Capitulo - 11

Hacía varios días de aquella última conversación con el señor Moore, no habíamos vuelto a coincidir en Skype, y eso me alteraba un poco. En aquellos días con la «semi ausencia» de Alan, y la ausencia completa del Señor Moore, me había llevado a tener sentimientos encontrados, y ya era hora de admitir que sentía atracción hacia Moore. La causa en sí, no la sabia, puede que fuera admiración, con una mezcla de misterio; pero aquella sensación me hacía encontrarme mal. Luego me sentía terriblemente culpable cuando pensaba en Alan, estaba loca por él, cada poro de mi piel vibraba con su simple presencia, ¿Qué me pasaba? ¿Se puede sentir algo por dos hombres a la vez?

Deseché aquel pensamiento y miré el reloj, Alejo me había dado permiso para salir un poco antes de trabajar. En aquellos días, intentado no pensar tanto en Alan y en el Señor Moore, había duplicado mi esfuerzo en el trabajo; era un poco triste el hecho de que fuera mis ansias de no pensar en lo que ocurría en mi cabeza, lo que me llevara a estar centrada en mi trabajo. Pero oye, menos da una piedra.

Salí todo lo rápido que pude de la editorial, aquella mañana me había dejado Alan en el trabajo y se había llevado mi coche, así que a la vuelta me tocó hacerla a pie. Tampoco me importó en exceso, últimamente había abusado un poco de la bollería a la hora de almorzar, así que caminar durante un rato me vendría de perlas, quizá hasta con un poco de suerte me pasara por la cafetería a ver a mi hermana; luego pensé en que me encasquetaría a mis sobrinos para hacer alguno de sus recados y me lo pensé mejor.

Me iría a casa y me tumbaría a la bartola, mi hermana sabía que si me necesitaba solo tenía que llamar, -que de hecho lo hacía bastante-.

Cuando crucé una de las calles, vi que el sol se abría paso entre los edificios y lucia cálido y esplendoroso. Y quizá, llevada por un buen humor momentáneo, decidí sentarme en una cafetería con el sol de cara y tomarme un estupendo café con leche. Aunque el ambiente estaba fresco el sol me calentaba la cara, y la verdad que daba gusto. Con todo esto de la prohibición de fumar dentro de los locales, había llevado a que la terraza a finales del mes de febrero estuviera repleta, eso sí, todas con sus abrigos y bufandas, pero felices por fumar mientras tomaban ese café. Para mí, que no era fumadora, la ley era toda una bendición, ahora al menos podías entrar a un local y no salir con un olor espantoso a humo de tabaco.

Sonreí como una idiota cuando un flash de la noche anterior azotó mi mente, era una pervertida, no cabía duda. Había sido una autentica pasada, en cuanto salí de la editorial corrí hasta mi casa donde me duché y me perfumé a conciencia, me moría de ganas por perderme por el cuerpo Alan, de hecho, había tenido pensamientos lascivos durante todas mis horas laborales, estaba como una moto.

Después de dudar sobre mi atuendo, decidí por esperarle desnuda, así captaría el mensaje sin la menor duda. Contaba con que Alan era verdaderamente puntual, así que no moriría congelada durante la espera; y tal y como había imaginado, Alan abrió la puerta de casa y entró tarareando mientras que dejaba las llaves sobre el mueble de la entrada. Con cuidado se quitó el abrigo y lo dejó en el perchero, fueron varios segundos los que pasaron hasta que levantó la vista y me vio allí, de pie, desnuda y ofreciéndome a él con una socarrona sonrisa, creo que pude ver como su pantalón cambió de golpe; me relamí del gusto, nada me gustaba más que ver el poder que ejercía sobre él.

Alan siempre había sido pasional, pero ahora era algo descomunal, ¿podría ser que ahora que se sentía mejor con su físico, diera rienda suelta a todas sus fantasías? Luego me paré a pensar, con veinte años tenía tantos absurdos complejos que jamás se me hubiera ocurrido esperarlo de aquella manera, quizá fuera ese el problema; probablemente si en aquellos años hubiera hecho todas las cosas que hacía ahora, lo hubiera tenido empalmado durante semanas, aunque ahora que caía, aunque mi perversión estuviera oculta, él siempre estaba empalmado, precioso, el amor adolescente.

