୧ ׅ𖥔 ۫ both mine in my own bed.
El hecho de que Lia sintiera la necesidad casi animal de follarse a la amante de su novia no era casualidad; era un impulso que llevaba tiempo gestándose en las sombras de su mente. La idea de cruzar esa línea prohibida, de entregarse al deseo más primitivo, le resultaba casi tan irresistible como perturbadora. Jisu no tendría problema alguno en darle placer a otra mujer si su novia lo permitía, y esa permisividad tácita, combinada con la tensión electrizante de la situación, elevaba la experiencia a un nivel que rayaba en lo sublime.
El contexto era casi lo más ardiente que había vivido: la mezcla de celos, desafío y una atracción inesperada que emanaba de aquella mujer. Su piel ardía al imaginar las posibilidades, y el peligro de la situación solo añadía más combustible al fuego. Jisu sabía que su cuerpo respondía no solo al deseo físico, sino también al poder de la transgresión, a la liberación de algo que llevaba reprimido. Su mente se nublaba con cada pensamiento, mientras su corazón palpitaba en una sincronía caótica con el calor que le recorría las venas.
Ryujin y Yeji se posicionaron obedientemente como Jisu les había indicado, subiendo a la cama y acomodándose con una mezcla de expectativa y nerviosismo. Ambas compartían miradas cómplices y tímidas, como si intentaran adivinar qué venía después. Los minutos parecían alargarse, aumentando la tensión en el ambiente. Cada segundo se llenaba del sonido suave de sus respiraciones y del leve crujido de la cama bajo sus cuerpos.
Finalmente, Choi apareció en la habitación, y su entrada tuvo el efecto de un golpe eléctrico. Su porte era dominante, casi hipnótico, con un strap-on perfectamente ajustado a su cintura. El dildo de color negro que pendía de su pelvis no dejaba lugar a la imaginación, un símbolo directo de su intención. Caminó con seguridad hacia la cama, con una sonrisa enigmática que irradiaba control absoluto. Su mirada alternaba entre Ryujin y Yeji, deteniéndose un poco más en cada una, como si midiera la profundidad de su entrega.
El contraste entre la fuerza de Jisu y la suavidad expectante de Ryujin y Yeji llenaba el cuarto de una energía casi tangible. Lia subió a la cama con movimientos lentos, calculados, como un depredador que se toma su tiempo antes de atacar. La expectativa hacía que el aire en la habitación pareciera más denso, y las dos chicas la observaban sin atreverse a hablar, dejando que el momento se desbordara con la promesa de lo inevitable.
Entonces, procedió. Lia dejó que su aura dominante llenara el espacio, reafirmando su control sobre la situación. Su presencia era abrumadora, una mezcla de autoridad y deseo que mandaba sobre ellas con solo una mirada o un gesto.
Se acercó lentamente a Ryujin, cada paso cargado de intención, y tomó su barbilla con firmeza, pero sin brusquedad, obligándola a alzar la vista. Sus ojos se encontraron, y el contacto visual fue suficiente para hacer que la menor sintiera un escalofrío recorrer su espalda.
—Preciosa— murmuró Jisu con una voz baja y acariciante, una mezcla de halago y orden que hacía imposible cualquier resistencia. Ryujin tragó saliva, sabiendo exactamente lo que se esperaba de ella. Sus manos, delicadas pero decididas, envolvieron el dildo con suavidad, sosteniéndolo mientras sus ojos permanecían fijos en los de Jisu.
Sin apartar la mirada, Ryujin inclinó la cabeza hacia adelante y dejó que sus labios rozaran la punta del juguete antes de abrirse y empezar a chuparlo lentamente. Sus movimientos eran meticulosos, exploratorios, pero al mismo tiempo llenos de intención. Cada gesto parecía diseñado para complacer, para demostrar su entrega. Lia, por su parte, observaba con una mezcla de satisfacción y deseo, sus dedos aún descansando en la barbilla de Shin, como si sostenerla fuera un recordatorio silencioso de quién tenía el control.
Ella continuó chupándolo con dedicación, sus labios deslizándose con suavidad por toda la extensión del dildo mientras lo iba cubriendo de saliva, asegurándose de lubricarlo por completo. Cada movimiento de su boca era meticuloso, casi reverente, como si en ese acto estuviera canalizando una mezcla de sumisión y deseo puro.
Jisu sonrió, complacida, y con una voz baja, cargada de autoridad y aprobación, murmuró:
—Eso es, hermosa, empápalo como sabes hacerlo—Sus palabras eran una mezcla de aliento y provocación, cada sílaba diseñada para avivar el fuego en Ryujin.
Cuando Ryujin terminó, su respiración era un poco más rápida, y sus mejillas estaban teñidas de un suave rubor. Jisu le dedicó una última mirada intensa antes de apartarse y girarse hacia Yeji, quien ya esperaba su turno con los ojos brillantes de anticipación. La pelinegra no perdió tiempo; en cuanto el dildo estuvo frente a ella, se inclinó rápidamente, tomando la punta entre sus labios y luego engulléndolo con una habilidad que dejaba claro que sabía lo que hacía.
