xiii. compañera(os)
ཻུ۪۪⸙ ❬ ❍̥͙̊ ࿔ ˖۪⸙͎ ំஂchapter thirteen
ICONIC, enzo vogrincic
veinticinco de enero 2020
06:20 AM
montevideo, uruguay
2/3
[el que
avisa no
traiciona,
¡alexa plays
A Little Death! ]
— ¿Qué hacés acá, Vogrincic?
Ladeo el rostro y reconozco a Martín, uno de los dueños del teatro en donde mis amigos y Sofía presentaban sus obras de teatro, va, nuestras obras. Solía cenar con nosotros después de las noches de estreno, iba a la mayoría de los planes que creábamos.
Ay Dios, salvame de esta, te lo pido por favor.
Respiro por la boca, tratando de calmarme. Respira, Enzo. Uno, dos, uno, dos.
Le presentaría a Martina, podría decir la verdad; estaba por llevar a mi compañera de reparto a su casa, porque su amigo la dejó tirada en el bar. Pero como ella no me había reconocido, y no estaba totalmente lúcida, corría el riesgo de que hable cualquier cagada, como que estuvimos coqueteándonos mutuamente toda la noche, (cosa que es mentira) y después, el que cagaría sería yo. Porque este le alcahueteaba todo a Sofi. Raro.
— Vine con mis compañeros de reparto... de la nueva película que estoy grabando. Son argentinos y querían conocer la ciudad. — parte de esta mentira era verdad. Hice plural la palabra "compañera", para que no quedara taaan raro. Aunque, bueno, Rodrigo no participaba en la película, igual, que mierda tendría que importarle a él.
Él asiente, dándome una sonrisa que catalogo como falsa. ¿Y a este que le pasa? Siempre andaba con esa actitud sobrante y de forro cada vez que yo merodeaba a su alrededor. — Si, algo me contó Sofi, estás ya en otras ligas vos, eh? — dejo de mirarlo para enfocarme en Martina, no la estoy viendo. Dios, quiero irme de acá.
Él parece notar que estoy apurado, por lo que se despide. Por fin. — Mandale saludos a Sofi de mi parte. — asiento, palmándole el hombro, despidiéndome con rapidez. En estos cinco segundos, Martina podría haber desaparecido. La busco por lo que resta del bar hasta llegar a la salida, pero no está.
Sintiéndome nervioso, me da una puntada en el estómago, pero la ignoro, y como la vida parece odiarme, comienzo a sentir ese sabor amargo subiendo por mi garganta. Toso dos veces, salgo y el cambio de ambiente, clima me golpea con brusquedad. Dejé de tener calor y mi cuerpo comenzó a acostumbrarse, hacía frío y estaba muy ventoso. Me giro a la derecha y Martina está cruzada de brazos, apoyada contra la pared de la entrada, claramente con frío y por la cara que tiene, no está contenta. Bueno, ¿lo positivo? No tiene ningún pucho en la mano. Eso es un gran avance.
Me ve y su semblante cambia, se tranquiliza. Me acerco a ella mientras se frota los brazos, abrazándose a si misma. Tiene entre sus dedos el llavero que por lo que sé, grita fanática maniaca de One Direction. — ¿Tenés idea de donde queda la calle Luis Franzini 616? — dice, leyendo con dificultad la dirección del llavero que yo mismo leí hace dos horas, me doy cuenta de que está frunciendo el ceño, de una manera....
No, Enzo. No. No vayas ahí.
Asiento, Martina se incorpora, solo da dos pasos, dándome la misma sonrisa de hace un rato, me agarra de la camisa blanca, arrugándola un poco y me atrae hacia ella. Trago saliva, pero no me alejo, tampoco hago otro movimiento. ¿Qué mierda estaba pasando? ¿Y por qué no podía alejarme de ella? — ¿Qué pasa? ¿Sos un caballero?
