Capítulo X
Su rutina continúa siendo la misma por las mañanas, pero al llegar a su trabajo siempre hay algo diferente que cambia su día, y el causante de ese "algo" tenía nombre y apellido, aunque ella prefiere llamarlo por el apodo de "idiota".
—Linda tarde. —Presta oídos a su voz mientras sigue concentrada en el monitor.
Williams desliza una rosa en el mostrador con una nota atada escrita a mano. Ella al percatarse del obsequio refleja su confusión.
—Es para ti.
— ¿Cambiaste de táctica? —cuestiona haciendo referencia a los detalles anteriores. Que han sido bocadillos, golosinas, chocolates, té, y cosas por el estilo.
Un nudo se forma en su pecho bajando lentamente a su estómago, odiaba esa sensación así que prefería mostrar la mejor de sus máscaras.
—Sigo intentando, si es lo que quieres voy a...
—No. —Interrupe secamente.
Trascurren dos minutos.
— ¿No piensas tomarla?
Niega.
Él exhala cansado. La personalidad tan peculiar de la chica es lo que lo atrajo en un principio, le gustaban los retos pero esta mujer se ha convertido en el mayor de todos. Sin embargo, sigue insistiendo, algo en ella lo cautiva, lo intriga y seguirá intentando hasta lograr algo más con ella.
El recuerdo de sus ojos cristalizados cuando estuvieron tan próximos, un recuerdo agridulce, pues para él fue maravilloso tenerla tan cerca, poder rodear su cintura, sentir los latidos de su corazón desbocado, y sus labios tan cerca. Pero el pánico en su mirada y las lágrimas queriendo salir lo desconcertaron. Y lo llevaron a pensar en la posible razón de su personalidad.
— ¿Señor Becker? —llama la chica pero el aludido está tan perdido en sus pensamientos que no la escucha—. Becker —Intenta de nuevo agotando su paciencia—. ¡Idiota! —exclama y éste por fin la oye.
— ¿Si? —Reacciona.
—Estamos por cerrar, y deja de verme como el idiota que eres ¡mira hacia otro lado!
«De verdad soy masoquista...» piensa el joven.
—Sólo si me recibes el obsequio.
Ella toma la rosa con ambas manos, rompe el tallo y la tira a la papelera debajo del mostrador.
—Puedes ahorrarte tus regalitos, pierdes el tiempo conmigo.
Igna en seguida se arrepiente por su actitud, y eso es algo que a la vez la enfada. Mientras él en realidad sigue maravillado por su caracter.
—Vale ¿te llevo a tu casa?
—Tengo piernas y puedo llegar sola.
Mira arriba preguntándose si esto valdrá la pena pero al bajar la vista hacia Igna descarta su incógnita.
«Claro que lo vale.»
—Está bien. Hasta el lunes señorita Fritz.
Y se marcha.
Ella con remordimiento lo ve salir, se agacha y toma la rosa deshecha y lee la nota:
"Te deseo una gran tarde, y para cumplir una gran noche ¿aceptarías salir conmigo a cenar?
Atentamente el idiota, subnormal, egocéntrico (y todo apodo e insulto que me has colocado hasta ahora).
Posdata: Mi nombre es Williams, pero cómo adoro la manera en que me lo cambias.
Traga saliva.
Coloca parte de la rosa entre un libro y lo guarda en su mochila.
—Hasta luego, Igna —Se despide Leo, ella sólo asiente.
«No sientas» se repite mientras sale del lugar.
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