O1
— 𝓱𝓮𝔂 𝓫𝓻𝓸𝓽𝓱𝓮𝓻 —
— ¡𝕮rowley, más despacio! —Exclamó Aziraphale agarrándose a todo lo que podía — ¡Nos vas a descorporizar!
El ruido dentro de aquel coche se estaba volviendo peor que el Infierno. Con Aziraphale gritándole al oído y los mocosos llorando en los asientos traseros, Crowley empezaba a perder los nervios... No era capaz de escuchar su música tranquilamente.
— ¡Crowley, por el amor de...! —Aziraphale se mordió la lengua al pasar por un bache — ¡AH!
— ¡¿QUÉ?! —preguntó Crowley alzando la voz.
—Me he mordido —decía el ángel, lamentándose en voz baja.
— ¡¿QUÉ?! ¡AZIRAPHALE, NO TE OIGO!
—Puede... ¡QUE TENGAS LA MÚSICA MUY ALTA!
Crowley no le había entendido bien, igual que la letra de la canción. Menos mal que no había canción de Queen que no se supiera al pie de la letra. Miró por el retrovisor a los niños, llorando, berreando más bien y puso mueca de hastío.
— ¡¿PODRÍAS HACER QUE CERRARAN EL PICO?! ¡NO PARAN DE LLORIQUEAR COMO BEBÉS!
— ¡ES QUE SON BEBÉS! ¡VAS DEMASIADO DEPRISA, CROWLEY! ¡TIENES LA MÚSICA DEMASIADO ALTA! ¡¡NORMAL QUE LLOREN!!
— ¡CLARO, CON LOS GRITOS QUE PEGAS!
— ¡¡CROWLEY!!
Crowley pisó el acelerador —más de lo que ya estaba —, para recorrer los últimos metros antes de llegar a su destino. Aziraphale chilló, los bebés lloraron más fuerte, Bohemian Rhapsody llegaba a la parte más cañera y Crowley gritó sacando de dentro toda la adrenalina producida. Finalmente, pisando fuerte el freno, el Bently se detuvo frente a una bonita casa de campo. En ese momento todos dejaron de girtar, pero sus agitadas respiraciones ocuparon el lugar de los gritos. Crowley apagó la radio y salió del coche cerrando de un portazo. Se agachó y miró al ángel a través de la ventanilla bajada del coche.
—Oye, Ángel, si no te vas a ocupar tú también de esos mocosos, me lo dices, porque no pienso hacerme cargo de ellos solo.
Crowley fue a sacar a uno de los bebés y le dijo a Aziraphale que sacase al otro. La casa parecía estar en venta y Crowley conocía a la inmobiliaria que la vendía.
—Vamos a hacer una cosa —dijo antes de entrar en la casa.
— ¿El qué?
—Verás, esta mujer no tiene ni idea de lo que somos, así que no podemos contarla nuestra naturaleza, ni lo que son los bebés, ¿entendido?
—Pero, eso sería mentir... Y además, ni si quiera sabemos qué son...
—Escúchame, a partir de ahora, somos... —rodó los ojos —Vamos a fingir ser una familia normal.
—Repito: eso es mentir.
— ¡Mójate un poco, Ángel!
— ¡No! Me niego a mentir.
—Está bien. Tú serás Aziraphale Logentine, y yo, Anthony J. Crowley.
— ¿En serio? ¿Otra vez? —Crowley llamó a la puerta —Sigo sin saber lo de la J.
—Y no hace falta.
—Y por cierto, ¿qué es Logentine?
Se abrió la puerta. Un mujer se asomó al principio confusa, pero luego, alegre al reconocer al demonio.
— ¡Señor Crowley! ¡Qué alegría verlo!
—Buenos días, Dolores, espero no molestar.
— ¡Oh por supuesto que no! Pasen, pasen.
Dolores se hizo a un lado y dio paso al ángel y al demonio con una sonrisa en la cara.
Aziraphale observó la entrada de la casa y quedó fascinado. Tenía un encanto adorable, perfecto para una familia, y se veía muy apartado de todo lo que específicamente a ellos les venía muy bien.
— ¿Y a qué se debe su visita, señor Crowley? Y... Bueno, no nos han presentado, señor...
— ¡Logentine! —exclamó Crowley —Este es el señor Logentine, mi... Eh... —se miraron tratando de entenderse y encontrar una respuesta sencilla y lógica.
—Marido... —murmuró Aziraphale antes de volver a mirar a Dolores —Soy su esposo. Aziraphale Logentine Crowley...
— ¡Exactamente!
Dolores sonrió.
—Pues sean bienvenidos los dos.
—Los cuatro, en realidad —dijo Crowley —, aquí tenemos a un par de inquilinos más...
Abrieron las tapas de las cestas para ver en su interior a los dos bebés.
— ¡Ay! ¿Qué tenemos aquí? Qué dos preciosidades, por favor... ¿Son suyos?
—Sí. Los pequeños... Eh... Renacuajo y mocosa —dijo Crowley, un poco perdido. Por suerte ella se rió.
—Es usted muy gracioso, señor Crowley —El demonio sonrío pícaro —. En fin, ¿quieren que les enseñe la casa? Pueden dejar a los pequeños aquí, en el salón y después seguimos con todo lo demás.
