Capitulo 3
La gran ciudad
—¡Buenos días, Taehyung-nie! ¡Arriba! Nos espera un nuevo día. El sol está hermoso ¿No crees?
—Mgh
—¡Anda! Que tú café se enfría.
No había tal café.
—Si.
—¡Son las ocho! Llegarás tarde si no te apuras.
El humano abrió los ojos, buscó su teléfono y lo encendió.
—Son apenas las cinco y media —volvió a arroparse —tengo cinco minutos más.
—Para iniciar un buen día, tienes que hacer tu rutina con calma y no a prisas.
—Si, por eso tomaré mi tiempo para despertar.
—No te creo —canturreó —Anda, arriba, arriba, arriba…
Y viendo que la máquina no se iba a challar, Tae se vio obligado a arrojar las sábanas a un lado y sentarse con los ojos aún cerrados.
—Bien, pero abre los ojos, te tengo una sorpresa, mira.
El humano frunció el ceño, aunque su curiosidad era tal que hizo un esfuerzo enorme por ver, aunque los ojos le ardieran horrores.
—¡Tan, Tan! ¿Qué te parece?
Anoche, cuando hicieron aquel tonto juego, Taehyung le había confesado que le gustan mucho las flores, en especial la “Flor tigre” una ya extinta, pero muy hermosa. No debía sorprenderle que Jungkook lo recordara y que, de hecho, decorara con hologramas las paredes de su casa con dicha flor, haciéndole parecer que estaba sentado en medio de un jardín.
—¡Oh! —fue lo único que pudo exclamar, con los orbes bien abiertos, ignorando el ardor.
—¿No te gustó?
Parecía tan real, que bajó una mano para intentar acariciar un pétalo, aunque sus dedos se cerraron en el aire.
—Esto… es lindo —susurró.
—¿De verdad? ¡Uff! Estuve trabajando toda la noche, que bueno que te guste.
—¿Cómo… como lo haces? —inquirió de manera cortada, sin dejar de mirar a su alrededor.
—Con un proyector, como anoche en el juego. No es tan difícil, pero crear algo desde cero lleva tiempo —respondió la voz.
El humano se aventuró a salir de la calidez de sus cobijas y puso los pies en el suelo. Estaba áspero y frío, pero no importaba, porque veía un verde césped alfombrándolo.
—Puede ser así todas las mañanas —Jungkook lo sacó de su observación —o puedo hacer un fondo diferente cada día. Cualquier cosa con tal que te levantes temprano.
Aquello logró sacar una pequeña risa del hombre, quien solo asintió con la cabeza en un agradecimiento silencioso.
Esa mañana, sin la pesadilla de por medio, sin molestarle lo áspero del piso, sin estar rodeado de la simpleza gris de las paredes y con una voz suave charlando con él, Kim sintió que estaba en una burbuja de la que no quería salir. Realizó su rutina matutina de siempre.
Tomar un baño, cambiarse, almorzar, cepillarse…
Solo que está vez se cambió en el baño, con las mejillas coloradas ante la posibilidad de que JungKook pudiera verlo. También calentó la comida de las latas sin dejar de hablar con su IA.
—Creo que deberían inventar autos voladores, como en las películas de ciencia ficción antiguas —dijo —o casas flotantes ¿Te imaginas? Vivir en el aire, sobre la nada.
—¿Y como bajaríamos?
—Con tu auto volador.
—¿Y como flotaríamos?
—No se, ustedes son los humanos, piensen.
Siguieron inmersos en su propio mundo, mientras Tae seguía arreglándose, aunque pareció reaccionar cuando ya estaba tomando su saco.
—Jungkook —llamó —Tengo que irme.
—¡Oh! Está bien —el holograma falló por un microsegundo —¿A qué hora regresas?
—No lo se —miró la puerta frente a él con una mueca —trataré de salir temprano, lo prometo.
—Te esperaré con otra sorpresa.
Taehyung sentía que algo le faltaba a esa despedida, aunque no sabía exactamente qué, quería hacerla más larga, más cálida y no tan cortante.
