22. Información delicada V (143)


Cuando despertó, Nameless descubrió que había sobrevivido a la noche, pero que estaba terriblemente cansada. Le hubiera encantado arrebujarse y dormir unas cuantas horas más, pero la Enfermería era un lugar muy expuesto y luminoso ahora que amanecía.

–Vete levantándote, Sinister –le ordenó Karla después de hacerle un rápido examen para comprobar que todo iba bien con el chaval que se había drogado a la primera de cambio para ir a hablar con la Muerte.

Ah, sí... la Muerte. Nameless se incorporó con pesadez, confirmó que seguía doliéndole el hombro y le dio un toque a Virginia para que se fuera espabilando mientras ella se miraba debajo del camisón para averiguar cómo estaba su herida. Seguía teniendo una pinta horrible, pero ya no parecía que fuera a pudrírsele el pecho.

Karla se acercó cuando se estaba terminando de vestir y le tomó una muestra de sangre casi sin avisar.

–Estás fuera de peligro, pero eres tan floja que no me fío –dijo tendiéndole una pastilla y un vaso de agua–. En cuatro horas vuelve y... No, mejor coge esta otra pastilla, tómatela dentro de cuatro horas y vuelve después de la última clase.

–Vale –aceptó después de tragarse una pastilla y guardarse la otra–. Gracias –musitó.

Karla no respondió y fue a echar a Sinister de la camilla.

–Vamos, Virgi, a ver qué nos echa este día encima.

–¿Desayuno? –propuso ella con los pelos revueltos.

–Pues sí, espero que empiece echándonos un buen desayuno –asintió y se dirigió hacia la salida de la Enfermería arrastrando los pies. Empezar el día cansada no era buen plan–. Karla, ¿puedo tomar drogas con la medicación?

–Tú verás –contestó mientras arrastraba a Sinister como si fuera un cadáver.

–¡Drogas no! –le reprochó Virginia.

–Hablo de un café especial de Jeff, que me dé un poco de energía –les aclaró a ambas.

–Vale, pero recuérdale que estás convaleciente y que no se pase echándole polvos blancos –recomendó dejando a su compañero de curso tirado en el pasillo.

–¿Posibilidades de que esos polvos blancos sean azúcar? –murmuró cuando Karla les hubo cerrado la puerta de la Enfermería–. En fin... –suspiró y se acuclilló junto a Sinister–. ¿Estás vivo o te has ido con la Señora de Rojo?

Él murmuró algo que sonó a "no suerte" con la boca pastosa.

–Virgi, ¿me ayudas a llevarlo? También le vendrá bien un café especial de Jeff.

La idea de Nameless era levantar al chico entre las dos y llevarlo medio a rastras, pero Virginia lo cogió en volandas y lo llevó ella sola.

–Tú no necesitas café especial –consideró Nameless siguiéndola arrastrando los pies.

–––

Furia estaba todavía en pijama cuando aporrearon la puerta de su cuarto. Por lo visto, iba a tener otro día de mierda en la Academia. Abrió antes de que Panocha tirara abajo la puerta, aunque casi la derribó a ella al entrar como una tromba sin permiso.

–¿Pero qué...? –masculló ella.

El profesor que más inquina le tenía estaba muy concentrado examinando las paredes como para explicarse.

–¿Qué pasa? –preguntó Furia.

–¿Qué hiciste anoche, Diana? –interrogó Panocha.

–¿Aparte de dormir?

–No te hagas la listilla. ¿Qué hiciste?

–No sé de qué hablas.

–No te hagas la tonta.

–No me hago la lista ni la tonta.

–Y a mí háblame con respeto.

–¿Lo dice el que ha entrado sin saludar ni pedir permiso? –intervino Mantis, apoyada contra el marco de la puerta.

–No seas metomentodo, Mantis. Una vez más, nadie te ha pedido tu opinión –le espetó panocha.

–Has hecho que sea incumbencia de todo el piso a pegar gritos a estas horas –contesto ella muy serena–. Y quiero saber por qué mi amiga está siendo sometida a un interrogatorio. ¿Qué clase de amiga sería si no me interesara?

–Una buena alumna.

–¿Una buena alumna lobotomizada? –propuso con una sonrisilla.

