Capitulo 2
Era un nuevo día para Franco y Lizzy. El sol se alzaba en el horizonte, trayendo consigo la promesa de un día lleno de oportunidades. Sin embargo, para ellos, era un día especial: su primer día como novios. La emoción palpitaba en el aire, envolviéndolos en una burbuja de felicidad que, a pesar de las obligaciones y rutinas, no podían ignorar.
Franco se encontraba en el circuito de entrenamiento de Williams, pero su mente no estaba centrada en la carrera ni en los tiempos. Estaba absorto en pensamientos sobre Lizzy, la dulce princesa que había conquistado su corazón. Cada vez que cerraba los ojos, podía ver su sonrisa iluminando el día, sus ojos azules brillando como el mar en un día despejado. Era como si ella fuera un faro en medio de su mundo lleno de adrenalina y velocidad.
Mientras los motores rugían y los mecánicos discutían estrategias, él no podía evitar recordar la forma en que ella lo había mirado la noche anterior, cuando se hicieron novios. Había algo mágico en su mirada, una conexión que lo hacía sentir más vivo que nunca. Su risa, suave y fuerte a la vez, resonaba en su mente como una melodía, haciéndolo sonreír sin razón. Era la esencia de Lizzy lo que lo mantenía concentrado y motivado, incluso cuando los entrenadores le pedían más esfuerzo y dedicación.
"Fran, ¿estás ahí?" le preguntó uno de sus compañeros, sacándolo de sus pensamientos. Franco sonrió, sabiendo que su mente estaba en un lugar que solo él y Lizzy conocían.
"Sí, solo pensando en mi... princesita," respondió, sintiendo cómo su rostro se iluminaba al pronunciar el apodo. Su compañero arqueó una ceja, pero no hizo más preguntas. Después de todo, todos sabían que el amor puede hacer que una persona se distraiga.
En el otro lado del mundo, Lizzy se encontraba en su castillo, rodeada de su familia y sus responsabilidades como princesa. Sabía que debía atender sus deberes, pero su corazón latía con fuerza cada vez que pensaba en Franco. La dulzura de su voz, su forma de hacerla reír sin motivo alguno, la llenaba de alegría. Era como un sol radiante en su vida, iluminando hasta los rincones más oscuros de su rutina diaria.
Mientras se preparaba para un evento benéfico en el castillo, Lizzy se encontró mirando su teléfono, esperando un mensaje de Franco. Cada vibración hacía que su corazón saltara de emoción. Cuando finalmente llegó un mensaje, su rostro se iluminó. "¿Cómo vas, mi dulce princesa? Estoy pensando en ti." La simple frase la llenó de felicidad. Era un recordatorio de que, aunque estaban ocupados, su amor siempre estaba presente.
"Todo bien, solo preparándome para el evento. Pero estoy deseando verte más tarde," respondió, añadiendo un emoji de corazón. Las palabras parecían volar entre ellos, acercándolos aunque estuvieran lejos. La sensación de tener a Franco en su vida era embriagadora.
En el circuito, Franco, distraído por sus pensamientos, apenas se dio cuenta cuando uno de sus entrenadores, un hombre de mediana edad con una mirada aguda, se acercó. "Franco, ¿qué te tiene tan feliz? Te veo con una sonrisa en la cara como si hubieras ganado la carrera antes de correrla," le dijo, con un tono de curiosidad en su voz.
"Es... solo una buena razón para sonreír," respondió Franco, manteniendo un aire de misterio. No quería revelar demasiado, pero en su interior sabía que su razón era Lizzy. Cada palabra que intercambiaban, cada mensaje que se enviaban, lo hacía sentir que todo valía la pena.
Mientras tanto, Lizzy, en su castillo, se preparaba para recibir a los dignatarios y ciudadanos que asistirían al evento. Era parte de su deber como princesa, y aunque a veces se sentía abrumada por las expectativas, su mente siempre volvía a Franco. Había una chispa en su corazón que no podía ignorar, un sentimiento que la impulsaba a ser mejor y a enfrentar cualquier desafío.
Su hermana Nina, siempre perceptiva, notó la felicidad en el rostro de Lizzy. "¿Qué te pasa, Lizzy? Estás radiante hoy," le dijo, con una sonrisa traviesa en sus labios.
"Es... solo que tengo una buena noticia," respondió Lizzy, intentando contener su emoción. Pero era difícil, especialmente cuando su hermana la miraba con esa expresión de curiosidad.
"Dime, ¿es un chico?" preguntó Nina, levantando una ceja. "Porque si lo es, me lo tienes que contar todo."
Lizzy sonrió, recordando cada detalle de su primer beso con Franco. "Sí, en realidad, se trata de Franco. Somos novios ahora."
Nina se iluminó. "¡Eso es increíble, Lizzy! ¡Siempre supe que había algo especial entre ustedes! ¿Cómo fue?"
Lizzy comenzó a relatar la historia, desde el mágico momento en la fuente de Trevi hasta su promesa de amor eterno. Cada palabra que salía de sus labios la llenaba de felicidad, y Nina escuchaba atentamente, emocionada por la felicidad de su hermana.
"Quiero que él te trate como mereces," le dijo Nina con sinceridad. "Te lo prometo, lo haré."
"Lo hace, Nina. Es diferente. Siento que puedo ser yo misma con él," respondió Lizzy, sintiendo que su corazón latía más rápido al hablar de Franco.
En ese momento, sus amigas Emma, Isabella y Filippa entraron en la habitación. "¿De qué están hablando tan emocionadas?" preguntó Emma, con una sonrisa curiosa.
Lizzy, sin poder contener su alegría, les contó sobre su relación con Franco. "¡Es oficial! ¡Franco y yo somos novios!"
Las amigas comenzaron a aplaudir y a gritar de alegría. "¡Eso es fantástico, Lizzy! Te lo mereces!" exclamó Isabella, abrazándola fuertemente. "Siempre quise que tuvieras un amor como el de los cuentos de hadas."
Filippa se unió al abrazo. "¿Vas a contarme cómo fue el primer beso? Necesito todos los detalles, como si fuera una película romántica."
Lizzy se sonrojó, recordando lo especial que había sido ese momento. "Fue en la fuente de Trevi, bajo las estrellas. Fue perfecto."
Las chicas estaban embelesadas. "¡Ese es un lugar mágico! No puedo creer que estés viviendo un cuento de hadas en la vida real," dijo Emma, con un brillo en sus ojos.
Mientras tanto, en el circuito, Franco no podía dejar de pensar en cómo se sentía al ver a Lizzy. Cada vez que pensaba en ella, la presión en su pecho se convertía en una fuerza motivadora. Era su motor, su razón para darlo todo en la pista.
A medida que pasaba el día, ambos se enviaban mensajes llenos de ternura y amor. "¿Qué estás haciendo ahora, mi dulce princesita?" le preguntó Franco en uno de sus mensajes. "Esperando ansiosamente que llegue la noche para verte," respondió Lizzy con un corazón latiendo a mil por hora. Sabía que estaba en la mente de Franco tanto como él estaba en la suya.
Por la tarde, mientras Lizzy se preparaba para el evento, no pudo evitar mirar por la ventana, soñando con el momento en que vería a Franco nuevamente. La forma en que lo había mirado la noche anterior, la promesa de su amor, todo resonaba en su corazón.
Esa noche, en el evento, se sintió nerviosa, pero el amor que Franco le daba le brindaba una calma interna. Cuando los dignatarios comenzaron a llegar, ella sonrió y saludó a todos, pero en su mente solo había espacio para Franco. Las miradas de admiración y los cumplidos de los asistentes apenas lograban distraerla.
De repente, sintió vibrar su teléfono en el bolsillo de su vestido. Era un mensaje de Franco: "Princesita, espero que estés disfrutando del evento. Te extraño. No puedo esperar para verte esta noche." Lizzy sonrió, sintiendo cómo las mariposas revoloteaban en su estómago.
"Todo va bien, aunque me gustaría estar contigo. Pero pronto será nuestro momento," respondió, sintiendo que cada mensaje era un recordatorio de la conexión que compartían.
Mientras tanto, en el circuito, Franco también sentía esa misma conexión. Cada vez que subía a su auto, visualizaba la sonrisa de Lizzy, y eso lo impulsaba a ser más rápido, más fuerte. La carrera no era solo una competencia para él; era un medio para demostrarle a Lizzy que era el hombre que ella merecía.
Con cada vuelta que daba en la pista, sentía que su corazón latía más fuerte. El simple hecho de saber que Lizzy estaba allí, apoyándolo, lo llenaba de energía. Se prometió que, cuando la viera de nuevo, haría todo lo posible por mostrarle cuánto significaba para él.
A medida que la noche avanzaba, Lizzy y Franco intercambiaban mensajes. "Solo quiero que llegue el momento en que podamos estar juntos nuevamente," escribió Franco, añadiendo un emoji de corazón.
A medida que la noche avanzaba, Lizzy y Franco intercambiaban mensajes, cada uno más lleno de amor y anhelo que el anterior. "Solo quiero que llegue el momento en que podamos estar juntos nuevamente," escribió Franco, añadiendo un emoji de corazón que hizo sonreír a Lizzy. En ese momento, sintió que la distancia no podía desvanecer la conexión especial que compartían.
"Yo también, siento que la distancia me aleja de ti," respondió Lizzy, sintiendo que cada mensaje era un recordatorio de la conexión que compartían. "Eres mi motivación, y no puedo esperar a verte esta noche. Estoy contando los minutos." Mientras enviaba el mensaje, se imaginó corriendo hacia él, abrazándolo con fuerza, sintiendo su calidez y su risa resonando en su corazón.
La velada avanzaba con el sonido de risas y charlas animadas, pero Lizzy se sentía un poco fuera de lugar. La pomposidad del evento y las expectativas de ser la princesa a la que todos admiraban la hacían sentir una presión que, en contraste, se disipaba cada vez que pensaba en Franco. Era su refugio en un mundo que a veces se sentía abrumador. Con cada saludo y cada sonrisa que daba, su mente regresaba a él, recordando el brillo en sus ojos y la forma en que la hacía sentir viva.
Mientras tanto, en el circuito, Franco estaba inmerso en sus entrenamientos. Cada curva y cada aceleración lo llevaban a soñar con el momento en que podría abrazar a Lizzy de nuevo. Sabía que tenía que concentrarse en la carrera, pero su corazón estaba atrapado en un torbellino de emociones. La adrenalina de la pista era intensa, pero nada se comparaba a la emoción que sentía por Lizzy.
De repente, un mensaje llegó de su hermana Nina, quien le había enviado una foto de Lizzy en el evento, resplandeciente con su vestido de gala. "Mira a mi hermana, se ve hermosa, ¿verdad?" Franco sonrió, sintiéndose afortunado de tener a Lizzy en su vida. "Sí, es perfecta," respondió rápidamente, y al instante, Nina le preguntó si iba a ir a verla esa noche.
