my (sweet) bunny

Especial de Halloween
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Ha pasado un año desde que Archie y yo comenzamos a salir, y ha sido el mejor año de mi vida. Nunca creí que conocería a alguien tan especial como él; me hace reír, me anima a hacer cosas que nunca antes me habría animado a hacer (ni en un millón de años); me ha hecho sentir más confianza sobre las imperfecciones de mi cuerpo y ha llenado de colores mi vida. Si tuviera que describir mi vida antes de conocerlo probablemente terminaría mencionando el nombre de alguna película de los años cuarenta, como El Expreso de Shanghai. Una buena película. Por ella conozco los nombres de Anna May Wong y Clive Brook, mas nunca entendí por qué mi abuelo estaba tan embelesado con Marlene Dietrich, tal vez era por su voz o por su «hermoso rostro de porcelana.»

Aunque si tuviera que describir a Archie en una película probablemente Mary Poppins sería el primer título que me vendría a la mente. Definitivamente lo veo bailando con pingüinos y vistiendo un traje a rayas, o bailando por los tejados, cubierto de ollín, dando de brincos y volteretas por las chimeneas en medio de la noche. «¿Por qué Mary Poppins? —me preguntó curioso, yo le abracé por detrás y dejé un beso en su mejilla rosada— Me gusta la película, mucho, pero no creo que un paraguas pueda llevarme por el cielo de Londres.» Archie no estaba tan consciente de ello, pero yo estaba más que seguro de que aquello podría ser remotamente posible; era muy ligero y podía cargarlo sin dificultad. Sus pisadas eran comparables con las de un ratón en una fábrica de almohadas, ligeras, silenciosas, discretas. Pero un día comenzó a preocuparme su peso, estaba perdiendo masa muscular y a veces se le marcaban las costillas, sus clavículas comenzaron a notarse más y sus dedos eran más delgados.

—¿Estás comiendo bien? —le pregunté preocupado.

Archie desvío la mirada y se metió a la cama. Me acerqué con cuidado. Tenía un mohín en el rostro y los ojos llorosos. Me puse de rodillas junto a él y le acaricié el rostro con la punta de los dedos, estaba frío y tenía los labios partidos. Era la primera vez que nos veíamos en varias semanas.

—Archie, ¿estás bien, amor? ¿Qué ocurre?

Sentí que mi corazón se hacía pedazos al verlo llorar. Eran pequeñas lágrimas que se transformaron en un profundo llanto, uno desgarrador, de esos que te hacen sentir vacío y despedazado por dentro. Sus manos se aferraron a mi camiseta y ocultó su rostro en mi hombro; sentí el frío de sus lágrimas y su aliento caliente chocando contra mi piel, al mismo tiempo sentía su corazón. Bajó su delgado cuerpo de la cama y se ocultó en mis brazos, literalmente, estaba tan delgado que fácilmente podía cubrirlo y aun sobresaldrían las puntas de mis dedos. No sabía qué hacer, salvo quedarme ahí con él hasta que su llanto cesara, eso fue alrededor de la una de la mañana. Sus ojos se hincharon y tenía la cara completamente roja y con rastros secos de lágrimas; murmuró lo que pareció ser una disculpa y yo besé su frente. Lo subí a la cama y le tomé la temperatura. Tenía fiebre. Así que preparé un té de manzanilla y saqué algunos antigripales que guardaba en los cajones de la cocina.

Se quedó dormido al poco tiempo.

Pasé la noche en el sofá, no quería incomodarlo. Levi se quedó plantado afuera de la puerta de mi habitación y actuó de perro guardián. Traté de dormir, de verdad que traté, pero ningún té o pastilla me ayudó a conciliar el sueño; ¿cómo se puede dormir después de lo que había pasado con Archie? No nos habíamos visto en semanas y cuando queríamos pasar tiempo a solas él no se sentía con ánimos; su peso estaba por debajo de lo ideal y ya no sonreía tanto como antes. Realmente me dolía verlo así.

A la mañana siguiente fui a verlo, estaba despertando y tenía mejor aspecto. Una sonrisa débil apareció en sus labios y yo me senté junto a él. Volví a tomar su temperatura, y al ver que no había bajado del todo le puse un pañuelo húmedo en la frente para que nuevamente se recostara.

—Estás resfriado —le dije, él asintió como un niño pequeño y me miró—. ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?

—Gracias por dejarme llorar.

—¿Qué pasó?

Su mirada se tornó triste, pero esta vez no hubo lágrimas.

—Mi abuelo murió, Nathan...

Contuvo las lágrimas y siguió hablando.

—Falleció de un ataque al corazón. Mi madre llamó y quiere que vaya al funeral en Nueva York, van a hacer la lectura del testamento ese mismo día al atardecer.

La situación familiar de Archie no es buena (en especial con sus padres), pero el que su madre le hablara significaba mucho para él, aun si fue únicamente para darle una noticia tan devastadora. Archie amaba a sus abuelos, mucho más de lo que alguna vez amó a sus padres, pasaba mucho tiempo con ellos cuando era niño y puedo imaginarme el dolor por el que debe estar pasando. También he perdido personas a las que he amado, y a veces dejan un vacío que parece imposible de llenar. Cuando mis abuelos murieron también me puse triste, pero ellos fallecieron cuando yo apenas era un niño y los recuerdos que tengo de ellos son pocos, sin embargo he tenido compañeros que han sido como hermanos para mí y terminé de pie junto al ataúd de varios de ellos a lo largo de mi carrera como policía. Recuerdo que una vez tuve que darle la noticia a la esposa de uno de ellos. Por Dios, me odié a mí mismo por lo que iba a hacer en el momento en que abrió la puerta y le vi la enorme barriga de embarazada. Al día de hoy sigo preguntándome si realmente quiero regresar a ese mundo.

—¿Quieres que te acompañe?

—No, sólo te haría perder un día de trabajo. Los funerales en mi familia no suelen ser la gran cosa.

—No puedo dejarte solo, no me lo perdonaría.

—Estaré bien, Nathan, te lo prometo —dijo con voz suave—. Será un viaje de ida y de regreso, estaré aquí a la hora de cenar.

—¿Estás seguro?

Se levantó con cuidado y acunó mis mejillas con sus manos frías.

—Confía en mi.

