Capítulo I
Todo en su vida cambió ese día; se fue de casa, dejó a su "novio", y en su instituto los puso a todos en su lugar, no permitió que nadie más la pisoteara, ella ahora no estaba sola.
Ellos la apoyaban.
[...]
«Igna cariño, deberías cambiarte de chaqueta, hace frío afuera», dice Roselin, la voz dulce y suave.
«No tienes que hablarle como a una niña, ya es mayor», la reprocha Hazel la de la voz firme.
«Gracias, lo haré» respondió ella.
Busca una chaqueta más abrigada, alisa su camisa, y sale de su pequeña casa. Era su tercera semana en la universidad.
«Suerte», murmuró Steven, aquella voz firme y autoritaria.
«Gracias».
Llega a su destino; una universidad prestigiosa a la que consiguió entrar gracias a una beca; a pesar de no tener muchos recursos, la respetaban por quien era, y quienes no, simplemente los ignoraba.
—Que tenga un buen día, señorita —Se despide con amabilidad el conductor.
Igna responde con un asentimiento mientras acomoda la mochila sobre sus hombros.
Camina tranquilamente por los pasillos hasta encontrar el salón donde le corresponde su primera clase. Todos prestan extrema atención mientras que ella sólo mantiene a la profesora y la pizarra dentro de su campo de visión, ya que sus voces se encargan del resto, dejándola a ella con el más mínimo de los trabajos, simple, sencillo, ella mira y ellos procesan la información. Así ocurre en todas sus asignaturas hasta finalizar.
Al concluir su última clase empieza a recoger sus libros.
—Hola, Fritz —Le sonríe un joven atractivo a la vista, cuya reputación era juzgada por la chica debido a su fama.
—Hola... —Deja las palabras al aire dando a entender que no sabe su nombre, lo cual no es cierto, pero no quiere darle importancia al joven.
—Evans —completa él con la misma sonrisa.
Asiente y continúa guardando sus cosas en la mochila sin dar relevancia a la presencia del hombre, el cual frunce el ceño ante su actitud.
— ¿No me vas a preguntar si es mi nombre o mi apellido? —indaga divertido, lo cual a Igna le parece estúpido porque no le encuentra la gracia.
—No veo por que he de hacerlo —Se encoge de hombros—, si me pediste que te llamase así, es tu problema no el mío —responde con indiferencia.
Cierra el bolso, lo cuelga en su hombro y empieza a revisar las hojas de sus apuntes.
—Me agrada tu actitud —halaga y ella le dedica una mirada de advertencia. Se intimida un poco pero sigue hablando—. Quería saber si podríamos salir a tomar algo.
Respira hondo y acomoda las hojas con un golpe seco sobre su escritorio.
—Si es una apuesta o reto de esas estúpidas te advierto que pierdes el tiempo —Habla firme pero con calma.
Ya lo habían hecho antes, la chica de cabello gris está cansada de que sus compañeros se comporten como niños. Sus bromas infantiles e inmaduras ponían a prueba su nivel de paciencia.
—¿C-cómo crees? N-no, claro que no —dice un tanto nervioso, ella intuye que es por su brusco cambio de actitud.
«Miente», afirma Hazel.
«Como lo hacia Devon», escucha su voz.
La mujer lo sujeta por el cuello y lo arrastra hacia la pared. La cabeza del chico choca contra el muro con un golpe seco. Él intenta liberarse y sujeta su muñeca, ella deja caer la hojas para sujetarlo con ambas manos, él sigue luchando pero poco a poco su agarre está perdiendo fuerza su cara está totalmente roja, su vida se está yendo entre las manos de ella...
«¡Igna!», grita Steven.
Ella parpadea varias veces volviendo a la realidad, examina las hojas en sus manos; siendo consciente de lo que ha imaginado.
— ¿Fritz? ¿te sientes bien? —pregunta Evans agitando su mano frente a ella. Igna asiente aún intentando volver en si misma—. ¿Quieres ir?
—Tengo que trabajar —responde cortante, pasando por un lado y saliendo del auditorio.
«Debes aprender a controlar tus impulsos», escucha la voz de Eric, el niño no tan pequeño.
«Ay, no exageres, si pudiera matar a alguien con la mirada o el pensamiento tendría un cementerio en el patio de mi casa, ¿no crees?», le resta importancia a lo sucedido.
«Hay una línea muy fina entre tus pensamientos y tus acciones, aprende a controlarte», es la voz molesta de Steven. Una voz tan grave que a muchos les erizaría la piel del terror.
«Lo siento ¿si?», se disculpa mientras suspira.
«Steven, deja a la niña», advierte Roselin.
«No, Roselin, ella debe controlarse; no podemos permitir que se descontrole de nuevo por un arrebato», habla Hazel.
«Esta bien, ella se ha disculpado. Igna no vale la pena que te descontroles por alguien que no lo merece, ¿vale?» interviene Eric.
«Vale», responde ella.
Suspira y limpia una lágrima que se le escapa mientras espera el autobús para ir al trabajo.
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