29. Master class VIII (196)


Nameless consiguió sacar del Comedor a Virginia, que no dejaba de chillar de terror.

–Voy a protegerte, tranquila.

–¡No puedes!

–Decidme de una vez qué pasa –exigió Roca.

–Vienen. Vienen. ¡Vienen!

–No dejaré que se te lleven, te lo juro –le prometió Nameless, aunque no tenía nada claro si podría–. Mantis le ha escrito a Full diciéndole que la Academia está a punto de enviar un equipo de incursión.

–Ah, que vengan, ya era hora –se alegró Roca, guardando evidentes malas intenciones.

–Sospechan que están buscando a Virgi –añadió Nameless y al instante los alaridos fueron más agudos.

–¿Y qué? Les damos una paliza y listo.

–El caso es que vienen con cámaras, así que mejor si no captan a Virgi, o tendrán la excusa para venir con toda la artillería.

–Pues que la traigan.

–Me refiero a su padre y demás adultos –le siseó, fastidiada porque no las pillara al vuelo.

Virginia ya estaba gritando a máximo volumen, así que no hubo mucha diferencia.

–Vale, pues tú la escondes mientras yo... ¡Joder, Virgi, cállate ya! –ordenó, lo que no sirvió para nada–. Nameless te va a proteger.

–No puede, no puede, no puede...

–¡Claro que puede! ¡Es lo suyo!

Pero Virginia no quería creérselo. Nameless no la culpaba, ella tampoco se lo creía, pero confiaba en que tendrían ayuda.

–Pues yo me encargo de darles una paliza –prometió Roca.

–Tampoco a todos...

–¿Viene alguien que te caiga bien?

–Hart y Silverpeak.

–Ah, amigos de Furia. Hart era el bajito y compacto como un ladrillo, ¿no?

–Creo que sí.

–¿Y Furia no viene?

–Sólo chicos...

Roca arrugó la nariz con puro asco.

–Así que a Hart y Silverpeak no les... –continuó Nameless.

–Del motero ya se encargará Tess, lo acaparará. De Hart... ¿qué quieres, que lo deje pasar? –preguntó socarrona.

–Habrá diferencia entre pelear a buenas e ir a matar, ¿no?

–Sí, claro. Ya veremos qué se merece ese tío.

Nameless se quedó inquieta porque su Capitana pudiera decidir que el chaval merecía una paliza de muerte.

–¿Y no podrías haber dicho esto en la mesa? –cuestionó Roca.

–Nos han dado un chivatazo. No me gustaría que, cuando lleguen, se encuentren a todo el Insti esperando. Se preguntarían quién lo ha filtrado.

–Ah, así que, para protegerlas a ellas, pones el peligro a Virgi.

Virginia gritó más agudo, pero Nameless gruñó en tono bajo, así que se la escuchó.

–No me empieces tú también con dilemas morales –acusó, recordando a Sica el día anterior–. Tú lo sabes, Full lo sabe, Sica seguro que lo sabe...

–Sí.

–Hola, Sica. Y se lo puedes decir a nuestro grupito. El caso es que los héroes no se encuentren una fiesta de bienvenida ya organizada.

–¿Cuánto tiempo tenemos? –quiso saber Roca.

–El justo para que ellas se vayan a esconder –contestó Sica.

Nameless agarró a Virgi de la mano y se la llevó a algún sitio donde los intrusos no la escucharan gritar.

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Hart estaba nervioso. No era propenso a estar nervioso, él era tranquilo por naturaleza, pero el que lo hubieran metido prácticamente a la fuerza en un equipo con una misión que no había comprendido no ayudaba mucho. Sabía que no era muy rápido entendiendo las cosas a la primera, pero juraría que Panocha lo había explicado especialmente mal. Tenían que buscar "algo", el qué o no se había enterado o no lo habían dicho, y estaba casi seguro de que se trataba del segundo caso. Tenían que buscar "algo", en un lugar que no conocían de nada, y separándose.

–¿Cómo que separándo...? –empezó Hart, pero Panocha lo pisó verbalmente repitiendo lo importante que era conservar las cámaras, las que les había dado él, no las de Veda, que eran diez veces más pequeñas y discretas y el profesor no se había dado cuenta de su existencia.

