20. Planes de domingo IV (118)


Furia había encontrado el juego adecuado para en ella en ese momento, no le requería mucha concentración durante mucho tiempo. Consistía en golpear unas colchonetas en el orden adecuado y con la mayor fuerza posible, cada partida duraba un minuto. Copó las altas posiciones y dejó su nombre, pensando en regresar otro día y mirar si alguien había intentado batirla. ¿Eisentblut? ¿Killgore? No creía que el segundo pudiera, pero tenía pinta de ser de los que lo intentaba.

Buscó a Veda para preguntarle si Mantis había dado señales de vida y la terminó encontrando con medio cuerpo metido en la parte de atrás de una de las máquinas de arcade.

–¿La habéis puesto a trabajar? –le preguntó a uno de los empleados de la sala.

–Mi compañera la ha pillado mirando con intensidad y la ha animado a echar un vistazo –contestó él señalando a la mujer que le pasaba herramientas a Veda–. Se nota que tenía ganas de intentarlo –asintió–. En la Academia siguen tratando de menos a los inventores jóvenes, sobre todo si son mujeres, ¿verdad? –preguntó preocupado.

–¿Estuviste en la Academia? –se sorprendió Furia.

–Sí, puede decirse que al menos estuve una temporada –contestó misterioso.

–¿Y ella? –señaló a la mujer que estaba al lado de Veda.

–Ah, esto es lo bueno de Neutralia, que cuesta distinguir a quien se graduó en la Academia de quien lo hizo en el Instituto, de quien fue expulsado o vio que no era lo suyo, o de quien cruzó el río. Somos los que nos quedamos a medio camino. Y luego aquí nos vamos influenciado entre nosotros, así que... –se encogió de hombros–. Tenlo en cuenta, como heroína violenta que se las busca con una Eisentblut, con una amiga a quien no valoran como merece y con otra que liga con villanos.

–A mi padre le daría algo si acabo aquí –murmuró Furia.

–Sí, suele pasar –suspiró y se fue a seguir trabajando.

Furia se quedó mirando a Veda, a la parte de ella que asomaba de la máquina. En la Academia tenían una clase de Tecnología, pero básicamente consistía en familiarizarse con cacharros de empresas patrocinadoras y no montaban ni programaban nada, no al menos en aquel trimestre. Furia se aburría un poco, pero para Veda aquella clase era soporífera, ella que podía armar en un minuto chismes como los que les enseñaban, pero estaba condenada a una asignatura donde ni siquiera podía abrir los que les dejaban, bajo amenaza de castigo por dañar una propiedad de la Academia; cualquier modificación, por beneficiosa que fuera, sería considerada vandalismo. Veda tampoco podía montar nada en su tiempo libre sin supervisión de un profesor cualificado y ésos prohibían tales experimentos porque estaban fuera del temario, o porque no tenían tiempo para dedicárselo a chicas de primero, o por cualquier otra estúpida excusa. En segundo curso había una asignatura optativa en la que investigaban la tecnología, pero seguramente fueran cosas que Veda llevaba haciendo desde los diez años. Se suponía que estaban allí para aprender, pero no estaban haciendo más que lastrar el mayor talento de Veda. Y entonces llegaba la luna llena y su amiga se escapaba a inventar un arma brutal.

Veda salió de detrás de la máquina y probaron a encenderla. Ésta volvió a la vida con musiquilla alegre y colores alegres.

–¡Uala, qué bien se ve! –exclamó la empleada.

–¿Sí? –preguntó Veda humilde, pero evidentemente halagada.

–Antes tenía dieciséis colores y ahora tiene treinta y dos, con eso te lo digo todo –se carcajeó la mujer–. ¿Quieres echarle un ojo a una consola de TA3 que a veces falla y a veces no y no tenemos ni idea de por qué?

Veda dudó, pero, conociéndola, seguramente no fuera por no querer trabajar más, sino por la responsabilidad de que le confiaran una máquina tan cara. Aunque ya había arreglado unas cuantas veces las que había en casa de Furia.

–Eh, ¿estáis explotando a una clienta? –intervino el jefe, el mismo que había cortado la pelea entre Furia y Roca.

–¿Qué? No –exclamó la mujer pillada in fraganti–. Sólo le he pedido consejo.

–Pues muy buenos tienen que ser esos consejos para que la máquina esté como nueva. No, mejor que nueva. ¿Tiene más colores? –terminó alucinado.

–Ya ves, es toda una genio –declaró ella, para bochorno de Veda.