Archie se pasó el resto de la mañana recostado en mi cama y alrededor de las tres de la tarde ya se veía mucho mejor. Aparentemente la fiebre fue consecuencia del estrés de la escuela, las largas jornadas de trabajo y el impacto emocional de la noticia. No estaba comiendo apropiadamente por estudiar hasta altas horas de la madrugada; dormía un par de horas y despertaba temprano para irse a la universidad. Su cuerpo había llegado al límite y por eso me preocupaba que se fuera solo al funeral, pero él insistió a lo largo del día y no quise comenzar una discusión con él aunque tampoco podía evitarlo, a veces seguía viéndolo como una persona delicada y frágil a la que sentía que debía proteger. «Un poco idiota de tu parte, ¿no crees, Ross?»

—No seas imbécil —dijo Hugo—, el chico tiene veinticinco años, ¡sabe cuidarse solo! No necesita que un Príncipe Azul lo esté cuidando todo el tiempo.

—Trata de confiar más en él, así como él confía en ti —dijo Jacqueline.

—¡Lo sé, tengo un problema! Pero lo hubieran visto, se veía muy mal. Unos kilos menos y se convertiría en un saco de piel y huesos.

—Sí... no creo que sea para tanto, iba a la heladería al terminar mi turno y él se veía bien. Tal vez sí estaba un poco bajo de peso, ¡pero nada del otro mundo! —comentó Jacqueline.

—No te conviertas en una de esas madres que no le despegan la vista ni un segundo a sus hijos, sólo falta que les pongan una correa. Tienes treinta años, Nathan, ¡actúa como un adulto y dale su espacio al chico! —Hugo me apuntaba su tenedor, su celular sonó y una mirada maliciosa apareció. «Esto no es bueno», pensé— Dices que estará de regreso hoy en la noche, ¿cierto?

—Tienes una sonrisa muy fea en la cara, no me gusta.

—Mira esto.

Puso la pantalla de su celular en mi cara, cegándome con el brillo, tomé el aparato y leí el mensaje con el ceño fruncido. Jacqueline se recargó en mi hombro para leerlo.

—¿Sigues saliendo con esa chica? ¡Por Dios, Hugo, se llevan seis años! ¿Qué se traen ustedes con las personas jóvenes?

—Primero, no tiene nada de malo. Es una chica muy madura para su edad y es enfermera. Segundo, tal vez esa fiesta sea lo que Archie necesite para desestresarse después de haber tenido unos días de mierda.

—No lo sé, Hugo, tal vez no sea el mejor momento.

—Habla con él, si le agrada la idea escríbeme y yo me encargo de lo demás, pero de una vez te lo digo, los chicos de esta fraternidad son buenos organizando fiestas.

Puede que Hugo tenga razón sobre la fiesta. Ha pasado por muy malos días y tal vez sea bueno que se desconecte del mundo aunque sea por una noche, y si eso significaba llevarlo a una fiesta de disfraces la noche de Halloween organizada por una fraternidad universitaria entonces valía la pena intentarlo.

🦇

Eso fue lo que pensé en el momento, pero mi perspectiva de la situación comenzó a cambiar cuando Archie me miraba con expresión confusa e inseguridad en sus ojos. «No tienes que hacerlo si no te sientes cómodo», le había dicho. Archie se levantó del sofá y comenzó a caminar por la alfombra, sus coloridos calcetines contrastaban con el blanco de la alfombra y sobresalían de sus jeans, siempre los usaba doblados a la altura del talón porque eran un poco más abiertos de las piernas –y sabía que usaba el cinturón para acentuarse la cintura–; se quedó pensando por varios segundos. Sólo veía la punta de sus dedos salir por las mangas del suéter amarillo y la forma en la que su cabello revuelto reflejaba los pocos rayos de sol que entraban por la ventana resultaba casi hipnótico.

Cuando llegó del funeral, el viernes por la noche, carecía de expresión alguna y tenía la piel pálida, sólo resaltaba la hinchazón de sus ojos; me saludó con un corto beso en los labios y se fue a dormir. No dijo nada y yo tampoco quería presionarlo a que me dijera algo porque, si estuviera en su situación, tampoco me gustaría hablar de ello.

Después de nuestro primer aniversario, los dueños del edificio donde vive Archie comenzaron a hacer labores de mantenimiento (un «milagro» en sus palabras), todo estuvo bien durante las primeras semanas, pero lo peor ocurrió hace mes y medio cuando una fuga de agua inundó los pisos inferiores y se presentó una fuga de gas en los pisos superiores. Por razones de seguridad desalojaron a los habitantes de los pisos medios ya que los dueños del edificio no querían arriesgarse a que algo peor sucediera, desde entonces Archie vive conmigo y en cierta forma fue algo que le benefició ya que hace veinte minutos menos de camino hacia la escuela. A Levi y a mi nos encantaba vivir con Archie, y el sentimiento era mutuo. Incluso he pensado en vivir juntos en el futuro, tal vez si llegáramos a casarnos... Hay unos departamentos muy lindos cerca de aquí, son más grandes y no son tan costosos.

A pesar de estar viviendo juntos por casi dos meses (y tras haber descubierto muchas más facetas de mi novio) debo reconocer que nunca lo había visto hacer esa expresión. Era parecida a la que hace cuando está estudiando para un examen muy complicado, pero también se parecía a la que suele hacer cuando no está muy convencido de algo –que al final no termina haciendo–. Lo menos que quiero es molestarlo o incomodarlo, ¡culparé a Hugo si algo sale mal! Me la debe.

—La fiesta es en dos semanas, en la noche de Halloween —dijo Archie, soltó un suspiro profundo y me miró a los ojos—. Sé que quieres que me distraiga un poco de lo que ha sucedido, y tal vez sea lo mejor. A mi abuelo no le gustaría verme así por su muerte, él siempre decía: «Archie, el día que yo me muera no quiero que llores más de lo necesario. ¿Por qué estarías triste? ¡Viví una buena vida! Y mientras tú sigas sonriendo, yo tendré un motivo para sonreír, no importa dónde esté.» Y creo que ya he llorado demasiado.

—¿Quieres que vayamos?

—Me vendría bien salir una noche. Además de que tengo algunos disfraces en mi apartamento, podría aprovechar para arreglarlos.

—¿Ya no corres peligro volviendo a ese lugar?

—Los dueños dicen que los inspectores de seguridad revisaron el edificio entero, de arriba a abajo, cuatro veces, y que es seguro.

—Debo admitir que extrañaré que me hagas el desayuno.

Archie se acerca con una pequeña sonrisa y besa mi frente.

—Todavía puedo hacerte el desayuno, ¿qué quieres comer?

—Lo que sea que cocines, hasta el café con leche te queda delicioso —dije atrayéndolo a mi cuerpo, mirando sus ojos ligeramente hinchados—. Vamos a dormir.

