22. Información delicada II (140)
Furia no fue directamente a su cuarto, primero tenía que comprobar algo. Aporreó la puerta con dos golpes firmes y a los segundos le abrió Apolo Ampersand, cuya primera reacción fue poner cara de sorpresa. Por otro lado, Furia se sorprendió de que el chaval siguiera llevando gafas de sol.
–¿Qué hostias quieres tú ahora? –le espetó él.
–¿Esperabas a otra persona? –inquirió ella.
–Tigre es el que suele dar por saco a estar horas. ¿Qué quieres?
–Saber si todo va bien por aquí –contestó echando un vistazo al interior. Aderyn Silverpeak estaba sentado en su cama y la saludó alegremente.
–¿Y por qué no iba a irlo? –interrogó Apolo.
Furia torció una mueca condescendiente.
–Sé que habéis tenido visita.
Apolo resopló hastiado, pero relajó un poco la postura.
–¿Has estado con la otra o qué?
–Sí. ¿Entonces bien por aquí? –insistió, especialmente para Aderyn.
Él se rio como un idiota.
–Está bien –contestó por él Apolo.
–Me he quedado con un calentón por tu culpa –le reprochó Aderyn con cierta ligereza, pero sincero.
–Gilipollas –le siseó su compañero–. Tú habrás echado a la otra, ¿no? –se dirigió a Furia.
–No.
–¿Cómo que no? –se escandalizó, aunque sin levantar la voz.
–No tengo corazón para dejar con el calentón a alguien que no va a encontrar otra forma de aliviarse.
–¿Pero tú sabes lo peligroso que es eso?
–¿Y tú sabes lo jodido que es ser mujer con libido? –le devolvió Furia–. Ella ya sabe lo que le haré como se pase un pelo. De mientras, no puedo hacer otra cosa.
–Lo que tú digas –resopló Apolo–. ¿Qué te ha pasado en la mano?
–Que tenía que dejarle claras las cosas.
–¿Paliza de advertencia? –propuso enarcando las cejas por encima de de las gafas tintadas.
–Sólo a la pared –murmuró ella desviando la mirada.
Apolo hizo una mueca condescendiente.
–Trae que te lo cure –añadió a continuación.
–Paso –contestó ella y se dispuso a irse a su cuarto.
–¿Y cuando lo vean mañana y te pregunten con quién te has peleado? –inquirió Apolo–. Me hago una idea de que, como mujer, eso también te supondrá un problema.
Furia gruñó por lo bajo y regresó sobre sus pasos para tenderle la mano herida.
–Ya la he lavado con agua.
Apolo le estaba esparciendo una crema por los nudillos despellejados cuando Furia vio de reojo luz en el pasillo, por lo que se coló rápidamente en la habitación a esperar a que pasara el guardia nocturno.
–¿Cómo has visto mis nudillos en esta oscuridad? –quiso saber ella al caer en la cuenta–. Y con gafas de sol.
–No necesitas saberlo –contestó él.
–Apo ve en la oscuridad –chivó Aderyn.
–Cállate –le siseó Apolo.
–¿Prefieres que diga que hueles la sangre? –propuso con más ganas de pinchar que Mantis.
–Te voy a tirar por la ventana.
–Si Tess está debajo para cogerme...
–Anoche no parecía que vieras en la oscuridad, cuando Veda te tuvo que acompañar con la linterna.
–¿Quieres que hablemos de tu novia villana? –le soltó Apolo.
–Wow, no me parece que tenga ninguna relación, pero vale –aceptó ella desdeñosa y entreabrió la puerta para asegurarse de que no hubiera guardias en el pasillo–. Y vuelve a decir que es mi novia y vas a tener que coserte a ti mismo –amenazó saliendo.
–Lo que tú digas –contestó Apolo, también desdeñoso, antes de que Furia dejara el cuarto.
–––
Roca irrumpió en la Enfermería dando tal patada en la puerta que Karla se incorporó del susto.
–Ya me estoy arrepintiendo de cubrir a Nat –gruñó bajándose de la camilla que ocupaba.
–Tiene mucha fiebre –contestó Roca yendo a dejar a Nameless sobre otra camilla.
Karla se acercó a ponerle una mano sobre la frente, hizo una mueca de fastidio y alcanzó un termómetro para tener una medida exacta. Nameless no llegó a despertar, sumida como estaba en un sueño abrasador.
–¿Por qué te la llevaste antes? –inquirió Karla–. Si la hubieras dejado en observación, ahora no estaría a punto de morirse.
–Estaba bien.
–No, no estaba bien. Estaba incubando una infección. ¿Te crees que tiene tu resistencia o qué? Tráela.
–Ya sé que no tiene mi resistencia. Pero suponía que tendría algo –contestó volviendo a cogerla en brazos.
