El secreto de Tenebris
—...
El sol comenzó a asomarse para cuando la ejecución finalmente comenzó, proyectando largas sombras sobre la pequeña plaza. Un aire de tensión palpable envuelve a la multitud que está reunida, expectantes, en su mayoría, por ser capaces de presenciar la ejecución del más grande y peor villano de todos los tiempos: Noir, el mago oscuro.
Noir, un hombre alto y corpulento, avanza a paso lento hacia la guillotina, una que originalmente sería incapaz de siquiera lastimarle, pero que el mismo se encargó de modificar para finalmente ser capaz de cumplir lo que tanto se le había negado: morir.
Sus ojos, vacíos de todo rastro de vida, miran con tranquilidad a la multitud que no para de arrojar piedras e insultos hacia él. Esas cadenas tan pesadas para que las cargue cualquier humano, dejan una marca sobre el concreto que compone el suelo de la plaza.
Los guardias, nerviosos, intentan detener a la muchedumbre, pese a que la mirada de Noir permanece en el suelo, sin la más mínima intención de resistirse. Incluso, ¿Siquiera los está viendo?
—¡MONSTRUO!
—¡MUERE!
—¡REGRESAME A MI FAMILIA!
Las palabras, llenas de odio y desesperación, caen sobre Noir, como una lluvia ácida, pero él no reaccionó en lo más mínimo. Su mente permanece perdida, a kilómetros de distancia, diluida en un laberinto de recuerdos y arrepentimientos.
Incluso ignoró al juez, un hombre de rostro severo y voz firme.
—Noir, el mago oscuro, se te considera culpable de los más atroces crímenes: homicidio, fratricidio, masacre de ciudades enteras, destrucción de la tierra santa, secuestro y daño permanente al ecosistema —Dijo el juez con cierto nerviosismo, mientras sostiene el pergamino que enlista todos los crímenes cometidos por el hombre delante de él.
Noir se detuvo ante la mención de su nombre, finalmente levantó la mirada, encontrándose con los ojos del juez, quien soltó el pergamino y retrocedió de inmediato. La multitud, en cuanto captó el miedo del juez, comenzó a dispersarse.
En ese momento, finalmente pudo verlo, al grupo de niños que están siendo retenidos por unos guardias de rodillas ahora temblorosas. Noir los observó, casi con desinterés, y con una voz apenas audible, se acercó al juez y murmuró:
—Más les vale cumplir con su parte.
Tocó el hombro del juez, quien se petrificó del miedo y asintió vigorosamente.
Sin embargo, alguien corrió de inmediato hacia Noir, una joven chica que logró escaparse de los guardias y tiró de la mano del mago oscuro, quien no se movió ni un solo centímetro.
Aunque intentó tirar de él con tanta desesperación, Noir no reaccionó.
—¡¿POR QUÉ?! Aunque eres tan poderoso, aunque fuiste capaz de causar tanto terror ¡¿POR QUÉ TE RINDES TAN FÁCIL?! ¡¿CÓMO PUEDES MORIR CON ESA CLASE DE EXPRESIÓN?! No es justo, eres un mentiroso.
Noir soltó la mano de la chica, antes de arrodillarse y colocar su mano gentilmente sobre la cabeza de la niña.
—Sí, soy un mentiroso y un monstruo, soy la peor clase de escoria, así que está bien odiarme, de hecho, deberías odiarme...
—¡NO! ¡NO ES CIERTO! —La chica se aferró a su camisa, rompiendo en llanto.
—Gracias —susurró con una sonrisa.
Por ese breve momento, sus ojos se encontraron, la chica finalmente le soltó, comprendiendo que nada de lo que dijera podría detenerle, rompiendo un llanto desgarrador, mientras Noir le da la espalda y camina hacia su destino final.
Nadie movió un solo dedo, los ojos de Noir finalmente miraron a cierto lugar, con una mezcla de tristeza y resignación, pero incluso así, con una pequeña chispa de gratitud.
El tiempo se detuvo mientras Noir se paró frente a aquella guillotina especial, dedicó una última mirada al cielo y cerró sus ojos. Incluso parece estar buscando alguna clase de consuelo entre los fragmentos de un paso que ya no puede cambiar, incluso aunque tenga todo el poder del mundo. Cientos de recuerdos pasaron por su mente, su mente viajó a ciertos momentos específicos, aquellas manos que pasaron de ser las de un chiquillo inocente que alguna vez amó la magia, a las del más cruento y terrible asesino.
"Es el fin", pensó. Finalmente, pudo encontrar alguna clase de alivio, ya no tendría remordimientos que pudieran atormentarle. Sus ojos se deslizaron una vez más hacia atrás, pensando en los que dejó atrás, aquellos que alguna vez sufrieron por sus acciones y aquellos que, a pesar de todo, creyeron en él hasta el final.
—Terminemos con esto —susurró, relajándose tanto como pudo.
Desactivando concienzudamente cualquier clase de hechizo que pudiera interferir.
Aunque todo este tiempo permanecí inmóvil, al saber que nunca más podría volver a verle, corrí con todas mis fuerzas, estirando mi mano en un fútil intento de detener todo esto.
***
Ryan se despertó de golpe, con su corazón latiendo con fuerza. Su habitación está en penumbra, iluminada solamente por la tenue luz de la luz que se filtra por la ventana. Su respiración es rápida y entrecortada. Un sudor frío cubre su frente.
Se sentó en la cama, intentando calmarse. Tras lo cual, se levantó y caminó hacia la ventana, mirando el cielo estrellado.
—¿Qué hay con estos sueños? —murmuró.
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