19. Sangre fresca II (106)
Nameless tuvo que dar vueltas con pesas al edificio principal del Instituto, ganarle la carrera a Roca y hacer las flexiones y abdominales que no había hecho en el cuarto, antes de poder ir a desayunar. Aquella vez no fueron las únicas, porque Virginia Kramer también se había levantado y desayunaba rapiñando de aquí y allá, paseándose en su camisón, que, sí, a la luz del día se veía que estaba sucio.
–Es como tener una mascota –dijo Sica sentándose frente a China–. Nunca he tenido una mascota, pero supongo que es algo así. Corre alrededor y viene cuando la llamas.
–¿Cómo la llamas? –se interesó Nameless.
–Con un "Eh" ya vale, sabe que me refiero a ella.
–Claro, si estáis sólo las dos... –desdeñó Roca–. ¡Eh!
La invitada levantó la cabeza y clavó los ojos en Eisentblut, sin ninguna vacilación ni confusión.
–Y si lo dices con el mismo tono y volumen pero no es para ella, no se da por aludida –informó Sica–. Tiene algún poder...
–Para saber la verdad –completó Nameless.
Mientras, Roca seguía soltando "Eh"s y Virginia a veces miraba y otras no.
–Es como si leyera el pensamiento –dijo extrañada.
–Seguramente hagamos sutiles diferencias en el el tono de voz y ella las detecte –opinó Sica para apartar la idea de la telepatía.
–¿Y... tienes problema... para estar con ella? –tanteó Nameless.
Sica la miró fijamente unos segundos antes de responder.
–¿Te refieres a si la considero una amenaza? No, ella sólo ve la realidad del momento. Tú eres peor. Tú supones la verdad completa y aciertas –contestó como si nada, pero Nameless supuso que estaría conteniendo su fastidio, y seguramente acertó.
–Entonces... ¿puede quedarse contigo un poco más?
–Sí, sin problema. Tengo curiosidad por ella. Es la única que no se pone nerviosa de que la mire.
–La única que no se pone nerviosa ni te pone nerviosa a ti –señaló Roca con algo de recochineo.
Nameless puso los ojos en blanco al sentirse aludida.
–Cierto –aceptó Morilec–. Nameless, ¿éste es un buen momento para hablar?
–Ah...
–Antes aclárame una cosa, Subcapitana –ordenó Roca–. Si Morilec matara a Kramer, ¿cómo de responsable te sentirías? –preguntó y sonrió cuando vio la expresión que puso Nameless–. ¿Sí, tanto? Estás jodida.
Nameless hizo una mueca de fastidio, pero fue elegante en su contestación.
–Y yo que pensaba que estaba jodida por lo de que Sica me matara a mí.
Sica tuvo un amago de sonreír, lo que en ella era un montón.
–Cada día entiendo menos tu sentido de humor –gruñó Roca.
–No te ofendas, Capitana, aquí todas sabemos que tú me matarás antes –continuó con tono serio, aunque se le escapó una mueca socarrona.
–No –intervino Virginia desde la India.
–¿No qué? –le preguntó Roca.
–No la matarás.
–¿Porque a Satán no le gustaría? –propuso sarcástica.
–Porque te interesa y te han enseñado a no matar lo que interesa, sino a conservarlo y transformarlo para que se adecúe a ti y tu entorno –contestó Virginia sin parpadear.
–Lo que yo decía, está marcándose un Darkheart –murmuró Sica.
–Pero está... –a Virginia le tembló un párpado.
–Oh, mierda –musitó Nameless al sentir ascender el peligro.
–¡MAL! –rugió la invitada saltando hacia ellas.
Nameless tiró hacia atrás de Eisentblut para que el cuchillo que había cogido Virginia no le cruzara la cara a su Capitana, y después se lanzó a sujetar a la invitada.
–¡MAL! ¡MAL! ¡MAAAAAL! –chillaba mientras se sacudía como una poseída.
–No pasa nada –se aseguró Nameless, intentando quitarle el cuchillo.
