CAPÍTULO X

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AURO.

3 años atrás.

Antes de la fiesta de Ignati.

El hombre dejó caer su mano sobre la mesa frente a mí. El estruendo que ésta causó al azotarse contra la madera me provocó un pequeño sobresalto. Debajo de su mano estaba la fotografía de una chica joven, con cabello oscuro, piel ligeramente bronceada y una estatura promedio; en sí, nada destacable. Era la primera vez que veía ese rostro, pero por alguna razón, algo dentro de mí pareció reconocerla.

Normalmente me resultaba difícil reconocer las sensaciones que experimentaba en mi día a día. Mi alexitimia era como un garabato enorme que me impedía entender con claridad las letras escritas sobre el papel. Nada era claro dentro de mi mente, sin embargo, esta sensación era mucho más complicada de entender que todas las demás. Esto era algo nuevo.

Su rostro me era familiar, a pesar de no serlo. ¿Qué mierda significaba eso? Esta sensación de falso Deja Vu me dejó terriblemente confundido. 

Estaba convencido de que no la conocía de nada, pero de alguna manera era como si una parte de mi cerebro —la funcional—, estuviera intentando recordarla.

—¿Quieres recuperar a tu madre, chico de hielo? —Me habló uno de los hombres de Akim.

Aun no conocía el rostro del hijo de puta que había secuestrado a mi madre. Akim Komarov todavía no tenía la valentía para revelar su rostro ante mí, así que todo lo que hablaba conmigo, lo hacía por medio de sus hombres. Todo era mediante sus mensajeros oficiales.

Ignoré por completo el sobrenombre que acababa de ponerme el tipo al escucharlo mencionar a mi madre.

—¿Qué le hicieron? —le pregunté sin inmutarme y procurando mantener mi rostro plano.

Una cosa era segura hasta ahora: Akim amaba vernos asustados. Yo no le permitiría gozar de ese privilegio, en primera, porque era el hombre que mas odiaba en la Tierra, y en segundo, porque ni siquiera era capaz de sentir miedo.

—Está viva, si es lo que quieres saber, pero...—pausó para señalar la fotografía sobre la mesa—. Mira a esta chica de aquí. ¿La conoces?

Negué con la cabeza.

—Es la primera vez que veo su cara. ¿Qué tiene que ver ella con mi madre?

—Akim la quiere —espeta el tipo sin más—. Esta chica es como un tesoro para él y para tu suerte, está muy cerca de ti. Akim está dispuesto a llegar a un trato contigo. Es sencillo, si tú logras conseguir a la chica y entregársela con vida, él puede darte información sobre el paradero tu madre.

Solté una risa irónica.

—¿Conseguirla? ¿Quieren que la secuestre? —bufé—. Olvídenlo.

Estaba a punto de darme la media vuelta y marcharme, pero él me detuvo colocando su brazo sobre mi pecho y empujándome con fuerza hacia atrás hasta que mi espalda se estampó contra la pared.

—Gian, no lo estás entiendo bien. Akim no te está dando una opción. Es una orden. Él quiere a la chica y como recompensa por tu buen trabajo, te dará información sobre tu madre. Deberías agradecerle por tener tanta consideración contigo. Es más de la que ha mostrado con todos nosotros.

—Jamás la he visto en mi vida. No tengo idea de quién sea ni de dónde encontrarla. Esa chica no está cerca de mí, y aunque lo estuviera, no soy un secuestrador. No voy a raptarla.

El hombre de la mafia me liberó, soltando un ligero suspiró de cansancio. Por un segundo pensé que se había resignado y que me dejaría en paz finalmente.

No fue así.

—Dios sabe que intentamos hacerlo por las buenas, pero no nos dejaste otra opción. Toma esto como una motivación —musitó, casi como si se lo estuviera diciendo a sí mismo, luego, se acercó a mi oído a susurrar—. Akim asesinará a tu madre si no haces lo que él quiere. Si yo fuera tú, no lo pensaría. Lo conoces, sabes bien que es sanguinario. Si lo haces enojar no dejará ni un rastro de ella.

A pesar de las intimidantes amenazas y del evidente cariño que le tenía a mi madre, me negué nuevamente.

Desde que entré a la mafia me había convertido en muchas cosas: un suplantador de identidad, un ladrón, mentiroso, cómplice de muchos crímenes, un cabrón, e incluso en el peor de los casos, un traficante. Podía ser muchas cosas, pero jamás sería como ellos. Jamás involucraría a un inocente y jamás le quitaría su libertad a nadie.

Los siguientes días permanecí firme en mi postura. Mi respuesta era un no rotundo. No raptaría a la chica por mucho que Akim la quisiese. ¿Por qué le daría a ese hijo de puta algo tan valioso para él? No lo merecía. Además, la chica seguramente tenía familiares y amigos que se preocuparían por ella.

El día que me infiltré en la mafia me prometí ser fiel a mí mismo, seguir siendo yo y que por ningún motivo en esta Tierra, me convertiría en una rata asquerosa como ellos. Intenté cumplirlo. Siempre dije que no a la orden de secuestrar a la chica hasta que un día, Akim corrompió mi moral.