-¿Acaso quieres que muera de un infarto? -susurró mientras metía sus manos en los bolsillos y caminaba hacia mí-. Ya tengo una edad.

-Me pone como una moto tu edad. -Sonrió-. Y la forma en que me miras; lo haces como si fuera...

-¿Comestible? -Al escuchar sus palabras y ver su mirada penetrante, con esos oscuros ojos, sentí un latigazo en mi clítoris que hace que casi llegue al orgasmo. Cerré los ojos durante unos segundos mientras asentía con la cabeza-. Para mí, sí eres comestible; y me encanta comerte, lo sabes ¿no?

En aquel momento me quedé sin respiración, el corazón empezó a bombear tan rápido que sentí un leve mareo. Tenía el bello de punta, y ciertos nervios en el estómago por la anticipación. En aquel momento, lo único que quería era que sacara la fuerza bruta que le caracterizaba, me empotrara en cualquier sitio y me hiciera gritar de placer. Y como casi siempre pasaba, Alan adivinó mis pensamientos. Y sin mediar palabra, me agarró de los brazos con fuerza y me llevó hacia la pared más cercana, donde después de un empujón acabé empotrada; me había hecho daño al darme contra la pared, pero aun así me dio igual, mientras yo me relamía por la pasión que sentía, él se dedicaba a mirarme con los ojos rasgados de puro placer. Antes de que pudiera decir nada, me dio la vuelta y acabé con la mejilla en la pared, supe al instante que se me hincharía un poco el pómulo al sentir un leve dolor. Pero en aquel momento, solo sentía la necesidad de Alan, y no se hizo esperar, me agarró la cintura con fuerza y antes de lo que habría esperado me penetró hasta el fondo haciéndome gritar, ¡dios! Aquello era una verdadera delicia.

Sonreí como una idiota y sentí que mis pómulos se habían tornado de un color rojizo, no me podía ver la cara en esos momentos, pero sabía que los ojos se me habían achinado y, probablemente, desprenderían un brillo sospechoso. Llevaba parte de la mañana preocupada y la otra parte con toda clase de pensamientos pervertidos, y aquellos recuerdos no ayudaban a mi calma. Estaba deseando que Alan se volviera a poner en mi punto de mira para repetir lo del día anterior, a este paso acabaría por consumirlo; pero me había vuelto adicta a él, en todos los aspectos posibles.

Después de aquel café con leche, sentada cara al sol de febrero, me dispuse a seguir con el camino que me llevaría hasta mi casa. El haber estado con el sol dándome tan de frente, me había provocado cierta somnolencia; cerraba los ojos durante unos segundos y me imaginaba tirada en mi sofá echando una pequeña cabezadita. Aceleré el paso, ahora mi única obsesión era llegar a casa y dormir durante un rato; a decir verdad, me había pasado casi toda la noche haciendo el amor con Alan, no era raro que tuviera sueño, lo raro era que no me hubiera quedado completamente dormida en el descanso para comer.

Cuando giré una esquina que ya me ponía a apenas unos metros de mi piso, me di de bruces con una de las cafeterías que habían abierto hacía unos meses atrás. Donde hoy se erguía una impresionante cafetería con zona de estudiantes y biblioteca, antes había sido una tienda de ropa. Como tenía la cabeza en todos los sitios menos donde debía, siempre que volvía a casa por ese lado, corría el riesgo de acabar empotrada en el cristal, por más que intentara mentalizarme siempre me sorprendía la envergadura de aquel lugar, a veces pensaba que en breve acabaría convirtiéndome en una ameba, en una ameba pervertida, pero en una ameba al fin y al cabo.

Caminé embobada mirando aquel cartel y aquellos enormes cristales, y como cotilla que soy -solo a veces-, me adentré con la excusa de preguntar en qué trataba el bono estudiante, ¿para qué? Pues no lo sabía, hacía años que no estudiaba, pero le diría que era para mi hermano o algo así, en verdad, solo quería ver el interior.

