26. Reinas de hielo X (179)
–¿Entonces... incluimos también a Regina en el plan? –planteó Sarah.
–Te refieres a esta Regina, ¿no? –quiso asegurarse Mantis, burlona.
Furia tenía cara de que no terminaba de hacerle gracia el incluir a ninguna Regina.
–¿Qué plan? –preguntó la presente.
–¿Qué te parece el saltarte las normas y hacer cosas prohibidas? –le propuso Mantis.
–Pero no se lo digas así –le reprochó Sarah, preocupada de que su compañera de cuarto lo malinterpretara.
–La verdad es que no es la mejor forma de venderme un plan –confirmó Regina.
–¿Y ayudar a gente? –musitó Veda.
–¿Qué gente?
–Chicas que no sean consideradas perfectas –contestó Furia.
–Ninguna somos perfectas.
–Pero algunas lo sois consideradas más –prácticamente acusó.
Regina la miró fríamente unos segundos antes de asentir.
–Sí, tal y como lo hemos hablado antes, a mí se me considera más perfecta porque mi tipo de personalidad es la que encuentran más... agradable en un chica.
–Y eres guapa –señaló Mantis.
–Entro en los cánones de belleza. La piel blanca y la delgadez me vienen de familia. A veces me dicen que soy demasiado blanca, demasiado rubia y con los ojos demasiado claros, no vaya a ser que me lo crea; pero nunca lo harán delante de otras, no vayan a daros ánimos.
–Y tú familia es rica –recordó Furia.
–Sí, mi madre heredó una empresa próspera y la metió de lleno en el nuevo siglo.
Hubo un silencio incómodo mientras buscaban qué más echarle en cara a Kuure.
–Pero no la toméis con ella –se quejó Sarah.
–No, lo entiendo –le contestó Regina–. Entiendo que no se fíen de mí. Al fin y al cabo, tú misma no confiabas lo suficiente en mí como para contarme tus... escarceos nocturnos.
Sarah bajó la cabeza, culpable.
–¿No te ofende? –planteó Mantis.
–No. No tengo la sangre lo suficientemente caliente como para ofenderme porque mis privilegios os incomoden. Lo entiendo –asintió.
Otro silencio incómodo pasó rodando entre ellas.
–¡Regi es de fiar! –exclamó Aderyn.
–¿En base a qué dices eso? –quiso saber Furia, despiadada.
–A que nunca la he visto dejar a nadie en la estacada. Y siempre nos está cubriendo las espaldas con las movidas alegales que hacemos. Y si hace falta,interviene y da la cara, como a ella no la castigan...
–¿Usas tus privilegios para ayudar? –inquirió Mantis.
–En la medida de lo posible –asintió Regina–. No me parece justo el trato que dan a otras chicas porque sus familias no sean tan ricas o su piel no sea tan blanca.
Furia se lo pensó taciturna, después miró a Veda, que se encogió de hombros. Mantis enarcó las cejas interesada. Así que Furia terminó suspirando e hizo un gesto que podía entenderse como "Adelante, ponedla al día".
–Bueno, antes una preguntita más –advirtió Mantis–. ¿Qué opinas del lunatismo?
–Mmmh, ¿hay alguien más que lo sea por aquí?
–¡Yo! –proclamó Aderyn sin vergüenza ni cautela algunas.
–Eso de "alguien más" lo dices por... –dejó caer Mantis.
Regina asintió.
–¿Tú también lo eres? –exclamó Sarah–. N-No lo sabía.
–Porque tengo lunatismo estacional. No me afecta igual una luna en verano que una de invierno.
–Ya, pero...
–¿En cuántas lunas de invierno me has visto? –planteó Regina.
–Pues... no sé.
–Porque no me has visto nunca. Casualmente, siempre han coincidido con reuniones familiares, o un entrenamiento intensivo... Y cómo son sólo tres lunas, ya que en las adyacentes me controlo siempre que no nieve, no es de conocimiento general.