—Vale.
Pero solo salió por la puerta, con una mano sosteniendo el “Sharmi”, y la otra apretando su abrigo, en un intento de conservar el calor que había dentro de su casa, para que la frialdad del exterior no lo atormentara.
JungKook estaba equivocado, afuera no había sol, casi nunca había, aunque siempre quemara.
Encendió su “Sharmi” cuando se adentró al elevador y rápidamente marcó la hora en que ingresó, virtualmente, a su trabajo. Fue el número 8 y no pudo evitar hacer una mueca al respecto.
Su jefa ya le había asignado tareas y, de hecho, estaba algo molesta por la cantidad que Taehyung había acumulado por estar “disfrutando” su día libre.
—Señor Kim —dijo —no sale de aquí hasta que todo esté listo.
Apretó los puños.
—Claro.
Cuando salió del ascensor, ya estaba revisando las carpetas virtuales, comenzando a ordenar desde las más urgentes hasta las menos importantes.
Cada diez segundos, el “Sharmi” le indicaba que debía levantar la vista y saber dónde estaba, especialmente cuando cruzaba una calle, aunque ya no era tan necesario.
La avenida principal, que Taehyung debía cruzar para llegar a la estación de autobuses, estaba electrificada y, por ende, se cerraba cada vez que el semáforo estaba en verde. Al cambiar la luz a rojo, la cerca se bajaba, la electricidad se quitaba y los autos no podían moverse aunque quisieran, fue una idea del gobierno cuando los accidentes automovilísticos, que los “Sharmi” provocaban, aumentaron drásticamente.
—¡Ah! Señor Kim, un café con leche de vaca y unas galletas de avena.
¿Qué era? ¿Un asistente personal? Para eso estaba Park.
—Claro.
Iba a perder el autobús, así que se resignó a tener que caminar hasta la oficina.
—¿Me da un café con leche de vaca y unas galletas de avena? —pidió al almacén mas cercano.
—Kim, la jefa quiere el reporte del día anterior ¿Me lo envías? —preguntó una de sus compañeras.
—Hyuna, ayer fue mi día libre —informó como si no fuera obvio.
—Lo se, pero me lo está pidiendo.
—Aquí tiene, lindo día —respondió la máquina dándole el pedido.
Taehyung tomó la bolsa que le habían dado y dio media vuelta para retomar su camino.
—¿Y como voy a tenerlo si no estuve ayer? —su corazón comenzó a latir con fuerza.
—Yo que sé, solo me lo está pidiendo, a mi que me importa si viniste o no.
Apretó la bolsa hasta que clavó sus uñas en ella.
—Esta bien, dile que en una hora lo tengo —dijo entre dientes.
—Okey.
Tomó una nueva hoja en blanco y comenzó a redactar.
—¿Min? —llamó a un compañero —¿Me puedes dar un resumen del día de ayer?
—A Gina se le cayó la falda y el idiota se Sung vertió café en mi saco.
—Me refiero al trabajo.
Escribir con una sola mano mientras caminaba, hablaba y cruzaba las calles no era nada cómodo.
—La jefa hizo una reunión con los socios de Hybe.
—Con detalles.
—Yo qué se, pregúntale a Park, él siempre anda pegado a ella.
Cortó la llamada.
¡Ah!
—Señor Kim ¿Porqué tarda tanto con mi café? ¿Ya le envío a Hyuna el reporte?
¡Ah!
—Ya estoy llegando, y disculpe, pero no estuve el día de ayer, así que me tardaré un poco más con el reporte.
—No quiero excusas, Taehyung, quiero resultados. Supongo que no quiere dejarle su puesto a un trabajador mas disciplinado que usted.
Se mordió la lengua. Debía guardar respeto aunque quisiera arrojarle al café directamente a la cara.
—No.
—Bien, entonces apúrese. Tiene cinco minutos o está despedido.
—¿Kim? —llamó otro compañero —¿Ya tienes los datos de venta de la semana pasada? Los necesito.
Poste en 4m
—¿Kim? —llamó alguien más— Quiero la lista de materiales comprados en la nueva tanda.