–¡SÍ QUE PASA!
–Vale, sí que pasa –aceptó–. Pero estoy bien.
–¡NO!
–¡SÍ!
–Que grites no lo hará más verdad.
–Estoy mejorando.
–Tienes miedo.
–La vida da miedo.
Ahí Virginia tuvo un pequeño cortocircuito, porque a ver cómo le rebatía eso, y Nameless le pudo quitar al fin el cuchillo.
–T-Te estás transformando.
–La vida es transformación.
–En un monstruo. Te están transformando en un monstruo. Y eso está mal. ¡Mal! ¡M-!
–¡Todas somos monstruos aquí!
A Virginia se le atragantó el último bramido y la voz que le salió estuvo en el otro extremo de la escala auditiva.
–No...
Nameless no respondió, porque notaba que acababa de romper algo.
–No. ¡No! No. Nonononono. No. ¡Noooo! –chilló llevándose las manos a las sienes.
–Que lo grites no lo hará menos verdad –parafraseó con cautela y Virginia se echó a llorar como si le doliera–. Ya está, ya pasó.
–¡Soy un monstruo! –aulló retorciéndose en el suelo debajo de ella.
–Pero eso no es obligatoriamente malo –intentó consolarla Nameless, que ahora no podía negar lo que había dicho.
–¡SÍ! –afirmó con el tono y la rigidez de aquella otra "personalidad".
–¡No! ¡Depende de quién cuente el cuento!
Virginia parpadeó, sufrió otro cortocircuito y se quedó ahí tirada en el mar de China, confusa, sin gritar ni revolcarse ni atacar a nadie, por lo que Nameless se quitó de encima con un suspiro.
–Cómo la manipulas –observó Roca, que había vuelto a la verticalidad.
–Y sin mentir ni una pizca –añadió Sica.
–Manipuladora... –murmuró Virginia.
–Ahora tardará un poco en volver en sí y, cuando se espabile, seguirá a lo suyo como si nada –informó quien había pasado la noche con ella, agachándose para cogerla en brazos–. Así que me la llevo al gimnasio.
Roca gruñó al conocer su destino, pero le hizo un gesto a Nameless indicándole que ellas también iban. Virginia acabó echada en una colchoneta y Nameless, sufriendo en todas las máquinas de ejercicios, mientras Roca se ensañaba con los sacos de boxeo y Sica trepaba por una soga sólo con las manos, sin usar las piernas, para bajar deslizándose y volver a subir rápidamente.
–Cuando termines esa serie, ven a los sacos –ordenó Eisentblur, habiéndose pasado a levantar pesas tan pesadas que su Subcapitana podría sentarse en la barra y no habría gran diferencia.
Nameless asintió pese a saber que terminaría con los nudillos ensangrentados. Roca tuvo la decencia de vendarle las manos y antebrazos para que el destrozo no fuera tanto, pero a cambio la empujó a golpear sin piedad (hacia sí misma).
–Pero esto no es mi estilo –rezongó Nameless mientras daba puñetazos al saco, que le parecía hecho de cemento. Con lo blandito que parecía cuando lo golpeaba su Capitana...–. Yo nunca voy a golpear a nadie así.
–Lunática le atizaste a Zack. Cuanto más fuerte pegues, más lo noqueas. La próxima luna llena no se dejará tanto.
–Ya, pero... sigue sin ser mi estilo, no me motiva –murmuró mientras seguía golpeando aunque con la cuarta parte de la alegría que le ponía Roca, y ni la décima parte de fuerza.
–¿Le estás enseñando a pelear? –se interesó Sica.
–¿No ves que sí? –le espetó Eisentblut–. Tú sigue golpeando –ordenó para Nameless.
–Veo que la estás entrenando para que tenga una pegada fuerte...
–Y los nudillos rotos –intervino Nameless por lo bajo.
–Pero no para que sepa pelear –terminó Sica–. Aunque, claro, golpear fuerte y sin más es tu forma de pelear.