–¿Entonces... lo de los campeonatos no es verdad? –preguntó Sarah.
–Sí que es verdad. Y lo de los entrenamientos intensivos. Porque nada mejor que dejarme en mitad de una montaña helada durante las lunas de invierno.
–¿Haces deportes de invierno? –se interesó Aderyn ilusionado.
–Sí, patino y esquío. Pero los campeonatos a los que se refiere Sara son de duatlón. Tengo varias medallas.
–¿Eso es lo de esquiar y disparar?
–Sí.
–Moooola.
–¿Esquiar y disparar es un deporte? –cuestionó Mantis enarcando las cejas, escéptica.
–Tiene origen en las instrucciones militares del ejército escandinavo –informó Regina–. Se me da bien. La nieve es mi elemento y, a la hora de disparar, nadie tiene más sangre fría que yo.
A Aderyn y Mantis les hizo mucha gracia, el resto estaban centradas en asimilar a la nueva integrante del equipo conspirador, una de las populares e insospechada lunática.
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Una vez quedó comprobado que Roca había revivido y que no se iba a volver al otro barrio, Nameless se permitió relajarse un poco.
–Así que estabais preocupadas, ¿eh? –dijo la reanimada.
–No demasiado –contestó Darkheart y Tess sacudió la cabeza–. Pero te has entretenido mucho. Tu Subcapitana me estaba empezando a convencer de que había creado un arma lo suficientemente letal –reconoció a continuación.
–Nah. He estado hablando con la Muerte Roja –contestó poniéndose en pie.
–¿La señora de rojo? –exclamó Nameless.
–Sí, la misma. Por eso me he quedado hablando con ella.
–¿Se puede hablar con ella? –se sorprendió.
–Sí, claro. Sólo tienes que morirte un poco. El otro día estabas demasiado viva como para escucharla. Creo que te caería bien, es una cabronceta de tu estilo.
–Ah... pues... preferiría no escucharla, la verdad. Si eso significa morirme. Sin ofender –añadió para la señora roja que estaría escuchando.
–¿Ni aunque sea jugando? –cuestionó Roca–. Ya has visto que te podemos traer de vuelta. Siempre que no te entretengas tú.
–No, si ya... pero me da cosa –murmuró incómoda. ¿Los chispazos dolorosos ya no eran suficientes y quería jugar a matarla también? Lo peor de todo era que seguramente terminaría ocurriendo.
–Pues tú verás, pero eres amiga de Morilec. Más te vale irle pillando maña a lo de morir y volver antes de que sea la definitiva y no te hayas entrenado.
Nameless evitó mirar a Sica por vergüenza. Así que captó a las vampiras asintiendo conformes.
–Sí, ya... otro día si eso –murmuró–. Hoy... suficiente he tenido ya...
–Vale, vale –aceptó Roca, dándole una palmada amistosa (aunque no por ello menos potente)–. La verdad es que me acabas de matar con un cacharro inventado por ti. No está naaaaaada mal.
Nameless asintió a medias, para nada orgullosa.
–Alegra esa cara o te doy un puñetazo –amenazó su Capitana avanzando.
–Tengo una pregunta –advirtió Nameless sin retroceder.
–Suéltala.
–¿Tú tienes más o igual resistencia que el resto de la gente respecto a ser fulminada?
–Más. No llegaré al nivel Khaos, pero más que la media, aunque sólo sea por lo mucho que hemos jugado a las electrocuciones –señaló a sus primas vampíricas, que se rieron recordando buenos momentos–. ¿Lo preguntas por calcular cuánto daño puede hacer tu chisme?
–Sí...
–Pues bastante. No está mal para un chisme creado en una tarde y que se lleva en una mano –felicitó a su estilo, con otra potente palmada.
Pero Nameless estaba cada vez más mustia.
–¿Pero qué te pasa?
–Entonces... está claro que eres más resistente que... por ejemplo, un paramilitar metido a sicario...
