୧ ׅ𖥔 ۫ her waist feels wonderful in my hands.


Apoyó sus manos en aquella esculpida espalda, contemplándola con admiración casi reverencial, como si estuviera frente a una obra de arte. La piel tersa se tensaba bajo sus dedos, delineando músculos bien definidos y una postura que destilaba confianza. Era un lienzo perfecto de elegancia natural.

Con precisión suave pero decidida, sus manos descendieron por la cintura de la pelinegra, sintiendo el calor de su piel mientras la elevaba sin esfuerzo. La movió completamente sobre la cama, acomodándola boca abajo, como si todo hubiera sido coreografiado. La tensión en el ambiente era palpable; cada movimiento, cada roce, transmitía un lenguaje silencioso.

Desde un rincón, Ryujin observaba con ojos atentos, sin perderse ni un solo detalle. No había disimulo en su mirada; veía cada gesto, cada expresión.

Se acercó con lentitud, como un felino acechando a su presa. Su aliento tibio rozó la oreja de Yeji, creando un contraste con la frialdad de sus palabras. 

—Voy a tener que grabar en mi mente lo preciosa que eres. Mi novia ha elegido muy bien al cuerno— susurró en un tono que mezclaba burla y deseo. El veneno en su voz estaba disfrazado de cumplido, un juego retorcido que rozaba los límites de lo permisible.

El cuerpo de Yeji respondió con un escalofrío que recorrió su espalda. La mezcla de provocación y la franqueza cruel de Ryujin la desarmó. Saber que Jisu, en medio de todo, no se había dejado consumir por el resentimiento ni la posesión, sino que había aceptado la situación con una calma extraña, tocaba algo profundo dentro de ella.

Como si disfrutara cada segundo de esa pequeña tortura emocional, dejó que sus manos vagaran desde la parte alta de la espalda de Yeji, descendiendo lentamente, casi con devoción. Sus pulgares se hundieron ligeramente en la carne conforme se movía hacia abajo, marcando un camino de presión calculada. Al llegar a la curva de su cadera, no se detuvo. Sus manos se posaron firmemente sobre su trasero, acariciándolo con una firmeza medida antes de apretar con fuerza.

—Precioso— murmuró con voz ronca, llenando de doble intención ese halago. El toque era tanto una afirmación como una posesión temporal.

Jisu sostuvo la mirada de Ryujin por unos segundos, leyendo en sus ojos la mezcla de aprobación y deseo compartido. Sin perder más tiempo, deslizó sus manos firmemente por las caderas de Yeji, separando sus nalgas con una maestría tranquila, exponiendo su intimidad. Cuando su mirada descendió, se encontró con un espectáculo que la dejó sin aliento: los pliegues rosados y húmedos brillaban bajo la luz, una invitación natural que la atrajo de inmediato. Lia tanteó con un dedo, acariciando la suavidad mojada mientras sentía el calor pulsante.

Ryujin, curiosa y excitada, se acercó para mirar más de cerca, inclinándose junto a Jisu. Ambas compartieron una sonrisa cargada de complicidad y deseo al ver el mismo paisaje. La conexión entre las dos mujeres en ese momento era intensa, casi palpable, un equilibrio entre lujuria y control compartido.

Sin decir una palabra, Lia soltó a Yeji, su mirada fija en ella mientras se despojaba de su ropa con movimientos calculados y deliberados. Cada prenda que caía al suelo parecía cargar más la atmósfera de anticipación. Una vez completamente desnuda, el aire alrededor de ella parecía vibrar con su determinación.

—Voltéate— ordenó con voz firme pero suave, y Yeji obedeció sin titubear. Jisu la agarró posesivamente por la cintura, tirando de ella hasta que sus cuerpos quedaron pegados, piel contra piel, dejando claro quién llevaba las riendas.

—Mi mujer se va a sentar en tu linda carita mientras te follo, ¿de acuerdo?— murmuró con una mezcla de autoridad y ternura perversa, mientras sus dedos se deslizaban con sutileza por el interior de los muslos de Yeji, provocando pequeños espasmos de anticipación. Choi acariciaba, medía y se deleitaba con el poder que tenía en ese momento, su mirada oscura reflejando un placer egoísta por lo que estaba a punto de suceder. Ryujin, con una sonrisa cómplice en sus labios, se movió hacia Yeji, sus ojos oscuros brillando con un fuego que encendía cada rincón de la habitación.