Desde fuera no se percibía el increíble aroma a vainilla que reinaba en el lugar. Nada más entrar, te rodeaba una sensación de bienestar que te hacía que tuvieras ganas de sentarte en uno de sus muchos sillones y te refugiaras en algún mundo imaginario que solo otorga un libro y te perdieses por todos los rincones de aquellas páginas acompañado, únicamente, de un café, batido o lo que uno mismo prefiera. Estaba sonriendo como una tonta, cuando una pareja sentada en la otra punta del local, alejada de los cristales llamó mi atención, primero por la espalda tan llamativa que tenía el chico, y segundo por aquel gorro de lana que me resultaba tan familiar, después de avanzar unos pasos pude ver cómo la chica, a la cual no veía bien, movía excesivamente las manos, no cabía duda, estaban discutiendo. Iba a darme la vuelta para volver a casa cuando aquel chico hizo un gesto que hizo que me quedara un segundo más en aquella postura, entonces, un recuerdo azotó mi cabeza llenándola de excesiva información, la cara de esa mujer yo ya la había visto, y tanto que la había visto. ¡Era Sarah!

Me quedé de piedra sin poder moverme, creo que hubiera soltado un alarido si no fuera porque, antes de lo esperado, ya había un joven explicándome todos los conceptos de hacerse socio, yo asentía y fingía que lo escuchaba; creo que lo hacía bien, porque en ningún momento pareció molesto. Después de haberme contado todas las ventajas de hacerse socio -que yo había ignorado-, le pedí un batido y me quedé sentada en una de las mesas que mejor me permitía observar aquella pareja. El corazón me latía a mil, sentía la sangre hirviéndome de manera preocupante, pero necesitaba controlarme, ni siquiera estaba segura de que aquella mujer en verdad fuera Sarah, quizá fuera alguien que se le pareciera.

Diez minutos después ya estaba completamente segura de que era ella, jamás olvidaría esos ojos azules y esa cara de malvada de cuento Disney, ¿Qué podía estar haciendo ella aquí? El hombre seguía dándome la espalda, y no podía saber con seguridad si era o no Alan, lo cierto es que me resultaba familiar, ¿y si de verdad era Alan? ¿Por qué no me había mencionado nada? Para aquel entonces yo era un manojo de nervios, por un lado, quería acercarme a aquella mesa y decirle «¿Qué coño estás haciendo aquí?» Todo eso a la vez que mi penetrante mirada lo dejaba helado, así, mientras reaccionara, podía mirar con más detalle a Sarah. Pero no estaba dentro de una película, además, no era nada de Alan como para reaccionar así. Cada vez aquello me ponía más nerviosa, necesitaba saber si Alan y yo teníamos algún compromiso, o si solo éramos amigos que se acuestan juntos.

Me miré las manos temblorosas a causa de los nervios y la rabia que llevaba acumulada, así que, sin pensármelo dos veces saqué mi móvil y le llamé, si no era Alan habría sabido que tenía un gemelo bastante atractivo. Y si era él, ya me inventaría una excusa sobre la marcha, me volví disimuladamente y marqué el número de Alan, me había dado tono, pero no escuchaba ningún móvil por la cafetería; quizá no fuera él. Hasta que, aquel hombre, sacó el móvil del bolsillo y miró la pantalla, justo entonces dejó de dar tono. ¡¡¡Mierda!!! Me quedé unos segundos quieta por si acaso me llamaba él, pero pasaron los minutos y él seguía hablando con ella, esta vez parecía que estaban más a gusto que al principio. Así que, llevada por una ira incontrolable marqué de nuevo, esta vez mirándolo fijamente. Él había dejado el móvil sobre la mesa, por lo que lo sintió vibrar, lo tomó, miró la pantalla y directamente rechazó la llamada.

En este instante sentí que me caía, el estómago me dio la vuelta por completo y empecé a sentir náuseas, tuve que apoyar los codos en la mesa y dejar caer mi cabeza sobre ellas; si no me calmaba un poco, no podría actuar con normalidad, me acabaría volviendo loca y arrancaría los pelos de ambos a dos manos, odiaba las mentiras. Ahora me sentía como una idiota.

-¿Por qué no lo coges? perece ser importante. -Escuché como aquella mujer hablaba, nunca había escuchado su voz, y la verdad que me quedé asombrada, siempre había creído que hablaba perfectamente español.

-Tranquila. -Sentí que el bello se me ponía de punta-. No era nadie importante.

Aquellas palabras se me clavaron en lo más profundo de mí. Su voz, aquella preciosa voz pronunciando esas palabras, no pude quedarme más tiempo allí, dejé el coste del batido y salí corriendo de aquel lugar, el aire helado me ayudo a respirar mejor. ¿Por qué? ¿Por qué a mí?