–Claro. Si hablas de los de esta mañana... ¡¿Pero qué te pasa?! –exclamó al verla echarse a llorar.
Sica se metió entre ellas para evitar que le diera otra palmadita, esta nivel "Espabílate, idiota", que fue desviada con decisión.
–Eisentblut –dijo secamente.
–¿Qué? –le gruñó, molesta por percibir que se estaba perdiendo algo.
Nameless tuvo que volver a sentarse en el suelo.
–Piensa un poco –le ordenó Sica a Roca.
–¿Qué piense qué?
–En esta mañana.
Roca odiaba que Morilec le hablara así, pero al menos sabía que no era una remilgada y que, cuando le decía que pensara algo, era porque había algo que pensar o recordar. Repasó lo sucedido aquella madrugada, cómo habían bajado en paracaídas, localizado a los hombres, cómo Nameless se había lanzado sobre el que había escuchado hablar, cómo ella lo había remata... Ah, no. No lo había podido rematar. Porque ya estaría muerto.
–Mataste tú sola al primer tipo que tocaste –le dijo con nada de tacto a su derrumbada Subcapitana.
Nameless gimió por lo bajo.
–¿Eso es lo que te atormenta? –continuó, y Morilec puso los ojos en blanco.
Mientras, Regina le hizo un gesto a Tess para que salieran de allí.
–Ya sé que es una tontería –sollozó Nameless–. No hay mucha diferencia entre haber dejado inconsciente a un tío y que tu le... reventaras, y que yo...
–¿Lo mataras antes de que yo lo reventara? –terminó Roca sin reparos.
–Sí que hay diferencia –contradijo Morilec–. La diferencia está en qué hubiera pasado con él si Eisentblut no hubiera estado allí.
–Ya, pero resulta que ella lo habría matado –contestó Roca–, así que no habría habido ninguna diferencia, más allá del salpicón.
–Lo que importa es que, hasta ahora, Nameless no tenía clara la potencia de su guante, así que no sabía si lo había matado ella o tú. Es un grado en cuanto a temas de moralidad.
Roca resopló al escuchar nombrar la moral.
–Eran escoria, Nameless, ¡joder! ¡Deja de sentirte mal por ellos!
Nameless murmuró algo.
–¿Qué?
–Dice que no se siente mal por ellos concretamente –tradujo Morilec.
–¿Y por quién se siente mal?
–No sé, el acto de matar ya es algo fuerte de por sí, independientemente de quién muera.
–¿En serio, Morilec? –suspiró Roca hastiada.
–Sí, Eisentblut. Yo no nací como tú, a mí me han hecho, así que conozco el camino.
Nameless volvió a musitar algo a un ritmo frenético. Roca alcanzó a entender "familia".
–¿Familia de quién? ¿De esos capullos?
–¿Y si hay gente que dependía de ellos? Parejas, hijos...
–¿Parejas que saben o que no saben que se dedicaban a masacrar aldeas? –gruñó Roca.
–Puede que no lo supieran. Madres que no ven a sus hijos más que en Navidad...
–¡¿Pero qué mierdas dices?! Ni siquiera sabes si tienen familia.
–Tampoco sería tan raro que la tuvieran y les mintieran diciendo que trabajaban en "seguridad privada" –intervino Morilec.
–No ayudas nada –le reprochó Roca–. Deberías decirle que esos mierdas no tenían ni madre.
–Poco creíble. No la ayudarías a descargar su conciencia.
–¡Voy a decirle a Rávana que los investigue! –amenazó alejándose–. ¡Veréis cómo no tienen a nadie, joder!
–¿Pero por qué te cabrea tanto? –inquirió Sica.
–¡Porque mi Subcapitana es experta en torturarse por tonterías que se inventa!
–Ah, que prefieres tener el monopolio de su tortura.