🦇

Archie regresó a su apartamento a los pocos días. Lo veía a diario durante el trabajo y siempre me sonreía. Cuando tenía tiempo libre iba a la heladería, pedía un helado cualquiera y al recibirlo me encontraba con una pequeña nota escrita a mano de Archie –con su bella caligrafía– y recordé los días que siguieron a nuestro primer beso. Él seguía tan lindo como el día en que nos conocimos: mejillas rosadas y llenas de pecas, cabello castaño y ligeramente rizado de las puntas; ojos marrones que se volvían más brillantes con la luz del sol y una sonrisa que sigue derritiendo mi corazón. Y que ha permanecido en su rostro más tiempo desde el funeral, tal vez eso era lo que necesitaba: despedirse apropiadamente de su abuelo.

Sólo espero que no haya contratiempos para la fiesta. Siendo honesto, también me emociona ir. Hace años que no voy a una fiesta, mucho menos a una disfraces. Me pregunto si todavía se disfrazan de Drácula o del Dr. Frankenstein.

—Creo que te quedaste con ideas viejas, cariño —dijo Jacqueline—. Los universitarios aprovechan para vestirse con ropa provocativa sin recibir críticas al respecto, para ellos, Halloween es el equivalente a «lencería con pintura facial barata».

—Eso no tiene sentido.

—Tiene un punto en cuanto a lo del sexo, pero sí necesitas buscarte un buen disfraz para la fiesta —dijo Hugo con una sonrisa.

—¡Oh! ¿De qué se va a disfrazar Archie? Tal vez puedan llevar disfraces de pareja, ¡se verían tan lindos! —chilló Jacqueline.

—No me dijo de qué se disfrazará, pero sí mencionó que tiene varios disfraces en su apartamento.

—Bueno, conociéndolo tal vez opte por algo clásico como Los Cazafantasmas o Star Trek. —Hugo se quedó pensando por unos segundos, después me miró y pareciera que una bombilla flotaba sobre su cabeza— ¿Cómo te verías en un disfraz de Elton John?

—No voy a disfrazarme de Elton John.

—¿Por qué no? ¡Es un clásico!

—No lo luciría, reconócelo —dijo Jacqueline—. Yo creo que deberías probarte este uniforme de policía. Es lindo, clásico y Archie vería tu lado sexy de hombre en uniforme, RAWR.

—¿Un uniforme de policía para un ex-policía? ¿Seguro que no quieres volver a la idea de Elton John?

—Archie nunca me ha visto en uniforme...

—Tampoco te ha visto usando un traje de pirata, ¡mira! ¡Hasta tiene un loro incluido! —dijo Jacqueline con una enorme sonrisa— Aunque sigo apoyando la idea del policía.

—También me agrada la idea, y quién sabe, tal vez hasta terminen sacando su lado sexy en alguna parte de la casa... sólo digo. Hay muchas habitaciones.

No pude evitar sonrojarme por su comentario.

Compré el disfraz de policía y salí de la tienda disfraces con un sonrojo que me llegaba hasta las orejas mientras mis amigos soltaban risas esporádicas de chistes que hacían sobre mi. «Debo parecer un adolescente con estas pintas, tengo treinta años y una vida sexual activa, ¡no hay nada de qué avergonzarse!», pensé mientras caminábamos de vuelta al trabajo.

Faltaban dos días para la fiesta y aún no tenía idea de lo que Archie usaría. Tal vez debí de haberle hecho caso a Jackie e ir vestidos como pareja, creo que es una idea linda y tal vez a él también le habría gustado.

🦇

Retiro lo dicho. Fue una buena idea dejar esto de los disfraces en secreto.

—¿Qué opinas, te gusta? —preguntó Archie.

¿Que si me gusta? ¡Me encanta! Por Dios, se veía tan adorable vestido como el conejo de blanco de Alicia en El País de las Maravillas; todo el disfraz estaba perfectamente detallado, las orejas de conejo le daban un toque realmente adorable a su rostro y se había rizado el cabello, ¡hasta tenía una cola de conejo cosida al pantalón! Esponjada y blanca.

—Te ves adorable —respondí sin poder borrar la sonrisa de mi rostro.

«¡Así es, Ross! Eres orgullosamente gay y este hermoso chico es tu novio.»

—Gracias. Tú también te ves bien... Nunca antes te había visto en uniforme.

—¿Te gusta?

—Podrías arrestarme sin problemas.

Puso sus brazos alrededor de mi cuello y dejó un beso bastante provocativo en mis labios. Estuve a punto de mandar al diablo la fiesta para pasar tiempo a solas con él, pero al conejo no le gustaba llegar tarde y prueba de ello era el reloj que sobresalía de su pecho, con su cadena dorada y números romanos. Completamente funcional.

Subimos al auto y nos pusimos en marcha hacia la dirección que Hugo me había dado.

Muchos vecinos abrían sus puertas ante el «¡Dulce o truco!» de los niños; las casas estaban decoradas con esqueletos de plástico, calderas humeantes y telarañas gruesas que envolvían los pórticos. Por las calles circulaban niños disfrazados –algunos acompañados de sus padres– y adolescentes que se reunían en alguna casa con el único motivo de llenarse de alcohol, bocadillos, marihuana y más alcohol. No podía quejarme ni tenía derecho a criticarlos. Íbamos hacia el mismo lugar. Y sinceramente lo merecíamos; trabajo todo el día vigilando una tienda departamental cuidando mercancía para que no sea robada y ayudando a las personas de la tienda. «¿Podría decirme dónde puedo pagar mi tarjeta? ¿Sabe dónde está el departamento de ropa para caballeros? ¿Me podría decir por dónde queda el baño?» No me molestaba, sobretodo cuando eran personas mayores ya que suelen ser muy amables. Una vez tuve que acompañar a un niño pequeño por todos los probadores de la tienda porque había perdido a su madre; a veces les ayudo a los demás con las decoraciones de navidad o San Valentín, y cuando la tienda necesita que alguien cubra al chico que se mete en el disfraz de reno durante el mes de diciembre siempre terminan escogiéndome a mí. Es muy raro cuando alguien quiere pasarse de listo y robar algo, y cuando sucede los minutos de acción son muy breves. ¿Qué esperaba? Ya no estoy en la policía.

—¿Levi se quedó en el departamento?

—Sí, tuve que dejarlo con mi vecina del piso de abajo porque el imbécil de arriba siempre hace una pequeña fiesta que dura hasta la una de la mañana y los ruidos fuertes asustan a Levi, así que lo dejo con la señora King todos los Halloween.

—¿Todos? ¿Es decir que te quedas en casa y que nunca has ido a una fiesta de Halloween?

