25. Jungla de cristal III (168)


Fue una buena bofetada en plena cara, con extra de puntería en la nariz y un ojo, y el sicario de Final Solutions salió despedido hacia atrás como una tabla en un huracán. El cabreo de Nameless tal vez invocó Oscuridad, que hizo su golpe más fuerte. Pero, sin duda, lo que lo convirtió en un ataque fulminante fue que el guantelete estaba activado.

El otro hombre quiso reaccionar desenfundando una pistola, pero Roca fue más rápida con la suya y hubo un salpicón de sangre, hueso y otras cosas en las que era mejor no concentrarse demasiado. Nameless se quedó lívida al ver que su Capitana lo había matado creándole un boquete en la cara y que, para colmo, remató al otro con la misma técnica.

–Pringaos –se burló Roca como si nada–. Oye, ¿estás bien?

Nameless estaba horrorizada por haber asistido a un doble asesinato de repente, y retrocedió un tembloroso paso para alejarse de su Capitana.

–Eh, ¿recuerdas? Son tipos malos. Matan activistas, gente que quieren ser consideradas personas y que como a algunos les molesta, contratan a esta carroña. ¿Estás ahí? ¿Tiene que repetirte Elner la colección de misiones que han hecho?

Nameless consiguió salir de la parálisis para negar con la cabeza.

–¿Recuerdas que son mala gente?

Con gran esfuerzo, logró mover los músculos del cuello para asentir. Después tuvo que levantarse las gafas para secarse los ojos con la mano no electrificada.

–Venga, no me digas que estás llorando por estos capullos.

–Es que es... la primera vez...

–¿Que ves un asesinato de verdad? –completó Roca–. Ais... ¿quieres un abrazo? –ofreció pretendiendo sonar comprensiva.

–¡No! –exclamó Nameless, pero igualmente lo recibió, así que se apresuró a apagar el guantelete fulminador.

–Tú piensa que son tipos que hacen cosas malas a gente indefensa y buena. Eso tiene que ayudarte con la conciencia.

–Sí... pero... es muy gráfico –murmuró sintiéndose sucia, como si pedazos de cerebro le hubieran saltado a enredársele en el pelo. Aunque eso era imposible, porque llevaba el pelo bajo tres capas de elegante, negra y ligera coraza.

–Sí, un poco –aceptó Roca dándole unas palmaditas–. ¿Hubieras preferido que les golpeara de forma mortal pero no tan salpicante?

–Casi que sí... –reconoció Nameless.

–Lo tendré en cuenta para la próxima –prometió con ligereza–. Morilec, dos menos.

–Sí, os he oído todo –susurró Sica–. Seguid adelante.

–¿Tú cómo vas? –se interesó Roca con tono conversacional.

–Localizados. En seguida me encargo. No os entretengáis en vano.

–No es en vano. Tendré que asegurarse de que mi Subcapitana blandita no se rompe con la experiencia, ¿no?

–...Sí –admitió Sica pasados unos segundos, como si le fastidiara–. Pero seguid, porque van a reventar la última barrera.

Aquello espabiló a Nameless. Los enemigos seguían amenazando a las personas a proteger. ¡Tenía que darse prisa! Se había acercado al conducto de ventilación abierto, procurando no mirar a los cadáveres sin cara, cuando retumbó el estallido bajo sus pies.

–Entran en el dúplex –informó Elner con su habitual tono serio y calmado.

Sin pensárselo más, Nameless saltó por el hueco. Pero no podía ir a la ligera, porque aquel camino tenía medidas de seguridad para que nadie entrara. Así que esquivó los rayos láser y no tocó las superficies donde percibía que al otro lado había mecanismos sospechosos. Hubiera estado bien poder convertirse en niebla cuando encontró una rejilla de entramado fino, pero tuvo que conformarse con cortar la barrera con un cuchillito que le habían puesto al cinto. Aquello activó alguna trampa, porque empezó a salir humo sospechoso, aunque, dentro de la mascarilla, Nameless no tuvo ningún problema y siguió bajando. La siguiente reja, de entramado más ancho, sí que hubiera supuesto un problema por estar electrificada, si su guantelete no hubiera sido más potente y le friera los plomos. Empezó a sonar una alarma en alguna parte. Mientras cortaba aquella reja, Nameless era vagamente consciente de que estaba liando una buena al entrar así, pero también podía ser que la alarma señalara la irrupción de los sicarios de Final Solutions.

La última rejilla tenía un candado por el otro lado, que hizo saltar de una patada cuando escuchó tiros en alguna parte del dúplex. Nameless se lanzó al suelo, y fue una suerte que el traje fuera una verdadera coraza, porque se llevó un par de cuchilladas antes de poder alejarse del punto.