–Pues ya ves que no –dijo Karla desde la habitación de al lado, allí estaba llenando una bañera con agua fría–. Desnúdala.
Nameless emitió un gruñido lejano cuando le fue retirada la ropa, que era la misma de la tarde porque no había tenido ganas de cambiársela por el pijama. Una mancha rojiza asomaba por las vendas que le cubrían el hombro, extendiéndose por el costado y uno de los pechos.
–Frío –fue lo primero que dijo al ser sumergida en el agua en el que flotaban cubitos de hielo, espabilándose de repente.
–Estás a cuarenta y un grados y medio –le informó Karla–. ¿Sabes qué pasa a partir de ahí?
–Eh... Desnaturalización de las proteínas –murmuró Nameless medio ida, cayéndosele la cabeza hacia atrás.
Karla puso cara de sorpresa por la rápida y certera respuesta.
–Sí, siempre responde, da igual cómo esté.
–Pues más le vale bajar esa fiebre si quiere conservar la capacidad de responder así –recomendó y le cortó las vendas manchadas. Lo que había debajo no tenía buena pinta–. Joder, justo al lado del corazón –masculló poniéndole una mano en el hombro y Nameless soltó un gruñido de dolor.
–Eso díselo a Kill –siseó la herida entre dientes.
Karla le sacó unos botecitos de sangre y se los llevó a otra estancia para analizarla.
–Vigílala –le dijo a Roca.
–Jah... Y vosotras diciendo que iba a matarme Sica... –comentó Nameless con su habitual humor negro mientras tiritaba de frío al mismo tiempo que se le iba la cabeza por la fiebre. Aunque, de repente, pareció repensárselo, porque borró de golpe su sonrisa sufridora–. Roca...
–¿Qué?
–¿Cuánta... gente hay aquí? –preguntó mirando de reojo con pavor.
–¿Estás delirando?
–Puede...
–Pues ahora que ha salido Wollstonecraft, sólo tú y yo.
–Ah... –musitó y sonó a que lo aceptaba, aunque no fuera eso lo que viera.
–¿Ves a más gente o qué?
–Veo... a una mujer... o algo así –murmuró aún más bajo, como si no quisiera que dicha mujer la escuchara–. Pero sólo... de reojo.
Roca frunció el ceño y estuvo a punto de contestarle que qué hostias decía, pero no hacía falta, Nameless ya sabía que lo que veía no era real. ¿Verdad?
–––
–¿Todo bien entonces? –se interesó Regina.
Estaban metidas en el mismo cubículo que la noche anterior, acariciándose por el momento.
–Bueno... ha sido información que no esperaba.
–Pero no te produce rechazo, ¿verdad?
–Espero que no –exclamó ella–. Pero... va a ser raro.
–¿Raro en plan un día con el pelo largo y otro con pelo corto?
–Bueno...
–Los cambios son graduales día a día. Ya no estoy igual que ayer.
–¿Ah, no?
–Nop –contestó Regina burlona.
–¿Qué te ha cambiado? Aparte... del pelo, que está más largo, ¿no?
–Ummm... Tendrás que descubrirlo –canturreó cogiéndole las manos para ponérselas en la cintura a sí misma.
–Oh, vaya... Eso parece –consideró ella empezando a palpar–. Mmmh, ¿sabes? –empezó sinuosa.
–¿Sí? –preguntó rozándole el cuello con los labios.
Sarah jadeó y se abrazó con fuerza, agarrándose a su nuca.
–Que, a mí, con que mantengas la lengua larga y los dedos rápidos...
Regina se rió cómplice y subió a susurrarle al oído:
–La lengua puedo tenerla dos centímetros más larga.
Con sólo imaginarlo, a Sarah se le aflojaron las rodillas.
–––
–Que alguien le inyecte esto –ordenó Karla.
Antes de que Roca alargara el brazo, Morilec ya estaba cogiendo la jeringuilla.
–¿Y tú de dónde sales? –le espetó Eisentblut.
–No esperarías que no me fuera a enterar, ¿verdad? –contestó cogiéndole el brazo a Nameless para inyectarle en el interior de codo.
–No pretendíamos ocultarte nada, estúpida paranoica –le gruñó.
–Pues con más razón para enterarme –contestó sacando la aguja.
–Sica... –murmuró Nameless.
–¿Sí?
–¿Cuánta gente... hay aquí?
–¿Es una pregunta trampa? –inquirió Morilec suspicaz.
–Un poco...
–Pues yo te veo a ti, a Wollstonecraft y a Eisentblut. Bueno, y yo. Y Virginia viene de camino porque se habrá dado cuenta de que me he levantado.
–Vaya...
–¿Tú ves a alguien más?
–A una mujer... de rojo...
Roca suspiró por las alucinaciones persistentes, pero Morilec se puso más seria de lo normal.