—No era de las personas que iban a fiestas durante la escuela, y si llegaban a invitarme mis padres decían que no iría.

—¿Y tu hermana?

—Ella era la «Señorita Simpatía» en la secundaria, claro que iba a las fiestas aun si nuestros padres decían que no.

—Ella y yo tenemos eso en común. Regresaba a casa cerca de las seis de la mañana apestando a alcohol y a jarabe de fresa. Al día siguiente me quedaba en cama con un dolor de cabeza, constantes idas al baño y después encontraba en mi casillero un sobre con fotografías vergonzosas de la fiesta que mis amigos tomaban.

—Me resulta difícil creerle eso a Archie Collins.

—Si me descuidas en esa fiesta te harás responsable.

¿Debo preocuparme por ese brillo en sus ojos?

Espero que Jacqueline tenga razón y esté usando un buen disfraz, aunque estoy más nervioso por la fiesta, ¡no he ido a una en años! Con suerte Hugo se quedará sobrio y nos quedaremos en la cocina a beber un par de cervezas, las suficientes para que pueda conducir a salvo a casa y no accidentarse en el camino.

—Llegamos.

Estacioné el auto a una distancia segura de la casa, la cual era mucho más grande de lo que esperaba y estaba llena de universitarios y algunas personas no tan jóvenes. En el jardín frontal había una piscina inflable llena de hielo y diferentes latas de cerveza, había luces de colores en la fachada y una extraña mezcla de decoraciones de Halloween con muñecos de nieve brillantes, de esos que utilizan baterías y están hechos de un plástico considerablemente barato, mal pintados, pero económicos a fin de cuentas. La música era buena, bastante buena, a lo largo de la noche sonaron varias canciones de Metallica, Aerosmith y remixes de canciones pop populares. Se podía ver el jardín trasero desde la cocina y la sala de estar, también estaba decorado con luces de colores que iban de un árbol a otro, había una mesa de beer pong, barriles de cerveza con una manguera que ya había estado en boca de casi todos los invitados y una piscina con inflables infantiles. En la sala estaban reunidas varias personas que bailaban todas la canciones con un mismo paso de baile. Todos los muros tenían telarañas falsas con arañas, serpientes y más insectos de goma enredados en ellas.

—¡Ross! ¡Por aquí! —grita Hugo alzando las manos en el aire.

Archie toma mi mano y caminamos hacia donde están Hugo y su novia. Contrario a mis predicciones vestían disfraces de personajes del Dr. Seuss, había apostado con Jacqueline a que vestiría con un ridículo disfraz de dinosaurio.

—Chicos, ella es Claire, pero ustedes ya sabían eso.

—¡Me encantan sus disfraces! Se ven increíbles —dijo con voz educada.

—Lo mismo digo de tu disfraz, Cindy Lou —respondió Archie.

—¿Te gusta? Hugo me ayudó con el peinado, tiene buena mano para la estética y para... otras cosas, si saben de lo que hablo.

—Ah sí, es el mejor explotando burritos en el microondas —dije haciendo que Claire soltara una risa.

Hugo nos invitó una cerveza y estuvimos conversando por unos minutos hasta que una chica se acercó a Archie, era una de sus amigas de la universidad (me costó reconocerla con su disfraz de Madonna), ambos se alegraron de encontrarse y terminó por llevárselo con otras personas. Amigos en común, supongo.

—Y Nathan, Hugo me dijo que estuviste en la policía, ¿es cierto?

—Sí, fui policía por varios años hasta que tuvieron que darme de baja por una herida de bala.

—¿Te quedó una cicatriz?

—Tiene forma de gato, pero este idiota dice que se parece a Snoopy.

—¡Te apuesto cinco dólares a que tengo razón! —exclamó Hugo.

—Que sean diez —contraatacó Claire.

—Hecho. Ahora levántate ese pantalón.

Levanté el dobladillo de mi pantalón lo suficiente para que Claire pudiera ver la cicatriz, hizo gestos y bizcos por unos segundos hasta que miró sonriente a su pareja.

—Se parece a Snoopy. Ahora paga.

Con fingido dramatismo saqué el dinero de mi cartera y vi como ellos brindaron a manera de festejo. Ahora era diez dólares más pobre y todo gracias a Snoopy. No podía enojarme con él, era adorable, casi tanto como el pequeño conejo ebrio que ahora tenía en brazos. Archie se había ido hacía hora y media y regresó con el cabello revuelto y la mirada de un ebrio. Maldito niño, hasta ebrio se ve adorable.

—Creo que no está bien —dijo Claire preocupada.

—Los chicos del barril debieron de haberle hecho beber por la manguera, y huele a tequila con ron y vodka, eso no es bueno —dijo Hugo.

—¿Por qué no lo llevas a una de las habitaciones? Hay unas con baño, tú sabes, por si quiere vomitar.

Archie se colgó de mi cuello, mirándome directamente a los ojos y arrastraba las últimas sílabas de sus palabras.

—Oye yo... eres muy apuesto... ¿Eres soltero?

Hugo y Claire me acompañaron hasta el piso superior donde no había tantas personas como en la planta baja, las habitaciones estaban cerradas y algunas tenían la puerta entreabierta, adentro se escuchaban algunos ruidos que no percibí con claridad debido al alto volumen de la música. Claire abrió una de las habitaciones y entramos, Archie seguía colgado de mi cuello y balbuceaba cosas sin sentido. Se veía muy mal, ¿por qué lo descuidé en un lugar donde había tantos tipos de alcohol como de enfermedades de transmisión de sexual? Tenía la mirada perdida y me dio la impresión de que estaba diciendo cosas en otro idioma, ¿ruso, alemán, noruego? Tal vez era latín.

—Iré a buscar un poco de agua, volveremos en un rato —dijo Claire.

—No dejes que se duerma. Hay un baño por allá, no lo dejes solo. Cuando veas que esté mejor llévalo a casa.

—Gracias chicos.

Claire salió de la habitación, Hugo sacó algo de su bolsillo, un empaque plateado que me arrojó. Lo miré confundido y él se encogió de hombros.

—¿Qué? No estoy insinuando nada. Un sujeto disfrazado de momia me lo dio en la entrada, pero no lo necesito y no quiero que se desperdicie.

—¡No voy a tener relaciones con él! ¡No así! ¡Está ebrio!

—Te dije que no estoy insinuando nada. Guárdatelo para cuando lo necesiten, no lo sé. Regresaremos en un rato con agua y un antiácido.