Mientras Yeji trabajaba con igual entrega, sus ojos se mantenían fijos en Jisu, llenos de devoción y desafío al mismo tiempo, como si intentara demostrar que podía superar las expectativas. Lia, por su parte, dejó que sus dedos recorrieran el rostro angelical de la pelinegra, acariciando su piel con movimientos lentos, casi adoradores.
—Así, preciosa— murmuró, con una mezcla de dulzura y firmeza que contrastaba con la intensidad del momento.
Yeji imitaba los movimientos de Ryujin, asegurándose de cubrir completamente el juguete con saliva, dejando un rastro brillante que lo hacía aún más tentador. Los sonidos húmedos llenaban la habitación, añadiendo una capa más de intensidad a la atmósfera cargada de electricidad. Jisu observaba cada detalle, satisfecha con la devoción de ambas, sintiendo que el control absoluto que ejercía sobre ellas era tan adictivo como el deseo que las envolvía.
—Están totalmente deliciosas las dos. Mira cómo lo chupa, Ryu— comentó Jisu con una sonrisa que era mitad burla y mitad admiración, mientras soltaba una risa suave, baja, que resonaba en el ambiente cargado de tensión. Con movimientos calculados, recogió un poco el cabello de Yeji entre sus dedos, sosteniéndolo firmemente, pero sin brusquedad, guiándola a que siguiera tragando el dildo con un ritmo controlado. Sus ojos se encontraron, y Jisu la miró con una lujuria desenfrenada, deleitándose con cada gesto de sumisión y deseo que la rubia ofrecía.
Cuando consideró que ya era suficiente, retiró el dildo de los labios húmedos de Hwang, cubierto de babas, y dejó escapar un suave suspiro de satisfacción.
—Ahora, Ryujin, ponte de espaldas. Quiero verte en cuatro, con el culo bien arriba— ordenó con una voz firme que no dejaba lugar a dudas. Luego dirigió su atención a Yeji: —Tú ponte a un lado y asegúrate de besarla mientras yo me encargo.
Jisu observó con paciencia, disfrutando del espectáculo de cómo ambas mujeres obedecían sin cuestionar. Ryujin se acomodó sobre la cama, con los codos apoyados y el torso bajo, mientras su trasero se alzaba perfecto en el aire. Yeji, por su parte, tomó posición a su lado, inclinándose hacia Ryujin con una expresión de ternura y deseo, lista para cumplir con las instrucciones de Jisu.
La vista era casi demasiado para soportar. Ambas estaban en la posición perfecta, ofreciendo sus cuerpos con una mezcla de vulnerabilidad y erotismo que encendía cada fibra de Jisu. Sus culos estaban completamente a su disposición, firmes y tentadores, mientras la curva de sus espaldas acentuaba aún más la sensualidad de la escena.
Jisu dejó que sus manos recorrieran con lentitud las espaldas desnudas de ambas, deslizándose por sus pieles suaves hasta llegar a sus traseros. Sus dedos exploraban con firmeza, presionando, acariciando, mientras disfrutaba de la reacción que sus toques provocaban. De vez en cuando, intercalaba esas caricias con pequeños azotes que resonaban en la habitación, dejando marcas rosadas que contrastaban con la piel clara de ambas. Los gemidos que escapaban de sus labios eran una música dulce para Choi, quien sonreía, encantada, sintiendo cómo el poder en sus manos alimentaba el deseo que ya ardía en su interior.
Jisu no perdió tiempo en tomar el control. Se posicionó detrás de su querida novia, dejando que sus ojos recorrieran su figura mientras la pelinegra permanecía expectante a un lado, su pecho subiendo y bajando en un ritmo que delataba su propia anticipación. Con una sonrisa pícara y llena de confianza, Jisu miró a Yeji y le lanzó una advertencia que sonaba más como una promesa: —Luego te follaré a ti, prepárate.
Acarició la espalda de Ryujin con movimientos firmes, trazando lentamente el contorno de su columna, hasta que se inclinó hacia adelante, dejando que su aliento cálido rozara el hombro desnudo de su novia.
—¿Estás lista?— preguntó con un tono bajo, casi susurrado, pero cargado de intensidad. Ryujin asintió, su respiración entrecortada y pesada, mientras se mordía el labio en un intento inútil de contener su ansiedad.
Jisu se enderezó nuevamente, sus manos firmes sujetando las caderas de Ryujin. Escupió sobre la punta del dildo, asegurándose de que estuviera perfectamente lubricado antes de presionarlo con cuidado contra la entrada de su novia. Ryujin jadeó al sentirlo, y Jisu, siempre atenta, se tomó su tiempo, avanzando con lentitud para permitir que su cuerpo se adaptara. Su paciencia era calculada, un contraste marcado con el deseo ardiente que la consumía, pero quería asegurarse de que la menor estuviera completamente lista.
Cuando sintió que su novia estaba preparada, Jisu volvió a inclinarse hacia adelante, sus labios rozando la piel de Ryu mientras murmuraba con un tono cargado de promesa: —Disfruta lo que te mereces.— Dicho esto, retrocedió y comenzó a moverse con un ímpetu que hacía que la cama se tambaleara bajo ellas.