Ryujin obedeció a los oscuros deseos de Jisu sin una pizca de duda, dejándose llevar por la excitación del momento. Con una elegancia felina, se colocó sobre la cara de la pelinegra, buscando la posición perfecta para sentarse en su rostro. Yeji, sintiendo el calor y el peso creciente sobre ella, dejó escapar un gemido ahogado, sus manos se movieron instintivamente hacia las nalgas de Ryujin, agarrándolas con firmeza y apretando con un deseo que no podía contener.

Era consciente del poder que tenía en ese instante, bajó lentamente, asegurándose de no poner todo su peso en la cara de Yeji, pero sí lo suficiente para que sintiera la presión y la urgencia que se apoderaba de ella. Se acomodó con precisión, permitiendo acceso directo a su coño, que palpitaba deseoso. Con una mezcla de dominio y necesidad, la mayor de las tres comenzó a explorar con su lengua, buscando cada punto sensible, arrancando suspiros y gemidos de Ryujin que resonaban por toda la habitación. Aprovechó la posición vulnerable en la que se encontraba Yeji. La pelinegra tenía las piernas abiertas y disponibles, y Jisu, viendo la oportunidad de ejercer su venganza, no dudó en aprovecharla. Se inclinó hacia adelante, con sus ojos fijos en los de Yeji, capturando cada expresión de deseo, cada espasmo que recorría su cuerpo. Yeji se veía demasiado apetitosa, con su piel enrojecida y su respiración entrecortada, casi suplicante por lo que estaba por venir.

Jisu comenzó con un gesto sencillo pero cargado de intención: una respiración lenta y controlada sobre el sexo de Yeji. El aire cálido rozó la piel sensible, provocando un escalofrío que recorrió todo el cuerpo de la pelinegra, haciendo que sus caderas se alzaran ligeramente, buscando más. Lia sonrió al ver la respuesta inmediata, deleitándose en la anticipación que había sembrado. Su venganza no era solo por lo físico, sino también por el placer de tener el control absoluto, de manejar el deseo de Yeji a su antojo.

Sin prisa, Lia bajó su cabeza un poco más, permitiendo que su aliento acariciara los muslos de Yeji, tan cerca pero aun manteniendo la tortura de la espera. Su lengua, finalmente, hizo contacto, pero no donde Yeji más lo deseaba. En lugar de eso, Choi lamió descaradamente los muslos interiores de la pelinegra, comenzando desde la parte más cercana a su rodilla y subiendo lentamente, dejando un rastro de saliva que brillaba bajo la tenue luz de la habitación.

Al ver la creciente desesperación en los ojos de Yeji, decidió no detenerse. Repitió el mismo ritual en el otro muslo, lamiendo con la misma lentitud y deliberación, dejando un rastro húmedo que se mezclaba con el calor que irradiaba el cuerpo de Yeji. La pelinegra gemía suavemente, su respiración era irregular, su cuerpo un torbellino de necesidad que Jisu controlaba con precisión milimétrica.

Satisfecha con la respuesta de Yeji, Jisu finalmente decidió que había sido suficiente tortura preliminar. Sin más dilación, entró de lleno, su lengua moviéndose con destreza mientras chupaba, lamía y devoraba el coño de Yeji con una intensidad que era casi abrumadora. Cada movimiento era intencionado, cada lamida y succión estaban diseñadas para extraer el máximo placer de Yeji, para hacerla sentir cada fibra de su ser consumida por el deseo.

Jisu murmuraba mientras trabajaba, sus propios gemidos mezclándose con los de Yeji. Había algo profundamente erótico en el acto, en la manera en que Jisu se entregaba a su tarea con tanto esmero, como si estuviera saboreando una fruta exótica y dulce. El sabor de Yeji era delicioso, y Lia no pudo evitar perderse en el placer que le daba. Su lengua se movía con una precisión frenética, alternando entre lamer con suavidad y chupar con fuerza, buscando cada punto sensible, cada lugar que provocaba un espasmo de placer en el cuerpo de Yeji.

Observando la escena desde arriba, Ryujin no se quedó atrás. Aunque su posición la hacía parecer una espectadora, estaba lejos de serlo. Yeji la tenía bien agarrada de las nalgas, sosteniéndola con fuerza mientras su boca trabajaba diligentemente. La menor, sintiendo el calor y la humedad del cuerpo de Yeji debajo de ella, no pudo evitar dejar escapar un gemido profundo.

—Oh, mierda, esa lengua— gimió la de mechas rubias, su voz entrecortada por el placer que la envolvía. Cada movimiento de la lengua de Yeji en su coño mojado enviaba oleadas de electricidad por su cuerpo, haciendo que sus caderas se movieran instintivamente, buscando más. Ryujin cerró los ojos por un momento, perdiéndose en la sensación, dejando que la vibración de la boca de Yeji con sus propios gemidos la llevara a un lugar de puro deleite.

