26. Reinas de hielo VIII (177)


–Dime, prima –fue el saludo de Regina (la vampira), al aparecerse. La tarde caía lentamente y ya podía realizar el truco de deshacerse en niebla.

–Vamos a jugar a algo –contestó Roca–. Nameless, baja ya –le ordenó a la sombra que permanecía en las alturas haciendo funambulismo.

–¿Vamos a jugar... con ella? –se sorprendió Regina.

–Sí. Subcapitana, baja ya –ordenó con más fuerza.

–¿A qué dices que quieres jugar? –musitó Nameless bajando un poco. Se había levantado las gafas, así que podían vérsele las cejas fruncidas de manera suspicaz.

–No seas ratilla, que a ti no te va a doler nada y Regi sólo está para vigilar que me vaya bien.

Nameless entrecerró los ojos.

–¿Quieres hacer lo de...? –su mano derecha se readaptó a la cuerda de la que se agarraba.

–Sí. Baja ya y vamos a un sitio más íntimo –añadió, haciendo ver que el gimnasio no era un buen lugar para jugar.

Al ver que había movimiento, Virginia se acercó interesada.

–No, tú no vienes. Quédate con Morilec –le ordenó Roca.

–Yo voy –dijo Sica.

–Y una mierda.

–No pienso perdérmelo. De todas formas –continuó antes de que le gruñera más– voy a enterarme de lo que pasará. Lo sabes.

–Puede que sí –aceptó Roca–, pero prefiero que no estés. Así que quédate con...

–No.

Eisentblut hizo amago de golpearla, pero se dio media vuelta y se fue a buscar un sitio a su gusto.

–¿A qué quieres jugar? –se interesó Regina siguiéndola.

–Tú sólo estás para vigilar, Regi. Nameless, muévete –instó, ignorando a las dos que la seguían. Aun así, cuando encontró un cuartito, quiso cerrarles la puerta en las narices–. Fuera las dos.

Virginia la miró con sus ojazos dorados como una perrita que abandonara en la calle.

–A ti te va a dar una crisis si ves esto, y no voy a estar para controlarte, así que vete –le ordenó Roca.

–Te quieres hacer daño.

–Nah, sólo va a ser un experimento. Voy a estar bien.

Pero Virgi dudaba.

–Di que voy a estar bien.

–Vas... a estar bien... luego. Pero antes...

–No pasa nada si me quedo ida un rato –exclamó quitándole hierro al asunto.

–¿Ida... de tu cuerpo?

–Sí, ya lo he hecho alguna vez.

–Pero eso es... morirse –gimió Virginia.

–Y no es nada grave si regreso. ¿Voy a regresar?

–Sí...

–Pues entonces vete a jugar por ahí. Ve a ver, no sé, cómo está Nova, a ver si sigue forrada de pelo de gato.

Virginia aceptó a regañadientes y se dio media vuelta, posiblemente para buscar a Nova, aunque tampoco era seguro. Resultaba curioso, por otro lado, ver a Kramer desenvolverse con tanta soltura por el Instituto del Mal.

–Ahora tú también, Morilec. Fush, largo –ordenó Roca a continuación.

–Que no –se plantó Sica.

Roca resopló y puso los ojo en blanco, hastiada.

–Vas a hacerlo más complicado –gruñó–. Nameless, entra.

–Preferiría no hacerlo...

–No te pongas así, no va a ser nada –desdeñó Roca.

–¿No puede hacerlo tu prima?

–No, está para vigilar, nada más.

–O Sica...

–¡Ni de coña me dejo freír por Morilec!

–No va a ser más letal sólo porque yo lo empuñe –aseguró la aludida.

–Es por principios.

Sica no le puso pegas a aquel argumento.

–No quiero hacerlo –dijo Nameless torturada.

–Que no va a ser para tanto, so ñoña –suspiró Roca–. Ayer me diste un chispazo, ¿no?

–Era mucho más suave...

–Eisentblut aguanta más que unos chispazos –intervino Morilec–. Aunque su corazón se detenga, no sería el final. Darkheart estará por seguridad, pero, incluso sin su ayuda, sé que Eisentblut puede volver a la vida por cuenta propia. Por su parte Darkheart se lleva bien con la Muerte, pero es su parte Eisentblut la que la hace tan terca como para volver a la vida.

–Vaya, qué buen informe tienes de mí.

–Si quisiera matarte, lo haría al menos de tres formas distintas –contestó Morilec y la analizada se lo tomó como un halago.

–Si no es porque no confíe en ella –musitó Nameless–, sino porque yo no me siento capaz...

