23. Información incendiaria VII (155)


Regina se había tomado en serio lo de proteger a Veda, por lo que la volvió a convertir en niebla antes de que se abriera la puerta del todo. La notaba otra vez con un ataque de pánico, por lo que la llevó al fondo del todo, alejándola de Ampersand y Panocha. Pero, como todas las ideas con buena intención de Darkheart, le salió regular, porque la estancia más al fondo y más oscura era una celda.

–Respira –le susurró a Veda–. No voy a dejar que te cojan ni que te vean. ¿Me oyes?

La heroína asintió mientras se esforzaba por respirar en la oscuridad.

–¿Y... los... demás? –jadeó preocupada.

–Tess les ayudará. O Apolo liará alguna, que aquí hay muchas cosas que sabe utilizar. Tú respira, cálmate y saldremos de ésta. Lo de que no se enteren que estoy es lo mío.

Pero, como todas las ideas bienintencionadas de Regina que iban regular, fue a peor y se encendieron las luces fluorescentes del pasillo que llevaba a la celda.

–Vaya... –suspiró la vampira–. Ven, te voy a enseñar lo que se siente siendo el monstruo de debajo de la cama –dijo disolviéndolas en niebla negra para ocupar la oscuridad bajo la cama.

Era una cama de armazón de hierro muy grueso y fuerte, y que, aun así, estaba combada como si alguien muy fuerte le hubiera pegado unos golpes muy fuertes de fuera adentro, o como si alguien como Roca hubiera pegado tirones al estar encadenada. Las cadenas y correas caían hasta el suelo, las habían desgarrado.

–¿Entonces por qué no dicen nada? –chillaba el Doctor Ampersand, acercándose a la celda–. No está en Neutralia, tiene que estar allí.

–Tal vez se cayera al río –opinó Panocha.

–¿Y? ¿Se fue con la corriente hacia la ciudad o lo remontó como los salmones? –le espetó el médico–. Porque ese monstruo es incapaz de ahogarse.

–Si estuviera en el Instituto, ya nos lo habrían restregado, Eugene.

–Sí, claro, como hacen siempre. ¿Pero y si esta vez guardan silencio por ser quien es ella?

Llegaron hasta la puerta de la celda y encendieron la luz, lo que hizo que Veda se pusiera aún más nerviosa. Regina compactó todavía más la niebla bajo la cama, pero era complicado siendo dos personas y habiendo tanta luz.

–¿Y cómo la mantienen encerrada? –quiso saber Eugene Ampersand–. Ese monstruo es demasiado fuerte para todas las cadenas.

–Son villanos, seguro que tienen mazmorras muy profundas y con cadenas más fuertes –inventó Panocha.

"Está libre", pensó enfáticamente Regina para Veda. "Satán sí la tuvo encerrada dos días porque no sabía dónde ponerla. Pero se escapó, hizo ruido, Nameless la descubrió y ahora es casi una más."

–Su padre nos va a matar –gimió Eugene apoyándose en el marco metálico de la puerta.

–¿Y si les preguntamos si la tienen? –sugirió Panocha.

–¿Y reconocer que la teníamos encerrada? A saber cómo retuercen esa información en nuestra contra.

"¿Retorcer?", pensó Veda, cuyo pánico se estaba transformando en rabia.

–Podemos... mmmh, enviar alguien en una misión, a ver si se la encuentran por casualidad –continuó Panocha.

–Eso me gusta más. Los provocamos para que hagan lo que sea y así podemos enviar un grupo, a ver si hay suerte.

"Lo que nos vamos a divertir como lo envíen...", pensó Regina antes de caer en la cuenta de que Veda podía escucharla y asustarse, pero la heroína estaba muy centrada en una de las esposas fabricadas con cuero y metal, que colgaba rota.

–Pues voy a planear qué podemos hacer –dijo Panocha alejándose por el pasillo.

