ఌ︎🍦Mora🍦ఌ︎


Había pasado exactamente una semana desde que se había inaugurado Ice Cream Shop. Una semana desde que Jungwon ansiaba comer otro helado. Una semana desde que Jongseong conoció al chico de sonrisa odiosamente linda. Todos los días lo veía pasar frente al cristal con aquella felicidad que le causaba caries. Jungwon era como el helado para Jongseong; dulce, empalagoso e irritantemente atractivo. No entendía cómo alguien podía amar aquel postre como el pequeño lo hacía. Siempre que pasaba por el frente, echaba un vistazo a la cartelera de especiales y daba brinquitos de felicidad. Era absurdo e infantil, según Park.

Déjenme ponerles un poco en contexto: Park Jongseong, un chico de 23 años, hijo de uno de los tipos más ricos de toda Corea del Sur. No le faltaba nada en la vida y por su puesto, la heladería era de su queridísimo padre -nótese el sarcasmo-. El señor Park era de aquellas personas a las que les gustaba aparentar que su vida era perfecta, con una familia fenomenal. La verdad, era que Jongseong se había querido largar de su casa desde que se hizo mayor de edad. Cuando lo hizo a escondidas, su padre le hizo la vida imposible para que volviera a vivir con ellos.

El muchacho hacía caso omiso a sus amenazas, viviendo como él quería hacerlo. Un día, llegando de la universidad, encontró a su padre sentado en el pequeño sofá de la pequeña sala que tenía. Lo amenazó con arruinar su carrera si no volvía a casa para fingir que su familia era normal, el chico se negó a volver a aquella casa de pesadilla. Entonces, le ofreció -más bien lo obligó- trabajar en la nueva heladería, para que así por lo menos tuviera una mejor paga y una manera más digna de vivir para un Park, a pesar de que el chico odiaba el helado.

Toda su vida había sido un amargado, terriblemente desconectado del mundo que lo rodeaba. Jamás había tenido una relación porque ya fuera chico o chica, le huían debido al odio y resentimiento con el cual miraba a todo y todos. Los únicos que aceptaron ese insoportable temperamento, eran sus mejores -y únicos- amigos de su misma edad: Jake y Heeseung, quienes al contrario de Jongseong, eran muy alegres y carismáticos.

Jongseong en verdad creyó que el cielo lo había escuchado cuando imploró porque Jungwon no volviera ahí, pero ese viernes caluroso justo a las cuatro de la tarde, el chico venía con una gran mochila colgada en su hombro. Detrás de él, un muchacho de cabello rosa revisaba el teléfono distraídamente, ignorando los tiernos chillidos de su acompañante. Ambos ingresaron, mientras Jongseong maldecía al helado y al universo por ignorarlo. Suspiró amargamente y se preparó para atender al par de muchachos.

-Buenas tardes, bienvenidos a Ice Cream Shop. ¿Qué desean ordenar hoy?

Inquirió el chico, arrastrando cada palabra, como si le costara mucho si quiera hacer el intento de hablar. Jungwon lo observó con los ojos entornados; realmente le parecía imposible que pudiera existir una persona tan apática como el chico que lo estaba atendiendo. Por largos segundos, se sostuvieron la mirada, como en una pequeña guerra de quien soportaba menos al otro.

-Bueno, dejen de resoplar como toros molestos. Ese trabajo de perspectiva no se va a hacer solo. Me da una barquilla de fresa, por favor.

Comentó Sunwoo, distrayendo al par de chicos. Jongseong se aclaró la garganta y asintió. Escribió la orden en la máquina y se detuvo, esperando la orden de Jungwon.

-¿Qué me recomiendas?

Inquirió, solo para sacarlo de quicio. Jongseong suspiró con odiosidad y llamó a Heeseung para que respondiera aquella odiosa pregunta que no sabía cómo responder. El mencionado llegó rápidamente, debido a que el lugar estaba vacío y no tenía mucho que hacer. Jungwon le regaló una linda sonrisa, mientras Sunwoo seguía revisando su teléfono, sin darse cuenta de lo demás fuera de este.

-Hola de nuevo, ¿Te puedo ayudar?

Sunwoo elevó un poco la mirada, encontrándose con un chico alto de linda sonrisa. Quedó embobado con aquel fino rostro y por consecuencia, dejó caer el teléfono estrepitosamente. Con las mejillas coloradas por la torpeza y las miradas sobre él, se apresuró a recoger el aparato.

