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"La gente dañada es peligrosa. Ellos saben que pueden sobrevivir"
Sabía en mi interior que todo lo que estaba haciendo en ese tiempo estaba mal. Sabía que todo esto en vez de servirme después me iba a llegar como una bofetada en toda la cara, pero no me importaba. En el momento lo único que importaba era mi mente, que ya no estaba, que ya no funcionaba, que estaba apagada. Sin pensamientos que lo único que hacen es hacerme daño, sin gente que sé que quiere ayudarme pero que no se dan cuenta que no pueden y no puedo decírselos, porque ver la decepción en sus ojos es algo que nunca más quiero ver en los ojos de alguien. Ya los vi en León.
*
-¡Adela! ¿Qué hiciste, mi niña?- escuchaba a la única persona que me quedaba y al hacerlo sólo oía decepción y pena.
Al abrir mis ojos antes de cerrarlos completamente y caer en un sueño profundo pude ver la carga que era para él. La carga que sería para cualquiera que se acercara a mí.
Cunando por fin desperté pude notar que estaba en una habitación completamente blanca. A mi mente vinieron enseguida todos los recuerdos anteriores. Mis padres, el funeral, las miradas de la gente hacia mí, como diciendo "pobre, ahora está sola". Odiaba que me compadecieran, odiaba estar en la boca de gente que no me conocía, que no los conocían a ellos como yo. Odiaba saber que tenían razón. Que de verdad estaba sola.
Mi mente en ese momento tomó el control sobre mi cuerpo y supe lo que tenía que hacer. Supe que mi lugar estaba con ellos donde sea que estuviesen. Supe que ya no tenía que estar sola si no lo quisiera.
Pero no resultó y ahora tenía que vivir con las consecuencias.
*
Tres semanas después.
Al mirar a mi oponente pude notar que la chica estaba nerviosa. Quizás era la primera vez que hacía esto y pobre de ella, porque aunque yo solo llevaba pocas semanas, mis habilidades ya se habían hecho famosas dentro de este círculo.
Cuando Bruno me trajo aquí por primera vez estaba muerta de miedo, debo decirlo. Era uno de los peores barrios de la ciudad y no tenía ni la menor idea que la gente hacía estas cosas. Me llevó a una especie de bodega oscura, mis alarmas cada vez sonaban más fuerte pero mi Mundo me estaba cuidando, lo sabía. Había demasiada gente para mi gusto, con vasos en sus manos, fumando, besándose. En el centro había un círculo y las personas de alrededor gritaban, ahí supe dónde me había traído. Peleas clandestinas.
-Esta noche puedes verme, si te dan ganas puedes entrar-
-¿Cómo podría entrar? ¿Y si muero?- "cómo si no quisieras eso"
-¡Vamos!, sé que entrenas-
-¿Cómo lo sabes?- ¿Cómo podía saberlo? Si no se lo había dicho a nadie.
-Soy luchador, puedo darme cuenta de quién lo es y quién no-
Eso era demasiado raro para mi gusto, pero no le tomé atención. Mi curiosidad ganaba en ese momento y quería ver como peleaba, además de ver si me daban las ganas de entrar también.
Y así fue. Bruno era un luchador excelente, se movía con gracia, sus golpes eran limpios, no tenía necesidad de jugar sucio porque con sus habilidades podría ganarle a cualquiera, tengo que reconocerlo. El verle encendió algo en mí que no sabía que tenía. Mi adrenalina crecía tanto a cada momento que apenas Bruno terminó su pelea le dije que quería entrar.
-Tienes que saber que aquí no hay muchas chicas luchadoras, pero las que hay son un poco sucias. Me refiero a su forma de pelear. Si tienen una oportunidad de jugar sucio lo harán, lo único que les importa es ganar ya que la paga de las mujeres es mejor que la de los hombres-
-Espera, ¿el vencedor gana dinero?-
-¡Claro! ¿Creías que era sólo por diversión?- dijo riendo
Esto era mejor de lo que esperaba.
-
Después de inscribirme en la pelea, Bruno me dio una serie de instrucciones y además me vendó las manos para no estropearlas demasiado. Mi turno ya llegaba y más que nerviosa me sentía ansiosa de estar en esa situación. Quería o más bien necesitaba liberar una vez más mi rabia y que mejor forma de hacerlo que con gente que quiere pelear y además puedo ganar dinero. Si es que gano y no me matan.
Mi oponente era alta, tenía muchos tatuajes que como yo los mostraba al público. Si, tuve que quedar en una camiseta corta para llevar el menor peso posible y mis tatuajes quedaban un poco a la vista. Se podían ver las alas que bajaban por mis brazos, además de una parte de mi fénix. Lo bueno es que Bruno no los nombró ni tampoco preguntó sobre ellos. Siguiendo con la historia, mi oponente era una mujer de unos 30 y tantos años, con cara de pocos amigos y un aro en su boca. Recordé el que tengo en la ceja, y me pegué una bofetada mental por no recordarlo y sacármelo, aunque ya era muy tarde para eso.
Al principio sólo la observaba y dejaba que ella lanzara los primeros golpes para ver su estrategia, sus movimientos y así ver cuáles repetía. Me di cuenta que siempre dejaba su lado derecho descubierto, y que además su pierna derecha no le funcionaba muy bien. Dejé que lanzara golpes, los cuáles pude esquivar sin problema y ella cada vez se enojaba más. En el momento en que dejó su lado derecho nuevamente descubierto lancé mi primer golpe, una patada directa a la parte de atrás de su rodilla lo cual la lanzó al suelo de inmediato. Al ponerse de pie pude notar que ahora arrastraba su pierna y esa fue mi señal para abalanzarme con todo sobre ella. Estábamos en el suelo, yo encima lanzando golpes sin pensar en nada más que en mi puño tocando su cara, ella ya no hacía nada y aunque me ganaba por unos 10 cm de altura ya no tenía fuerzas para defenderse lo cuál para mí era perfecto. Tocaron la alarma y supe que la pelea ya había terminado pero mis manos no me respondían y seguían llegando a la cara de la mujer. Bruno llegó y me separó de ella tomándome de los hombros y mirándome a los ojos, tratando de calmarme, pero recordé que calmarme sólo le funcionaba a una persona y que esa persona estaba demasiado lejos de mí en ese momento por lo que mi rabia creció aún más y no queriendo empeorar nada salí de la bodega hacia la calle. Necesitaba sentir el aire helado en mi cuerpo y sacar de mi mente al chico que no salía de ella.
Me sentía tan estúpida por recordarlo, por darle el poder de estar dentro de mi cabeza.
-Adela, ¿estás bien?- dijo Bruno con una preocupación que me pareció un poco falsa, pero tiré ese pensamiento a la basura en el mismo instante en que llegó.
-Estoy bien- dije tratando de sonar lo más convincente posible, la verdad era que mi cabeza ya estaba perdida en recuerdos indeseados.
-¡Ganaste!- dijo tomándome en brazos y girándonos- Ganaste el dinero, Adela. ¿Qué harás con él?-
-Creo que tengo una muy buena idea-
**
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