I will not die (I'll wait here for you)

Advertencia: escenas de violencia. Está inspirado y basado en un spoiler acerca de "la tumba de Enid".

Título proveniente de "Time Of Dying" de Three Days Grace.

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Wednesday comprobó por tercera vez el contenido de su mochila: llevaba una linterna, un mapa del bosque, una brújula y un cuaderno para anotar cualquier hallazgo interesante. Su mente estaba centrada en la siguiente expedición al bosque Cobham, en búsqueda de más pistas referentes a su misterioso acosador. Sin embargo, una parte de ella todavía se preguntaba si realmente debía aventurarse en el bosque esa noche, como si de un sexto sentido se tratase.

Enid, en contraste, bailaba alrededor de su lado de la habitación. Su mochila estaba más llena que la de Wednesday, con algunos bocadillos, un pequeño kit de primeros auxilios (porque no iba a dejar que sucediera un evento similar al de la Mansión Gates) y, por supuesto, una cámara para fotografiar los lugares que Wednesday quiere ver.

— ¿Lista, Weds? —pregunta ella, su tono salpicado de un optimismo inocente que a Wednesday a veces le resultaba desconcertante.

Wednesday la miró de reojo desde su lado de la habitación, ajustando las correas de su mochila.

—No cuestiones lo contrario.

Enid lanzó un suspiro dramático, aunque su sonrisa iluminaba la habitación como si el mismo sol se estuviera quedando detrás de su entusiasmo. Los últimos días habían estado llenos de zozobra, con varios avistamientos en el bosque, algo que se ocultaba entre los árboles. Wednesday no iba a dejar pasar la oportunidad.

—Claro que no, solo un dame un momentico y yo también estaré lista —dijo Enid, haciendo una pausa.

Wednesday arqueó una ceja, como solo ella sabe hacerlo, dejando entrever que el concepto "momentico" no era algo que formara parte de su vocabulario (porque un momentico de Enid podía extender hasta una hora). Su mente, sin embargo, aún divagaba.

—Espero lleves lo necesario —comenta al ver el contenido de su mochila, antes de que Enid la cierre.

—Tengo todo lo que necesito y más. El hecho de que lleve bocadillos en vez de una ballesta con flechas no significa que no sepa disfrutar de una buena aventura —añadió con un tono monótono, casi imitando a Wednesday—. ¡Y listo! Tengo todo.

Enid caminó hacia ella con emoción, su mano rozó fue a tomar la de Wednesday apenas una décima de segundo y... Enid la apartó, riendo nerviosamente.

— ¡Ups! Mi error, olvidé lo de tus alergias al color, roomie —se disculpa ella, haciendo cascabelear un par de pulseras en su mano, de hilos muy coloridos y cuentas igual de coloridas.

Wednesday asiente de forma rígida, sin decir otra palabra.

Bajaron por las escaleras de Ophelia Hall en dirección a la salida, Enid charlando entusiastamente sobre todas las cosas emocionantes que podrían encontrar en el bosque, mientras Wednesday repasaba sus expectativas. Al salir de los confines de Nevermore, la noche las envolvió como un manto oscuro, el aire llevaba consigo el olor a tierra mojada y hojas secas, cada crujido bajo sus pies resonaba como una advertencia, estar al tanto de cada paso en falso.

El silencio del bosque se hizo más palpable, un entumecimiento frío, una sensación de ser observadas se instaló en la atmósfera. Era un momento tan delicado que Wednesday detuvo su paso, su mirada penetrante rastreando una presencia oculta, sin darse cuenta de que había avanzado más que Enid.

— ¡Weds, no me dejes tan atrás!

El grito de Enid resonó en la penumbra, llevándose consigo el eco de la noche, como una mancha de color en un lienzo pintado de negro. Wednesday se volvió, su rostro con una mezcla de seriedad y un inusual destello de preocupación, llevándose un dedo al labio para recordarle guardar silencio.

—No te retrases, Enid, todavía nos queda camino y bosque por recorrer.

—Bueno, prometí que no te dejaría sola, así que no te atrevas a alejarme —murmuró Enid. Con esas palabras, disminuyó la distancia entre ellas, la bruma del misterio ahora deslizándose sobre sus pieles.