Caminé los pocos metros que quedaban hasta mi casa llorando, sentía que me faltaba el aire y que si no me controlaba acabaría por darme un ataque de ansiedad. Cuando llegué a casa y cerré la puerta me desplomé, lloré como hacía tiempo que no lloraba, los recuerdos abarrotaban mi mente de una manera atroz. ¿Cómo podían cambiar tanto las cosas en tan solo unas horas? Mi mente pasó por el recuerdo del primer día en el que nos encontramos, mi sorpresa al verle, la convivencia, el sexo, verle tocar, intimar de aquella manera, ¿y ahora ya no era nadie importante? Pasé del llanto profundo, a la rabia más inmensa, estaba harta, harta de que siempre me pasaran las mismas cosas, y acababa de entender el porqué, y era porque siempre me sentaba a escuchar y acababa por perdonar cosas que no debía. Eso me llevaba a que pensaran que era gilipollas y así tío tras tío, y sinceramente ¡ya estaba bien!

Saqué las mochilas que había guardado en distintos sitios de mi casa, saqué toda la ropa de Alan que tuve a la vista, sus perfumes, sus papeles y todo lo que vi suyo. Fue entonces cuando me di cuenta de que él estaba en toda mi casa, ya no solo era un invitado en mi casa, se había convertido en mi compañero de piso y hacer desaparecer sus cosas era lo más duro que había tenido que hacer en muchísimo tiempo.

Habían pasado varias horas y aún no tenía noticias de Alan, eso me enfurecía porque no me hacía falta adivinar dónde y con quién estaba, y aquello era más de lo que pudiera soportar. Estaba desecha de los nervios cuando tres golpes me sobresaltaron, Alan tenía llaves, así que, a no ser que las hubiera perdido se trataba de otra persona, me acerqué con cuidado a la puerta y lo que vi por la mirilla me dejó atónita. Abrí de golpe la puerta, y Daniel cayó en mis brazos hecho un auténtico desastre, tenía los ojos hinchados, el labio partido, sangraba por la nariz y estaba visiblemente dolorido.

-¿Qué ha pasado? -grité mientras lo ayudaba a pasar-. Daniel, ¿quién te ha hecho esto?

Le senté sobre el sillón y esperé hasta que empezara a hablar.

-El novio -susurró-, el novio de mi madre.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Mi hermana me contó lo que visteis. -Me miró a los ojos directamente y sentí que me mareaba; apenas podía abrirlos de lo hinchado que los tenía-. ¿Cómo pudiste no decirme nada? ¡Pensaba que éramos amigos!

-Y somos amigos -dije sollozando-. Le prometí que no diría nada a tu hermana. Y ya la he traicionado muchas veces, tendrías que entenderme.

Asintió sin poder hablar, le miré detenidamente, no podía dejarlo así tenía que llevarlo a un hospital.

-Dani, tenemos que ir al hospital.

-No hace falta, tampoco estoy tan mal. -Fruncí el ceño.

-Dani, mírate. -Me puse en pie y me puse el abrigo-. Cada vez estás peor, y esto no se puede quedar aquí.

Después de refunfuñarme durante diez minutos, accedió. Llamé a Carlota que puso el grito en el cielo, supe que la había interrumpido en una cita, pero le preguntaría de quién se trataba cuando las cosas estuvieran más calmadas. Después de costarme dios y ayuda meterlo en el coche, tomé su móvil y contesté a una chica que había estado llamado varias veces, me dijo que había estado delante cuando todo había pasado, así que le dije a qué hospital me dirigía y que nos veríamos allí.

Conduje lo más rápido que pude y así fue, porque fui la primera en llegar, me ayudaron a sacar a Daniel del coche y lo entraron por urgencias. Tuve que decir que era su novia para que me informaran de algo, pero después de varios minutos me dijeron que estaba observación con un golpe bastante fuerte en el costado, y que ya me avisarían si había algún cambio. Y allí me quedé en las puertas de urgencias, con mi ropa manchada de sangre y temblando por los nervios. Estaba a punto de darme un ataque, cuando Carlota apareció en mi campo de visión, me eché a llorar bastante antes de que llegara y cuando llegó a mi altura nos abrazamos en un abrazo largo.

-Estás llena de sangre -dijo temblando mientras me miraba-. Dime que está bien, ¡dime que está bien!