"Voy a hacer todo lo posible por escaparme un momento para verla," prometió, sintiendo que esa promesa era más importante que cualquier vuelta en la pista.
"Te lo digo en serio, no te olvides de cómo la miras. Es un amor puro y verdadero, así que cuídala," le advirtió Nina con un tono de hermano mayor. Franco sonrió, sabiendo que lo que sentía por Lizzy era genuino y que estaba dispuesto a dar todo por ella.
A medida que el evento avanzaba, Lizzy se encontró conversando con sus amigas Emma, Isabella y Filippa. "¿Cuándo van a venir ustedes a verme con Franco?" preguntó, su voz llena de entusiasmo. Las tres amigas intercambiaron miradas cómplices.
"Vamos a tener una noche de chicas pronto. Pero tú, Lizzy, ¿realmente sientes que es diferente esta vez?" le preguntó Isabella, observando cómo Lizzy sonreía al hablar de Franco.
"Sí, es distinto. Siento que puedo ser yo misma con él. No tengo que ser solo la princesa, sino la chica que ama bailar bajo la lluvia, la que se ríe de sus chistes y se siente viva," respondió, dejando escapar un suspiro de felicidad. "Franco me hace sentir libre."
"Eso es lo que todas queremos," comentó Filippa, tomando la mano de Lizzy. "Un amor que nos permita ser nosotros mismos, sin miedo ni restricciones."
Mientras hablaban, Lizzy recibió un mensaje de Franco. "Estoy pensando en ti, princesita. Espero que tengas un momento para respirar entre todo este bullicio." Su corazón se aceleró al leer sus palabras. "Siempre tengo tiempo para ti, Fran," respondió, sintiendo que su conexión se fortalecía con cada palabra.
Mientras las horas avanzaban, Lizzy sentía que cada segundo que pasaba era un poco más pesado sin Franco a su lado. En su mente, imaginaba cómo sería su próximo encuentro: los abrazos, las risas, el amor que compartían. Cada vez que pensaba en él, se llenaba de una calidez que la envolvía como una manta acogedora.
Cuando el evento llegó a su fin, Lizzy se sintió aliviada y ansiosa al mismo tiempo. Finalmente podría ver a Franco. Después de despedirse de los asistentes y de los dignatarios, se dirigió hacia la salida del castillo, su corazón latiendo rápidamente ante la idea de verlo.
Franco, por su parte, había logrado escaparse de las exigencias del entrenamiento un poco antes de lo previsto. "¡Al fin puedo verte!" dijo al llegar al castillo, sus ojos brillando con una mezcla de amor y emoción. La expresión en su rostro hizo que Lizzy se olvidara de todo lo que la rodeaba. Eran solo ellos dos, dos almas que se habían encontrado en medio del caos.
"Estaba esperando este momento," respondió Lizzy, sintiendo cómo el mundo se desvanecía a su alrededor. Corrió hacia él y lo abrazó con todas sus fuerzas. Franco la envolvió en sus brazos, sintiendo que el tiempo se detenía. Era como si todo lo demás hubiera desaparecido, dejándolos solos en su burbuja de amor.
Franco se apartó un poco para mirarla a los ojos. "Te he extrañado, princesita. Cada minuto sin ti se sentía como una eternidad," dijo, acariciando suavemente su mejilla. "Tuve que escapar del ruido para estar aquí contigo."
Lizzy sonrió, sintiendo que el amor que compartían era lo único que realmente importaba. "Yo también te he extrañado. Mi día no fue lo mismo sin ti." En ese instante, supo que habían construido algo especial, un amor que no conocía límites.
Él inclinó la cabeza, sus labios se encontraron en un beso que parecía robarles el aliento. Era un beso lleno de promesas y de sueños, de todo lo que querían construir juntos. Cuando finalmente se separaron, ambos estaban un poco aturdidos, como si hubieran volado a otro mundo por un momento.
"¿Qué tal si vamos a caminar un poco? Solo nosotros, lejos de todo," sugirió Franco, tomando la mano de Lizzy entrelazando sus dedos. La idea de alejarse del bullicio del evento y simplemente disfrutar de la compañía del otro le sonó perfecta.
"Me parece una excelente idea," respondió ella, sintiéndose feliz de estar a su lado. Comenzaron a caminar por los hermosos jardines del castillo, iluminados por la suave luz de la luna. La noche era mágica, y cada paso que daban juntos parecía acercarlos más.
Mientras paseaban, Franco empezó a hablar sobre sus sueños de carrera, pero pronto la conversación se volvió más personal. "A veces siento que la presión de ser un piloto de Fórmula 1 es abrumadora. Pero cuando estoy contigo, todo eso desaparece. Eres mi ancla, Lizzy," confesó, mirándola a los ojos.
"¿De verdad piensas eso? Siempre pensé que debía ser difícil para ti," dijo Lizzy, sintiendo que sus palabras la llenaban de ternura. Franco asintió.
"Es difícil, pero tú me haces sentir que puedo enfrentar cualquier cosa. Te prometo que quiero construir un futuro a tu lado, un amor puro como el de tus abuelos. Te lo juro," dijo, su voz llena de sinceridad.
Lizzy sintió que su corazón se llenaba de calidez. "Me encanta eso, Franco. Quiero ser tu compañera en todo. Me haces sentir tan especial, como si todo fuera posible," respondió, sintiendo que el amor que compartían era algo verdaderamente excepcional.
"Siempre serás especial para mí, princesita. Eres mi alegría, mi motivación y, sobre todo, mi amor," dijo Franco, deteniéndose para mirar a Lizzy a los ojos. El brillo en su mirada era inconfundible.
"Y tú eres el príncipe que siempre soñé tener," respondió Lizzy, sintiendo que cada palabra era sincera y llena de emoción.
Mientras caminaban bajo la luna, compartieron historias sobre sus vidas, sus sueños y lo que esperaban del futuro. La risa llenaba el aire mientras hablaban sobre sus anhelos, sus fracasos y lo que significaba el amor para cada uno. La conexión entre ellos se hacía más profunda con cada revelación.
"Siempre quise un amor como el de Lorenzo y Elizabeth," dijo Lizzy, mencionando a sus abuelos, quienes habían luchado por su amor a pesar de las dificultades. "Quiero que nuestro amor sea igual de fuerte."
"Lo será," respondió Franco con firmeza. "Siempre haré lo posible por cuidarte y protegerte. Tú eres la razón por la que me esfuerzo cada día, no solo en la pista, sino en todo lo que hago."
La forma en que la miraba, llena de devoción y amor, hacía que Lizzy sintiera que podía volar. Era un momento perfecto, rodeados de naturaleza y luz de luna, donde sus corazones latían al unísono.
"Fran, prometo estar a tu lado, en las buenas y en las malas," dijo Lizzy, con una sonrisa llena de esperanza. La conexión entre ellos era un lazo que nadie podría romper.
"Y yo prometo darte el amor que mereces, un amor que te haga sentir viva, una vida llena de risas y aventuras," dijo Franco, sintiendo cómo cada palabra resonaba con sinceridad en su corazón. "Quiero que sepas que eres mi prioridad y que haré todo lo posible para ser el hombre que deseas y necesitas."
Lizzy se sintió conmovida por la profundidad de sus palabras. Su corazón latía con fuerza, no solo por el amor que compartían, sino porque sabía que Franco estaba comprometido a construir un futuro a su lado. "Eres increíble, Fran. Nunca pensé que podría encontrar a alguien como tú," respondió, con la voz suave y llena de emoción.
Franco sonrió, sintiéndose el hombre más afortunado del mundo. "A veces, en la vida, encontramos a esas personas que parecen ser el complemento perfecto. Tú eres esa persona para mí, Lizzy." Entonces, sintiéndose un poco nervioso pero decidido, añadió: "Quiero ser claro en esto: tengo la intención de hacer las cosas bien. Me gustaría conocer a tu padre, el Rey Simón. Quiero que sepa quién soy y que, si me permite, estaré aquí para ti de la mejor manera posible."
Lizzy se sorprendió por la seriedad de sus palabras, pero también la llenó de alegría. "¿De verdad lo piensas? Sabes que mi padre es muy protector conmigo," dijo, un poco nerviosa pero emocionada a la vez.
"Lo sé. Y es justo eso lo que quiero. Quiero demostrarle que tengo las intenciones más sinceras y que te respeto profundamente. Me importa mucho lo que él piense de mí, porque tú eres lo más importante en mi vida," explicó Franco, con una mirada decidida en sus ojos.
Lizzy sintió que el amor que Franco le mostraba se fortalecía aún más con cada palabra. "Eso significa mucho para mí, Fran. Mi padre siempre ha querido lo mejor para mí y, aunque a veces pueda ser un poco intimidante, sé que, si ve que me haces feliz, estará dispuesto a escucharte."
"Entonces, será una buena oportunidad para mostrarle lo que somos," dijo Franco, con una sonrisa confiada. "Y creo que a él también le gustaría saber de mí, especialmente porque tú eres su tesoro."
Lizzy asintió, sintiéndose llena de amor y orgullo. "Sí, lo hará. Estoy segura de que lo apreciarás. Aunque puede que tenga un par de preguntas para ti," añadió, riendo suavemente. La idea de la reunión la llenaba de nervios, pero también de emoción. Franco era diferente, y ella sabía que su padre valoraría su sinceridad.
Mientras continuaban su paseo por los jardines del castillo, la noche se volvía cada vez más mágica. La luna brillaba en lo alto, iluminando su camino, y el aire fresco de la noche estaba lleno de fragancias de flores. Lizzy y Franco se detuvieron a contemplar la belleza del lugar, y por un momento, se sintieron como si estuvieran en un mundo propio, alejados de las expectativas y responsabilidades.
"Cada vez que estoy contigo, siento que todo es posible. Como si pudieras hacerme ver la vida de otra manera," confesó Franco, tomando la mano de Lizzy y acariciándola suavemente. "Contigo, no solo quiero ser un mejor piloto, sino un mejor hombre."
"Eso es hermoso, Fran. Y yo quiero ser la mejor versión de mí misma para ti también. Me inspiras a ser mejor," respondió Lizzy, sintiendo que su corazón rebosaba de amor. Era reconfortante saber que se apoyaban mutuamente en sus sueños.
Después de un rato, decidieron sentarse en un banco del jardín, donde podían observar las estrellas. La conversación fluía naturalmente entre ellos, llenando el aire con risas y confidencias. Franco contó historias divertidas sobre sus días de infancia, sus experiencias en el karting y cómo había llegado a ser piloto.
"Es curioso, pero cada vez que estoy en la pista, me imagino corriendo para ti, como si fuera una forma de demostrarte cuánto te amo," dijo Franco, mirándola intensamente a los ojos. Lizzy sintió que su corazón se derretía con esas palabras.
