CAPÍTULO III
IGNATI.
—¡Vamos! ¡Beban como si sus jodidas vidas dependieran de ello! —grité al alzar mi botella en el aire.
Inmediatamente después de mi comentario, obtuve una ovación por parte de las personas a mi alrededor, quienes a este punto de la madrugada ya estaban eufóricas, extasiadas y ansiosas por embriagarse hasta perder la conciencia.
Yo era el mejor anfitrión, no había duda de eso, pero no podía restarle mérito a la gente de París; las personas en este lado del mundo sí que sabían el significado de la palabra diversión. Los parisinos desbordaban su energía de formas que incluso yo desconocía.
Giré mi torso hacia la pista y apoyé mis codos en la barra de bebidas detrás de mí, dispuesto a disfrutar del espectáculo de decenas de personas divirtiéndose como si no hubiera un mañana.
—Señor, se nos terminó el alcohol —Me avisa uno de los camareros del bar, con un acento francés lleno de angustia—. Estas personas consumen demasiado, ¿qué hacemos con ellas?
Lo miré un segundo y luego regresé mi atención al centro de la pista. Saqué mi billetera del bolso de mi chaqueta y le entregué mi tarjeta de crédito sin dudar.
—¿Pues qué más? Atenderlas. Dales lo que piden y no te limites por el precio.
Este era mi club. El club de los Bogdanov. No permitiría por ningún motivo que la gente en él tuviera que frenar su diversión, y mucho menos si el motivo de ello era el dinero.
Contemplé el lugar una vez más, orgulloso de poder llamarlo mío.
A lo lejos, observé cómo mi amigo Mike me hacía un ademán para que me acercara hasta él, por lo que tomé mi botella de la barra y caminé en su dirección. Avanzamos hasta la salida del club, ya que la música dentro estaba tan alta que no existía forma de entablar una mínima conversación.
—¿Por qué todos lucen tan preocupados hoy? —cuestioné una vez que ya estaba cerca de él.
—Estamos en problemas, Matthew. Ellos están aquí —advierte en un susurro, completamente asustado.
Uní mis cejas confundido al no entender a lo que se refería. Extendí mis brazos y roté mi cuerpo al no ver a nadie más ahí con nosotros.
—¿De qué habl... —Ni siquiera pude terminar la oración.
En cuestión de segundos, un par de hombres en motocicletas se frenaron frente a mí, descendieron de ellas y aprovechándose de mi desconcierto, comenzaron a apalearnos. Su actuar había sido tan veloz, que ni siquiera supe en qué momento terminé en el suelo, con dos tipos sobre mi cuerpo, propinándome una desequilibrada golpiza.
Luego de algunas cuantas patadas y sacudidas, se detuvieron. Los hombres que tenía sobre mí se alejaron y el líder apareció para tomarme bruscamente por el cuello de mi chaqueta.
—Esto es para que no olvides que tenemos una plática pendiente, Bogdanov —Habla y luego escupe en el suelo.
Todos se echaron a reír, y con la misma velocidad con la que aparecieron, subieron a sus motocicletas y se marcharon.
Maldije mientras me llevaba la mano a la cara por el dolor de los golpes. Todo daba vueltas en mi cabeza, pero aún así, hice un esfuerzo para levantarme del suelo. Solté un quejido y sacudí el polvo de mi ropa con fuerza; mis ojos se abrieron de golpe al notar que una parte de mi chaqueta se había rasgado.
—Asqueroso cerdo. Si supieras que esta chaqueta vale mas que la vida de toda tu familia, ni siquiera te atreverías a tocarme —murmuré con la vista en el camino, incluso si el tipo ya no podía escucharme.
Estaba a punto de ayudar a Mike a ponerse de pie cuando percibí una leve vibración en el bolsillo de mi pantalón. Saqué mi teléfono y pese a que aun estaba aturdido por la paliza que acaba de recibir, logré leer la pantalla sin dificultades.
