Epílogo

Raphael

Termino de ajustarme el traje de gala, las manos me tiemblan, aún no puedo creerlo del todo, alguien me tiene que estar jugando una mala pasada, sólo que no es así.

Está ocurriendo y es mi culpa.

Maricarmen entra a mi oficina, trae un vestido negro y se ve afligida, abro y cierro las manos una y otra vez intentando serenarme, entrar en contacto con la realidad, pero no puedo.

—Coronel, es hora de irse —avisa suavemente.

Me estremezco y comienzo a caminar, aparentar serenidad es mi fuerte, pretender que no pasa nada una de mis virtudes, soy perfecto para el engaño, si logro que ellos me crean, yo también voy a creerlo.

Voy en un vehículo militar, no puedo conducir el Maserati, ahí tuve conversaciones con él, lo follé y aún está su sangre manchando los asientos, inhalo lentamente, necesito un maldito cigarro.

Busco en mis bolsillos, dejo caer la caja y el encendedor, los dedos me tiemblan, nunca me había pasado semejante cosa, no soy de los patéticos que se ponen a llorar por alguien.

Ni siquiera lo quería.

Maricarmen recoge las cosas y me ofrece un cigarro, es ella quien lo enciende, cierro los ojos e inhalo, esto siempre sucede en las guerras, es un resultado normal, no está fuera de lo común.

No puedo hacer un alboroto.

Tiro el cigarro por la ventanilla y bajo cuando detienen el vehículo, la ceremonia se hará en una iglesia a pedido de los Werner, está llena y enseguida me siento asfixiado.

El corazón me retumba en los oídos, la iglesia parece estar en silencio mientras doy un paso, luego otro, el camino se hace demasiado largo, los ataúdes están en el frente rodeados de flores blancas, Maddox y su hija neonata.

Tengo que detenerme, ni siquiera puedo llegar, no sé qué hago aquí, no debería importarme, Maricarmen me aprieta un brazo y anima a caminar.

Suspiro y cedo.

Yanet me fulmina con la mirada, probablemente porque soy el pervertido que llevó a su hijo por el mal camino.

—Ni siquiera deberíamos dejarte entrar —escupe con ira, sólo deseo que me saquen, no quiero seguir aquí.

—Yanet, déjalo en paz.

—Lo siento, Maddox... —no logro terminar, Lion Werner asiente y coloca una mano en mi hombro.

—Gracias.

Me doy la vuelta, necesito sentarme, todavía queda mucho por delante, tendré que dar un maldito discurso que ni siquiera estoy seguro de poder pronunciar, apenas puedo caminar.

No lo entiendo. Nunca me había pasado esto.

Es surrealista, aún no puedo creerlo, Maddox prometió que no se iría, dijo que se quedaría, que me amaba.

—Necesito verlo —Maricarmen niega tratando de llevarme a un asiento—. Tengo que verlo, asegurarme de que es él.

—Coronel, no puede.

La dejo de lado y me acerco al ataúd, no me dejan llegar, estoy demasiado grande para hacer perretas, no debería, pero aún no puedo creerlo, estaba preparado para la muerte de cualquiera, incluso la mía, pero no la de Maddox.

Sólo saldría un poco dañado a mi lado, no muerto.

Esto no debió ocurrir.

Saco el arma y le apunto a la cabeza a uno de los que me impide llegar, el padre de Maddox interviene, todos nos miran, no me importa, la última vez que lo vi estaba sonriéndome, acababa de follarme, habíamos llegado a un acuerdo.

—¿Qué pasa? —miro a Lion Werner, empujo al tipo al que le apunto y guardo el arma.

—Deja que lo vea —Lion suspira mirando el ataúd, luego a mí.

—Raphael, no creo que sea buena idea.

—No lo entiendes, necesito saber que es él, no puedo... —se me quiebra la voz, Yanet elige ese momento para gruñirme.

—Vete de aquí.

—Vamos a darle unos minutos —le pide su esposo agarrándola, Yanet me fulmina con la mirada.

—No se acercará a él.

—Yanet, tu hijo amaba a este hombre, deja que se despida de él.

Cede a duras penas, el padre de Maddox me hace una señal.

Subo el escalón y me acerco, la foto del hombre que conocía está en el altar con un lazo fúnebre, no puede estar muerto, sigo negándolo a pesar de que sé que lo está.

Mi teléfono ya no marca los signos vitales y estoy en este lugar asistiendo a la ceremonia de despedida.

Inhalo y me acerco, toco la madera y trato de mentalizarme para lo que voy a ver, no creo que pueda soportarlo, ya lo sé.

Sin embargo, necesito comprobarlo de una vez por todas, levanto la tapa, me trago un jadeo, sudo por cada poro, me estremezco, ni siquiera sé como sigo de pie.

Bajo la mano de la tapa y toco su mejilla, la piel está fría, compruebo el cuello, no hay latidos y sigue siendo él.

Humedezco mis labios, no sé qué hacer conmigo mismo, no debería sentirme tan mal cuando yo lo llevé a esto, cuando sólo me acerqué para utilizarlo.

Acaricio el cabello rubio, parece dormido.