"Eres un romántico, Fran. Y me encanta eso de ti," respondió, sonriendo con ternura. "Siempre he querido a alguien que no tenga miedo de mostrar sus emociones."
"Y nunca tendré miedo de hacerlo, especialmente contigo," afirmó Franco. "Quiero que sepas que, aunque estoy dedicado a mi carrera, siempre habrá un espacio en mi corazón y en mi vida para ti."
La sinceridad en su voz hizo que Lizzy se sintiera más segura de su amor. Era un compromiso que iba más allá de las palabras. Era la promesa de un futuro juntos, lleno de aventuras y risas.
Después de un rato, Franco se volvió más serio. "¿Y tú, qué piensas sobre nuestro futuro? Sé que esto es solo el comienzo, pero me gustaría saber qué hay en tu corazón," preguntó, ansioso por escuchar la perspectiva de Lizzy.
"Me gustaría construir algo hermoso contigo, algo que no solo sea una historia de amor, sino una vida juntos. Quiero viajar contigo, conocer el mundo y vivir aventuras que nos hagan crecer," respondió Lizzy, sintiendo cómo su voz se llenaba de entusiasmo.
El sol se asomaba tímidamente sobre el horizonte de Italia, iluminando las calles de la hermosa ciudad donde Franco y Lizzy habían comenzado su historia de amor. Era un nuevo día, y aunque Franco debía entrenar, no podía sacudirse el pensamiento de su dulce princesa. Cada momento que pasaba sin ella parecía una eternidad, y en su mente se repetían imágenes de su risa y sus ojos brillantes.
Cuando llegó al circuito, la emoción del día era palpable. Sin embargo, cada vez que se subía al coche de carreras, la imagen de Lizzy lo acompañaba. "Ella es mi motor," pensó, sonriendo para sí mismo. Cada vez que giraba el volante, podía sentirla a su lado, como si compartieran esa aventura juntos. No podía esperar para tenerla de nuevo en sus brazos.
Mientras tanto, Lizzy se preparaba para su día en el castillo, consciente de que su corazón pertenecía a Franco. Cada vez que sonaba su teléfono, se iluminaba su rostro al ver su nombre. "Fran," murmuraba con ternura, utilizando el apodo que le había dado. Sus amigas, Emma, Isabella y Filippa, la observaban con una mezcla de admiración y diversión.
—Lizzy, estás completamente enamorada —dijo Isabella con una sonrisa pícara mientras se arreglaban para un evento en el castillo.
—Y él está enamorado de ti —agregó Emma—. Es obvio que te ve como a su princesita.
Lizzy sonrió, sintiendo mariposas en su estómago. "Es cierto," pensó, "Fran es todo lo que siempre he querido." Las palabras de sus amigas la llenaron de calidez.
—Le he contado a Franco sobre mi abuela, y él... él dice que quiere conocer a mi familia. —Su voz se llenó de emoción y nerviosismo.
—Eso es genial, Lizzy. ¡Es un gran paso! —dijo Filippa, animándola—. La familia es importante para él.
—Lo sé, y quiero presentarle a mi padre. —Lizzy frunció el ceño, sintiendo un poco de presión—. Es un poco intimidante, pero confío en que se llevarán bien.
—Tu papá lo apreciará. Franco parece ser un buen chico. —Emma asintió, y las demás le sonrieron, dándole ánimo.
Mientras tanto, Franco pensaba en el futuro. Sabía que tenía que hablar con Lizzy sobre su familia. Quería compartir su vida con ella, llevarla a Argentina y presentarla a su hermana, Martina. Se imaginaba la escena, un almuerzo familiar lleno de risas, donde Lizzy pudiera conocer la calidez y la cercanía de su hogar.
Al finalizar su sesión de entrenamiento, Franco se apresuró a enviarle un mensaje a Lizzy. "No puedo esperar para verte, princesa. Quiero presentarte a mi hermana y llevarte a conocer a mi familia. Eres la razón por la que sigo luchando en cada carrera. Te amo."
Lizzy recibió el mensaje mientras estaba en una reunión en el castillo. Su corazón dio un vuelco. "¡Qué dulce!" pensó, sintiendo que las palabras de Franco la llenaban de felicidad. Decidió responder de inmediato: "Yo también te amo, Fran. Sería un honor conocer a tu familia. Me encantaría ir contigo a Argentina."
Franco leyó el mensaje y sintió que su corazón se llenaba de alegría. En ese momento, supo que todo lo que había deseado estaba al alcance de su mano. Sin embargo, también sabía que debía ser honesto con ella. "Lizzy, si es necesario, estoy dispuesto a mudarme a Italia. Quiero construir un futuro contigo, a pesar de mi trabajo y de la distancia," escribió, sintiendo cómo su pecho se hinchaba de amor.
Al recibir la respuesta de Franco, Lizzy se quedó sin aliento. Sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad. "¿Estás hablando en serio?" respondió, casi sin poder creerlo. "¿Dejarías todo por mí?"
—Siempre he querido tener una vida contigo —dijo Franco en su próximo mensaje—. No importa dónde esté, siempre serás mi prioridad. Te quiero más que a nada en este mundo.
Las amigas de Lizzy estaban a su lado, viendo cómo su amiga se iluminaba con cada mensaje. La emoción en su rostro era contagiosa. "Te ama de verdad, Lizzy," dijo Emma con admiración.
—Sí, lo sé... —respondió, con una mezcla de asombro y felicidad. No podía creer la profundidad de lo que Franco sentía por ella.
Cuando llegó la noche, se encontraron en un lugar especial: un pequeño restaurante junto al mar, donde las olas murmuraban suavemente. Franco llegó primero y pidió una mesa en la terraza, con una vista espectacular del atardecer.
Cuando Lizzy apareció, sus ojos se iluminaron al verlo. Él se puso de pie, admirándola mientras caminaba hacia él, vestida con un hermoso vestido que resaltaba su figura. Se acercó, y sin poder evitarlo, la abrazó con fuerza.
—Hola, princesita. —Su voz era un susurro cálido y reconfortante.
—Hola, Fran. —Lizzy sonrió, sintiendo que cada momento con él era un regalo.
—¿Estás lista para hablar de nuestras familias? —Franco tomó su mano, mirándola a los ojos con sinceridad.
—Sí, creo que estoy lista. —Ella respiró hondo, sintiendo que podía confiar en él.
—Primero, quiero que sepas que eres lo más importante para mí. —Franco se inclinó un poco hacia ella, su mirada fija en la de Lizzy—. Mi hermana, Martina, sería encantadora contigo. Siempre ha querido conocer a la chica que ha robado el corazón de su hermano.
—Y yo también quiero conocerla. —Lizzy sintió un escalofrío de emoción—. Será genial conocer a tu familia, Fran.
—Lo será. Quiero que sientas que también eres parte de mi mundo. —Franco sonrió—. Mi familia es muy unida, y quiero que estés en el centro de eso.
Lizzy asintió, sintiendo que su corazón se llenaba de amor. El ambiente a su alrededor se desvaneció, y todo lo que importaba era ese momento compartido.
Después de una deliciosa cena y mientras el sol se ocultaba en el horizonte, Franco se acercó a ella, capturando su atención.
—Lizzy, sé que esto es un gran paso, pero quiero ser honesto contigo. Mi amor por ti es más grande que cualquier otra cosa. Estaría dispuesto a mudarme a Italia, incluso a dejar mi trabajo en Williams si eso significa que puedo estar a tu lado.
Lizzy lo miró con ternura. "No tienes que hacer eso por mí, Fran. Te quiero tal como eres."
—Lo sé, pero quiero hacer las cosas bien. Quiero que mis padres te conozcan, y que tú conozcas a mi familia en Argentina. Ellos tienen que saber quién es la mujer que les ha robado el corazón a su hijo. —Franco sonrió, sintiendo que el amor lo llenaba por completo.
—Y quiero conocer a tu familia. —Lizzy se rió, la emoción brillando en sus ojos. Sabía que lo que Franco ofrecía era real y sincero.
—Entonces, ¿cuándo podemos planear el viaje? —preguntó él, tomando su mano entre las suyas.
—Pronto, espero. Me gustaría conocer tu hogar y a tu hermana. Me encantaría ser parte de tu vida, Fran.
Franco se inclinó hacia ella, sus labios rozando los de Lizzy en un beso suave y apasionado. En ese momento, supieron que sus corazones estaban unidos para siempre.
La noche llegó y el castillo se llenó de risas y susurros. Lizzy había invitado a sus amigas a una pijamada en su habitación, un evento que se había vuelto una tradición entre ellas. Filippa, Emma e Isabella estaban emocionadas, llenando el espacio de alegría y complicidad. El ambiente estaba decorado con almohadas de colores, mantas suaves y luces tenues que hacían que todo se sintiera como un sueño.
—¡Por fin! ¡Una noche solo para nosotras! —exclamó Filippa, mientras se dejaba caer sobre la cama con un suspiro de satisfacción—. Necesitamos hablar de Lizzy y Franco.
Lizzy sonrió, sintiendo cómo sus mejillas se sonrojaban ante el mero hecho de que su historia fuera tema de conversación. Sus amigas siempre habían sido su apoyo incondicional, y sabía que estaban ahí para celebrarla y protegerla.
—Oh, vamos, no seas tímida, Lizzy. —Emma le lanzó una mirada cómplice—. ¡Estamos aquí para hablar de tu cuento de hadas!
—Es como un sueño hecho realidad, ¿verdad? —dijo Filippa, acomodándose para escuchar atentamente—. Franco es tan perfecto para ti. ¡Es como un príncipe de esos cuentos que solíamos leer!
Lizzy se rió suavemente, sintiéndose feliz de compartir ese momento con ellas. "A veces siento que esto es un sueño," admitió. "Es como si todo lo que deseé en mi vida se estuviera cumpliendo."
—Bueno, no quiero ser la aguafiestas, pero —Emma frunció el ceño, adoptando un tono serio—, solo espero que Franco realmente te cuide. Si alguna vez te lastima, yo seré la primera en salir a darle con algo por la cabeza.
Las demás se rieron ante la imagen, pero Lizzy pudo ver que Emma estaba hablando en serio.
—Lo sé, Emma. Me siento segura con él. —Lizzy sonrió, sintiendo su corazón latir con alegría—. Franco es muy diferente a cualquier persona que he conocido. Él me respeta y me valora.
—¡Eso es lo más importante! —dijo Isabella, haciendo una mueca juguetona—. Y no solo eso, Lizzy. Debe cuidar de ti porque, sinceramente, has ganado el corazón más bonito y puro de Italia.
—De todo el mundo, arriesgaría a asegurar —agregó Filippa con una sonrisa—. No hay nadie como tú, Lizzy. Eres especial.