¿Pero cómo que tenían que separarse cuando les acababan de insistir en lo peligrosa que era la gente del Instituto, calificándola de monstruos? Hart se sabía muy duro, tanto que las agujas hipodérmicas se rompían si intentaban pincharle cuando estaba tenso, que era lo que pasaba siempre que el Doctor Ampersand había querido sacarle sangre, pero le habían contado tales historias de miedo que...

Aderyn le dio unas palmadas de ánimo. Eso hizo que Hart recordara la noche del Salto de la Muerte. Entonces habían estado al lado de villanas y no les había pasado nada. Pero aquello había sido un espectáculo, lo de ahora era un ataque, ¿y si se lo tomaban mal? Estarían en todo su derecho.

Panocha los mandó hacia el río cuando la cabeza de Hart estaba echa un lío y llena de preguntas, y su estómago no estaba mucho mejor. Les habían dado algo de comer antes de la última arenga confusa y temía que fuera a vomitarlo. ¿Le quitarían la beca si fallaba la misión?

–Tranquilo, novato –le dijo Svoboda–. Tú ven conmigo y te irá bien.

–Preferiría que Furia estuviera aquí... –deseó Hart.

–¿Quién?

–Lionheart –aclaró Aderyn–. Pega fuerte la cabrona –añadió animado.

–¿Te gustaría que estuviera una tía aquí? –cuestionó uno de segundo, que no perdía oportunidad para burlarse de cualquiera (que no fuera Panocha o Martillo).

–Me gustaría que estuviera aquí mi amiga, que pelea muy bien –respondió sin amilanarse.

–Las tías no saben pelear –desdeñó otro de segundo.

–¿Por eso nunca aceptáis pelear contra ella? –replicó Hart.

–Tu amiga es un marimacho –añadió el primero.

Se acercaron al río y Hart se imagino que la corriente se llevaba a aquellos dos.

–Ah, Lionheart es la que se enfrentó a Eisentblut en las recreativas la semana pasada, ¿no? –preguntó Svoboda–. Vaya, pues si no está Lionheart, vamos a tener que enfrentarnos nosotros a Eisentblut –comentó como si nada.

–Bah, chupao –desdeñó uno de los bocazas.

–Soldados, cerrad las bocas y cruzad el río –ordenó Martillo, sargento de la misión.

Svoboda carraspeó.

–Y cabo –añadió Martillo con desgana.

En el río había un puente portable que se extendió lentamente cuando se acercaron. Hart cruzó las aguas con un nudo en la garganta. No sólo iba a un lugar desconocido, lleno de personas que le habían descrito como monstruos y a buscar algo que no sabía qué era, también lo hacía acompañado por idiotas que le caían fatal. Si Furia estaba escuchando aquello, estaría rabiando.

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Furia estaba rabiando.

–Relájate y respira –indicó Mantis–. ¿Cuándo aprenderás a que dicen esas mierdas para ocultar que están cagados?

–Sí, pero se las repiten y se las creen.

–Ya, pero si ahora se creen lo de Eisentblut, verás tú qué divertido, a ella no creo que nadie le grite que se comporte como una señorita.

–Meh... Si así no toca a Hart...

–¡Pero si Hart es un trozo de granito! –exclamó Mantis.

–Y Eisentblut un bulldozer –gruñó Furia.

–¿Te gustaría estar allí? –planteó tentadora.

–Me gustaría apoyar a Hart, sí –replicó, para que nadie le dijera que lo que quería era pegarse con Eisentblut.

–Shh, que están cruzando el puente ya –advirtió Veda–. Qué puente más inestable, por cierto. Y qué lento –añadió con ojo crítico.

–Esto no va a salir bien –murmuró Apolo agrio, aunque no aclaró para quién no iba a salir bien.

Estaban en su mesa de marginadas habitual, pero esta vez con la compañía de Apolo y Dani. Desde la mesa de la gente popular, Sarah les echaba vistazos preocupados; no se había atrevido a romper el protocolo y sentarse con las raritas, pero tampoco podía desentenderse y estaba siendo bastante obvia. Regina, la humana, estaba tal calmada y fría como siempre.