Puedes hacer lo que quieras, si quieres acostarte con él no es mi problema, pero hay que ver el trabajo que me das para follarte.

Muerdo el interior de mi mejilla, la conciencia es una perra y ahora mismo me cuesta lidiar con ella.

Si quisiera estar llevando flores y asistiendo a cenas románticas como un imbécil no te escogería para eso. Le pides a tu amante, el hombre con el que sólo follas consideración, creo que ya te ayudé lo suficiente.

Suspiro dejando un mechón de pelo detrás de su oreja.

Te amo.

No vuelvas a decirlo, vete de mi oficina, ahora.

Limpio la humedad de sus mejillas, estoy llorando, cosa para lo que ni siquiera tengo derecho, soy un hijo de puta que sólo sabe maltratar a todos, un imbécil que no tiene idea de lo que es el amor.

No debí utilizarlo, ni siquiera acercarme.

Maddox, tú no puedes amar a nadie, ni siquiera te amas a ti mismo.

No te creo. No sabes amar a nadie, le dijiste a esa mujer con la que te casaste que la amabas y le pusiste los cuernos conmigo, después de eso no puedo creerte.

Me limpio la cara con la mano herida, debió hacerme mucho más daño que romperme la muñeca, merecía más dolor, ser castigado.

Demuestra que me amas. Maddox, si te creyera, te diría todo lo que quieres escuchar.

Cada porquería que dije formaba parte de mi manipulación, sólo quería acabar con mi venganza de una vez, ni siquiera me percaté, no, ni siquiera me importó lo que estaba haciéndole.

Te amo. ¿No es eso lo que quieres escuchar, no quieres que te ame, estar conmigo? Puedo darte lo que quieras, pero necesito algo a cambio, demuéstrame que puedo confiar en ti.

Sé gentil, quiero que por una vez seas cariñoso, demuéstrame tú a mí que me amas.

Raphael, no destruyas lo único bueno que tienes en tu vida actualmente.

Phil no se equivocó, tuvo razón al decir que eras lo único bueno que tenía, y yo mismo decidí que no importabas, me seguían importando más los muertos que tú.

No somos nada, entiende eso y si forma parte de mis planes o no, ese no debería ser tu problema.

Te arrepentirás en algún momento de lo que estás haciendo y será demasiado tarde.

Dejo caer más lágrimas, Dios, que ser patético que soy, esto fue lo que provoqué y sí, ahora es demasiado tarde para arrepentirse.

Deja esto y sólo vive tu vida, tienes a alguien que te quiere como eres, no jodas eso.

Ya lo jodí. ¿Ahora qué hago?

Te amo, Raphael.

Si te vas me aseguraré de encontrarte hasta en el fin del mundo.

Eso no fue una maldita mentira, estaba dispuesto a eso y mucho más, sin embargo, seguía sin notarlo.

¿Cuánto daño tenía que hacer para estar satisfecho?

Ni siquiera te importa si estoy a tu lado o no, al final siempre logras que me aleje.

Entonces ese amor no es suficiente.

Dime que me amas y voy a retractarme. Dímelo, Raphael, y todo regresará a la normalidad, ya lo dijiste.

No, no puedo.

Sí podía, sólo soy un maldito cobarde, quería mantener mi orgullo, no quería perder de nuevo, al final terminé perdiéndote permanentemente.

¿Sabes porque me dijiste que me amabas? Porque necesitabas de mi, ese es tu amor, necesidad, como ya no me necesitas ni siquiera puedes decirlo.

Tienes razón, te lo dije a conveniencia, no puedo amar a una persona como tú, porque yo tampoco confío en ti.

Agarro las chapas de identificación alrededor de su cuello, las jalo rompiendo la cadena y vuelvo a mirarlas, es lo único que tengo de él, no dejaré que sus padres se las queden, aunque no me las merezca.

No voy a perderte. La única forma en la que podría dejar que te vayas, es muerto, en un jodido ataúd.

Agarro mi cadena y la rompo, la dejo sobre su pecho, sigue igual de quieto, supongo que en serio tenía que pasar esto para que lo dejara ir.

Tú mismo lo dijiste, la única forma en que me alejaré de ti, es muerto y aún no es mi momento. Te lo prometo, sólo la muerte me separará de ti, Raphael.

—Ya es jodidamente tarde, pero no puedo dejar que te vayas sin decirlo, te amo, Maddox Werner, incluso de pequeños, eras mi favorito, siento que te encontraras conmigo, siento arrastrarte a mi mundo y siento todo lo que te hice.

Suspiro.

—Tengo fe de que el karma se ocupará de mí.

Cierro el ataúd nuevamente y bajo, Yanet se planta delante de mí.

—No dejaré que te lleves las chapillas, no te las mereces —las meto en mi bolsillo y cojo el arma de mi muslo.

—Me las llevo a las buenas o a las malas —amenazo apuntándole a la frente—. Tú tampoco te las mereces, rechazaste a tu hijo luego de que supiste que le gustaban los hombres, estaba hecho un desastre y aún así no lo apoyaste. ¿Por qué las mereces más que yo?

—Tú...