Lizzy sintió una ola de emoción al escuchar las palabras de sus amigas. Sabía que estaban ahí para protegerla, y eso la llenaba de gratitud.
—Gracias, chicas. Eso significa mucho para mí. —Su voz se llenó de calidez y afecto—. Franco realmente me hace sentir única y valorada. Cada momento con él es especial.
—Eso es lo que todas deseamos, Lizzy. —Emma sonrió—. Tener a alguien que nos vea como la reina que somos.
—Exactamente. —Isabella asintió—. Y, hablando de eso, ¿cuáles son tus planes? ¿Ya hablaste sobre la posibilidad de presentar a Franco a tu familia?
Lizzy asintió, sintiendo mariposas en su estómago. "Sí, quiero hacerlo pronto. La idea de que conozca a mi papá me pone un poco nerviosa, pero también estoy emocionada. Quiero que sepa de dónde vengo y lo que represento."
—Tu padre lo va a amar. —Filippa sonrió—. Es imposible no querer a Franco. Tiene esa chispa especial que lo hace único.
Lizzy asintió, sintiendo una oleada de emoción. "Exactamente. Es un tipo increíble. Aparte de que me hace sentir bien, también quiere conocer a mi familia en Argentina. Se preocupa por mí, y eso es lo que más valoro."
La conversación continuó fluyendo, y las chicas compartieron sus pensamientos y experiencias. Hablaban de amor, de sueños, de relaciones, de cómo había que luchar por lo que se quería y proteger a quienes amaban.
Al pasar las horas, Lizzy se dio cuenta de cuánto la apoyaban. Sabía que podía contar con ellas para cualquier cosa. Eran su tribu, su refugio.
—A veces siento que soy la más afortunada del mundo —dijo Lizzy mientras se acomodaba en su cama, rodeada de almohadas y risas—. Franco es todo lo que siempre soñé. Nunca pensé que encontraría a alguien que me entendiera tan bien.
—¡Eso es lo que todas queremos, amiga! —respondió Isabella, su rostro iluminado por la complicidad—. Tener esa conexión profunda que trasciende todo. Pero recuerda, estamos aquí para ti. Si alguna vez tienes dudas, o si algo no se siente bien, no dudes en hablar con nosotras.
—Lo prometo. —Lizzy sonrió, sintiéndose tranquila—. No hay secretos entre nosotras.
A medida que la noche avanzaba, el grupo se dedicó a contar historias sobre sus propios romances, algunas con risas y otras con suspiros de nostalgia. Filippa habló de un chico que había hecho que se sintiera como una princesa, Emma compartió una anécdota de una cita desastrosa, y Isabella relató cómo había conocido a su reciente interés romántico en una galería de arte.
La conversación se desvió hacia las relaciones a distancia y lo que significaba estar lejos de la persona que amaban. Lizzy escuchó con atención, sintiéndose afortunada de tener a Franco cerca.
—¿Alguna vez te has imaginado lejos de Franco? —preguntó Emma, en tono pensativo.
Lizzy se quedó en silencio por un momento. "A veces pienso en ello, pero no creo que me preocupe demasiado. Franco es alguien que está dispuesto a luchar por nosotros. Y eso significa mucho."
—Eso es lo que más importa. —Filippa asintió—. No importa la distancia. Si realmente se aman, siempre encontrarán la forma de hacer que funcione.
La noche avanzó entre risas y confidencias, y antes de que se dieran cuenta, las chicas estaban contando secretos, prometiendo siempre estar ahí la una para la otra, sin importar las circunstancias. Lizzy sintió que su corazón se llenaba de amor y gratitud. En ese momento, supo que no solo tenía a Franco, sino que también tenía a sus amigas a su lado, y eso lo hacía todo aún más especial.
Finalmente, cuando las luces del castillo se atenuaron y las risas comenzaron a desvanecerse, Lizzy se sintió en paz. Sabía que tenía el apoyo de sus amigas y el amor de Franco, y eso era suficiente para enfrentar cualquier cosa que viniera en el futuro.
Mientras las chicas se acomodaban para dormir, Lizzy pensó en lo afortunada que era. Su cuento de hadas estaba apenas comenzando, y estaba lista para vivir cada capítulo, rodeada de amor, amistad y la promesa de un futuro brillante con Franco.
La noche siguió avanzando en el castillo, y las risas resonaban por toda la habitación. Lizzy se acomodó en medio de sus amigas, sintiendo la calidez de su compañía. Hacía tiempo que no se reunían de esta manera, y cada una de ellas ocupaba un lugar especial en su corazón. Eran más que amigas; eran hermanas de alma, unidas desde la infancia por un vínculo irrompible que había resistido el paso del tiempo.
Filippa, con su característica energía, lanzó una almohada hacia Lizzy. —¡Vamos, cuéntanos más sobre Franco! —dijo, haciendo que todos estallaran en risas—. Necesitamos más detalles sobre cómo se conquistaron.
Lizzy sonrió tímidamente. Sabía que cada momento con Franco era especial, pero no podía evitar sentirse un poco cohibida al compartirlo. —Es simplemente... —se detuvo, buscando las palabras adecuadas—. Él me hace sentir viva, como si cada día fuera una aventura. Cada risa, cada mirada, cada palabra compartida es un regalo.
Emma, que siempre había sido la protectora del grupo, frunció el ceño con seriedad. —Lizzy, lo que quiero decirte es que, si alguna vez te hace daño, yo seré la primera en salir a darle con algo por la cabeza. No dudaría ni un segundo.
Isabella asintió, con una mirada intensa. —Sí, exactamente. Franco debe cuidarte porque, en serio, contigo se ha ganado el corazón más grande y puro de Italia, e incluso me atrevería a arriesgar que del mundo entero. —Su voz era firme, llena de devoción hacia su amiga.
—Lo sé, chicas. Y se lo he dicho. Franco me respeta y me valora, y eso significa mucho para mí. —Lizzy sintió cómo su corazón latía más rápido al recordar la promesa de amor de Franco. Era un amor que iba más allá de lo superficial; era profundo y sincero.
Filippa se sentó más cerca de Lizzy y la miró con cariño. —Sabes que todas estamos aquí para ti, ¿verdad? Desde que éramos niñas, hemos compartido todo juntas. Nuestras risas, nuestros sueños, y ahora también este nuevo capítulo en tu vida.
Lizzy asintió, sintiendo la fuerza de su amistad. —Sí, siempre hemos sido unidas. Recuerdo aquellas tardes de verano en el jardín, hablando sobre nuestros príncipes y cuentos de hadas. Y ahora aquí estoy, viviendo mi propio cuento.
Las chicas intercambiaron miradas llenas de complicidad. Habían crecido juntas, compartiendo sus secretos y esperanzas. Desde pequeñas, habían soñado con encontrar el amor verdadero, y ver a Lizzy vivirlo con Franco las llenaba de felicidad.
—Y no olvides que siempre seremos tu soporte, Lizzy. —Emma sonrió, su voz suave y reconfortante—. No importa qué suceda, estamos contigo. Nos conocemos desde siempre y nada ni nadie nos separará.
—Exactamente —agregó Isabella—. Nuestra amistad es más fuerte que cualquier obstáculo. Siempre estaré aquí para apoyarte, sin importar la distancia o el tiempo.
Lizzy sintió un nudo en la garganta. Era hermoso saber que contaba con un grupo de amigas tan leales y cariñosas. —Gracias, chicas. No sé qué haría sin ustedes. Ustedes son mi familia.
La conversación continuó fluyendo de una manera natural, entre risas y anécdotas, hasta que Filippa sugirió un juego. —¡Hagamos una ronda de confesiones! Cada una dirá una cosa que ama de la otra.
—¡Sí! Eso suena genial! —dijo Lizzy, sintiendo una chispa de emoción. Era el momento perfecto para recordar lo que significaban para ella.
—Empiezo yo. —Filippa sonrió—. Lizzy, amo tu bondad. Tienes el corazón más puro y siempre piensas en los demás primero.
—¡Eso es cierto! —agregó Emma—. Y también admiro tu valentía. A veces siento que me inspiras a ser mejor persona.
Isabella sonrió, mirando a Lizzy con ternura. —Lo que más amo de ti, Lizzy, es tu autenticidad. Eres única y siempre has sido tú misma. Nunca dejes de ser esa luz brillante que eres.
Lizzy sonrió, sintiéndose querida y apreciada. —Chicas, ustedes son las mejores. Las amo a todas, y prometo que, sin importar lo que pase, siempre estaré aquí para ustedes también.
Las risas y el ambiente festivo continuaron hasta que se cansaron, pero antes de dormir, Lizzy sintió la necesidad de expresar sus sentimientos. —Saben, no solo estoy emocionada por mi relación con Franco. También estoy agradecida de tenerlas a ustedes en mi vida. No sé qué haría sin cada una de ustedes.
Las amigas se abrazaron en un cálido y reconfortante abrazo, sintiendo la fuerza de su unión. Sabían que, pase lo que pase, siempre estarían juntas en las buenas y en las malas.
Después de un rato, las luces del castillo comenzaron a apagarse, y el sueño comenzó a invadirlas. Lizzy se acomodó en su cama, sintiéndose satisfecha y llena de amor. Sabía que tenía a Franco en su vida y a sus amigas a su lado, y eso era más de lo que jamás había podido desear.
Mientras se dejaba llevar por el sueño, su mente se llenó de imágenes de Franco: su sonrisa, sus palabras dulces, su promesa de un amor eterno. Era el comienzo de un nuevo capítulo, uno lleno de romance, aventuras y un amor que estaba dispuesto a crecer más allá de cualquier límite.
Con una sonrisa en el rostro, Lizzy se durmió, sabiendo que mañana sería otro día lleno de sorpresas y felicidad.
El sol comenzaba a despuntar en el horizonte, inundando la habitación de Lizzy con una luz cálida y dorada. Despertó con una sonrisa, su corazón latiendo con fuerza al recordar la cita que tenía programada con Franco esa noche. La emoción y los nervios revoloteaban en su estómago como mariposas inquietas. Sabía que sería un día especial, no solo porque iba a salir con Franco, sino porque sus amigas estarían allí para ayudarla a prepararse. Se levantó de la cama, sintiéndose un poco como una princesa en un cuento de hadas.
Mientras se duchaba, su mente viajaba a los recuerdos que había compartido con Franco. El primer beso en la fuente de Trevi seguía fresco en su memoria, así como las promesas susurradas entre ellos. Cada vez que pensaba en él, su corazón se llenaba de felicidad. Se sentía afortunada de tenerlo en su vida, de compartir momentos tan mágicos.
Al salir de la ducha, Lizzy encontró su habitación llena de risas y energía. Filippa, Emma e Isabella estaban allí, rodeadas de maquillaje, vestidos y accesorios.