Hugo cerró la puerta y pude escuchar lo que hablaba con con Claire en el pasillo: «No creo que aquí tengan agua, pero hay una farmacia a un par de calles de aquí podríamos ir allí», dijo Claire. «No puedo creer que se haya puesto así, creí que era de los que no bebían en exceso. Sólo quería que ambos pasaran un buen rato, han estado muy ocupados las últimas semanas y necesitaban tomarse un respiro.» Sé que Hugo tenía buenas intenciones, y se lo agradezco mucho, pero tampoco tenía idea de que Archie se pondría así.

—Nathaaaaaan... —gimoteó Archie desde la cama.

Me acerqué a él. Tenía una sonrisa tímida en la cara, el cabello revuelto y las mejillas sonrojadas. Acercó sus manos a mis mejillas y me miró detenidamente.

—¿Tú eres mi novio, verdad...?

—Sí.

—¿Entonces hemos hecho cosas que sólo hacen los novios...?

—Yo diría que muchas cosas.

—Entonces, si quiero besarte... no habría problema, ¿cierto?

—Amor, estás ebrio, deberías descan...

Sus labios se juntaron con los míos en un beso húmedo, desesperado. Con la fuerza que quedaba en su pequeño cuerpo ebrio me atrajo hacia él, intensificando el beso e introduciendo su lengua en mi boca, convirtiéndose a los pocos segundos en un beso francés digno de una película erótica. Comenzó a frotar su pelvis contra mis piernas y sus dedos jugaban con los mechones más largos de mi cabello. Me miró; sus ojos tenían ese color profundo, lascivo y deseoso que aparecía únicamente cuando teníamos relaciones. Dentro de mí sabía que no sería correcto que tuviéramos sexo estando él en ese estado, pero se veía tan necesitado y esas orejas de conejo le quedaban perfectas con la cabellera desordenada.

—No, Archie... estás ebrio, no podemos...

—Claro que podemos, oficial —dijo de manera coqueta.

Me separó de él y su puso en cuclillas sobre la cama, sus manos comenzaron a acariciar la tela del pantalón y trazó círculos sobre mi miembro. Se sentía bien, muy bien. Hacía mucho tiempo que no pasábamos tiempo a solas y extrañaba sentirlo tan cerca.

Hizo que me recostara sobre la cama, quedándose encima de mi, sus manos seguían recorriendo mi cuerpo por encima del uniforme y yo estaba a punto de ceder ante aquella mirada.

«Quiero que me arreste, oficial» susurró en mi oído y sentí un escalofrío recorrerme todo el cuerpo. Sus manos se dirigieron torpemente hasta la cremallera del pantalón y fue cuestión de segundos hasta que comenzó a masajear mi miembro. Oh, sabía cómo hacerlo. Pero mi subconsciente seguía diciéndome que no era correcto; ambos moríamos por esto, pero no se sentía correcto hacerlo con Archie en estado de ebriedad.

—No, Archie... cariño, espera.

—Nathan... estás duro... —gimoteó.

Deslizó su lengua hasta la punta, repitiéndolo una y otra vez, cada una más placentera que la anterior. Se sentía tan jodidamente bien, por Dios si sigue haciéndolo no podré contenerme.

—¿Te gusta?

«Maldita sea, me encanta.»

—Nathan, quiero que me lo hagas. —Sus manos se detienen, se pone sobre mí y apoya su trasero sobre mi miembro, rozándolo lentamente de manera que cada tacto se siente bien, el pelaje de la cola de conejo me provoca cosquillas y yo sólo me concentro en su rostro sonrojado, su mirada profunda y deseosa—. Quiero que me lo hagas aquí mismo, aquí y ahora... por favor, oficial.

«Vamos, Nathan, sabes que quieres follártelo. Arráncale ese disfraz y fóllatelo, haz que ese conejito se corra una y otra vez hasta que ya no pueda más.»

—Archie...

—Dicen que el sexo es bueno cuando tienes alcohol en la sangre, no querrás llevarme así a casa, ¿o sí?

Antes de que pueda responder él ya está chupando mi miembro nuevamente; juega con su lengua e intercala sus manos, desata los últimos botones de mi camisa y comienza a masajear esa zona delicada cercana a mis genitales, volviéndome más sensible a los movimientos de su boca. «Maldición, Archie, no tienes idea de lo que me estás haciendo –pensé–, no podré contenerme más si sigues así...» Comienza a chupar más rápido y profundo, pero no llega hasta la base por más que lo intente así que lo tomo cuidadosamente de la cabeza y lentamente acerco sus labios hasta la base de mi miembro, sintiendo el calor de su cuerpo envolviéndolo y cómo palpita dentro de él. Haciéndolo un par de veces más hasta que siento un impulso eléctrico recorrerme, estoy a punto de venirme y él lo sabe porque sigue haciendo lo suyo, me mira deseoso y al mismo tiempo necesitado. Sé que muere por sentirme dentro de él. Al igual que yo. Cómo me gustaría ver a este conejito correrse por causa mía.

«Nathan, más, más, fóllame más, por favor», su voz podía sonar tan erótica y yo simplemente no podía resistirme a ella porque era como un canto de sirena. Seductora, hipnotizante, guía a los marineros hasta su perdición.

Terminé por correrme dentro de su boca. Algunas gotas le escurrían en las mejillas y por las comisuras de los labios. Él recorrió sus labios, rosados e hinchados, con la punta de su dedo medio, recolectando el semen faltante y tragándoselo.

—Una vez más, oficial —gimió—, he sido un conejito muy malo.

«A la mierda», pensé atrayéndolo a mí para besarlo de la misma manera en la que comenzó todo esto. Sus manos se colaron por debajo de mi camisa y yo acaricié sus mejillas, obligándolo a acercarse más a mi cuerpo al punto que sentí su erección rozando con la mía sobre la tela del pantalón.

Y todo estaba a punto de ponerse mejor.

Hasta que la perilla de la puerta comenzó a moverse. Hugo y Claire habían llegado de la farmacia con una pequeña bolsa en mano.

Archie y yo comenzamos a sudar frío y nos sentimos como Flash; él se metió entre las sabanas de la cama y yo tuve que arreglarme el pantalón rápidamente en el baño (jalando de la cadena para que aparentara otra cosa). La pareja nos miró curiosos hasta que sacaron una botella de agua y le dieron a Archie un par de pastillas que le bajarían el mareo y, con suerte, lo pondrían en sus cinco sentidos en pocos minutos. «Yo estaba por bajarle la borrachera de otra manera, gracias por intervenir», pensé con cierta molestia.

