[ OO1 ]

'' At 16. ''

- Suguru, ¿Estás un poco más delgado?, ¿Estás bien? - La despreocupada voz de su compañero viajó hasta él, deteniendo sus acciones.

A su vista, Satoru se había vuelto el hechicero más fuerte, técnicas cada vez más perfeccionadas y otras en camino a pulir, como tal, desde hace ya un año. Había empezado a asistir misiones solo, sin necesidad de su presencia o ayuda. Aún si éste era un hecho que lo dejaba con una agenda más despejada y menos trabajo por hacer, no podía evitar recriminarse a sí mismo por qué el momento de solo pensarlo le generaba un zumbido que al final del día lo terminaba aturdiendo. Su cabeza dolía. Le dolía. No encontraba mucho confort en la rutina de viajar a un lugar remoto, solitario, para exorcizar, absorber. Y llegaba un punto en que se preguntaba si había algo de bueno en eso, pero el mal sabor presentándose en su boca le recordó la respuesta.

Llevó sus pies a la tierra, mas no pudo reaccionar como de costumbre. Pensamientos que recorren su cabeza, que trazan un camino y lo frecuentan en cada momento en el que no puede lograr distraer su mente. Se sentía decaído, no podía dormir por las noches, los sabores se habían vuelto insoportables, le marcaban cada rincón de la boca, estaba exhausto, sentía una ira durmiente en lo profundo de sí; podía responder muchas cosas, pero no esperaba que realmente le interesara escuchar algo como eso. Después de todo, sabía que tenía cosas importantes por atender.

Intentó con disimulado esfuerzo recomponer un poco su mirada, hasta prestarle atención con naturalidad.

- Solo es un caso de fatiga veraniega, estoy bien. - Aseguró, suavizando su expresión para el chico frente a sí en un intento de despejarle las dudas restantes, por si no hubiera sido suficiente.

Un par de esferas azules le recorrieron de nueva cuenta, en silencio, sintiendo una insatisfecha duda cosquillearle la nuca, ¿Una fatiga veraniega también lograba aquella palidez en su piel?, aquellas bolsas bajo sus ojos y el color oscuro que éstas habían adquirido, no parecían ser de lo más común en alguien tan preocupado como podía llegar a ser el menor.

Pero no, claro que no era solo eso.

Lo conocía tan bien como se conocía a sí mismo, y a pesar de ello, le acababa de decir que se encontraba bien. No recordaba la última vez en que Geto le había mentido, pero aunque poca fuera la posibilidad, mayor fue el recuerdo de la sensación, había sido algo parecido.

- ¿Comiste demasiados fideos fríos? - Intentó pasarlo por alto, pero no recibió mucha respuesta, o atención a cambio, lo que solo le devolvió la idea.

Se rindió a su pesar tras escuchar a Shoko dirigirse hacia él, preguntando por si necesitaba de su ayuda en algo más.

Quizá no eran los fideos fríos, o ninguna otra comida, aunque no pasó por su cabeza si estaba alimentándose adecuadamente, ¿Por qué no habría de hacerlo? Y aunque intentó no darle tantas vueltas, ésto le dejó llevando la mirada por todos lados el siguiente tiempo que compartieron juntos.

La tenue misma luz del sol los iluminaba a los tres en aquel patio abierto, pero por alguna razón, después de tanto tiempo, Gojo sintió a Geto lejano, y no llegó a estar seguro de por qué, pero desactivó el infinito tras notarlo. Solo quizá, en un intento de sentirlo más cerca.

[ 🌧️ ]

Se hizo apenas de noche y las nubes empezaron a oscurecer, con estruendos sordos sonando todavía lo suficientemente lejanos.

Aún si no era exactamente invierno, por el contrario, siempre aparecía uno que otro tiempo de lluvia al final del día. El viento soplaba fuertemente y avisaba a las personas por las cercanía, quizá esta noche duraría más de lo planeado.

Geto suspiró en las afueras de la escuela, apenas cubierto por los techos sobrantes que otorgaba la estructura hacia el exterior.

Aún si no le importaba mucho empaparse, el camino a casa no era el más corto del mundo. En general, no solía molestarle, encontrando calma en el silencioso recorrido y llevando consigo algo para meterse a la boca, pero a estas alturas, odiaba hacer ese tipo de caminatas, no quería cargar consigo mismo después del breve interrogatorio de hoy.

