21. Tentación vampírica VIII (133)
–¿Tu... cara? –repitió Roca y le flojeó la sinuosidad vampírica–. Es como si hubieras intentado pintarte la cara tres veces y cada vez hubieras fallado más –opinó sin compasión.
–Es mi cara –repitió Virginia sin perder confianza.
Nameless se salió de su papel y se acercó a ella sin la tensión ni la rectitud marcial. Sí, era como si hubiese intentado pintarle los labios a otra persona, tres veces y con colores distintos. Una de las veces casi había acertado, pero las otras se le había ido para las mejillas y el mentón. Lo mismo había pasado con la raya del ojo, una casi acertaba y las otras casi se le iban para el pelo. Aparte de eso, había muchas luces y sombras en lugares inesperados. Pero, con un poco de imaginación y buena intención, se llegaban a ver las tres caras superpuestas y descolocadas.
–Sabes que tienes una voz que detesto, ¿verdad? –le preguntó con miedo de desencadenar otra crisis.
–Yo también –musitó Virginia con mirada esquiva.
–¿Y... es ésta? –quiso saber Nameless señalando una marca de pintalabios hecha con trazos oscuros, gruesos y angulosos; era la que estaba más alejada del objetivo.
–Sí...
–Vale... No tengo claras las otras dos... pero te veo. Veo tu cara –asintió.
–Interesante –consideró Pérfida Bohém–. Tanto por parte de Virgi, como por vuestra parte. ¿Te sientes cómoda con la idea de ser una Sin Nombre de Mil Caras?
Nameless se cuadró en el acto.
–Es un camino que me interesaría probar, Señora –contestó con contundencia, como había visto en las películas.
–Uy, qué raro me resulta que te refieras a mí como "señora" –consideró la profesora de buen humor.
–Disculpe, Señora. ¿Preferiría otro tratamiento? ¿Cuál sería su rango militar?
–Me gusta que sigas siendo de respuesta ágil en este estilo también.
–Gracias, Señora.
–Ojalá tuviera la lengua ágil siempre –intervino Roca.
–Capitana –reprochó Nameless saliéndose del papel.
–¿Qué? No he dicho nada en concreto.
–A veces te saco de quicio respondiéndote, así que te tienes que estar refiriendo al otro uso, con el que no estoy nada cómoda.
–Quejica...
–Y esta vez ni siquiera la tengo kilométrica –añadió para meter una cuña humorística, ya que se había dado cuenta de que había reprochado a Roca en público.
Hubo algunas risitas y a Nameless se le caló la gorra un poco más hacia adelante de la vergüenza.
–¿Y cómo te encuentras tú en este estilo, Eisentblut? –se interesó Pérfida Bohém.
–Estas uñas postizas son una mierda para luchar –contestó Roca con desdén y Nova hizo una mueca como si pidiera perdón por habérselas puesto–. Es lo que tiene que no sean retráctiles... –consideró mirándoselas.
–¿Y qué opinas del resto?
–¿De la ropa y el maquillaje? Que lleva tiempo y es un poco engorro para pelear... Pero no tengo ningún problema para llevar escotazo sin sujetador y rondar a la gente para ponerla nerviosa. Aunque es un estilo que da muchas vueltas para mi gusto, se pierde mucho tiempo.
–Me gusta eso, que trabajéis estilos, os desencasilléis y exploréis vuestro interior para encontraros. Esas cosillas.
–Qué vampira más rara pareces –acudió a incordiar Killgore.
–¿Lo dices porque tan pronto puedo comerme unos coños y hacerlas gritar de placer –propuso Roca haciendo una V con los dedos para pasar la lengua sinuosa entre ellos mientras todo su cuerpo ondulaba– o arrancarte el cuello de un zarpazo, gilipollas? –terminó cerniéndose hacia adelante con repentina hostilidad.
–Supongo –contestó él logrando no retroceder por lo primero ni, sobre todo, por lo segundo–. Extraña mezcla.
–¿Has visto alguna vampira en tu vida? –le espetó ella.
–Alguna, las que viven en mi ciudad –reconoció Killgore.
–¿Y cómo son, como las de las películas? Estás tan jodido como los héroes.
–Eh, no te pases –se ofendió él–. Lo que pasa es que las que hay en mi ciudad son de otro rollo, joder. La ciudad entera tiene un rollo propio.
–Pssé. Y, por cierto, ¿de qué mierdas te has maquillado tú?
–Es cyberpunk, gilipollas –respondió él, resarciéndose de la que se acababa de comer.
Roca quiso responderle con violencia física, pero, efectivamente, las uñas postizas no retráctiles eran una mierda para intentar agarrar a alguien o cerrar un puño. Nameless se desentendió y fue a decirle a Virginia que, si quería, podía quitarse la pintura de la cara.
–Vale –musitó y empezó a lavarse.