–Sí, pero, aun así, Medusa, no puedes explotar nuestras clientas. Dale una ristra de partidas y bebidas gratis y ni se te ocurra acercarla a otra máquina estropeada.

–Sí, jefe –murmuró la mujer de mala gana.

–¿Sabes? No me fío de ti. Ven conmigo, muchacha.

Veda ya se había resignado a seguirla y Furia se estaba planteando intervenir, cuando llegó corriendo el empleado que acababa de hablar con ella.

–Jefe, rápido, tiene que ver eso. Es urgente –advirtió muy alarmado.

El hombre arrugó la nariz, le dirigió una mirada hostil a la mujer y siguió al otro.

–¿Qué? ¿Le echas un ojo a la TA3? –propuso Medusa, olvidándose de inmediato de lo que le había ordenado su jefe.

–Eh... Pero no... –los ojos de Veda se escaparon hacia el pasillo por el que se acababan de ir los dos hombres.

–No te preocupes por ese gruñón, es muy "pro-reglas", demasiado pro-reglas –aseguró la mujer. Aquella tenía que haber estado en el Instituto, al menos una temporada. O no, porque hablaba como Mantis. ¿Aunque cuánto tardaría esa loca en cruzar el río o ser expulsada...?

Furia se acercó cuando su amiga dio muestras de estar pasándolo mal por la insistencia de la empleada de las recreativas pese a la clara oposición de su jefe.

–No soy más que una alumna de primero... –se arrancó a murmurar Veda– y las consolas de Total Annihilation son muy caras...

–Confío en ti –aseguró la mujer, llevándosela a la zona de las TA3–. La otra máquina la dábamos por perdida y mira cómo la has dejado.

–Ya, pero...

–¿Tú confías en ella? –se dirigió la mujer a Furia.

–Por supuesto –contestó sin dudar–. De hecho, más de una vez nos ha arreglado las consolas de TA3. Soy una bruta y les meto una caña inmensa –añadió para mayor bochorno de Veda.

–¿Las consolas? ¿Tu familia es rica o qué?

–Nos gusta mucho el TA3 en casa –se limitó a contestar Furia.

–Se nota... Oye –se volvió hacia Veda–. Para que tanto tú como el jefe estéis más tranquilos, puedo hacerte un contrato temporal para el rato que le dediques. Así tendrás seguro médico, tributarás y todos esos rollos legales. ¿Qué te parece? No vas a tener ningún problema, te lo prometo. Lo que le fastidia a mi jefe es que no estés en nómina, no nos vayan a denunciar por explotación. Eres mayor de edad, ¿no? Pues perfecto. Me pongo a ello. Ésa es la consola –añadió endosándole la caja de herramientas.

A medida que Veda se alejó de ellas y se acercó a la máquina, su expresión corporal cambió radicalmente, la chica asustada y encogida pasó a concentrarse y desplegar su curiosidad. Al minuto ya estaba desatornillando placas con seguridad y confianza. Furia no se sentía atraída románticamente por su amiga, pero eso no quitaba que la viera preciosa cuando cacharreaba con libertad, porque aquella era la verdadera Ångström y el mundo se la perdía la mayoría de las veces.

–––

–A ver, ¿qué es eso tan urgente? –preguntó el jefe entrando en la sala de vigilancia.

–Eh... Los gusanos de gominola, que se nos han acabado –contestó su empleado.

–Joder, ya sabía yo que era una chorrada para confabularte con ella –gruñó queriendo volverse, pero el joven se le adelantó y le bloqueó la salida.

–Ahora en serio, se nos han acabado esas gominolas, pero no creo que eso te hubiera parecido lo suficientemente importante.

–¡Pues claro que no! –bramó el hombre.

–Eh, inspira hondo –ordenó su empleado ante el estallido de ira–. Vamos, dime qué tienes en contra de que la chavala nos ayude con las máquinas. Y no me vale lo de la explotación, porque ya le están haciendo un contrato.

–Se supone que somos neutrales –rumió su jefe, por no gritarle.

–¿Y cómo dejamos de serlo? ¿De qué bando nos estamos poniendo: de la Academia por dar trabajo a una heroína, o del Instituto por demostrarle que fuera del sistema heroico podría ser muy respetada? Venga, mírala, está feliz –señaló una pantallita–. Tendrías que haberla visto mirarnos intentar arreglar la otra, quería ayudar pero no se atrevía a molestar.