Las sombras se alargaban a medida que las profundidades del bosque Cobham se revelaban, cada sonido que emergía de la oscuridad parecía amplificarse; el crujir de una rama, el susurro de la brisa agradable al roce con su piel, y ese leve zumbido en el aire que podría confundirlo con la respiración de una criatura desconocida o con el ruido de la respiración de Enid.

Wednesday dio un ligero giro, asegurándose de que Enid la seguía, y avanzaron hacia un claro donde la luna resplandecía como una lámpara de aceite entre los troncos retorcidos de los árboles milenarios.

— ¿Por qué no me dijiste que esto era tan... sombrío? —dijo Enid, su entonación nerviosa revelando más de lo que pretendía.

Wednesday se inclinó hacia el mapa que llevaba consigo. Fue entonces cuando notó algo peculiar en el mapa, una pequeña marca que no había visto anteriormente.

—Mira esto —señala con el dedo el punto borroso—. Esta marca indica una antigua cabaña que no aparece en los mapas modernos.

El rostro de Enid se oscureció con un aire de incertidumbre—. ¿Y si hay más de lo que podemos manejar ahí? Tal vez deberíamos regresar y buscar más información antes de lanzarnos.

Wednesday la miró con desdén. Regresar no era una opción. Sus instintos le decían que esa cabaña estaba conectada con lo que buscaban. Le pasó la linterna a Enid, y por un momento, el silencio del bosque se hizo más pesado, como si el mismo aire estuviese conteniendo aliento.

—Vamos, me niego a dejar pasar la oportunidad de descubrir lo que se oculta aquí. El miedo es solo la excusa de los débiles de mentes —dijo ella, su tono bajo y decidido.

Enid vaciló, pero finalmente accedió, sacudiendo la cabeza y sonriendo nerviosamente. Juntas, se adentraron más en el bosque, por un sendero de tierra infértil y gravilla, a medida que se acercaban, la atmósfera se tornaba más tensa. La línea entre la curiosidad y el miedo se desdibujaba, y Wednesday sentía que los ojos de lo desconocido seguían cada uno de sus pasos.

Wednesday estaba atenta; cada rama crujiente y cada susurro del viento podían ser una pista, una señal de su acosador. Quería más que nada revelarlo, desentrañar su oscura existencia, saber por qué ella. Enid, a su lado, levantó la cámara mientras sostenía la linterna con su mano libre, disparando flashes intermitentes que parecían iluminar momentáneamente ese oscuro velo.

Cuando alcanzaron la cabaña, los árboles sin hojas parecían ocultar lo que se avecinaba. La construcción estaba destartalada, sus paredes estaban cubiertas de hiedra y bichos, como si la naturaleza reclamara su espacio tras décadas de abandono. Ventanas quebradas parecían mirar hacia el exterior, como ojos vacíos, mientras el viento aullaba en el momento perfecto para acentuar la inquietante escena.

—No puedo creer que hayamos llegado hasta aquí —susurró Enid, mientras su mirada exploraba cada pequeño rincón de la estructura.

—A veces, lo que buscamos está justo frente a nosotros, esperando ser encontrado —respondió Wednesday, su voz ahora un eco en el silencio que rodeaba el lugar.

Enid creyó que estaba citando a algún autor.

Wednesday avanzó hacia la puerta, que se sostenía por un simple bisagra oxidada. Sin pensarlo, empujó con un resoplido, y la puerta se abrió con un chirrido, revelando un interior oscuro, polvoriento, y lleno de secretos. En ese instante, una racha de viento gélido se deslizó entre ellas, y el palpitante deseo de descubrir lo desconocido se confundió con un presentimiento ominoso.

Wednesday sintió la mirada de su acosador más cerca que nunca, como si estuviera al acecho, observando desde las sombras.

Ahogando un grito, Enid alzó la linterna, barriendo la luz. Justo a tiempo para ver cómo una sombra se deslizaba rápidamente hacia su derecha, un movimiento fugaz que perturbó el aire con una sensación de peligro inminente.

— ¡¿Qué fue eso?!

— ¡Guarda la calma! De inmediato deja de moverte como una salamandra. Debemos ser sigilosas —replicó Wednesday, su rostro ahora teñido de determinación y seriedad, palpando su bolsillo izquierdo.