Pasaron algunos minutos y Archie se veía mejor, afortunadamente no vomitó y los mareos cesaron, pero seguía con las mejillas sonrojadas y había estado presionando una de las almohadas contra su pelvis para calmar su erección, yo tuve que echarme agua fría en la cara y creo que Hugo sospechó al verme con el cabello mojado.

—¿Qué? —le susurré.

—Perdón por interrumpirlos —dijo de manera burlona.

Luego de media hora Archie ya se encontraba mejor y Claire recomendó que lo mejor sería llevarlo a casa para que descansara apropiadamente; Archie les agradeció con su usual voz tímida y acató las instrucciones de Claire sobre mantenerse hidratado la mañana siguiente y abstenerse de alimentos que pudieran irritar su estómago. Le puse mi chaqueta y salimos de la habitación, ya no había música tan fuerte y la mayoría de las habitaciones aledañas a la nuestra estaban cerradas. «Sólo era cuestión de tiempo para que algo pasara», pensé mientras salíamos de la casa. Hugo nos acompañó hasta el auto, Archie se recostó en el asiento, tenía una expresión de vergüenza en el rostro y desvió la mirada.

—Gracias otra vez, Hugo.

—Ni lo menciones. Les debo una disculpa, quería que se la pasaran bien esta noche ya que ambos han estado bajo mucha presión últimamente.

—No te preocupes, después podríamos salir. Invitemos a Jackie y a su esposo.

—Es una buena idea, pero por ahora será mejor que descansen. —Hugo se acerca a mi oído y susurra:— O podrían terminar lo que estaban haciendo allá arriba.

Lo aparté con un empujón y él tenía esa sonrisa divertida al verme avergonzado. Fruncí el ceño y encendí el auto. Nos despedimos una última vez y conduje hacia el edificio de Archie.

No hablamos en los primeros minutos. Archie seguía acurrucado en el asiento, cubriéndose con la chaqueta y con los ojos llorosos. No quería presionarlo a que me dijera algo; lo que habíamos hecho en esa habitación pasó muy rápido, mentiría si dijera que no me tomó por sorpresa y también mentiría si dijera que no quería ir más allá. «Se veía realmente lindo –pensé–, aunque de no haber sido por Hugo y su novia, probablemente ahora estaríamos haciéndolo y nos evitaríamos este silencio tan incómodo.» Cuando teníamos luz roja aprovechaba para verlo por el rabillo del ojo; ya no estaba acurrucado y parecía querer decirme algo, su labio superior temblaba y hacía una mueca ocasional. Son casi las diez de la noche. ¿Y si le digo que no me molestó lo que hicimos? Que realmente quiero estar con él. ¿Pero si él no se siente igual y todo lo que pasó fue producto de la borrachera?

—Nathan, lo siento —dijo luego de unos minutos en los que sólo se escuchaba la radio pública—. Lo que hice allá no estuvo bien, yo... no sé qué me pasó. Estaba hablando con mis amigos y en un parpadeo ya estaba más ebrio que cuerdo, y quiero disculparme contigo. Han pasado muchas cosas últimamente y creo que sólo buscaba una manera de desahogarme, pero escoger el alcohol y el sexo no es la mejor manera de hacerlo; sé que querías que pasáramos una noche agradable, ¡yo también lo quería! ¡Era tu primera fiesta de Halloween y yo...! Yo la eché a perder.

Bajó la mirada hacia sus manos y comenzó a jugar con sus dedos. Hacía eso cada que estaba nervioso o preocupado por algo.

Llegamos a su edificio a los pocos minutos y mantuve los seguros del auto. Él me miró confundido y preocupado, yo me viré hacia él y le dije:

—No debes disculparte. No me debes ninguna disculpa, por nada de lo que sucedió. Desde un principio supe que estabas pasando por muchas cosas y creí que algo así pasaría, pero si crees que estoy molesto o incómodo por lo que pasó allá en la fiesta... estás equivocado.

Me acerqué a él. Archie se mantuvo acurrucado entre el asiento y la puerta del auto; sus mejillas se sonrojaron de golpe y vi reflejados sus deseos de querer hacerse pequeño, no me extrañaba, ya que lo veía de la misma manera en la que un depredador observa a su presa. Igual que un león mantiene fija la la mirada en el antílope y se acerca poco a poco hasta que el antílope se echa a correr, con el león siguiéndole a pocos metros de distancia. El felino comienza a saborear la carne de su presa y se lanza sobre de él, con las garras de fuera y sus colmillos perforándole la suave carne... Así lo miraba. Porque él había comenzado todo esto, él había despertado mis bajos instintos y yo sólo quería, no, deseaba hacerlo mío. Deseaba escuchar su voz gimiendo mi nombre, sentir la suavidad de su piel, quería recorrer cada centímetro de ella y tocarlo en esas zonas que lo volvían loco. Quería sentirlo.

—Tú comenzaste todo esto, Collins —tomé su barbilla entre mis dedos, acercando sus labios a los míos—, y ahora te harás responsable.

Nuestros labios se juntaron en un beso que superó con creces al que nos dimos en la fiesta. Sus manos se enredaron rápidamente entre los mechones de mi cabello y acercaban mi nuca hacia él. Oh, Archie presentía que algo así pasaría y él quería que pasara. Y yo estaba más que dispuesto a complacer los caprichos de este adorable conejito. Mordió mi labio inferior y yo comencé a desabrochar su camisa, sintiendo cómo la calidez de su piel contrastaba con el frío de mis dedos; sus pezones se pusieron duros al tacto y él soltó unos suspiros en el momento en que comencé a jugar con ellos. Aproveché para besar el lóbulo de su oreja y su cuello, suspirándole a propósito para que su piel se estremeciera al calor de mi voz, su suave, blanca y pecosa piel que tanto me encanta. Una vez le dije que las estrellas del cielo estaban reflejadas en su piel, que el brillo de sus ojos era comparable al de la luna y que el sonido de su voz era la melodía más hermosa que pudiera existir.

«Nathan, por favor...», gimoteó. Yo callé sus palabras con un beso que él apenas podía mantener. Llevábamos un año de noviazgo y su cuerpo seguía reaccionando como si fuera la primera vez que era tocado (para ser sincero, eso me encantaba porque ambos sentíamos que cada vez que teníamos relaciones era especial); de sus labios brotaba una colección de gemidos y suspiros que no hacían más que provocarme a cada segundo. Mis manos se deslizaron a sus piernas, abriéndolas con cuidado sobre el asiento y acariciando la parte interna de sus muslos. Pequeñas lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, ese hermoso par de ojos marrones que pedían a gritos: «Fóllame. Déjate de provocaciones y fóllame.» Pequeño boca sucia.