Había una mujer de mediana edad, con cuchillos que eran prácticamente machetes y mucha mala leche.

–Vaya, he hecho mucho ruido para llegar, ¿verdad? –consideró Nameless, echándose un vistazo al chaleco impoluto.

La mujer no respondió y giró los cuchillos mientras la evaluaba. Nameless se puso nerviosa.

–Eh... Soy alumna del Instituto del Mal, Satán nos ha enviado para ayudar a Irina, la Doctora y los guardaespaldas.

La mujer de los cuchillos enarcó las cejas suspicaz.

–¿Nameless? –preguntó la Doctora asomándose por la esquina del pasillo con una pistola.

–Hola, Doctora. Ya tengo mejor el hombro –añadió para dejarle claro que era ella.

–Maldita sea, ¿sabes el mal rollo que das con eso?

–Ya... Me lo ha dado Bohém, para protegerme –contestó levantándose las gafas–. Por el momento me ha venido muy bien...

Sonaron más tiros en el piso de abajo.

–Yukiko, es alumna del Instituto. La profesora de Apariencia le ha dado ese traje.

–¿Acostumbran a vestir como Morilec todas sus alumnas?

Nameless sonrió nerviosa tras la mascarilla al comprender por qué atuendo daba especial mal tollo: era el uniforme oficial Morilec.

–Eh... yo llevo capuchas, es mi distintivo –señaló sintiéndose estúpida–. ¿Hay alguien abajo... a quien haya que proteger?

–No, estamos aquí arriba –contestó la Doctora.

–¿Entonces a quién disparan? –inquirió, aunque al instante se le ocurrió que podría ser a Sica, y no pudo evitar preocuparse.

–Puede que sea para asustar –opinó Yukiko–. O... ¿has dicho que no venías sola?

–Ah... mi Capitana está ahí arriba –respondió levantando la mirada al conducto de ventilación.

–Cómo corres, rata –escuchó decir a Roca tanto por el conducto como por el pinganillo.

–Ya, y soy más pequeña... ¡Cuidado con el gas!

Escuchó farfullar a su Capitana en las alturas, pero procuró no preocuparse, seguramente en su familia también jugaran con gas sospechoso.

–¿Dónde está el resto? –quiso saber.

–¿Por qué lo preguntas? –preguntó la señora de los cuchillos.

–¿Por saber dónde tengo que plantarme a proteger –contestó sintiéndose más o menos capaz de hacerlo. Tenía un traje a prueba de todo, ¿no?

–Aquí al fondo están Irina y Jerry –confió la Doctora.

Nameless se movió rápidamente para asomarse. En la última habitación había dos personas: una chavala de aproximadamente su misma edad y un hombre joven recostado. La habitación tenía una puerta de acero que no parecían dispuestas a cerrar de momento.

–¿Está herido? –se preocupó mientras analizaba el piso mediante los sentidos extra, averiguando qué caminos tenía que proteger.

–Del otro día, con el ajetreo se le han abierto los puntos.

–Ah, vale... –murmuró, dándose cuenta de la mirada helada que le estaba clavando Irina desde el final del pasillo–. Pues... andaré por aquí –musitó regresando al pasillo al que había caído.

–Eh, Nameless –la llamó la Doctora con un susurro antes de que se alejara demasiado–. No es personal.

–¿Eh?

–Te mira así porque Moira Morilec apareció con un traje muy parecido cuando... –dejó la frase en el aire con una mueca de dolor.

–Oh.

–Por cierto, ¿habéis venido sólo tú y Eisentblut?

Nameless la miró unos segundos antes de responder.

–No. Hay alguien más –y se colocó las gafas ante los ojos.

Los ruidos de hombres fuertemente armados y equipados llegaron definitivamente al piso en el que estaban. Nameless avanzó para examinarlos más de cerca, sin tantas paredes de por media, algunas demasiado densas. Las luces parpadearon agónicas a su alrededor.

Alcanzó a ver cómo seis hombres se dividían en tres parejas para rastrear diferentes caminos. ¿Seguían siendo seis? ¿Sica no había hecho nada todavía? ¿O Elner no les había dado el número correcto?

Entonces vio cómo algo se abatía sobre la pareja más lejana y los hombres caían como peleles a los que les hubieran cortado las cuerdas. Seguramente algo les habían cortado. El algo se perfiló un instante como una figura humana antes de volver a desvanecerse. ¡¿Cómo lo hacía Sica?!

