30. Preparativos II (200)


Satán estaba de muy mal humor.

–¿Pero qué se creen esas cuatro? –siseó refiriéndose al cuarteto tictac–. ¿Se creen que pueden pasar así de mí?

–Pues demuéstrales que no –instó Kill.

–¿Y qué hago, matarlas? Porque son todas unas bestias inhumanas, y una rata traicionera.

–Si yo fuera Directora, se iban a enterar –prometió cruel.

–Ya eres profesora de al menos una de sus clases –le recordó Wolfenstein– y cada clase que pasa, más demuestran que son indomables.

–¿Qué insinúas? –le gruñó ofendida.

–Intento decir que con mano dura no vais a conseguir su respeto –le contestó el profesor de Cacharros, pero con la intención de influir en Satán.

–Ya he sido muy blando con ellas y se les ha subido a la cabeza –replicó él y Kill asintió conforme.

–No has sido blando, has sido condescendiente, altanero y distante. Y, obviamente, ellas se han hecho su propio grupo para operar por su cuenta, al margen de ti.

–¿Obviamente? –repitió Satán.

–Eres un blando llorón de mierda, Wolfenstein –arremetió Kill.

–Soy un buen profesor de lo mío, fomento la creatividad e independencia del alumnado porque esos son los valores de este Instituto.

–¿Tú marcas los valores del Instituto? –cuestionó Kill.

–Son los valores de siempre, desde que se fundó –exclamó Wolfenstein, sorprendido de que se pusiera en duda algo tan elemental.

–Los tiempos han cambiado. Ahora él es el Director. No te creas que porque te lo folles vas a influir en él.

–¡Y tú lo dices! –respondió el profesor de Cacharros.

–¡Callaos los dos! –ordenó Satán, de mucho peor humor–. Callaos –repitió más gutural–. Wolfy, los tiempos han cambiado –repitió–. Ahora yo estoy al mando y me tengo que hacer respetar.

–Pero no como ella dice. Tienes que ganarte su respeto, no exigírselo por la fuerza.

–¿Ganarlo? Nos lo deben –sentenció Kill.

Wolfenstein estaba cansado y se sentía frustrado por contemplar que Satán estaba ideológicamente alineado con ella.

–¿Sí, cuánto te deben Eisentblut y Morilec? –inquirió con veneno–. Me da que en principio te toleraban, pero cada vez están más hartas de ti. Al alumnado medio podrás controlarlo con terror, pero no a ellas. Te van a explotar en la cara y, por el bien de esta institución, espero que sea pronto.

Kill pasó directamente a la violencia física y quiso asestarle un puñetazo con nudilleras de pinchos. Suerte que Wolfenstein tenía un campo de fuerza protectora que detuvo el golpe a un palmo de su cuerpo.

–Dejad de pelearos, tenemos cosas más importantes que hacer –ordenó Satán–. Kill, ven conmigo.

Wolfenstein se quedó plantado en el sitio, abatido. Entonces notó que alguien lo miraba.

–Ah, eres tú –le dijo a Morilec, que debía de haber escuchado toda la discusión–. ¿Qué se supone que tengo que hacer? –preguntó desolado.

Morilec encogió levemente de hombros.

–Quieres arreglar la situación y mis ideas son para empeorarlo y crear puntos débiles. Nameless es quien sabe arreglar situaciones.

–Pero me temo que la presencia de Nameless sólo empeoraría esta situación.

Morilec lo miró fijamente durante unos segundos, sin expresión alguna, pero finalmente asintió, como si lo comprendiera.

–Lo único que puedo recomendarte es que lo dejes y te salves tú –dijo la alumna–. Nosotras seremos un grupo con riesgo de explotar en cualquier momento, pero Satán y Kill se están adentrando en terreno cada vez más peligroso. No creo que sea yo quien no soporte y explote en la cara de Kill, he sido adiestrada para tener temple. Mi apuesta es que Nameless la matará pronto, aunque sólo sea en defensa propia y como advertencia.

Pronunciado semejante mal augurio, Morilec se retiró y fue como si nunca hubiera estado allí, dejando a Wolfenstein aún más inquieto y desolado.

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–¿Y esa cara? –le preguntó Mantis a Furia, que iba muy seria en la retaguardia del grupo heroico que iba a cruzar el río–. ¿Te has quedado con las ganas? –añadió jocosa.

Pero Furia estaba tan seria que ni reaccionó a que la pinchara.

–Va a echarme una bronca enorme –murmuró átona.

–¿Quién?

–Panocha.

–Ya, supongo que no estará nada contento y que nos dirá unas cuantas lindezas.

–Sí, pero a mí más. Esto ya me salió en el sueño.

–¿El sueño? –repitió Mantis–. ¿El de Apolo?

En la otra orilla del río les esperaba Panocha con cara de mal humor. La misión había salido mal porque su plan era una mierda, pero estaba claro que no iba asumir su culpa y la iba a hacer recaer en quien menos la mereciera.

–Chicos, venid conmigo –ordenó y quedó claro que el "chicos" no era eso que llamaban "masculino neutro"–. De vosotras ya me encargaré –añadió mucho más frío y cortante.