-Quisiera saber qué me recomiendan.

-Bueno, ayer llegó un cargamento de delicioso helado de mora silvestre. ¿Te gustaría una muestra?

El pequeño negó rápidamente. Dijo que quería que fuera una sorpresa al momento de probarlo, a lo que Jongseong rodó los ojos. Por todos los cielos, que cursi era ese chico. Para completar esa imagen de bebé, llevaba una playera blanca normal con un chaleco coral con toques blancos y amarillos, pantalones negros y converse del mismo color. Ese chico sí que adoraba las converse. Para Jongseong, el muchacho no pasaba de los 15. Eso era seguro.

-Sus helados.

Indicó Jongseong en cuanto los tuvo listos y los chicos pagaron. El par se sentó en una mesa cercana a la pared, para poder conectar el portátil que necesitaba ser cargado. Disfrutaron sus helados y después sacaron los lápices y hojas para comenzar con su tarea. Sunwoo mantenía la mirada fija en el chico moreno detrás del mostrador, el cual reía animadamente junto a Jongseong, quien lo miraba con aburrimiento. Sunwoo sentía sus mejillas arder cada vez que sonreía.

-Tierra llamando a Sunwoo. Te voy a denunciar por acoso.

El chico sacudió la cabeza y con una expresión falsamente indiferente, volvió su vista a la tarea.

-¿Qué decías?

-Que Sunghoon no ha llegado aún. Siempre se retrasa un montón. Deberíamos sacarlo de nuestro grupo de amigos.

-Nuestro "grupo de amigos" es de tres personas. Deja de ser tan dramático y comienza a hacer la tarea.

Entonces la campana que colgaba sobre la puerta sonó, indicando que alguien había llegado. El chico alto de piel muy blanca y lunares como chispas de chocolate, les regaló una sonrisa y se sentó junto a ellos. Ambos lo miraron con los ojos entornados. Sunghoon era estudiante de derecho, un año mayor que los chicos. El muchacho era el más relajado de los tres, siempre con una sonrisa pícara y movimientos hipnotizantes.

-¿Por qué me miran así de feo?

-Llegaste media hora tarde. Contigo no se puede hacer nada, Hoon.

El muchacho dio una risotada al ver el gracioso puchero en la cara de Jungwon. Jongseong no podía evitar escuchar cada cosa que el menor decía, su voz era tan dulce como su personalidad. Era demasiado. Un chico con una libreta en mano se acercó rápidamente a la mesa, con una sonrisa un poco cansada. Era Jake, que ahora también servía de mesero.

-Bienvenido a Ice Cream Shop, ¿Puedo tomar su orden?

Sunghoon giró bruscamente hacia él, debido a que lo había asustado. Ambos se miraron por un par de segundos y Jake volvió a preguntar lo mismo, con la voz un poco más apagada.

-Un helado de vainilla con chispas de chocolate y tu número, lindo.

Jake se sonrojó de una manera impresionante. No solían decirle esas cosas porque él era quien las decía. ¡Demonios! ¿A dónde se había ido su voz? El muchacho asintió y casi se cae cuando volvió a la barra para servir el helado. Cuando lo entregó, Sunghoon le indicó con la mirada que seguía esperando por su número.

-Eso no se lo daré así tan fácil. Disculpe.

El muchacho se fue, dejando a Sunghoon con la boca abierta. ¡Lo había rechazado! Eso era inaceptable. El lado positivo era que no se había negado, solo no le dijo que si. Jungwon miraba la escena, entre divertido y enternecido. Ojalá alguien pudiera llamarlo de aquella forma y verlo de la manera en que su amigo había visto al otro. Se levantó para ir al baño y lavarse las manos, ya era hora porque había perdido de vista a Jongseong, así que no tenía nada de qué perderse.

Se lavó las manos y cuando iba saliendo, chocó con alguien por lo menos una cabeza y media más grande que él. Cuando logró salir de su aturdimiento por el golpe, se dio cuenta de que había chocado con posiblemente la persona más irritable del mundo, sumando el hecho de que le había tirado el café que llevaba encima del uniforme. ¿Cómo se desaparece de una situación como esa?



-Anne.

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