Capítulo 36

Maddox

Luego de encargarme del entrenamiento de las tropas me encierro en mi oficina, sé que atrapar a Fabio no fue un buen movimiento, pero tampoco tenía opciones, Diago estaba muy firme con la idea de matar a una persona, además de amenazarme con mi familia.

Estúpido mafioso, será la primera y última vez que me atrape tan fácilmente.

Sé que no va entregarme a César, si no le cumplió a Raphael bajo amenaza tampoco lo hará conmigo, de todas formas no me importa, yo puedo atrapar al hijo de puta.

Diago, ya que me utilizó a su antojo haré que se arrepienta.

Voy a deshacerme de sus negocios, se quedará sin un maldito centavo, haré que se arrastre y si eso no es suficiente, haré que sufra por entregarnos a su hermana.

Agarro los archivos y planifico mi próximo movimiento, sé de tres lugares específicos y haré que caigan, Raphael debe saber mucho más, pero no estoy tan seguro de que quiera ayudarme.
Me levanto y voy directamente a su oficina, saludo a Maricarmen quien me anuncia, saludo una vez que pongo los ojos en él.

—Coronel.

—Espero que no quieras que apruebe otro suicidio —replica a penas pone los ojos sobre mí, dejo los documentos frente a él y sonrío de medio lado.

—En realidad son tres.

—No, deja de ser intrépido —doy la vuelta y me siento en el escritorio, justo frente a él, Raphael humedece sus labios, ya aprendí como conseguir lo que quiero.

—No voy a quedarme de brazos cruzados luego de que me usara como una fulana.

—Hace unos días no estabas tan enojado, ni siquiera querías decirme —coloca las manos en mi cadera, agarro una de ellas y resoplo.

—Estaba avergonzado. ¿Contento?

—Haciendo estas cosas vas a provocarlo, ahora debe estar tranquilo disfrutando de su paz sin Fabio.

—Estoy en la mira de Fabio, ya me aseguraste que soy un blanco andante, no dejaré que ese hijo de puta esté en paz mientras el otro quiere matarme, un enemigo más no hará la diferencia.

La mano en mi cintura se desliza debajo de la camisa y acaricia el abdomen. 

—Si la hace, Fierecilla, me gustas más así, salvaje, sin miedo, pero no muerto —se pone de pie y se queda entre mis piernas, lo miro y dejo un beso en sus labios.

—Daremos el primer golpe, trabaja conmigo, tienes que saber más de lo que hay en los documentos, atrapemos al hijo de puta —Raphael se echa a reír y muerde mi labio inferior.

—El maldito cargo se te ha subido a la cabeza.

—Eso parece.

—Creo que no debió provocarte —me besa.

—Estoy de acuerdo.

—Mañana nos ocuparemos de eso.

—¿Mañana?

—Sí, tengo que encargarme de los detalles, mi firma no es la única que te hace falta para esto, quédate hoy en mi casa —su mano sigue acariciando mi abdomen, la otra se planta en la parte baja de mi espalda, promete.

—Está bien, pasaré por mi casa y veré a mi hermana, luego iré contigo.

—Bien.

—¿Puedo llevar a Niki?

—Lleva lo que te dé la gana mientras vayas —dice regresando a su asiento.

Salgo riéndome de sus payasadas, me despido de Maricarmen y camino directo a mi auto, Ares me envía un mensaje, ya está en casa y esperan por mí, envío mi confirmación. 

Comienzo a manejar hasta que llego a un alto y al pisar el freno no pasa nada, vuelvo a intentarlo, nada, me estremezco, no tengo frenos, maldigo y prendo las luces por lo menos para dar alguna señal de peligro.

Paso sin otro problema que los malditos frenos, cambio la marcha intentado disminuir la velocidad, parece funcionar hasta que un auto pasa justo delante y terminamos impactándonos los dos.

Me golpeo con algo, el cinturón se aferra a mi cuerpo con fuerza, la oscuridad me traga hasta que el ruido me hace abrir los ojos.

El ruido de las bocinas es exasperante, me duele la nariz, el pecho y una pierna, abro los ojos e intento incorporarme en el asiento, desinflo la bolsa de aire llena de sangre, joder, debo tener la nariz rota.

Gracias al cielo me puse el cinturón, intento desabrocharlo, pero está atascado, gruño, el olor a gasolina llega a mi nariz, alguien me dice que los bomberos están a punto de llegar, pero sé que no tengo esos siete minutos, el auto comenzará a incendiarse, y terminar chamuscado no forma parte de mis planes.

Con trabajo logro agarrar el cuchillo de mi bota, hombre precavido vale por dos, corto el cinturón e intento desatascar mi pierna, no sirve de nada, deslizo el cuchillo y verifico que pasa, con el impacto el auto escachado me atrapó.

Suspiro, puedo escuchar a los bomberos, pero todavía están lejos y ya siento un ligero olor a quemado, decido que es mejor salvar mi vida que la pierna y jalo aunque duela un montón.

Se escucha un ruido metálico y por fin logro sacar la pierna, no sin antes llevarme una herida bastante grande, la puerta tampoco abre, un buen samaritano me ayuda a salir por la ventanilla y me tiende en el suelo, el conductor del otro vehículo está bien.

Yo soy el más dañado.

El auto se prende en llamas unos segundos más tarde, los bomberos llegan, los paramédicos se ocupan de mí y llevan al hospital militar cuando les digo que es ahí donde debo ser atendido.

Lo peor que tengo es la pierna y no dudan en revisar mientras una enfermera me atiende la nariz, mi teléfono ya no tiene carga por lo que se lo entrego a alguien para que me ayuden con esa cuestión.

