Capítulo XV

Al terminar su ultima clase Becker esta ahí tal y como habia dicho.

«¿Hago bien en confiar en él?»

«¿Que es lo que siento por él? ¿Será solo atracción?»

Esas son las preguntas que agobian la mente de Igna.

Él con una gran sonrisa le abre la puerta, ella sin embargo, no muestra ninguna emoción, su rostro no expresa nada, esa es su manera de protegerse, ese es su Modus Operandi.

Está nerviosa. No, nerviosa es poco, está aterrada.

Un silencio incómodo invadie el auto durante todo el trayecto y la sonrisa de Williams se desvanece, cada quién estaba sumergido en sus propios pensamientos.

—¿Por qué haces esto? —pregunta ella.

—Ya te lo dije. Porque me importas —La mira por unos segundos para volver a fijar la vista en la carretera.

Ella decide no responder y se distrae en sus manos sobre su regazo. Hasta que ve la mano de él acercarse, y entrelazarlas.

— ¿Estás segura de esto? Si quieres lo dejamos para cuando estés preparada.

—Nunca estaré preparada, así que es mejor hacerlo ahora.

—Vale.

Dos minutos después llegan a un alto edificio. Siguen su trayecto hasta el consultorio, él mantuvo su mano entrelazada en todo momento con la de ella, para darle apoyo, cosa que ella agradece en silencio.

— ¿Igna Fritz?

—Soy yo —Se pone de pie.

—Adelante señorita Fritz, el doctor la está esperando.

—Vale —Toma aire.

—Solo ella —Aclara la secretaria dirigiéndose a Becker quién a regañadientes suelta su mano.

—Estaré aquí si me necesitas.

Asiente y al entrar se encuentra con un hombre de alrededor de treinta años, castaño de ojos verdes el cual la recibe con una amigable sonrisa.

—Un placer conocerla, señorita Fritz —Le tiende la mano, y no sabe si son los nervios o todo lo que ha ocurrido pero se la estrecha y asiente en respuesta—, póngase cómoda —Le indica con un ademán el sillón tan característico de ese tipo de consultorios. Ella se reclina en él.

—Comencemos.

La consulta se extiende, le pregunta sobre su infancia, su adolescencia, aunque son temas un poco dolorosos de explicar le sirve de desahogo, y le pide que le hable de las voces. Él no la mira como si fuese una loca, sólo con un tanto de interés. No hacia ella, sino hacia su cerebro.

— ¡Wow! Esto es un caso que debería tratar un psiquiatra, pero tengo una pregunta para usted... ¿cual es tu teoría?

— ¿Mi teoría? Nunca he tenido una, siempre lo he dejado como un enigma. Pero a juzgar por su mirada creo que usted ya tiene la suya.

—Su inteligencia no me decepciona. Mi teoría es la siguiente: su mente va más allá de lo que va la de una persona promedio, al estar en una situación de riesgo (como en este caso lo fue el suicidio), su cerebro reaccionó, y creó lo que necesitaba. Una familia. Estos cuatro personajes que anhelaba en su vida. Primero esta Steven, él representa una figura paterna, alguien que guía y corrige, luego sigue Eric, el niño representa un hermano; alguien con quien compartir bromas y travesuras, un cómplice.

Ella presta total atención a sus palabras.

—... luego siguen las dos mujeres, una estricta y otra cariñosa. Una representa a un familiar cercano como lo podría ser una tía, y la otra a una madre. Sólo que no logro descifrar cual es cuál, ya que no sé con exactitud lo que anhela.

—Es decir que todo fue producto de mi cerebro, y ellos no existen... —Asimila sus palabras.

—Me temo que sí.

—Y mi agilidad mental no se debe a ellos sino que ellos se deben a mi cerebro.

—Exacto.

—Vale... —dice con un nudo en su garganta—. ¿Y por qué desaparecieron justo ahora?

—No lo puedo asegurar, pero tengo una teoría.

— ¿Cual?

—Que al tener una figura que representa protección y cariño. Su cerebro cree innecesario el estímulo de dichas voces. Y por lo que me doy cuenta puedo imaginar quién es esa figura... —Mira hacia la puerta—, él está realmente interesado en ti.