–¡Al menos mis torturas son reales y la hacen más fuerte! ¡No como esas paranoias que se inventa, joder! –hizo amago de marcharse, pero se lo pensó mejor y regresó para inclinarse hacia Nameless y decirle con un volumen más bajo, aunque igual de impetuoso–. Voy a demostrarte que has arreglado el mundo y que no has jodido a nadie más –aseguró amenazante.
–Recuerda pedírselo por favor a Rávana –le indicó Sica–. No es tu esclavo ni tiene la culpa de nada.
–Que sí, joder –gruñó saliendo.
–Qué energía tiene para haber estado muerta casi tres minutos –consideró evaluadora la asesina profesional.
–¿Por qué se ha puesto así? –murmuró Nameless encogida.
–Supongo que le preocupa que a lo de esta madrugada sólo le saques los aspectos negativos y no los positivos.
–Quiere que lo repita, y le jode que me parezca mal –acusó.
–Sí, pero... Ella ve que tienes potencial y le fastidia que tu condicionamiento civil te impida hacer todo lo que podrías llegar a hacer –explicó Sica.
–Tú también quieres –rumió Nameless. Al menos ya no lloraba.
–Sí, como Elner. Pero tenemos más paciencia.
Sica creía haber dado un buen discurso, pero recibió una mirada rencorosa.
–Tú me has llevado a lo de esta madrugada –le recordó.
–Era una emergencia.
–Era una excusa perfecta para llevarme a una misión de las tuyas.
–No de las mías.
–Me has dejado lo de proteger, para dedicarte nada más que a matar. Era de las tuyas.
Sica suspiró.
–De acuerdo, tienes razón. Esperaba que viéndolo como una emergencia te quedaras más tranquila.
–Sí... hasta que te da por fardar de tener más paciencia que Roca.
Sica asintió aceptándolo. Había tenido un desliz al querer mostrarse de mayor confianza que Eisentblut, y engañar a Nameless no era tan fácil.
–Tienes un camino que recorrer, e intento que sea lo menos doloroso posible.
–Lo agradezco... supongo. Pero no he dicho que quiera recorrer ese camino.
–No... pero no puedes decir que no hubieras venido a salvar la vida de la Doctora e Irina, cuando antes has reaccionado sólo para evitar que la asustara un poco. Eres una protectora. Proteges a la gente que está en desventaja. Eso es lo que te importa por encima de todo. Y tienes que admitirlo –recomendó antes de tenderle la mano para ayudarla a levantarse.
Nameless refunfuñó y, como seguía mosqueada con la manipulación, se incorporó por cuenta propia.
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Irina seguía en un rincón de la Enfermería, observando la frenética actividad. Se le daba bien quedarse quieta y observar, la gente terminaba olvidándose de su presencia, incluida Natalie.
Aunque no era invisible para Virginia, la loca del camisón, la loca que, en vez de ver ilusiones, veía la verdad. Y la veía a ella. Al menos Virginia estaba entretenida con Nova, la que había quedado forrada de pelo de gato y que ya tan sólo tenía sus propios pelos y una reacción alérgica en remisión. Su compañera, Svier, la bruta del palo roto por haber golpeado con él la espalda de Eisentblut, había recuperado las cejas al pintárselas a sí misma con rotulador y de forma muy estrambótica. Irinia no tenía claro si estaba en el Instituto del Mal o en el Psiquiátrico de las Brutas.
Hablando de Eisentblut, acababa de irrumpir en la Enfermería para enganchar a Rávana, el de los ordenadores, que necesitaba una nueva sudadera y un nuevo binder después de un estallido de fuego.
Entonces Irina recibió un aviso en el móvil. La empresa de mensajería Hermes había entregado sus paquetes.
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Y con esto termina "Reinas de hielo" ^^
Ya sé que aquí somos más de república, pero espero que os gusten nuestras reinas de hielo: Irina y Regina *acaba de caer en que ambos nombres terminan en -ina*
Recordatorio de que os vengáis a mi Patreon, que tengo cosas bonitas. O sea, más cosas del tipo de las que acabáis de leer =3 [www.patreon.com/Cirkadia]
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