—Nathan, por favor... —pidió entre gemidos.

Volví mi rostro a la altura del suyo, se veía tan adorable.

—Esas no son formas de hablarle a un oficial.

Uno de mis dedos comenzó a trazar pequeños círculos sobre su creciente erección haciéndolo soltar maldiciones en forma de susurros; sus manos se dirigieron inconscientemente hacia sus pezones descubiertos y comenzó a acariciarlos lentamente en una imagen tan erótica que de pronto comencé a sentir celos del primer sujeto que lo vio así. Archie me había contado de su primer novio, un chico de su escuela secundaria en Nueva York, llamado Arthur; dijo que se habían enamorado en un campamento de verano y que su relación duró poco más de un año. En ese entonces no me puse celoso porque sabía que eso había quedado en el pasado y que yo era su presente. Pero ahora que Archie está frente a mí, tocándose a sí mismo, rogando por más y pidiéndome con la mirada que lo follara ya mismo, no pude evitar pensar en su relación con Arthur. «Le entregué mi virginidad en los vestidores de la escuela. Acordamos encontrarnos ese día en la noche para ir a un motel, pero el muy bruto me arrancó la ropa y terminamos haciéndolo junto a los casilleros –Archie se veía molesto de recordarlo, había muchas cosas del pasado que no nos habíamos contado aún y sinceramente creo que era lo mejor para ambos–. Realmente me arrepiento de eso, se portó como un animal y me lastimó. Pero tú, Nathan, eres diferente. Ojalá mi primera vez hubiera sido contigo.»

—Oficial, por favor...

Sus ojos suplicaban y yo accedí. Bajé la cremallera de sus pantalones y liberé su miembro, rosado, lindo y complemente erecto sólo con el tacto de mis manos. De la punta ya escurría líquido preseminal y sin pensarlo dos veces dirigí mi lengua hacia él. Su espalda se arqueó en el momento en que su miembro entró por completo en mi boca; seguía soltando maldiciones, suspiros y gemidos mientras yo chupaba su necesitado miembro. Una de sus manos se apoyó en mi cabeza, impulsándome a ir cada vez más profundo, deslizando su pene en mi garganta brindándole más placer mientras seguía tocándose los pezones con la otra.

—Ah, oficial... por favor, no se detenga... voy a correrme...

Sentí cómo su cuerpo se tensaba ligeramente y los primeros espasmos se hacían presentes. Mis manos tomaron el lugar de mis labios y siguieron masturbándolo; él me miraba de la misma forma que me miró en la fiesta, de sus labios, entreabiertos y rosados, se escapaban suspiros mezclados con suaves gemidos que acariciaban mis oídos. Quería ver cómo se corría, cómo liberaba su semilla en mis manos, quería que él sintiera lo que me hizo sentir en aquella habitación. Su cuerpo tembló y a los pocos segundos el encantador sonido de Archie alcanzando el orgasmo terminó por embriagarme en la creciente lujuria. Recuperó el aliento y no pude evitar besarlo con suavidad luego de que nuestras miradas se encontraron, entre la oscuridad de la noche y de las lámparas de la vía pública.

—Oh por Dios, realmente necesitaba esto —dijo Archie con una pequeña sonrisa.

El auto estuvo por convertirse en la escena de lo que –esperábamos– fuera nuestro encuentro sexual en la noche de Halloween de no ser porque las voces de un grupo de personas se escucharon en la esquina de la calle. Tal vez fue porque estábamos inmersos en el momento, pero ambos pasamos por alto que seguíamos dentro de un auto en medio de la vía pública, y la luz de las lámparas realmente alcanzaban a iluminar parte del interior del vehículo. Nos negábamos a ser vistos o atrapados por alguien.

Las voces se acercaban cada vez más y la escena de la habitación y la perilla se repitió por segunda vez en la noche. Nos arreglamos los disfraces y el cabello, pero aquí no había un cuarto de baño en el cual ocultarse, por lo que hicimos lo que creímos fue lo mejor para pasar desapercibidos (como si los vidrios empañados no fueran evidencia suficiente): Fingimos estar dormidos. El grupo de personas se acercó al auto y, como era de esperarse de un grupo de hipsters que encuentran un auténtico muro de ladrillos rojos, se tomaron un par de selfies (no habría problema sino estuvieran en dirección al auto, ¡qué suerte teníamos!) y unas de las chicas se arreglaron el cabello en el reflejo de la ventana trasero. Después de unos minutos –que se sintieron como horas– finalmente se fueron, y pudimos respirar con tranquilidad. Ambos nos miramos y soltamos una risa.

Sabíamos qué era lo que seguía para esa noche.

🦇

Archie estaba sentado en el sofá de su apartamento; me había deshecho de la parte superior de su disfraz a excepción de los puños de la camisa (que eran piezas separadas) y de esas adorables orejas de conejo que le daban una apariencia adorable a su rostro –y a todo su cuerpo en general–. Prácticamente me lancé sobre él en el momento en que cerró la puerta, lo guié hasta el sofá de dos plazas en un beso húmedo que siguió hasta que mi boca regresó a su miembro, y ahora mis manos se dirigían a la parte posterior de sus pantalones con el único objetivo de apartarlos del camino para que Archie estuviera más cómodo. Pero al momento de deslizar la tela sobre sus muslos me percaté de que algo se interponía. Archie me miró con el rostro sonrojado y me detuve por un momento para sacarle la última prenda. Mi sorpresa creció en el momento en que vi un pequeño agujero en la parte trasera del pantalón donde se suponía que debía estar la cola de conejo.

«Oh, este niño está jugando con nosotros, tengo el presentimiento de que ya tenía todo planeado.»

Archie apoyó su pecho sobre el respaldo del sofá, levantando su trasero, y pude confirmar mis sospechas: una esponjosa cola de conejo, blanca y suave, sobresalía de sus glúteos. Me puse sobre él, acariciando una de sus nalgas, trazando círculos sobre ella con la palma de mi mano. Me acerqué para besarle el cuello.

—Oficial, he sido un conejito muy malo —gimoteó Archie—. Debo ser castigado. Castígueme, por favor.

Di una ligera nalgada, haciéndolo gemir.

—¿Quieres que te castigue?

Otra nalgada, seguí acariciándolo.

—Mmm, sí, oficial. Castígueme.

—Ponte en cuatro, sobre el sofá —demandé y él acató las órdenes.

