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Topkapi
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Dilara esperaba afuera de los aposentos del sultán junto a Nurbanu quien al igual que ella tenía a su hijo en brazos, el sultán finalmente había regresado de la campaña y Selim pidió acompañarlo para poder recibir a su padre.
—Ya pueden pasar.—Avisó un guardia abriéndoles la puerta.
—Mi sultán, es un gusto poder verlo después de una larga y victoriosa campaña.—Saludó Dilara con una reverencia.
Nurbanu hizo lo mismo colocándose junto a Selim, el sultán saludó a su nieto mayor preguntándole a la sultana por su salud pues era bastante querida por la familia.
—Le he pedido a mi hijo que nombrara a mi nieto como yo, Suleiman.—Ahora fue Dilara quien se acercó dejando que en sultán cargara al pequeño.—No me he equivocado, heredó el rostro de su madre.
—Ha sido una gran noticia que nos haya otorgado su sagrado nombre, mi sultán.—Le mostró una sonrisa.—Allah mediante criare a un principe fuerte digno de su agrado.
—Estoy seguro de ello.—Finalmente le regresó al pequeño.—Nurbanu y tú son unas madres excelentes, espero pronto escuchar noticias de ustedes.
—Dilara, Nurbanu.—Selim las llamó.—Vayan a sus aposentos, déjenme a solas con su majestad.
—Sultán, príncipe.—Ambas se despidieron dejando a sus hijos en brazos de sus criadas para tener más libertad.
Un silencio se formó entre ellas, ninguna miró a la otra, aquel lugar ya no estaba a la disposición de sus peleas y tenían que guardar todo el rencor que se sentían.
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En el silencio de la noche se escuchaban los cotilleos del príncipe y su concubina charlaban luego de su lectura nocturna, era su momento de abrirse el uno al otro pues solo en las noches Selim podía ser el príncipe amante de los libros y la poesía, mientras Dilara podía confesarle sus temores, su pasado y podía llorar en los brazos que la apoyaban.
—Es injusto–Ella se quejó haciendo reír a Selim.—Merecían un final feliz, el la amaba tanto, no merecían morir.
—Te aseguró que se amarán en la otra vida.—Selim sonrió cerrando el corto libro.
—El amor es tan complicado.—Se quejó.—Aunque, es el sentimiento más lindo que puede existir.
—Lo es.—Asintió cariñosamente.
—¿Como se siente estar enamorado?—Lo miró curiosamente.
—Estar enamorado...—El chico miró a su contraria a la cual le brillaban los ojos al escucharlo hablar.—Pues, cuando te enamoras de alguien sientes como si nadie más que ella existiera, quieres protegerla de todo y darle todo tu amor sin importar su pasado o lo que les espera en un futuro, tan solo quieres estar con ella todo el tiempo ser la persona que ella necesite.
—¿Te enamoraste de Nurbanu?—Preguntó con pena.
—Solo ahora puedo ver lo diferente que es una ilusión a estar enamorado de verdad.—Habló casi en un susurro.
—Gracias...—Habló nuevamente la odalisca.—Gracias por estar conmigo sin importar lo que digan los demás.
Ella lo tomó suavemente de las mejillas atrayéndolo a ella para así unirse en un beso, uno de los pocos que se habían dado.
—Me gustaría poder unir mi vida a la tuya, nada me haría más feliz que eso.—Selim murmuró contra sus labios.
—Eso es imposible, el sultán no lo permitiría.—Habló con desilusión.
—Dilara, solo dime que si.—Una mano se posó en su mejilla.—Dime que lo deseas tanto como yo, que quieres estar a mi lado.
La de oscuros cabellos le mostró una cálida sonrisa antes de darle un beso corto y pronunciar las palabras que el deseaba escuchar "Deseo unir mi vida a la tuya."
Selim y su padre esperarán a que las concubinas se marcharan para poder hablar a solas.
—Haz escogido unas buenas madres para mis nietos—Habló el sultán felicitando a su hijo.
—Se lo agradezco mucho padre.
El pelirrojo había ansiado tanto ver a su padre y contarle lo que su corazón añoraba. Selim estaba seguro de que había encontrado el amor verdadero en los ojos Dilara.
A pesar de sus diferentes orígenes, sus corazones se habían entrelazado en un vínculo inquebrantable, sin embargo, Selim sabía que su amor por Dilara no sería aceptado fácilmente en la corte Otomana, pero valía la pena intentarlo, aún si los gritos de su padre le pongan los pies sobre la tierra esa era la oportunidad.
—Padre.—Comenzó con voz firme pero respetuosa.—Necesito hablar con usted sobre algo importante para mi, algo que no puedo ignorar.
Con el corazón lleno de valentía, Selim decidió enfrentar a su padre, el sultán quien sorprendido por la seriedad de su hijo, asintió con la cabeza y permitió que continuara.
—Mi amor por Dilara, la madre de mi hijo, es más grande que cualquier cosa que haya experimentado en mi vida. Mi deseo de casarme con ella es inmenso...
El sultán por un momento se vio a sí mismo reflejado en su hijo quien había sido fruto de su amor por su concubina, por su amada Hurrem con quien a pesar de los malos comentarios y críticas de su consejo se casó, porque sabía que no había nada más importante para el que su amor por «Roxelana».
Después de un momento de silencio, suspiró profundamente y miró a su hijo con ojos comprensivos. Sabía que el amor verdadero era un tesoro raro.
—Selim.—Dijo el sultán con voz suave.—Si estás seguro de que este amor es lo que tu corazón desea, entonces debes seguirlo. La felicidad de mi hijo es lo que más deseo en este mundo, y si eso significa que debes casarte con Dilara, entonces así será.
Las lágrimas de gratitud llenaron los ojos del príncipe mientras se arrodillaba ante su padre agradeciéndole.
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