19. Sangre fresca III (107)


 –La buena noticia es que hemos salido del país –informaba Max Pain–. La no tan buena es que nos hemos estrellado en el país vecino, a cinco kilómetros de la frontera y que tienen tratado de extradición.

Satán, tirado en la cama en la oscuridad de su cuarto, resopló y se colocó mejor el teléfono móvil contra la oreja.

–¿Y ahora qué, Max?

–Ahora... veremos si podemos hacer un poco de autostop.

–¿No tienes dinero para un taxi?

–Eh...

–Max –dijo Satán con tono amenazador.

–Es que había rebajas en petardos y...

El Director del Instituto del mal suspiró. ¿Por qué cielos había tenido que encargarle aquello a Pain? Sí, terminarían llegando, él siempre llegaba, pero cuánto tardaría y trayendo detrás a cuánta policía.

–¿Entonces cómo estás pagando esta llamada?

–Le he robado la cartera a un señor, pero no tenía mucho. Y teníamos hambre. Y había un arcade con colorines brillantes mientras Svier estaba en el váter arreglándose la cresta que se le ha caído un poco con el aterri-

–¡Max, tráemes a mi nueva alumna! –ordenó exasperado.

–Sí, señor.

–¡Y dejad de hacer el idiota a cinco kilómetros de la frontera!

–Sí, señor. En cuanto Svier acabe.

–¿Es que todavía no ha salido del baño?

–Es su turno en el arcade y está en racha.

Satán rugió y se encendieron llamaradas a su alrededor.

–¡Par de irrespondables!

–Síseñor.

–¡Venid ya! ¡Que mañana tienes clase!

–Síseñor.

Satán colgó y se pasó una mano por la cara. No era la primera vez que sentía que Max le tomaba el pelo. Estúpido bufón de primera generación...

Iba a tumbarse un rato más cuando recordó a otra de la que decían que prometía ser otra bufona de cuidado. Miró un aparato que le confirmaba que Nameless seguía viva, en la galería de tiro, concretamente. No podía negar que se estuviera ajustando al plan escolar e incluso se luciera en algunas partes del temario y se esforzara con algunas otras de las que peor se le daban. Sí, secuestrarla había sido una buena elección.

Satán se incorporó en la cama y, sin bajarse de ella, se colocó el ordenador portatil en el regazo e hizo el repaso de todas las mañanas para asegurarse de que no había ocurrido ningún desastre del que no le hubiera llegado alerta. Después, mientras se desperezaba, conectó con las cámaras de vigilancia de la galería de tiro, sólo para ver si Nameless se las apañaba ya con algún arma, y se quedó boquiabierto. Nameless estaba echada en el altillo, junto a Sica Morilec, por mucho problemas mortales que hubieran tenido aquellos días, y a nivel de tierra estaba Roca Eisentblut indicándole a Virginia Kramer a dónde tenía que apuntar con una ballesta. Auquello era inaudito, como un chiste, uno muy peligroso. Que Eisentblut, Kramer y Morilec estuvieran en la misma estancia era una bomba de relojería, y no terminaba de creerse que no fuera a estallar sólo porque Nameless estuviera en medio. Pero era lo que parecía.

Inaudito.

–––

–No son ganas –dijo Sica–. Es necesidad.

–¿Eh? –preguntó Nameless perdiendo la concentración respecto al objetivo.

–No son ganas de matarte. Es necesidad.

Nameless apartó la mirada de la mirilla, se le acababa de acelerar el pulso, así que tenía más posibilidadades de darle a Roca o Virginia que al maniquí.

–No me tranquiliza precisamente –reconoció con un murmullo.

–Quiero decir que... no quiero matarte.

Nameless hizo una mueca de que aquello no arreglaba mucho, pero luchó por ser pragmática y lógica, que era lo que la ayudaba a entender a Sica. Aunque también era lo que ponía nerviosa a Sica.

–¿Entonces... te sientes tan amenazada por mí? ¿En serio?

–Por tu potencial –admitió, disparó y dio en el blanco con precisión milimétrica–. Sé que no supones un peligro para mí. No ahora. Pero también sé que que me podrías dar un montón de problemas en el futuro.

