26. Reinas de hielo V (174)
–Como he dicho, pensaba que seguiría Karla –siseó Sica–. ¿Tienes algo para esto?
–No, para ti no –contestó la Doctora con dureza.
–No he hecho daño a tu ahijada –aseguró avanzando un paso, y luego tuvo que apoyarse en una camilla.
–Irina no le absorbe el calor a nadie porque sí.
–Estábamos en Supervivencia, se ha puesto nerviosa.
Nameless torció una mueca, porque la verdad era que Sica le había dado un buen susto.
–Y tú... –arremetió la Doctora contra ella–, ya veo dónde está tu lealtad.
Nameless se quedó paralizada por la vergüenza.
–Eh –dijo Sica, como si eso la ofendiera más–. Si a mí me diera por atacar en serio a tu ahijada, con o sin contrato, ¿quién crees que la protegería con su vida, llevara traje Elegans de combate o no?
La Doctora dudó un momento.
–Sí, ya veo... –murmuró suspicaz.
–No, no lo has visto –contestó Sica–. Ha estado protegiéndola, hasta que no ha hecho falta y se ha venido conmigo. Y ahora dame algo para la hipotermia –terminó exigiendo.
Prácticamente a regañadientes, la Doctora le tendió una manta eléctrica.
–¿Qué os ha mandado hacer Max en su clase? –quiso saber.
–Lo de la semana pasada –contestó Nameless, mientras Sica estaba centrada en recuperar el calor perdido–. Un equipo cazador, en el que estaba Sica, y un equipo de presas, donde estaba Irina. Me da que no ha pensado en lo... incómodo que podía ser.
–No, ese idiota sólo habrá pensado en que le gustaría ver la revancha, porque la semana pasada las presas hicisteis cosas interesantes –suspiró la Doctora.
–Tampoco ha contado con que Nameless tiene fresco lo de esta madrugada –añadió Sica y la aludida miró en otra dirección–. Por eso he ido a por tu ahijada, porque sabía que la obligaría a actuar y saldría de su parálisis.
–El caso es que también las has obligado a actuar a ella –señaló Nameless.
Sica arrugó la nariz.
–Lo mío es matar gente, no ayudarla –se justificó.
–Morilecs –suspiró la Doctora para sí misma.
–Eh... ¿Irina va a ir a las clases de Kill? –se interesó a continuación Nameless.
–Sí, me temo que sí –contestó la mujer con cierta pesadumbre.
–Pues si esto ha pasado con el idiota de Max Pain –empezó Sica–, qué no le pasará con la idiota sádica de Kill.
La Doctora se llevó una mano a la cara.
–A esa cabrona le va a encantar recordarle lo que hizo tu madre –gimió.
–Por supuesto –asintió Sica–. Nameless, me da que vas a tener bastante trabajo protegiendo a Virginia e Irina.
–Preferiría que al menos Virgi no regresara a clase de Torturas– murmuró Nameless.
–¿Por qué no? Si prácticamente aguantaste de pie los chispazos al máximo.
–Lo pasé fatal.
–Es clase de Torturas, la idea es que lo aguantes todo. Bueno, la idea es que tú aprendas a torturar, pero me da que antes soportas cien latigazos que darle uno sólo a alguien.
–Por cierto, me he acordado de cuando le dijiste a Kill que necesitabas un chisme más fuerte –acusó rencorosa.
–Porque sabía que te había subido la tolerancia –justificó Sica–. Tendríais que haberlo interpretado como un halago.
–Puede que lo hubiera interpretado como un halago peligroso si no hubieras estado tan fría y seca conmigo.
–Ya, sí... Comprensible.
–¿Y lo de patearme para sentarme? –retó–. Que si no te llego a recordar que lo estabas haciendo gratis, me hubieras empujado.
–Vale, sí, estaba un poco... Le estaba dando vueltas a lo tuyo, a que te pones en peligro y...
–¿Me querías castigar?
–No. Quería... demostrarte lo vulnerable que eres. Y descubrí lo vulnerable que no eres.
–Pues dale las gracias a Roca por torturarme a diario.
–Si puedo evitarlo, no lo haré. Pero ya sé que es, en parte, por ella. Pero sobre todo es por ti y tu constante adaptación.
–Para ya o harás que me sonroje –contestó Nameless bromista–. ¿Sí? –añadió para la Doctora, al darse cuenta de cómo la miraba.
–No, nada, sólo pensaba... lo distinta que es tu relación con ella, respecto a mi relación con la madre de ella –terminó hastiada.
