O5
— 𝓼𝓽𝓾𝓬𝓴 𝓲𝓷 𝓽𝓱𝓮 𝓶𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮 𝔀𝓲𝓽𝓱 𝔂𝓸𝓾 —
Con los niños distraídos y bien atendidos, Crowley y Aziraphale podían retirarse un rato y aprovechar para probar cosas nuevas. A los dos siempre les había atraído lo humano, y aunque no necesitaran hacer ciertas cosas esenciales para los humanos, les complacía hacerlas, como cuando dormían —cosa que a Crowley le gustaba porque Aziraphale se convertía en un ovillo al dormir y él podía disfrutar de las vistas.
Ese día tomaron un baño. Al principio les resultó algo incómodo. Los dos metidos en la bañera, mostrándose el uno al otro aquellos cuerpos humanos que se habían convertido, en esencia, en ellos. Los dos bien recogidos, cada uno a un extremo de la bañera. Un pato de plástico amarillo flotaba en el medio, y era gracias a él que tenían un lugar fijo al que mirar sin que sus miradas de cruzas en para ver sus sonrojadas mejillas.
Les costaba. Para ellos, mostrar sus sentimientos de esa forma, aunque al final sonreían satisfechos, era un trabajo duro. Por eso aprovechaban a cuando estaban solos para esa clase de gestos —claro que depositaban demasiadas esperanzas en el bueno de Hesper, tratando de mantener la casi diabólica mirada y curiosidad de Adriel lejos de la cerradura del baño; por supuesto no lo conseguía y así ella estaba espiando a sus queridos tíos por el cerrojo sin problema alguno.
Y en silencio, los dos, ángel y demonio, mantenían el contacto, de cualquier tipo, a raya.
—En fin... —murmuraba Crowley.
Empezaron a relajarse un poquito. Aziraphale cogió el patito de goma y lo observó. Mientras que Crowley se estiraba y se abría de piernas —sin ninguna intención pervertida.
Poco a poco, Aziraphale empezó a jugar con el patito y, divertido, se lo puso sobre la cabeza. Crowley lo miraba preguntándose cuánto más duraría esa situación. Se aclaró la garganta:
—Eh, Zira.
— ¿Sí?
—Deja de jugar con el pato. Me estás poniendo celoso.
— ¿Eh? ¡Ah! Ya, sí, bueno...
— ¡¿QUIERES VENIR AQUÍ O TENGO QUE IR YO?!
Aziraphale se sobresaltó y en ese segundo, el uno de lanzó a por el otro. Abrazándose —mientras la sucia mente de una Adriel de 10 años pensaba en qué partes se estaban tocando en ese momento.
Hesper, de fondo, sacudía la cabeza avergonzado.
—Adriel, por favor...
—Calla, hombre... Esto es mejor que Juego de Tronos —rió.
—Déjala, Hesper. Ha sucumbido a los encantos de lo prohibido —decía Duncan, saliendo de la habitación del otro niño, de brazos cruzados y sacudiendo la cabeza con lentitud y decepción.
—Cállate. Y por cierto. ¿Qué estas haciendo tú aquí? Son las doce de la noche.
Duncan la miró confuso.
— ¿Ya no te acuerdas? Hoy íbamos a ir al cementerio. Ya sabes.
—Creo que paso.
—Lo que decía —suspiró al aire.
Hesper le dio a Duncan, un suave codazo y le guiñó un ojo, para que le siguiera el juego.
—Está bien —dijo —, tú quédate vigilando a los tíos. Nosotros... Creo que nos ocuparemos de los Nargles.
Como si fuera una palabra mágica que reiniciaba el sistema operativo de Adriel, la chica se levantó con los ojos abiertos como platos y se giró a su hetmano y su vecino, que la miraban con diversión, deseosos de verla la cara y en sus ojos, el espíritu de la aventura que siempre les contagiaba.
— ¿Se puede saber qué estáis mirando con esa cara de pánfilos? —Dijo con su ya habitual arrogancia. Caminó abriéndose paso entre los chicos —Anda, vamos, que los Nargles no vendrán a nosotros...
Hesper y Duncan se miraron con una sonrisa en los labios y de rieron a la vez cuando ella ya los había dejado atrás.
— ¡¿Vais a venir o qué?!
Como acostumbraban a hacer cada vez que estaban fuera de vigilancia, cada vez que los Dipper se iban a alguna parte durante varios días, y que Aziraphale y Crowley estaban demasiado ocupados el uno con el otro, los Tres Niños Desastre, salían fe casa por la ventana, atravesaban el jardín y montaban sobre sus bicicletas para irse por ahí a vivir aventuras. El patio del colegio se les había quedado pequeño...
— ¿Y bien, su Majestad? —Llamó Duncan — ¿Qué valerosa hazaña llevaremos a cabo esta vez?