El hombre se quedó mirando la pantallita en la que se veía a Veda trasteando con la tripas de una consola de TA3, y poco a poco fue calmándose.

–¿Qué pasa con ese grupo? –murmuró mirando también a Furia, que se encargaba de acercarle las herramientas.

–Que son mujeres –contestó el joven encogiéndose de hombros–. Imagínate que fueran tíos. Héroes buscando pelea nos vienen a patadas.

–Eh, que yo habría cortado la pelea igual, por muy tíos que fueran.

–Ajá, pero ella tal vez estaría menos rabiosa con el mundo. Se nota que es buena chica, pero que soporta unas cosas... Apuesto a que no se lleva nada bien con Panocha. Y ésta, la inventora, no es que como tío tuviera el prestigio a tope, pero como mujer, pfff, no ha mejorado mucho desde tus tiempos. Y anda que no habremos visto héroes sintiéndose atraídos por villanas.

–Mira que hacerlo en los baños... –gruñó cabreado.

–Al menos tu bronca les caló, porque éstas están aquí mientras la parejita está en el hotel.

El jefe hizo una mueca de que no iba a contentarse tan fácil, pero que tendría que dejarlo pasar.

–Ve a comprobar que le hace seguro médico, no vaya a electrocutarse –ordenó al joven–. Y después repón las gominolas.

–––

–Ey, ¿todo bien? –preguntó Full–. No te noto muy inspirada.

Mantis apartó la boca y resopló.

–Dame un momento, ¿vale? Hace tiempo que no hago esto.

–No lo digo por la maña, lo digo porque te veo incómoda. No te fuerces a hacerlo.

–No, pero... –volvió a resoplar.

–Si tienes algún problema con la práctica, lo dejamos.

–Pero tu cunnilingus ha sido brutal, te lo debo.

–Ey, ey –dijo Full recogiendo las piernas para sentarse de lado y estar más cerca de ella–. No me debes nada. Me alegro de que te haya gustado, pero eso no significa que me lo tengas que devolver con una felación.

–Agh, ¿por qué eres tan majo siendo villano?

–Tampoco te creas que todos son así, ¿eh? Supongo que yo he tenido una buena educación –argumentó encogiéndose de hombros.

Mantis gruñó pasándose una mano por la cara.

–Si quieres contarme lo que sientes... –sugirió él.

–¿No te va a cortar el rollo?

–Más me cortaría el rollo pretender follar contigo sabiendo que no estás a gusto.

Mantis hizo un sonidito que podía entenderse como "¿Por qué eres tan mono, cabronazo?" y le saltó encima para morrearlo, derribándolo contra la cama. Cuando hubo calmado su ardor, se tumbó a su lado y suspiró jugando con el flequillo despeinado de él.

–He conocido tíos horribles –empezó a relatar–, de los que piensan que soy un trozo de carne, un objeto, por ser mujer. De los que se creen poderosos y con derecho a pillar la mujer más cercana y obligarla a comerles la polla. Y he conocido tíos decentes, amables, que te tratan como una persona incluso siendo mujer –apuntó con sarcasmo–, pero que... al follar tampoco se distinguen tanto de los primeros, que convierten el follar en que yo le sirva a ellos y a mi placer que le den...

–Entiendo –asintió Full.

–Y ahora te conozco a ti... Y yo también empiezo a preguntarme dónde está la trampa, cómo puedo tener tan buena suerte y si no me irás a sacar todos los órganos cuando me duerma.

–Por favor, no me tomaría tantas molestias por unos traficantes órganos a los que no les importa si los riñones han tenido un orgasmo recientemente –contestó burlón.

–¿Entonces dónde está la trampa?

–¿En los líos en los que te vas a meter si te sigues viendo conmigo? –sugirió él.

–Pero eso sería culpa de la mierda de Academia en la que estoy, no tuya.

–Bueno... a veces soy bastante timador, en los juegos siempre hago trampas. Me viene de familia.

–¿Es verdad que tienes familia de asesinos? –preguntó sin tapujos.

–Así que ya te han hablado de eso –comentó pícaro–. No tengo sangre por esa parte, si es lo que te preocupa.

–¿Y te han enseñado algo?

–¿Algo como a matar?

–Sí.

–Claro, me han enseñado a defenderme. Aunque soy más de retirarme con elegancia. ¿Y tú, sabes matar?

–Sé luchar. Golpeando con la suficiente fuerza...

Estuvieron en silencio unos segundos.

–¿Te supone un problema? –quiso saber Full.