Pero no tenía tiempo para pararse a pensar cómo su peligrosa amiga podía esfumarse de su radar, ya que había una pareja acercándosele por un pasillo y la otra iba por otro que confluía en la esquina donde estaba la Doctora. Tenía que hacer algo ya.

No se sentía muy preparada para aquello, pero en las clases del Instituto había sobrevivido a caídas, golpes y perforaciones preocupantes, había esquivado balas, armado cacharros calambrantes y bombas. Incluso había abatido a su Capitana y "herido" a Sica... Algo podría apañar.

Miró a su alrededor. Justo al lado tenía una cocina bien surtida. Interesante.

–––

Yukiko no tenía nada claro cuánto les podían ayudar unas niñas en edad escolar. Una estaba atascada en el conducto de ventilación, otra iba con un traje muy chulo pero sin ninguna experiencia aparente, y una supuesta tercera persona a saber dónde estaba. Ella era buena con los cuchillos, pero a ver cómo se enfrentaba a los tiparracos que de acercaba con metralletas como arma más ligera.

Y entonces una explosión de cuchillos salió de la parte de la cocina y pilló de lleno a uno de los sicarios, el que había tenido la ocurrencia de mirar dentro. El otro se giró sobresaltado y se puso a disparar sin control hacia la cocina, por lo que Yukiko se le acercó rápidamente por la espalda y le rajó el cuello limpia y ampliamente.

–¿Sigues ahí? –le preguntó a los despojos de la cocina.

–Fuah, esto no le gustaría a Jeff –contestó la chica surgiendo de los escombros de un armario y soltando una tapa de cazuela que había usado como escudo.

Pues sí, seguía ahí y parecía perfectamente. Yukiko se fijó en que el acuchillado seguía vivo, así que lo remató usando uno más.

–Oh, joder –musitó la embozada al ver el panorama del pasillo.

–¿Esto no es lo tuyo? –preguntó Yukiko al ver que se llevaba una mano a la boca pese a tener la mascarilla.

–No... para nada... pero... El otro par se acerca –añadió saliendo tambaleante, pero pasó a moverse rápido de vuelta a la esquina donde estaba la Doctora.

Yukiko regresó a tiempo para asistir a cómo la alumna atascada lograba salir de una vez del conducto, para hacerlo aterrizando encima del sicario más avanzado. Y pedazo de tía, era enorme, no le extrañaba que se hubiera quedado atascada. Ni que el sicario hubiera crujido como una cucaracha bajo sus botas. El otro empezó a disparar, pero se llevó igualmente un puñetazo en el pecho, que lo mandó a volar unos metros. Si aquello no lo mató, ya se encargó la veloz sombra embozada que apareció de repente en el pasillo. Y no era la que había montado el pifostio en la cocina, porque no llevaba capucha y se movía con mucha más seguridad. Yukiko sospechó que aquello sí que era lo suyo para la tercera.

–¿Ya están todos? –preguntó la que había caído del techo, sacando sus botas del tipo despachurrado.

La tercera asintió. Sus pasos no hacían ruido alguno al acercarse. Sus movimientos era suaves a la par que contenidos. Producía una sensación extraña, como una pistola con seguro, o veneno embotellado.

–Joder, se ha acabado pronto –se quejó la que había caído del techo como un meteorito.

–Eran ocho, no cabíamos ni a tres por cabeza –le contestó la embozada sin capucha.

–Ya, pero se me ha hecho muy corto –continuó refunfuñando la única que daba la cara. Por el amor de los dioses, cómo venía la nueva generación–. ¿No van a venir refuerzos?

La tercera alumna sacudió la cabeza.

–Entonces... ¿se ha acabado? –acudió a preguntar Natalie–. Ya no estamos en peligro.

–No sé cómo estabais en peligro si eran unos flojeras –contestó la que daba la cara.

–No se esperarían que alguien les cayera encima... así –contestó la embozada encapuchada con cierta aprensión, cuidándose bien de mirarlo.

–Estáis fuera de peligro... por ahora –dijo la que tenía madera de asesina profesional.

–¿A qué te refieres? –quiso saber Natalie con cara de temerse lo peor.

–Un atentado la semana pasada, un escuadrón de la muerte hoy... Está claro cuál sería el próximo paso –respondió calmada enfundando su cuchillo.

–Eso sería mucho dinero y puede que ya no tengan –argumentó Natalie.

–Puede... ¿Cuánto vale el territorio? –le preguntó la embozada sin capucha directamente a Irina, que se acercaba muy seria.

De mientras, la de la capucha había ido a sentarse en un sofá cercano.

–No mucho, no es más que otra pieza en el tablero de la ciudad –contestó Jerry.