—¡Vamos, Lizzy! —gritó Filippa mientras organizaba los productos de belleza en la mesa—. Hoy es tu gran día. ¡Tienes que deslumbrar!
—Totalmente. Hoy no solo eres una princesa, ¡eres la princesa! —añadió Isabella, con una sonrisa traviesa mientras sostenía un vestido brillante en sus manos.
Nina, que había llegado poco después, se unió al alboroto. Con su habitual energía, lanzó otro vestido sobre la cama. —Este es el indicado, Lizzy. ¡Tienes que ponerte esto! Te verás increíble.
Lizzy sonrió, sintiéndose llena de gratitud por el apoyo incondicional de sus amigas. Después de probarse el vestido azul claro, que realzaba sus ojos brillantes, se sentó frente al espejo. Las chicas comenzaron a arreglarla, aplicando el maquillaje con delicadeza y haciendo comentarios divertidos y cariñosos.
—Eres hermosa, pero ahora te ves increíble. ¡Franco va a morir de amor! —dijo Emma, admirando la transformación.
—Si yo fuera un chico, me la llevaría y me casaría con ella. La robaría sin dudarlo —se unió Filippa, guiñándole un ojo.
Isabella asintió, emocionada. —Definitivamente es la mujer más bonita que he visto. Eres una verdadera princesa de cuentos, Lizzy. —La miró con admiración, sintiendo el orgullo de tener una amiga tan especial.
—Chicas, ¡gracias! —Lizzy sonrió, sintiendo una ola de calidez. No podía evitar sentirse feliz en ese momento. Sabía que con sus amigas a su lado, cualquier desafío se volvía más manejable.
Cuando finalmente terminaron, el cuarto estaba impregnado de amor y complicidad. Lizzy se miró en el espejo y sintió que estaba lista para deslumbrar. Cada broma y cada gesto de sus amigas la hacían sentir como si estuviera volando. Con cada palabra de aliento, se sentía más fuerte, más segura.
—¿Listas para salir? —preguntó Filippa, emocionada.
Al abrir la puerta, se encontraron con Theo, su hermano. Él la miró de arriba abajo, con una mezcla de orgullo y curiosidad. —¿A dónde vas tan elegante? —preguntó, con un tono juguetón en su voz.
—Voy a salir con Franco —respondió Lizzy, sintiendo cómo se encendía su corazón al mencionar su nombre.
Theo arqueó una ceja. —Él es el nuevo piloto de Williams, ¿verdad?
—Sí, pero es mucho más que eso. —Lizzy sonrió, sintiendo que su corazón latía más rápido al hablar de Franco—. Es... especial. Me hace sentir viva.
Nina se unió a la conversación, bromeando mientras miraba a su hermano. —Theo, no seas tan cuidador. Lizzy es una princesa y Franco es su príncipe. ¡Déjalos disfrutar!
—Es cierto, Theo. —Lizzy le lanzó una mirada divertida—. No te preocupes tanto. Tengo a mis amigas aquí para protegerme.
—Sí, sí. Pero yo también tengo un papel que jugar. —Theo se acercó, con una sonrisa seria—. Mientras la cuide y la respete, estoy bien con esto. Pero si alguna vez la hiere, voy a dejar de ser el Theo dulce y bueno para ponerme en modo bestia. No dudaré en defender a mi hermanita.
Lizzy sintió una ola de gratitud hacia su hermano. —Gracias, Theo. Sé que siempre me cuidas, y lo aprecio más de lo que puedes imaginar. —Se acercó y lo abrazó con fuerza—. Eres el mejor hermano del mundo.
—Siempre seré tu guardián, Lizzy. —Theo le devolvió el abrazo, sintiéndose orgulloso de la conexión que tenían—. Eres mi amada hermana y siempre te apoyaré. Nunca olvides que eres muy valiosa para mí.
—Siempre serás mi primer príncipe azul. —Lizzy sonrió, sintiendo que las palabras salían de su corazón—. Eres mi héroe. Siempre has hecho todo por mí.
Al salir del castillo, Lizzy sintió una mezcla de emoción y nervios. Sabía que Franco la esperaba, y cada paso que daba hacia la puerta la acercaba más a él. Cuando finalmente llegó al lugar de encuentro, lo vio allí, con una sonrisa que iluminaba su rostro. Su corazón dio un vuelco.
—Hola, hermosa. —Franco la saludó, su voz suave y profunda.
—Hola, Fran. —Lizzy sonrió, sintiendo que su apodo resonaba dulcemente en sus oídos—. Estoy lista para nuestra cita.
—Eres deslumbrante. —Franco la miró con admiración, su mirada llena de devoción—. Nunca dejas de sorprenderme.
Mientras caminaban por las calles de Italia, el ambiente estaba impregnado de magia. Las luces de la ciudad brillaban a su alrededor, y Lizzy sintió que cada momento a su lado se convertía en un hermoso recuerdo. Las risas y las historias compartidas llenaban el aire, y a medida que la noche avanzaba, el vínculo entre ellos se fortalecía.
Durante la cena, Franco le habló sobre su vida como piloto, compartiendo anécdotas de sus carreras y la emoción que sentía al estar en la pista. Lizzy lo escuchaba con atención, maravillada por su pasión. —Es increíble ver cómo te brilla la mirada cuando hablas de esto. —dijo ella, sonriendo.
—Y tú eres mi fuente de inspiración. —Franco le tomó la mano y la miró a los ojos—. Eres la razón por la que me esfuerzo cada día, por la que quiero ser mejor.
Lizzy sintió que su corazón latía con fuerza. Nunca había conocido a alguien que la hiciera sentir así. Era como si Franco la conociera profundamente y apreciara cada parte de ella.
—Gracias por estar aquí conmigo. —Lizzy lo miró, sintiendo que sus palabras eran sinceras. —Significa mucho.
—Lo que quiero es que seas feliz, Lizzy. —Franco sonrió, y en ese momento, Lizzy supo que había encontrado algo especial.
La noche avanzó, y mientras caminaban, Franco le tomó la mano y la llevó a un mirador que ofrecía una vista espectacular de la ciudad iluminada. —Mira eso. —dijo, señalando las luces brillantes. —Es hermoso, pero nada se compara a ti.
Lizzy sintió que su corazón estallaba de felicidad. —Eres un romántico, ¿verdad? —preguntó, con una sonrisa pícara.
—Solo cuando estoy contigo. —Franco se acercó un poco más, sus ojos reflejaban una profundidad que la hizo sentir como si estuvieran solos en el mundo.
Al final de la cita, Franco la llevó de regreso a su casa. A medida que se acercaban, Lizzy se sintió un poco triste de que la noche estuviera llegando a su fin.
—Me alegra que hayamos pasado este tiempo juntos. —dijo ella, mirando al suelo.
—Es solo el comienzo, Lizzy. —Franco levantó su barbilla para mirarla a los ojos—. Quiero conocer a tu familia. Quiero hacer las cosas bien, porque te amo y mucho.
Lizzy sintió una oleada de emoción. —Yo también te amo, Franco. —respondió, sintiendo que sus palabras eran verdaderas.
—Entonces, ¿me harías el honor de presentarme a tu padre? —preguntó, con una mezcla de nervios y entusiasmo.
—Sí, por supuesto. —Lizzy sonrió, sintiendo que su corazón se llenaba de amor y esperanza. —A él le encantaría conocerte.
Cuando se despidieron, Franco la miró intensamente. —Te veré pronto, mi princesita. —dijo, inclinándose para darle un beso suave en los labios.
Lizzy sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor en ese momento. Era perfecto, mágico, como un verdadero cuento de hadas.
Era una noche estrellada en Roma, y Lizzy se sentía como en un sueño. Después de la mágica cita en la fuente de Trevi, Franco había planeado una segunda salida, esta vez con un toque aún más romántico y especial. Había prometido que esta vez todo sería diferente, a escondidas de los fans, la prensa y los turistas. Ella no podía esperar para descubrir qué había preparado.
Cuando Lizzy llegó al lugar que Franco había elegido, un restaurante elegante y acogedor escondido en un rincón tranquilo de la ciudad, su corazón latía con fuerza. La suave luz de las velas iluminaba el ambiente, creando una atmósfera mágica. Franco la esperaba en la entrada, con una sonrisa que iluminaba su rostro.
—¡Hola, princesita! —dijo, extendiendo la mano para tomar la suya—. Estás más hermosa que nunca.
Lizzy se sonrojó, sintiéndose feliz y segura en su presencia. —Gracias, Fran. Tú también te ves increíble.
Mientras entraban, la música suave llenaba el aire, y los aromas deliciosos de la comida italiana rodeaban el lugar. Franco la guió a una mesa decorada con flores frescas y velas, y Lizzy no pudo evitar sentirse como en un cuento de hadas.
—Espero que tengas hambre —dijo Franco, sonriendo mientras tomaba la silla para que se sentara—. He pedido algo especial para nosotros.
Durante la cena, la conversación fluyó de manera natural. Hablaban sobre sus sueños, sus pasiones y las cosas que les hacían reír. Lizzy se sintió tan cómoda con él, como si lo conociera de toda la vida. Cada palabra de Franco era una melodía, y cada risa que compartían era un regalo.
—¿Sabías que mi abuela siempre me decía que leer era una ventana al mundo? —dijo Lizzy, mientras jugaba con su copa de vino. Su mirada se iluminó al hablar de algo tan querido para ella—. La literatura siempre ha sido una parte importante de mi vida.
Franco la escuchó atentamente, sus ojos reflejando admiración. —Por eso quiero hacer algo especial para ti.
Al finalizar la cena, Franco se levantó y desapareció por un momento. Lizzy se quedó sentada, sintiendo la anticipación en el aire. Cuando regresó, llevaba un libro en sus manos, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Este es para ti —dijo, extendiéndolo hacia ella.
Lizzy tomó el libro, y al verlo, sus ojos se iluminaron. Era su novela favorita, una historia que había leído múltiples veces. —¡Oh, Franco! No sabía que sabías cuánto amaba este libro.
—Lo sé. Te escuché hablar de él, y pensé que sería una buena manera de tener algo en común. —Franco sonrió con confianza—. Además, quiero que siempre recuerdes esta noche.
Ella abrió el libro y vio una dedicatoria escrita con una hermosa caligrafía:
"Para la princesita más hermosa, tanto en cuerpo como en alma. La más valiosa, especial y única, que no se encuentra en ningún cuento y es mejor que cualquier historia. Te ama, espera y admira, Franco Colapinto, tu príncipe azul."
Las palabras la conmovieron profundamente. Lizzy sintió que sus ojos se humedecían de emoción. No solo había encontrado a un príncipe azul, sino también a un verdadero amigo que comprendía su esencia.
—Esto es increíble, Franco. Gracias. —su voz temblaba un poco, pero sus ojos brillaban de alegría—. Nunca he recibido un regalo tan hermoso.