Si le preguntan, carga un sentimiento de culpa al haberle ocultado su situación actual a su mejor amigo. No es como que esa sea su intención, y no es porque haya sido el de cabellos blancos el que preguntó. En cualquier otra situación, habría sido el primero ( o el único ) para comentarle alguna inquietud que mantuviera consigo, pero hoy en día, no podía siquiera describir qué era lo que le sucedía. Se sentía desconectado de todo mundo, inclusive de Satoru.

Podría ser a causa de que ya no iban a casa juntos, ya no se veían después de la escuela, no tenían tiempo de encontrarse dentro, no coincidían en misiones, o los pasillos se tornaban tan variados que terminaban mandándolos por recorridos distintos. O porque Geto, a pesar de que solo se veía más distante, estaba más vulnerable de lo que quisiera aceptar.

Se convenció de que jamás podría admitirle algo como aquello, así que inconscientemente, él se encontraba huyendo de demasiada cercanía, falsamente satisfecho con los pocos minutos que le otorgaba un día como hoy. Ha de aterrarle el hecho de ser confrontado y de sentirse expuesto, porque solo Satoru podría evidenciar su malestar y descubrir toda raíz de la sombras que lo mantenían cubierto. No le podría mentir tan reiteradamente, no se creía capaz.

Todo el sentimentalismo y sinceridad hacia su mejor amigo podría hacerlo abrirse, y a veces, había una vaga idea flotando por sus pensamientos "el ser salvado", dejar de sentir una opresión en su pecho cada que las memorias de aquel verano lo atormentan, compartir el dolor con quién más ha de entenderlo, quién estuvo ahí con él, pero desahogarse, era terrorífico, sin certeza bueno, sin certeza malo. El chico no era ningún psicólogo, tampoco tenía ningún deber con él. Podría salir mal, sabía que podría terminar viéndose como si se le hubiera safado un tornillo, exagerado. Después de todo, Gojo parecía tan motivado y tranquilo, que lo que menos quería era arruinarle una buena racha con algo por lo que no se podía hacer nada.

- No tiene caso. - Murmuró, apenas audible entre el sonido de los árboles crujir.

Sacudió la cabeza y partió de aquella área, esperando llegar a casa antes de que la lluvia lo alcanzara, resignado a la continuación de aquellas voces en su cabeza en lo que restaba del trayecto que apenas había comenzado.

El tiempo iba a su paso, permitiéndole observar las calles y los parques que en algún momento había solido transcurrir, y pensó que desearía poder elegir con qué recuerdos quedarse, y con cuáles no.

Soltó una pequeña risa, que fue más como una exhalación, tras revivir en sus memorias cuando pasó por esos lugares montando una bicicleta junto a Satoru.

Aquel día, ellos terminaron cayéndose uno sobre el otro tras una colina cuesta abajo, sorprendidos por la velocidad que agarró con ambos encima y riendo mucho, sin preocuparse por raspones o dolores de rodillas y codos al tener a Shoko esperándoles al final del recorrido, quién, tras un regaño, más por compromiso que por un sentido de la responsabilidad, usó la técnica inversa en ellos brevemente, y pudieron irse sin problema a jugar en un arcade cercano.

La mayoría de cosas que le gustaría recordar, definitivamente tendrían que ver con ellos, con él.

Habían muchas cosas buenas, pero en ese último tiempo, eran tantas las cosas malas, que lo primero que pudo pensar, era en el sabor de las maldiciones.

Un trapo empapado de vómito y excremento, era por mucho, lo que más odiaba de su técnica ritual. Nadie sabía el sabor atorado que tenía en su garganta, las arcadas que se volvían más frecuentes e intensas. Solo podía atormentarse en si alguna vez aquel horrible gusto podría eliminarse de su paladar.

¿Por qué seguía absorbiendo maldiciones?, ¿Por qué seguía siendo un hechicero?, ¿Para qué?, ¿Para quiénes?

"Malditos monos." Resonó, con la imagen de Amanai en los brazos de Gojo, mientas por el fondo se escuchaban los aplausos.

Todo podía ser para bienestar de humanos mezquinos, que al final del día gozarían de su trabajo sin poner dos dedos en el frente, pero un pequeño «click» se dió en su cabeza. Y es que, podría ser para ellos, pero no eran la causa. No era por sus ideales, ideales que cada vez se desmoronaban con cada día que pasaba, ni tampoco por su deber como hechicero, el cuál ya no lograba discernir. Había mucho más allá en su vida por lo que intentaba no desviarse del camino, y aunque no sabía cómo expresarlo, sintió una paz momentánea con la llegada de las primeras gotas de lluvia que chocaron contra la acera.