–¿Tú también? –exclamó Nameless–. Como Elner también dijo...
–Oh, sí, para no querer amigas, Moira es muy acosadora –gruñó la Doctora–. Fui la única que salió indemne de cuando asesinó al padre de Irina y toda su banda. Si Irina sigue viva es porque intervine. Y a Moira le encantó la idea de una forense de salvar a alguien matándola.
–¿Cómo el matarla congelándola ha hecho que ahora Irina absorba calor? –quiso saber Sica.
La Doctora se encogió de hombros.
–Tormenta Khaos la reanimó. No tengo ni idea de qué pasó. Me jura que no le hicieron nada raro –respondió volviendo a encogerse de hombros–. Y ahora ve a comer, que necesitas energías –añadió desentendiéndose de ella.
Sica y Nameless fueron al Comedor y se sentaron en el sudeste asiático cuando comenzaba a llegar la gente que no había huido de las clases. Nameless pudo así terminar el primer plato antes de que Rávana se plantara a su lado.
–Tengo más información. Aunque va a ser pesada de leer en ese móvil.
–¿Podemos ir después a los ordenadores? –propuso con un susurro. Ya se le estaba acumulando el trabajo.
–¿Antes o después de nuestro entrenamiento? –quiso saber Roca.
Nameless volvió a suspirar agotada.
–¿No he hecho suficiente ya hoy?
–Has vuelto a huir de una clase.
–Lo compensa el haber estado un buen raro aguantando contra Sica.
–Pero se estaba conteniendo, menos un poco al final.
Nameless puso los ojos en blanco e intentó seguir comiendo.
–Ey, ¿cómo va lo de planear lo de ir a por los cerdos de vuestro país? –se acercó a preguntar Svier.
–¿Qué le ha pasado a tu palo? –se sorprendió Nameless, un poco por desviar la conversación agobiante, al ver su querido palo partido por la mitad.
–Ah, pues que he pegado a Roca en la espalda y se ha roto. Unas risas. Está tochísima la cabrona.
–Sí, ha sido divertido quedarme con todas las presas para mí sola –se regocijó Roca a la que su concepto de "pelea justa" incluía a unas veinte personas contra ella sola.
–No, pero ahora en serio, consigo un palo nuevo y quedamos para machacar a esos tíos.
Nameless planeó contestar algo vagamente afirmativo, señalar que tenía más información que analizar, pero recordó cómo había reventado la cara de uno de los sicarios por el pistoletazo de Roca. Por no hablar del que había quedado aplastado como un acordeón debajo del peso de su Capitana. Y los acuchillados. Con una mención especial a la andanada de cuchillos, que había sido completamente culpa de Nameless.
Y Nameless supo que no podía gestionar aquel repunte de horror, así que musitó un "Perdón, ahora vuelvo" que no pensaba cumplir y se levantó para salir rápidamente del Comedor sin mirar a nadie a la cara.
–––
–¿A dónde va? –se extrañó Nova.
–Por su cara, apostaría que al retrete –contestó Svier.
Morilec suspiró por lo bajo. Roca la miró de reojo.
–Ve tú, yo tengo que comer –le susurró Morilec, que parecía haberse tomado aquel almuerzo como una misión.
–¿Qué le has hecho? –gruñó Roca.
–Analiza la conversación, idiota –contestó con sequedad.
Roca estuvo unos segundos callada, repasando lo que acaba de escuchar.
–¿Lo de machacar tíos? –propuso para nada convencida.
–No ha superado lo de esta mañana. Tiene que estabilizarse antes de seguir con la otra misión.
–¿He dicho algo que le haya molestado? –preguntó Svier.
–Sí, pero no es culpa tuya –aseguró Roca–. Es una sensiblera y lleva regular lo de haber visto morir a unos capullos.
–Haber visto cómo los asesinábamos –corrigió Morilec.
–Sí, ella también ha destrozado a uno pero bien, que el gilipollas parecía un expositor de cuchillos –dijo con una risita oscura.
–Espera, ¿dónde decís que habéis estado esta mañana? –se interesó Nova, atónita por lo que oía.
–––
Nameless estuvo acurrucada en un rincón oscuro hasta que consiguió calmarse y dejar de llorar. Notaba las manos manchadas de sangre y se sentía como un monstruo por haber participado en asesinatos; al mismo tiempo que se reprochaba el sentirse mal por haber eliminado a unos hombres horribles. ¿Asesinar asesinos era justificable? ¿El haber hecho junto a una asesina a sueldo y una psicópata sádica desmerecía el salvamento? Virgi le había dicho que no se olvidara de lo bueno, pero si se centraba en lo bueno, se sentiría fatal por justificar asesinatos.