Era una llamada entrante de Auro.
Cerré los ojos fuertemente y sacudí mi cabeza para intentar reincorporarme. Auro no podía darse cuenta de lo que estaba pasando, así que tenía que sonar lo más sensato posible.
Deslicé el botón hacia la derecha para responder su llamada.
—Hermano, qué sorpresa. ¿Me pedirás que llegue temprano a casa o por qué estás llamándome?
—¿En dónde putas estás? —Escuché su enfado desde el otro lado de la línea—. Tenías que haber llegado a Los Ángeles hace una hora. Darán mi sentencia mañana a primera hora, ¿por qué demonios no has llegado? —Un prolongado silencio se hizo presente al no saber qué responderle—. Por favor no me digas que sigues en París...
Mierda, me conocía mejor que mi propio padre.
—Estaré ahí al amanecer, Auro. Lo prometo —aseguré de inmediato.
—¿De verdad lo olvidaste? Mañana es el día de mi maldita resolución, ¿y tú estás de fiesta en París? Matthew, llevo dos años encerrado en esta prisión, ¿podrías al menos fingir que te interesa lo que pasará conmigo?
En verdad estaba molesto.
—Me interesa, Auro, en serio me interesa, solo he estado muy ocupado, pero descuida, estaré allí. Te veo en doce horas —farfullé.
Ni siquiera le di tiempo de replicar porque terminé la llamada al instante. Si quería llegar a tiempo al tribunal para la resolución de Auro, no podía quedarme a escuchar sus regaños.
Ayudé a Mike a levantarse rápidamente, tomé su cara entre mis manos y revisé que sus golpes no fueran muy graves.
—Deja de quejarte, son heridas leves. Escucha, tendrás que encargate del club por un tiempo, tengo que ir a Los Ángeles, mi hermano está en la cárcel acusado de un sinfín de crímenes, es una larga historia —hablé con prisa, dispuesto a irme.
El camarero de antes salió para devolverme mi tarjeta de crédito. Les entregué las llaves del club y subí a mi auto sin dar más explicaciones. Desde el asiento del piloto pude notar sus rostros llenos de confusión.
—What the fuck? —escuché decir a Mike con su marcado acento francés.
Arranqué el auto y me dirigí a mi apartamento a alta velocidad para hacer las maletas. Una de las ventajas de coleccionar autos de carreras era que en verdad eran rápidos cuando lo necesitabas.
Aproximadamente a las cuatro y media de la madrugada, el jet privado de los Bogdanov despegó conmigo dentro, con destino a la ciudad de Los Ángeles.
Luego de diez infinitas horas de vuelo, llegué a la pista de aterrizaje de mi padre, quien para mi sorpresa, estaba esperándome allí con una media sonrisa.
—Tiempo sin verte, hijo.
Cierto, tanto que a veces me se me olvida que tengo un padre.
—Hola, papá —dije al abrazarlo—. No puedo hablar ahora, Auro me necesita. ¿Puedes llevarme a la Corte? Llevo el tiempo en mi contra.
Papá apretó los labios y asintió no muy convencido. Los hombres que le cuidan las espaldas me saludaron de forma respetuosa y me guiaron hasta la camioneta.
Él no podía desaparecerse por meses y luego solo regresar esperando que yo quisiera compartir algo de tiempo con él.
Cuando finalmente llegamos al tribunal, los nervios comenzaron a carcomerme. No tenía idea del futuro que le esperaba a Auro, si al fin quedaría libre o si por el contrario, permanecería encerrado por el resto de su vida.
—Ignati —Me llama mi padre antes de bajar de la camioneta—. Todo saldrá bien. Dile a Auro que lo espero en casa.
Solté un suspiro. Me di cuenta de que nunca me había sentido tan nervioso antes. Asentí con la cabeza y le di a papá una sonrisa de boca cerrada antes de entrar.