–Pero sólo en situaciones muy concretas. Si tuviéramos un pacto, una tregua...

–En el pacto tendrías que jurar no ayudar a nadie que se supiera mi objetivo –advirtió Sica.

–En el hipotético caso de que consiguiera superar los tres cursos aquí, porque recuerda que soy una civil, y resultara que se me daría bien crear defensas contra ti... tendría que haber gente incluida en el pacto.

–Demasiada.

–¿Cómo que demasiada si no he dicho nadie?

–Apuesto a que querrías incluir a toda la gente con la que te hablas: Eisentblut, Khaos, Jeff, Nova...

–Eh, le estás dando clases a Nova. ¿Aceptarías un encargo de eliminarla?

–No cierro posibilidades.

–Dioses, los Morilecs sois terribles –comentó con más ligereza de la debida e intentó apuntar de nuevo al maniquí.

–No podría incluir tanta gente en el pacto. Aunque lo intentara, no podría, sería superior a mí. Una persona es muchísimo ya.

–¿Me dejarías elegir a alguien?

–No, esa persona eres tú.

"Ah, claro", pensó Nameless y se sintió un poco turbada.

–¿Y por qué... no aceptarías encargos para eliminarme?

Sica se encogió de hombros.

–Porque somos amigas.

De repente, a Nameless se le escapó una risita desquiciada.

–¿Así que, por ser amigas, nadie podrá contratarte para eliminarme, pero estoy en primerísima línea para que me mates si supongo demasiado una amenaza? ¡Qué privilegio el mío!

–Reconozco que es un tanto irónico.

–Joder, estoy al borde del pánico. Recuerdas que sólo soy una civil secuestrada, ¿verdad?

–Sí, y sigue siendo gracioso.

–¿Va a resultar que eres más cabrona que Roca? –exclamó con tono de "ya lo que me faltaba"–. Anda, enséñame a disparar. Pero nunca tan bien como para que quieras quitarme de en medio.

–Oh, nunca serás tan buena.

–La primera cosa tranquilizante que me dices en mucho tiempo.

–No te ofendas, encontraremos un montón de cosas en las que serás tan buena que pondrán a prueba mi amistad contigo. Ahora témplate.

–Eres jodidamente graciosa –gruñó, intentando relajarse pese a todo.

–Eres la primera que me considera graciosa. Y que me hace reír.

Nameless probó a efectuar un disparo y fallar, antes de preguntar:

–¿Por qué tengo la sensación de que eso empeora mi diana?

–Es posible.

–¿Resulta que te saca de quicio reírte?

–No a mí. Pero al único amigo que he tenido mi padre le metió un tiro, con un rifle de francotirador como ése.

Nameless abrió mucho los ojos y se quedó mirando los maniquís.

–¿No les gusta que tengas amigos?

–Los amigos son una debilidad. Distraen, conocen tus secretos, les pilla el fuego cruzado, los usan de cebo, te vuelven predecible...

–Vaya, ¿y aun así quieres ser mi amiga?

–Al menos he visto que no eres de las que mueren en fuego cruzado. Procura no molestar en el resto.

Nameless asintió y luego negó.

–Joder, Satán, en qué mierda me has metido.

–¡¿Vas a practicar disparando o estáis de charleta?! –le espetó Roca desde abajo.

–¡Perdón, estoy...! intentando aclararme...

–¿No vas a decirme que mentí al decirte que nunca he tenido amigos? –siguió Sica.

–No, porque hay varios motivos, incluyendo una "verdad creativa". No necesito saber secretos tuyos, suficiente con los que me encuentro sin querer. Más si son sobre mis antecesores muertos.

–No está muerto. Aunque puede que no lo parezca, a Sinister se le da bien seguir vivo.

–Oh. Bueno... ¿se supone que tengo que conocerlo?

–Está en segundo, es el compañero de cuarto de Foster.

–Ah, qué cosas –consideró Nameless.

–¡Dispara ya! –ordenó Roca abajo.

–¡Voy! –contestó Virginia, dejándolas atónitas, sobre todo porque había cogido una ballesta.