–¿De rojo porque va vestida de rojo o por otro motivo?
–¿Qué otro motivo? –le espetó Roca–. ¿Que tenga la piel roja?
–Podría ser. ¿No tienes un tío rojo? –le contestó Morilec, siempre al día de todas las familias.
–Ropa roja... y piel roja... aunque creo que... es que... no tiene piel... –musitó aguda por el miedo.
–De acuerdo –aceptó Morilec yendo a dejar la jeringuilla en una mesa–. Ahora vuelvo –prometió.
–¿Sabes de lo que habla? –preguntó Wollstonecraft.
–De alguien que me conoce bien, aunque yo a ella no. Pero sé quién sí.
–¿Eh? –inquirió Roca sin enterarse de nada, pero ya se había esfumado en las sombras de la Enfermería.
Al momento llegó Virginia corriendo en su eterno camisón, al que iba haciéndole falta darle un lavado.
–No me avisaste –acusó de entrada.
–No quería... preocuparte –contestó Nameless desde su baño con cada vez menos cubitos de hielo.
–¡Pero tengo que protegerte!
–No chilles... por favor.
Al acercarse y ver la herida del hombro, Virginia puso cara de espanto y pareció que le iba a dar otra de sus crisis.
–Te han torturado –musitó con los ojos encharcados por lágrimas repentinas.
–Sólo un poco...
–¿Qué querían? –quiso saber arrodillándose junto a la bañera.
–Castigarme... por ser una respondona...
Virginia apretó los puños y sus ojos brillaron con más intensidad que las lámparas que había encendido Wollstonecraft.
–¿Ni siquiera querían información?
–Nadie quiere información... aquí, Virgi –contestó Nameless agotada, poniéndole débilmente una mano sobre un puño–. Sólo... hacerme a prueba... de todo...
–¿Sí? –cuestionó Roca–. ¿Crees de verdad que Kill pretendía "hacerte a prueba de todo"?
–Si no creo eso... intentó matarme... y estaría muy feo que... una profesora le hiciera eso... a una alumna, ¿no?
–Iré a la próxima clase, me enfrentaré a ella –prometió Virginia.
–No... Ese lugar te puede... dar malos recuerdos...
A Virginia le temblaron los labios de miedo, dolor y enfado, todo junto y heterogéneamente revuelto, por lo que a cada segundo parecía que iba a ganar uno de los sentimientos.
–Virgi... –retomó Nameless–, ¿voy a morirme esta noche?
–Eh...
–Ni se te ocurra morirte –ordenó Roca–. Menos por una infección de nada.
–Virgi... –repitió Nameless como si no hubiera escuchado nada–, voy a morirme esta noche –afirmó.
Roca iba a amenazarla con matarla ella como no dejara de decir chorradas, pero Virginia se le adelantó.
–No, eso es mentira –contradijo sin atisbo de duda.
–¿Puedo...? Puedo superar esto.
–Por supuesto, puedes hacerlo –asintió Virginia y no eran meras palabras de ánimo, sonó a sentencia.
–Vale... –aceptó Nameless y se le fue la cabeza hacia atrás.
–Mira qué rápido le ha pillado el truco a...
–No lo digas –interrumpió Nameless con un murmullo.
–...Virgi –terminó Wollstonecraft y así la aludida no se alteró.
A los pocos minutos regresó Morilec acompañada por Sinister, cuyo pijama negro estaba deslucido en gris y deformado. A Roca le salía la vena Elegans al ver aquellos desastres.
–¿Quién ve a la señora de rojo? –preguntó somnoliento.
–Yo... –contestó Nameless–. Cuánta gente... y yo en este plan... –se avergonzó vagamente de su desnudez.
–Si prefieres, no miro –ofreció Sinister bostezando.
–¿Puedes mirar a la señora?
–No sin estar en algún tipo de trance, como estás tú ahora.
–Oh...
–Pero puedo inyectarme algo de por aquí e ir a preguntarle –planteó buscando jeringuillas a su alrededor. Wollstonecraft le quitó del alcance unas cuantas.
–No hace falta... Gracias –musitó Nameless–. ¿Quién es?
–¿Seguro que quieres saberlo? –planteó él pillando una silla para sentarse con desgana.
–Haces que dé más miedo...
–Vale, si eres de las que prefiere saberlo... es la Muerte.
Nameless abrió los ojos como platos e intentó girarse hacia la mujer de rojo que sólo ella veía, pero le resultaba imposible, ya que siempre permanecía en su visión periférica.
___________________________
___________________________
Apo y Furia son un dúo cómico-hostil genial y lo sabéis (?)
*habla de eso para no hablar de que Nam vea a la Muerte* (?)
Pasaos por mi Patreon para más historias~ [www.patreon.com/Cirkadia]
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top