-Tranquila, está en observación. Ahora iré a decirles que has llegado.

Justo cuando iba a adentrarme al hospital para informar que su hermana había llegado, vi llegar a Izan que corría hacia Carlota y se fundían en un abrazo, para después y para mi sorpresa en un beso. Fingí que no me había dado cuenta y fui a dar la nueva información, minutos después una enfermera salía a llamar a Carlota, y eso nos dejaba a Izan y a mí en un incómodo silencio en aquella sala de espera. Le miré de reojo aun con el corazón latiéndome a mil.

-¿Me puedes decir qué cojones haces con Carlota? -Él me miró y volvió a mirar al frente-. Te estoy hablando, no me ignores.

-Con Nerea no iba bien, ya te lo dije. -Se pasó la mano por el pelo.

-¿Y ahora follas con Carlota? ¿Pero tú estás loco?

Me miró fijamente, con una expresión que nunca había visto.

-Háblame con un poco de respeto Nadia. Carlota lleva en tratamiento para la ansiedad desde que hicisteis la locura de seguir a su padrastro, no imaginas todos los problemas que ha llegado a tener. En un principio solo éramos psicólogo y paciente...

-¿Y desde cuando estáis liados? ¿No es eso ilegal?

-No estamos liados, estamos enamorados.

Me llevé las manos a la cabeza, ¿ahora la golfa de mi amiga, estaba con mi mejor amigo psicólogo?, ¿pero en que puto mundo paralelo me habían metido?

-Izan... tú, tú sabes cómo es ella, te he hablado mil veces sobre cómo es, yo...

-La conozco mejor de lo que crees. -puso su enorme mano sobre las mías-. No te preocupes.

Iba a reprocharle, cuando una chica de la edad de Daniel entró como una exhalación a la sala de espera, tenía la expresión de terror reflejada en la cara y supe que era la chica con la que había hablado por teléfono.

-¿Eres la amiga de Daniel? -Rompió a llorar antes de contestarme.

-Ha sido horrible, pensaba que lo mataría. -Izan se me había adelantado y como buen psicólogo ya estaba intentando tranquilizarla-. Si no llega a ser por mi hermano, lo hubiera matado.

-¿Dónde está tu hermano? -preguntó Izan mientras yo seguía en shock.

-Está fuera con Carlota y la policía, se va a poner una denuncia dada la gravedad de la paliza -dijo secándose las lágrimas-. Mi hermano ha llegado justo cuando estaba dándole fuerte a Daniel, se ha metido por medio y ha sido cuando Daniel ha podido irse corriendo.

-¿Tu hermano está bien? -dije en un susurro, aún no sabía quién era aquel chico, pero le estaría eternamente agradecida.

-Mi hermano es un hombre grande, solo tiene un golpe en el pómulo, es el otro, él que ha salido peor parado.

-¿Él tío ese está aquí, ahora mismo? -exclame nerviosa. La idea de que Daniel pudiera verle de nuevo me ponía nerviosa.

-Ha venido con el furgón policial, no sé nada más...- diciendo esto, se sentó en una de las sillas y se puso a llorar.

Izan y yo nos quedamos unos segundos sentados junto a aquella chica. Yo aún tenía restos de sangre por la ropa y por las manos, pero era incapaz de moverme. Poco después Izan me hizo una señal para que supiera que salía un momento a ver cómo iba todo, yo me quedé en silencio al lado de aquella chica que ahora miraba a la nada, igual que yo.

-Sabía que iría a tú casa -susurró y la miré-. está enamorado de ti, Nadia, aunque lo niegue, no puede evitarlo. -La miré con cara de terror, aquella chica hablaba en serio y sabía mi nombre, me puse nerviosa al instante-. Tranquila, solo lo sé yo.

