Capítulo 13

Narra Abril

Kev se sentó a mi lado en el sofá. Ni si quiera miró a Kian que estaba sentado al lado mía.

Sacó de la bandeja mi nestea y un vaso. Lo puso delante mía. Después, colocó una Pepsi delante suya.

Matheew lo miró desafiante y se sentó enfrente mía. A los segundos pude ver la cara de Roxy aparecer por la cafetería. Esta corrió hasta donde estábamos.

Estábamos todos y parió la abuela. Maldita sea.

—¿Por qué tan serios? –Preguntó esta sentándose en el sofá al lado de Matheew.– ¡Hola Kev! No sabía que ibas a estar aquí.

Posó su mirada en mi. Y me fulminó con la mirada.

—Esta chica que ves tan guapa está en mi clase. –Informó Kev sonriendo.– Nos echaron de clase, y pensé que en la cafetería estaríamos mejor.

Roxy asintió.

La mirada de Matheew todavía estaba en Kev. Lo miraba con rabia, con odio. Pero al parecer a mi compañero de clase le importaba una mierda.

—Kian –Lo llamó Roxy.– ¿Te importaría ir a pedir?

—¿Yo? ¿Por qué no te levantas tú, coges tu dinero y vas? A mi me gustaría una cerveza, gracias.

Roxy soltó un gran soplido y se levantó. Murmuró algo en el oído de Matheew y se marchó.

—¿Por qué sigues aquí, Kevin? –Habló por primera vez Matheew.– Creo recordar que te dije que no quería volver a verte en lo que me queda de vida.

—Creo recordar que quien se sentó en esta mesa fuiste tú. Yo estaba antes aquí. –Habló con vacileo.–

Matheew se agarró a la mesa con furia. Se estaba controlando. Kian se tensó a mi lado y estuvo apunto de levantarse, pero al ver que se estaba conteniendo se quedó en su sitio.

Me veía rodeada por dos lobos apunto de empezar una lucha.

—Deja de tocarme los cojones, Kev. –Murmuró Matheew entre dientes.– Sabes que por mi te parto la cara donde sea y cuando sea. Para eso siempre tengo tiempo.

—¿Estas seguro de eso?

—¡Eeeey! ¡Se acabó! –Gritó sorprendiéndonos Kian.– Nos vamos, Matheew.

Se levantó y se puso detrás de mi compañero de piso.

—Abril te vienes conmigo, vamos. –Ordenó.–

—Ella no va a ninguna parte. –Replicó Kev.–

—¡No soy ningún juguete! Maldita sea. –Grité.– ¡Me voy, pero con ninguno de los dos!

Me levanté enfadada y salí de la cafetería. Podía escuchar los pasos de dos personas detrás mía. Salí por la puerta de entrada a la universidad y decidí ir hasta el apartamento.

—¡Abril espera! –Gritó Kian corriendo hasta mi.– Perdona a Matheew. Con Kev delante se pone muy nervioso. Como habrás visto se llevan muy mal. –Explicó.–

—Eso a mi no me importa. No tienen porque tratarme como si fuera un trozo de carne en medio de un desierto. ¿Entiendes?

—Ven conmigo por favor. Matheew nos está esperando en el coche. –Rogó.– Te explicaremos todo lo que quieras saber, pero ven conmigo.

Accedí. Este sonrió y me cogió de la mano. Tiró de mi hasta llegar a la entrada del párking.

En el coche, Kian ofreció a dejarme en el asiento de copiloto. Se lo agradecí y se sentó en los asientos traseros.

Matheew estuvo muy callado durante todo el camino.

Nos estábamos alejando mucho de la ciudad, pero no quería abrir la boca porque sabía que si hablaba Matheew podría explotar.

Sus puños estaban blancos de la presión que estaba ejerciendo en el volante.

Sus músculos, tensos por la presión le daba una imagen de un chico duro y gruñón.

A lo lejos pude ver la mansión donde Matheew guardaba los coches y donde aveces iba a dormir.

Kian guardó al fin su móvil y prestó la atención en Matheew.

—Deberías dejar de hacer presión, amigo. –Aconsejó.– No me agradaría tener que acompañarte al hospital para amputarte los brazos. –Bromeó.–

El coche frenó y vi como las puertas de la mansión se reflejaban en la ventanilla.

Matheew salió del coche sin decir una palabra. Kian se encogió de los hombros mirándome y me ayudó a bajar como un caballero.

Las puertas de la mansión se encontraban abiertas de par en par. Estaba más que segura de que había sido Matheew quien había abierto las puertas.

Kian y yo entramos. Me cogió de la mano y tiró de mi. Comenzamos a andar hasta un pasillo que ni si quiera sabía que estaba ahí.

Al terminar el pasillo un gran comedor con todos los platos puestos y ya servidos, inundó mi visión.

Olía genial. Eso había que decirlo.

Kian retiró una silla para que yo me sentara. Gustosa lo hice.

Él se sentó a mi lado y comenzó a comer como un perro que lleva sin comer semanas.

—¿No habría que esperar a que venga Matheew? –Le pregunté observando los platos que ya estaban servidos.–

—No te preocupes por él. Ahora viene con los demás. –Se encogió de hombros y siguió comiendo tan tranquilo.–

—¿Los demás? –Pregunté confusa.– ¿Quienes van a venir?

Observé con más detenimiento la mesa. Había cinco platos sin contar el de Kian y el mío. Y estaban servidos. Una sopa llena de verduras decoraban los platos.

—¿Por qué me habéis traído? ¿Por qué sabíais que iba a venir? –Pregunté paranoica.– ¿Me puedes responder?

—Respondiendo a tu primera cuestión: te hemos traído porque así nos lo han ordenado. Y a la segunda pregunta es porque soy irresistible. –Sonrió este.– No te preocupes, no te vamos a violar ni nada de eso. Tenemos visitas y quieren conocerte.

—¿Quién me quiere conocer? –Confundida, empecé a mirar a todos lados.– No me hace ninguna gracia. ¿Para quienes son esos platos? No me digas que es para darle de comer al espíritu Santo, porque te meto un puñetazo y salgo corriendo.

Una carcajada resonó por toda la habitación. Mi mirada chocó con cuatro personas.

Dos mujeres bastante guapas, y dos hombres bastante tatuados.

Me levanté del susto y quería retroceder. Pero Kian no me dejó. Se puso detrás mía y agarró mis hombros con delicadeza.

—Mamá. Papá. Tío Alexandro. Tía Addeline. Os presento a la maravillosa Abril Russet.

No me quiero imaginar lo que puede pasar en esa maldita comida.

Jajajajajajaja

Dios me encanta.

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