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El rey miró con decepción a su hijo mayor, el heredero del gran y vasto imperio que le costó tanto sudor y lagrimas construir, la nación que logró erigir en la cima tras varias décadas, y que, sin embargo, todo ese trabajo podría quedar destruido por el siguiente rey.

¿Dónde falló? ¿Cuál fue su error? ¿Por qué terminó así?

—¿Qué pasa, viejo? —preguntó mientras abraza a la sirvienta con la que durmió anoche.

La sirviente se oculta debajo de las sábanas, temerosa del castigo que podría caerle.

Sin embargo, ante el rey, aquello no importaba, su única y mayor preocupación era su hijo mayor, que a diferencia de su hábil hermano menor, un maestro de la espada, no heredó prácticamente ningún talento salvo el de seducir mujeres.

"...."

El rey se llevó sus manos a la cara, ¿Será este un castigo divino por haber engañado a su esposa? Seguramente sí, por lo que no podría quejarse demasiado.

—¿Otra vez te saltaste tus clases? —preguntó el rey, intentando mantener la postura.

—Tsch, ¿Qué más da? —dice mientras se cruza de brazos.

El rey se llevó las manos a la cara.

—Cómo sea, prepárate, irás a una excursión con tu hermano.

—Tsch, que mala suerte tener que ir con ese maldito monstruo —musita en un tono apenas audible.

El rey miró con anhelo el pasado dónde los dos hermanos solían ser tan cercanos ¿Cuándo fue que sucedió tal distanciamiento?

—Prepárate será en dos horas —decretó con seriedad.

Aunque, por dentro no pudo evitar sentir un profundo malestar.

—Esa maldito vejestorio... cuándo sea rey, me encargaré de que lo exilien.