Despegó la vista del suelo y observó nuevamente el lugar, recomponiéndose del modo automático con el que estaba andando, solo así, notando que faltaba poco menos de dos cuadras para llegar.

Empezó a apurarse inconscientemente aprovechando que aún no sentía las gotas de lluvia empaparle.

Un paso, dos pasos, tres, cuatro

No fue hasta unos metros después que, mirando sus zapatos en un descuido, los notó igual de secos, a pesar de que el suelo ya estaba húmedo por completo.

Confundido, observó a su derecha con cuidado, y fue entonces cuando sus ojos se agrandaron en repentina sorpresa, presentándose frente a ellos una silueta bien conocida, pero igual de inesperada.

- ¿Satoru? - Se detuvo, ambos lo hicieron.

- Debes haber estado pensando en algo bastante interesante para no haber notado mi energía maldita desde que saliste de la escuela. - Le bromeó apenas, con sus labios vueltos una suave sonrisa, no tenía intenciones de molestarlo realmente.

El par de ojos oscuros se enfocó en aquella mano que le sostenía un paraguas sobre la cabeza, rotando entre ello y el rostro ajeno, quién le extendía el objeto para que lo tomase. Segundos después, inevitablemente, eso fue lo que hizo.

- Te lo agradezco, pero, ¿Tú no deberías estar ocupado todavía?

No se atrevió a ponerse de vuelta en marcha, esperó por lo que tuviera que decir.

El más alto extendió apenas una bolsa que llevaba en la otra mano hacia él, sacudiéndola un poco, haciendo notar el sonido de unas latas y bolsas de comida dentro.

- No es como que fuera a ir con ésto a una cita con alguna maldición. - Esperó que pudiera echar un vistazo al interior, llevando sus dulces preferidos. - Oh, y tampoco vayas a preocuparte por el viejo.

- Director Yaga, Satoru, ¿Qué te he dicho acerca de hablar con el debido respeto? - No pudo evitar curvar sus labios levemente, divertido.

Definitivamente no esperaba nada de ello, y aunque sintió la serotonina recorrerle después de tanto tiempo, no estaba seguro de si la propuesta que sugería el contrario entre líneas sería lo mejor que podrían hacer en ese momento.

- Sí, como tú digas. - Rodeó los ojos antes de tomar el último paso para colocarse lado a lado, en pos de esperarle.- ¿Y bien?

- ¿Y bien?

- ¿No vamos a tu casa? Está doblando esta esquina, a menos que quieras ir hasta la mía.

Se volteó en su dirección, con un gesto de obviedad. Sin embargo, antes de siquiera responder, el pelinegro notó algo extraño dentro de todo ese ambiente.

No solo era el hecho de que el chico muy seguramente se haya saltado sus deberes, lo haya seguido o le esté ofreciendo ir a pasar la tarde como solían hacer hace no mucho, era el hecho de que parecía estar siendo gentil de lo usual. Su tono al hablar, sus expresiones, la comida, que en general obligaba a él a comprar.

Un razonamiento pasó por su cabeza y sintió la incertidumbre invadirle tras chocar con su mirada.

- Satoru. - Hizo un pequeño sonido desde su garganta, dubitativo.

Una parte de sí mismo rogaba porque callara e intentara aparentar que todo se encontraba bien, tal y como había estado haciendo, queriendo llevar al contrario a casa y pasar el rato, incluso, sin pensar en lo mal que podría llegar a salir. Y otra parte, exigía una explicación a lo que estaba recibiendo, porque tampoco era tal y como antes, ¿Por qué sentía una inexplicable nostalgia y cuidado emanando de la persona frente a sí? No era ciego, o al menos eso intentaba pensar.

Se sostuvo el puente de la nariz repetidamente estresado y con el dolor de cabeza volviendo a él.

- Es mejor que ambos vayamos a nuestras casas, no es el momento adecuado. - Le pidió con todo el pesar del mundo, sin querer sonar muy duro ni hacer una escena por el lugar, notando que algunas personas pasaban cerca.

Hubo un momento de silencio, y entonces, Satoru apretó los puños.

Iba a tomar su mudez como libertad para seguir su camino, pero no pasó nada hasta que alguien dejó caer la bolsa en la acera, y se acercó firmemente hasta encerrarlo en un abrazo.

Gojo cerró los ojos con fuerza y aguardó, esperando que apretando el agarre lo suficiente, pudiera transmitirle toda la preocupación que llevaba consigo, y así, no lo separara de él.

