capítulo iv
CAPÍTULO 04
VALENTINA ERA INCAPAZ de apartar su vista de Michael. Nerviosamente mordía sus uñas al caer en cuenta de que en cualquier momento se iría de la cafetería, y ella no habría hecho ningún intento.
Nunca había tenido una relación seria, desde hace tiempo creyó en la idea de que su corazón no podía olvidarse del gran amigo de la familia. Marcos Depietri. El chico que sin necesidad de decir algo ya había conquistado a Valentina.
Crecieron juntos, hasta llegar al punto de considerarse mejores amigos, y todo ese tiempo Valentina reprimió sus sentimientos; creyendo que se trataba de algo momentáneo. Pero al comprender que no era así, tardó mucho más en armarse de valor.
Llegó a sus dieciséis años ya sintiéndose lista y en el momento en el que confesaría su amor, los padres de Marcos reunieron a todas las amistades y familiares para una noticia importante.
Muchos creyeron en la idea de un nuevo integrante, del casamiento del hermano de Marcos, un juicio ganado por parte del abogado y padre de familia o hasta de un ascenso en sus trabajos. Pero las expresiones tristes de los cuatro hicieron esperarse lo peor a Valentina.
Leucemia. Nunca antes una palabra había hecho derramar tantas lagrimas a todos los presentes.
Todos y cada uno de ellos lloraban.
Valentina no supo reaccionar, no sintió nada, guardó silencio memorizando las facciones de Marcos; porque pronto serían sólo un recuerdo.
Se creyó mala amiga por no haber sospechado de los síntomas. Últimamente su mejor amigo comenzaba a verse exhausto, la sangre se desprendía de su nariz continuamente y hasta hubieron momentos que no aparecía en semanas.
Se deterioraba poco a poco y solo quedaban esperanzas de que el tratamiento en Viena resultara adecuadamente.
Cuando Marcos se fue, en la vida de la argentina se sumaron los problemas económicos y a eso el divorcio de sus padres. No estaba de más decir que fue un año muy duro para ella.
Pero no era por la distancia, la rubia creía que sería muy egoísta pensar en cómo la afectaría la situación; porque no se trataba de no haber tenido la oportunidad de confesarse, se trataba también de pensar en lo difícil que estaría siendo todo para su mejor amigo. Tan joven como ella, y ya sin poder hacer esfuerzos por jugar al fútbol o hasta verse obligado a agradecer por un nuevo día con vida.
—Disimula un poquito, Valu.
La voz de su madre hizo a la rubia dejar de ver al mexicano.
—Es lindo—confesó—. ¿O no?
—Muy lindo y se ve que también es muy...
Marilina dejó las palabras en el aire cuando su jefe se posó frente la mesa de ambas.
—¿Todo en orden, señoritas?—consultó con una sonrisa—. ¿Qué tal la merienda?
—Todo muy rico, Guille.
—Estoy seguro que cuando trabajes acá todo va a estar mejor—dijo—. Nos vemos, chicas.
Valentina alzó sus cejas divertida y se río de la expresión sorprendida de su madre, junto a sus gestos de nerviosismo.
—Se ve que no soy la única enamorada.
Su mamá suspiró negando con la cabeza y sacó algunos billetes de su cartera para dejar la propina.
—Si me vuelvo a casar—murmuró—, mátame por favor.
—¿Qué tiene de malo?
—Depende las personas—se encogió de hombros—. Y ambas sabemos que tu papá y yo no éramos dignos de un matrimonio.
—¿Vos me ves a mí en un matrimonio?
—Obvio que sí, me encantaría verte con un vestido blanco y una boda sencilla como a vos te gustan—respondió con una sonrisa—. Marcos estaría de acuerdo.
—Siempre lo estaba con todo—recordó con la misma nostalgia—. ¿No...? ¿No hay noticias de él?
—Quimios y quimios y más quimios según Sonia—exhaló—. Todavía nada bueno.
—¿Ma...Pensaste en lo que te propuse?
Marilina guardó silencio sintiendo poco a poco sus piernas temblar mientras un nudo aparecía en su garganta.
—No sé Valu—contestó en voz baja—. Ya sabes que no creo que sea buena idea.
Se levantó de la mesa que compartía con su hija y salió a esperarla en el auto, donde suspiró con tristeza. Pensando en lo arriesgada y solidaria que sería la acción de Valentina pero a la vez, se preocupó mucho de lo que sucedería si tomaba el riesgo.
—Oye...—llamó Michael a Valentina—. Tú...De nuevo.
—Ho...Hola, hola de nuevo.
—Todavía no nos hemos presentado—susurró rascando su nuca y extendiendo su mano a ella—. Soy Michael.
Valentina sonrió al escuchar semejante nombre, si bien sabía que el chico no era argentino le dió gracia escuchar un nombre así en su país.
—Soy Valentina—estrechó ambas manos pensando en que también era graciosa la forma tan formal de presentarse.
—¡Lo sabía!
La exclamación de Michael hizo a muchos saltar de sus asientos, un grito agudo como ese pudo sacarle la tranquilidad a la cafetería de Guillermo Salas.
La rubia río con ternura al verlo enrojecer de vergüenza.
—Así que...—habló entre dientes luego de que desapareciera el colorete en sus mejillas—. ¿Qué onda? ¿Ya no vas a la heladería? No te he visto estos días.
Lo cierto era que Michael no había ido tantas veces por un helado, solo miraba cada rincón del lugar con esperanza de ver a la rubia argentina.
—No, mi mamá estuvo enferma y tuve que cuidar de ella.
—¿Ya está mejor?
El mexicano quiso golpear su frente, imaginándose en la posible casualidad de que la madre de Valentina hubiera muerto y él estuviera preguntando como si nada.
—Sí, por suerte no era nada de que preocuparse.
La argentina quiso golpear su frente al no poder controlar su vista en los ojos cafés de Michael, porque la ponían nerviosa. Los miraba de a ratos pero cortas veces desviaba sus ojos, sólo por fracciones mínimas.
—Que...Buena onda—sonrió el mexicano—. ¿Oye...Y vives por aquí? Quiero decir...Justo aquí en Ca-Capital.
—No, vivo en Neviria—río ante la expresión confundida del chico—. No es muy conocida, pero tampoco esta muy lejos de Capital. Vine hoy porque el jefe de mi mamá nos invitó a merendar.
—Que padre—admitió—. ¿Y solo cuando quieres helado vienes también?
—Obvio—dió la razón—. La heladería de Reneta es mi favorita.
—¡La mía también!
Valentina sonrió al escucharlo disculparse con los clientes, que lo escrutaron con la mirada.
Y finalmente se quedaron en silencio mirándose con duda, ambos sintiendo que aburrían al otro.
—¿Viniste a Argentina a estudiar algo?
Michael pestañeó, al tiempo que se concentraba en un punto lejano, pensando en que sus objetivos no estaban claros. Y eso lo hizo asustarse.
—No sé qué quiero—susurró—. ¿Debería preocuparme?
—No—respondió—. Es como si todo el mundo quisiera apurarnos, como si quisieran que programemos nuestras vidas una vez que pongamos un pie fuera de la escuela; y eso no está bien. Cada uno se encuentra a su tiempo y hay veces que...Ni nosotros nos terminamos conociendo.
Los ojos del joven brillaron y una débil sonrisa se le escapó, quería seguir escuchando la constante inteligencia y dulzura que llevaba la voz de la rubia. Pero al detenerse no supo que decir.
—Wow—soltó con su ceño fruncido.
—¿Wow?
—Eres increíble.
———————-
¿Qué opinan hasta ahora?
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NOS LEEMOS💋
lou
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