Me adentré en el tribunal con las manos sudorosas y un escalofrío recorriendo mi cuerpo. Caminé por los pasillos con el corazón congelado, esperando no llegar demasiado tarde a la resolución.
Mi nerviosismo no disminuyó al encontrarme con aquella escena.
Auro estaba de pie frente al juez, vistiendo una elegante camisa negra con los primeros botones desabrochados y un pantalón del mismo tono. Sus brazos estaban relajados, mientras una de sus manos sostenía a la otra enfrente de él. Su cabello estaba lo suficientemente ordenado para verse formal y la expresión de su cara era tan seria que provocaba que sus rasgos saltaran a la vista, incluso haciéndolo parecer enojado.
¿Intentaba seducir al jurado con esa ropa o qué demonios?
Y se atreve a llamarme vanidoso a mí.
Entre la audiencia se encontraba Tara, con el mismo rostro inexpresivo que su hijo, Morris, Sonia y el agente Rider, intentando darle apoyo emocional a Auro.
Divisé a un hombre de mediana edad hablando en el estrado y a juzgar por la manera despectiva en la que miraba a mi hermano, imaginaba que no estaba alagándolo precisamente.
—Ci sono troppe prove per dubitarne. È l'assassino di Gian Millani. Il suo DNA era sulla scena del crimine, così come le sue impronte digitali.
Auro interviene con total seriedad.
—Objeción —le dice al juez, luego se dirige al hombre del estrado—. Questo dimostra solo che ero presente sulla scena del crimine. Non che l'abbia fatto.
El juez da un fuerte golpe con el mazo para exigir orden. Yo aproveché ese momento para tomar asiento sin llamar demasiado la atención.
—Nuevamente les pido que se abstengan de utilizar un idioma distinto al que hablamos todos los demás.
El tipo italiano parece no entender —o no importarle— un carajo lo que dice el juez; está demasiado molesto como para prestarle atención a alguien más, así que sin temor alguno, continúa con sus acusaciones hacia Auro.
—Hai rubato la sua identità per anni!
Y éste, como era de esperarse, no se quedó callado.
—Sono stato costretto a farlo per sopravvivere nella mafia. Volevo salvare mia madre!
—Nemmeno un bambino crederebbe a quella bugia.
Auro suelta una delicada risa y voltea ligeramente hacia un lado.
—Succhiami il cazzo —dice en un susurro que todos pudimos escuchar.
Tara abrió los ojos sorprendida por las palabras de su hijo, yo en cambio, no pude evitar reír. No entendía ni una mierda de italiano, pero podía recordar el significado de esa frase puesto a que cuando Auro trabajaba para la mafia no dejaba de decirla.
En aquel entonces tuve que buscar su traducción en google.
Para el hombre del estrado, esas tres palabras fueron suficiente para colmar su paciencia. Se levantó enfadado y caminó directamente hasta Auro, buscando iniciar una pelea.
Los oficiales que estaban presentes tuvieron que detenerlo y sacarlo de ahí antes de que provocara algún daño, aunque a decir verdad, Auro ni siquiera se había inmutado.
Él permanecía tan firme y serio que en ocasiones se asemejaba a una estatua.
—Omitamos este pequeño incidente y sigamos, por favor —declara el juez.
Auro giró su torso hacia la audiencia y entonces se encontró conmigo. Su expresión entera cambió al verme y una sonrisa involuntaria se formó en su rostro. Alcé mi pulgar en una señal de like para hacerle saber que apoyaba lo que acababa de hacer.
Su sonrisa se hizo más grande.
La resolución avanzó conforme el tiempo también lo hacía. Auro, en conjunto con sus abogados —quienes por cierto eran parte del equipo de Rider—, mostraba las evidencias de su inocencia y a su vez, también las que incriminaban a la mafia de Mason.