–¿Cómo que "sin más"? –se ofendió Roca.
–Estamos hablando de Nameless, no de tu falta de técnica.
–Muy bien, Sica, si querías seguir hablando de mí y no pinchar a Roca, lo estás haciendo estupendamente –reprochó Nameless con tal dosis de sarcasmo, que, de haber sido ácido, no hubiera necesitado seguir golpeando el saco, porque lo habría disuelto.
–He dicho la verdad y no he sido ofensiva –contestó frente a los puños apretados de Eisentblut.
–Igualmente te tengo que dar unas clases de conversación.
–Sube al ring ahora mismo, Morilec –ordenó Roca.
–¡Venga ya! –se quejó Nameless.
–¡Tú sigue golpeando!
–Pero que no peleáis ni parecido. Que si tú atizas un puñetazo, matas. Pero tienes que conseguir atizarlo y, aunque eres más rápida de lo que pareces, Sica lo es más. Y ella no va a pelear con manos desnudas, se sacará un puñal de alguna parte que ya me gustaría saber, pero que si averiguo seguramente me falte tiempo para ponerme a cubierto –soltó Nameless del tirón.
–¿Estás diciendo que ella me ganará? –preguntó Roca con una amenaza implícita.
–Digo que, dadas las condiciones, se te pondrá fácilmente a la espalda con un pincho –contestó Nameless y, por si acaso, no dejó de golpear el saco.
–¡Ya le he atizado!
–Me estaba protegiendo y no quería pelear, y tú te aprovechaste de eso. Ya viste qué rápido se puso a tu espalda cuando te distraje un poco.
Nameless no había terminado de hablar y ya estaba esquivando el zarpazo de su Capitana, que hirió de muerte el saco de arena.
–La verdad es que si no la pillas a ella no sé cómo piensas llegar a tocarme a mí –intervino Sica.
–¡Me niego a aceptar que esté en desventaja contra ti!
–Soy más rápida que tú y no me interesa el boxeo. Como ha dicho Namelss, no tienes nada que hacer en estas condiciones. A tu favor tienes el no necesitar ningún arma. Encuentra la forma que eso pese más que mi rapidez –recomendó Sica–. Y ya te he ayudado demasido.
–Ayudarme... –repitió Roca, a quien no se le bajaba la ofensa.
–Eh... ¿entonces quién me va a enseñar a pelear? –preguntó Nameless adelantándose a la bronca.
–¿De nosotras? –preguntó Sica.
–No, obviamente de vosotras no –contestó Nameless, mirando con aprensión la arena derramada. ¿Se cabrearía la Conserje por aquello?–. A pegar más fuerte le sacaré rendiemiento algún dia, pero soy una rata, daría y un golpe y huiría, no me veo boxeando –dijo para Roca, encogiéndose de hombros–. Y, Sica, asumo que tú sabrás artes marciales o así, porque qué no sabes tú, pero no te he visto utilizar ni una pizca, así que supongo que es una carta que te guardas y que conocer tus técnicas acelerarían tus ganas de matarme.
Sica bajó la mirada y asintió una vez. Se lo pensó un poco y asintió un par de veces más. De repente, sacudió la cabeza como si tuviera una pelea interna y Nameless se tensó al percibir el peligro. ¿Cómo podía decirle a Roca que estaban en alerta amarilla?
–Menos mal que siempre te las apañas para calcular las consecuencias –susurró Sica con lo que en ella equivalía a una sonrisa aliviada.
Pero Nameless no le correspondió, porque veía las consecuencias.
–Siempre adelantándote a mí... –siseó Morilec y Nameless deslizó un pie hacia atrás mientras trazaba rutas de escape.
–¿Código rojo? –preguntó Roca, que por suerte sí se estaba dando cuenta de la situación.
–No, estoy bien –aseguró Sica dando un paso atrás y luego otro adelante–. Estoy bien. Tengo el control.