La de ojos gatunos no pudo dar una respuesta, pero la tensión aumentada en su lengua fue suficiente. La mirada de Ryujin quedó atrapada en un grito ahogado, su cabeza se inclinó hacia atrás y las manos de Yeji agarraron sus caderas, atrapándola firmemente en medio de su salvaje agonía.

Ryujin era consciente de lo mucho que Yeji estaba disfrutando el momento, ya que la penetración de su lengua en cada parte de su vagina, su presión precisa y su pulso constante indicaban que Yeji se estaba entregando. 

—Es como un bálsamo para dormir, Yeji— dijo Ryujin, murmuró y luego gimió. La sensación de éxtasis de Ryujin fue provocada por sus caderas aceleradas, lo que la hizo acercarse con fuerza y deslizarse hacia un abismo de deleite

A pesar de las sensaciones abrumadoras, Yeji se mantuvo firme en su determinación de complacer a Ryujin. La pasión de Lia por el sexo y su capacidad para brindarle un placer infinito se reflejaba en cada lamida que realizaba.

Ryujin, con los ojos cerrados y la boca abierta en un grito ahogado, sintió cómo su cuerpo se preparaba para otra oleada de orgasmo. 

—Oh, sí... sí, Yeji, así... No puedo más...— susurró entre jadeos, su voz casi inaudible mientras las olas de placer comenzaban a arrastrarla. El ritmo de sus movimientos se volvió errático, sus caderas se movían frenéticamente contra la boca de Yeji, buscando liberar el torrente de satisfacción que la inundaba. Observando la reacción de Ryujin, se dedicó a incrementar el ritmo y la intensidad de sus movimientos. Los dedos dentro de Yeji se movían con una precisión meticulosa, buscando la profundidad perfecta, mientras su pulgar masajeaba con fuerza el clítoris de la pelinegra. 

—Sigue así, Yeji... Estás haciendo un trabajo increíble— murmuró Jisu, su voz cargada de un orgullo que no le cabía en el pecho.

Se sentía muy poderosa.

Con un grito sensual, Ryujin alcanzó su clímax. Sus músculos se contrajeron con fuerza, su cuerpo arqueándose mientras las olas de placer se apoderaban de ella. La cumbre de su orgasmo fue tan intensa que sus caderas se movieron incontrolablemente, su cuerpo temblando mientras sus gritos de placer llenaban el aire.

Yeji, no dispuesta a detenerse, continuó su trabajo con la misma dedicación, lamiendo y chupando con fervor hasta que el clímax de Ryujin comenzó a desvanecerse. Jisu, satisfecha con el resultado, retiró sus dedos lentamente de Yeji, quien se encontraba exhausta pero completamente satisfecha. La atmósfera en la habitación se llenó de una mezcla de jadeos entrecortados y la sensación de satisfacción completa.

Mientras Ryujin se recuperaba de su clímax, Jisu decidió que era hora de llevar a Yeji al mismo lugar de éxtasis. Sin perder tiempo, volvió a introducir sus dedos en el interior de Yeji, esta vez con un ritmo más firme y decidido. Su otra mano se movió hacia el clítoris de Yeji, acariciándolo con suaves pero intensos movimientos circulares.

Temblando por el rigor de lo que acababa de suceder, sintió cómo una nueva ola de placer comenzaba a formarse en su interior. Lia sabía exactamente cómo tocar a una mujer, cómo llevarla al límite sin dejar que se escapara de cada toque. La pelinegra cerró los ojos, dejándose llevar completamente por las sensaciones que Jisu le estaba proporcionando.

—Así, Yeji... déjate llevar, deja que te folle cómo yo quiera— susurró Jisu en su oído, mientras sus dedos seguían trabajando, entrando y saliendo con precisión, mientras su pulgar estimulaba su clítoris con la intensidad justa. Ryujin, aun disfrutando de los últimos vestigios de su propio orgasmo, observaba con una mezcla de admiración y deseo mientras Choi se encargaba de llevar a Yeji al límite.

Atrapada en el círculo de placer que Lia había creado, comenzó a gemir más fuerte, su cuerpo respondiendo a cada toque, cada movimiento de los dedos de Lia. Su respiración se volvió errática, sus caderas comenzaron a moverse al ritmo de los dedos de Jisu, buscando más de esa deliciosa fricción que la estaba llevando al borde del clímax.

—Jisu... me voy a correr— jadeó Yeji, su voz temblorosa, llena de necesidad. Jisu sonrió, incrementando ligeramente la presión sobre su clítoris mientras aceleraba el ritmo de sus dedos, llevándola más cerca de la cúspide.