El hospital se encarga de llamar a Ares, que es uno de mis contactos de emergencia y él llega con Abby completamente en pánico, me siento feliz y a la misma vez decepcionado de ver a la gente a la que le importo.

Es estúpido.

Estoy decepcionado porque él no está aquí.

—¿Qué rayos pasó?

Hago una mueca cuando hacen algo en mi pierna que duele un montón, según escuché sólo es una herida, no hay desgarros, o afectación de músculos o tendones, eso es un gran alivio, pensé que tendrían que cortarla.

—Cálmate, estoy bien, los frenos del auto no servían.

—Madd —Abby me abraza interrumpiendo a la enfermera, me echo a reír.

—Abeja, estoy bien, no pasó nada.

—¿Te hicieron exámenes?

—Sí, sólo fue un golpe en la cabeza, como ves, mi nariz, algunas contusiones y la pierna, nada que no pueda arreglarse —se separa con las mejillas rojas una vez se da cuenta de que está interrumpiendo a la pobre asistente. 

—No sabría qué hacer si te pierdo, por favor, Maddox, no puedes irte.

—Aquí estoy, no llores.

Los doctores me dejan descansar una vez cierran la herida, Abby se duerme en el asiento de la habitación de forma incómoda y Ares se sienta en la camilla para mirarme directamente.

—¿Qué pasó?

—Están revisando el auto.

—¿Qué crees que pasó, fue un intento de…? —niego.

—Creo que es muy pronto para pensar en ello, hace unos días capturé a Fabio, no hice nada contra Diago así que podemos descartarlo, quizás fue un accidente cualquiera.

Él sigue sin creerlo.

—¿Qué hay de César?

—¿Crees que César fue al Comando sólo a cortarle los frenos a mi auto? No es probable.

—Me preocupas —dice colocando una mano en mi hombro, sonrío y aprieto su mano.

—No pierdas el tiempo, nadie puede conmigo.

—No eres invencible. ¿Qué hay de Raphael?

Aprieto la mandíbula, eso es algo en lo que no quiero pensar, sabía que esto pasaría tarde o temprano, ya había demasiada paz entre nosotros, esto demuestra cuanto se preocupa por mí.

—No lo llamé, tampoco se ha preocupado así que debe estar ocupado.

—¿Ya lo sabe? —me echo a reír, ojalá no lo supiera, pero estoy seguro de que se enteró incluso antes que Ares que es mi contacto de emergencia.

El hospital está obligado a informar al superior en estos casos.

—¿De verdad crees que el Coronel no sabe que su Teniente Coronel está de visita en el hospital militar? Ya deben de haberle avisado, es mi superior directo.

—Parece que eso te molesta —murmura, no se equivoca.

—No voy a decirte que no, pensé que estaría un poco más preocupado.

—Maddox…

—Déjalo, no me consueles, yo mismo me metí en esto, merezco cada maldita cosa que me pase.

Luego de unos minutos le digo que se vaya con Abby, tenerla en su estado durmiendo en una de esas sillas es una maldita tortura, a duras penas obedecen ya que querían quedarse un poco más.

Miro el teléfono que Ares consiguió para mi, está cargado y no hay ni una maldita llamada de Raphael, ni siquiera debería sorprenderme, que estemos en algún tipo de relación por conveniencia no hace que se preocupe por mí.

Que me ama, eso sólo es una mentira más.

Sé que no me quiere, que se aprovecha de mí, pero no puedo hacer nada, quiero a ese hombre como un estúpido.

—¿Interrumpo? —giro la cabeza y me encuentro con Thomas en la puerta, sabía que no era Raphael, pero supongo que no puedo evitar decepcionarme.

—No, adelante.

—Sé que no querías verme a mí, pero es mejor que nadie —entra y se sienta a mi lado, resoplo.

—No digas tonterías.

—Me quedaré contigo esta noche.

—No es necesario.

—Ares me contó lo que pasó, y me pidió que me quedara contigo, mañana se quedará él.

—Gracias —Thomas me mira con insistencia.

—Quizás no lo sepa. ¿Lo llamaste?

—Lo sabe, es el protocolo y tú también lo sabes.

—Sí, siento intentar subirte el ánimo.

—De todas formas, gracias.

—No te merece —dice de pronto, pongo los ojos en blanco al escuchar la afirmación, este hombre me tiene en un pedestal.

—No soy una joya preciosa, Thomas.

—Depende de quién te mire.

—Detente o le diré a la enfermera que te saque —se echa a reír, me encanta ver esas sonrisas, limpian el alma.

—Sólo disfruta de mis palabras, puedo colmarte de cosas bonitas, él puede seguir follándo contigo y dándote decepciones, cuando te des cuenta de lo que siente por ti empezarás a valorarte.

Ya lo sé y aún sigo aquí.

—Dices cosas muy lindas, pero estás ladrándole al árbol equivocado, no voy a valorar nada de eso, como mismo él no me merece, yo no te merezco.

Thomas se levanta y me agarra por la parte posterior del cuello, junta nuestras frentes.

—Tienes un buen corazón, por eso confías demasiado y amas demasiado, pero al final serás tú el perjudicado, espero que no sea un final tan trágico, ahora duérmete, si me necesitas aquí estoy —me besa la frente y vuelve a su asiento.

Final trágico.

Si, sé que voy por ese maldito camino, todo esto terminará mal, no importa por donde lo mires, César, Diago, Fabio, pero aunque sea difícil de creer son los que menos me preocupan, el más peligroso de todos es Raphael.

Ya le di mi corazón y puede hacerlo añicos cuando quiera.

Lo peor es que ni siquiera le hace falta estar presente.

******

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top