–Vale, pero apunta a los maniquís, no a mí, joder –contestó Eisentblut–. ¿Sabes disparar ese trasto?

La invitada respondió disparando y atravesando la cabeza de un objetivo con el virote, en pleno ojo además.

–Otra vez, para que me crea que no ha sido casualidad –indicó Eisentblut.

Virginia cargó otro virote y se lo metió por el otro ojo al maniquí.

–Esta chica es una caja de sorpresas –consideró Sica.

–Por cierto... –retomó Nameless– ¿qué hizo Sinister para llevarse un tiro? Por no repetirlo.

–No fue culpa de él, sino mía. Empecé a visitarlo en la morgue de su familia. Era agradable estar con alguien que no me tuviera miedo, aunque en su caso es porque directamente no le tiene miedo a la muerte. Me volvió predecible, porque iba los días que Sinister estaba libre y me marchaba sobre la misma hora, por la misma puerta. Él empezó a salir para acompañarme un rato, le gusta pasear de noche, y mi padre aprovechó. No considero que quisiera matarme a mí o a Sinister, sino que quería demostrarme qué pasa si me vuelvo predecible. Me moví cuando escuché el disparo, por lo que me aparté de la trayectoria, pero él no. Después de eso, no he vuelto a acercarme a Sinister ni a nadie más. Hasta que entré aquí. No considero que ser tu amiga me vuelva mucho más predecible que tener que ir a clase a horas concretas y dormir siempre en el mismo cuarto.

–Si quieres desvaratar un poco el horario este que tenemos, me parecería bien –contestó Nameless sincera.

–No, está bien así. Tampoco es que mis progenitores puedan actuar dentro del territorio del Instituto.

–¿Y les parece bien que estés aquí?

–Fue idea de mi madre y a mi padre le pareció bien.

–¿Y les parecería bien que tengas una amiga?

–Sí –asintió Sica–. Siempre que no tarde en matarte y me marche de aquí siendo una Morilec plena.

–Estupendo –exclamó sarcástica–. ¿Y si pasa el tiempo y no me matas?

–No sé. ¿Te gusta jugar a juegos peligrosos?

–Jodidamente estupendo. Tendría menos peligro jugando a la ruleta rusa –rumió Nameless–. Si sobrevivo, me va a quedar un currículum precioso.

Sica no contestó y Nameless se centró al fin. O lo intentó, porque volvió a fallar y sólo le acertó en un brazo. De modo que intentó enfocarlo de otra manera. Estaba claro que ella no valía para eliminar gente que cometía el error de ser previsible y quedarse quieta, pero se le daba bien ser protectora. ¿Y si el maniquí no fuera una víctima, y si fuera alguien que estuviera amenazando a otra gente? Como cuando Ludo gritaba de dolor en la clase de Supervivencia. Si hubiera podido eliminar a Sica de un disparo, hubiera ahorrado muchos líos.

La siguiente bala fue a la cara del maniquí, la próxima a la frente y después volvió a acertarle en la boca. Y porque al apretar el gatillo de nuevo se encontró el cargador vacío.

–Diría que está más que muerto –consideró Sica y Nameless se sobresaltó al regresar a la realidad–. ¿En qué pensabas?

–En... En proteger.

–No al maniquí.

–No...

–Subcapitana, ¿eso lo has hecho tú?

–Sí. He tenido un momento de... concentración –le contestó a Roca.

–Vuelve a hacerlo para que me crea que no ha sido casualidad.

–Tres tiros no son casualidad –murmuró Nameless recargando.

–¿Estabas pensando en que el maniquí amenzaba a alguien? –continuó Sica.

–Sí.

–¿Estabas pensando en mí?

–...No.

–¿No? ¿Y por qué te pones así de nerviosa? –inquirió.

–Ah... P-Pues... estaba pensando en la última clase de Supervivencia, cuando usaste a Ludo de cebo, pero no estaba pensando en ti, porque nunca te pondrías en una línea de tiro tan evidente –musitó avergonzada.

–Totalmente cierto. Y buena forma de buscar tu motivación. Mientras te ocurren otras escenas que te motiven, no me importa que medio pienses en mí como objetivo.

Nameless lo intentó, pero estaba demasiado nerviosa.