—Te lo mereces todo, princesita. —Franco se inclinó un poco hacia ella, su mirada llena de sinceridad—. Quiero que sepas que eres muy especial para mí.
En ese momento, Lizzy sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor. Todo lo que existía era él y su promesa de amor. Ella se inclinó hacia él y lo besó, sintiendo la chispa de la conexión que tenían. Era un beso apasionado, lleno de dulzura y deseo, como si cada beso que compartieran sellara un pacto de amor eterno.
La cena se prolongó con risas y anécdotas, pero también hubo momentos de silencio, donde sus miradas se encontraban, y ambos sabían que compartían algo único y especial. Se dieron cuenta de que, a pesar de la diferencia en sus mundos, sus corazones latían al unísono.
Después de la cena, Franco tomó la mano de Lizzy y la condujo fuera del restaurante. La noche era fresca, y las estrellas brillaban en el cielo. Se sentía como si estuvieran en una burbuja, ajenos a todo lo que los rodeaba.
—Quiero que siempre estés a mi lado, Lizzy. No solo como mi novia, sino como mi compañera en esta aventura. —Franco miró a Lizzy a los ojos, su voz baja y seria—. Estoy dispuesto a presentar a mi familia en América Latina. Quiero que conozcan a la mujer que ha conquistado mi corazón.
—Eso sería... increíble. —Lizzy sintió un escalofrío de emoción recorrer su cuerpo. La idea de conocer la familia de Franco era tanto un honor como un compromiso.
—Y si alguna vez necesitas mudarte a Italia, lo haré. Mi vida es un torbellino, pero quiero que seas parte de ella. —Franco sostuvo sus manos, mirándola con intensidad—. Te amo, Lizzy.
Ella sonrió, sintiendo que sus palabras eran un bálsamo para su alma. —Yo también te amo, Franco. Más de lo que puedo expresar.
—Entonces, ¿me harás el honor de ser mi novia, no solo en secreto, sino también ante el mundo? —Franco preguntó, su voz llena de esperanza.
—Por supuesto, Fran. ¡Encantada! —Lizzy respondió, sintiéndose completamente feliz.
Esa noche, mientras se abrazaban bajo las estrellas, supieron que su historia estaba recién comenzando. Con cada mirada, cada beso y cada promesa compartida, estaban construyendo algo más grande que ellos mismos, una historia de amor que era tan única como el vínculo que compartían.
Al final de la noche, mientras caminaban de regreso, Lizzy no podía dejar de pensar en cómo Franco había hecho de su segunda cita una experiencia inolvidable. Era un verdadero príncipe azul, y ella sabía que su corazón había encontrado su hogar en él.
Al regresar al castillo después de su mágica cita, Lizzy no pudo contener su emoción. Tenía que compartir cada detalle con sus amigas y hermanos. Con una gran sonrisa en el rostro, entró en la habitación donde se encontraba su grupo de amigas, todavía en pijama, riendo y disfrutando de una noche de películas.
"¡Chicas, tengo que contarles todo!", exclamó Lizzy, con el corazón latiendo con fuerza.
Las amigas se giraron de inmediato, atentas a lo que iba a decir. Nina, siempre la más curiosa, preguntó: "¿Qué pasó? ¡Dime todo!"
Lizzy se sentó en el sofá, sintiendo que la emoción burbujeaba en su interior. "Fue increíble. Franco es todo lo que siempre soñé. La cena fue hermosa, y me regaló un libro con una dedicatoria preciosa que casi me hace llorar".
"¡Eso suena tan romántico!", dijo Filippa, con los ojos llenos de admiración. "¿Y cómo fue el beso?"
Lizzy sonrió, recordando el momento. "Fue mágico. Cuando me besó, sentí que el mundo se detenía. Era como si nada más importara. En ese instante, solo estábamos él y yo".
Isabella, siempre la más protectora, se inclinó hacia ella. "¿Y qué hay de la prensa y los fans? No va a ser fácil, Lizzy. ¿Estás lista para eso?"
Lizzy asintió con determinación. "Lo sé, pero no me importa. Franco me hace sentir viva. Él es mi prioridad. Quiero estar con él sin importar lo que digan los demás".
Nina sonrió, sintiendo orgullo por su hermana. "Eso es lo que quiero escuchar. No dejes que nadie se interponga en tu felicidad".
"Es como un cuento de hadas", agregó Emma, suspirando. "No hay nada más hermoso que lo que tienes con él. ¿Y cómo te sientes?"
"Lo amo", dijo Lizzy, con sinceridad. "Es más que solo un romance. Es un sentimiento profundo, algo que nunca antes había experimentado. Franco me hace querer ser la mejor versión de mí misma".
Mientras Lizzy hablaba, sus amigas la escuchaban atentamente, llenas de entusiasmo y emoción por su historia. La conexión que tenían era fuerte, y cada una sentía que parte de su propia felicidad dependía de la de Lizzy.
Al día siguiente, mientras Lizzy compartía su experiencia con su familia, se encontró con Theo en el pasillo. "¿Cómo fue la cita con Franco?", le preguntó, con un brillo en los ojos.
Lizzy sonrió de oreja a oreja. "Fue perfecto, Theo. Franco es tan dulce y romántico. ¡No puedo creer lo afortunada que soy!"
"Me alegra escucharlo. Pero... ¿estás segura de que estás lista para esto? Sabes que estar con él va a atraer mucha atención", le advirtió Theo, su tono protector.
"Sí, lo sé. Pero no me importa. Estoy dispuesta a enfrentar lo que venga, porque lo amo. No puedo dejar que lo que digan los demás me detenga", respondió Lizzy, con firmeza.
"Esa es mi hermana", dijo Theo, sonriendo con orgullo. "Te cuida y te respeta. Me gusta saber que eres feliz".
Mientras tanto, Franco, por su parte, no podía dejar de pensar en Lizzy. Cada vez que la veía, su corazón latía con más fuerza. Quería gritarle al mundo que la amaba, que ella era suya, sin importarle que ella fuera una princesa y él un simple piloto de carreras. Para él, eso no tenía relevancia.
"¿Cómo va todo con Lizzy?" le preguntó Martina, su hermana, mientras estaban en el taller de su padre. "Parece que estás en la nube".
"Es que lo estoy, Marti. Cada momento que paso con ella es como un sueño", confesó Franco, sus ojos brillando de felicidad. "No me importa lo que piensen los demás. Ella es la mujer que quiero, y no hay nada que me detenga".
Martina sonrió, encantada con la pasión de su hermano. "Eso es lo que necesitas. Alguien que te haga sentir así. Además, es una princesa. ¡Tienes que sentirte como en la cima del mundo!"
Franco se rió, sintiendo que las palabras de su hermana lo llenaban de confianza. "Definitivamente. Y aunque la prensa siempre estará al acecho, no dejaré que eso nos afecte. La amo demasiado para preocuparme por lo que digan".
"Me alegra escuchar eso", dijo Martina, mientras le daba una palmadita en la espalda. "Solo asegúrate de cuidarla y hacerla feliz. Ella merece lo mejor".
Mientras Franco se preparaba para la siguiente carrera, no podía dejar de pensar en cómo hacer que Lizzy se sintiera especial. Quería sorprenderla y demostrarle que estaba dispuesto a luchar por su amor.
Día tras día, Franco y Lizzy continuaban comunicándose a través de mensajes llenos de amor y promesas. Sus corazones latían al unísono, y ambos sabían que estaban destinados a estar juntos, sin importar los desafíos que enfrentaran.
"Hoy tengo una sorpresa para ti", le envió Franco un mensaje a Lizzy. "Te espero en el lugar donde tuvimos nuestra primera cita".
Lizzy sintió que su corazón se aceleraba. ¿Qué estaría planeando? Mientras se preparaba, se llenó de entusiasmo y expectativa. "No puedo esperar a verte", respondió.
Cuando llegó al lugar, Franco estaba allí, esperando con una gran sonrisa en su rostro. "¡Hola, princesita! Espero que estés lista para una noche inolvidable".
"Siempre estoy lista contigo", respondió Lizzy, sintiendo mariposas en el estómago.
Franco la tomó de la mano, y juntos caminaron hacia un lugar especial que había decorado solo para ella. Las luces suaves y la música romántica llenaban el ambiente, creando un entorno mágico.
"Quería hacer algo especial para ti, porque te lo mereces", dijo Franco, mirándola con adoración.
Lizzy sonrió, sintiéndose apreciada y amada. "Esto es increíble, Fran. Gracias por ser tan considerado".
Mientras disfrutaban de la velada, Franco le confesó: "Siento que tengo que gritarle al mundo que te amo. No me importa si eres una princesa o lo que digan los demás. Eres mi todo".
Lizzy se sonrojó, sintiendo que sus palabras tocaban su corazón. "Yo también te amo, Franco. No dejes que nada nos separe. Estoy lista para enfrentar el mundo contigo".
Y así, mientras compartían risas y sus corazones se unían más, ambos sabían que estaban en el camino correcto. El amor que tenían era un cuento de hadas, y estaban listos para vivir su propia historia, juntos y sin límites.
Franco, desde el primer instante en que sus miradas se cruzaron, supo que Lizzy era algo más que una simple fascinación; ella era su perdición, su anhelo y su razón de ser. Cada rayo de luz que iluminaba su rostro lo hipnotizaba, y cada risa que salía de sus labios se convirtió en una melodía que resonaba en su corazón. Con el paso de los días, esa atracción se transformó en una obsesión hermosa, un amor profundo que no conocía límites.
Se dio cuenta de que su mundo giraba en torno a ella, y todo lo que una vez le importaba comenzó a desvanecerse en comparación con la magnitud de sus sentimientos. Era como si Lizzy hubiera encendido una chispa en su alma, una que solo ella podía avivar. Franco se comprometió a protegerla de cualquier adversidad, a ser su refugio en momentos de tormenta. La idea de que alguien pudiera hacerle daño lo llenaba de pánico; sabía que haría lo que fuera necesario para mantenerla a salvo, incluso si eso significaba enfrentarse a sus propios demonios.
Lizzy, con su sonrisa dulce y su carácter amable, era consciente de la devoción que Franco sentía por ella. No podía ignorar los gestos que él hacía, desde cuidar de su perro bóxer con una paciencia que jamás había mostrado hacia ningún animal, hasta dejar que sus gatos invadieran su oficina. Él, que solía decir que no era un amante de los animales, encontró en ellos una conexión que jamás había experimentado. Cada vez que escuchaba a Lizzy hablar sobre sus plantas o compartir anécdotas sobre sus mascotas, Franco sentía que se sumergía en un mundo donde el amor y la ternura reinaban.
Era evidente que ella había transformado su vida de maneras que nunca hubiera imaginado. La defendió del chico que había osado coquetearle, su instinto protector brotó de inmediato. En ese momento, Franco sintió que debía marcar su territorio, no solo por celos, sino porque sabía que Lizzy merecía ser tratada con el respeto y la consideración que solo él podía ofrecerle.