Nameless fue a hacer lo mismo y a cambiarse de ropa para recuperar la suya gris oscuro y con capucha.
Después fueron a clase de Mascotas.
–Ludo, Jeff, os presento a Virgi –les dijo mientras iban camino al exterior.
–Sí, ya escuché a Darkheart –contestó el científico.
–Encantado –contestó, por otro lado, el cocinero, tendiéndole la mano; pero Virginia estaba mirando a otra parte y no se dio por aludida, por lo que él se encogió de hombros y bajó la mano–. ¿Entonces va a quedarse aquí una temporada?
–De momento... sí –musitó Nameless mirando de reojo a la invitada, por si saltaba con que tenían que irse ya.
–Tenía curiosidad, pero como Darksy dijo que no agobiáramos...
–Sí, hay que ir con cautela... Eh... me gustaría pediros un favor, pero no sé si sería posible.
–Dinos –dijo Jeff alegremente.
–No sé con quién dejarla después de la comida... ¿Podría quedarse con vosotros un rato?
–¿Por qué? Ah, que no quieres llevártela con Kill, claro.
–No. Supongo que reaccionaría mal...
Virginia se giró de repente, como si hubiera pillado el hilo de la conversación.
–Oigo animales raros –exclamó. No, no había pillado el hilo, pero al menos estaba en el mismo plano existencial, porque tenían delante el hangar de los secuaces no-humanos.
–Sí, ahora tenemos clase con animales –confirmó Nameless–. Ven, te presentaré a Atenea, la lechuza de la que me he hecho amiga.
Resultó que Virginia se llevaba estupendamente con animales de todo tipo. Atenea comió de su mano a la primera y el imponente perro lobo con el que trataba Killgore era un perrete alegre con ella. El chaval se quedó atónito mirando cómo su peligroso cánido abrazaba a Virginia, siendo casi más grande que ella, y la muchacha lo acariciaba encantada.
–¿Pero qué es, una de esas princesas que cantan con los pájaros? –preguntó Killgore cuando la vio pasar a las urracas y las aves se le posaban en las manos y antebrazos de los brazos extendidos, sin robarle nada. Aunque Virginia no tenía nada que ser robado, tan sólo llevaba el eterno camisón y unas zapatillas viejas, y lo único que le brillaba, a veces, era los ojos color miel, con los que encandilaba a los animales.
–¿Cómo diablos lo hace? –inquirió el profesor Kërmil, más estupefacto que nadie–. A mi entender, los Kr-
–No diga ese apellido –se lanzó a interrumpir Nameless–. Por favor, señor. No le sienta nada bien.
–A nadie le sienta bien escuchar ese apellido. ¿Hemos de asumir que ha heredado este don por parte de madre?
–No lo sé, señor –contestó ella.
–¡Cuidado con...! –fue a advertir el profesor, pero los supuestamente peligrosísimos y carniceros conejos seguían siendo pompones en torno a Virginia–. Fascinante, esto es todo un "Veni, vidi, vinci" –consideró.
Después de la exitosa clase de Mascotas, fueron al Comedor. Nameless consiguió que Ludo y Jeff se sentaran en las costas de China. Hubo algunas quejas por ello, pero siendo la Subcapitana de Eisentblut todo era posible. Sobre todo con Sica estando siempre cerca.
–¿Cada vez gente o qué? –inquirió Roca al llegar de su clase de Guerra.
Nameless se planteó contarle sus plan de dejar a Virginia a cargo de Jeff y Ludo, sobre todo de Jeff, pero arrancó con otra propuesta.
–¿Algún problema con ampliar el imperio? –preguntó con suavidad.
Roca le dedicó una miradita de las suyas, que no dejaba claro si le parecía buena idea o si después iba a ponerla en su sitio; es decir, ponerla debajo de su cuerpo y con el cuello estrangulado.
–Pero supongo que los habrás traído por algo en concreto, ¿no?
Nameless no supo cómo planteárselo cuando todavía no sabía si Virgi haría lo que ella quería, o si Jeff se negaría por ser mucho jaleo.
–No quiere que vaya con vosotras –se chivó Virginia, demostrando que había prestado atención, o que le había leído la mente con su poder–. Quiere que me vaya con ellos.
–Ah, que no te la quieres traer a las torturas –cayó en la cuenta Roca.
–Claro que no –exclamó Nameless.
–Pero tú vas a ir –acusó Virginia.
–Claro... que sí –le contestó perdiendo la fuerza.
–¿A que te torturen? –preguntó levantando un poco la voz.
Pues nada, allí se acercaba otra crisis si no la atajaba pronto.
–No... –respondió a media voz y supo que Virginia es taba a punto de gritarle que mentía–. A ver, sí, se supone que la clase va de eso, pero yo he decidido verlo de otra forma. Voy a endurecerme, pero... no como diría Roca. Creo.