Sus embestidas eran firmes, rápidas, y cargadas de una intensidad que hablaba no solo de deseo, sino también de una necesidad primitiva de marcar su dominio. La fuerza con la que su pelvis chocaba con Ryujin llenaba la habitación de sonidos húmedos y el eco de sus cuerpos conectando una y otra vez. Jisu gemía entre dientes, su mirada fija en la figura temblorosa de su novia, deleitándose con cada jadeo y gemido que arrancaba de sus labios.
Ryujin se aferraba a las sábanas, incapaz de contener los sonidos que escapaban de su boca, mientras su cuerpo respondía al ritmo implacable de Jisu. A un lado, Yeji observaba la escena, mordiéndose el labio inferior, sus ojos oscilando entre la excitación y la impaciencia, mientras esperaba su turno, su pecho subiendo y bajando al compás de su respiración acelerada. Jisu, consciente de su mirada, la observó fugazmente, una sonrisa maliciosa curvando sus labios antes de volver a concentrarse en su novia, aumentando aún más la intensidad con la que la follaba.
Jisu agarraba con fuerza las caderas de Ryujin, sus dedos hundiéndose en su piel mientras su pelvis chocaba con fuerza contra ella, arrancándole gemidos cada vez más altos y desesperados. El sonido de sus cuerpos conectando resonaba en la habitación, mezclado con el eco húmedo de cada embestida y los gruñidos profundos de Lia.
—¿Te gusta esto, Ryuddaeng? ¿Te gusta que te folle así?— gruñó Jisu entre dientes, su voz ronca por el esfuerzo y el deseo, mientras aumentaba el ritmo. Sin esperar respuesta, soltó una de sus caderas y agarró su cabello, tirando de él hacia atrás para arquear su espalda. Ryujin dejó escapar un grito ahogado, y Jisu aprovechó ese ángulo para impulsarse con aún más fuerza, penetrándola con una intensidad que bordeaba lo salvaje.
—¡Mírate, joder! Estás hecha un desastre, Ryujin. ¿Eso te pone caliente? ¿Que te folle como me da la gana?— La risa grave de Jisu se mezclaba con sus jadeos mientras sus movimientos se volvían cada vez más frenéticos, su rabia canalizándose en cada embestida. Ryujin era incapaz de articular palabras coherentes; sus gemidos eran fuertes, incontrolables, su cuerpo temblando bajo el dominio de Jisu.
—Más... ¡Más fuerte, Lia!— logró gritar Ryujin entre jadeos, su voz quebrándose por el placer abrumador. Jisu sonrió de lado, complacida y a la vez desafiada, y apretó más el agarre de su cabello mientras empujaba con todo su cuerpo, haciendo que Ryujin se balanceara hacia adelante con cada embestida.
—Eres increíblemente sucia, Ryu. Mírate, rogándome que te rompa— murmuró Jisu con un tono burlón pero cargado de deseo. Su mirada se desvió brevemente hacia Yeji, quien observaba la escena con los labios entreabiertos y los ojos encendidos de lujuria. La pelinegra se mordía el labio, su respiración entrecortada mientras sus manos acariciaban su propio cuerpo de forma inconsciente.
—¿Te gusta mirar, Yeji? ¿Quieres que te haga lo mismo? Mira cómo se lo doy— soltó Jisu con una sonrisa perversa antes de volver a concentrarse en Ryujin, esta vez golpeando con aún más fuerza. Shin gritó su nombre, sus uñas arañando las sábanas mientras su cuerpo se entregaba por completo al ritmo salvaje de Jisu.
Yeji, fascinada y completamente excitada, susurró casi sin darse cuenta:
—Quiero que me folles igual, Jisu... Hazme tuya también— Jisu soltó una carcajada grave, que se transformó en un gruñido mientras continuaba con sus embestidas.
—Tu turno llegará, preciosa. Pero por ahora, mira cómo destrozo a esta belleza.
En un momento, Jisu decidió llevar las cosas a otro nivel. Se inclinó hacia Ryujin, aún temblorosa y jadeante, y le susurró al oído con un tono firme pero cargado de deseo:
—Levántate, Ryujin. Ahora mismo— La menor, con las piernas temblorosas y la respiración agitada, obedeció sin protestar, dejando que Jisu la guiara mientras sus manos se aferraban a su cintura para mantenerla firme.
Lia la condujo hasta el espejo grande que adornaba una de las paredes de la habitación. Con un empujón suave pero determinado, la colocó de rodillas y luego la hizo inclinarse hacia adelante, dejándola en cuatro frente al cristal.
—Mírate, Ryujin— dijo Jisu mientras sus manos volvían a recorrer la espalda y las caderas de su novia—. Quiero que veas lo increíble que te ves siendo follada como mereces.
Ryujin levantó la vista, encontrando su reflejo en el espejo. Su rostro estaba completamente sonrojado, su cabello desordenado, y sus labios entreabiertos mientras trataba de recuperar el aliento. Jisu se colocó detrás de ella, sus manos firmes enredándose nuevamente en su cabello para levantarle el rostro.