Aquella tarde húmeda, mientras regresaba a casa después de un largo día de clases, un mensaje llegó a mi celular. Lo abrí, era de un número desconocido y lo primero que pude ver fue la vista previa de un vídeo, en el cual aparecía una mujer atada de pies y manos y con heridas en el cuerpo. Por mi mente cruzaron dos cosas: a) se habían equivocado de número o b) era un vídeo-cadena de esos que tenías que reenviar a tres mil amigos para librarte de una maldición. Aun así, por curiosidad di clic en el video.

Sentí mi sangre helar y mi cuerpo paralizarse al ver que no se habían equivocado de número y mucho menos era un vídeo-cadena. Se trataba de mi madre. Casi no podía reconocerla por el daño que esos malditos le habían hecho. Su piel estaba sucia, al igual que su cabello. En sus brazos, piernas y cara había heridas abiertas de las cuales brotaba sangre como si de un río se tratase. Estaba gritando de dolor y suplicando para que la dejaran en paz.

Ni siquiera pude terminar de verlo.

Debajo del vídeo estaba escrito el mensaje:

"No estoy seguro de cuánto más pueda resistir tu pobre madre después de esto. Por cada día que dejes pasar sin asegurarme que me traerás a la chica, Tara perderá un dedo. Si yo fuera tú me apresuraba, le quedan nueve. -A.K."

A pesar de la frialdad que creí tener, aquella amenaza me hizo flaquear. No podía permitir que siguieran haciéndole daño a la única persona capaz de amarme en el mundo.

Rendido y aceptando que yo por mi cuenta no podía contra el monstruo de Akim Komarov, acudí a su gente para aceptar la orden.

—De acuerdo. ¿Dónde la encuentro? —pregunté, aunque era más que claro que estaba siendo forzado a esto.

El hombre intenta responderme.

—Su nombre es... —lo interrumpí.

—No me lo digas. No quiero saberlo.

Quizá podía parecer cómico para algunas personas, pero para mí, era como ponerle nombre al pavo que te comerás en la cena de navidad. Cuánto menos supiera de ella sería mucho más fácil para mí raptarla.

—Su apellido es Young. Va en tu escuela. Tiene veinte años. Akim la quiere y la quiere sana. Es todo lo que necesitas saber.

Inmediatamente me entrega una carpeta llena de fotografías de ella. La chica saliendo de la escuela, la chica caminando a casa, la chica haciendo compras en el supermercado.

Akim llevaba mucho tiempo acosándola.

Con el paso de los días tuve que contarle a Ignati el problema en el que estaba metido. Él podía ser un tipo odioso, un idiota y un hijo de perra, pero también era la única persona que podía entenderme y ayudarme a salvar a mi madre. Tara también era como su madre, así que haría lo que fuera por salvarla.

Él me mira con la ceja alzada.

—Todo el tiempo me tratas como tu peor enemigo, ¿y ahora somos aliados?

—La aprecias tanto como yo y lo sabes, así que cállate.

Él resopla colocando su manos en las caderas.

—Bien. Si es por Tara, por supuesto que te ayudaré a raptar a la chica. Ah, pero ten en claro que esto no tiene nada que ver contigo.

Después de todo no podía ser tan difícil, ¿o sí? Entregar a una desconocida que probablemente estaba involucrada en asuntos turbios a cambio de mantener con vida a mi madre parecía algo justificable. Además, si podía obtener algo más de información sobre su paradero, Stanislav y su gente podrían intervenir para rescatarla de las manos de Akim.

Fue así como, en cooperación de Ignati, la encontré en la universidad. Juntos comenzamos a identificarla, a observar sus horarios, sus rutinas y los trayectos que recorría, buscando el momento perfecto para raptarla.

Parecía no tener nada en especial. ¿Por qué Akim la quería? En mi punto de vista era una chica común. Entraba a todas sus clases, iba a la cafetería con sus amigos, pedía jugo de manzana y regresaba a clases. Ciertamente, no había nada extraordinario en ella, de no ser por la extraña sensación de conocerla que no se iba.

¿Quién demonios eres, Young?

Una tarde, de esas raras veces que compartía tiempo con Ignati en la universidad, la vimos en la cafetería. Desde la mesa reservada para Ignati estuvimos observándola mientras discutía con su amiga rubia.

—Ni siquiera es tan bonita —habla Matt, sin quitarle los ojos de encima, mientras hace una mueca de indiferencia.

—Tampoco entiendo para qué la quiere, pero eso no es nuestro asunto, idiota. Lo hacemos por salvar a mi madre.

Los ojos grises de mi hermanastro seguían fijos en la mesa de la chica. La miraba con tanto detalle y profundidad que presentía que en cualquier momento Young se daría cuenta de que la estábamos observando.

En ese momento, un chico se sentó en su mesa y las chicas lo recibieron con notable gusto.

—Agh, ¿es amiga del rizado? —inquiere Matt con una expresión totalmente opuesta a la de Young.

—¿Lo conoces?

—Se caga de miedo cada que me ve —enuncia sin modestia—. Soy como su mayor miedo, así que a veces me gusta burlarme de él y ver como sus pantalones pasan de secos a mojados en un segundo.

Rodeé los ojos.

—Bueno, ¿y cómo vamos a secuestrarla?

Él me dedica una mirada de complicidad.

—Tengo el plan perfecto.

Y entonces lo pusimos en marcha: Una fiesta en la mansión Bogdanov. Un anzuelo y la mejor amiga rubia de la morena.

De ahí no hubo marcha atrás. 

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