—No te detengas, Yeji... déjalo salir— le susurró Jisu, su voz baja y cargada de control, pero también de un cariño que solo hacía que la mayor se sintiera más segura de rendirse a la oleada de placer que estaba a punto de consumirla.

Con un grito ahogado, Yeji finalmente se dejó llevar, su cuerpo convulsionando mientras el orgasmo la arrasaba. Su espalda se arqueó, sus músculos se tensaron, y sus gemidos se convirtieron en un torrente de sonido. Cada fibra de su ser estaba encendida, cada nervio vibrando de satisfacción.

La castaña siguió estimulando a Yeji, guiándola a través de las intensas olas de su clímax y asegurándose de que experimentara cada momento de placer en toda su intensidad. Cuando las contracciones comenzaron a calmarse, Lia retiró sus dedos con delicadeza, permitiendo que Yeji se recostara, exhausta pero completamente satisfecha.

Con la emoción al cien, Lia se levantó rápidamente, sus movimientos aún llenos de la intensidad que acababan de compartir. Sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia Ryujin, su mujer, y la tomó por la nuca, atrayéndola hacia sí para un beso lleno de pasión y descaro. Sus labios se encontraron en un choque de deseo, y Jisu no perdió el tiempo, deslizando su lengua dentro de la boca de Ryujin, lamiendo con voracidad su lengua y labios, reclamándola de una manera que solo ella podía hacerlo.

Su chica respondió de inmediato, gimiendo en la boca de Jisu mientras sus cuerpos se acercaban más, sus manos explorando las curvas familiares y deseadas. Sus labios se movían en una danza íntima, una lucha por el control que Jisu ganaba fácilmente, su presencia dominante envolviendo a Ryujin por completo. Aun recostada, la flamante pelinegra observaba la escena con fascinación, su respiración todavía irregular por el clímax que acababa de experimentar. La visión de Jisu y Ryujin besándose con tanta pasión frente a ella, tan cerca que casi podía sentir el calor que desprendían, la hizo morderse el labio inferior. Había algo en la manera en que Lia reclamaba a Shin que la hacía sentir aún más excitada, a pesar de que su cuerpo estaba exhausto.

Consciente de la mirada de Yeji sobre ellas, Lia abrió los ojos un instante y miró de reojo hacia la pelinegra, su mirada oscura y llena de autoridad. Rompiendo el beso con un suave mordisco en el labio inferior de Ryujin, se giró ligeramente para asegurarse de que Yeji pudiera escuchar cada palabra que iba a decir. 

—Que quede claro que ella es mía— dijo con firmeza, su voz baja, pero cargada de un poder que no admitía dudas—, pero te la puedes comer siempre y cuando yo mande. Yo mando aquí.

Estaba aún atrapada en el fervor del beso, sonrió contra los labios de Jisu, disfrutando de la sensación de ser reclamada tan abiertamente. Sabía que la posesividad de Jisu era parte de lo que hacía su relación tan apasionada, y sentía un placer perverso en saber que Yeji también lo entendía.

Yeji sonrió juguetonamente, disfrutando del ambiente cargado de deseo que Jisu había creado. Con un brillo travieso en los ojos, se inclinó hacia Ryujin, capturando sus labios en un beso igual de intenso y apasionado que el de Lia. Sus lenguas se encontraron en un ritmo desenfrenado, saboreándose mutuamente mientras las manos de Yeji se deslizaban por la espalda de Ryujin, aferrándola con firmeza, asegurándose de que este beso fuera tan inolvidable como el anterior.

La dulce Ryujin, aun recuperándose del fervor que Jisu había desatado, se dejó llevar por la iniciativa de Yeji, respondiendo con la misma intensidad. El calor de sus cuerpos se mezclaba en ese contacto íntimo, y el beso se volvió más profundo, cargado de un deseo compartido que las envolvía por completo. Las respiraciones de ambas se entrecortaban mientras la tensión en la habitación seguía aumentando.

Cuando finalmente se separaron, Ryujin jadeaba ligeramente, su mirada fija en Yeji, aun saboreando el dulce sabor de sus labios. Pero antes de que pudieran intercambiar palabras, Lia, siempre atenta y dominante, decidió que era momento de tomar el control nuevamente. Sin decir una palabra, alargó la mano y agarró la melena de Yeji con firmeza, tirando de ella hacia sí con un gesto decidido.

Jisu capturó los labios de Yeji en un beso voraz, su boca devorando la de la pelinegra con una mezcla de necesidad y autoridad. El beso era feroz, lleno de la intensidad que Choi siempre traía a la mesa. Yeji, completamente atrapada por el control de Lia, se rindió a ella, disfrutando de la sensación de ser tomada de esa manera tan decidida. Ryujin, observando la escena, sintió un nuevo fuego encenderse dentro de ella, viendo cómo Jisu tomaba lo que quería con una confianza inquebrantable.

