26. Reinas de hielo VI (175)


A Nameless le dio tiempo a leerse un capitulillo de la Guía para Siervos de la Oscuridad Principiantes antes de tener que ir a clase de Cacharros. El libro le seguía sonando bastante inalcanzable, pero al menos ya no le parecía el texto comecerebros de una secta. Porque ella había visto a Darkheart hacer algunas de aquellas cosas y las más elementales había empezado a experimentarlas ella misma. Leyó sobre "disolver su esencia en la Oscuridad" y todo le estaba sonando muy esotérico hasta que cayó en la cuenta de que tal vez fuera aquello lo que hicieran Sica y Jack. O sonaba a que tenía el mismo resultado.

Se encontró con Roca en la puerta de la clase subterránea y no se llevó una bronca por la espantada. Por el momento. De hecho, le resultó extrañamente amable y atenta, al menos para tratarse de su Capitana. Y lo mismo podía decirse de Sica. Daba escalofríos por la sensación de que tramaban algo a sus espaldas. ¿Podría haberse aliado para algo?

–Quieren que superes lo de esta mañana y no saben cómo ayudarte –le chivó Virginia cuando entraron–. Pero es algo que sólo está a tu alcance.

–Sí...

–Piensas que es raro que sean amables, porque si ellas te dicen que algo está bien, es que en realidad está mal.

–Ahora que lo dices...

–Pero no son sólo amables porque les parezca bien. Podrían parecerles bien y ser malas contigo. Son amables porque quieren que estés bien siendo así.

–¿Así cómo? ¿Cómo ellas?

–Sí. Y como tú.

–¿Como ellas o como yo?

–Como tú, como ellas.

Nameless parpadeó dos veces, y luego una tercera, intentando asimilar aquello.

–¿Y si soy yo, pero no como ellas?

–No sabes cómo puedes ser.

–¿Lo sabes tú?

–Sé cómo eres, por encima, por en medio y por el fondo. Hay oscuridad y furia en el fondo, mucha oscuridad y mucha furia. Y sé todas tus posibles formas de ser, pero no exactamente cuál serás.

Nameless volvió a parpadear y entonces se dio cuenta de que Wolfenstein estaba ya en clase, y que no era el único que estaba pendiente de la conversación. Dirigió un gesto de disculpa al profesor y procuró no mirar a Roca y a Sica. Virginia dio por terminado lo que tenía que decir y se fue a su mesa.

–A ver, ¿qué os apetece hacer hoy? –ofreció el profesor, y varias voces clamaron por bombas de las que explotaban de verdad–. ¿Sí? ¿Os veis con ganas? Pues vamos a ello.

Nameless se aprovisionó de varias marañas de cables, placas de circuitos y, en realidad, cualquier cosa que que pilló, le cupiera en la mesa y no brillara como plutonio enriquecido. No quería pensar en muertos, así que se centró con todas sus fuerzas en crear un complejo entramado tanto mecánico como electrónico, un esperpento fruto de una mente empeñada en no pensar en las imágenes que tenía grabadas a fuego.

–Pero haz que explote, eh –le exigió Roca.

–Algo hará –contestó mientras incluía unos pequeños contenedores de líquido.

–¿Humito otra vez?

–Intentaré que no.

Roca hizo una mueca de que no terminaba de creérselo y fue a ponerle más dinamita a su engendro.

–Oye.

–Dime, Virgi.

–¿Tiene que explotar de verdad?

–Mmmh, diría que tiene que poder explotar, pero que también tiene que poderse desactivar antes de que lo haga –contestó Nameless con tiento, no fuera Virginia a hacer una bomba que explotara sin remedio.

–Vale –aceptó y se fue a lo suyo. A saber si lo había entendido.

Nameless siguió añadiendo cables y placas hasta que, más que una bomba, daba la impresión de que había reunido un montón de excedentes de electrónica de una forma medianamente artística.

–Id terminando ya, encontrad a quién endosársela y activadla –indicó Wolfenstein–. A ver qué sale de aquí –se deleitó.

Hubo una pequeña algarabía cuando la gente empezó a buscar a la víctima de su cacharro, al mismo tiempo que intentaban encontrar la bomba con pinta de ser más fácil de desactivar.