Hart no se separó sin cruzar antes una mirada de camaradería con Furia, y después se fue con los chicos a recibir su bronca por no haber cumplido bien un plan de mierda. Furia se quedó con la barbilla tensa de apretar la mandíbula y estaba muy rígida cuando Mantis le dio una palmada en la espalda.

–Venga, vamos con las demás.

Furia entornó los ojos y la siguió.

–¿Qué es eso del sueño? –le preguntó Mantis.

–El que os he contado antes. Ocurrían más cosas –murmuró sin ganas.

–¿Y Panocha te echaba la bronca?

–Sí. Era el Capitán de Policía –respondió con sequedad.

–Tiene sentido.

–Sí.

–¿Y tienes sueños premonitorios? Porque ha sonado a que los tienes y es normal para ti.

–No son sueños premonitorios... –musitó Furia–. Sólo... lo que yo ya sé, o algo así. Panocha siempre está echándome la bronca. No hay nada premonitorio en ello –terminó gruñendo.

–¿Y qué pasaba en el sueño? ¿Por qué te abroncaba?

Furia entró en la Academia mientras pensaba en cómo responderle sin fomentar preguntas indeseadas.

–¿Te acuerdas del asunto de los documentos robados?

–Sí.

–Pues se asignaron tareas para encontrarlos. Menos a mí. Así que yo obré por mi cuenta y... encontré la caja fuerte robada, lo que ofendió mucho a Panocha, que me acusó de extralimitarme y me recordó que sólo me aceptaba en aquella comisaría por mi padre...

–O sea, que ellos eran unos inútiles, tú salvaste el día y por ello te llevaste una bronca.

–Sí.

–Has soñado que pasaba eso y luego has ido a salvar el día porque son unos inútiles. ¿Y dices que no es premonitorio?

Furia se encogió de hombros.

–Pero no son "sueños premonitorios". Puede que haya detalles que terminen ocurriendo, pero están mezclados con tonterías o cosas que ya sé. No sirven para nada, no es para tanto.

Entraron en la clase en desuso a la que se había trasladado Veda con sus cacharros y, por consiguiente, el resto del grupo.

–¿Habéis oído? –le dijo Mantis al grupito–. Tiene poderes premonitorios y no le parecen para tanto.

–Porque no es para tanto –insistió Furia.

–¿Te viene de familia? –se interesó Regina.

–Eh... sí. Lo comento con mi madre, y ella a veces me cuenta los suyos.

–¿Ves? –le dijo Kuure a su compañera de cuarto–. La gente considera normal sus pequeños poderes, mientras que al resto nos llama la atención.

Sarah asintió con interés. Veda asintió más distraída, estaba con una oreja puesta a la bronca que estaban recibiendo los miembros de la incursión.

–Panocha les está diciendo que han fracasado al no encontrar eso que no les ha dicho qué era ni dónde –explicó Apolo.

–Se le ha escapado un "encontrarla" –añadió Veda.

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Hart era lento en las réplicas, aunque tal vez aquello fuera mejor en aquella situación concreta. Panocha les gritaba que qué había pasado y Hart estaba tentado de responderle, pero sus compañeros de incursión se le adelantaban con una algarabía confusa, o el propio Panocha se respondía con cosas que no eran ciertas, y al final Hart se quedaba sin decir su parte. Pero, bien pensado, decir que Roca lo había secuestrado para incitar a Furia sería mucho lío, se burlarían de él porque una mujer lo hubiera vencido, al mismo tiempo que cuestionarían por qué lo había tratado bien, sobre todo en comparación con el resto. Así que se quedó callado mientras los abroncaban. Total, tampoco nadie esperaba que un trozo de cemento hablara.

–¡¿Cómo habéis podido fallar una misión tan sencilla?! –les gritó Panocha por enésima vez, con algo menos de fuelle ya.

–Hubiera ayudado que todos nosotros lleváramos un dispositivo en la muñeca –contestó Marek Svoboda.

–¡¿Te crees que caen del cielo, soldado?!

–Es cabo. Y que sólo lo llevara Martillo ha puesto sobre él una presión excesiva mientras el resto no podíamos hacer gran cosa.

–¡Vuestro cometido era crear una distracción!

–Y lo hemos hecho. Pero el Instituto no se mueve en bloque, no tienen mucha jerarquía y atacan según les apetece.

–¡Excusas! ¡Habéis fracasado!

Marek enarcó ligeramente las cejas mientras mantenía los párpados entornados y decidió pasar del tema. Su superior no quería críticas constructivas ni asegurarse de que en un futuro las misiones salieran bien, tan sólo quería descargar en ellos su frustración e impotencia. Marek se encogió mínimamente de hombros, clavó la vista en un punto un poquito a la izquierda de Panocha y se abstrajo de una manera muy evidente.

Tigre no hacía contacto visual, por vergüenza; pero su vergüenza no se limitaba a no haber cumplido la misión, sino más bien a la razón por la que él personalmente no la había cumplido. No dijo nada y Panocha no le preguntó qué o quién lo había retenido.