—No bajes la mirada. Quiero que te veas mientras te lo doy.
Sin más preámbulos, Jisu alineó el dildo con el centro húmedo de Ryujin, y con un movimiento firme, volvió a penetrarla, arrancándole un gemido alto que resonó en la habitación. Ryujin apretó los dientes, pero sus ojos permanecieron fijos en el espejo, viendo cómo su cuerpo reaccionaba a cada embestida. Lia se movía con una fuerza casi salvaje, tirando de su cabello con una mano mientras la otra apretaba una de sus caderas, controlando por completo el ritmo y la intensidad.
—¿Te gusta verte así, Ryujin? ¿Te gusta cómo te rompo frente a este espejo?— gruñó Lia, su voz ronca y cargada de lujuria mientras aumentaba la velocidad. Ryujin solo pudo responder con un jadeo ahogado, su cabeza inclinándose hacia atrás cuando el placer la desbordó.
—Eso pensé— continuó Jisu, inclinándose ligeramente hacia adelante para susurrarle—. Eres mía, completamente mía, y quiero que lo recuerdes cada vez que te mires en este espejo— Sus palabras eran una mezcla de posesión y deseo, y cada embestida parecía reforzar su declaración.
Yeji, incapaz de apartar la mirada, se sentó en la cama con las piernas cruzadas, intentando calmar la intensa excitación que la consumía. Sus manos se apoyaron en sus muslos, pero sus dedos temblaban ligeramente, traicionando el ardor que sentía en cada fibra de su cuerpo. Observaba fascinada cómo Jisu dominaba completamente a Ryujin, llevando su cuerpo al límite con cada embestida, y no podía evitar morderse el labio al ver esa combinación de fuerza y deseo que emanaba de Jisu.
—No puedo creer lo jodidamente sexy que eres, Lia— murmuró Yeji, más para sí misma que para ser escuchada, aunque Jisu, con su agudo oído, captó cada palabra. Una sonrisa torcida apareció en su rostro, sin detener el ritmo con el que estaba llevando a Ryujin al borde.
Lia tenía a Ryujin completamente sometida, su mano tirando de su cabello desde la raíz, manteniéndola firme, obligándola a mirarse en el espejo.
—Mira lo preciosa que te ves así, Ryujin— le susurró con un tono bajo y cargado de autoridad, casi burlón. Ryujin jadeaba con fuerza, su boca abierta en un intento por respirar mientras luchaba por mantener su torso erguido. Sus pechos rebotaban con cada embestida, y el sonido de su respiración entrecortada llenaba la habitación junto con el ruido de sus cuerpos chocando.
El reflejo en el espejo era una fantasía hecha realidad: Ryujin, completamente deshecha, su piel brillando por el sudor, su expresión una mezcla de placer y entrega total. Lia, detrás de ella, se veía como la encarnación del deseo puro. Su mirada cínica y divertida, casi malévola, dejaba claro que estaba disfrutando cada segundo de tener a Ryujin de esa manera.
—Te ves increíble, Ryuddaeng— gruñó Jisu mientras aumentaba la fuerza de sus movimientos, su sonrisa torcida transformándose en una expresión de puro éxtasis—. ¿Puedes sentir cómo te rompo? Esto es lo que te mereces, ¿verdad? Que te folle hasta que no puedas más.
Ryujin no podía responder, sus gemidos eran demasiado fuertes, demasiado descontrolados. Su cuerpo temblaba, incapaz de mantenerse completamente firme bajo el implacable ritmo de Jisu. Pero sus ojos, fijos en el espejo, hablaban por ella: estaban llenos de deseo, devoción y un placer tan intenso que parecía abrumarla.
Shin perdió todo control de sí misma cuando Jisu comenzó a embestirla con una fuerza que superaba cualquier límite que hubiese conocido antes. Cada golpe de la pelvis de Jisu contra su cuerpo era una oleada de placer puro, directo e implacable, que la llevaba más y más cerca del abismo. Y cuando unas cuantas embestidas más profundas y precisas golpearon su punto más sensible, Ryujin finalmente cedió al torrente de sensaciones.
Sus ojos se voltearon hacia atrás, su boca se abrió en un grito que llenó la habitación, y sus manos, que antes se aferraban desesperadamente a las sábanas, quedaron temblorosas y sin fuerza.
—¡Jisu! ¡Dios... sí, sí!— gritó Ryujin, su voz entrecortada por el temblor de su cuerpo mientras alcanzaba el clímax.
El orgasmo la atravesó con una intensidad que la dejó completamente desarmada. Su cuerpo tembló violentamente, sus piernas se debilitaron, y su torso finalmente colapsó hacia adelante mientras sus caderas permanecían en alto, sostenidas por la fuerza de Lia. Un líquido cálido y abundante la delató, corriendo por sus muslos mientras el desbordamiento de placer la hacía un desastre, literalmente.
Jisu observó todo con una mirada de puro deleite, sus labios curvados en una sonrisa arrogante mientras sentía cómo Ryujin se contraía alrededor del dildo, su cuerpo completamente a su merced.