–¿Qué, te atreves con la mía? –la retó Roca.

–Ah... –Nameless miró la montaña claramente explosiva–. ¿Me la ofreces a mí antes que a Killgore o a Sica? –se sorprendió.

–Menuda chapuza –opinó Sica refiriéndose a la montonera de dinamita rodeada de cables.

–¿Te da miedo? –la increpó Roca.

–Me daría risa si tuviese un sentido del humor pésimo.

Killgore sí que se rio al ver el resultado, por lo que Roca lo enganchó para prácticamente estamparle la cara contra la bomba.

–Es que parece de dibujos animados –se burló él, pese a estar a escasos centímetros de suficiente explosivo como para volar una casa.

–¡Ey, Nam! –la llamó Jeff–. Ven, encárgate tú de ésta.

El cocinero señalaba la torre de tubos cables y lucecitas de Ludo.

–Wow, parece una refinería de petróleo en miniatura –consideró ella.

–Gracias –contestó el artífice.

–¿Os encargáis de la mía? –ofreció Nameless.

–No, que nos conocemos –contestó jeff–. Mejor que la disfrute alguien que no sepa lo tramposa que eres.

–Es una bomba, no un partido de baloncesto civil. No tiene normas, así que no puedo hacer trampas –alegó ella.

–Eso es verdad –aceptó Jeff–. Entonces diré que le des tu bomba a alguien que no conozca las cabronadas que le pones.

–Hombre... así dicho no sé si se va a animar alguien...

–Me interesa –dijo Sica, como siempre, de repente a su lado.

–¿Ah, sí?

–Sé que tienes talento, así que quiero comprobarlo por mí misma.

–Vale, pues... –hizo unos ajustes de última hora– activada.

Mientras Sica empezaba a analizar el amasijo de cables de Nameless, ella hizo lo propio con la maqueta de la refinería industrial. Al principio creyó que tenía 1.000.000 segundos nada menos, hasta que empezaron a bajar y se dio cuenta de que estaba en binario, por lo que tenía tan sólo dos minutos ya.

–Y luego la cabrona soy yo –farfulló mientras se apresuraba a desactivar aquello.

–Lo siento, no tenía sitio para otro cero –contestó Ludo.

–¿Cuánto tiempo le has puesto a la tuya? –quiso saber Jeff, que había aceptado el ordenador de Rávana, que le pedía complicados códigos–. ¿O le has puesto un reloj que baja aleatoriamente?

–Casi –siseó Sica–. Baja más o menos dependiendo de lo que toque.

–Ah, ¿ha funcionado? Qué bien –celebró Nameless.

–Acabas de dividir el tiempo a la mitad –la acusó Sica.

–No, yo no.

–Ya he dicho que hace puras cabronadas –recordó Jeff.

–Eh, ¿le va a explotar? –preguntó Roca morbosa.

–Mmmh, no tiene explosivos –respondió Nameless, fiel a la verdad.

–Vaya mierda entonces –farfulló su Capitana.

–Pero algo sí que va a hacer, ¿no? –inquirió Sica.

–No si la detienes a tiempo –contestó Nameless–. Lo siento, ando fatal de tiempo.

–Yo también ando mal.

–Maldita sea, Sica, los cables tienen algún código.

–¿Y se supone que tengo que creerte? Porque sé que haces teatros para engañar.

Nameless resopló.

–Si no me vas a hacer caso, ¿para qué me dices nada?

Sica refunfuñó.

–No estás acostumbrada a que las bombas vayan dirigidas a ti, ¿verdad? –continuó Nameless, levantándose la mascarilla del traje Elegans de combate, por si acaso.

–No a las de este tipo –murmuró molesta.

A Nameless le hubiera encantado prestar atención y averiguar a qué tipo de bombas estaba acostumbrada Sica, pero tenía que aprovechar los segundos para evitar que la pequeña refinería explotara, o lo que pudiera llegar a hacer aquella cosa. Por suerte, Ludo sería muy enrevesado y loco para sus inventos, pero no tenía maldad y su bomba estaba exenta de trampas y cabronadas. Sólo era complicada y con más tubos llenos de líquido que un parque acuático. Detuvo la cuenta atrás en 11, es decir, a falta de tres segundos.