–Ahora voy –contestó Eugene, quedándose un rato más mirando la celda–. Con el montón de pelo que se dejó... podría intentar clonarla –consideró con desafección.

Veda se enfadó todavía más al escuchar aquello, por lo que Regina tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantener la niebla compacta bajo la cama y que no sobresaliera ningún delatador jirón. La tímida inventora guardaba casi tanta rabia como su furiosa amiga. Para colmo, Apolo apareció en el pasillo tras su tío. Entre su palidez, la chupa de cuero blanca y el largo pelo negro, parecía un fantasma oriental. Las eternas gafas de sol, ahora las amarillo intenso, impedían ver sus ojos por el reflejo de las luces fluorescentes; el resto de su rostro era una pétrea máscara impasible. Pero el bisturí asomando de una de sus manos daba pistas de lo que planeaba hacer.

–¿Crees que a Kramer le parecería bien que le fabricara una sustituta o que me consideraría un peligro por poder hacerlo? –planteó el Doctor Ampersand justo cuando Aderyn se asomaba para agarrar a su amigo y tirar de él para ocultarlo. Al no obtener respuesta, pero sí el ruido de la abducción, el hombre se giró al pasillo desierto–. Vaya, ¿por qué había esperado que ese idiota se quedaría a escuchar? –rumió molesto.

Eugene Ampersand apagó la luz de la celda y después cerró la puerta de golpe, por lo que Regina pudo al fin desparramarse el espacio que necesitaba y materializarse junto a Veda.

–Respira –le dijo al escucharla jadear, suponiendo que sería pánico.

–Ese cabrón –dijo Veda con voz trémula por la rabia que sacudía a una persona que acostumbraba a ser muy serena–. ¿Puedes... Puedes volver a hacer lo de la niebla? Así no veo nada. Para tantear la habitación.

Regina estuvo tentada de decirle que no se preocupara, que la puerta no estaba atrancada y podían salir. Como idea bienintencionada, hizo bien guardándosela, porque Veda se puso a tirar en modo niebla buscando las cosas interesantes de la celda, como los enchufes, las bombillas, el pequeño conducto de ventilación... "Reúno datos, por si algún día tengo que escapar o ayudar a que escape alguien".

"Estupendo", contestó Regina, encantada de que la heroína no se bloqueara y aprovechara el que hubiera acabado en aquel lugar. Ella pensó en lo que se cabrearía Nameless de saber las condiciones de Virginia antes de escaparse. Seguramente Satán la habría tratado mejor, sin la cama con grilletes al menos.

"¿Nameless siempre está ayudando?", preguntó Veda mientras hacían un corto paseo por el conducto de ventilación, que desembocaba en la habitación al lado, un pequeño almacén. Poca ventilación había así.

–En la medida de lo que puede... –contestó Regina, materializándose para toquetear los frascos.

–No esperaba eso de una villana... la verdad –murmuró Veda, encendiendo una linternita para examinar qué guardaban allí.

–No somos tan malas como os hacen creer. Además que Nameless es... especial. Y me recuerdas bastante a ella.

–¿S-Sí? –balbuceó de una forma muy parecida a la que usaría Nameless, pero sin invocar Oscuridad para ocultar físicamente su inseguridad.

–Hora de salir de aquí, ¿qué te parece?

–Eh... sí. Pero antes... ¿puedes volver al conducto de ventilación para que deje un aparatito.

–Encantada –contestó aupándola en modo niebla y materializándola parcialmente.

Después salieron del almacén por debajo de la puerta y regresaron a las estancias centrales reptando por los rincones. Ahora que se estaba acostumbrando y perdiendo el miedo, Veda ponía mucha atención en el entorno. Sarah curioseaba, Veda escrutaba, a veces tiraba de la niebla para examinar detalles, sobre todo eléctricos. No se materializaron, ya que el Doctor Ampersand seguía por allí.