Mi mirada se dirige a sus labios, que se ven tan llenos y rosados. Se vé demasiado... hermosa, y yo solo puedo pensar en las veces en las que la insulté sin razón aparente. Le debo una gran disculpa. Una gran parte de mí quiere morder sus labios, pero la otra....
Mi interior comienza a revolverse, a crujir intensamente, no de una manera linda ni porque Martina me hubiera producido algo. Se me nubla la vista, me alejo de ella, y sé que me voy a arrepentir, pero con razón no solía tomar demasiado cuando salía de fiesta. Los recuerdos me llegaban y eran borrosos. Camino dos pasos e inevitablemente, doblándome hacia el piso, tragándome toda la vergüenza, vomito todo lo que consumí esta noche, seguramente también un poco del caldo que hizo de almuerzo mi madre.
Veo de reojo como alguien se acerca, y es Martina. Y sí, ¿Quién más va a ser si la calle está totalmente desolada? ¿Soy o me hago? Me palmea en la espalda hasta que yo termino de desintoxicarme. Bueno, agradezcan de que mi plan no era agarrármela, porque si hubiera sido así, me iba a la mierda, muerto de vergüenza. — Tranqui, a todos nos pasa. Una vez en pleno vómito- en Bariloche, me acordé de una paloma muerta que ví en la esquina de mi casa- toda atropellada — dice, provocándome otra arcada, y haciéndome vomitar de nuevo. — Uh, perdón, no me di cuenta.
Me incorporo, sin mirarla, y veo a mi costado una toallita rosada con una botellita chiquita de lo que parece ser agua o alcohol etílico.— Tomá, limpiate. — niego, limpiándome con el dorso de mi mano. Pero ella agarra mi mano y deja las cosas en mi palma. Destiendo la toalla y me limpio, agradeciendo en voz baja. ¿De dónde sacó eso?
— Gracias. — digo y ella parpadea, un poco perdida. Lo único que faltaba era que los dos no estemos en condiciones aptas de caminar hasta su apartamento. Faltaba que nos colocáramos un moño y nos entregáramos regalados a cualquier ladrón.
Ella no daba más de pelotuda, pero yo, me sorprendí a mí mismo. Sintiéndome un poco mejor, guardo la toalla rosada en uno de mis bolsillos y le entrego el alcohol. Martina hace como si nada hubiera sucedido, lo cual agradezco totalmente. Intento dar un paso pero mis piernas flaquean, y ella me hace pasar uno de mis brazos por sus hombros, aunque, gran parte de mi brazo queda colgando en la nada, debido a la diferencia de contextura física.
— ¿Sabés, Martina? — ella hace un sonido raro, dándome a entender que me está escuchando. Empezamos a caminar y yo trato con todas mis fuerzas de no desplomarme encima suyo, porque estaba seguro que volaríamos al piso. — Yo a vos te debo una disculpa-
Frunce el ceño, mirándome de reojo. — ¿Por?
"Yo te traté mal sin ninguna razón, desde que nos conocimos. Estoy seguro de que más de dos veces te dejé con ganas de llorar, estaba enojado... porque..."
Ella se rie, y me asusto, seguramente me reconoció y usará esta noche para burlarse de mí por el resto de la filmación de la película. — ¿Qué pasa?
— No, nada. Es que... no sé. Me hacés acordar a alguien... que no sé, me hace dar bronca. — bufa, agarrando más fuerte mi antebrazo. Llegamos a una esquina, y yo la obligo a detenerse, para mirar a los dos lados y de ahí, cruzar. Si no fuera por mí, seguramente la hubieran atropellado. Que no se note que estoy haciendo cualquier otra cosa, en vez de darme cuenta de que lo que acaba de mencionar, se refiere totalmente a mí.
La observo de reojo, rezando porque no se dé cuenta, pero ella me mira, y yo me hago el boludo. Sonríe, acercando su mano libre a mi cabeza, y tironea de mi cabello hacia abajo. Martina bosteza, como por seis segundos, ladeando su cabeza hacia un costado.