Poste a 2m
—¿Me esperan? Estoy haciendo un reporte.
—¿Me importa? Quiero mis datos ya, yo también tengo mucho trabajo que hacer.
¡Poste justo en frente!
¡Clin!
El “Sharmi” se movió de sus ojos y el café se derramó en la bolsa, empapando las galletas.
—Kim, solo faltan tres minutos y usted no está en la oficina.
—¿Ya me envías los datos?
—Me urge el reporte, Kim, la jefa va a despedirme por tu culpa.
—¿Los materiales? Los necesito ya.
Muchas voces, muchos ruidos, muchas tareas y poco tiempo.
—Ya casi lo tengo —dijo.
Tiro la bolsa empapada a la basura y corrió a otro almacén para conseguir lo que quería.
Estaba haciendo el reporte, ordenando los datos (recién enviados en la mañana), acomodando las carpetas que seguían llegando, poniendo atención al frente para no chocar otra vez, cuidando que el café no se cayera… ¡Ah! Y revisando la lista de materiales comprados.
—Un minuto —canturreó su jefa, casi con diversión.
Persona a cuatro metros.
Está vez no ignoró la advertencia.
—Diez, nueve, ocho…
—Taehyung, por favor, apúrate, la jefa me está contando los segundos.
A mí también.
—seis, cinco, cuatro…
—Ya llegué —habló con la respiración agitada, entrando como loco por la puerta deslizable.
—A tres segundos, eso no habla bien de su puntualidad, tendré que descontarle el 30%.
Casi le daba un tic en el ojo mientras caminaba a su cubículo.
—Esta bien.
Pero recordó que llevaba un encargo, así que se dirigió a la oficina de su superior.
—¿Ya?
—¿Ya?
—¿Ya?
Esperen, esperen.
—¿Park? —intentó llamar.
Pero Jimin era el asistente personal y, por ende, su prioridad era la jefa. Seguramente tenía el triple de trabajo que todos ellos juntos, hacer que contestara era casi imposible.
—¿Park? —quiso intentarlo otra vez.
—¡Estoy a dos minutos! —Hyuna le dijo —Mándamelo ¡Ya!
—Ya casi, ya casi.
Tocó la puerta con suavidad y esperó a que la mujer le diera permiso de entrar.
—Adelante.
—Café con leche y galletas de avena —dijo mientras dejaba los productos en su mesa.
—Park fue más rápido que tu, a pesar de tener más tareas. Ya no las quiero.
Tragó con fuerza. Apretando la bolsa en su mano derecha y sin dejar de escribir con la izquierda.
—Lo lamento —se disculpó.
La mujer le hizo una seña con la mano indicándole que se fuera, le hizo caso y trató, con toda su fuerza de voluntad, de no ser infantil y hacerla tragarse las estúpidas galletas.
—¿Kim? —lo llamaron de nuevo.
En un minuto logró juntar toda la información que consideró suficiente para enviarle el reporte a Hyuna, quien lo maldijo ya que, por culpa de su tardanza, le habían descontado el 25% de su salario.
Se sentó en su cubículo de trabajo y dedicó todo su pensamiento y acción al mismo. Era difícil enfocarse en otra cosa cuando la carga era tal que equivalía al trabajo de cuatro personas en los años 20, a pesar de ser un salario similar.
Aunque, al momento del almuerzo, si que pudo despejar un poco su mente. Tenía veinte minutos en los que el trabajo se detenía un poco, dándole tiempo para comer y, también, para recordar que JungKook le había prometido una sorpresa.
¡Ah! JungKook, sonrió cuando recordó su melódica voz, ¿Qué estaría haciendo? ¿Lo extrañaría también? Pero recordó que solo era una voz, no era real, era una máquina. Sacudió la cabeza. No podía olvidar que él era una IA, entrenada para ser encantadora. Aún así, no se abstuvo de soltar un suspiro que bailó por su cubículo, empapándolo de cierta melancolía.
Quería irse, volver a la calidez del departamento, volver a casa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top