—Déjalo —Lion se lleva a su esposa y me siento aliviado por eso, no creo soportar nada más, mi paciencia tiene un límite y es bastante corto.

Salgo de la iglesia sólo para toparme con un personaje que no esperaba, la tropa especial que lo protege nos rodea enseguida, no me importa si va a matarme, me haría un gran favor.

—Raphael Williams.

—Mariscal —devuelvo con un saludo militar—. Siento la falta de respeto, pero no estoy de humor.

—Lo sé, pero hay asuntos importantes que tratar —me froto la cara, necesito llegar a casa, conducir el Maserati y ver si tengo un accidente de una vez, soy el mal caminando por la tierra.

No era Maddox quien merecía morir.

—¿Por qué está aquí? No conocía a Maddox, mucho menos a mí.

—En eso te equivocas, conocí a Maddox y sé de tus planes —lo miro directamente, no tengo idea si Maddox le contó, tampoco me importa, supongo que el karma está ocupándose de mí bastante rápido.

—¿Si Maddox le contó, cómo es que aún conservo la cabeza?

Lucca Santino niega.

—Deberías tener un poco más de fe, no dije que Maddox me contó tus planes, sólo que lo conocía —me siento aliviado y enojado a parte iguales, porque me quería, pero merecía que me traicionara.

—¿Y qué, quiere matarme? Hágalo de una vez —gruño, él niega.

—No quiero matarte, te daré mi cargo, puedo ayudarte, patrocinarte.

—¿Por qué?

—Por una mujer.

—¿Puedo saber quién?

—Dasha Volkov, tienes el poder para liberarla.

Así que de ahí vino la información, debí suponer que la maldita no aguantaría, meto la mano en el bolsillo y agarro las chapillas de Maddox con fuerza.

—No me interesa el cargo, ya no.

—Renegociemos, te devolveré todo lo que te han quitado —me echo a reír aunque lo que menos quiero es eso, la carcajada suena rota, no como esperaba.

—No puede hacer eso.

—Puedo, incluso a tu hijo.

—¿Qué? —Lucca se dirige a su auto y abre la puerta, enseguida noto al niño.

No puede tener más de cinco o seis años, pelo negro, ojos verdes, sin duda un Williams, pero eso no quiere decir que sea mío, tengo hermanos, primos, una madre, bien puede ser mi hermano o sobrino, incluso un primo.

—Los presento, él es Patrick, Patrick Williams, tu hijo, te daré más recompensas cuando te pongas a trabajar en esto.

—Puede ser hijo de Stella —Lucca niega.

—No lo es, puedes hacerle una prueba de paternidad, te aseguro que es tu hijo.

—Yo lo vi morir.

—No, estabas moribundo, en shock y ellos simularon matarlo, ayúdame y voy a devolvértelo todo.

Me acerco al niño y levanto su rostro agarrándolo del mentón, bien podría ser mi hijo, o no, sin embargo no va a convencerme con un niño que ni siquiera conozco.

—No puedes devolverme lo que quiero —digo soltando a Patrick o cómo diablos se llame, el Mariscal resopla.

—Ya te lo dije, puedo devolvértelo, sé lo que quieres.

—Acabo de salir de su funeral, está frío, sin signos vitales, en un ataúd, a menos que seas brujo, mi respuesta es no.

—No soy brujo, soy Mariscal y puedo hacer más de lo crees, tengo el maldito mundo a mis pies, dártelo no es un problema.

Resoplo.

—Tienes el mundo a tus pies, pero no puedes sacar a Dasha de la mafia rusa, así que no eres tan poderoso.

—No me colmes la paciencia, estoy haciendo las cosas por las buenas, primero piensa por qué Maddox quiso alejarse de ti -aprieto la mandíbula.

—¿Estás diciéndome que está vivo en ese maldito ataúd? —Lucca levanta las cejas y sonríe de medio lado.

—Casi puedo hacer magia.

Respiro profundamente y me giro, no me dejaran salir de aquí, la guardia especial está flaqueándome, miro al niño, permanece calmado mirándome fijamente.

El niño está vivo, pero eso no quiere decir que Maddox lo esté, toqué su cuerpo, estaba frío, sin signos vitales, esto es una mentira, Lucca trata de engañarme.

Pero me devolvió al niño.

¿Puede hacerlo también con Maddox?

¿Esto fue un plan de Maddox para alejarse de mí?

Te lo prometo, sólo la muerte me separará de ti, Raphael.

Y sí, sospechosamente se murió.

¿Debería confiar en este hombre más que en mis sentidos que confirmaron su muerte?

No lo sé, pero ya no me queda nada.

Lo quiero a mi lado y aunque sea una posibilidad pequeña.

La tomaré.

Si te vas me aseguraré de encontrarte hasta en el fin del mundo.

Esto está bien, me haré cargo de la mafia rusa, de Dima, traeré a Dasha y si este hombre me engaña voy a matarlo con mis propias manos.

No tengo nada que perder.

Ya perdí a Maddox por mis tonterías, recuperarlo es la prioridad aunque las posibilidades sean escasas.

******

Continuación en la segunda parte:

"Oscuras intenciones"

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top