Y después ya pudo volver a interesarse por lo que estaba sucediendo a su alrededor. Sica mascullaba por lo bajo, echa un lío con tanto cable y un temporizador que subía y bajaba a placer. Jeff aporreaba el ordenador gritándole insultos culinarios. Killgore estaba llevando bien, al menos en apariencia, el desmantelar el conglomerado de dinamita, y se estaba guardando unos cuantos paquetes explosivos en los bolsillos. Roca no estaba para bromas, porque la bomba que tenía giraba y cambiaba de posición como el juego de un trilero.

Entonces Nova tocó algo y el cacharro que intentaba desactivar se puso a chillar "¡Miau, miau!" con la voz grabada de Svier. A la Svier de verdad le dio por reírse escandalosamente, pese a que su bomba, armada por Hedera, estuviera mezclando líquidos, burbujeando y dejando escapar vapores sospechosos.

Virginia se acercó a agarrarla del brazo con fuerza.

–Van a explotar muchas –informó nerviosa.

–No te preocupes por mí, el traje me protege.

Roca se había hartado, había logrado agarrar las partes móviles de su bomba y se las estaba arrancando con toda la saña, provocara lo que provocase aquella acción tan poco meditada. Sica también daba toda la impresión de querer emprenderla a golpes contra la bomba que Namelss le había dado y que había dejado de contar el tiempo en números enteros y había pasado a hacerlo con operaciones matemáticas.

–Psst, ¿tú llevas mascarilla? –le preguntó Nameless mientras a su alrededor comenzaban los gritos y los golpes desesperados.

–Lo dices para liarme –acusó Sica.

–Lo digo por si te sale el tiempo restante con jeroglíficos. ¿Qué prefieres, ponértela y arriesgarte a que fuese una broma, o no ponértela y arriesgarte a lo que te va a escupir en la cara?

Morilec no hizo caso a su razonamiento y siguió a lo suyo a cara descubierta. Al menos hasta que Nameless dejó de insistirle. Cuando Nameless pasó apreocuparse por lo que el engendro burbujeante de Hedera podía hacerle a Svier, a su espalda Sica refunfuñó y aceptó que daño no podía hacerle ponerse su propia mascarilla.

Nameless se bajó las gafas y se lanzó a apartar a la risueña Svier justo cuando la bomba de Hedera soltaba un chorro de líquido caliente y con olor a azufre. Fue una suerte que se moviera decidida a ponerla a salvo, porque Svier era una pequeña mole a la que no hubiera podido mover en otras circunstancias. El techo goteó ácido y restos de piedra, ahora sobre la mesa de Svier había una bóveda.

–Tal vez tendríamos que haber usado...

Wolfenstein quedó interrumpido por un estallido de purpurina asesina por un lado y un cañonazo de pelo de gato por otro. Una bomba le escupió cartas afiladas a Roca, otra gaseó a Sica. Killgore no había llegado a quitar todos los paquetes de dinamita, porque alguno estalló. El fuego creado prendió los diversos vapores liberados y se comió toda la clase, reventando todos los cacharros, estuvieran activos o ya desactivados, creando una reacción en cadena mortal de necesidad.

–...las campanas de contención –terminó el profesor cuando se acabaron los fuegos artificiales.

Cayeron varios trozos del techo. Se escucharon toses y algún "Ay".

–Lo que queda claro es que, en conjunto, tenéis talento para reventar cosas –añadió Wolfenstein, al que le faltaba un cristal tintado de sus eternas gafitas y tenía un pequeño fuego en su mesa.

Saltó la alarma de incendios y los aspersores que no habían quedado destruidos comenzaron a regarlos. Sonaron quejidos desperdigados y alguna risita desquiciada.

–Sí, voy a llamar a la Doctora –comentó el profesor.

–––

Nameless salió indemne de clase de Cacharros gracias al traje Elegans de combate. Roca no tenía ni un rasguño gracias a su piel de acero y a que su ropa también sería Elegans. A Virginia se le habían quemado las puntas del pelo, tenía la cara tan manchada como el camisón, había perdido una zapatilla y estaba muy perdida, pero, por lo demás, parecía estar en perfectas condiciones, aunque cómo saberlo de alguien que ocultaba su verdadero aspecto con una ilusión mágica. Sica salió por su propio pie, aunque molesta porque su falda se había prendido fuego y ahora se veía que, como mínimo, llevaba dos cuchillos atados al muslo derecho.