Gritó muda en el rincón oscuro. Oscuro porque ella lo mantenía así.
No tenía con quién hablarlo, porque sentía que toda la gente en aquel lugar vería completamente normal el haber matado a unos asesinos a sueldo cabronazos, nada reprochable. Porque allí la gente era villana, y ella no, porque no había pedido ni querido en ningún momento el que la llevaran allí y la metieran en sus líos.
Pero si tuviera que salvar otra vez a la Doctora e Irina, lo haría sin dudarlo. La única duda sería si había otra forma de detener a aquellos tipos sin matarlos.
Aunque, ¿luego qué? ¿Entregarlos a la Justicia? A juzgar por las misiones que les había resumido Elner, sus clientes tenían dinero a punta pala, pocos escrúpulos y mucho poder. Los sicarios quedarían libres y volverían a masacrar aldeas, asesinar activistas y hacer asquerosamente más ricos a quienes ya lo eran. Si quería, no sólo salvar a la Doctora e Irina, sino también evitar los posibles sucesos futuros, la única vía era eliminarlos.
¡No! No quería razonar así. ¿Qué derecho tenía ella a decidir quién moría?
Bueno, suponía que el mismo que quien decidía que morían aldeas enteras en mitad de la selva y activistas. Era prácticamente defensa personal. No personal de su propia persona, pero tenía claro cuál era su bando.
¡Agh! Las caras reventando. Los cuerpos aplastados y degollados. El tío que había recibido una andanada de cuchillos y había quedado como un un espectáculo fallido del típico mago que metía espadas en una caja donde se suponía que había alguien dentro y resultaba que realmente estaba. Y ella los había lanzado, ella lo había matado. O lo habría hecho si Yukiko no hubiera sido rápida rematando.
¿Y ahora tocaba ponerse con la otra misión? No se sentía capaz, no se sentía nada capaz. No sabía qué les iban a hacer. ¿Asustarlos? ¿Mutilarlos? ¿Matarlos? No tenía claro dónde estaban sus límites, ella no era capaz de hacer sufrir a nadie.
Aunque había creado heridas tremendamente graves aquella madrugada...
Se llevó las manos a la cara y gritó con la garganta, ahogándolo en la boca.
Tenía una maraña horrible en la cabeza. Hacer aquellas cosas chocaba frontalmente con ser una civil, incluso con una civil secuestrada que intentara sobrevivir. La única solución para no volverse loca era aceptarse como villana y entonces todas aquellas acciones serían, al menos, consecuentes. ¿no?
¡No! ¡No quería ser villana! ¡La habían secuestrado, la habían metido allí contra su voluntad! ¡Y no le daba la gana darle la razón a Satán y compañía!
Aunque...
Satán y Kill no estaban nada a favor de las decisiones que tomaba, ni con su comportamiento. Era algo con lo que consolarse. Si podía ser el tipo de villana que ella quería y no otro impuesto...
¿Pero el tipo de villana que querría ser era alguien que se dedicaba a matar?
Sacudió la cabeza y luchó por apartar la discusión interna a un rincón. Estaba cansada, le dolía la cabeza, no podía seguir dándole más vueltas al asunto.
Tras un par de minutos mirando el techo, decidió intentar seguir leyendo la Guía para Siervos de la Oscuridad Principiantes. Tenía pendiente un montón de información que le había pasado Rávana. Y más tendría si regresaba con él para que le pasara lo nuevo... Pero en ese momento no tenía ganas de cabrearse y planear venganzas, prefería que le hablaran de magia oscura. Parecía menos amenazante al compararlo con muertes reales.
Recorrió el Instituto del Mal como una sombra, cogió el libro de su habitación y se fue a leerlo a algún sitio donde Roca no pudiera encontrarla y abroncarla por haber huido. Otra vez.
–––
–¿Tendría que ir a buscarla? –suspiró Roca cuando hubo saciado su hambre.
–No lo sé –contestó Sica.
–¿No lo sabes? Pues bien que viniste a decirme qué tenía que hacer y qué no para no desanimarla a actuar.
–Ya, pero esto es otra cosa. Es la primera vez mata y que ve otros asesinatos, es un choque para ella.
–Pero no tardará en acostumbrarse, ¿no? Como con todo.