— ¿Estás segura de que lo de la cabaña fue una buena idea? —preguntó Enid, la ansiedad asomándose a su voz.

Wednesday giró la cabeza, buscando cualquier indicio de movimiento en la penumbra, convencida de que algo las acechaba.

El silencio fue roto de repente por un estruendo, los crujidos de la madera podrida; lo que parecía ser una figura emergió de las sombras, yendo directo hacia Wednesday; con un golpe frío como el acero, una fuerza invisible empujó a Wednesday, y ella cayó al suelo, Enid soltó su linterna, rodando hasta apagarse. Todo se tornó en una oscuridad absoluta.

— ¡Enid! —gritó Wednesday, extendiendo su mano como si esa fuese la única forma de alcanzarla.

Pero antes de que pudiera reaccionar, la presencia oscura la atrapó entre sus garras. Wednesday luchó, su energía concentrándose en escapar, pero no tenía la suficientemente velocidad, sin darle oportunidad de tomar alguna de las múltiples armas e indumentarias que cargaba encima. El ataque fue repentino, como si su atacante tuviera poder sobre las sombras y se hubiera manifestado en una forma tangible.

Wednesday podía sentir su aliento frío, y aquella sombra, carente de rasgos, parecía desdibujar su esencia, robando la calidez de su ser.

Enid, angustiada, se incorporó con las manos temblorosas, gritando—. ¡No! ¡Déjala! —con su voz quebrándose por la desesperación.

Wednesday, aferrándose a su determinación, logró girarse y, sin pensarlo, dio un codazo a la sombra, que pareció tambalearse.

—Enid, corre... ¡sal de aquí! —ordenó Wednesday, a pesar de que sabía que su amiga nunca la abandonaría.

Las garras de Enid se desenvainaron, sus labios se arrugaron en una mueca que exhibía sus colmillos nacarados, sus ojos, desmesuradamente grandes, brillaban con una intensidad inquietante bajo la tenue luz de la luna nueva. Enid no hizo caso, se abalanzó hacia adelante, sus músculos tensándose como cuerdas de acero. El miedo fue dejado atrás.

Wednesday sintió el pulso de su corazón vibrar en sus sienes, la sombra se movía en la penumbra, un espectro tan temido que la misma luna parecía titubear ante su presencia.

Enid, fiel a su naturaleza feroz, se lanzó hacia adelante con una determinación ardiente, sus colmillos reluciendo en la penumbra como una advertencia para el enemigo, quitando de encima al atacante. El horror que antes había consumido a Wednesday parecía diluirse momentáneamente ante la fuerza indomable de Enid, que luchaba no solo por su vida, sino por la de su amiga, su alma gemela..

La primera zancada de Enid la llevó a golpear la sombra con sus manos transformadas en garras, pero el acosador se retorció, como un líquido oscuro ("fascinante", pensó Wednesday, tomando notas). Un impacto frío la golpeó, y Enid sintió cómo la sombra intentaba aferrarse a ella, drenando la calidez de su ser, y en un instante, el silencio se volvió ensordecedor, como si el aire hubiera sido succionado de la habitación, hasta que consiguió rasgar a su atacante.

Wednesday, sujetándose su costado herido (quizás una costilla magullada por el delicioso dolor que sentía), seguía con la mirada a su amiga que aún no se rendía. Enid se lanzó de nuevo, impulsando su cuerpo adelante, pero el enemigo era astuto y cambió de táctica, un rayo de luna vislumbró algo...

— ¡Cuidado! —gritó Wednesday .

Algo filoso. En un instante, una hoja afilada encontró su lugar. Un dolor desgarrador atravesó el pecho de Enid, una punzada de dolor, el aliento se le escapó como un susurro en el viento. Pero ella no se rindió, la lucha de Enid se tornó frenética, sus ojos brillantes se oscurecieron momentáneamente, y una expresión de pura desesperación se apoderó de su rostro cuando esa misma hoja filosa se hundió en su plexo solar, hasta sentir la empuñadura de un arma blanca.

—No... —susurró Enid, sintiendo cómo sus fuerzas la abandonaban, el calor de la vida desvaneciéndose.