–Creo que Hart no nos escucha –dijo Veda–. Aderyn, ¿puedes decirle disimuladamente si ha activado su comunicador? Lo que nos llega es sólo del tuyo.

Aderyn procedió a hacer como que le daba ánimos al novato para recordarle que activara el pinganillo.

–L-Lo siento –balbuceó Hart–. Con tanto jaleo se me había olvidado...

–Estamos contigo –le aseguró Furia.

Miraron cómo recorrían el bosque del otro lado del río, que era más tenebroso, aunque nadie los asaltó allí.

–Por cierto, Furia ha soñado contigo –tuvo que chivarse Mantis, como si se aburriera en un momento así.

–¿Conmigo? –repitió Apolo extrañado.

–El sueño incluía a mucha gente –le gruñó Furia a la bocazas de su amiga.

–Sí, pero él era la pieza central. La respuesta.

–¿La respuesta a qué?

Mantis le resumió por lo bajo, y a su manera, el sueño que había tenido Furia. Ésta daba secretamente las gracias por no haber comentado nada de la erótica participación de Eisentblut.

–Jeh, menuda chorrada –dijo Apolo cuando Mantis hubo terminado.

–¿Chorrada? –replicó la chivata–. Está claro que lo odias a muerte.

–Contratar a una Morilec es un riesgo innecesario –desdeñó él–. Todo el mundo sabe que siempre se vuelven en contra. Lo haría con mis propios medios –terminó torvo.

Furia lo creyó capaz, sólo necesitaba evitar que las sospechas recayeran en él, que era de lo que había ido el sueño.

–¡Shh! –les chistó Veda–. Que van a entrar.

Dani se inclinó para mirar por encima de su hombro y Furia hizo lo mismo por el otro lado. Si Apolo y Mantis no se les echaron encima, era porque Veda había conseguido unir su pantalla con una de él usando un cable, así que tendían doble retransmisión para ver cómo iba la primera incursión del curso.

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Martillo estaba a tope de motivación. Tenía que hacer que aquella misión fuese un éxito, todo dependía de él, no sólo para que la Academia venciera una vez más al Instituto, también para asegurarse su propio puesto. Él no se dejaba la piel todos los días en el gimnasio para que idiotas como Tigre, que no pisaba el gimnasio ni la mitad que él, o niñatos con pasta como Svoboda le treparan. Martillo iba a demostrarle a Panocha, al resto de compañeros y al mundo entero que él era indispensable, el mejor.

No quiso entrar por la puerta principal porque le resultaba demasiado obvio, así que se los llevó por el exterior, hasta una puerta lateral, buscando que el chisme que le había dado el Doctor Ampersand pitara indicándole la posición de lo que buscaban. El maldito trasto no pitó, pero igualmente Martillo reventó la puerta de una patada, irrumpiendo en el gimnasio.

No fue un movimiento muy sutil, porque en el gimnasio había una veintena de villanos, pero a Martillo le dio lo mismo, él tenía una misión, tenía que encontrar algo, y nadie se lo iba a impedir.

Entró arrasando.

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–Por el... gimnasio –indicó Khaos mirando su aparato con función radar–. Son siete.

–Qué pocos, no nos van a durar nada –consideró Roca encaminándose hacia allá.

–Si vienen con cámaras y comunicadores, arrancádselos para dejarlos incomunicados –indicó Herilane.

–Voy a arrancarles la cabeza.

–¡No puedes matar alumnos de la Academia! –exclamó la jefa de las animadoras–. Es parte del trato.

–Que sí, que es una forma de hablar –aseguró Roca, con un tono que no ofrecía confianza.

Pero para cuando llegaron al gimnasio, la puerta que daba al pasillo estaba reventada.

–Se ha colado uno –informó Khaos desde la retaguardia–. Va como un misil.