Asentí mientras me echaba a llorar de nuevo. Necesitaba aire, así que después de acariciar la cabeza de esa chica, salí a ver cómo iban mis amigos, a varios pasos de mí había dos policías, estaba Carlota y a su espalda Izan sujetándole la cintura. Había más personas que no podía ver con claridad, cuando estuve junto a Izan me di cuenta de que el color de su piel había cambiado de rosa al amarillo, parecía que estaba a punto de vomitar cuando me miró, abrió mucho los ojos, pero no dijo nada, iba a recriminarle cuando el policía que estaba frente a mí se hizo a un lado y vi a Alan hablando con el otro policía que tomaba nota. Él corazón se me aceleró de manera incontrolable, pero aquello no era lo más impresionante. Lo más impresionante era que, tras él, Sarah llevaba a su hija en brazos y estaba visiblemente asustada; allí estaban los tres, como una bonita familia feliz. En aquel momento sentí que todo lo que había a mi alrededor daba vueltas, hasta que, por fin, me adentré en una oscuridad que solo me brindaba la tan ansiada paz.

No sabía qué había pasado hasta que un dolor punzante me hizo abrir los ojos. Me dolía tanto la cabeza, que ni siquiera podía articular palabras.

-«Ya ha abierto los ojos»

Escuché a alguien hablar como si estuviera a kilómetros de mí, pestañeé varias veces más, aunque eso me llevó a dar un leve quejido.

-Menudo golpe te has dado. -Ante mí, vi a un enfermero que me sonreía-. ¿Te duele mucho?

Me ayudó a incorporarme y por fin pude ver que me encontraba en una habitación, tuve que mirarle de nuevo para saber dónde me encontraba.

-Un poco -susurré-. ¿Qué ha pasado? ¿Qué hago aquí?

-¿Recuerdas el motivo por el que estabas en el hospital?

Varias imágenes acudieron a mi mente haciendo que me dejara caer de nuevo sobre la cama, Daniel todo magullado, Carlota con Izan, y Alan con su increíble familia; como para olvidarlo, miré al enfermero y asentí.

-Te dio una bajada importante de tensión y te desmayaste. Al caer, te diste un fuerte golpe en la cabeza contra el suelo. Tienes una contusión leve. Pero por seguridad, es preferible que pases la noche en observación.

Me incorporé tan rápido, que me mareé de nuevo.

-¿En observación? Si estoy bien... ¿cómo esta Daniel? ¿Está bien? ¿Dónde está todo el mundo?

-Tranquila, están fuera. Me han avisado cuando has abierto los ojos, has estado unas horas inconsciente. Ahora en un momento pasaré a por ti, tenemos repetirte unas pruebas ahora que estas consciente para asegurarnos que todo está bien.

Diciendo esto me sonrió una vez más, y salió por la habitación. La cabeza me seguía matando, por no hablar de que me sentía en otro planeta. ¿Qué había pasado? Estaba a punto de levantarme en contra de las indicaciones del enfermero, cuando alguien asomó la cabeza por la puerta

-Carlota está tomando café, ¿te importa que entre? -Miré a aquella chica, y asentí, acababa de comprender justo ahora de quién se trataba-. Menudo susto nos has dado, no reaccionabas.

Me avergoncé al instante

-Lo siento. -Miré hacia la ventana mientras que aquella chica se sentaba en la silla más cercana a mí-. ¿Cómo esta Daniel?

-Mejor. Nos han dejado verlo, tiene la cara echa un desastre, pero sobrevivirá. Tiene la cabeza dura como el hormigón. -asentí mientras sonreía-. No sabía que conocías a mi hermano.

Abrí los ojos de golpe, no esperaba que sacara el tema justo en este momento. Pensaba que se haría la loca y evitaría el tema, pero no había tardado ni cinco segundos en sacarlo a flote.

-También te conozco a ti. -La miré y ella frunció el ceño-. Tú seguro que no te acuerdas, hace muchos años desde entonces, eras una niña.

Me miró detenidamente y poco después se miró las manos.

-La verdad es que siempre ha habido algo en ti que me ha resultado familiar, pero nunca he llegado a saber el que.

-Yo salía con tu hermano antes de que se fuera a Polonia. -Pude ver cómo abría los ojos-. Fuimos novios un tiempo, te llevábamos a la feria casi todos los domingos. Tu hermano siempre acababa enfadado con tu madre, pero a mí me divertía llevarte con nosotros.

-¡Me acuerdo! -Se echó a reír y la imité, sinceramente se parecía bastante a Alan, no sabía por qué no había caído en el primer segundo en el que la había visto-. ¿Es contigo con quien ha estado viviendo desde que volvió?

-Sí.

-Madre mía, qué follón... -Agachó la cabeza y negó mientras resoplaba-. Supongo que tendréis que hablar de algunas cosas.

