El origen
2013, Canadá, 11:35 de la noche.
Dos hombres caminan penosamente sobre un camino cubierto de nieve, con una caja pequeña oculta entre sus ropas. Llegan a una fábrica donde se puede distinguir a duras penas en un cartel el nombre de "Ice laboratory". Una figura encapuchada se les acerca y les pregunta algo en canadiense a lo que el hombre de la caja responde afirmativamente. La figura se aparta y deja el paso libre. Entran y siguen al joven a una de las salas interiores. Allí se encuentra dos científicos, aparentemente, marido y mujer.
-Señor Darmond, ya han venido tus mercenarios- dijo la figura encapuchada.
El científico levantó la cara y los hombres pudieron apreciar unas profundas ojeras al fondo de sus ojos grises.
-Gracias Dylan, puedes retirarte.
El joven agachó la cabeza y se retiró silenciosamente.
-Bien- dijo el Sr. Darmond- espero que lo hayan traído.
-Claro- respondió uno de ellos.
Miró a su compañero autoritaritariamente. El otro dudó, pero finalmente sacó una pequeña caja que llevaba oculta en el abrigo. Darmond se acercó con curiosidad, y al ver su contenido sonrió encantado. Cogió la caja y se dirigió a su mujer.
-Al fin lo tenemos- dijo el Sr. Darmond intentando contener la emoción.
-Sí- contestó su mujer.
Un carraspeo les hizo darse la vuelta. El hombre más mayor miraba a Darmond con ansiedad.
-¿Qué pasa Thomas?- preguntó el científico.
-Ya sabe Henry, usted nos dijo que, si se lo conseguíamos, nos daría una recompensa a Noah y a mí.
Darmond solo depositó una bolsa en las manos de Thomas.
Él rápidamente se la guardó y se dirigió a la salida, seguido de cerca por Noah. Ninguno de los dos se dio cuenta de una sombra que observaba todo muy atentamente a través de sus ojos oscuros.
-Nora, prepara la máquina- dijo Henry a su mujer al tiempo que sacaba el teseracto de la caja- vamos a convertir el teseracto en hielo.
La Sra. Darmond se dirigió a una máquina enorme e introdujo el teseracto. Su marido activó una palanca y unas rayitas se volvieron azules.
-Funciona- susurró el Sr. Darmond asombrado-¡lo hemos conseguido Nora!
La Sra. Darmond iba a responder cuando vio que de la máquina salían chispas.
-¡Henry, quítate de ahí!- le gritó.
-¿Qué?- se sorprendió su marido. Se giró y observó con horror como la máquina se sacudía apunto de explotar.
-¡Papá!- exclamó una voz detrás suya. El Sr. y la Sra. Darmond se giraron y vieron como una pequeña niña de nueve años se acercaba a ellos.
-¡Sky!- gritó el Sr. Darmond fuera de sí- ¡Aléjate!
Sky lo miró sin comprender. De repente la máquina explotó y una luz envolvió todo, lo último que Sky vio fue a su padre corriendo hacia ella antes de que la oscuridad se la tragara.
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