Nunca había sido bueno para hablar abiertamente de sus sentimientos o de los sentimientos de otros, al menos no de algo que parecía tan profundo, evitando estas incomodidades con algunas bromas y banalidades. Pero las señales que había notado desde hace un tiempo y que por un momento pensó eran parte de su imaginación, se evidenciaron cuando en el acto, pudo palpar el cuerpo ajeno sobre su ropa hasta sentir el relieve tanto de su espalda como de su cintura. Aquella sudadera era de algodón y relativamente delgada, lo que dejaba sentir la curvulatura de sus huesos . . . Él estaba tan delgado. Era más de lo que se aparentaba de forma superficial, y fue cuando Satoru sintió su propio corazón estrujarse.

¿Qué había sucedido este último año?

Ante el repentino gesto, Suguru en un inicio no hizo más que quedarse inmóvil, el paraguas cayendo de sus manos y en el proceso, la lluvia alcanzándolos a ambos, ¿Acaso Gojo había desactivado el infinito por completo solo para abrazarle?

De alguna manera, quiso reír un poco, pero sus piernas temblaron al igual que sus labios, siendo su mirada el lugar en donde se acumularían lágrimas involuntariamente; todo lo que podía salir mal, le estaba saliendo mal. El cielo tronó y su cuerpo tuvo un sobresalto, todo un conjunto de acciones que por supuesto, no pasaron desapercibidas.

- No es solo una fatiga veraniega, ¿No es así?

La voz de Satoru salió tan suave como terciopelo, y Suguru sintió cada fibra de su cuerpo responder con sinceridad ante él, rendido, apresurado en rodearle de la misma manera. Si tenía un punto a favor, era que su llanto era de algún modo, silencioso, entonces, no tuvo mayor problema que los temblores e hipidos, pues sus lágrimas se mezclaban con las gotas de agua que caían desde el cielo, empapando sus rostros y pegando sus pantalones a la piel.

Sentía que aquellos pensamientos y palabras que se había negado a soltar y se refugiaban en lo más profundo de su garganta, estaban por asomar a la más mínima señal de luz, a la más mínima oportunidad. Tenía miedo, pero se sentía seguro entre esos brazos, confiaba en Satoru, pero temía que abrirse lo cambiara todo, quería poder ayudarse, pero no pensaba que decírselo al chico fuera a hacer la diferencia, así que se resignó a que no tenía más opción que elegir, hablarlo o callarlo, otra vez.

Se separó unos centímetros, desenrollando sus brazos del cuello ajeno, llevando sus manos a tomarle de los hombros mientras su rostro permanecía bajo y temeroso, perdiendo la mirada en su pecho. Al menos era consciente de su propia debilidad, y era que si miraba a aquel par de orbes azules, definitivamente le entregaría el corazón en la palma de sus manos.

- No lo es. - Hizo su mejor esfuerzo en tomar aire y pronunciar de forma adecuada, con la voz ronca por el llanto. - Pero no necesitas preocuparte. Si te hace sentir más tranquilo, estoy empezando a comer más.

Aquello que le aseguraba podría tener rastros de verdad, y realmente quería creerle, ¿Pero qué tal si no era así? Si dejaba las cosas suceder frente a sus narices y todo llegaba a volverse más caótico, ¿Cómo podría intervenir entonces?

No quiso insistirle o forzarlo a contarle, después de todo, nunca lo había hecho, en ninguna situación. Gojo era extremadamente feliz cuando cuando Geto estaba a su alrededor, y estaba convencido de que solo eso le bastaba y sobraba, pero al tenerle ahí, luciendo tan solitario, le hacía preguntarse si realmente era suficiente. Quería que él se sintiera de la misma manera, quería estar para él y que le depositara su entera confianza, quería sostenerlo junto a todo lo que le atormentaba, y quería decírselo, pero también estaba asustado. No sabría qué hacer si él lo rechazaba después de eso, y toda oportunidad restante muy seguramente dejaría de existir.

- Admites que algo sucede y no quieres decírmelo. - Buscó con desespero una mirada suya, pero no sucedió. - . . . ¿Por qué?

Geto suspiró, exasperado.

- No es como que tuvieras algún tiempo en la agenda para ponernos a charlar sobre lo que nos mantiene preocupados . . . Y tampoco parece que tendrías mucho que contar. - Le devolvió la mirada por fin, con un brillo acuoso empapando el par de orbes marrones. - No tiene caso a estas alturas, Satoru, el pasado es lo que es.