Hubieron momentos de excesiva tensión, en donde la contraparte intentaba acorralarlo y acabarlo sin piedad, sin embargo, él siempre supo llevarlo todo bajo control.
Jamás lo admitiría en voz alta, pero lo admiraba en todos los aspectos.
—Señoría —formuló él—, como lo declaré en la primera sesión hace dos años, soy culpable de robar la identidad de Gian Millani. Lo anterior no tiene relación alguna con su asesinato. Yo no le quité la vida —tragó en seco—. A lo largo de este tiempo he presentado suficientes pruebas para exponer a Mason Coleman y su mafia, los verdaderos culpables.
—Con quienes por cierto, trabajaste por más de cuatro años —interrumpe el abogado defensor de la familia Millani.
—Mi participación en la mafia fue mínima y se trató de delitos menores solamente, por los cuales ya se me condenó en la primer sesión. Considero que he colaborado aptamente con la justicia al mostrar todo lo que sé sobre la mafia de Akim, como para solicitar que se revise mi sentencia.
Para este punto del juicio, ya todos estábamos comiéndonos las uñas. Algunos otros como Morris estaban esperando escuchar lo peor, con la cara escondida entre las manos.
El rostro de Tara se veía plano, no mostraba emociones, pero al ver la forma en que jugaba con sus manos supe que estaba tan nerviosa por conocer el futuro de su hijo como todos nosotros.
—Con base a las pruebas y declaraciones presentadas —el juez hizo una pausa que pareció eterna—, la Corte encuentra al señor Auro Bogdanov inocente y lo absuelve por completo del delito de homicidio en primer grado. Podrá llevar los demás procesos fuera de prisión con ciertas restricciones, por consecuente, se ordena que al pagar su fianza se le dé inmediata liberación.
Solté un gran suspiro de alivio en cuanto el juez terminó de hablar. Me puse de pie con ayuda de la banca que estaba frente a mí y me di cuenta de que para las demás personas en la Corte, seguramente me veía como una mujer embarazada a punto de dar a luz.
Mi vista viajó a Auro rápidamente. Su cabeza estaba agachada y sus ojos cerrados, por lo que supuse que al igual que Morris, se esperaba lo peor. Cuando escuchó su absolución alzó la cabeza y sus ojos se abrieron al mismo tiempo que su boca.
Curvó sus labios ligeramente intentando contener su alegría, aunque la felicidad se desbordaba de sus ojos.
—Gracias, señor —enunció asintiendo con la cabeza.
—Podrá retomar su vida, señor Bogdanov, pero con una simple condición. Usted demostró durante todo su proceso que tiene las aptitudes que un representante de la ley necesita. Tiene mucho potencial como abogado, así que regrese a la universidad, culmine sus estudios y dedíquese a ello. La próxima vez espero verlo aquí, pero del lado de la justicia.
Comencé a aplaudir escandalosamente, orgulloso de él, pero dejé de hacerlo al darme cuenta de que nadie más lo hacía y por el contrario, me miraban raro.
—Así será, señoría —afirmó Auro.
No dejé pasar más tiempo; cuando el juez abandonó el estrado, yo corrí hasta donde estaba el pelinegro para abrazarlo. Estaba feliz de tenerlo nuevamente en casa y no podía dejar de pensar en las aventuras que tendríamos ahora que sería libre.
Al inicio se sorprendió con mi muestra de afecto, pero al final estaba tan contento que terminó abrazándome también.
—Bienvenido de vuelta, hermano.
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Se nos viene el reencuentro gente y estará lleno de drama!
El capítulo de hoy está dedicado con mucho amor para estas hermosas personas:
Muchísimas gracias por todo su apoyo!! Los Bogdanov y yo les mandamos un abrazo enorme❤️
Si quieres que te dedique el próximo capítulo, dejame tus comentarios y sigue mi perfil❤️
Pregunta: ¿Extrañaban a Ignati y Auro? Porque yo sí.
Los leo. Nos vemoooos.
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