—Eso es, preciosa. Mírate, Ryujin, corriéndote como una perra para mí— murmuró Jisu, sin detenerse del todo, manteniendo un ritmo más suave pero igualmente dominante mientras prolongaba el orgasmo de su novia.
Ryujin apenas podía respirar, su pecho subía y bajaba con rapidez mientras el placer aún la recorría en oleadas. Sus gemidos se mezclaban con pequeños jadeos y susurros incomprensibles. La imagen en el espejo reflejaba a una mujer completamente rendida, entregada, perdida en un placer que sólo Jisu podía darle.
Yeji, desde la cama, miraba la escena completamente embelesada, sus propias manos moviéndose de manera inconsciente sobre su cuerpo mientras sus ojos seguían cada detalle.
—Joder, Lia... esto es demasiado caliente— susurró, mordiéndose el labio inferior mientras cruzaba y descruzaba las piernas en un intento de calmar la tensión que se acumulaba dentro de ella.
Jisu giró brevemente su mirada hacia Yeji, sus ojos brillando de malicia y satisfacción.
—¿Te gusta lo que ves, Yeye? Porque lo que le hice a Ryujin es sólo el principio. Prepárate, porque cuando termine contigo, no serás capaz de caminar.
Con esas palabras, Jisu volvió a centrarse en Ryujin, acariciando su espalda sudorosa mientras le daba suaves azotes en las caderas, apreciando cada segundo del espectáculo que acababan de crear juntas.
—Te ves preciosa cuando te deshaces así para mí, Ryu— murmuró Jisu, con una voz que era una mezcla de ternura y posesión, antes de besar suavemente la curva de su espalda.
Jisu continuó con Shin unos minutos más, sus manos firmes dejando marcas rojizas en sus nalgas con cada azote, mientras sus labios recorrían su espalda, dejando besos húmedos y llenos de posesión.
—Eres completamente mía, Ryujin— susurró con voz ronca, deteniéndose ocasionalmente para morder suavemente su piel—. Nunca lo olvides, porque nadie te hará sentir esto como yo.
Finalmente, Jisu se apartó de la menor, dejándola recostarse en el piso, todavía temblorosa y tratando de recuperar el aliento. Ryujin, completamente rendida, se acomodó de costado, con sus ojos brillantes fijos en Jisu mientras esperaba con ansias lo que vendría.
Jisu dirigió su atención a Yeji, quien ya estaba en llamas solo de observar todo lo que había ocurrido.
—Tu turno, preciosa— dijo Jisu con una sonrisa ladina, chasqueando los dedos y señalándole que se acercara al espejo. Yeji obedeció al instante, con los ojos encendidos de lujuria y el cuerpo tembloroso por la anticipación. Jisu la colocó en la misma posición que Ryujin había ocupado momentos antes: en cuatro, frente al espejo, con su reflejo perfectamente expuesto—. Quiero que veas lo hermosa que te ves mientras te hago mía— dijo Jisu mientras acariciaba las curvas de Yeji con una mezcla de ternura y firmeza. Luego levantó la mano y dejó caer un azote fuerte en una de sus nalgas, provocando un jadeo ahogado de la pelinegra—. ¿Te gusta, Yeddeong? Porque te voy a marcar como mi propiedad, igual que a Ryujin.
La mayor asintió rápidamente, sus labios entreabiertos mientras jadeaban. Jisu soltó una carcajada grave y le dio otro azote, esta vez en la otra nalga, dejando ambas igual de sonrojadas.
—Buena chica. Ahora, vamos a divertirnos.
Jisu giró brevemente hacia Ryujin, que la miraba con ojos expectantes desde el suelo.
—Ryu, ven aquí— ordenó con voz firme pero suave. Ryujin se movió con lentitud, todavía un poco débil, pero incapaz de resistirse a la orden de Jisu—. Quiero que veas algo— Ryujin se arrodilló junto a Jisu, mirando a Yeji, cuya piel brillaba bajo la luz suave de la habitación.
Jisu pasó una mano por la parte interna de los muslos de Yeji, separándolos un poco más, antes de usar sus dedos para abrir completamente los labios de su coño.
—Mira esto, Ryujin— murmuró Lia, su voz cargada de deseo mientras sostenía a Yeji expuesta ante ambas—. ¿No es preciosa?
La menor asintió, su respiración volviéndose pesada nuevamente mientras sus ojos recorrían cada detalle. Antes de que pudiera decir algo, Jisu añadió con una sonrisa traviesa: —Escúpela.
Ryujin, con las mejillas enrojecidas, pero completamente entregada al juego de Jisu, obedeció sin titubear. Se inclinó hacia adelante y dejó caer un hilo de saliva directo sobre la carne expuesta de Yeji, quien soltó un jadeo sorprendido pero lleno de excitación.
—Eso es, buena chica— dijo Jisu, complacida, mientras usaba sus dedos para esparcir la saliva de Ryujin sobre Yeji. Luego miró a la mayor, inclinándose para susurrarle al oído: —Ahora estás lista para ser mía, belleza. Prepárate para que no te quede duda de a quién perteneces.
