🔥Misty Eye🔥

Érase una vez en una aldea llamada "Igni", proveniente del latín "fuego". Esta tenía aquel nombre ya que en tiempos pasados fueron atacados brutalmente, y sin piedad alguna, con flechas prendidas en fuego, creando así, que se encendiera todo a medida que quedaban incrustadas en los techos, árboles del lugar, y obviamente, personas.

De aquella masacre, solo sobrevivieron alrededor de seis familias. Entre ellas se destacaba la familia Katsuki y Altin. Estas eran bastante reconocidas por el hecho de que gracias a ellas la aldea pudo renacer nuevamente, dándole una nueva oportunidad a los demás aldeanos.

Estas familias se habían unido como una para recoger los restos de la masacre, y comenzar a moldear nuevos hogares. Intentaron con sudor y lágrimas, volver la tierra más fértil para poder sembrar lo que más tarde sería su comida.

Con el paso de unos 5 años, la aldea estaba en pie y los recuerdos de la masacre habían quedado practicamente atrás.

Un día, específicamente veintinueve de noviembre, la familia Katsuki dio a conocer a su segundo hijo. Este llevaría el nombre de "Yuuri Katsuki". Debido a la gran cercanía con la familia Altin, estos acogieron al recién nacido como un hijo para ellos.

Lo que nadie sabía, era que un año más tarde, la familia Altin daría a luz a su primer y único hijo: Otabek.

Por cosas obvias y casi inevitable, estos niños crecieron juntos, pero con disgusto.

Yuuri era un niño relativamente activo, algo tímido al principio, pero una vez que obtenía la confianza no detenía su hablar; en cambio Otabek, era callado y serio, sin importar qué, ni la situación en la que se encontrase. Aquello molestaba bastante a Yuuri, ya que por sus padres siempre intentó llevar una buena relación con aquél niño.

A medida que los años iban pasando, esa "amistad" nunca se formó. Pero a pesar de eso, ellos siempre estuvieron juntos obligatoriamente. Esto había creado una vida rutinaria para ambos niños.

Siempre a las cinco de la tarde, Otabek llegaba a la casa de los Katsuki, y se mantenía sentado en un sofá mirando la nada mientras Yuuri se quedaba leyendo alguno que otro libro a su lado. Todo siempre muy silencioso.

Cuando ambos tenían diez años de vida, Yuuri ya se había rendido totalmente con aquel reservado niño.

Nunca habían tenido una conversación más allá del "hola", pero al parecer a ellos ya no les afectaba como los primeros años. Así comenzó a formarse un extraño vínculo entre ellos.

Yuuri ahora lo recibía con una sonrisa en su rostro, como deseando su llegada. Por otra parte, Otabek comenzaba a sentirse más a gusto perdiendo el tiempo junto a ese energético niño.

La verdad de Otabek es que nunca se sintió cómodo siendo forzado a crear una amistad. Siempre esperó que aquel vínculo se formara naturalmente, como ahora.

Lamentablemente duró muy poco.

A los catorce años, Otabek se marchó.

Aparentemente, sus padres querían que tuviera una educación de calidad antes de entrar a una pequeña escuela en la que lo prepararían al igual que un militar.

El problema no era que se fuera para volverse alguien mejor. El problema estaba en que se marchó sin decir palabra alguna, ni un mínimo adiós.

Yuuri pasó su adolescencia preguntándose diariamente de que habían servido esos catorce años a su lado, si al final se iría de aquella forma. Además, su vida se había vuelto bastante solitaria. Los niños que habían en esa aldea no pasaban de los ocho años, lo que lo convertía en el único adolescente de su entorno.

A la edad de dieciocho años, Yuuri, había enterrado bastantes recuerdos de su infancia junto a Otabek. Esto fue un simple intento de dejar de sentirse culpable por jamás haberle hablado, y también intentar dejar el rencor que sentía por aquella despedida que nunca recibió.

[🔥]

Como todos los chicos de su edad, tenía que hacer el pequeño servicio militar. Realizarlo era obligatorio y no había quien tuviera alguna excusa para no hacerlo. De ser así eras llamado una basura. Algo inservible para tu aldea, y con ello debías abandonar el lugar.

Sin muchas quejas, Yuuri dejó su hogar para emprender aquella nueva experiencia en el servicio.

Para llegar a la famosa escuela, debía tomar un tren que se demoraría dos días en llegar.

El viaje fue aburrido, aunque en momentos un niño rubio, de unos cuatro años, bastante gruñón, le sacaba un par de sonrisas.

Cuando el tren se detuvo en el cual era su destino, se volteó a mirar a aquel pequeño, sabiendo que no lo volvería a ver, como muchas de las cosas que había dejado en su hogar.