–Venga, venga, sólo tienes que darme un toquecito con la mano –intentó animarla, luchando por no perder la paciencia y amabilidad, pero Nameless sacudía la cabeza–. Subcapitana, si no eres capaz de darme un chispazo en un ambiente seguro, estás muy jodida. Sólo. Es. Un. Juego.

–Pero el cacharro este no es un juguete.

–Todo puede ser un juguete en el entorno adecuado.

–¡Estás loca!

–¡Sí, ¿algún problema?!

–¡Sí, que yo no puedo!

–¡Me cago en tu impotencia torturadora!

El silencio siguiente quedó roto por la risita de Regina.

–Perdón –dijo la vampira–. Es que me ha hecho gracia.

–Ha tenido gracia –corroboró Sioca, totalmente seria.

Nameless inclinó la cabeza a un lado, con cara de desear encontrarlo gracioso también.

–¡Ey! –saludó Tess acercándose–. ¿Hay reunión?

–Vamos a jugar a algo, parece ser –le contestó Regina.

–Ah, qué bien, ¿me puedo apuntar?

Nameless puso cara de espanto, más o menos la misma cara que cuando le daba vergüenza que la mirara a la cara mientras la masturbaba. Pero con todavía más pánico. Agh, estúpida vergüenza civil.

–No –le contestó Roca a su prima, para chasco de Tess–. De hecho, Regi, quédate tú también fuera. Morilec, obviamente tú también. Mi Subcapitana necesita intimidad para hacer ciertas cosas al principio –explicó y Nameless casi entró en combustión espontánea por el bochorno–. Regi, entra cuando haya ocurrido –añadió enganchando a su Subcapitana para meterla en el cuartito y cerrar la puerta.

El lugar no era muy grande, pero Nameless se las apañó para que sobrara un montón de espacio al encogerse.

–No quiero hacerlo... por favor –gimió la idiota ñoña.

–A ver –resopló Roca plantándose delante de ella. Nameless se encogió aún más, a ese ritmo no le extrañaría que pudiera convertirse en sombra bidimensional en poco tiempo–. Voy a intentar decírtelo en tu idioma.

–¿Mi... idioma? ¿El de... donde vivo? –balbuceó aturdida.

–Idioma ñoño, idiota –le gruñó perdiendo la paciencia un momento–. Ya que no te sirven los argumentos que te doy, te voy a dar los que tú usas: me vendrá bien practicar.

–Ah... ¿Practicar a morirte?

–A lo que sea. A ver, contigo empecé electrocutándote a nivel bajo, ¿no? Y entonces te quejabas un montón. Te lo fui subiendo y tú seguías quejándote, pero te fuiste acostumbrando, hasta que ya no pude subirlo más, ¿verdad?

–Eh... sí. Ocurrió ayer.

–¿Qué crees que te hubiera pasado si te hubiera pegado el chispazo más fuerte el primer día?

–Que me hubieras frito. Literalmente.

–Sí, y puede que te hubieras muerto un rato. Pero ahora lo soportas sin más. Y tú me lo aplicaste –continuó para que Nameless no le pusiera objeciones a lo de "sin más"–, y para mí no fueron ni cosquillas, ¿recuerdas?

–Que sí, que fue ayer...

–Mi nivel está muy alto. Así que tengo que pegarme chispazos mucho más fuertes para practicar.

–Sí, ya, pero... ¿Y si es demasiado fuerte?

–Ya has oído a Morilec, necesitaría hacerlo de tres formas distintas. Pues vas a tener que ayudarme a entrenar para que la pirada de tu amiga lo tenga complicado el día que se le vaya la olla.

Nameless dudó. Así visto... como un entrenamiento y no como un ataque o tortura...

–¿De acuerdo? –preguntó Roca esperanzada.

Nameless asintió a medias, nada feliz con la actividad, pero al menos convencida con la motivación. Roca lo quería hacer más por curiosidad morbosa que por entrenar, pero si había que hablar así a su Subcapitana para que arrancara...

–¿Te sientas? –sugirió Nameless.

–Nah, paso.

–¿Y si te caes? –propuso sin ánimo de ofender.

–Ni que me fuera a romper por darme culetazo contra el suelo –desdeñó.

–Bueno, pero... para que tú... ¿no rompas nada?

Roca resopló. Lo que tenía que hacer para que la moñas de su Subcapitana no estuviera aterrada por unas consecuencias que no tenían ni por qué llegar. Así que se sentó en el suelo cruzando las piernas y se dio una palmada en el abdomen.

Nameless se arrodilló a su lado, muy encogida, como si fuese a ser ella la que recibiera la descarga. Activó el guantelete juntando el pulgar y el meñique, y le dedicó otra mirada lastimera de "Última oportunidad para librarme de hacer esto".