–¡MANTIS, LÁRGATE!

–Capitán Panocha –dijo Furia, inspirando hondo para contener la rabia que la inundaba ya de buena mañana–, dígame qué está buscando en mi cuarto.

–He recibido quejas de que anoche hiciste un ruido tremendo –acusó él. Vaya, tampoco estaba teniendo un buen empezar de día, a juzgar por cómo tenía hinchada la vena de la sien. Qué pena.

–Pues yo no he recibido quejas.

–Porque se han dirigido a mí –contestó apuñalándose el pecho con el pulgar–, como debe ser.

Furia se tragó el "chivatos de mierda".

–Igualmente, no sé de qué se han quejado –mintió con toda la naturalidad que pudo, aunque estaba segura de que no llegaba a la altura de Mantis.

–Dicen que sonó como si hubieras roto una pared –acusó inclinándose sobre ella aprovechando que era mucho más alto–. ¿Qué te tengo dicho de romper propiedades de la Academia, Diana?

Furia se imaginó reventándole la cara.

–Que sólo pueden hacerlos los chicos que te caen bien –contestó Mantis descarada.

–¡Que te largues! –ordenó Panocha empujando la puerta con fuerza e intención de estampársela a Mantis en la cara, pero ella adelantó un pie, contra el que chocó la puerta, que rebotó y golpeó al profesor en el hombro.

–No he roto nada –respondió Furia antes de que el profesor arrancara la puerta en un arrebato de frustración–. ¿O ve algo roto?

Refunfuñando, Panocha echó otro vistazo por la habitación, hasta se puso en pose de hacer flexiones para mirar bajo las camas. Pasó la mirada unas cuantas veces por encima del arreglo de Veda.

–Un jarrón roto se puede esconder, pero una pared rota no –señaló Mantis.

Panocha gruñó y aceptó dejar de buscar.

–Te estoy vigilando –advirtió hostil a Furia.

–Ya me he dado cuenta –respondió ella con sequedad.

–Tanto que quieres ver cosas que no hay –añadió Mantis.

El profesor pretendió salir tal como había entrado: como una tromba y llevándose a alguien por delante, pero Mantis lo esquivó como si bailara.

–Gracias –murmuró Furia cuando se quedaron solas.

–De nada, siempre es un placer llevarle la contraria a Panocha –contestó Mantis sonriendo.

–Sí, bueno, se lo decía a Veda –aclaró Furia, señalando con el mentón a la muchacha que se había asomado una vez había pasado la tormenta.

Su amiga de la infancia sonrió un poco y no respondió, seguramente para que nadie desde el pasillo pudiera escuchar por qué le estaba agradecida.

Furia iba a cerrar la puerta para vestirse cuando se le coló Apolo, que torció una mueca de suficiencia mirando justo el boquete arreglado. O eso parecía, porque con sus eternas gafas de sol era complicado saberlo.

–¿Ahora qué quieres tú? –le espetó Furia.

Él avanzó hasta el arreglo invisible y le pasó los dedos por encima. ¡¿Cómo lo veía el cabrón de él?!

–¿Quién ha hecho esto? –quiso saber Apolo.

Veda se quedó pálida y Mantis cerró la puerta para mantener en secreto la conversación, aunque antes se le coló también Aderyn.

–¿Es cosa tuya, Ångström? –le preguntó Apolo a Veda y ella se delató desviando la mirada–. Es bastante bueno, parece que engañas a todos –consideró serio.

–Pero no a ti –rumió Furia.

–No. ¿Y a ti qué te ha pasado en el otro brazo? El derecho no estaba así cuando te eché la crema.

Ella se miró el antebrazo, al que no se le notaban nada más que arañazos gracias al espray cicatrizante con maquillaje.

–Ah, sí, que hueles la sangre –le soltó ella, mosqueada porque no les dijera cómo veía cosas que los demás no.

Apolo hizo ademán de darse media vuelta y salir dando un portazo, pero Aderyn abortó su dramática reacción.

–Es una broma, tío –le aseguró–. Por lo que dije yo anoche.

–Ya sé que es por eso –siseó el joven médico encabronado.

–Pues inspira hondo. Apo no me deja decir por qué ve cosas que otra gente no, así que...