Así, en un par de horas se estaba registrando en la escuela, sin saber qué encontraría una vez que entrara.

Un chico de aspecto joven y un sembleante alegre, lo guió hasta lo que ahora sería su habitación.

Paredes blancas, una ventana con protección, un pequeño escritorio que tenía acomodada una cantidad algo grande de libros con un gran grosor, y finalmente un camarote. La cama de abajo estaba ocupada por un chico que dormía con su cara mirando hacia la pared, dificultando que pudiera ver su rostro.

El chico que le guiaba, antes de retirarse le susurró discretamente: "No me metería con él si fuera tú". Antes de que pudiera preguntar el porqué, ya había desaparecido.

Yuuri dejó el bolso que llevaba con el sobre la cama de arriba, y con algo de miedo comenzó a husmear por la habitación.

Realmente quería ver el rostro del chico, que por cierto, dormía placidamente.

Por ser el comienzo del servicio, el día se tomaba para presentarse, hacer grupos, que nos enseñaran las reglas y el horario del lugar.

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Llegó un uniformado y le entregó sus respectivos trajes que usarían desde ese momento en adelante. Este antes de irse miró seriamente al chico que seguía dormido. Yuuri quiso preguntar, pero nuevamente lo habían dejado con la pregunta en la boca.

Yuuri dejó el traje que le pertenecía a su compañero de habitación en los pies de su cama, mientras se desvestía notoriamente nervioso.

«¿Tendré que hacer esto cada mañana?», se preguntaba molesto mientras entraba en aquel traje que era algo pesado.

Cuando estuvo listo, dejó caer su cuerpo sobre el suelo apoyando su espalda en alguna de las paredes de la habitación, esperando que alguien viniera por ellos.

«¿Debería despertarlo?», se preguntó, hasta que aquel cuerpo que dormía placidamente comenzó a moverse algo inquieto. Yuuri levantó un poco la vista, queriéndose ver indiferente a cualquier situación.

El misterioso chico se sentó sobre la cama y dió un espeso suspiro mientras arreglaba su cabello hacia atrás con su mano. Yuuri seguía mirando con total intriga.

El enigmático comenzó a desvestirse quedando a torso desnudo. Yuuri sentía su cara hervir así que comenzó a toser forzadamente para hacer presencia.

—¿Te molesta que me vista aquí? —dijo de pronto. Yuuri se sorprendió al escuchar aquella voz tan áspera y masculina. Tardó unos segundos en hacerle saber que no le molestaba.

Hubo un largo silencio en el cual ese chico se puso el uniforme correspondiente. Una vez que también estuvo listo, se sentó en el borde de la cama. Yuuri pudo apreciar a lo lejos un par de rasguños, moretones pequeños y algo de sangre seca en el rostro del chico, logrando darle un aspecto algo deforme y rudo.

—No sé que te habrán dicho de mí, pero si viviremos juntos, preferiría que dejaras los prejuicios de lado.

El chico ordenó sus cama que estaba algo desordenada después de la gran siesta. Después tomó un bolso y de allí sacó una botella de alcohol quirúrgico junto a una toalla. Yuuri miraba a cualquier dirección intentando evitar el contacto visual con él hasta que escuchó un quejido seguido de un susurro del cual se entendió "mierda".

—No se hace así —dijo Yuuri caminando hasta aquel chico, quitándole la toalla que estaba empapada en alcohol de sus manos—. Cierra los ojos un momento, por favor —desconfiado, cerró los ojos mientras Yuuri limpiaba la sangre que estaba casi impregnada en la cara del otro.

Una vez que su rostro estaba totalmente limpio, Yuuri pudo apreciar como esos rasgados ojos se abrían de par en par, dejando ver aquellos ojos cafés oscuros y pequeños, con un brillo especial dentro de un fondo opaco.

Parecían demasiado familiares ante la mirada de Yuuri.

Se mantuvieron en una mirada seria y fija. Ninguno de los dos pestañaba.

Yu... —fueron abruptamente interrumpidos por una voz grave y autoritaria. Esto los llevó a separarse en cosa de segundos.

—Al patio, ahora. —habló un tipo que tenía el aspecto de ser general en algún alto rango.

Ambos salieron casi corriendo hasta el patio, encontrándose con un grupo de más o menos veinticinco personas, todos igual de uniformados que ellos; un poco desorientados se posicionaron en cualquier lugar.

El capitán general les hablaba a todos, dándoles la bienvenida. Para ser alguien que tenía el cargo más alto del lugar era muy simpático opacando a los generales que tenían una cara de severidad y circunspección aterradora.