–Es... vergonzoso –justificó.

Sica disparó y le dio en el centro de la frente a su maniquí.

–No, para nada.

Nameless la miró de reojo, mosqueada.

–¿Has pensado en mí como objetivo?

Medio pensado, porque probablemente pronto aprendas a no ponerte en evidente línea de tiro –la parafraseó.

–Cabrona –le soltó Nameless colocándose de nuevo en posición–. ¿Por qué no haría caso yo a la gente que me dijo que me mantuviera lejos de ti?

Otros cuatro tiros a la cabeza, aunque uno se le fue a la oreja.

–No es casualidad –le dijo a Roca–. Pero me cuesta concentrarme.

–Vale, pues ahora baja y ponte con la pistola.

–Sí, Capitana –contestó mientras le echaba otro vistazo a Sica, que tenía cara de que, de ser una persona más expresiva, sonreiría complacida.

–––

–¿Vais a un partido? –se interesó la mujer, sin apartar los ojos de la sinuosa carretera por la que traqueteaba su camioneta.

–Esperemos que sí –contestó Svier con una sonrisa.

–¿Y a qué juegas?

–Jockey sobre hielo, portera.

–Chica dura, ¿eh? ¿Entonces juegas con el palo ese?

–Sí, es mi palo nuevo –señaló orgullosa a su nuevo amigo, que llevaba cruzado hacia el asiento trasero.

La señora asintió y miró al asiento de atrás por el retrovisor.

–Y tú, muchacho, ¿eres su hermano, su entrenador...?

–Su profesor de educación física. Si llegamos y mi jefe no me mata, claro –respondió Max con ligereza, mirando por la ventanilla.

–Ya será para menos –se rio la mujer.

–Sí, he exagerado. No me matará, sólo me torturará y no será divertido –murmuró él.

–¿Problemas con el transporte? –preguntó ella, negándose a tomarse en serio que Max fuera a salir tan mal parado.

–Sí, es lo que pasa cuando no le haces una buena revisión al coche...

–Bueno, no voy a poder llevaros mucho más a partir de aquí –se disculpó la señora.

–No pasa nada, muchas gracias por traernos hasta aquí –contestó Max Pain–. Veremos quién nos pilla ahora.

Se bajaron a la entrada de un pueblecillo canijo, pero por donde pasaba bastante tráfico.

–¿Es verdad lo de que tu jefe te va a torturar? –se interesó Svier después de diez minutos haciendo dedo.

–Bueno, es el Director del Instituto del Mal y se llama Satán, algo hará. Pero no te preocupes, no por nada soy el profesor de Supervivencia –aseguró y resopló cuando otro coche pasó de largo–. ¿Qué tengo que hacer, quitarme la camiseta? –refunfuñó.

–¿Quieres que le dé con el palo? –propuso Svier, disimulando muy bien que ella estaría encantada de que él se quitara la camiseta.

–¿A mi jefe o a éste conductor que también nos ignora?

–Sí –se limitó a contestar Svier tras un segundo de reflexión.

–Pues tienes razón. Para algo somos villanos, ¿no? –dijo sacando lo que podía ser el mando a distancia de un coche, lo accionó y un caminón que iba a pasar de largo se vio ralentizado de repente. Max Pain caminó rápidamente hasta la cabina y abrió la puerta del copiloto con confianza–. Gracias por parar –soltó como alegre saludo a un confundido conductor.

___________________________________
___________________________________

¿Qué ocurrirá antes: que Svier llegue al Insti, que Sica mate a Nam o que Virgi termine colando por villana pirada?

Ya sé que hoy es lunes para martes, ¿pero qué tal llevamos el domingo en el Instituto del Mal? ¿Os gustaría también saber qué andan en la Academia?

Si os mola lo que escribo y me queréis apoyar, os insis-os comento que  ahora tengo Patreon, en el que podéis aportar desde un sólo dólar [https://www.patreon.com/Cirkadia]. Aunque, a más dólares, más cosas chulis que conseguiréis~

Y si no estáis preparades a para una relación larga, sigo teniendo la ka-fetera [ko-fi.com/cirkadia]

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top