"Ella es especial," pensó, mientras su corazón latía al ritmo de su amor incondicional. "No dejaré que nadie la lastime."
Franco también se dio cuenta de que, a su manera, Lizzy lo había hecho mejor. Él, que alguna vez había sido un chico de carreras impulsivo y algo rebelde, ahora tenía la motivación para convertirse en un hombre de verdad, alguien que podía hacer de su vida algo más que solo velocidad y triunfo. La dulzura y el encanto de Lizzy lo inspiraron a esforzarse más, no solo en la pista, sino también en su vida personal. Quería ser el hombre que ella merecía, el hombre que pudiera estar a su lado en cada paso del camino.
Cuando Lizzy lo miraba con esos ojos celestes, Franco sentía que el mundo se desvanecía. Era como si solo existieran ellos dos en ese instante, y todo lo demás fuera un mero ruido de fondo. A veces, cuando estaban juntos, le resultaba difícil respirar. La intensidad de su amor lo dejaba sin palabras, y en esos momentos, solo podía dedicarle una sonrisa que hablara por él.
Así, en cada pequeño gesto y en cada mirada compartida, Franco y Lizzy comenzaron a construir un mundo propio, un refugio donde su amor florecía. Franco sabía que, sin importar lo que el futuro les deparara, estaba dispuesto a enfrentar cualquier desafío, siempre que tuviera a Lizzy a su lado. La promesa de un amor puro y sincero resonaba en su corazón, y él estaba decidido a ser el hombre que la llevara a vivir su propio cuento de hadas.
—Me haces sentir mariposas, ya sabes, de las reales, esas que se sienten en las letras, el cuerpo y en los sueños. El estómago es para novatos —le dije, con una sonrisa que solo ella podía inspirar. Era increíble cómo cada palabra que salía de mi boca se sentía como un susurro de mi corazón.
Lizzy me miró con esos ojos que parecían capturar la luz de las estrellas, y sentí que el tiempo se detenía. —¿Mariposas? —preguntó, riendo suavemente—. ¡Eso suena tan poético, Franco! Pero también suena un poco aterrador.
—¿Aterrador? —repliqué, disfrutando de nuestra conversación. —¿Por qué? Porque te hacen sentir cosas que no sabes cómo explicar, como cuando las palabras se quedan atrapadas en la garganta y tu corazón late con fuerza.
—No, es hermoso. No es aterrador —me corrigió, su risa iluminando la noche. —Es como si me dijeras que hay algo mágico entre nosotros. Y eso me gusta.
—Eso es exactamente lo que quiero decir. Nunca antes había sentido esto por nadie. Comencé a quererle sin darme cuenta, a sonreír cuando sonreías, a sentir dolor cuando te veía sufrir. Eres como una obra que todos pueden ver, pero pocos pueden entender. Te veo y siento que el mundo se desvanece. Eres un lienzo que cuido con cada mirada.
Lizzy se sonrojó, y su risa se desvaneció en una hermosa sonrisa. —Eres increíble, Franco. ¿Sabes? Me haces sentir especial. Como si fuera una princesa de verdad, no solo por el título, sino por cómo me miras y me hablas.
—Eres una princesa, Lizzy —le aseguré, acercándome un poco más. —No solo por tu sangre noble, sino por tu corazón. Eres la maravilla de mi mundo. La única que puede transformar mi caos en orden.
—A veces, siento que eres el único que realmente me ve —me confesó, su voz suave como un susurro en el viento—. Y eso significa todo para mí. Me haces sentir amada por quien soy, no por el título que llevo.
Me acerqué aún más, dejando que el aire entre nosotros se volviera denso con la electricidad de nuestro amor. —Se enamoraron un ángel y un demonio. Yo, un demonio que ha renunciado a su odio, y tú, un ángel que ha deshecho mis miedos con un solo abrazo. Entre todas las personas, elegí a alguien que ama mi locura y disfruta bailar en mi caos.
Ella se echó a reír, el sonido era como música para mis oídos. —Nunca pensé que un piloto de carreras fuera tan profundo, Franco. Me sorprendes cada día más.
—Te prometo que hay más sorpresas por venir —le dije, sintiendo que la conexión entre nosotros crecía más fuerte—. Dormí contigo, salí contigo, comí contigo. He visto cada faceta de ti y, después de todo lo que hemos vivido, estoy seguro de que nada ni nadie podrá reemplazarte. Siempre serás tú.
Lizzy me miró con esos ojos brillantes, y su expresión se suavizó. —Tú también eres especial para mí. Eres mi apoyo, mi alegría, y no puedo imaginar mi vida sin ti. A veces pienso que somos como la Luna y Júpiter, ¿sabes? Siempre orbitando el uno alrededor del otro, y aunque estamos lejos, nunca nos alejamos del todo.
—¡Exactamente! —exclamé, sintiendo el impulso de abrazarla. —Eres como la Luna, iluminando mi noche más oscura. Y yo, como Júpiter, siempre estaré ahí, orbitando a tu alrededor, buscando la forma perfecta de estar a tu lado.
Ella se sonrojó, su sonrisa se amplió, y sentí que había tocado algo profundo en su interior. —Franco, me encanta que me digas estas cosas. Me haces sentir viva, como si cada día fuera una nueva aventura.
—Y lo es, cada día contigo es un nuevo capítulo de nuestra historia. —Sonreí, sintiendo que el amor que compartíamos llenaba el espacio entre nosotros. —Quiero que el mundo sepa que eres mía, que eres mi razón, mi inspiración.
—Entonces grítalo —me retó, sus ojos llenos de desafío—. Grita al mundo que me amas. No me importa lo que piensen los demás.
—Lo haría si pudiera —le respondí, sintiendo que mi corazón latía más fuerte con cada palabra—. Pero, ¿y si los periodistas y los fans nos siguen? A veces me siento como si estuviera atrapado en una burbuja, donde el mundo exterior no me deja ser solo Franco, el chico que ama a Lizzy.
—¿Y qué? —se encogió de hombros—. Al final, somos nosotros. No importa lo que digan. Lo único que realmente importa es lo que sentimos. Y yo siento que te amo, Franco. Eres mi cielo.
—Y tú eres mi tierra —le dije, sosteniendo su mano y acariciando su palma. —No importa cuánto viaje por el mundo o cuántas carreras corra, siempre volveré a ti. Siempre.
El silencio se llenó de promesas no dichas, de sueños compartidos. Sentí que en ese momento, el amor que compartíamos se sellaba en el aire, una declaración silenciosa de devoción y conexión.
—Quiero que siempre sepas que estaré a tu lado, incluso cuando no esté físicamente. Mi corazón siempre estará contigo —le prometí, mirándola a los ojos con sinceridad.
—Y yo estaré contigo, siempre. —Lizzy apretó mi mano con fuerza, como si esas palabras fueran un juramento sagrado. —Nunca dejaré que nada nos separe. Eres mi todo, Franco.
Ambos nos acercamos un poco más, nuestras frentes se tocaron mientras el mundo a nuestro alrededor se desvanecía. En ese instante, el amor, la pasión y la devoción nos unieron, formando un vínculo indestructible. Y así, bajo el manto de estrellas que nos observaba, sellamos nuestra promesa de amor eterno.
Franco se sentó en una mesa del café, con una taza de café humeante frente a él. Había decidido que no solo quería sorprender a Lizzy, sino también conocer más sobre ella a través de sus amigas. Emma, Filippa e Isabella eran parte importante de su vida, y para él, era esencial que ellas lo aceptaran y vieran que su amor por Lizzy era genuino.
Cuando las tres amigas llegaron, la energía en el ambiente cambió. Ellas tenían un brillo especial en los ojos, y Franco sintió que estaba en el lugar correcto.
—Hola, chicas —saludó, sonriendo con confianza—. Gracias por venir.
—¿Nos necesitabas para algo en particular? —preguntó Filippa, con una ceja levantada, como si intuyera que había algo más que una simple charla.
—Sí, de hecho —respondió Franco, enderezándose en su silla—. Quiero hablarles sobre Lizzy. La amo profundamente, y me gustaría conocerla mejor a través de ustedes. Además, tengo una idea especial para sorprenderla y necesito su ayuda.
Las tres amigas se miraron entre sí, intrigadas. Emma fue la primera en romper el silencio.
—Eso es hermoso, Franco. Nunca hemos visto a Lizzy tan feliz como desde que están juntos —dijo con una sonrisa—. Cuéntanos más. ¿Qué tienes en mente?
—Quiero comprarle una estrella y hacer que sea un regalo que siempre la haga sentir especial —dijo, sintiendo que la emoción empezaba a burbujear en su pecho—. Pero también quiero que sea un momento significativo, algo que ella siempre recordará.
Isabella sonrió ampliamente, visiblemente emocionada. —¡Eso es tan romántico! Lizzy va a amarlo. Pero, ¿cómo piensas hacer esto? —preguntó, curiosa.
Franco se tomó un momento para organizar sus pensamientos. —Me gustaría hacer una pequeña ceremonia bajo las estrellas, donde le explique el significado de la estrella y por qué quiero que la tenga. Pero antes, me gustaría conocer más sobre sus gustos, sus pasiones y qué la hace feliz.
Filippa se inclinó hacia adelante, interesada. —Lizzy adora la literatura. Si puedes incorporar algún libro en tu regalo, sería increíble. También le encanta la música clásica, y siempre menciona que la hace sentir tranquila.
—Perfecto —respondió Franco, asintiendo—. Entonces, ¿tienen algún libro favorito que le guste?
Emma pensó por un momento antes de responder. —Ella ama "Orgullo y prejuicio" de Jane Austen. Es una de sus lecturas preferidas. Siempre dice que la historia de amor entre Elizabeth y Darcy la inspira.
—Eso es perfecto. Puedo conseguir una edición especial y añadir una dedicatoria personal para ella —dijo Franco, sintiéndose cada vez más emocionado con la idea.
Isabella lo miró con aprobación. —Y asegúrate de incluir algo sobre su corazón puro y cómo brilla en tu vida. Ella necesita saber que realmente la valoras.
Mientras charlaban, Franco sintió que se estaba creando un vínculo con las amigas de Lizzy. Compartieron risas y anécdotas sobre la vida de Lizzy, y él se sintió cada vez más decidido a hacer que la sorpresa fuera inolvidable.
—Me gustaría también que ustedes fueran parte de este momento —dijo finalmente, mirando a las tres—. Si quieren, podríamos hacerlo juntos, celebrando su amor por la lectura y las estrellas.
Filippa sonrió. —Nos encantaría ser parte de esto. Sabemos lo importante que es Lizzy para nosotras y para ti, así que haremos todo lo posible para que sea un momento especial.