Al momento en que sus miradas se encontraron y sus palabras llegaron a sus oídos, por un momento, Gojo pareció entender y sus ojos se agrandaron.

- ¿Acaso ésto es por lo de Amanai? - Preguntó con prisa, sin pensarlo demasiado, y no pasó mucho hasta que un incómodo silencio le otorgó la respuesta.

Pensó en cada uno de los últimos meses después de lo sucedido con la chica, debía admitirlo, se había enfrascado tanto en ser más fuerte que antes, yendo a tantas misiones por su cuenta, centrándose tanto en que todo para él estaba bien, para no mostrar un ápice de debilidad de nueva cuenta, que no se detuvo a pensar en los demás. Relacionó la fuerza de Geto como si nada pudiera dañarle, como si no supiera mejor que nadie quién era aquel ser humano internamente tan sentimental.

Él parecía estar por tomar su camino y Gojo se rompería en cien pedazos si no le dejaba ir consigo, así que como último recurso, en su desespero, juntó toda la fuerza que tenía en su avergonzado corazón y tomó las manos del más bajo, llevándolas de forma lenta y temblorosa a sus propias mejillas, manteniéndolas ahí, unas sobre otras. La humedad y el frío se mezclaron entre piel y piel, mas el rubor que iba subiendo por su rostro dejó encontrando abrigo a aquellas palmas huesudas.

El estómago de Suguru se inundó de mariposas antes de poder detenerlas, ¿Qué hacía tan repentinamente?

Quiso quitar sus manos por un instante, pero los labios del más alto se abrían y juntaban intentando torpemente añadir algo. No pudo evitar enternecerse ante el gesto, así que lo pensó unos momentos hasta que terminó dejando que se hiciera cargo de la situación. Tampoco pensaba que hubiera mucho que pudiera decir, pero lo menos que podía hacer era escucharle antes de darse la vuelta.

- No te estoy culpando, ¿Sí lo sabes? - Aclaró.

Por sí mismo, acarició un poco sus pómulos, sin miedo a demostrar un poco de aquel afecto que guardaba detrás de sus palabras, sin dejarle solo en aquel atrevimiento. Sabía que Satoru podría llegar a ser igual de sensible y sentimental, así que por más problemas que pudieran haber y más distancia que hubieran podido tomar, nunca tiraría sus esfuerzos al traste.

- Lo sé.

- No tienes que cargar con mis problemas y preocupaciones.

- Lo sé.

- Y tampoco puedes hacer mucho por mí.

- Eso también lo sé . . .

Suguru sonrió apenado ante la expresión de cachorro reprendido del contrario.

- ¿Y entonces?, ¿Qué tratas de hacer con todo ésto? Algunas personas se nos quedan mirando, y es casi seguro que terminaremos atrapando un resfriado.

Los cabellos blancos y empapados del mayor se alborotaron ante una ráfaga de viento que los atrapó. Su rostro volteó levemente para otro lado y esta vez, se aferró al agarre entrelazado de sus dedos en la misma posición que antes, sintiendo su pecho agitarse como nunca podría haber imaginado.

- ¿Y eso es muy malo? - Al fin soltó. - . . . Quizá no pueda arreglarlo todo, pero al menos quiero estar contigo.

Ante la mirada antenta y ahora más seria del contrario, decidió continuar.

- Lo lamento. Lamento haber descuidado nuestra amistad estos últimos meses. Lamento no haberme dado cuenta antes ni haber hablado debidamente contigo, estaba asustado. No ha sido lo mismo desde Amanai, solo podía darme cuenta de lo mucho que me falta por recorrer, quería compensarlo, por todo lo que salió mal ese día. - Tomó un paso hacia el frente, acercando sus rostros hasta que ambas frentes se rozaron. - No podemos estar bien juntos y sentirnos mal solos, ¿Por qué te esfuerzas tanto en no preocuparme cuando me preocupa más el hecho de no poder estar ahí para el otro cada que lo necesitemos?

- Satoru. - Intentó calmarle, sintiendo su respiración irregular por la cercanía, mas el nombrado le ignoró, necesitando terminar lo que tenía por decir.

- Puedo escucharte cuando necesites desahogarte, puedo acompañarte cuando te sientas solo y animarte cuando pases por malos momentos, yo-

- No puedo seguir sonriendo en un mundo así, Satoru. - Dejó caer sus hombros con pesadez, sin saber cómo más seguir ocultándole las cosas. - Mi visión e ideales son borrosos, dime, ¿Para quiénes o qué arriesgamos nuestras vidas?, - Sus miradas conectaron dolorosamente. - ¿Qué ganamos por proteger a seres inferiores y débiles? Amanai fue asesinada, y ellos aplaudían.