–Puede que ahora, ¿pero y en el futuro? –insistió la que no llevaba capucha.

Yukiko empezaba a incomodarse porque no se quitara la máscara. La otra, la de la capucha, no le molestaba, porque tenía certeza de que no lo hacía para no revelar que no se encontraba nada bien, ¿pero qué ocultaba aquella otra?

–¿En el futuro valdrá lo suficiente como para que hoy puedan pedir unos préstamos y, en un mes...?

–¿Quién eres tú? –habló al fin Irina.

La embozada serena tardó unos segundos en responder.

–El motivo por el que la Doctora no te insiste este curso para que vayas al Instituto del Mal.

Irina miró a Natalie con su habitual seria frialdad.

–Te dije que este curso venían fuerte –se excusó Natalie.

Irina, más seria que de costumbre, devolvió la mirada a la embozada.

–Puedes venirte al Instituto y que resulte incómodo –continuó la enmascarada–. O quedarte, esperar a que contraten a alguno de mis progenitores...

–No voy a abandonar mi territorio.

–Y en un mes estarás muerta.

Irina reaccionó desenfundando su pistola personal y el ambiente se heló, pero la embozada ni se inmutó. Aunque, con ese traje, no podría herirla un simple disparo.

–¿Tú no podrías o no querrías enfrentarte a alguno de tus progenitores? –preguntó la tiarrona que daba la cara.

La enmascarada, que a esas alturas lo más seguro era que resultara ser una Morilec, inclinó ligeramente la cabeza a un lado como si se lo pensara.

–Sería un trabajo interesante –contestó Morilec–. Pero tremendamente caro y sangriento. El caso es que, si les contratan, no habrá tiempo para avisar. En el mejor de los casos, llamaría la Doctora después, eso si el cariño por ella no la hiciera intentar usar la pistola.

–¿Tú por qué quieres que vaya al Instituto? –inquirió Irina, resignándose a bajar el arma.

–Satán me ha pagado para que lleve a la Doctora de vuelta. Si tú te quedas, sospecho que ella se quedará a tu lado. Que vengas es el método más sencillo para que ella también venga, sin dramas ni secuestros.

Irina la miró suspicaz.

–¿No tienes ningún motivo... personal?

–¿De compartir clase con alguien a quien mi madre dejó huérfana y casi muerta? No. La verdad es que preferiría ahorrarnos los dramas. Así que...

Las luces parpadearon agónicas otra vez y las dos alumnas se giraron hacia el salón.

–¿Subcapitana? –llamó la que había caído del techo–. ¿Nameless? –añadió entrando en la estancia.

Las sombras actuaban raras allí, en vez de huir de la luz, la desafiaban y parecía que era la luz la que ocupaba los huecos que le dejaban las tinieblas.

Morilec también reaccionó, con algo menos de contención y sequedad, y entró en el salón. La embozada con capucha ya no estaba en el sofá, sino sentada en el suelo, en un rincón. Ella era el foco de oscuridad atípica. Vaya, otra chavala con poderes.

–Ey, ¿no habíamos quedado en que eran gente mala y que el mundo estaría mejor sin ellos y esas cosas? –le dijo la que iba con traje militar y cara descubierta bajo una simple gorra.

Su supuesta Subcapitana se encogió aún más y murmuró algo.

–Y muy bien que lo has hecho. Están tan muertos como los míos –exclamó como si eso la fuera a animar.

Morilec negó con la cabeza, se quitó la máscara y se acuclilló para susurrarle algo. De repente parecía tener sentimientos. De repente parecía... humana.

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Ha sido intenso, pero corto. Ya lo siento, Roca e__e;;

Bueno, pues primeras muertes en directo y de la mano de nuestras protas. No se ha terminado el primer mes y esto ya va a tope >3<

He de confesaros que no estaba planeado que se pusiera tan intenso tan pronto (dentro de la historia, porque en vida real ya vamos como dos años...), pero creé a Irina en los 31 Relatos de Octubre del año pasado y... ¯\_(ツ)_/¯

Por si acaso todavía no os habéis leído los Relatos de Octubre y, en concreto, el de la tragedia de Irina, os dejo la publicación en tuiter [twitter.com/Cirkadia/status/1055580466227699712]. Aunque mejor (para vosotres por comodidad y para mí por dineros) si os hacéis mis mecenas de al menos el tier2 en Patreon, y así descargaros los 31 Relatos de Octubre en PDF chachimente maquetado por Ana [www.patreon.com/posts/1a-recompensa-de-24521515] ¡Todo ventajas! ºuº

Pero, si os pilláis al menos el tier6, mañana podréis un relato RocNam extra calentorro o///w///o

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