Roca gruñó y se asomó para ver quién quedaba y casi se chocó de frente con un tío con la piel atigrada; sin preguntar nada, le soltó un puñetazo. Él pretendió parárselo con la palma, confiando en su fuerza, y acabó con el dorso de la mano incrustado en el pecho. Un par de héroes más bajos, pero igualmente musculados, aparecieron de detrás del atigrado. Roca obligó a uno a retroceder de una patada, pero el otro consiguió llegar a darle un puñetazo en el costado. Ella le escupió con desprecio, lo que lo pilló muy por sorpresa y reculó.

–Hola, Tigre –saludó Regi, que se había reducido las tetas y la cadera. El pelo largo lo llevaba atado en una coleta baja y la camisa estaba desabotonada en un escote más amplio que el de diario.

Roca vio cómo le cambiaba la cara al chavalote atigrado y supo que, si no era amante de su prima, sí que era alguien a quien tentaba. Y en su forma Zack, lo que, por lo visto, no era aceptable en un héroe. Así que agarró a Tigre por el brazo y tiró para arrastrarlo hacia su prima. Por mucho que fuera tan grande como ella, fue fácil moverlo, porque se había quedado totalmente noqueado, con las rodillas flojas y cierto rubor en las mejillas. El puñetazo en el pecho lo había encajado bien, la visión de Darkheart no tanto. Uno adjudicado, a por los demás.

El gimnasio tenía un camino entre la puerta que daba al exterior y la que daba al pasillo, alguien había cargado totalmente recto volcando o rompiendo todos los aparatos que pilló por medio, lanzando y sepultando a un puñado de personas. Y luego la bruta era ella.

–Ups, pasillo ocupado, cabo –informó entonces Aderyn Silverpeak asomándose–. ¿Damos un rodeo? –propuso como si nada.

Roca quiso atraparlo para arrastrarlo también, pero, inesperadamente, los otros se le pusieron en medio. Vaya, ¿se protegían entre sí? Ah, no, que estaban compitiendo por golpearla. Penosos. Como no quería que se acabara demasiado rápido, a uno sólo le pegó un empujón que lo envió al suelo. Al que le había dado un puñetazo en el costado le arreó uno en respuesta, flojito, como le haría a Nameless, y él se mantuvo en el sitio, pero sin aire. Lo fue a rematar de una patada, pero otro héroe se interpuso, apuntándole con una especie de pistola fulminante.

–Respira, soldado –le ordenó al del puñetazo–. Y, tú, levanta ya.

–No me des órdenes –gruñó el que estaba en el suelo.

–Tengo mayor rango que tú. Darkheart, suelta a Tigre –añadió autoritario, pero no le apuntó con la pistola porque no la apartaba de Roca.

–Hola, Svoboda –saludó Regi–. ¿Qué te parece si primero muerdo a Tigre y luego a ti?

Roca le echó un vistazo de arriba abajo al tal Svoboda. Era alto y guapillo, aunque sin duda alguna su mayor atractivo era el uniforme militar echo a medida. Le hubiera preguntado de dónde lo había sacado si no estuviera en plena paliza. Así que se centró en el arma y le dedicó una mirada torva y socarrona a su portador.

–¿Qué hace esa cosita? –le preguntó avanzando un paso.

A él le tembló el dedo en el gatillo, pero aguantó el tipo.

–¿Quieres probarlo?

–Venga –reto abriendo los brazos.

El chaval elegantemente uniformado dudó. No era de sangre caliente, como sus compañeros, que quisieron aprovechar para golpearla. Uno se llevó un golpe con el antebrazo en plena nariz y al otro le arreó una patada en una zona peligrosamente cercana al género sensible y lo mandó al suelo. El uniformado disparó, pero ella le desvió el arma y el disparo sólo le rozó un brazo.

–¡Sangre! –se regocijó Regi, y de repente estaba levantando al que sangraba por la nariz, pero Tigre reaccionó al fin y se lanzó a proteger a su compañero.

Roca cargó contra el uniformado, quería presionarlo para averiguar de qué pasta estaba hecho aquel héroe. Lo agarró del cuello con una mano, mientras otra le controlaba la mano que empuñaba la pistola. Lo levantó un palmo del suelo.