Apolo, Aderyn y Tess estaban agazapados en un despacho bastante expuesto, pero seguramente el único en el que habían podido meterse. Tess no sabía disolver gente en niebla sin que eso implicara sacales toda la sangre y nebulizarla. Y Además estaba Apolo, más enrabietado que de costumbre y al que había que retener para que no fuese a clavarle todo el instrumental a su tío. Aderyn llevaba estupendamente el estar tan cerca del peligro.

–¿Nos vamos ya? –propuso Regina materializándose junto a Veda en un espacio reducido.

–¿Cómo pasamos por delante de él sin que nos vea? –susurró Aderyn–. ¿Y sin que Apolo lo apuñale?

–Puedo provocar un apagón –dijo Veda, consultando la pantallita que recibía cientos de datos–. Si lo coordino con algo que encienda, puede no sospechar...

–Pues venga, que este sitio me pone de los nervios –reconoció Tess–. Y no sé cuántas veces más podré pegarnos al techo sin comerme a alguien. Además, Apósito no colabora nada.

Apolo no dijo nada, estaba inmóvil, excepto por los dedos que jugueteaban con maestría con un bisturí.

–¿Cómo te ayudo? –le ofreció Regina a Veda.

Primero la llevó a un cuarto donde estaban los fusibles y demás asuntos eléctricos. La heroína observó lo que grababan las cámaras, aunque las imágenes no llegaran a la sala de seguridad, porque seguía en bucle las del laboratorio vacío. Veda colocó uno de sus aparatitos en lo profundo de los polvorientos claves, esperó a ver cómo el Doctor encendía un cacharro eléctrico, que resultó ser la cafetera, y apagó las luces de aquella zona con sólo pulsar un botón.

–Mucho más eficiente que yo –apreció Regina antes de agarrarla para deshacerla en niebla.

Sacó a la heroína hasta el escondite anterior, pasando por delante del Ampersand adulto, que no paraba de mascullar por el apagón.

–Voy a ayudar al resto –le dijo regresando rápidamente al interior del laboratorio.

Se encontró con que Tess estaba guiando a Aderyn rápidamente, llevándolo de la mano; pero Apolo estaba acercándose a su tío con el bisturí. Aunque al menos se había levantado las gafas tintadas, el idiota no veía un carajo en la penumbra de las luces rojas de emergencia, así que hizo ruido al golpearse contra la esquina de una mesa metálica. Eugene se giró hacia el ruido y vio a la figura vestida de blanco en la luz rojiza. Regina se lanzó contra el joven y lo disolvió en niebla antes de que el Doctor encendiera la linterna de su teléfono móvil.

–¿Pero qué...? –masculló el adulto.

Regina arrastró a Apolo siendo una niebla convulsa y logró llevarlo hasta el escondite, donde lo materializó de un empujón. Lo primero que él hizo fue bajarse las gafas tintadas.

–Si vas a matarlo, ¿no puedes planearlo mejor? –lo abroncó.

Tess y Aderyn llegaron al escondite agachados y de algo mejor humor, sobre todo ella, ya que el chaval estaba como siempre.

–No hay cámaras grabando –gruñó Apolo, aferrado al bisturí.

–Ya, y que le rajes el cuello con ese chisme no te señalará a ti como principal sospechoso, claro –le contestó Regina con sarcasmo–. ¿Sabes lo que salpica la sangre?

–Por supuesto que lo sé, soy médico –replicó con rabia.

–Puede que médico sí, pero como asesino vas regular.

–¿Podemos ir a otro sitio a discutir? –sugirió Veda recuperando la ansiedad–. Que ha oído la puerta y viene...

–Te llevo con tus amigas –dijo Regina antes de volver a transformarla en niebla negra, que usó para dar un empujón al resto hacia el pasillo.

–––

Roca metió la mano por debajo de la camisa del pijama y siguió masajeando.