Su rápida regeneración, producto de su herencia licántropa no estaba cumpliendo su función. La herida no sanaba.

Entonces, en un giro de destino, Enid sintió el frío penetrante del dolor atravesar su pecho, cayó de rodillas, las fuerzas la abandonaban, la vida se deslizaba de su cuerpo como granos de arena en un reloj.

— ¡Enid! —gritó Wednesday, la desesperación transformando su voz en un clamor desgarrador.

Enid, con sus ojos aún brillantes, buscó a su amiga en el abismo que la rodeaba. Una última luz de amor brilló en su mirada, un susurro de devoción que atravesó el vacío que las separaba. Con un esfuerzo agotador, levantó la mano en un gesto sin esperanza.

La sombra dispersada susurró una risa escalofriante, mientras el mundo se desvanecía para Enid, llevándose consigo el último vestigio de su luz. Wednesday, su corazón hecho añicos, se arrodilló junto a su amiga caída, y las lágrimas brotaron de sus ojos, mezclándose con la sangre carmesí que manaba de la herida de Enid.

—Enid... Enid... Enid...

Repitió Wednesday, sus manos se empaparon de escarlata espesa, buscando la herida, tratando de hacer presión y detener la hemorragia tal y cómo había aprendido hace años. Enid tosió sangre, los ojos perdidos en el vacío pero aún brillantes con un destello de amor hacia Wednesday.

—Te... quiero... —fueron sus últimas palabras, antes de que la oscuridad la tragara por completo, llevándose consigo el último vestigio de su luz mientras Wednesday quedaba atrapada entre el horror de la pérdida.

.

.

.

Los instantes siguientes son un borrón para Wednesday, rebuscando entre la mochila de Enid el teléfono.

Marca el número de emergencias como una autómata.

9-1-1.

Su mano temblorosa sostiene el teléfono, el frío vidrio templado reposa contra su oído, mientras la angustia se cala en su pecho, como el frío acero de un cuchillo penetrando su carne tierna, ¡la ironía de ello no se le escapa!

La imagen de Enid, atrapada en su estado de casi muerte, se clava en su mente como un hierro al rojo vivo. No de nuevo.

El sonido de su voz, siempre llena de vida y risas, ahora se siente tan distante, tan irreal.

—9-1-1, ¿cuál es tu emergencia?

La voz al otro lado de la línea sonó fría, casi mecánica.

Los recuerdos se agolpaban en la mente de Wednesday, son rápidos y borrosos, como una película desgastada que se repetía una y otra vez.

Fuimos atacadas en el bosque Cobham, en las afueras de la academia Nevermore...

La ambulancia llegó poco después de la llamada a emergencias, los paramédicos actuaron de inmediato, y ahora iba a toda prisa por las calles de Jericó, sirenas aullando como animales heridos en la noche, reflejando luces rojizas en los rostros de quienes se cruzaban en su camino.

El sonido del motor mezclado con el eco de los pensamientos de Wednesday era ensordecedor.

Ya no le siento el pulso, perdió demasiada sangre...

Enid, su amiga, se encontraba cada vez más pálida, casi cadavérica, como si la vida misma se deslizara lentamente de su cuerpo.

Wednesday se aferra a la mano de Enid, buscando calor, buscando el toque reconfortante que sentía tan lejano.

Los paramédicos se movían a su alrededor, pero Wednesday no podía apartar su mirada de la cara inerte de Enid.

Un pitido... Una mano que ya no aprieta la suya... Ojos azules vidriosos.

— ¡La estamos perdiendo! —exclamó una paramédico, tomando los signos vitales de Enid.

Ella fue herida...

La angustia crecía como un puño apretado en su pecho, cada momento se sentía como un intento desesperado de sostener a su amiga en este plano de existencia.

—Ya no hay nada que hacer, ¿hora de la muerte? —la voz del paramédico es un zumbido en sus oídos.

Muerte. El concepto se arrastró a su conciencia como un presencia oscura, un monstruo que se alza de las sombras y engulle todo a su paso. La palabra muerte comienza a reptar a pasos silenciosos por su mente, diez mil imágenes recorren su mente: momentos compartidos, risas en el aula, las charlas en el balcón; todas se desvanecen ante la irrevocable realidad.

