La Mujer Camino a la Escuela.

"Cuando el sol se oculta, cuando las estrellas salen, puedo perder el protagonismo que ser encontrada... Todas las noches rezo llévame, como un ángel libérame del suelo... Te esperaré, te esperaré, te esperaré... Llévame, te esperaré".

Era temprano en la mañana cuando Leyna Wöller despertó aterrada, otra vez esa maldita pesadilla, era la misma desde que tenía memoria... Pero sentía que está había empeorado desde que la vida decidió golpearla de la peor manera con el suicidio de su madre y la desaparición de su mejor amiga.

Sólo habían pasado unos meses desde entonces, pero el dolor producido por ambas pérdidas le hacían pensar que este sufrimiento jamás terminaría y, para variar, su sueño sólo empeoraba su constante mal humor... Cada vez que cerraba los ojos, se encontraba en frente a la cueva de Winden, de ella emergía un muchacho desorientado, de largo cabello rubio, profundos ojos azules y una enorme cicatriz en el cuello preguntando en qué año estaban, luego escuchaba el sonido de un disparo y veía como una enorme mancha de sangre cubría el abdomen del recién llegado... "¿Qué significaba ese sueño?", "¿Por qué siempre veía morir a ese chico?", "¿Quién era?"... Honestamente no estaba segura, sólo quería que todo volviera a ser normal.

-¿Cuándo terminará toda esta mierda?- Se preguntó Leyna al tiempo que se dirigía al baño para darse una ducha antes de salir a la escuela.

Una vez que estuvo lista, la rubia bajó rápidamente la escalera y se topó con que, nuevamente, no había electricidad en la casa. No era ninguna sorpresa, sólo le daba pena tener que tirar otra botella de leche porque esta se encontraba en mal estado, pero tampoco deseaba que ella o su padre tuviera que pasar una semana en el hospital una intoxicación estomacal.

-¡Papá!, ¡Papá!, ¡No hay electricidad otra vez!- Exclamó Wöller seriamente antes de encontrar una nota en la mesa que decía lo siguiente:

"Tuve que salir antes por el caso, iré por ti después de la escuela.

Te quiero. Papá."

Al leer esto, la joven no pudo evitar soltar una pequeña sonrisa mientras tomaba su mochila y se colocaba su impermeable amarillo. Unos minutos más tarde, ya estaba en su bicicleta camino a un largo día en la escuela.

Había mucha niebla esa mañana, era muy característica de Winden, así como lo era la cueva y la enorme Central Nuclear frente a la cual se había detenido. Mientras esperaba para avanzar, la rubia pudo ver los carteles de "Desaparecido" de Erik Obendorf y de su amiga, odiaba eso, la impotencia de poder ayudar más.

Había realizado varías investigaciones por su cuenta y eso le trajo más de un problema, en especial con su padre. Casualmente, la noche anterior habían tenido una fuerte discusión, ella lo entendía, su papá era policía y temía que su hija corriera la misma suerte que ambos chicos perdidos, pero ella tampoco podía rendirse, no sin dar pelea al menos.

La luz del semáforo cambió de color y la chica retomó su camino a la escuela, sin embargo, la inesperada aparición de una encapuchada en medio de la calle hizo que la joven se detuviera abruptamente para evitar atropellarla.

-¡¿Qué haces aquí?!, ¡Casi te mato!- Exclamó Leyna nerviosa al ver a la recién llegada.

-Tranquila, sé que no lo hubieras hecho- Aseguró la encapuchada tranquilamente al verla. -Necesitamos que vengas-

-Ya te dije que no quiero tener nada que ver con todo esto- Le recordó Wöller seriamente, ya habían tenido esta conversación y, francamente, no tenía la intención de volver a tenerla.

-Siento decepcionarte, pero ya tienes bastante que ver con todo esto- Respondió la extraña al tiempo que se quitaba la capucha y dejaba ver a una mujer de largo cabello rubio y ojos color miel que expresaban confianza y amabilidad... Era muy bonita, pero eso no la salvaba de ser insoportablemente insistente. -Y, aunque no lo creas, tu papel en todo esto es mucho más grande de lo que realmente imaginas-

-Por última vez, déjame en paz- Le rogó la chica mientras tomaba su bicicleta y se alejaba del lugar.

-¡Ellas vivirán!, ¡¿No quieres eso?!- Exclamó la encapuchada haciendo que la rubia se detuviera en seco.

-¿Cómo?- Preguntó Leyna sin poder creer lo que había escuchado, "¿Realmente había una forma de salvarlas?", "¿Podía confiar en ella?".

-Tendrás que venir conmigo para averiguarlo- Sentenció la extraña seriamente sabiendo que ella ya no podría rechazar su propuesta.

-¿Y qué pasará con mi papá?- Preguntó Wöller preocupada, por más que era tentador, no podía desaparecer así como así, más con todo lo que había pasado en el pueblo.

-Tranquila, él estará bien- Aseguró la mujer al tiempo que sacaba una esfera dorada y la activaba. De un segundo a otro, ambas desparecieron para reaparecer en el interior de la cueva de Winden.