–¿No te aburres? –preguntó Nameless, con una mezcla de relajación, excitación e incertidumbre.

–¿Te aburres tú?

–Eh...

–¿Prefieres que vaya a otra zona? –sugirió Roca colando los dedos bajo la cinturilla del pantalón.

–Nonono –murmuró Nameless al sentir la mano tan cerca de su culo, y su Capitana apartó la mano al momento. Aquello estaba bien, pero... por otro lado no tenía ni idea de qué prefería.

Roca subió, por dentro del pijama, la mano por su columna vertebral hasta la nuca, que masajeaba tan intensamente que parecía que iba a acogotarla, pero no llegaba a hacerlo y eso estaba encendiendo a Nameless a niveles de incendio en una fábrica de fósforo.

–Habría... Habría que dormir... –sugirió Nameless entre estremecimientos seguramente muy evidentes.

–¿Tú puedes dormir ahora? –preguntó poniéndole la otra mano en un costado al descubierto.

"No, cabrona, ya sabes que no", conteniendo el jadeo por el nuevo contacto. Sentía el espacio entre las piernas totalmente empapado, se preguntó si llegaría encharcar la cama a ese paso.

–No tienes por qué hacerlo –balbuceó, empeñada en autosabotearse.

Roca giró la mano posado en su nuca para alcanzarla la garganta con los dedos y tiró de ella hacia arriba y hacia atrás. La camisa del pijama crujió de la presión y Nameless acabó sentada de rodillas.

–Pero quiero hacerlo –le dijo Roca con un susurro grave al oído y Nameless se sacudió como una ramita por el estremecimiento causado–. ¿Quieres tú?

Nameless se encogió de hombros sin saber qué responder. Una parte de ella, una parte en llamas y chorreante, quería decir que sí, pero también estaba la helada y punzante alianza formada por la vergüenza, el miedo y la ansiedad. Terminó llevándose las manos a la cara.

Roca se inclinó para sacarse una zapatilla, que lanzó con buena puntería al interruptor, apagando la luz.

–¿Mejor? –propuso Eisentblut.

–Así al menos no me ves la cara –musitó Nameless.

–He visto tu cara en peores circunstancias –contestó Roca condescendiente.

–Y tampoco me gusta...

Eisentblut suspiró, recolocó el brazo y el pijama tuvo su desgarrón final.

–Ups.

–Adiós al pijama –dijo Nameless al notar la espalda al aire.

–Que conste que estaba intentando no romperte la ropa.

–Muy considerada tratándose de ti...

–¿Pero quieres que siga o no? Porque me estás dando señales contradictorias.

–Así tengo la cabeza...

–¿Qué le pasa a tu cabeza? –se interesó Roca.

–Vas a reírte.

–No voy a reírme –prometió sentándose en la cama sentándola a ella sobre sus piernas y dándole la espalda.

–¿Por qué no? Siempre lo haces.

–Porque quiero que te expreses tal como eres. Puedo reírme de que seas una rata cobarde, porque de todas formas harás temeridades cuando quieras ayudar a alguien. Pero en esto estás demasiado jodida para bromas.

Nameless estuvo en silencio unos segundos, analizando la lógica de Roca, y parecía tenerla. Mientras, Eisentblut tenía una mano en su vientre y la otra rodeando su cuello. No se sentía atacada, incluso se sentía protegida, era cierto que ahora no tenía encogido el cuello. Pero...

–Tengo miedo –musitó.

–¿De qué? No voy a hacerte daño. Te tengo pillado bastante el punto, sé lo que aguantas y lo que no.

–¿Y si no me gusta?

–¿Qué, una práctica o una zona? Me dices que no y paro al momento.

–¿Y si no me gusta... en general?

–Esto te está gustando, ¿no? ¿Qué no te va a gustar entonces, tener orgasmos?

Nameless parpadeó en la oscuridad. No, tampoco era aquello.

–¿Y si... no quiero estar tan vulnerable contigo?