— ¿No lo habéis oído, Sir Dipper? —Ella iba en cabeza, a lomos de su Silver Lining. Ella quería llamarla Silver a secas, como en IT, pero su hermano dedicó una tarde entera a explicarle el funcionamiento de los Derechos de Autor por los que no podía llamarla así. Entonces dijo Lining y se quedó con ese nombre —Han avisado en la Corte del avistamiento de criaturas poco ortodoxas en el cementerio de nuestras tierras.
— ¿Criaturas poco ortodoxas? —Preguntó.
—Sí. Ya sabéis. Espíritus de más allá... —Miró hacia atrás, por encima de su hombro —Han visto a Louis el Bardo.
— ¡No es posible!
—Lo es, Sir Dipper —añadió Hesper —. Por eso estoy yo aquí. Ya sabes. Soy especialista en espíritus...
Aunque todo era un juego y no les daba ningún miedo adentrarse en el bosque o el cementerio a media noche y con Luna llena, o incluso, Luna nueva, Duncan no pudo evitar sentir un escalofrío. Pero por eso le gustaban los mellizos, porque siempre le llevaban a esos sitios, a esas aventuras. Eran tres héroes, la valiente reina, su leal paladín y su inteligente hechicero. Juntos habían derrotado al Gran Gnomo Gris, que no era poca cosa —el GGG era solo una piedra que les recordaba a un gnomo, la cual consiguieron romper de alguna forma. Y en cuanto a Louis el Bardo, no era más que la lápida de Louis Defoe, un hombre que falleció hacía siete inviernos.
Dejaron a sus corceles a la entrada y corrieron cargando con sus linternas a ver lo que estaba pasado en el cementerio. Por suerte, no los veía nadie, así que, podían trabajar libremente.
—Adelante, Hesper —le dijo su hermana una vez estuvieron delante de la lápida del Bardo.
Hesper empezó a hablar en latín —que lo había aprendido gracias a sus clases con el ángel —, lo cual, hacía que su hechizo pareciese más real. Duncan lo miraba divertido mientras fungían ver a Louis el Bardo retorcerse ante ellos. En latín, Hesper exigió al espíritu a inclinarse ante su reina, pero parecía que se resistía.
— ¡Vamos, Hesper! —Animaba Duncan.
Adriel también se reía. Se estuvo riendo mucho un rato largo pero algo la detuvo. Mirando a su alrededor, como parte del juego, sintió algo extraño, algo extraño de verdad, y abandonó su rol de reina para convertirse en la niña curiosa y especial que era. Observó a su alrededor hasta quedarse mirando hacia unos árboles. Estaba todo tan oscuro que no podía distinguir entre las sombras. Pero juraría que...
Dio un paso hacia el lugar mientras los otros dos parecían ignorar cualquier cosa que sucediese en su entorno. Adriel no se alejó más de metro y medio, pero al girarse, los chicos ya no estaban. Se tambaleó un momento, confusa, e intentando pensar con claridad.
— ¿Hesper? —Llamó — ¿Dipper?
Pero no obtuvo respuesta.
—Vamos, chicos, esto no tiene gracia... ¡No podéis desaparecer así porque sí!
Una suave niebla empezó a firmar parte del decorado, y Adriel se vio de pronto en una película de terror. Siguió girando sobre sí misma, buscando a sus acompañantes, pero no sabía por dónde buscar. ¿Debería moverse? No. Crowley decía que si alguna vez se perdía debía... No, Crowley la mandó buscar el camino de vuelta a casa. En realidad, fue Aziraphale quien la dijo que no debía moverse del sitio. Si estaba sola, era mejor esperar a que los otros la encontrasen...
Pero también le decía que hiciera caso a Crowley. Y ella lo imitaba a todas horas...
Obviamente no se quedó allí.
—Muy bien. Volveré a casa yo sola y les contaré a los tíos lo que está pasando...
Echo a caminar, pero no tardó mucho en detenerse, fría como el hielo percatándose de algo muy importante que había ignorado, no, ni si quiera lo había visto.
Adriel se giró lentamente hacia los matorrales y allí se fijó en aquella sombra que parecía ser algo, o alguien, que la observaba. Ahora podía verlo con claridad. Y, aunque era muy orgullosa con este tema, reconocía que jamás había sentido tanto miedo como en ese mismo instante.
Una cara que desconocía, la miraba, con ojos brillantes, agazapado. Vigilaba sus movimientos en silencio e inmóvil.
— ¿Qué...? —Se atragantó con sus propias palabras, pero le echó valor, pisó fuerte el suelo, apretó los puños y lo miró fijamente — ¡¿Quién eres tú y qué haces aquí?! Por si no lo sabes, ¡soy la Reina de Castle Combe! ¡Y no eres bienvenido aquí!
Seguía ahí como si fuera una estatua. Como si no se pudiera mover. Adriel lo observó confusa.
— ¿No vas a hablar? ¿Te ha comido la lengua el gato?
—Señorita... —Gimió una voz tras ella que le puso los pelos de punta.
Miró hacia atrás y entonces, saliendo de la tumba que habían ido a visitar, salió el hombre que fue enterrado allí.