–¿Y ahora qué? –retó apretando un poco, lo que sabía que Nameless podía soportar.

Él quiso soltarle una patada, pero le acertó en el muslo y no le hizo ni costillas. Y entonces Roca recibió un puñetazo en el costado que sí le molestó. Miró abajo y se encontró con una cara ligeramente conocida.

–Tú eres amigo de Furia –le dijo sonriéndole terrible, sin bajar al uniformado, que estaba asfixiándose.

–Baja a Marek. Por favor.

–¿Por favor? –se burló Roca.

–¡Dale fuerte! –animó Aderyn–. Que seguro que tú no te rompes los dedos.

Hart miró de reojo al uniformado, que intentaba economizar el aire para no desmayarse, y luego golpeó. Roca estaba preparada para encajar otro puñetazo en el torso como si nada, pero el pequeño héroe le arreó una patada de lado a la rodilla, lo que la hizo doblarse un poco y así bajar para recibir el codazo en las costillas. Roca parpadeó y notó cómo Marek se le escapaba de la manos, así que, antes de permitírselo, lo lanzó a un lado, sobre el pringado que sangraba de la nariz, Tigre y Regi.

Hart retrocedió para ponerse a una distancia a la que no lo alcanzara de una patada. Ella avanzó hacia él, ignorando dolor leve en la rodilla. Estaba bastante emocionada de un héroe que no fuera un capullo y pegara relativamente fuerte; aunque seguía decepcionada porque Furia no hubiera ido también.

–Vaya, vaya, mira a quién tenemos aquí –escuchó decir a Tess a su espalda.

–¡Oh, no, más sensuales vampiras! –exclamó Aderyn teatral, el cabrón se lo estaba pasando en grande.

Hart retrocedía para mantener siempre la distancia de seguridad, hasta que, de repente, Roca pegó una zancada larga. Él esquivó el golpe a la cara, pero no él que le agarró la cámara del casco, que arrancó de cuajo y aplastó entre los dedos.

–¿Qué, no estás acostumbrado a pelear con alguien como yo? –le pinchó.

–La verdad es que no –reconoció él sincero–. Eres tan grande como Martillo, pero tan rápida como Furia. No te ofendas –añadió por lo bajo.

–¿Por compararme con ese Martillo o con Furia? –planteó yendo a por él.

–Eh... No te lo decía a ti –musitó Hart.

Roca se paró en seco y le echó otro repaso, hasta localizar el pinganillo que llevaba incrustado en el oído. De repente se lanzó a por él a su velocidad real, lo enganchó y estampó contra la estantería de las pesas.

–Quédate quieto y deja que te lo saque, o te arrancaré la oreja –amenazó seria.

Aun así, Hart se revolvió y le soltó algún que otro golpe contundente, cómo pegaba el canijo. Entonces escuchó la voz de Furia, lejana pero cercana, chillándole lo que sonaban a amenazas e insultos.

–¿Tienes a Furia ahí? –preguntó, dejando de intentar arrancarle la oreja.

–La cámara era de Panocha, esto otro es de Veda –explicó él.

–¿Lo están oyendo todo?

–Y viendo...

–¿Tienes otra cámara?

–No tenía que haber dicho eso –se lamentó él, fastidiado por haber metido la pata.

Lejos de lanzarse a buscarle la segunda cámara, Roca sonrió ampliamente, terrible.

–No tengo claro si te hace feliz que te vean... o estás pensando en matarme –reconoció Hart preocupado.

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Día 25 del confinamiento.
No he hecho nada especial, porque ese es mi secreto, Capitán, yo siempre vivo confinada.

Estos días he publicado en Patreon un par de movida que requieren participación mecenil.
Una es para elegir cuál va a ser el próximo lore pop, es decir, series, pelis... que les personajes conocerán. Y la otra es para las Preguntas con Carácter, especial cuarentena.
[www.patreon.com/Cirkadia]
Participad, porfi, ayudará al enriquecimiento de la historia ^^
(podéis desde el tier1)

¿Qué pasará con Hart?
¿Estará Roca feliz o pensando en matarlo? (la verdad es que no son excluyentes e___e)

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