–Jah, pero si ya lo has estado un montón de veces.

–¡Y no me gusta!

–Pero ahora quien manda eres tú.

–¿Eh?

–Cuando te estrangulo, ¿sirve de algo que digas que no? No, sabes que te llevaré hasta el punto justo que puedes aguantar. Pero ahora es diferente, me dices que no y lo dejo.

Nameless se paró a analizar aquello. Sí, era cierto.

–Y si me dices que haga algo, lo haré –añadió Roca–. ¿Algo más en ese jaleo que tienes de cabeza?

–Una historia... –murmuró–. Lo siento, pero... necesito una historia en la que pensar.

–¿Una fantasía? Vale. ¿Por qué lo sientes?

–Porque... no me vales... sólo tú.

–Bah, ya sé que no te atraigo yo. Pero igualmente mis manos pueden hacer que te corras. A ver, una historia... Un personaje simple y que te desee de forma pura...

–Que tampoco hace falta que pierdas el tiem-

Roca le subió la mano del cuello a la boca para impedirle terminar el autosabotaje.

–¿Sabes? –le dijo al oído–. Tener un cuarto de Darkheart se nota cuando alguien está más salida que la torre norte. Olfateamos las feromonas... –susurró bajando por su cuello rozando con los labios hasta posarlos en la curva. Nameless puso los ojos en blanco y se le aceleró la respiración, que tuvo que gestionar íntegramente por la nariz– ...y nos ponemos a mil –habló sin separarse ni un milímetro, rozándole con los labios y echándole el aliento en el hombro–. Necesitamos dar placer, todo el que haga falta, hasta que tengas todos los orgasmos que necesites. Es como una fiebre –aseguró afianzando la mano del vientre–, no no se pasará hasta que bajen tus feromonas –terminó mordisqueándole el cuello.

Nameless subió sobresaltándose, de desmontó con un estremecimiento brutal y descubrió que aún se podía mojar y calentar más.

–¿Es... es el personaje? –preguntó Nameless quitándose la mano de la boca, aunque sospechaba que deseaba chuparle los dedos por algún motivo nada claro.

–Sí, pero es prácticamente cierto. Es un rollo Darkheart real y algo me afecta. ¿Te vale?

–Puede... –contestó sin soltar la mano, que le parecía tan grande, caliente y poderosa...

–Céntrate en eso, porque no se me va a ir la fiebre hasta que te corras –prometió volviendo a mordisquear.

Nameless hizo un esfuerzo en centrarse y no distraerse con inseguridades. Después se armó de valor y bajó la manaza hasta su pecho. Roca se lo acarició por encima de la camisa, que ahora era un trapo abotonado que se iba escurriendo. Acarició suavemente y fue aumentando la intensidad según fue notando la respuesta. Nameless se quedó sin respiración por la electrocución de placer.

–Gime –le dijo Roca, prácticamente le rogó, como si su rollo Darkheart le hiciera necesitarlo como respirar.

Nameless notó cómo le rozaba un pezón y emitió un gemidito, que se tradujo en Roca tocándola con más pasión. La camisa desgarrada se escurrió hasta el suelo y el gemido fue profundo cuando sintió las manos directamente sobre la piel de sus pechos.

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*se oculta tras un muro*
*puede saberse dónde está porque echa humo*

Pues... ejem e///e

Que si os molan estas escenas, sabed que en Patreon tengo el tier6 dedicado a escribir relatos cortos que quedaron cortados (valga la redundancia) en la línea principal, o sea ésta. O que escenas calentorras que directamente fueron omitidas pero se sabe que ocurrieron.
Aunque a veces se me va la pinza y me pongo a contar cómo se conoció cierta pareja de profesoras *silba disimuladamente*

Ajem </////<
Pues, si os mola que escriba estas cosas, y otras cosas, apoyadme en Patreon [www.patreon.com/Cirkadia]

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