—Es decir que él es el culpable de que ellos se hayan ido ¿no?

—No me refiero a eso, Igna...

—Fritz —Corrige bruscamente.

—Fritz, eso no es a lo que me refería. Solo te estoy diciendo que él representa aquello que necesitas.

—Vale... creo que ya se extendió suficiente esta sesión.

—Como quiera. Su caso me resulta bastante interesante me gustaría que siguiese viniendo...

—Eso lo decidiré después. Ni una palabra de esto a nadie.

—Tengo ética señorita.

—Eso espero.

Y sale. Becker se pone de pie apenas la ve.

— ¿Qué te dijo?

—Que estoy loca —responde secamente.

Se dirigie a pagar la consulta ya que era privada, pero Becker lo hizo.

—No tienes porque gastar en mis problemas —Hace una seña a su cabeza. Su voz era fría.

— ¿Qué te ocurre? —cuestiona desconcertado por su actitud.

—Nada, como dije es solo que estoy loca —Camina hacia la salida.

Él la detiene, hay preocupación y hasta enojo en sus ojos, sin embargo ella nota algo que lo hace extrañamente vulnerable.

—Necesito saber que te ocurrió, ¿por qué actuas así?

—Así me conociste ¿Qué es lo que te extraña?

—Pensé que después de lo de anoche...

—Lo de anoche fue un error que no se volverá a repetir —Le dedica la más gélida de sus miradas—, fuiste un buen polvo, sólo eso. Ahora si me disculpas... —Tira se su brazo para liberarse de su agarre—, quiero estar sola.

Lleva horas caminando totalmente sumida en sus pensamientos, apenas es consciente de lo que ocurre a su alrededor. La tarde estaba oscura, nublada, como ella.

Sigue caminando, ya casi está por llegar a casa cuando algo que casi le ocasiona un paro cardíaco ocurre.

Unas manos la toman por detrás de manera poco amistosa, y una de ellas cubre su boca para ahogar su grito, la calle está sola. No hay nadie a la vista. El miedo atenaza su sistema nervioso, acompañado con una carga de adrenalina. Forcejea con su agresor, no puede ver su rostro, no sabe quién es. Pero algo la hizo detenerse en su lucha por varios segundos...

Una voz...

Acompañada de tres más.

«¡Lucha Igna!» Eric es el primero en hablar.

«Intenta correr apenas puedas y no mires atrás» Steven.

«Sigue intentando, pequeña» Roselin.

«Si tienes miedo, úsalo en su contra» Hazel.

Y su cerebro a pesar de estar en una ardua tarea, le permite saber quién representaría una madre para ella.

Como se lo indicaron forcejea con mayor fuerza, levanta sus brazos y logra quitarle el pasamontañas a su atacante, esto logra distraerlo para darle un golpe en el estomago con su codo.

Se suelta rápidamente pero al ver el rostro de su atacante se congela.

Evans.

Su cerebro capta todo rápidamente, él era quien la seguía.

«¿Qué esperas? ¡Corre niña, corre!» la voz de Steven la saca de su shock.

Empieza a correr pero antes de poder alejarse choca de lleno con alguien, levanta la vista y su sangre se hiela.

Devon.

La toma por los brazos, ella se defiende pero su fuerza es mayor, sin embargo, logra zafarse pero en esta oportunidad es Evans quien la detiene.

— ¡SUELTAME MALDITO IDIOTA! —grita.

— Quieta muñeca. —dice Devon.

— ¿QUÉ QUIERES, JODER?

—A ti —Su mirada es oscura.

—Primero muerta —Escupe su cara.

—No queremos llegar a eso... —Se limpia. Sus ojos están turbios.

— ¡Estas drogado! ¡Déjenme!

Evans olfatea su cabello, el asco la invade.

—Sólo quiero que recordemos viejos tiempos... en casa de mis padres ¿recuerdas? Como disfrutaste esa noche...