–Así que te callas –le ordenó con dureza–. Anoche, después de que vinieras a nuestro cuarto, tuviste una pelea aquí. Supongo que con la misma de siempre –le dijo a Furia con serio tono detectivesco.

–Sí –respondió ella de mala gana.

–¿Fallaste? –preguntó él señalando el arreglo invisible.

–Si no hubiera fallado, habría sesos en el techo.

Apo hizo una breve mueca de apreciación.

–¿Eres su nueva obsesión o qué?

–Algo así.

–¿Algo así qué? –interrogó.

Pero Furia no pensaba darle más respuestas a alguien que se andaba con secretos respecto a sus habilidades especiales.

–¿A Darksy le gusta Furia? –le preguntó Aderyn con un susurro bien audible a Mantis.

–Le gusta como novia para su prima –le respondió Manris en el mismo volumen.

Furia puso los ojos en blanco y resopló hastiada.

–¿Te refieres a la prima que no es Tess? –continuó Aderyn como si estuvieran cotilleando a solas.

–Sí, la que no te ronda a ti.

–Entonces todo queda en familia, ¿no? –propuso alegremente el motorista temerario.

–¡Cállate! –le espetaron al unísono Furia y Apolo.

–Pero que pareja más guapa de gruñones que hacéis –se burló Mantis.

Apolo decidió pasar de ella.

–Teniendo en cuenta hasta dónde te llegan las heridas y la forma... –observó algo que sólo él veía– ¿atravesaste la pared?

Furia asintió malhumorada. ¿Iría a echarle una bronca aquel capullo?

–¿Y qué te has echado para tenerlo ya así? –continuó preguntando Apolo y miró por la habitación, reparando en el bote sin pegatinas–. ¿Esto? –quiso saber cogiéndolo y le quitó el tapón para olerlo–. Regenerador con maquillaje de Harpy, ¿no?

–Sí... –contestó, atónita porque supiera lo que era, pero más aún porque por lo visto no le parecía mal.

–Apo, si no usa sus propias mezclas, usa mucho de Harpy –le informó Aderyn al verle la cara–. La verdad es que es de lo mejorcito.

–Sí, pero últimamente tiene tanta mala fama... –musitó Veda.

–Sí –contestó Apolo secamente dejó el bote en su sitio–. Buena idea la de quitarle las pegatinas –apreció yendo hacia la puerta.

Aderyn se llevó las manos teatralmente a las mejillas y apretó al tiempo que abría la boca, emulando a cierto cuatro con pánico frente al nuevo siglo o a un chaval solo en su casa.

–Apo diciéndole a alguien "Buena idea" –exclamó como si acabara de ser testigo de un hecho excepcional.

–Que no me lo escuches decir no significa que no lo diga, sino que todas tus ideas son pésimas, idiota –le replicó Apolo–. Luego hablamos –advirtió, prácticamente amenazó a Furia.

–¿Por qué? –le respondió ella en el mismo tono.

–¿Qué te parece porque una chupasangre está en tu cuarto todas las noches? –le siseó hostil y salió airado.

–Eso es que le has caído bien –le tradujo Aderyn sin perder la sonrisa y salió también al pasillo.

–¿Pero qué pasa con ese tío? –exclamó Furia aturdida.

–No sé, pero yo también creo que le has caído bien –opinó Mantis–. Ey, le ha gustado tu arreglo –añadió para Veda dándole unas palmaditas en la espalda.

–Sí, pero me pregunto cómo lo ve... –musitó Veda mirando la pared que, tanto a simple vista como examinando de cerca, parecía perfecta.

–––

–Ya estás bien –preguntó Roca con su habitual tono de afirmación, incluso de orden.

Pero Nameless se fue al suelo cuando su Capitana le dio una palmada en el hombro herido.

–Joder... no... –contestó tirada con lágrimas en los ojos por el súbito dolor–. Sólo viva...

Roca resopló y la puso en pie tirando del brazo bueno.

–Floja –suspiró.

–Sí... ¿Me dejas tomarme un café de Jeff?

–Sí, será lo mejor –aceptó su Capitana, resignándose a que no hubiera entrenamiento matutino.