–Oye, no se van dejando las cosas tiradas –intervino Virginia dirigiéndose a Roca.
–No es el moment... –Eisentblut se quedó sin palabras al ver lo que le tendía la invitada.
–Ponlo otra vez donde lo hayas cogido –indicó Virginia dejando en sus manos la barra de halterofilia, el asunto importante era que todavía estaba cargada con doscientos kilos.
–¿Eres fuerte como yo? –preguntó Roca atónita, mirándole los brazos, que no marcaban tantos músculos. Aquello parecía magia.
Pese a todo, Nameless no se despistó y continuó vigilando la evolución de Sica. Por suerte, Morilec había reevaluado la situación, con Roca distrayéndose fácil y Nameless encogida como una rata asustada. No eran una amenaza, de hecho, eran un blanco fácil. Así que podía relajarse un poco.
–Jack –dijo Sica.
Nameless miró rápidamente a su alrededor, esperando encontrar al chaval, apareciendo en el momento adecuado para vigilar que no hubiera una masacre. O para verla desde primera fila. Pero no estaba en el gimnasio, seguían solas.
–Dada la afinidad y el parecido de estilos, Jack sería tu mejor maestro –explicó Sica.
Nameless se relajó al ver que Morilec realmente había cambiado de pensamiento, pero se removió incómoda.
–No... No tenemos afinidad.
–Si Darkheart no va a dejarnos en paz, puedes aprovechar para pedir ayuda a Jack. La segunda opción es Full, pero seguramente te pida más a cambio.
–Ah... Lo intentaré con Full de todas formas –contestó Nameless, todavía no repuesta de acabar de ver armarse y desarmarse una bomba nuclear delante de sus narices. ¿Y se suponía que tenía que aguantar así todos los días? ¿Durante semanas? ¿Y meses? Uf, su pobre corazón.
–¿Ya se ha pasado? –inquirió Roca–. Bien, porque quiero averiguar cuánto peso levanta ésta –dijo llevándose a Virginia a la zona de las pesas.
–––
–¿Vamos a pasar la frontera en esta chatarra? –preguntó Svier, que se había armado la cresta en el baño de una gasolinera y casi rozaba el techo del coche.
–Un respeto a esta chatarra, que es más de lo que aparenta –aseguró Max Pain.
–Se nos acaba de caer el parachoques –señaló alegremente ella.
–Vale, puede que me haya pasado con la apariencia –reconoció él.
–Control –señaló ella–. ¿Preparo el palo?
–No hace falta, no van a poder controlar esto –contestó con una amplia sonrisa pulsando el botón que bien podría ser un mero encendedor.
Svier lo miró interrogante, porque no pasó nada.
–¿Vas a quemarles en un ojo?
–Que no es un encendedor.
–¿Entonces qué es?
–Un botón de activado. Lo que pasa es que le cuesta calentarse.
–¿Y no es un encendedor? –insistió ella mientras se seguían acercando al control fronterizo.
–Que no –respondió Max Pain metiendo otra marcha y pegando un botecito traqueteante. Aquella chatarra saltaba por cualquier bache. Pero lo curioso fue que no volvieron a aterrizar.
Los guardias se quedaron con un palmo de narices cuando un coche pasó por encima de las vallas, a tres metros del suelo.
–¿Estamos volando? ¡Estamos volando! –exclamó Svier eufórica y les dedicó gestos obscenos a los policías que intentaban organizar una persecución.
–¡Hacia el Instituto del Mal! –proclamó Max Pain, irradiando entusiasta energía. Al menos hasta que les empezaron a disparan, le dieron a algo y el coche comenzó a petardear y tambalearse.
____________________________________
____________________________________
Buddy road movie de Svier y Max, lo petaría (?)
Y sitcom de Nam, Sica, Roca y Virgi~
Pues nada, aquí seguimos, ¿qué os parece?
Si os mola, ahora podéis darme amor en Patreon, desde un sólo dolar al mes~ [https://www.patreon.com/Cirkadia]
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top