–¿Que tengas familia asesina? Mmmh, depende de a qué se dediquen exactamente, supongo. Pero ya te lo diré cuando averigüe algo horrible de ti.

–Bueeeeno, entre que yo soy muy blandito y tú muy bruta... puede que mis peores cosas no te parezcan tan terribles. O sí. Y lo mismo digo de ti.

Se quedaron en silencio, tumbados la una junto al otro, hasta que ella tuvo que decírselo.

–Eres tan puñeteramente mono que quiero chupártela y escucharte gemir. Pero entonces me acuerdo de todos esos tíos y... ugh.

–¿Es un asunto de dominancia? –se interesó él–. Dices que quieres oírme gemir... ¿así? –le hizo tal demostración al oído de Mantis que ella lo agarró fuerte, deseando hacerle todo lo que hiciera falta para que siguiera sonando tan excitado y vulnerable–. Sí, quieres dominarme.

–Bueno... –quiso defenderse ella.

–Si está bien, me gusta cuando es pactado. El caso es que estás acostumbrada a que, cuando se la chupas a un tío, sea siempre él quien domine.

–Sí.. me parece que es eso... –reconoció, asombrada de que Full supiera tanto del tema y lo tratara con tanta naturalidad.

–¿Te ayudaría si lo preparásemos para que yo fuera evidentemente sumiso?

–¿A qué te refieres?

Full abrió un cajón de la mesilla junto a la cama.

–No sabría si surgiría en la primera cita, pero yo por si acaso las he traído –comentó sacando un par de esposas.

–¿Quieres que te espose? –alucinó Mantis.

–Me gusta que me esposen tanto como esposar –confió guiñándole un ojo–. ¿Qué piensas hacerme?

–Pues... mmmh, lo normal, ¿no? O sea, contigo esposado y gimiendo como un condenado, pero lo normal. ¿O quieres algo en concreto?

–Es por saber si necesitamos una palabra de seguridad –explicó Full, dejándose esposar por las muñecas al cabecero de la cama.

–La próxima vez si eso –murmuró cerrándolas. No les gustaba admitir que no tenía experiencia en algo. Por suerte, aunque Full parecía darse cuenta, no se mostraba condescendiente. Aquella relación pintaba bien, demasiado bien para ser verdad. Así que se dispuso a ponerlo totalmente en sus manos.

–––

–Así que Satán está tan capullo porque tiene miedo –resumió Roca y Nameless asintió–. Si Morilec te mata, su madre lo mata a él. Pues habrá que matar a Morilec ya.

Nameless miró a Sica, que estaba prácticamente al lado. ¿Cómo podía Roca decir esas cosas sabiéndose escuchada? Aunque, tratándose de Morilec, era mucho mejor decírselo a la cara que tramarlo a escondidas.

–¿Te refieres a mí o a mi madre? –preguntó la aludida.

–A ti, claro –gruñó Roca.

–Buena suerte –contestó Sica con su habitual impasibilidad, pero Nameless percibió la sorna soterrada.

–Y a Satán también, por gilipollas liante –continuó Eisentblut, como si no hubiera escuchado nada.

Nameless miró a su alrededor, incómoda por la conversación. Estaban en el ático de los juegos y, como era habitual cuando se juntaban las tres, estaban rodeadas por un vacío de personas. Al menos Virginia se había recuperado y estaba cerca, entretenida con su propia versión del billar. Y poco después, casi como si respondiera a su mirada, se acercó Nova acompañada por otra chica que no conocía.

–Hola, os presento a Svier. Acaba de llegar al Instituto y estoy enseñándoselo. ¿Qué más creéis que puedo enseñarle?

–¿Le has enseñado ya la mesa de ruleta rusa fulminante? –sugirió Nameless sarcástica–. Deja claro cuál es el nivel de chaladura.

–Reconoce que te gustó –dijo Roca, dándole un puñetazo que pretendía ser juguetón, por lo que sólo la hizo incrustarse en el sofá.

–Suena interesante –opinó Svier con una amplia sonrisa.

–Eh... Yo venía a preguntar si alguien quería jugar al Total Annihilation –intervino Ravana acercándose y hablando con cautela, como si no quisiera molestar–. En especial a Nameless, que creo que sería una buena Corredora, pero... no suelo jugar acompañado y... ¿qué os parece?

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Pues nada, todo va chachi pistachi, ¿no?

¿Aventuráis cómo pueden liarse las cosas ahora~? =3

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