El café especial no le quitó el dolor, pero sí que le dio energía y ánimo para tirar adelante con otro día que podía resultar letal. A Sinister lo despertó suficiente como para que abriera los ojos. El café también le vino bien a Nameless para no dormirse en la clase de Discursos después de la mala noche que había tenido.

–––

–Killgore, lea –indicó Elner después de haberles soltado una buena chapada.

–Yo no puedo leer esta memez –se rebeló él.

–Alguien tiene que leer la parte del héroe –argumentó la profesora.

–Léalo usted –propuso Ébola.

Elner suspiró y repasó las caras hasta encontrar la única que no la rehuía ni tenía pinta de ir a negarse. Bueno, había dos, pero no sabía todavía cómo tratar a Virginia Kramer.

–¿Nameless?

–Vale –aceptó la alumna.

–¿Sí? –cuestionó Eisentblut.

–No sé, por si alguna vez tengo que hacerme pasar por heroína –murmuró encogiéndose de hombros y mirando de reojo a la heroína presente–. Aunque es bastante irrisorio –añadió para posicionarse con el resto de la clase. Inspiró hondo, se puso recta y hasta sacó pecho–. ¡Estáis atrapados! –proclamó comenzando con la interpretación–. ¡No tenéis escapatoria! ¡Rendíos y se os dará un trato justo!

Nameless le puso toda la intención y fuerza, pero el resto de la clase se lo tomó a chufla.

–No es así –intervino Virginia y cogió el papel de la chica con la que compartía pupitre–. Os reís porque no es así.

–¿Y cómo es? –retó Eisentblut pese a que Nameless tenía cara de querer llevar la conversación en otra dirección.

–¿Puedo? –le preguntó Virginia a Elner.

–Eh... sí, como quiera –contestó la profesora sin saber qué esperarse.

La alumna de intercambio se puso en pie, muy tiesa, y cerró los ojos un momento para dedicarles después una mirada altiva y fría. No habló al momento, sólo miró en serio silencio, una por una, todas las caras presentes. Pocas personas le aguantaron la mirada, Elner se removió incómoda.

–Como podéis ver, estáis atrapados –arrancó al fin y algunos hicieron muecas sarcásticas por lo de estar atrapados–. No, no hay escapatoria –añadió y hubo un deje un sádico tanto en su tono como en la pausa–. Dadme lo que quiero, que sabéis bien lo que es... –les mantuvo la mirada otro poco– y se os dará un trato preferente.

Su pausado discurso no fue seguido por chuflas. Pese a estar en una clase bien iluminada y sin más restricciones que una puerta y unas ventanas cerradas sin pestillos, toda la clase se había sentido en un aprieto. Hasta Eisentblut tenía cara de haber captado el mensaje.

–Eso ha sido totalmente K... –empezó Kilgore y fue interrumpido por una hoja lanzada como un cuchillo por parte de Nameless–. ¡Au!

–Ha sonado como una heroína con el que andarse con cuidado y tomar en serio –terminó Nameless taladrando con la mirada a su compañero para que no se atreviera a decir el apellido–. Digo yo que no todos serán irrisorios.

–Y después... –continuó Virginia volviendo a su tono suave habitual– la gente se echa a llorar –musitó sentándose y en sus ojos comenzaron a transparentarse los horrores que habría visto.

–¿Llorar? –cuestionó Eisentblut–. Yo le mandaría igualmente a la mierda.

–Yo no le daría la oportunidad de llegar a decirlo –añadió Morilec.

–Eso es verdad –murmuró Virginia, saliendo de los horrores de su mente al planteársele otros escenarios.

Elner decidió llevar la clase por senderos menos conflictivos y, al terminar, llamó a Nameless a su mesa, aprovechando que Virginia estaba entretenida probando unos aperitivos de Jeff Xanthidae.

–Nameless, ¿sabe algo sobre la ascendencia de su nueva amiga?

–Eh... no –reconoció su alumna estrella con vergüenza.

–No es propio de usted permanecer desinformada. ¿Qué le parece si después de las clases la pongo al día?

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Qué martes más precioso vamos a tener con esta arrancada~

¿Os ha molado ver cómo empiezan en día tanto en el Insti como en la Academia? =3

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