V
"So close but so far away
Can you hear me?"
Miraba mi manos, la mesa... Lo que sea, todo me era más interesante que hundirme en mis pensamientos.
"She sleeps alone
My heart wants to come home..."
Suspiraba para mis adentros, venir no sé si fué la mejor decisión.
"I wish I was, I wish I was
Beside you"
Mamá había llamado para preguntar cómo iban mis clases la noche anterior, tuve que alejar el aparato de mi oído al decirle —por error— que llevaba días sin ir, sus gritos fueron más rápidos que el mismo Rayo McQueen.
No conocían a Lina, no está en mí contar mis asuntos personales como si mi vida fuera un show televisivo o peor, un periódico diario.
Mercy era la que sabía más, y no por mi cuenta. Sino por una buena lectora, una buena lectora de Holmes.
Mis actitudes, mis primeras reacciones hacia ella no se hicieron esperar y para mí, las estaba evitando bien. Cuan equivocado estaba. Sus preguntas vinieron sin freno, y a pesar de que no le dije nombre por momentos, al ver a la misma chica una que otra vez sólo la hizo atar cables.
Me sentía patético.
Mi estabilidad económica dependía de mis padres, mi diario posiblemente del orden de mi hermana, y yo fui el que comenzó a hablar de independencia ¿Para qué? ¿Vivir solo? Vaya porquería.
No estoy nombrando mi estabilidad emocional porque estoy seguro que todos lo que me están rodeando saben de quién depende.
—¡Hey, Hero!
De una pequeña castaña de la cual no se el paradero.
—¿Qué pasó?—pregunté sacándome uno de los audífonos de mi oído.
—¿Quieres ir con los chicos más tarde?—preguntó uno de los amigos de Andrew, no lo conocía mucho.
—¿Para?
—Beber quizás, el primo de uno tiene casa sola y ajá—alzó los hombros para restarle importancia—: ¿Te unes?
Antes de que pudiera empezar a pensar la forma de negarme un mensaje alumbró mi teléfono.
Mercy:
La misma chica de ayer vino de nuevo, está vez no sola. ¿Puedes venir?
Bufé con cansancio, otra que quiere hacerme perder el tiempo. No pude procesar alguna respuesta para alguno porque otro mensaje llegó.
Mercy:
Por favor.
Mordí mi labio inferior sin saber que hacer.
—¿Y bien?
—Tengo planes—respondí sin mirarlo, parecía querer insistir y justo antes que lo hiciera me puse de pie.
Ahora voy.
Le respondí a mi hermana y me aproximé hacia las escaleras. Subí cada escalón con la paciencia del mundo, me pesaban los recuerdos de la última vez que lo hice.
No me iba a lanzar, por lo menos no está vez.
Respiré hondo varias veces, mi mente estaba hecha añicos, lo único que se repetía en mi cabeza como flashes era el rostro de Lina en distintos días. Admitía que quería distraerme, buscar una solución para no hundirme en dónde estaba pero ¿Cómo? Años de mi vida se basaron en observarla, analizarla y conocerla desde lejos.
Cómo siempre en sus mejillas adornaba un color rosa claro, en cómo su labio inferior era mordido cuando no entendía algo en clase o estaba ansiosa. Su juguete preferido para distraerse parecían ser sus dedos, estando nerviosa o no, jugaba con ellos. Sus ojos nunca parecían estar en un punto fijo, ella tenía la manía de siempre querer saberlo y observarlo todo.
«¿Me habrá observado a mí como yo a ella?»
Nunca la vi más que con jeans así que sabía que le gustaban, sus camisetas siempre tenían algún estampado o dibujo centrado, ninguna lisa. Prefería las coletas en vez de su cabello suelto, el día que le dejé una marca en el cuello no tuvo más remedio que dejarlo caer, no me molestó que lo soltara pero si que lo hiciera sólo para taparlo.
Para ella nunca fue grato el centro de atención, todas las veces que lo ha sido es de forma negativa. Y no la culpo por no quererlo.
Me repudiaba por no haber salido en su defensa antes, capaz y así no hubieran ocurrido más de una cosa. Pero, ¿Nos habríamos hablado si nada hubiera pasado?
Mi mente gritaba que no, pero mi corazón me quería convencer que si.
Dejándome caer arrecostado en una de las paredes me dispuse a ver el cielo, estuvimos aquí unos días antes de irse. Me había extrañado verla con el pulso a millón aquella vez que entró al salón, sólo estábamos los dos. Las palabras salieron de su boca con tanta sinceridad que creí por momentos que mi mente me jugaba una pala pasada.
Me amaba, joder.
Con todas las emociones que sentía en ese momento podía fácilmente salir corriendo y ganar un maratón. Mis manos picaban por tenerla cerca, por decirle cuánto la amo, besarla hasta que pierda que se le olvide que es llorar, pero sobretodo hacerla sonreír.