Me pregunto. ¿Qué estará pasando por su cabeza? ¿Le está haciendo efecto todo el alcohol que consumió? ¿Justo ahora?
● ● ●
La cara que nos dió el guardia de turno será inolvidable en mi mente. Pareció haber reconocido a Martina, porque soltó un chiste que no nos dió gracia, pero me reí, por respeto. Esta chica, por otro lado, decidió jugar a la Bella Durmiente a medida que nos acercábamos al edificio.
Terminó por dormirse cuando le mostré su identificación a Guido, el guardia, quien asintió y nos dejó pasar. No sin antes guiarme hasta la recepción, donde no había nadie y él mismo tuvo que darme la llave de la habitación de Martina. — Qué buen novio que sos, pibe. A mí me hubieran dejado tirado ahí en el bar, eso hizo mi última novia. — silencio incómodo, acomodé a Martina en mi cadera y con una mano libre, le palmeé la espalda, en consuelo.
Me tropecé con el último escalón de las escaleras que conducían al departamento de Martina, así que casi volamos los dos al piso. Digo casi porque la sostuve fuerte de la cintura, y solo mis rodillas rozaron el suelo.
Obtuve como respuesta una risa ronca, y escondió todavía más su rostro en mi cuello, haciéndome estremecer. Qué pendeja de mierda.
¿Cómo había pasado de cargarme ella a cargarla yo? ¿Cómo pasó de preguntar cualquier boludez, haber querido parar en un McDonalds... a estar consciente-inconsciente? Me despabilé solo, intentando estabilizarnos. Quedé frente a seis puertas distintas, sin saber a cuál dirigirme.
— ¿Cuál es el tuyo? — le pregunté, logrando que me mirara a los ojos. Los tenía rojos, y su mirada estaba perdida, los labios rojos e hinchados. Bueno, me desvié un poquito. Dios, estoy seguro de que debe haberse fumado algún porro, cuando se perdió en la mitad de la noche. Ella no solo había tomado alcohol, demasiado, si me lo preguntan, si no que para colmo estaba drogada. Excelente, ahora nunca encontraría su departamento.
Bien, eran seis, tres a la izquierda y otros tres a la derecha. Como el alcohol que yo había consumido todavía no salió de mi sistema, tambaleando me acerqué a la primera opción. Después de tres intentos giré la llave, y bingo, la puerta se abrió.
Dudando en si este era el departamento correcto, nos hice entrar. Traté de soltar a Martina pero me dí cuenta de que no podía sostenerse por su cuenta, así que mis manos seguían fijas en su cintura. Ella bostezó en mi cuello, y yo me pregunté, ¿Dónde quedaba su cuarto?
Visualicé un sillón, así que nos hice ir hasta allá. Sin ser delicado, la tiré ahí, y cayó sentada. Su cabeza colgaba del reposa-brazos, y yo me quedé mirándola. La pollera de jean se le había arremangado hasta la mitad de sus muslos, y aparté la mirada de ahí. Ella abrió los ojos por un momento, y me miró, como si quisiera leerme con algún super poder. Eso duró cinco segundos, porque por más que intentó mantenerme la mirada, sus ojos se le hicieron pesados, y los cerró.
Bingo.
Miré a mi alrededor, las paredes beige con cuadros vintage adornaban el departamento. Me dí la vuelta, observando sobre qué estaba apoyado. La mesa del comedor. Que se encontraba llena de cosas. Resaltadores, hojas, cuadernos, hojas arrugadas. Me acerqué un poco, notando el guión con el gigante <9> en el medio. Y un resaltador rosado encima. Me reí, era obvio.
Quise seguir con el tour por mi cuenta, pero estaba agotado. No iba a ir a dormirme a la cama de Martina, así que mi única opción era el sillón. Bueno, este era el plan, la levantaría, la tiraría en su cama y yo me dormiría en el sofá. Porque si yo llego en este estado, me quedo sin oreja y sin un lugar gratis donde dormir.