El fuego de la ira flameante en su interior, estaba siendo apaciguado únicamente por la presencia y toque que le otorgaba la persona frente a sí. Ameritaba a ello que su tono solo exhibía pesar y decepción, a diferencia de otras veces en las que hablaba del asunto consigo mismo.

- A veces me arrepiento de haberte detenido cuando quisiste acabar con ellos. - Admitió, sintiéndose horriblemente mal por decirlo en voz alta. - Pero tú pareces haber lidiado bien con el asunto y eso me hace sentir culpable, no podía ni decírtelo, y tal vez después de ésto me arrepienta, porque no quiero traerte de vuelta a ello . . . Pero al mismo tiempo quiero rogarte egoístamente porque me salves, busques una manera.

"No sé cómo debería sentirme".

Sus narices rozaron ante los movimientos nerviosos e involuntarios de sus cuerpos. Satoru quiso acompañarle en su llanto, con sus sentidos cosquilleando por él al sentir los muros que había construido dejándole el pase libre hacia su corazón una vez más, pero debía mantenerse fuerte, solo un poco más, para entonces poder agregar:

- Puedo huir contigo cuando necesites escapar de todo ésto. - Le prometió, sin duda alguna. - No necesito de la hechicería, o de salvar a personas que muy sinceramente no valen la mitad de la pena que seguir en la escuela por tu compañía. Solo necesito estar así de cerca todo el tiempo que me lo permitas.

Y tras ello, los centímetros restantes entre sus labios prontamente dejaron de existir, uniéndose en un gentil y efímero contacto, robándose el aliento mutuamente y uniendo sus sentimientos sin nada más que poder añadir.

Solo entonces, la lluvia dejó de caer, y en el momento en el que se separaron, Geto sintió una genuina dicha invadirle hasta provocarle una sonrisa de oreja a oreja por el panorama que tenía en frente.

Gojo Satoru, algo más que su mejor amigo o familia, dedicándole cada sentimiento en su interior provocado por aquel beso a través de su mirada, aquellos ojos, en ese instante, incluso más iluminados que otros días, correspondiéndole de forma tan intensa y encantadora que se sintió derretir, porque sabía bien que esa imagen solo le pertenecía a él, y únicamente a él.

- Vayamos a casa, Satoru. - Le apartó con delicadeza, a sabiendas de que aún seguían en la calle después de todo, mas jurando silenciosamente que no se tendría que preocupar por no poder volver a tocarle de esa manera; pudo ser la primera, pero con seguridad, no sería la última.

Porque ese día supo que la mayor razón para mantener su cordura era el hecho de que nunca se encontraría realmente solo, que tenía un refugio con nombre y apellido, nada más y nada menos que el hechicero más fuerte y confiable de la época actual, quién siempre lo apoyaría, eligiera lo que eligiera, y jamás lo forzaría a seguir con cosas que ya no era capaz de soportar.

- ¿Debería teletransportarnos hasta la ducha? Estuve practicando.

Sugirió en un intento de diversión, aún con la sangre ardiendo en la punta de sus orejas y su pecho bombeando, mientras hacía el amago de recoger la bolsa y el paraguas, sin mucho caso al estar totalmente empapados.

- No falta nada para llegar, ven, caminemos.

Empezó a dar unos pasos y el más alto no demoró en correr hacia él para pasarle el brazo sobre los hombros, tan animado.

Puede que no hayan aclarado cada punto suelto y sus sentimientos estén flotando alrededor en aquel sentido, pero no dudaba de que ahora, podrían disfrutar de todo el tiempo necesario para hacerlo.
























Un par de puntos por aclarar, es que primeramente, aquí los estudiantes no viven como tal en los dormitorios de la institución, pueden quedarse si lo desean y pasan ahí obligatoriamente el horario que tienen establecido, pero al final del día, pueden regresar a casa.

Y por último, en este universo Geto nunca tuvo aquella conversación con Yuki, siento que es el hecho que lo hizo llegar a un punto de no retorno, así que me habría resultado el triple de complicado devolverlo con Satoru después de eso. Quizá lo incluya más adelante en una conversación en donde Gojo esté presente, pero tendría que planearlo con cuidado.

Me abstendré de dejar notas si no es así de necesario. !!

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