–Eso te pasa por no ir de Elegans –le señaló Roca, uniendo sus ganas de chinchar a Sica con su espíritu comercial.

A Nova tuvieron que llevarla corriendo en camilla a la Enfermería porque tenía pelos de gato hasta las orejas y parecía ser un tanto alérgica. Svier gritó como si hubiera descubierto que le faltaba un brazo, pero, por suerte, sólo habían caído su cresta y las cejas; aunque conservaba la nariz porque Nameless la había apartado. El resto de la clase tenía desde magulladuras y ausencia de cejas, a parecer carbones malhablados, o cosas peores si habían aceptado una bomba de manufactura más imaginativa y cabrona.

–Tu estás bien dentro de ese traje, ¿no? –se interesó Roca echándole un vistazo rápido a Nameless y sacudiéndole algo de ceniza y purpurina que le manchaba el negro absoluto–. Pues vamos a entrenar –ordenó, sin hacerle más caso a la clase herida.

Nameless, como en un truco de magia, le sacó una carta chamuscada del pelo de Roca, rojo por aquel día. Pasaron junto a Jeff, que deliraba sobre gratinados y parrillas, y Ludo, que estaba vomitando purpurina asesina por la nariz.

–Madre mía, qué desastre –murmuró Nameless siguiendo a su Capitana, recordándose que si allí se podía sobrevivir a ser ensartada y desarrollar una sepsis, tener un bronceado por la vía rápida no era tan grave.

Una vez en el gimnasio, Roca no la puso de inmediato a ejercitarse, primero se recostó contra una máquina y le dirigió una mirada maliciosa a Sica.

–¿Qué, cómo lo has pasado con la bomba de mi Subcapitana?

–Un infierno –admitió Sica con un refunfuño–. Sabía que las hacía tramposas, pero...

–Pero creíste que no sería nada complicado para ti, una Morilec tan hábil –se burló Roca.

–Desactivar bombas no es parte de mi trabajo. En todo caso, armarlas, y no se me da mal.

–Ya, ya –desdeñó Roca.

–Parece que al final sí que voy a aprender algo aquí, además de todos vuestros puntos débiles –devolvió Sica venenosa.

Nameless puso los ojos en blanco, resopló y se dispuso a ir a buscar con qué podía ejercitarse mientras aquellas dos seguramente terminaban peleándose a muerte otra vez.

–Bueno, pues como asesina profesional, dime –pidió Roca, rebajando el cachondeo–, ¿cómo ves a Nameless como armadora de bombas?

–Mal –contestó secamente Sica–. Nadie la contrataría para eso.

–¡Y una mierda! –le espetó Roca mientras Nameless no podía evitar sentirse un tanto herida en su diminuto orgullo–. Te ha desquiciado por completo.

–Sí, pero su bomba no estaba hecha para reventar, sino para ser encontrada y desquiciar. No le veo futuro haciendo bombas funcionales, pero sí trampas cabronas.

–Pues, para no estar hecha para explotar, te ha gaseado bien –señaló Roca, reprimiendo muy mal la sonrisa socarrona.

Sica resopló e hizo ademán de desentenderse de ella.

–Ya le cogeré el tranquillo –murmuró–. Y no acepto críticas de alguien que se ha tragado una baraja de cartas –arremetió.

Nameless hizo como que seguía muy interesada en entrenar y así no tener que reaccionar al futuro que le vaticinaba Sica.

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Ya era hora de que Nam saliera ilesa de una clase mientras sus compañeres no X"""D

Y ya sabéis, niñes, nada de montar bombas sin las medidas de seguridad mínimas XD

Os recuerdo mi Patreon, donde la semana pasada subí las respuestas a las Preguntas con Carácter (las podéis leer, seáis mecenas o no) y un capítulo de Veneno en la Sangre, el AU noir con Furia como protagonista (para esto tenéis que ser mecenas, de cualquier nivel)

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Lo próximo será el PDF maquetado de Una Terapia Peligrosa, para el tier2, y un post de lore sobre el clan Darkheart, para el tier3 (o tier8 si lo queréis con un extra)

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