–¿Ah, no? –inquirió la aludida.
–Bueno, es que mi propósito, en todo caso, es poder aguantarlo todo y así poder ayudar a quien lo necesite.
–Agh –se asqueó Roca–. So cursi.
–Ayudar... –repitió Virginia como si hubiera descubierto un mundo nuevo.
–Sí –asintió Nameless, procurando no flojear por el desprecio de su Capitana–. Ya sé que me quieres proteger. Pero el caso es que si la gente... esa gente mala, viene a por ti, pienso defenderte con todo lo que tenga, y me gustaría que fuese lo más posible. El viernes pasado aguanté muchísimo más de lo esperado gracias a que había practicado el aguantar la respiración bajo el agua, así pude ayudar a Sica.
–También te benefició el que te medio convirtieras en un monstruo –gruñó Roca, que seguía sin estar contenta con aquella actuación.
–También –aceptó Nameless–. El caso es si vienen a por ti y... me golpean para apartarme, quiero poder ponerme en pie, devolverles el golpe y ayudarte.
–¿Por... mí? ¿Quieres ir a esa horrible clase a la que le tienes tanto miedo... por mí? –preguntó Virginia espantada.
–Bueno, no sólo por ti. Por toda la gente que me caiga bien o con la que me sienta identificada y necesiten ayuda.
–¿Te tengo que recordar que estás en el Instituto del Mal, no en la Academia de los Héroes? –señaló Roca con dureza.
–¿No habíamos quedado en que ayudar y proteger no es exclusivo de héroes? –le respondió Nameless–. Si ayudo a Nova cuando la persigan por rajar violadores... ¿qué soy?
–Ya, pero suenas como una luminosa heroína, y eso que lo tuyo es la oscuridad –gruñó su Capitana.
–Puede que en realidad sea una heroína –opinó Virginia y Roca gruñó gututal, porque que lo dijera la invitada lo convertía en verdad–. Pero no una que admita la Academia. No sin... –la voz se le murió cuando comenzaron las convulsiones.
Nameless la abrazó, frente contra frente, al verla escurrirse en los recuerdos terribles que le habrían roto la mente. Percibió cómo disminuía la luz y supuso que estaría conjurando un manto de Oscuridad que Arropa. Virginia se fue calmando poco a poco.
–Oye, Jeff, no tendrás galletas ricas o chocolate resucitamuertos, ¿no? –quiso saber Nameless cuando la invitada recuperó un ritmo natural de respiración–. Puede que ayude a que no se quede ida.
–¡Voy! –contestó el cocinero y salió corriendo.
–Pero si es mucho más manejable si se queda ida, la puedes aparcar en cualquier sitio y no necesitas buscar quién la cuide –opinó Roca y el codo de Nameless salió despedido hacia atrás. Obviamente, no le hizo ningún daño a su Capitana en el costado–. ¿Y ahora qué? –la retó retorciéndole el brazo a la espalda.
–Deja de decir que la prefieres como un mueble –ordenó crispada y Virginia hizo un ruidito, como si le doliera la cabeza y las discusiones lo empeoraran.
–Claro que la prefiero como un mueble. Y a Morilec fiambre y a ti a mis jodidas órdenes –le gruñó, forzándole un poco más la posición del brazo.
–Mentira –susurró Virginia desde allí donde estuviera.
–¿Cómo que mentira? –se envaró Roca.
–Supongo que lo mío será cierto –intervino Sica–, pero lo demás...
–¿Cómo que lo otro no?
–Claro que no. Deja de decir mentiras, es patético –le aseguró Morilec.
Por suerte, Jeff no tardó en volver con un táper.
–Tomad, pastelitos –ofreció–. A ver qué os parecen, que he cambiado un poco la receta casera.
Nameless cogió el primero para demostrar que no había peligro. También tuvo que coger para Virginia, ya que se había quedado en un estado en el que, como mucho, se mantenía erguida y señalaba vagamente las mentiras. La invitada comenzó masticando con apatía, pero su mirada se encendió a medida que degustaba.
–¿Rico? –quiso saber Jeff.
Virginia tragó y asintió, mucho más viva. Miró de reojo el táper.
–¿Quieres más? Coge, coge. Si me halaga que os gusten tanto como para volver del Más Allá.
–Gracias –le susurró Nameless cuando Virginia recuperó el habla por completo.
–––
Mientras, en el Comedor de la Academia, Furia no paraba de echarle vistacitos a Sarah para saber cómo estaba después de lo ocurrido la noche anterior. La miró hasta el punto en el que se dieron cuenta en la mesa donde se sentaba su objetivo, y ahí ya se cortó.
–¿Pero qué te pasa con ella? –curioseó Mantis, que se había dado cuenta a la primera, por supuesto.
–Nada –gruñó sin levantar la mirada de su plato.