Asentí, pero no dije nada, probablemente Alan se hubiera ido con su mujer después de haber pasado por mi casa a por sus cosas, resoplé, pero no dije nada. Iba a decirme algo más cuando Carlota entró como una exhalación.

Intercambió unas palabras con Cristina y, tras decirme adiós con la mano salio de la habitación, Carlota ocupó el sillón en el que había estado la hermana de Alan y me miró apenada.

-Tu Madre y tu hermana acaban de llegar, están hablando con el médico. - Me acarició la mano y me sonrió con dulzura- ¿Cómo estás?

-Como si dos placas tectónicas me hubieran aplastado la cabeza a la vez. -Intenté no sonar demasiado borde, pero lo hice de pena, aun así, ella sonrió.

-No me extraña que te diera una bajada de tensión, menuda escenita. -Me miró las manos, que en ese momento me temblaban.

-¿Menuda escenita? -Reí sin ganas-. ¡Menudas escenitas! Aclárame algo, porque o soy la tía más gilipollas del mundo o todos mentís de maravilla.

Frunció el ceño

-¿Yo te he mentido? -preguntó como si hubiera preguntado la mayor barbaridad.

-¿Desde cuándo estás con Izan? ¿Tú no estabas enamoradísima del amigo de tu hermano? ¡Me puede explicar alguien algo!

-Relájate o te dará otro parranque. -suspiró-. Nadia, surgió sin pensarlo. Después de todo el shock de lo de mi madre, de lo confusa que me sentía con Kevin, pensé que una ayudita me vendría bien, ¿yo qué iba a saber que me iba a colar hasta las trancas?

-Pero si ni siquiera te caía bien... -dije rascándome la vía del gotero que me habían puesto.

Se encogió de hombros sonriendo, entonces recordé lo feliz que estaba esos últimos días. Quizá, si yo no hubiera estado tan ensimismada con Alan y el Sr Moore, probablemente, me hubiera dado cuenta. Le habría sometido a un interrogatorio y al final tendría que habérmelo contado, antes de que empezara a torturarla.

-Alan acaba de irse ahora mismo. -pronunció su nombre tan rápido que pensó que no la había escuchado-. Dice que tiene que explicarte algunas cosas.

Miré hacia la ventana

-Alan, puede irse a la puta mierda.

-¡Nadia! -exclamó con cara de escándalo-. ¡Esa boca!

Me crucé de brazos y la ignoré.

-Deberías escucharle. -Levanté la cabeza, y vi que Izan había entrado por la puerta-. Tiene mucho que explicarte, más de lo crees...

Vi en su cara una extraña mirada, pero en aquel momento me dolía tanto la cabeza que lo que menos necesitaba era pensar o hablar de Alan.

-He dicho que no quiero saber nada de él. Hacedme el favor de decirle que tiene toda su ropa en las mochilas, en la entrada de mi casa. -Ambos se miraron sorprendidos-. Ya había visto a la «happy family» antes de que Dani apareciera en mi piso.

Se miraron, pero no dijeron nada. Yo me tumbé y les di la espalda, solo tenía sueño, y en aquel momento lo único que importaba era yo. Después de casi media hora de silencio, entró el enfermero que me ayudó a sentarme en una silla de ruedas para repetirme algunas pruebas, antes de que saliera del todo Carlota me toco el hombro.

-Una cosa, si Alan llevaba tu coche, ¿cómo has venido al hospital?

-Con el coche de mi hermana, me lo dejó hace una semana para que se lo llevara a mi amigo mecánico, pero no he tenido tiempo. -Miré a Carlota que sonreía. sí, había dicho una soberana gilipollez. Sí había tenido tiempo, pero había estado demasiado agilipollada con Alan-. ¿Serias tan amable de explicarle que tiene una hermana demasiado idiota como para hacer lo que le mandan? Quizá al estar así le dé pena y no me arme el show. -La miré con ojos tristes y asintió-. Las llaves están con todas mis cosas.

Asintió y la dejé en la habitación mientras el enfermero tiraba de mí. No le había dicho dónde lo había aparcado, seguramente se entretendría buscándolo. Hubiera preferido que el golpe me hubiera dejado senil, al menos no tendría ese dolor tan intenso justo en la boca del estómago, era horrible aquel sentimiento de angustia, de lo único que tenía ganas era de llorar y dormir.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top