–No lo sé. Estoy intentando que se acostumbre de forma... suave. Animarla, darle apoyo, decirle que lo ha hecho bien. Así deberías ser menos traumático. Creo yo.
–No es como te acostumbraron a ti, ¿verdad?
–No. Y por eso creo que cualquier cosa por debajo de ahí es... ¿mejor?
–Ni idea, yo nunca he tenido esos problemas. A mí el dolor de cabeza me lo da aprender a no hacerle daño. Para mí, no golpearla ya es tratarla bien. Pero no es suficiente –refunfuñó–. La he animado y cuidado y todo eso, pero no es suficiente.
–Te recordaría el hecho de que es la primera vez que mata si eso fuese a servir de algo.
–También es la primera vez que folla. Bueno, ya la segunda.
–¿Qué quieres decirme con eso?
–Que a eso también ha estado dándole vueltas y huyendo al baño.
–¿Y eso por qué?
–Porque le da vergüenza –desdeñó.
–Lo que siente por los asesinatos es horror, asco y culpa; por nosotras y por ella.
–Ya sabe que somos monstruos –resopló fastidiada.
–¿Y sabe que ella también lo es?
–¡¿Ella?!
–¿No es eso lo que intentas fomentar en ella? ¿Es que no has visto el potencial que tiene?
–Sí, pero... Ella un monstruo... –se quedó pensando–. Bueno, algo tiene, ahí en el fondo, aplastado por todo el civismo.
Sica asintió.
–Creo que, si en algo estamos de acuerdo, es en hacer que eso de su fondo se desarrolle.
Roca asintió.
–Si conseguimos que se desarrolle sin que esa sensiblera se rompa, será terrible, sí –admitió su Capitana.
–A eso me refería.
–Pues creo que ella lo sabe. Y que le da miedo. Para no variar –murmuró entre dientes.
–––
Sarah se sirvió con el cucharon, sin pensar, más de lo habitual; tenía hambre. Al menos no lo pensó hasta que escuchó la risita de uno de sus compañeros de mesa.
–Cuidado, que eso va todo al culo –señaló burlón.
Sarah se quedó paralizada y encogida en su vergüenza.
–¿A cuál, al tuyo? –le planteó socarrón otro de los que se sentaban en la mesa popular–. Porque tú repites tres veces todos los días.
–Yo tengo músculos que mantener –contestó orgulloso realizando un par de posturas para marcarlos.
–Sí, y el culo también –puntualizó sin perder ni un instante.
–Deja mi culo, Marek –le gruñó el primero.
En la mesa hubo risitas por interpretarlo por la vía sexual, risitas que no lo contemplaban con interés, sino como humillación. Marek no les siguió el juego ni se puso a la defensiva, el primogénito de la poderosa familia Svoboda podía permitirse interrumpir a un compañero, bromear y sacarlo algo de quicio. Era algo que Sarah, hija de una familia de costureras de los héroes, no podía hacer. Por eso Sarah ahora no se sentía digna de tomar ni una cucharada. Ahora quería tirarlo a la basura.
–Se te va a enfriar –le señaló Regina–. Nosotras también tenemos músculos que mantener, aunque no hagamos tanto alarde.
Que la siempre serena y contenida Kuure soltara semejante ataque al héroe gilipollas dejó a toda la mesa estupefacta, empezando por el propio gilipollas y terminando con Sarah, que logró empezar a comer. También era verdad que Regina, como heredera del imperio farmacéutico Kuure, podía permitirse cosas que una hija de costureras no.
__________________________________
__________________________________
Quedaos con este nuevo nombre *guiño guiño*
Por si no se nota, me gusta mucho que Roca y Sica dialoguen sin matarse y poniéndose de acuerdo sobre "la niña" X"D
Pobre Nam >.<
Y, bueno, mes nuevo, así que nueva ronda de recompensas en mi Patreon~
[www.patreon.com/Cirkadia]
Mientras arrancamos, ahí tengo el primer post, dedicado a las Preguntas con Carácter. Podéis hacerlas quien sea mecenas, de cualquier nivel, porque es recompensa del tier1.
Como el segundo capítulo de Veneno en la Sangre, el AU noir con Furia como prota, que subiré después de las respuestas a las Preguntas con Carácter.
¡Así que, venga, a hacerse mecenas de cualquier nivel y a efectuar la preguntación!
(Yo ya estoy preparando el tier2, que va a ser el PDF maquetado de Una Terapia Peligrosa. Madre mía, Terapia, qué tiempos...)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top