— ¡ME VIOLASTE, MALDITO! — grita tratando de contener las lágrimas. Al escuchar esto Evans se detiene y mira a Devon.

—Ella lo quería —Se defiende.

— ¿Quién querría a semejante bastardo? —pregunta con voz burlona a pesar de todo.

Un golpe se aproxima a su cara, justo en el pómulo.

— ¡Dijiste que solo ibamos a asustarla! —inquiere Evans.

— ¡Esta zorra me provocó! ¡Tú solo limítate a sostenerla!

Ya está todo oscuro. Sus manos comienzan a deslizarse por debajo de su blusa.

Ya no tiene manera de soltarse, y el miedo aplasta su corazón.

Hasta que unas luces, si, unas luces.

«Benditas luces... ¡Alguien!»

Ellos se distraen por un momento al ver que se trataba de un... ¿autobús?

«¡Mierda! Es el mismo conductor... pero ¿como?»

El autobús de detiene, está aparentemente vacío. Él conductor baja rápidamente con una palanca en su mano.

— ¡Sueltenla! —Ordena.

— ¡Lárgate maldito viejo! —escupe Devon.

Igna logra levantar su rodilla y lo golpea en la ingle. Él se encoge de dolor y el conductor se acerca y golpea a Evans en la espalda.

— ¡Maldición! —exclama y la libera de su agarre.

Corre hacia su salvador. Devon se incorpora con cierta dificultad y se abalanza sobre el señor hasta que lo empuja y lo hace caer golpeándose violentamente con la acera sus ojos estan muy abiertos, al igual que los de Igna y Evans.

— ¿Qué puta mierda hiciste? —exclama Evans con las manos en su cabeza. Ella no reacciona, su cuerpo está paralizado en la escena. Empieza a correr sangre debajo de su cabeza. Evans aprovecha la oportunidad para huir.

Devon en cambio lo mira con desprecio.

Cuando logra que su cuerpo se mueva Igna se arrodilla a su lado.

—Conductor, conductor —Intenta hacerlo reaccionar, tiene miedo mucho miedo, por alguna razón había establecido un vinculo con él. Sus lágrimas empiezan a correr.

—Niña —musita con dificultad e intenta tomar su mano. Ella lo hace—. Quiero que sepas que esto... nooo... ess...

—Shh, resista, resista, por favor —solloza.

—No... esss... tu culpa —Sonríe con agonía—. Qué tengas linda vida Fritz.

Acaricia su rostro. Su mano cae, y sus ojos se cierran.

—No, no, no, no, por favor ¡no! —Llora—. Que tenga un bonito sueño conductor —susurra entre lágrimas.

— ¡Esto es tu culpa gusano! —La señala Devon.

El dolor y la ira se apoderan de ella.

— ¡Nunca, en tu puta vida, me vas a hacer sentir culpable de tus mierdas! ¡NUNCA! ¿ME OÍSTE? —grita mientras se pone de pie y lo señala, su mirada provoca terror, él saca una navaja de su bolsillo.

—No te acerques zorrita...

— ¿Qué? ¿me vas a matar? Te faltan de aquellos para hacerlo, conmigo no puedes, imbécil —dice con la ira inyectando su sistema. Él se aparta—, eso creí.

Se da la vuelta para buscar ayuda o un teléfono, ya que el de ella estaba en el auto de Becker.

«Mala idea» es lo que piensa cuando el grito de las voces se oye.

«¡Igna voltea!» pero ya es demasiado tarde.

El frío metal atraviesa su piel pero al voltearse con rabia no siente dolor alguno. Otra más, esta vez en su estomago.

—Por la espalda maldito cobarde —Le da un golpe en la nariz con la cabeza.

— ¡Perra! —escupe cuando de imprevisto se ven unas luces a lo lejos, él las mira y se inquieta. Como un cachorro asustado sale corriendo tirando el cuchillo al suelo.

De repente las heridas empiezan a doler, pero también viene el sueño, un sueño muy bien recibido. Lo último que ve antes de sumirse en la oscuridad es a alguien bajarse del auto.

Después, no sintió nada, solo tranquilidad, como nunca la había sentido antes.

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