Ella murió.

Enid Sinclair murió.

La idea la golpeó con la fuerza de un trueno, y el dolor se convirtió en un abismo del que no podía escapar.

11:11 p.m.

El reloj marca la hora de su condena.

"Por favor, no mueras por mí", fue el último pensamiento de Wednesday...

Y, luego, oscuridad.

.

.

.

La brisa helada de la noche ondea entre los árboles mientras Wednesday se encuentra de pie frente a la tumba de Enid. Su corazón está muerto y seco como las hierbas de otoño, y el silencio es tan asfixiante como un pesado manto sobre los hombros. La lápida, fría y gris, es un recordatorio perpetuo de la ausencia, con lobos esculpidos en la base. Quizás así lo quiso.

Su cabello, ligeramente despeinado, cae sobre su frente mientras sus ojos, llenos de melancolía, se fijan en las palabras grabadas, tan frías y tan definitivas, se convierten en su prisión: en memoria de Enid Sinclair, amada hermana e hija.

Las lágrimas pican en las esquinas de sus ojos, pero no se atreven a caer; quiere ser fuerte, pero se siente atrapada en una tormenta de recuerdos, donde las risas se convierten en susurros y las promesas de un futuro juntos se disuelven como el humo que un día fue cálido.

"No puedo vivir sin ti". La frase queda suspendida en el aire, un grito mudo que resuena en su corazón.

Con un suspiro teñido de desesperación, Wednesday se arrodilla, la tierra húmeda enfría su piel, sus dedos buscan y recorren la superficie de la lápida, acariciando el frío de la piedra como si pudiera transmitirle su dolor, deletreando el nombre. En su mente, los restos de risas compartidas se entrelazan con la realidad de su soledad, y en ese instante, la vida parece un laberinto del que no hay salida.

Te... quiero.

A su alrededor, el murmullo de la naturaleza se siente casi reverente: el suave susurro de las hojas, el trino distante de un cuervo solitario. Un escalofrío le recorre la espalda y, por un instante fugaz, siente que podría volver a escuchar la voz de Enid.

—No te he olvidado, Enid —susurra, su voz tiembla en la oscuridad, mientras la luna se asoma detrás de las nubes, iluminando el lugar donde su amiga reposa.

El dolor se queda, pero la promesa de venganza asciende como humo entre las sombras.

—Lo siento... lo siento... lo siento...

Ojalá pudiera volver...

Ojalá pudiera...

Ojalá.

.

.

.

— ¿Wednesday?

Esa voz.

— ¿Nos vamos a investigar o no?

Ella se tambalea hacia el frente, su mano aferrada a la mano de Enid. Wednesday cerró los ojos brevemente, como si pudiera borrar la imagen de Enid sangrante, lo que le pasaría a Enid si se iban juntas esta noche.

—Enid...

¿Acaso podía cambiar el destino que había vislumbrado?

El corazón de Wednesday latía con fuerza, implacable, como el tic-tac de un reloj que anunciaba el fin de su tiempo. La tensión se acumuló entre ellas, una cuerda tirante que amenazaba con romperse. Finalmente, en un esfuerzo titánico por romper la atmósfera cargada, Wednesday dejó escapar un susurro que se transformó en un grito silencioso en su mente.

—No.

Enid la miró, desconcertada—. ¿No?

—No hoy. Buscaremos mañana —respondió Wednesday, sus palabras saliendo con la precisión de una flecha disparada—. Todavía nos falta información —sus palabras son el eco de una frase que ha escuchado.

El aire se volvió denso, como si el tiempo mismo se detuviera por un instante. Enid la miró, su sonrisa desvaneciéndose lentamente mientras comenzaba a descifrar el cambio en la atmósfera, como si tratara de ver más allá de lo que Wednesday le ha dicho.

Wednesday se quitó la mochila, su movimiento deliberado y firme, aferrándose a la decisión que había tomado. Cree escuchar a Enid murmurar "bueno, no desperdiciemos unos buenos bocadillos", abriendo su mochila para sacar el envase Tupperware con los dichosos bocadillos.

Tiene otra oportunidad.

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