Cuando Jisu finalmente decidió romper el beso, lo hizo lentamente, mordiendo suavemente el labio inferior de Yeji antes de deslizar su lengua sobre él, dejando un rastro húmedo que hacía que la pelinegra temblara de anticipación. Jisu observó a Yeji con una mirada que era una mezcla de aprobación y deseo antes de soltar su melena, dejando que el momento se impregnara en el aire cargado de la habitación.

Jisu las observó desde arriba, sus ojos oscuros y llenos de una mezcla de posesión y orgullo al verlas allí, a sus pies, exactamente donde las quería. Se tomó un momento para disfrutar de la visión de las dos mujeres más importantes para ella, arrodilladas y esperando su siguiente movimiento, su respiración entrecortada y sus cuerpos llenos de deseo.

—Así me gusta— murmuró Jisu, mientras una sonrisa lenta y satisfecha se extendía por su rostro. Se tomó su tiempo, disfrutando del poder que tenía sobre ellas, sabiendo que, en ese momento, todo lo que sucediera estaba bajo su control, y que tanto Ryujin como Yeji estaban dispuestas a entregarse completamente a su voluntad.

Con Ryujin y Yeji arrodilladas a cada lado, Jisu tomó control de la situación con una determinación que irradiaba autoridad. Sin perder tiempo, levantó ambas manos, colocando dos dedos en la boca de cada una. Su gesto era firme, pero cuidadoso, como si estuviera moldeando una obra de arte viva. 

—Chupen— ordenó con una voz baja y cargada de un poder innegable.

Ambas mujeres obedecieron al instante. Ryujin, a la derecha de Jisu, tomó sus dedos con una urgencia devota, envolviéndolos con sus labios y succionando con una intensidad que reflejaba tanto su deseo como su necesidad de complacer. Cada movimiento de su lengua era meticuloso, cada succión una muestra de lo mucho que disfrutaba del contacto íntimo.

Yeji, a la izquierda, era igualmente apasionada, aunque de manera distinta. Ella lamía los dedos de Lia con una lentitud deliberada, saboreando cada centímetro, disfrutando de la sensación de tener algo tan íntimo de Jisu en su boca. Sus ojos se cerraban por momentos, concentrándose en el sabor y la textura, mientras su lengua se movía en círculos suaves y precisos.

Jisu, observando a ambas con una mirada que era una mezcla de orgullo y deseo, se sentía extasiada por el control que tenía sobre ellas, por la devoción que cada una mostraba en su manera única de seguir sus órdenes. La sensación de sus dedos siendo lamidos y chupados por ambas mujeres la llenaba de un placer profundo, que iba más allá del simple acto físico; era la culminación de la conexión y la dinámica que compartían.

—Preciosas, las dos— murmuró Lia, su voz impregnada de un orgullo genuino por las dos mujeres que tenía arrodilladas ante ella. Su alabanza no solo era por cómo seguían sus órdenes, sino por cómo cada una lo hacía a su manera, reflejando su individualidad mientras se sometían a su deseo. Ryujin engullía sus dedos con una pasión que parecía querer demostrar cuánto la necesitaba, cuánto deseaba complacerla. La pelinegra, en cambio, mostraba su devoción a través de la delicadeza, lamiendo con gusto, tomándose su tiempo para saborear cada momento.

Choi se deleitaba con la sensación y la visión ante ella, permitiendo que sus dedos exploraran más a fondo las bocas de Ryujin y Yeji, sintiendo cómo sus lenguas trabajaban en sincronía perfecta, ambas buscando su aprobación, su alabanza, mientras se entregaban a ella con todo lo que tenían. La intensidad de la conexión entre ellas era palpable, y Jisu sabía que este era un momento que las tres compartirían y recordarían, un momento que solidificaba su vínculo en formas que iban más allá de lo físico.

Retiró lentamente sus dedos de las bocas de Ryujin y Yeji, dejando un rastro de saliva brillante en sus pieles. Sus ojos recorrieron el rostro de ambas, sus labios ligeramente hinchados por la succión, y no pudo evitar sonreír con una mezcla de satisfacción y anticipación. Estaba completamente en control, y el poder que sentía en ese momento la llenaba de una energía electrizante.

—Suban a la cama— ordenó con una voz firme, que no dejaba lugar a dudas de que esperaba ser obedecida al instante—. Voy a buscar el strap para follarlas a las dos.

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