Al terminar el discurso, todos comenzaron a recibir un parche con sus respectivos nombres. Ésta acción estaba hecha para tener una forma de pasar la lista y ver quienes se habían presentado y quienes no.

—Katsuki Yuuri.

—Presente. —Yuuri, recibió el parche al lado izquierdo de su pecho.

Aquel chico rudo, que era su compañero de habitación ahora, intentaba con fuerzas mantenerse serio entre tanta sorpresa.

Altin Otabek.

—Presente. —admitió, recibiendo su parche. De pronto sintió una mirada penetrante. Miró a su costado y vió a Yuuri observándolo con los ojos cristalizados.

En el momento que sus ojos se encontraron, Yuuri desvió la mirada con rabia.

Eran los últimos de la lista, por lo que la presentación terminó allí. Fueron mandados a cenar a el salón donde desde ahora sería su comedor diario.

[🔥]

Otabek llevaba una bandeja con un menú hipocalórico. Yuuri lo seguía pasando entre todos para alcanzarlo.

—¡No me ignores! —gritó Yuuri, el cual agarraba la tela de la espalda de Otabek, apretándola con fuerza.

—Hay gente, sé prudente —respondió Otabek tomando asiento. Yuuri lo miró, dejó la bandeja sobre la mesa y se fue, dejándolo solo y con el asombro de ver aquella reacción notablemente infantil.

Yuuri caminaba en dirección a su habitación sabiendo que tarde o temprano, Otabek volvería.

Enojo, rabia y mucho rencor.

Subió la pequeña escalera hacia su cama y se recostó. Su frente comenzó a dolerle por fruncir tanto el ceño. Intentó relajarse pero al lograrlo, un sueño enorme lo invadió, sus ojos se cerraron dispuestos a dormir, hasta que unos gritos hicieron que su estómago se apretara.

¡¿Ustedes otra vez?! ¡Están buscando problemas desde que llegaron! Esta es la última vez que les advierto esto. ¡Una tercera pelea y están fuera! —un silencio sepulcral se sintió en toda la instalación—. ¡Ahora, a su habitación! —aquello resonó en cada rincón de la escuela. Yuuri despertó completamente exaltado y aquello aumentó cuando la puerta de su habitación se abrió y se cerró de golpe en un fugaz segundo.

Yuuri se sentó en la cama y vió que Otabek tenía el labio practicamente reventado junto a un oscuro tono amoratado.

—¿Qué pasó? —preguntó Yuuri bajando con gran rapidez del camarote.

Otabek lo miró unos segundos y le arrojó un pan envasado para luego desviar la mirada y recostarse en la cama.

—Podría preguntarte porqué te fuiste sin decir nada. En cambio, solo quiero saber si estás bien, lo cual es relativamente importante cuando tienes algo mucho más preocupante que responder... —hizo una pausa para ahogar las lágrimas.

Al volver a hablar su voz sonó más aguda y quebrada mientras se sentaba junto a Otabek y acariciaba su espalda con cariño, un cariño muy hiriente para su inocente corazón.

—Si las cosas serán así —se acercó con cautela y recostó su rostro en el hombro de Otabek, el cual comenzó a mojarse gracias a las lágrimas de Yuuri—, no vuelvas a mirarme ni mucho menos dirigirme la palabra.

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Después de eso, se ignoraron por meses.

Por la parte de Yuuri, tenerlo cerca día a día y ver como se comportaba le daba ese sentimiento de tan cerca y a la vez tan lejos.

Mientras que Otabek en pocas palabras, sufría.

Cuando Otabek cumplió trece años y fue consciente de lo que era gustar o amar en un sentido romántico, no le quedó duda que Yuuri le proporcionaba aquellos dos fantásticos sentimientos y probablemente más.

Yuuri fue su infancia y la poca alegría que podía recibir en aquella dolida aldea.

Esa era su verdad. Esa era la respuesta que Yuuri esperaba, pero simplemente, ya era demasiado tarde.

Cuando se cumplieron 6 meses dentro del servicio, una alarma comenzó a sonar por toda la escuela.

La aldea Igni había sido atacada nuevamente después de casi dos décadas.

Hace un par de años se había descubierto cierto rencor por parte de una aldea hacia la pequeña Igni. Esta al parecer era dirigida por personajes rusos y se desconocía en su totalidad quien era el que ordenaba a crear esta masacre.

Yuuri más que Otabek estaba impactados, pero por otra parte, no podían salir corriendo en busca de sus familias por mucho que quisieran. Era momento de poner en práctica todo lo que habían aprendido hasta ahora.

Como el pequeño grupo que eran, todos fueron en rescate por la aldea.

Yuuri y Otabek aún no habían cruzado palabra alguna.