–¿Cómo que nada? Hasta ayer nunca la habías mirado y ahora... ¿Qué, de repente te gusta? –canturreó para picarla.
Furia le gruñó más abiertamente, pero no cayó en la trampa de justificarse. No le parecía bien ir difundiendo lo que había ocurrido, ni siquiera a Mantis y Veda, al menos sin el consentimiento de la involucrada. Pero Sarah parecía tan lejana durante el día, rodeada de las chicas y chicos populares. Al fin y al cabo, era la compañera de cuarto de Regina Kuura, prácticamente una famosa porque su madre era presidenta de una importante compañía y, además, era perfecta en todo, por lo visto. Sarah no era para tanto, pero se adaptaba y era aceptada en la cuadrilla de los populares, que se sentaban tan lejos del trío de raritas problemáticas que eran ellas... Pero, jah, ¿qué dirían aquellos populares si supieran lo ocurrido en los baños? Seguramente a Sarah se le acabaría el chollo y la llamarían de todo...
–Sabes que terminaré averiguándolo, ¿verdad? –insistió Mantis.
–Supongo... –murmuró con desgana–. Pero me gustaría que ella opinara antes.
–Oh, bueno, si quieres hablarlo con tu nueva novia antes de hacérnoslo saber...
Furia siguió comiendo y, nada más terminar, salió del Comedor porque su falta de sutileza les había dado a los populares capullos la excusa para hacerla blanco de sus pullitas. Para cuando salió al pasillo ya la habían cabreado hasta el punto de que le dio un puñetazo con la mano desnuda a una pared y le reventó la capa de yeso hasta los ladrillos. "Ups", pensó después y se alejó rápidamente del boquete, antes de que alguien pudiera relacionarla con los desperfectos.
–Ey –escuchó que la llamaban a la espada y no reconoció a sus amigas, por lo que lo que temió que fuera por lo del puñetazo–. Espera, quiero hablar contigo –por suerte, era Sarah–. Creo que deberíamos hablar, eh... de lo de anoche y de lo que...eh... vas a hacer al respecto.
–Lo mismo te digo –contestó Furia–. Pero vamos a un sitio donde no nos espíen –advirtió y se refería a Mantis, que las había perseguido con sigilo. A los segundos llegó Veda corriendo–. A no ser que no te importe que ellas lo sepan.
–Eh... ¿Tú crees que lo entenderían? –dudó Sarah.
–Mantis sí. A Veda seguramente le dé miedo.
–¿A mí me gustaría y a ella le daría miedo? –repitió Mantis–. Oyoyoy, ¿habéis sido traviesas? Aunque no puede ser que seáis novias, porque eso Veda también lo entendería –apuntó con algo de seriedad.
Fueron a una clase vacía para que nadie las escuchara.
–¿Qué les has dicho a los de tu mesa para venirme detrás? –quiso saber Furia–. Porque les he escuchado especular y como para ellos soy una terrible lesbiana...
–Pues... espero que no te importe, pero les he dicho que vas a ayudarme con el entrenamiento físico –contestó algo avergonzada–. Supongo que eso les dará para mucho cachondeo, pero es verdad que necesito ayuda, el año pasado suspendí con Panocha, y tú eres la chica más fuerte de la Academia...
–Y de los chicos también –corrigió hostilmente orgullosa–. Y lo demostraría si no les aterrara enfrentarse a mí –prometió con oscuridad.
–Eh... sí –concedió Sarah–. Y como te he visto entrenando a ese chico de vuestro curso... pues ha sido la mejor respuesta que se me ha ocurrido...
–Sí, sí –aceptó Mantis–. Pero qué pasó anoche.
–Eh... pues que... tuve un encuentro con... –inspiró hondo– Darkheart.
–Un encuentro de... –Mantis enarcó varias veces las cejas cargadas de significado y recibió un par de asentimientos–. ¿Pero cuándo? ¿Después de que llegáramos del Salto Mortal de Aderyn?
–Sí... se quedó por la Academia y... yo tuve que ir al baño y... digamos que yo ya estaba bastante caliente cuando...
–¿Y os lo montásteis en los baños? –terminó Mantis y remató con una carcajada que avergonzó a Sarah.
–Se ríe porque ella se lo montó con un villano en los baños de las recreativas de Neutralia –explicó Furia–. Pues ahora que ya lo sabemos todas... El caso es que quiero asegurarme de que ninguna paga cara la calentura.
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Mami Furia ahora se ha puesto la misión de proteger a una más ^^
Y, de mientras, en el Instituto... nada, convivencia normal y sana (?) XD
La excusa chorra de hoy para que os hagáis mis mecenas es... *gira una ruleta* "Necesito dinero para arreglar las paredes que se van cargando Furia y Roca" *en realidad es para ella, para poder hacer cosas de persona de 30 años normal*
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