Jisu, con una sonrisa de pura malicia en el rostro, dejó que sus dedos acariciaran el enrojecido trasero de Yeji antes de darle otro azote firme, que resonó en la habitación y provocó un gemido ahogado de la pelinegra.
—Eres mi pequeña perra— murmuró Choi, con un tono que mezclaba burla y posesión—. Y ahora vas a pagar por cogerte a mi novia. Esto es lo que te mereces.
En lugar de tomarla del cabello como había hecho con Ryujin, Jisu optó por algo diferente. Se inclinó hacia adelante y enroscó una mano alrededor del cuello de Yeji, sujetándola con firmeza, pero sin llegar a lastimarla.
—Mírate en el espejo— le ordenó con un gruñido bajo, sus ojos llenos de lujuria y dominio. Yeji, con la respiración entrecortada y las mejillas ardiendo, obedeció, sus ojos encontrándose con los de Jisu a través del reflejo.
—¿Ves lo que eres? Una perra desesperada por ser follada como se debe— dijo Jisu, mientras con su otra mano deslizaba dos dedos entre los labios húmedos de Yeji, abriéndola lentamente. La pelinegra soltó un jadeo profundo, su cuerpo estremeciéndose bajo el toque experto de Jisu—. Tan lista para mí— continuó Jisu, mientras usaba sus dedos para explorarla, extendiéndola lo suficiente como para lo que vendría a continuación.
Sin previo aviso, Jisu alineó el dildo con la entrada de Yeji y lo hundió dentro de ella de un solo movimiento firme. Yeji dejó escapar un grito que mezclaba sorpresa y puro placer, sus manos aferrándose al borde del espejo como si su vida dependiera de ello.
—¡Oh, Dios! ¡Lia!— exclamó, su voz temblando mientras el cuerpo entero se arqueaba ante la intrusión.
Jisu no le dio tiempo para adaptarse, comenzando a moverse con fuerza desde el primer segundo. Sus embestidas eran rápidas y profundas, cada movimiento diseñado para recordar a Yeji quién estaba al mando. Su mano seguía en el cuello de la pelinegra, sosteniéndola con control absoluto mientras sus caderas chocaban con ella con una intensidad que hacía eco en la habitación.
—¿Te gusta esto, Yeji?— gruñó Jisu, su voz cargada de arrogancia y satisfacción—. ¿Te gusta cómo te castigo por meterte con lo que es mío?— Cada palabra era seguida por una embestida aún más fuerte, arrancándole gemidos desgarradores a Yeji, quien apenas podía mantenerse firme sobre sus rodillas.
Ryujin, desde el suelo, observaba con los ojos bien abiertos y las piernas apretadas. Ver a Jisu dominar a Yeji de esa manera era tan hipnótico como excitante. Su respiración se aceleraba mientras sus manos jugueteaban nerviosamente con el borde de la alfombra, completamente embelesada por el espectáculo frente a ella.
—¡Sí! ¡Me encanta!— gritó Yeji, con la voz rota por el placer mientras su cuerpo se movía al ritmo que Jisu marcaba. Sus ojos permanecían fijos en el espejo, viéndose a sí misma completamente sometida y deseando aún más. Choi, con una sonrisa torcida, apretó ligeramente el agarre en su cuello, inclinándose para susurrarle al oído.
—Eso pensé. Eres una perra sucia, Yeji, y ahora eres mía también— dijo, su voz tan baja como peligrosa. La combinación de sus palabras y las embestidas implacables provocó que Yeji se estremeciera nuevamente, su cuerpo comenzando a temblar bajo la presión creciente de un orgasmo que amenazaba con abrumarla.
Jisu no perdió el ritmo mientras comenzaba a follar a Yeji con una intensidad brutal, su pelvis golpeando con fuerza contra las caderas de la pelinegra con cada embestida. Hwang apenas podía mantenerse firme, sus manos temblorosas luchando por aferrarse al espejo frente a ella mientras su cuerpo se movía al compás de Lia.
—¿Es esto lo que querías, Yeji?— gruñó Jisu entre dientes, su mirada clavada en el reflejo de la pelinegra completamente sometida—. ¿Querías que te follara así de duro? Pues toma, porque no voy a parar hasta que no puedas ni caminar.
Mientras Jisu aumentaba la velocidad, Ryujin, aún visiblemente afectada por lo que había vivido momentos antes, se movió detrás de ella. Su delicado cuerpo se apretó contra la espalda de Jisu, sus brazos rodeándola en un abrazo cálido pero cargado de deseo. La más joven deslizó sus labios por el hombro desnudo de Lia, dejando pequeños besos y mordidas juguetonas.
—Fóllala duro, Lia— susurró Ryujin al oído de Jisu, su voz ronca y cargada de lujuria. Sus manos comenzaron a acariciar suavemente el abdomen de Lia, sintiendo cómo se tensaba con cada movimiento de sus caderas. La cercanía de Ryujin sólo pareció encender aún más a Jisu, quien soltó un gruñido gutural antes de clavar sus dedos en las caderas de Yeji y embestirla con una fuerza aún mayor.
