto Zoe escuchó el nombre de Mason se volvió completamente loca. Debió haberla visto, nos atacó a todos. Estaba asustada, así que si me lo pregunta, yo no creo que ella sepa en donde está. Mason ha sido su verdugo durante años.
Allen, quien seguía ahí dentro con nosotros, asintió con la cabeza, dándome a entender que compartía el mismo punto de vista de Michael. Ninguno de los dos estaba de acuerdo con que siguieramos a Zoe, pues creían que ella no tendría ningun tipo de información de ayuda. Podían cuestionar mis métodos, pero al final, nadie en la historia había sido capaz de atrapar a un Bogdanov y mucho menos, a Akim Komarov. No había una guía escrita sobre qué hacer o no.
Resoplé.
—De acuerdo, pero tendremos que volver a intentar por más información, y si con ella no funciona, iremos por Auro y después, por Ignati. Recuerden que los Bogdanov son nuestro último recurso, Auro estuvo en la mafia de Akim, así que estará más preparado si lo sorprendemos, y de Ignati... bueno, nació entre balas, se escabulle a la perfección. Por ahora, necesito que investigues a dónde fue Zoe, lo que haga después de su intento de rapto es de suma importancia.
—Debió haber ido a un hospital —me responde—. Uno de los hombres la hirió con una navaja en la pierna, así que debió haber ido a un médico para evitar desangrarse.
Azoté las manos fuertemente contra mi escritorio al escuchar sus palabras. De mala manera, alcé la vista encontrándome con el rostro apenado de Chris.
—¿Qué parte de "no quiero que toquen a Zoe" no entendiste? ¿Que no saben seguir ordenes? ¿Necesitan que se los deletree?
—Fue en su defensa, señor. Zoe es muy agresiva y sabe defenderse. Iba a terminar matándonos a todos si no nos defendíamos. No usamos armas de fuego porque usted no lo permitió.
Le di la espalda mientras pasaba mi mano por mi rostro. La falta de sueño, aunado a que ya habían pasado más de cinco meses desde que acepté el caso y aun no podía obtener información relevante me frustraban.
Cuando acepté el caso, jamás pensé que sería tan dificil, tratándose de tres estudiantes de universidad, un loco, y un señor de cincuenta años, papá del niño fresa que no hace más que esconderse.
Me rendí con Chris.
—Déjame a solas con Allen. Busca en todos los hospitales cercanos y si encuentras algo que te parezca importante, házmelo saber.
Chris asintió, aun con algo de verguenza por su resultado. Estiré mi brazo para abrir la puerta de mi oficina y darle espacio para que se marchara, sin siquiera mirarlo a la cara. Era penoso que diez de mis hombres no pudieran atrapar a una simple niña.
Una vez Chris salió,yo continué revisando la información de mi monitor, mientras ideaba la estrategia perfecta para llevar a cabo mi cometido.
Allen sirvió un poco más de café sobre mi taza.
—¿Por qué no te lo tomas con un poco más de calma? Van a volverte loco, y eso que Mason Coleman aun ni siquiera sabe de tu existencia —soltó una leve carcajada—, entonces sí dudarás hasta de ti mismo, él jugará con tu mente en cuanto sepa que lo estás buscando, así que debes mantenerte cuerdo.
Di un sorbo.
—Me comprometí a atrapar a Mason Coleman y con él, caerán Ignati y Stanislav Bogdanov. Mason es un hijo de puta que no puedo creer que siga vivo. Por favor, ¿qué tan dificil es detener a ese cabrón de una vez? Alguien tiene que hacer las cosas bien por primera vez, Allen y ese seré yo —suspiré—. Llámalo orgullo si quieres, pero yo seré el hombre que terminará con Akim Komarov.
Allen negó con la cabeza, aunque esta vez, parecía ser una acción más para él mismo. Estaba dándose por vencido, y honestamente, era lo mejor que podía hacer. Nada ni nadie cambiaría mi determinación por cerrar este caso de manera satisfactoria.
Todos en la unidad estaban seguros de que yo terminaría enloqueciendo por aceptar esto, que mi sanidad mental estaba en riesgo, que no podría escapar del tan llamado "efecto Bogdanov", o de los 165 puntos de IQ detrás de la mente maestra de Mason Coleman.
Estaba dispuesto a demostrarles que podía con esto y con mucho más.
El director de seguridad me había me había nombrado agente clasificado por encima de todos mis compañeros porque confiaba en mí. Además, está tan harto de Mason Coleman como yo.
Pasé la madrugada entera en mi oficina. Sin darme cuenta, estas cuatro paredes se habían convertido mi nuevo hogar. Este rincón insípido, con paredes blancas y alguna que otra de cristal me había atrapado por completo. Mi oficina, la oficina que algún día perteneció a Mason Coleman.
Luego de dormir algunas horas en el incómodo sillón junto a mi escritorio, fui a casa a darme una ducha y desayunar. Respiré un poco, di una caminata y luego pasé a entrenar para mantenerme en forma. Intenté de todas maneras sacarme de la cabeza el caso, pero era imposible. Necesitaba más.
Ese mismo día por la tarde, asistí a la escuela de Zoe. Fuera de la institución había una que otra ligera mancha de sangre en el asfalto; eran pequeñas, pero notables para alguien como yo, que estaba en busca de cualquier mínimo detalle para alimentar mi investigación.
Mientras observaba el suelo, una ligera carcajada se escapó de mí.
—En verdad te jodiste a mis hombres, Zoe Young. Debes ser una mujer con agallas.
Me adentré a los pasillos de la escuela, vistiendo un pantalón de mezclilla holgado, una chamarra negra y una cachucha del mismo color para intentar pasar desapercibido entre los estudiantes.
Tenía suerte de que mi genética se prestara para hacerme pasar por un universitario más. Sí, a mis veintisiete años seguía pareciendo un chico de nuevo ingreso de universidad. Cosas de asiáticos, supongo.
Me detuve a mirar a los alumnos, sus actitudes, las cosas que comían, la ropa que vestían; nada fuera de lo normal. Probablemente alguno de estos chicos era amigo de Zoe, pero no lo sabría a simple vista.
Necesitaba idear una estrategia que me permitiera ganar la confianza de Zoe, acercarme a ella, que bajara la guardia y así, poder ver de cerca las acciones de los Bogdanov y de Coleman.
El sonido de mi teléfono me sacó de mis pensamientos. Lo respondí tan pronto como pude para evitar llamar demasiado la atención de los alumnos.
Era Chris.
—Espero que tengas algo que me convenza de no despedirte.
—Bryce, fue fácil encontrarla. Zoe está en un hospital a quince minutos de su casa. Estoy aquí ahora, ¿qué quieres que haga?
Sus palabras captaron mi atención, por lo que me dirigí inmediatamente hacia la salida de la institución para evitar que mi conversación fuera escuchada por alguien.
—¿Qué? ¿Está bien? ¿Está con alguien?
—No estoy seguro, pero el hospital está rodeado de escoltas, así que supongo que el chico Bogdanov debe estar aquí. ¿Quieres que pida refuerzos y entremos en acción?
Mierda. Actuar o no actuar.
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