Cuando estaban a unos dos kilómetros por llegar, el olor a humo y fuego quemando madera se volvía extremadamente insoportable. Muchos de los que hacían el servicio cayeron débilmente cuando el humo les consumió las fosas nasales y dominó sus pulmones.

A la aldea llegaron a duras penas, doce chicos de treinta; entre ellos se destacaba Katsuki y Altin.

Yuuri pisó sus antiguas tierras y con tristeza miró los restos quemados de lo que antiguamente era su cuidad, su vida, su hogar.

Todos los del servicio corrían por el lugar recientemente consumiso por el protocolo y ver si tenían la suerte de encontrar a alguien con vida, pero era evidente para cualquiera,  que allí...

Ya no quedaba ni una sola alma.

Yuuri se dejó caer sobre sus rodillas. Sus ojos lentamente se volvían intensamente opacos y unas débiles lágrimas pintaron sus mejillas.

—Te prohibo dejarte ver tan vulnerable.

Esa voz era conocida para Yuuri, a pesar de no haberla escuchado hace meses. Pero algo que no reconoció fueron unos fuertes y tonificados brazos rodear su cintura.

—Permíteme comprender tu sufrimiento, Yuuri. Superemos esto junto.

El cielo que permanecía de un intenso azul elefante, ahora estaba lleno de nubes grises, dando paso a la inminente lluvia que de nada servía a estas alturas.

Las gotas de agua caían en sus cabelleras para luego resbalar hacia sus mejillas, difuminándose junto a las lágrimas que salían desde lo más profundo de sus seres.

No me dejes caer, te lo suplico.

Esto último le robó el aliento a Yuuri, pero le regaló la impresión suficiente para despertar de aquella angustiante pesadilla.

[Perspectiva de Yuuri]

—Cariño, despierta... —abrí mis ojos con sorpresa, encontrándome en el regazo de Otabek. Este último acariciaba una de mis mejillas con sus gruesos, pero suaves dedos. En uno de ellos un anillo dorado brillaba como una pequeña estrella.

Sentí los ojos inundados en lágrimas, como si de un grifo se tratase, pero una sonrisa se formó en mis labios al notar que las cosas estaban bien.

Mis padres estaban vivos, y Otabek estaba a mi lado con su rostro en perfecto estado.

Me tomó casi una hora contarle con detalle todo lo que había soñado, más la angustia que había sentido. Mientras lo hacía, Otabek lavaba los trastes, y yo, permanecía sentado sobre una mesa de mármol que teníamos en medio de la cocina.

—Y a todo esto... ¿cuánto dormí? —pregunté ladeando un poco mi cabeza en signo de pregunta.

—Quince minutos, tal vez. Quizás menos.

Casi me voy de cara al piso, pero tomé algo de aire para recuperarme del asombro.

Entonces Otabek se volteó aproximándose a mí. Sus brazos rodearon mi cintura con cariño mientras mis piernas se cruzaban en su espalda y mis brazos rodeaban su cuello, como un koala.

—¿Crees que pudieran ser nuestros ancestros? —inquirí despeinando el cabello de mi marido que se mantenía apoyado en mi hombro y acaricaba mi espalda.

—Probablemente. Aunque siendo sincero no creo que mi ancestro se atrevería a abandonarte —el semblante serio, honesto y directo siempre lograba hacerme sonrojar—. Mi ancestro hubiera usado hasta el último recurso para encontrarte, acompañarte y hacerte saber lo mucho que te amo.

Nuestros labios se buscaron suavemente.

Ahora sentía como si hubiera anhelado esos labios toda una vida.

Definitivamente ese sueño había marcado mi vida, no sólo por ser un gran sueño, sino que me había dado una fuerte lección de valorar lo que tenía, porque en cualquier momento podía perderlo.

🔥Fin🔥

🍃 🍃 🍃

Estoy sorprendida de lo que yo misma escribí.

Siendo sincera, no era lo que tenía pensado, ni un poco. Solo me dejé guiar por las palabras y las ideas que venían a mi mente.

Ahora, unos datos para las curiosas(?:

🔥La persona que peleaba con Otabek, era JJ. Este también fue unos de los que no alcanzó a llegar por culpa del humo.

🔥Victor no era quien mandó a hacer la masacre, sino que Georgi (no quise agregar a Victor porque no le vi un papel en la historia).

🔥Yurio es quien hace sonreír a Yuuri por última vez.

🔥No le quise dar un año a la historia, sólo sé que en mi mente todo es muy medieval.

💚Realmente espero lo disfruten tanto como yo al escribirlo💚

🍂Gracias por leer, y gracias por esperar!

[Fecha de publicación: 21/02/2017
Fecha de edición: 21/10/2017]

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