No importaba que hiciera o dejara de hacer, mi mente se iba hasta ella una y otra vez. Estaba hasta los cojones por ella, y cuando por fin parecía que íbamos para algo serio después de tanto tiempo me la quitaban.
Vaya mierda.
El teléfono vibró en mi bolsillo despertándome, no estaba dormido pero si perdido; perdido en cada uno de los recuerdos de los que me sonideraba un esclavo.
Mercy:
Apúrate.
—Que necia eres—me quejé en voz alta y me levanté para sacudirme la ropa. Baje rápidamente las escaleras hasta el estacionamiento.
Todos estaban en la última clase así que no me importaba mucho irme, le pediría a Andrew las notas después. Por lo menos, cumplí con mi madre al decirle que venía.
Encendí el coche y me puse en marcha, no entendía que quería Mercy.
Frustrado porque no encontré ningún espacio cerca a la tienda me dirigí hacía la calle siguente. Bastante gente había para ser apenas las 11 del medio día, mi hermana estudiaba en las tardes después de su almuerzo, veía una que otra clase pendiente y se regresaba a atender su puesto no más tarde de las 4 de la tarde.
Bastante responsable la niña, y bastante intensa que era. O mejor dicho, es.
Al abrir la puerta me la encontré tonteando con un extraño con el pelo azul, mi rostro se contrajo al verla soltando risitas estúpidas.
—¿Me llamaste para sostenerte las velas o qué?—ladré al acercarme al mostrador.
Mercy se alejó sorprendida del mostrador y su acompañante quien ya no era de mi agrado por el simple hecho de ser hermano mayor se giró a observarme con una sonrisa ladeada.
Era alto, pero no más que yo, me atrevería a decir que medimos lo mismo. Crucé mis brazos frente a él, ambos nos mirábamos sin decir alguna palabra y la verdad no era muy fan del silencio.
—¿Y bien?
La rubia se aclaró la garganta—: Hero cálmate y...
Él peliazul se carcajeo de forma escandalosa haciendo que mis facciones se endurecieran.
—¿Qué coño-
—¡Oh vaya!—me interrumpió—: Con que tú eres Hero.
Su sonrisa burlona no desaparecía de su rostro, estaba perdiendo la paciencia cuando un rostro familiar se atravesó frente a mis ojos.
—James tus comentarios no son bienvenidos en este momento.
—Cynthia...
El nombre salió de mi boca sin detenerme a pensarlo si era el correcto o no. Mercy se mantenía en silencio y se excuso diciendo que tenía que atender a una señora que se encontraba al fondo de la tienda, ninguno puso objeción y es más, creo que hasta fue ignorada.
—Hola Hero—dijo la pelinegra sin muchos ánimos, parecía nerviosa.
—¿Qué haces aquí?—mi mente no parecía entender nada de esto, no hasta que en mí interior se cruzaron los cables—: Lina..
Ella abrió los ojos sorprendida hasta podría decir que aturdida.
—¡¿Dónde está?!—grité saliéndome de mis papeles, ella levantó los brazos para intentar tomarme de los hombros, me alejé—: ¿Está aquí?
—Hero, cálmate—comenzó a hablar.
—¡¿Cómo quieres que me calme?!
Me alejé del mostrador y comencé a pasear la vista por cada una de las esquinas del lugar. Estaba aquí...
—Aquí no está—habló el burlón—: Por lo menos no ahora.
—¿Qué coño quieres decir con eso?—gruñí regresando con ellos, el corazón se me quería salir.
—Que ella no puede venir así por así, ¿No entiendes?—le partiría la cara para que quitara esa sonrisa de su rostro—: Ella está bien, pero algo lejos.
—¿De dónde y por qué la conoces?
Algo no me gustaba.
—Por mi,—respondió rápidamente Cynthia—: Es mi primo y me estaba ayudando a encontrarte.
De tanto juntar mis cejas parecía que pronto iban a ser una sola. Ella suspiró viendo cómo poco a poco estaba perdiendo la paciencia.
—Joder escucha—continuó—: La vi, ¿De acuerdo? Está como a ¿45 minutos?—volteó a ver a su primo que sólo asintió sin dejar de verme—: y ella me contó todo y cuando hablo de todo es todo—me tensé—: Tu no puedes ir..
—Ni en pintura—interrumpió James.
—¡Cállate que no ayudas!
Por lo menos ella y yo coincidimos en algo.
—Te juro que está mal,—murmuró y algo se hundió dentro de mi—: No podría explicarlo pero me parece injusto y súper mal lo que hizo su mamá sobre todo de pegarle y...
—Cynthia.
Estaba hablando demasiado.
—Si, lo siento—suspiró—: Quiero que se vean pero no sabía cómo sino te encontraba,—juntó sus manos—: Así que vamos a cuadrar.
Y aquí fué dónde comencé a jalarme los pelos. El corazón amenazaba con salirse por mi boca, mis manos empezaron a sudar con cada palabra que salía por su boca.
Maldición, la iba a ver por fin.
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