Aderyn era otro asunto. Pretendía permanecer serio y reprimir la sonrisa, pero irradiaba una alegría y satisfacción que no compartía nadie más. A él la bronca le entraba por un oído y le salía por el otro, o podría ser que ni eso. Le faltaba un botón por abotonarse de la camisa y la tenía bastante arrugada, aunque podía achacarse a haber participado en una dura pelea.

Martillo y sus dos admiradores eran los que estaban más serios y que parecían aceptar la bronca, al mismo tiempo que buscaban cargarle el muerto a otra gente. La culpa era de los que se habían quedado atascados en el gimnasio. La culpa era de los que se habían mantenido unidos cuando el plan había sido separarse, pero, al mismo tiempo, la culpa era de los que no habían mostrado un frente unido. La culpa, por supuesto, era de Diana Lionheart, que había llegado cuando ya estaban acabados y... no, Diana tenía la culpa de que hubieran llegado a esa situación. La culpa, en última instancia, era de las arteras villanas que les habían timado y habían ofrecido una batalla justa. Martillo y sus fans tenían un poquito de culpa, pero sólo por no ser lo suficientemente fuertes. Panocha no tenía ninguna culpa, él lo había hecho todo bien.

La conclusión final fue: "Chicos, tenéis que haceros más fuertes". No se habló de coordinarse mejor, ni de hacer planes menos absurdos. Tan sólo fuerza, como si pegar con mayor potencia fuera suficiente para vencer a las múltiples facetas del Instituto del Mal.

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–Espero que los suelten pronto –deseó Veda.

Furia arrugó ligeramente la nariz. Por supuesto que quería que liberaran a Hart cuanto antes, pero, con toda seguridad, eso sería seguido de una bronca monumental para ella, mucho peor, más hiriente y más absurda que la que le había caído a los chicos.

Veda cogió el dron que había vuelto con ellas y lo enchufó a su ordenador.

–En el momento me iba enviando los datos importantes, ahora me voy a volcar todo el montón que no ha mandado –explicó al sentir las miradas de interés.

–¿Qué montón? –preguntó Apolo, con el tono un pelín más cálido que reservaba para ella. La mayoría de las veces.

–De cómo es el Instituto... Por si... hay que volver... para tener planos –murmuró sin hacer contacto visual, como si la avergonzara el haber tomado la iniciativa de recabar información.

–Oye, ¿no nos han acompañado dos? –recordó Mantis.

–Ah... sí –contestó Veda, aún más avergonzada y sin saber dónde mirar.

–¿Qué ha pasado? ¿Lo han abatido? –se preocupó Furia.

–No...

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El otro dron se había quedado en el Instituto por decisión de Veda. En ese momento estaba escondido en un rincón oscuro en lo alto, emitiendo al mínimo para no ser detectado y a la espera de que las aguas se calmaran para poder salir a acumular más datos.

Veda opinaba que aquello era como espiar, lo que no la enorgullecía nada, y por eso no le había dicho a nadie lo que había hecho. También tenía miedo de que la gente del Instituto lo encontrara y lo relacionaran con ella, la aterraba. Pero, a pesar de la vergüenza y el miedo, había dejado el otro dron allí escondido, programado para seguir mapeando el instituto con mucha cautela. Se decía que era para ayudar a sus amigas, por si tenían que volver a colarse o escaparse, y que por eso no era tan malo.

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–Lo has dejado allí –repitió Furia atónita.

–Yo... he pensado... –balbuceó deshaciéndose en inseguridad.

–¡Es una idea genial! –intervino Mantis–. La información es poder y todo eso. ¿Verdad que sí?

Apolo asintió, pero no dijo nada, tal vez porque todavía no compartía con ellas todo lo que sabía.

–Mantis tiene razón, la información es poder –coincidió Regina–. Sin información, lo único que se puede hacer es correr como pollos sin cabeza. Si habéis encontrado rápidamente a Hart, Aderyn y Tigre ha sido porque Veda os iba guiando.

Veda seguía sin hacer contacto visual, pero ahora sonreía halagada. La sociedad había hecho un destrozo en su autoestima e iba a necesitar que le repitieran unas cuantas veces lo valiosa, inteligente y útil que era. Y con Sarah tendrían que hacer lo mismo, cuando averiguaran qué era lo que había que valorar y alabar. Y por supuesto que lo iban a hacer.

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No estoy llorando.
¡Tú estás llorando!
T^T
*se suena los mocos sonoramente*

No es que Veda sea muy yo ni nada y lo de darle ánimos sea hacer yo terapia recordándome que valgo, no, qué va, nada de eso.
*suena otro trompeteo moquil*

En fin, en otro orden de cosas, el fascismo.
That's it.
Kill es nazi, Wolfy es un cacho pan con sensatez y Satán es al que el cuarteto tic-tac va a decapitar como siga tonteando con el fascismo. Quedaos con esto.
Aunque... ¿hacemos caso a lo que dice Sica de que Nam será la primera en saltar?
No sé, no sé... *lo sabe y no os va a decir nada*

Y aquí va mi Patreon, donde encontraréis chorromil cosas más ^^
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