Me saqué la camisa y me senté en una de las orillas del sofá y él acercó sus manos a la cremallera del pantalón, devorando en segundos mi miembro erecto con su pequeña boca. «Sí, así me gusta.» Alcancé su trasero y seguí acariciándolo, dandole ligeras nalgadas de forma ocasional, lo que provocó que Archie gimiera con mi miembro aún dentro de su boca; mi mano bajó hasta su miembro, que pide atención a gritos y yo decido dársela, acariciando la punta y lubricándolo hasta la base con el líquido que comienza a brotar de él. Alterno mi mano entre su pene y su entrada dilatada por el juguete, acaricio sus bordes y termino por separar a Archie de su trabajo oral mientras yo me acerco al otro extremo del sofá, donde mueve su trasero y yo me inclino para jugar con él. Tomé el juguete y comencé a sacarlo lentamente (está completamente dilatado), después imito pequeñas penetraciones con él y los gemidos de Archie se vuelven más claros; termina por apoyar su pecho contra los cojines del sofá mientras se toca a sí mismo, imaginado que el pequeño juguete penetrándolo lentamente soy yo. ¿Cómo lo sé? Porque terminó por pedirlo a los pocos segundos: «Nathan... Oficial... por favor, fólleme.» Saqué el juguete y él tomó mi mano, lamiendo deseoso mis dedos índice, anular y medio para después llevarlos a su entrada. Sus manos separaron sus glúteos para darme una mejor visión de su entrada, y los dedos no duraron mucho dentro de él. Tomé el condón que Hugo me había dado y seguí jugando con la necesidad de Archie, viendo hasta dónde podía llevarlo. Mi miembro comenzó a deslizarse entre sus glúteos, de una manera suave y lenta, hasta que por fin entré en él.

—¡Ngh, mierda! —susurró Archie.

Oh Dios, se sentía bien. Estar dentro de él se sentía tan jodidamente bien y me encantaba, me encantaba sentir cómo sus paredes internas aprisionaban mi miembro en cada movimiento, y sobretodo, me encantaba escuchar su voz.

Los vaivenes se hicieron rápidos progresivamente, ambos habíamos esperado esto por mucho tiempo y por fin lo estábamos haciendo. Sus mejillas sonrojadas, su piel suave, blanca, con las estrellas esparcidas por todo su cuerpo; su cabellera alborotada, y esas orejas blancas que me volvieron loco desde el primer momento en que las vi.

Archie me enamoró desde el primer momento en que lo vi.

Reemplacé la mano de Archie y ahora también estaba masturbándolo. Recargué mi pecho sobre su espalda y él me besó apasionadamente, nuestras lenguas comenzaron una danza que iba al ritmo de las penetraciones. Los suspiros se escapaban de sus labios.

—Tú eres mi primera vez... —me dijo con una sonrisa, tenía el rostro sonrojado y nuestros cuerpos estaban sudorosos (él seguía oliendo a flores, el suavizante que usa es de lavanda y me encanta)—. Te amo, Nathan...

—Te amo, Archie.

Nuestros labios volvieron a juntarse, y como si este contacto definiera la intensidad de los vaivenes, estos se vuelven lentos y se escucha el sonido de mi cadera chocando contra su trasero. Mi mano acaricia la punta de su miembro y la intensidad de ambos movimientos aumenta nuevamente de forma gradual; puedo sentir cómo su interior se contrae y cómo su miembro comienza a palpitar.

—¿Sabes qué es lo que me gusta? —le pregunto al oído, besando su mandíbula— Cuando estoy contigo puedo sentir cada parte de tu cuerpo, especialmente cuando estás a punto de venirte.

Y como si su cuerpo hubiese esperado la señal, terminó corriéndose en mi mano. El sonido de su orgasmo fue lo suficientemente excitante como para que las penetraciones restantes siguieran alcanzando su punto dulce y sus paredes internas siguieran contrayéndose en mi miembro, acercándome a mi propio orgasmo.

—No te detengas, por favor... —pidió entre susurros.

Tuve que controlarme por unos minutos para complacer a mi novio, haciendo que se corriera por segunda vez a los pocos segundos. Sus labios entreabiertos buscaron desesperadamente los míos, ahogando mis gemidos en el momento en que terminé por correrme dentro del condón. Ambos nos quedamos así por un tiempo, recuperando el aliento y compartiendo pequeños besos.

—Oficial, está exhausto. ¿Por qué no va por un vaso de agua?

Su voz inocente me hizo sonreír.

Salí de su interior y me deshice apropiadamente del condón. Arreglé mis pantalones y fui a la cocina a servirnos unos vasos con agua. Recibí un mensaje de Hugo hacía algunas horas y creí que era un buen momento para contestarle. Mientras escribía mi respuesta escuchaba que Archie subía y bajaba las escaleras que llevaban a donde estaba su cama, también abría el armario que hay al final del pasillo, pero no le di importancia y seguí revisando mis mensajes.

«Hablé con Jacqueline, le dije que estabas enfermo y me dijo que se cobraría el favor que te debe. Mañana tienes el día libre, así que lleva a Archie a un lugar bonito. ¡Tengan una cita! Y aléjense del alcohol.»

Mientras escribía mi respuesta, vi que Archie entraba a la cocina vistiendo otro disfraz; las orejas de conejo se habían ido y en su lugar había un sombrero de marinero, una playera a rayas y un par de shorts de tiro alto que marcaban su cintura. Pasó de largo hasta la nevera y sacó una paleta helada que comenzó a chupar sugestivamente. «Oh, no, Collins, hacer eso mientras tienes una mirada de niño bueno es jugar sucio.»

—¿Te gusta? Lo arreglé hace unos días.

Dejé el teléfono en la barra de la cocina y, para no hacer la historia larga, Archie usó cuatro disfraces diferentes esa noche: uno de conejo, otro de marinero, un uniforme de colegiala y un juego de lencería blanca con listones en las medias (Dios, ese fue mi favorito).

Después le agradeceré a Hugo y a Jacqueline por ayudarme a estar libre el día siguiente. No dormimos en toda la noche y a la mañana siguiente pedimos comida a domicilio, nos quedamos dormidos hasta el medio día y después fuimos al parque con Levi.

Fue mi primera vez celebrando Halloween, y ahora soy –oficialmente– la primera vez de Archie (¡Vete a la mierda, Arthur de Nueva York!). Espero que podamos compartir más primeras veces en un futuro. Pero por ahora, el único miedo que tengo es que nuestra relación comience a basarse solamente en sexo... eso podría traernos problemas a largo plazo. Aunque, su cumpleaños es en tres meses, tal vez pueda hacer algo lindo por él. Mientras tanto, quiero disfrutar este día libre a su lado. Al lado del hermoso y tierno chico de la heladería.

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