Me voy hasta el sillón, acercándome a Martina. Sonrío al darme cuenta de que está roncando. — Dale, Martina. Vamos a tu pieza.
Esa frase queda en mi mente, y por el alcohol que todavía queda en mi sistema, me la imagino en otro contexto. — Pará, pará... podemos hacerlo en el sillón. — balbucea, sonriendo con los ojos cerrados.
Sin saber por qué, me siento avergonzado. Está borracha, Enzo. Seguro que si estaría totalmente sobria, ya te hubiera sacado a patadas de acá. Además, no sabe que sos vos. Tomo su codo izquierdo y la levanto de un solo tirón, se queja, pero no me importa. Su cuerpo choca junto al mío, y apoya su cabeza en mi hombro.
Mi mano se pierde en su cintura y nos encamino por el pasillo. Hay dos habitaciones, supongo que una de es de ella y la otra de su amiga... ¿Bella?
Sigo mi instinto, y con esfuerzo, abro la puerta de la izquierda. Bingo. No sé como lo supe. Seguramente soy una especie de genio. Bueno, ni siquiera sabía si esta era su habitación, pero al ver la cama de dos plazas, acerco a Martina y la empujo hasta ahí, cae como un costal de papas encima del colchón, y yo me río solo.
A mi alrededor hay un montón de ropa de varón desparramada en el piso, además de una valija a medio cerrar totalmente enquilombada. Un colchón en la esquina del cuarto, también muy desalineado. ¿Será de Rodrigo?
Bostezo, diciendome a mi mismo que ya me tengo que dormir, me vuelvo a acercar a Martina, para sacarle esas botas que parecen sacadas de algún complejo militar. Las dejo a un costado de la cama, y me siento a su lado, tallándome los ojos.
Vuelvo a bostezar, cerré los ojos por un segundo, tapándome con mis manos. Mientras pensaba que hora del día debía ser. No era tan temprano, porque todavía no amanecía. Miré a mi alrededor, la habitación estaba sumida en un silencio que parecía aterrador. Todo oscuro, iluminados solamente por la luz de la luna que traspasaba el ventanal sin cortinas atrás de nosotros. Me tiré sin pensarlo hacia atrás, notando lo incomodo que era ese colchón, y sintiendome el doble de cansado de lo que me sentía anteriormente.
Traté de cerrar los ojos, pero solamente escuchaba los ronquidos de la persona más molesta del planeta a mi lado. Me giré un poco, dándole la espalda, hasta que me relajé y mi sistema se fue apagando.
Cómo me encanta dormir.
Pero, no todo lo bueno dura para siempre.
꒰ ¿Qué habrán pasado? ¿Cinco minutos? Cuando siento una mano deslizarse por mi pecho. Abro los ojos, confundido, encontrándome con Martina a mi lado, de costado, completamente lúcida y despierta.
— ¿Qué haces, chiquita? — la veo dudar, pero finalmente, se acerca, pasando una de sus piernas encima mío. Enredándonos. Mi voz sale más ronca de lo normal, así que me aclaro la garganta. Me sorprende lo natural que me sale el apodo. Ella me mira, sus ojos azules penetrando los míos con la intensidad que suele caracterizarla, su mano traza un camino prohibido a medida de que va descendiendo. Decide sentarse encima mío, inmovilizándome por completo.
En dos segundos se saca por encima de su cabeza el sencillo top negro que había dejado a mas de uno boquiabierto, a pesar de no ser tan voluptuoso. Sus clavículas se marcan demasiado, la mandíbula, el mentón, y esos labios.