—¿Escuchaste a Ryujin, Yeji?— dijo Choi con una sonrisa torcida, inclinándose hacia la rubia mientras mantenía su ritmo frenético—. Ella quiere que te folle duro, y eso haré. Pero ¿puedes soportarlo?— Las palabras de Jisu llegaron cargadas de desafío y arrogancia, y Yeji, completamente perdida en el placer, sólo pudo responder con un jadeo alto seguido de un gemido desesperado.
Ryujin, excitada por la escena frente a ella, dejó que sus manos se deslizaran más abajo, tocando suavemente los muslos de Lia mientras continuaba besándola.
—Eres tan increíble, Jisu— susurró contra su piel, su aliento cálido haciendo que Jisu se estremeciera ligeramente—. Mira cómo la tienes... completamente a tu merced.
Jisu soltó una risa grave, claramente disfrutando tanto las palabras de Ryujin como su cercanía.
—Y tú te ves preciosa, Ryujin— respondió entre gruñidos mientras volvía a centrarse en Yeji—.¿Te gusta ver cómo la hago mía? Porque ella sabe que nunca será suficiente para mí como lo eres tú.
Ryujin sonrió suavemente contra el cuello de Jisu, sus manos subiendo nuevamente hasta el torso de su novia, acariciando con devoción.
—Ella sabe que siempre seré tu favorita, pero debo admitir que se ve deliciosa así, completamente rota por ti.
El ritmo de Jisu se volvió casi frenético en respuesta a la complicidad de Ryujin, y Yeji, completamente rendida, dejó escapar un grito ahogado mientras el placer la atravesaba en olas devastadoras.
—¡Jisu! ¡Oh, Dios, ¡no pares!— gritó, su cuerpo temblando incontrolablemente mientras su cabeza caía hacia adelante, incapaz de sostenerse más.
El cuerpo de Yeji finalmente cedió, y su torso cayó al piso, incapaz de sostenerse por más tiempo bajo el implacable ataque de Jisu. Pero eso no detuvo a Lia, ni por un segundo. Al contrario, parecía alimentarse de la rendición total de la pelinegra. Con una mirada de pura determinación y dominancia, Jisu se inclinó hacia adelante y agarró un puñado de su cabello, jalándolo con fuerza para obligarla a levantar la cabeza.
—¡No te atrevas a esconderte de mí!— gritó Jisu, su voz cargada de autoridad y deseo mientras la obligaba a mirarse en el espejo. Yeji jadeaba sin control, su rostro sonrojado y brillante por el sudor, su boca abierta en un gemido perpetuo. Sus ojos estaban llenos de lágrimas provocadas por la intensidad, pero también por el placer desbordante que la consumía.
Jisu comenzó a embestir con una fuerza aún mayor, su pelvis chocando con Yeji con un sonido húmedo y rítmico que llenaba la habitación.
—¡Mírate, zorra!— rugió Lia, su mano tirando de su cabello para mantenerla fija en su reflejo—. Mira cómo te follo, cómo te rompo. Esto es lo que mereces por meterte con mi novia. Te gusta, ¿eh? ¡Contéstame!
Yeji, completamente superada, apenas pudo articular palabras coherentes.
—¡Sí! ¡Sí, Jisu! ¡Por favor, no pares!— gritó, su voz entrecortada y desgarrada por la intensidad del momento. Su cuerpo temblaba bajo el dominio absoluto de Jisu, cada embestida arrancándole un gemido más alto que el anterior.
—Eres una puta desesperada— continuó Jisu, sin detenerse ni por un momento. Su mano libre bajó para darle un fuerte azote en el trasero, dejando otra marca roja en la piel ya enrojecida de Yeji—. ¿Esto es lo que querías? ¿Que te follara como la perra que eres? Porque no voy a parar hasta que veas las estrellas, zorra.
Ryujin, desde el suelo, miraba la escena con los labios entreabiertos, sus manos aferrándose a sus propios muslos mientras intentaba contener su propia excitación.
—Lia, estás increíble— susurró, su voz temblorosa mientras sus ojos brillaban con admiración y deseo. La complicidad entre las tres era palpable, pero el control absoluto de Jisu hacía que todo se sintiera aún más intenso.
Jisu soltó una risa grave, inclinándose hacia el oído de Yeji mientras continuaba con sus movimientos devastadores.
—Vas a correrte para mí, Yeji— murmuró, su tono bajo y cargado de lujuria—. Quiero que grites mi nombre cuando lo hagas. Quiero que todo el mundo sepa a quién perteneces ahora.
Y vaya que Yeji se corrió. Su cuerpo entero se tensó, sus piernas temblaron sin control, y su espalda se arqueó mientras un grito desgarrador escapaba de su garganta.
—¡Lia! ¡Oh, Dios, ¡Lia!— chilló, su voz rota por la intensidad del momento. Gemidos profundos y entrecortados se mezclaron con los jadeos que llenaban la habitación, mientras su orgasmo la atravesaba como una ola inmensa, robándole toda fuerza.
Jisu no dejó de moverse mientras la rubia se desmoronaba bajo su dominio, su sonrisa torcida mostrando cuánto disfrutaba del espectáculo frente a ella.