Franco sintió un alivio en su pecho. Tener el apoyo de sus amigas era fundamental. Juntos comenzaron a trazar un plan para la sorpresa, llenando la mesa con ideas y risas. Hablaron sobre decoraciones, música y cómo querían que todo fuera perfecto para Lizzy.
El día de la sorpresa llegó rápidamente. Franco había conseguido la edición especial de "Orgullo y prejuicio", y con la ayuda de Emma, Filippa e Isabella, habían preparado una hermosa decoración bajo las estrellas, con luces suaves que colgaban de los árboles y pétalos de flores esparcidos por el suelo.
Cuando Lizzy llegó, se detuvo en seco al ver el escenario. Sus ojos se iluminaron de emoción y asombro. Franco sintió su corazón latir con fuerza al verla.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, sonriendo mientras avanzaba hacia él.
—Lizzy —comenzó, sintiendo el nerviosismo mezclado con emoción—, quiero que sepas cuánto significas para mí. Cada día contigo es una bendición, y esta noche quiero celebrarte.
Ella lo miró, confundida y feliz a la vez. —¿Celebrarme? ¿Por qué?
Franco dio un paso hacia adelante y tomó su mano. —He comprado una estrella para ti. Y quiero que sepas que siempre brillarás en mi vida. Tu luz es única y especial, y quiero que tengas un símbolo de ello.
La mirada de Lizzy se llenó de lágrimas, y Franco supo que había hecho lo correcto. Ella miró a su alrededor, notando la decoración y la atmósfera mágica.
—No puedo creerlo. Es... hermoso —dijo, su voz temblorosa.
—Además —agregó, sacando el libro de su mochila—, aquí tienes una edición especial de "Orgullo y prejuicio". Tiene una dedicatoria que escribí especialmente para ti.
Cuando Lizzy abrió el libro y leyó en voz alta la dedicatoria, las palabras resonaron en el aire. —"Para la princesita más hermosa, tanto en cuerpo como en alma, la más valiosa, especial y única. No se encuentra en ningún cuento, porque tú eres la mejor de todas las historias. Te ama, espera y admira Franco Colapinto, tu príncipe azul."
Las lágrimas brotaron de sus ojos, y Franco sintió un nudo en la garganta al ver su felicidad.
—Es perfecto, Franco —dijo, abrazándolo con fuerza—. Nunca he recibido un regalo tan significativo. Gracias, gracias por hacerme sentir tan especial.
—Y porque lo eres, Lizzy. Siempre lo serás —respondió, mirándola a los ojos, sintiendo que todo lo que había hecho había valido la pena.
La velada continuó entre risas, anécdotas y bailes bajo las estrellas. Franco miraba a Lizzy, admirando cómo brillaba en ese ambiente. En ese instante, supo que había encontrado no solo a su amor, sino también a su compañera de vida.
Mientras la música sonaba suavemente, Franco se acercó a ella, abrazándola y susurrando: —Siempre estaré aquí, Lizzy. Siempre seré tu estrella.
Y así, bajo la luz de la luna y las estrellas, Franco se prometió a sí mismo que cuidaría de Lizzy, que la amaría con cada fibra de su ser, y que juntos escribirían su propia historia, una historia que no necesitaba ser de cuentos de hadas, sino de amor verdadero.
Franco estaba cada vez más emocionado por sorprender a Lizzy. Había pasado las últimas semanas organizando una velada mágica para ella, y aunque había aprendido mucho sobre sus gustos a través de sus amigas, estaba decidido a hacer de esa noche algo inolvidable. Quería que Lizzy sintiera lo especial que era para él y cómo cada uno de sus intereses la hacía aún más maravillosa.
Cuando finalmente llegó la noche, Franco había preparado un hermoso lugar bajo las estrellas, con luces parpadeantes que colgaban de los árboles, creando una atmósfera romántica. El suave murmullo de la naturaleza rodeaba el ambiente, y el olor a flores frescas llenaba el aire. Sin embargo, el elemento más importante era lo que había planeado: un libro que no solo reflejara el amor que sentía por ella, sino también sus intereses.
Mientras esperaba a Lizzy, recordó las charlas que había tenido con Emma, Filippa e Isabella. Había aprendido que a Lizzy le apasionaban los libros de terror, los cómics y algunos romances de fantasía. También amaba la música de todo tipo, los animales, la naturaleza y disfrutaba de las cosas simples de la vida. Era un mundo lleno de colores y emociones, y Franco quería que cada uno de esos aspectos estuviera presente en su sorpresa.
Cuando Lizzy finalmente llegó, el brillo en sus ojos y la forma en que sonreía hicieron que el corazón de Franco latiera con fuerza. Se detuvo en seco, admirando lo hermosa que se veía con la luz de la luna iluminando su rostro. Era como si el universo entero hubiera conspirado para que este momento fuera perfecto.
—¡Franco! —exclamó, sus ojos recorriendo el lugar lleno de luces y flores—. ¿Qué es todo esto?
—Es para ti, Lizzy —dijo, con una sonrisa sincera—. Quiero que sepas cuánto significas para mí. Esta noche quiero celebrarte de una manera especial.
Ella miró a su alrededor, maravillada por la decoración. —Es increíble... ¿Pero por qué?
—Porque eres única. Quiero mostrarte lo especial que eres en mi vida —respondió, dando un paso hacia adelante y tomando su mano. Mientras lo hacía, su corazón se llenó de emoción.
Franco se arrodilló y le mostró un pequeño paquete envuelto con cuidado. —Esto es para ti. Quiero que lo abras y descubras lo que he preparado.
Lizzy, con una mezcla de curiosidad y emoción, abrió el paquete y encontró un libro que había estado buscando desde hacía tiempo: una edición especial de uno de sus libros de terror favoritos. Sus ojos se iluminaron mientras lo sostenía.
—¡No puedo creerlo! ¡Este es el libro que tanto quería! —dijo, girando el libro para verlo desde todos los ángulos—. ¿Cómo lo conseguiste?
—Tuve ayuda de Emma, Filippa e Isabella —admitió Franco, sonriendo—. Quería que fuera algo que realmente te emocionara.
—Esto es tan considerado de tu parte —respondió Lizzy, mirándolo con ternura—. Me encanta que hayas pensado en mí. ¡Eres increíble!
Pero eso no fue todo. Franco había hecho que el libro viniera con una dedicatoria muy especial. —También hay una nota que escribí para ti —dijo, acercándose un poco más.
Lizzy abrió el libro y leyó la dedicatoria en voz alta:
—"Para la chica que ilumina mi vida con su risa y su amor por la naturaleza. Eres como una estrella brillante que ilumina el cielo más oscuro. Me encanta la forma en que disfrutas de las cosas simples de la vida, cómo amas los animales, y cómo tus ojos brillan cuando hablas de tus libros favoritos. Siempre serás la heroína de nuestra propia historia de amor. Con cariño, tu príncipe azul, Franco."
Lizzy se quedó en silencio, sus ojos llenos de lágrimas de felicidad. —Es perfecto, Franco. Siempre soñé con un momento como este. Nunca he tenido a alguien que se preocupara tanto por mí.
—Y nunca te dejaré ir, Lizzy —dijo, sintiendo que cada palabra que salía de su boca era más sincera que la anterior—. Quiero que sepas que me gustaría ser parte de tu vida, de tus aventuras, y que tú seas parte de las mías.
Lizzy sonrió, sintiendo una conexión profunda entre ellos. —Eres más que un príncipe azul para mí, Franco. Eres mi mejor amigo y el amor de mi vida. Me encanta que seas tan apasionado y considerado.
Franco la miró a los ojos, y en ese instante supo que no podía esperar más. —Lizzy, tengo otra sorpresa para ti. Quiero regalarte algo más.
Ella levantó una ceja, intrigada. —¿Qué puede ser?
Franco se tomó un momento y, con una sonrisa traviesa, le dijo: —Quiero comprar una estrella en tu nombre. Creo que brillas como una y quiero que siempre tengas un recordatorio de lo especial que eres. Así, incluso cuando estemos separados, siempre tendrás algo que nos una.
Lizzy se llevó las manos a la boca, sorprendida. —¿Una estrella? ¡Eso es increíble! Nunca pensé que alguien haría algo así por mí.
—No es solo una estrella; es un símbolo de nuestra conexión —respondió Franco—. Quiero que la veas cada vez que mires al cielo y recuerdes que siempre estaré contigo, incluso cuando estemos lejos.
—Eres el mejor —susurró ella, su corazón rebosante de amor—. Nunca he tenido a alguien que comprenda tanto mis deseos y pasiones.
Franco se acercó un poco más, tomando su mano entre las suyas. —Te quiero, Lizzy. No solo por tu belleza, sino por tu corazón puro y tu amor por la vida. Tu risa es la música que quiero escuchar todos los días.
—Y tú eres la estrella que siempre quise en mi vida —respondió Lizzy, con una sonrisa radiante—. Nunca pensé que el amor pudiera sentirse así, tan profundo y real.
Bailaron lentamente bajo las estrellas, dejando que la música suave llenara el aire. Franco la miraba, encantado por la forma en que se movía, cómo sus ojos brillaban con cada rayo de luna. En ese momento, todo lo que había en el mundo se desvaneció. Solo existían ellos dos.
—Me encanta la música —dijo Lizzy, mirándolo con ternura—. La forma en que cada nota puede contar una historia y hacerte sentir tantas emociones.
—Yo también —respondió Franco—. Es una de las cosas que más me gusta de ti, cómo puedes encontrar belleza en todo lo que te rodea.
—Y tú, Franco, me has enseñado a ver el mundo de una manera diferente —dijo ella, sintiendo que cada palabra resonaba en su corazón—. Me haces sentir segura y amada.
Al final de la noche, mientras se acomodaban bajo las estrellas, Franco decidió que quería compartir más momentos como este con Lizzy. —¿Te gustaría hacer esto una tradición? Salir a ver las estrellas juntos, hablar sobre nuestros sueños, nuestras pasiones... y siempre hacer tiempo para un buen libro?
Lizzy asintió, con una sonrisa amplia en su rostro. —Sí, me encantaría. Prometamos que siempre nos encontraremos bajo las estrellas, sin importar dónde estemos.
—Es un trato —dijo Franco, sintiendo que el futuro era brillante con Lizzy a su lado—. Porque siempre serás la estrella de mi vida.
Mientras se abrazaban, Franco supo que no solo había encontrado a su amor, sino a su compañera de aventuras, alguien con quien podía compartir su mundo y construir sueños juntos.
—Y siempre voy a cuidarte —susurró, seguro de que su amor por ella solo crecería con el tiempo.
Lizzy sonrió, sintiendo que en sus brazos había encontrado su hogar. En ese momento, mientras las estrellas brillaban por encima, supieron que estaban destinados a estar juntos, y que su historia apenas comenzaba.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top