Se acerca peligrosamente a mí, como si me estuviera acechando, trago saliva, todavía mirándola con las manos a mis costados, que en cualquier momento se dispararían a su cadera, para acercarla a mí. Trato de no desviar la mirada hacia ahí, hacia su pecho, pero lo hago, encontrándome con un corpiño negro de algodón, que cubría y sostenía a la perfección sus pechos. Está tan cerca de mí que nuestras respiraciones se entrelazan, y me está costando demasiado no unir nuestras bocas. Sus manos destilan una temperatura altisima, y queman mi pecho cuando las roza.
— Enzo... — susurra, y me es casi imposible ahogar el sonido que quiere salir de mi garganta. Martina se acerca a mi rostro, abriendo su boca y dejando un camino de besos húmedos, desde mi pómulo, mandíbula y termina ahí, en mi cuello. Succiona cual vampiro drenándole toda la sangre a su víctima, y no puedo evitarlo, gimo extasiado y mis manos se dirigen a su trasero, amasándolo completamente. Ella jadea contra mí, y estoy seguro de que quiero escuchar ese sonido una vez más. Sé que si continúa me dejará marcado, pero realmente, no me importa. Sigue con el camino de besos, hasta que se encuentra a mi remera, que está definitivamente estorbando. La ayudo a sacármela, y ella sonríe, besándome esta vez en la boca, sus brazos pasan por mis hombros, tironeando mi cabello. Me incorporo, con una fuerza que no sabía que tenía, y enredo mis manos en su cintura.
Los dos jadeamos cuando la acerco completamente a mí, y es ahí donde aprovecho el momento para meter mi lengua, besándola fervientemente. Había tratado de negarlo, pero era evidente, quise hacer esto desde el primer momento en que la ví, desde el momento en el que se plantó defendiéndose frente a mi rostro. La odié desde un principio, sin razón aparente, pero era imposible no admitir la atracción que había entre nosotros, así como también la tensión.
Esa tensión de re mierda. Y yo culpando al aire, al ambiente en sí. Ja.
Me había costado mucho no mandar todo a la mierda ese mismo día y haberla estampado contra la pared, para poder besarla igual que como lo estaba haciendo ahora.
Sentía que necesitaba más, y ella parece leerme la mente, porque se mueve. Un solo movimiento, que casi me hace perder los estribos. Bajo mis manos hasta su espalda, buscando el cierre de la pollera de jean que se ajustaba a su figura de una manera única, pero ella se adelanta y solo la arremanga. Eso me hace sonreír entre el beso, al parecer no soy el único desesperado. Abro los ojos para mirarla, y ella se aleja, tiene los labios rojos, hinchados y la respiración entrecortada. Paso mi mano por su cuello, atrayéndola violentamente hacia mí, volviendo a besarla igual que antes. Ella vuelve a moverse, esta vez el contacto es un poco más directo, debido a que ella solo está en ropa interior, rozando su zona contra mi jean. Se separa, y comienza a besar de nuevo mi cuello, bajando hasta mi clavícula, siguiendo el rastro de besos húmedos a lo largo de mi pecho.
Va bajando cada vez más, y se me corta la respiración cuando la veo desabrocharme el pantalón, dejándome en bóxer. — Pará, pará. ¿Estás segura? — pregunto, y ella me mira. Asiente y baja mi ropa interior, liberándome.
Tiro la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, y esperando el momento que estuve deseando desde el primer día que la ví. Bueno, lo que había estado deseando la parte más oscura de mí.
Perdón. ꒱
█▓▒░ nota ░▒▓█
QUÉ PASÓ JAJAJAJA. Ay, qué vergüenza. Igual, ojo, acá yo no fomento la infidelidad ni nada, pero se vale soñar dicen por ahí. ¿Qué creen que pasó, posta posta?
꒰ ꒱ estos signitos no los puse al pedo, OJO.
Espero q les haya gustado, repito, qué pena, nunca escribi algo así capaz por eso me agarró este bloqueo escritor💋
Más tardecito subo el siguiente cap, tengo que terminar de editarlo.
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