—Eso es, zorra— murmuró entre dientes, su tono cargado de orgullo y satisfacción—. Sabía que lo querías, que lo necesitabas. Mírate, completamente rota por mí.
Yeji, con el rostro enterrado en el piso, apenas podía respirar entre los gemidos que seguían saliendo de su boca. Su cuerpo temblaba aún, incapaz de procesar el placer desbordante que acababa de experimentar. Su orgasmo había sido tan intenso que cada músculo parecía haberse rendido, dejándola completamente indefensa y vulnerable.
Ryujin, quien había estado observando todo desde el suelo, dejó escapar un suspiro tembloroso.
—Wow, Lia— dijo con una sonrisa juguetona mientras se acercaba, su mano acariciando la espalda sudada de Jisu—. Creo que literalmente la mandaste a otro universo.
Choi rio suavemente, su mano acariciando los mechones húmedos de Yeji mientras la pelinegra trataba de recuperar el aliento.
—Por supuesto que lo hice— respondió con confianza. Luego, se inclinó hacia Yeji, sus labios cerca de su oído—. Espero que lo recuerdes, porque no será la última vez que te haga correrte así.
Yeji, aún sin fuerzas para responder, asintió débilmente, un leve gemido escapando de sus labios como respuesta. Jisu, satisfecha con su obra, se enderezó y pasó una mano por su propio cabello, apartándolo de su rostro. Sus ojos se encontraron con los de Ryujin, quien la miraba con una mezcla de admiración y pura lujuria.
Ryujin, aún arrodillada en el suelo, observaba el tembloroso cuerpo de Yeji con una sonrisa satisfecha. Su pecho subía y bajaba rápidamente mientras disfrutaba de la escena, extasiada por lo que acababa de presenciar. Finalmente, levantó la mirada hacia Jisu, quien todavía estaba de pie, luciendo como la encarnación de la dominancia y el placer.
—¿Te sientes satisfecha con tu venganza, Susu?— preguntó Ryujin, arqueando una ceja mientras una sonrisa traviesa se dibujaba en sus labios. Sus palabras tenían un toque de provocación, como si quisiera jugar aún más con la dinámica que se había desarrollado.
Jisu rio, su risa grave y confiada llenando la habitación. Se inclinó hacia Ryujin, sujetándola por la barbilla, y le dio un beso profundo, cargado de deseo y posesión. Sus labios se movieron con una intensidad que dejaba claro que aún tenía más energía para gastar. Al separarse, sus ojos se encontraron con los de Ryujin, brillando con una chispa peligrosa.
—Jamás me sentiré satisfecha, Ryu— respondió Lia, su voz ronca y aún cargada de lujuria—, vas a tener que volverla a traer otro día para follar, porque una vez no es suficiente— Luego, su expresión se endureció ligeramente, aunque mantenía un toque de diversión—. Y más te vale que yo me entere antes de que pase, o te juro que tu culo va a sufrir las consecuencias.
Ryujin rio suavemente, fingiendo un aire de inocencia mientras mordía su labio inferior.
—¿Es una amenaza, Lia?— preguntó con un tono juguetón, inclinándose hacia ella, dejando que sus manos descansaran en los muslos de Jisu.
—No, preciosa— respondió Jisu, su sonrisa cínica regresando mientras deslizaba un dedo por el mentón de Ryujin, provocándola—. Es una promesa.
Desde el suelo, Yeji emitió un débil gemido, tratando de recobrar fuerzas mientras levantaba la cabeza.
—Si eso fue una venganza, no me importaría que me usaran de nuevo para algo similar— murmuró, su voz ronca y temblorosa, pero con un tono claro de satisfacción. Jisu y Ryujin rieron al escucharla.
La habitación quedó en un tenso silencio cargado de satisfacción y lujuria. El cuerpo de Yeji seguía temblando ligeramente, todavía procesando la intensidad del momento. Ryujin, con su característico aire de elegancia y sensualidad, permanecía cerca de Jisu, observándola con una mezcla de admiración y deseo. Choi, dominante y confiada, se enderezó, dejando claro con su postura que había cumplido su propósito, aunque el brillo en sus ojos delataba que nunca sería suficiente para ella.
—Supongo que hoy aprendieron algo importante— dijo Jisu finalmente, con una sonrisa cínica mientras se pasaba una mano por el cabello—. Conmigo no se juega, y ambas lo saben perfectamente ahora.
Ryujin y Yeji intercambiaron miradas, cada una con una sonrisa tenue, pero en sus ojos había rastros de complicidad y anticipación. La dinámica entre las tres había alcanzado un nuevo nivel, una conexión que, aunque peligrosa, las unía de una manera única. Sabían que esa noche quedaría grabada en sus memorias, una mezcla de placer, deseo y lecciones aprendidas.
Mientras Jisu se alejaba del espejo, ayudando a Yeji a incorporarse y plantándole un beso suave en la frente, Ryujin se acomodó a su lado. Juntas, las tres compartieron un momento de calma, un respiro antes de que las emociones volviesen a apoderarse de ellas. Pero una cosa era segura: lo que había ocurrido esa noche no era el final, sino el principio de algo mucho más profundo y complicado.
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