Roca repitió la fuerte palmada en el abdomen. Sin miedo. A lo sumo, le saldría un poco de humo y le sabría la boca a metal, nada más.

Nameless acercó la mano temblorosa. Resultaba patética. Pero Roca se contuvo para no burlarse ni meterle prisa. Lo último que le faltaba era que se fuera a encerrar a un baño o así.

Roca recibió un leve toque en el abdomen. La punzada ardiente fue tan intensa que la tumbó como si le hubiera dado al interruptor de apagado inmediato.

---

Darkheart se apareció en forma de niebla oscura al instante siguiente de que Roca tocara el suelo con la cabeza. A continuación, Sica irrumpió por la puerta, seguida de Tess. Nameless no se giró para mirar a nadie, tenía los ojos clavados en el rostro inexpresivo de Roca.

–¿Está...? –empezó aterrada.

Darkheart le puso una mano en el cuello a su prima y después de inclinó para poner una oreja contra su pecho. Hizo un gesto de apreciación y una mueca que podía traducirse como "No está mal".

–¿Está...? –repitió Nameless, ahora con tono esperanzado.

–Sí –asintió Darkheart incorporándose satisfecha, por lo que Nameless respiró un poco más tranquila–. Está muertísima.

A Nameless se le cayó el alma a los pies y, como se le había elevado un poco por haber creído que había ocurrido lo contrario, la caída fue más dura. Se arrancó el guantelete y lo tiró por ahí.

–Has creado un buen arma –apreció Sica, lo que no la ayudó nada de nada.

–¿Puedes...? –le preguntó Nameless a Darkheart.

–Sí, claro, no te preocupes –le contestó la vampira con ligereza y empezó con el masaje cardiorrespiratorio–. Mmmmh... –dijo al cabo de unos intentos.

–¿No se despierta? –se sorprendió Tess.

–Se ve que quiere echarse una siesta –contestó sin darle importancia, pero siguió con el trabajo de reanimación con mucha seriedad.

Nameless estaba horrorizada y tenía muchas ganas de llorar por la angustia por lo que había hecho y no saber si podrían arreglarlo.

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Sarah estaba paralizada de miedo y vergüenza. Regina la había pillado y no sabía qué decir para no estropearlo más.

–¿Qué tal si me pones al día? –le propuso su compañera de cuarto, acercándose con pasos serenos.

–Eh... –Sarah miró a su alrededor, buscando ayuda en las demás, pero a Mantis y Furia parecía interesarles que informara a Kuure.

–Puedes empezar por la noche del Salto de la Muerte –sugirió Regina.

–¿Por qué tengo la sensación de que ya lo sabes todo? –le gruñó Apolo, hostil ante una nueva presencia ahora que se estaba acostumbrando a las demás.

–Sé algunas cosas, no todas. ¿Sarah?

–Ah... –balbuceó sintiendo que se ponía roja.

–Saliste para ir al baño... –empezó Regina para darle pie.

–¿Lo sabes? –musitó Sarah sin mirarla a la cara.

–¿Lo de mi tocaya? Sí, claro. Te recuerdo que percibo el calor. Y puedo hacerlo a través de las paredes. Me preocupé porque no volvías, fui a preguntarte y...

Sarah se llevó las manos a la cara, abochornada. Seguramente Regina ahora la percibiría como una antorcha ardiente.

–Entiendo que te dé vergüenza decírmelo, pero después de haber incluido a otra gente...

–A mí no me incluyó –intervino Furia–. Fui al baño la noche del Salto, percibí a Darkheart y la amenacé para que saliera.

–Y como ella se enteró, nosotras nos enteramos de rebote –añadió Mantis–. Y luego irrumpieron el gruñón y el loco.

–Ah, entonces he hecho bien irrumpiendo, es tradicional en vuestro grupo –consideró Regina–. Aunque hubiera preferido que confiaras en mí.

–Es que... no sabía cómo decírtelo... Sentía que no... que tú no...

–¿Que no lo iba a entender? –completó su compañera.

–Es que eres tan...

–¿Fría?

–Perfecta.

Regina suspiró cansada y decepcionada.

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Regina, la vampira, resopló agotada y algo agobiada.

–Roca, ¿dónde demonios te has ido?

Nameless estaba que se moría de miedo, culpabilidad e incertidumbre.

–¿Pero con qué le has dado? –se interesó Tess.

Nameless gimió y señaló vagamente el guantelete fulminante, tirado a un par de metros de ella.

–Un buen arma –repitió Sica, queriendo darle una palmadita, que Nameless apartó de un manotazo horrorizado.

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Pues nada, se ha quedado buena noche, ¿no? X"D
¿Quién os iba a decir que Nam iba a mata a Roca y no a la inversa? ^^;;;

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