—Eres... Eres... Eres... —Tartamudeaba — ¡Louis el Bardo!
—Señorita... Quédese con nosotros... —Gemía.
—Quédese con nosotros —voces en coro, que venían de todas partes, la rodeaban y atemorizaban.
La niña vio a más espíritus saliendo de sus tumbas y empezó a retroceder. Louis el Bardo trató de ponerle una mano encima, pero antes de eso, en menos de una fracción de segundo, lo que tenía delante cambió solo para ver aparecer a Hesper, agarrándola de los hombros y sacudiéndola.
— ¡Adriel!
—Hesper...
— ¿Te encuentras bien? Llevo un rato llamándote.
Al otro lado estaba Duncan, que no sabía muy bien cómo actuar ante esa extraña situación. Adriel miró hacia la sombra de los matorrales y con los pelos de punta, agarró a los chicos del brazo y los sacó corriendo del cementerio.
— ¡Vámonos de aquí!
Sin saber muy bien qué bicho la había picado, montaron en sus bicis y retomaron el viaje de regreso.
⚜
— ¡Crowley! —Exclamó Aziraphale sonrojado —Por... Por favor, ahí no... ¡AH!
Rápidamente se tapó la boca, y dirigió su mirada hacia la pared que daba al cuarto de los niños.
—Crowley —susurró —, ten cuidado, podrían oírnos.
—Esa es la intención. Si están dormidos, como deberían estar, no pasa nada, y si están despiertos lo sabremos.
— ¿Estamos haciendo esto para ver si están dormidos?
—En realidad, porque creo que no están en casa.
— ¿Qué?
—Sí. Creo que han ido al cementerio... Otra vez.
— ¡¿QUÉ?!
Aziraphale hizo amago de ir a levantarse, pero la lengua de Crowley paseándose con libertad por su muslo, le hizo estremecerse. Crowley sí que sabía dominarlo. El demonio le miró con picardía y sus labios se arrastraron por su piel, como una serpiente hasta llegar a cierto sitio que el ángel hubiera preferido tener tapado.
—Crowley... El cementerio... Es muy peligroso... —Gemía. No podía concentrarse mientras el otro le hacía esas cosas —En serio... Podrían... Estar en problemas... ¡AH!
—No seas ahogafiestas, ángel —musitó Crowley —, o prefieres que me detenga.
—Crowley, allí... En el cementerio hay algo malo...
—Sí. Muertos. Por eso van. Son unos críos macabros.
— ¡No! Hablo de otra cosa. Hesper me lo comentó y le advertí que no fuera.
— ¿Seguro que fue Hesper? Si al cerebrito le dices que no haga algo, no lo hace.
—Es que... Le dije que no pasaba nada...
— ¿Y por qué le dices eso si hay algo malo? —Preguntó levantándose —Mierda. Me has arruinado el postre.
—Crowley. Por favor, estoy preocupado. ¿Podrías...?
Un portazo interrumpió a Aziraphale y Crowley. Seguido de pasos rápidos y nerviosos que no intentaban parecer sigilosos.
—Parece que ya han vuelto.
Aziraphale se levantó y se puso algo de ropa antes de ir a su cuarto. Salió al pasillo y allí se encontró a Adriel, que parecía estar montando guardia.
— ¡Adriel! ¿Qué estás haciendo aquí?
— ¡Zira! —Exclamó al verlo, parecía agotada —Ha pasado algo... En el cementerio...
— ¿Algo?
—Sí. Hay... Hay algo allí... Algo extraño... Y los muertos... Los muertos, ellos...
—Eh —interrumpió Crowley —, mocosa. Baja la voz, ¿quieres?
—Es que...
—Primero cálmate, y luego ya me cuentas...
—Aquí... Aquí no... A la biblioteca...
El ángel, el demonio y la niña se encerraron en la biblioteca para hablar. Ella les contó todo lo que había visto, lo que había pasado, y ellos empezaron a preocuparse.
—Parece ser... —Decía Aziraphale —Creo que lo que te ha pasado es que has cambiado de plano.
— ¿El qué de plano? —preguntaron Crowley y Adriel a la vez.
—Cambio de plano. Este es el plano habitual, pero existen otros. Tú has ido al de los muertos.
— ¿Tan simple?
—Sí.
—No. Yo... Sentí algo malo allí... No es tan simple, tío Crowley.
Los adultos se miraron en silencio. Crowley dio un paso al frente, se agachó, y pudo sobre el hombro de Adriel una mano.
—Tú tranquila, Killer Queen. Lo investigaremos, tú mantén a la gente alejada y a salvo.
— ¿Y qué pasa con Hesper y Dipper? ¿Debería contarles lo que ocurre?
—Mejor que no —insistió Aziraphale —. Como ha dicho Crowley, nosotros nos ocupamos.
Algo maligno corría libre por el cementerio de Castle Combe... Y ese algo había visto a Adriel... Algo estaba a punto de cambiar en el pacífico pueblo inglés...
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