—Me parece una idea maravillosa, Dolores —dijo el demonio viendo al fin la oportunidad de deshacerse de los bebés.
Corrió al salón y dejó allí la cesta que portaba. Aziraphale también la dejó pero un poco más rezagado. Abrió de nuevo la tapa y sonrió a la pequeña mocosa de dentro.
—Vuelvo en seguida, ¿vale?
Aziraphale se marchó con Crowley a ver la casa mientras los bebés se quedaban solos en el salón. Realmente, tenían claro que iban a comprarla; necesitaban un lugar seguro donde quedarse, al menos un tiempo, mientras decidían qué hacer con los niños. Así que, tramitaron con Dolores todos papeles y aquella casita a las afueras de Castle Combe se convirtió en la casa de los Logentine...
⚜
Crowley y Aziraphale se tiraron al sofá, agotados de tanto trabajo, disfrutando por fin del primer minuto de silencio y tranquilidad que habían tenido desde hacía dos días.
Realmente, ninguno tenía idea de lo que había pasado. Estaban en la librería, alguien llamó y dejó a dos bebés en su puerta, luego unos ángeles y demonios habían ido a por esos niños, habían intentado matarles a ellos, y los bebés, supuestamente, habían hecho algo para derribar a todos los enemigos. Para colmo, Crowley había conducido a toda pastilla por la carretera hasta llegar al pintoresco Castle Combe, con la esperanza de que no les encontraran allí, y aún sin saber por qué lo hacían, en realidad.
Se miraron en silencio y suspiraron profundamente, volviendo a mirar las cestas; los bebés dormían.
— ¿Y ahora qué? —preguntó Crowley.
—Tú sabrás. Todo esto ha sido cosa tuya.
— ¡Pero sí has sido tú quien ha dicho que somos un matrimonio!
—Y tú me has seguido la corriente...
— ¡¿Y qué querías que hiciera?! Además, no hablo de esto. Siempre he pensado que estaría bien tener un lugar donde escondernos cuando haya problemas, por eso supe que debíamos venir aquí. Me refiero a los niños.
— ¿Y qué quieres hacer con ellos?
—Podríamos dejárselos a alguien y que se ocupe —pero la mirada de Aziraphale mostraba lo contrario a lo que Crowley esperaba —. ¿Qué? ¿De verdad pensabas que te los ibas a quedar? ¡Somos un ángel y demonio! Y nuestras vidas son probablemente las más peligrosas.
—Ellos no estarán bien con una familia normal. No los entenderán.
— ¿Y nosotros sí?
—Esos críos tienen algo, lo sé.
Crowley cerró los ojos y se dejó resbalar por el sofá. El ángel se levantó y caminó hacia los bebés. Él estaba convencido de que serían importantes. Fueran lo que fueran, fueran quiénes fueran, habían llegado a su puerta por alguna razón, Aziraphale no quería pensar que habían aparecido allí por simple casualidad. Siempre había un plan, siempre había algo que lo regulaba todo en el universo, por ello, él debería ocuparse de los bebés.
—Llegaron a mi puerta, no a la tuya —dijo —. Te agradezco que nos dejes esta casa, tú puedes irte, si quieres, no tienes obligación de ocuparte de ellos...
—Tú tampoco.
Aziray sonrió amablemente.
—Pero quiero hacerlo.
Crowley lo miró en silencio, pensativo. Definitivamente, no quería tener que hacer de padre, o de lo que fuera, de un par de críos de los que no sabía nada, es más, no eran críos normales, y en cierto modo, eso le daba miedo. Pero tampoco podía dejar a Aziraphale con todo ese marrón, no podía dejarlo en es casa solo, pues hicieron una promesa. Ese era su bando, si se separaban, ángeles y demonios los encontrarían. Si tan solo se hubieran marchado a Alfa Centauri...
— ¿Vamos a tener que ponerles un nombre al final?
—A no ser de que prefieras llamarlos renacuajo y mocosa... —Crowley lo miró serio —No. No pueden llamarse así, Crowley.
—Y tú no puedes ser sarcástico, no es natural —Crowley se levantó y fue hacia las cestas, cruzado de brazos —. Se me ocurren dos nombres.
—Tampoco valen los nuestros.
El demonio se mordió el labio y dio la espalda a Aziraphale, quien lo observaba aguardando a que diera alguna idea.
—Pues... Hesper.
— ¿Hesper?
—Sí. Este será Hesper.
—Vale... Entonces, este... Adriel.
Hesper y Adriel Logentine. Tuvieron que regular una serie de documentos, de una manera discreta y un poco ilegal, pero finalmente, los dos niños eran oficialmente habitantes de Castle Combe, podrían ir al colegio, ser alguien en la sociedad... Solo había un problema.
— ¡¿Cómo te has podido confundir de nombre, Crowley?! —Exclamó Aziraphale — ¡Hesper era la niña! ¡Adriel, el niño!
— ¡Es que son iguales! Y, además, ¿qué más da?
—Hesper es nombre de chica y Adriel de chico, Crowley...
—Como si alguien fuese a notarlo... Tú tranquilo...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top