-¿Qué hacemos aquí?- Preguntó la rubia sin comprender que hacían ahí adentro.

-Yo debo reunirme con alguien, tú puedes recorrer el lugar- Respondió la encapuchada despreocupadamente al tiempo que le daba una linterna a la chica.

-Espera, no puedes dejarme aquí sola- Dijo Leyna molesta al ver que la extraña pensaba marcharse por su cuenta. Sin embargo, la mujer ya había activado el misterioso aparato que transportaba con ella.

-Diviértete- Dijo la encapuchada con una socarrona sonrisa antes de evaporarse en el aire.

-Genial- Refunfuñó Wöller molesta al tiempo que encendía la linterna y abandonaba la tenebrosa caverna.

Al salir de la cueva, lo primero que notó fue el hecho de que no había niebla en lo zona, sino que llovía a cántaros, le pareció extraño, pero dio gracias por tener el impermeable puesto. Ante este inesperado clima, sólo lo cerró, se colocó la capucha y procedió a tomar su camino hacia el único lugar al cual iba por instinto: La Central de Policía de Winden.

Al llegar, la chica rápidamente notó algo raro en el ambiente, ella iba seguido al cuartel para visitar a su padre, por lo que era muy común verla deambulando por los pasillos de la comisaría. Sin embargo, toda preocupación desapareció cuando vió a la persona que más necesitaba en ese momento.

-¡Papá!- Exclamó Leyna llamando la atención del policía.

-¿Perdón?- Preguntó el hombre del parche en el ojo haciendo que la chica soltara un par de lágrimas al ver que su padre no la reconocía. -¿Estás bien?-

-Sí, sólo... Lo confundí con alguien más... Lo siento- Se disculpó la rubia con tristeza al tiempo que se disponía a salir del lugar.

-Será mejor que te quedes- La detuvo Torben Wöller preocupado, lo cual sorprendió a la chica ya que, justamente, acababa de detenerla con el brazo izquierdo, extremidad que su padre había perdido tiempo atrás.

-Es que tengo prisa- Explicó Leyna nerviosa, se sentía demasiado expuesta y sabía que jamás le creería si le decía lo que realmente había sucedido.

-Entonces te daré mi número- Decretó el policía al tiempo que tomaba papel y lápiz para anotar el número telefónico y dárselo a la recién llegada. -Si algo sucede, por más mínimo que parezca, llámame-

-Se lo agradezco mucho- Le agradeció la rubia al tiempo que salía corriendo y se perdía nuevamente en la lluvia.

-¿Quién era?- Preguntó Charlotte Doppler llamando la atención de su compañero.

-No lo sé- Admitió el hombre del parche en el ojo, no podía explicarlo pero, por alguna extraña razón, sentía que la conocía y más de lo que quería admitir.

Caminó un rato largo bajo la lluvia pensando en el espectáculo que había brindado en la comisaría, "¿Qué demonios había pasado?", "¿Por qué su padre fue incapaz reconocerla?"... Esto era más raro de lo normal. Casi instintivamente, Leyna tomó la misma ruta que siempre usaba para ir a casa, pero algo la detuvo... Había alguien en la entrada de su casa.

De inmediato, la rubia se ocultó tras los arbustos y vió que se trataba de Hannah, lo cual era extraño porque, hasta donde sabía, ella estaba casada con Ulrich Nielsen y ambos esperaban un hijo. Sin embargo, lo siguiente que vió la dejó helada... Hannah tenía un acompañante, un muchacho de unos 16 años, de cabello rubio y profundos ojos azules... Era él, el chico que veía en sus sueños.

-Lindo, ¿No?- Bromeó una voz conocida haciendo que la rubia se volviera hacia el origen de la misma y viera a la encapuchada.

-¿Qué hace en mi casa?- Preguntó Wöller un tanto molesta por la intromisión de la extraña.

-No es tu casa, al menos no en este mundo- Respondió la recién llegada recibiendo una incrédula mirada por parte de la chica.

-¿Qué intentas decir?- Preguntó la rubia sin comprender a que se refería.

-Tu padre no te reconoció y otra familia vive en tu casa... Un mundo sin ti, ¿No es lo que querías?- Planteó la encapuchada dejando helada a la joven, lo había deseado varias veces en el último tiempo, pero jamás creyó que semejante cosa se cumpliera.

-Pero, ¿Por qué él está ahí?- Preguntó Leyna al tiempo que ambas se volvían al muchacho sentado en la entrada de la casa.

-Él ocupa tu lugar en este mundo y sufrió lo mismo que tú... Incluso el golpe ha sido mucho más duro- Explicó la extraña con tristeza al tiempo que ambas lo observaban, su mirada perdida rompía lentamente el corazón de ambas mujeres... Se notaba que algo lo destruía y Leyna lo entendía perfectamente.

-¿Cómo fue?- Preguntó Wöller con tristeza al pensar en lo que pudo haberle sucedido.

-No me corresponde decírtelo- Admitió la recién llegada con pesar, ella ya conocía la historia y sabía que él debía compartirlo antes. Sin embargo, a la rubia no le molestó la respuesta, sólo pensaba en el chico.

Era muy lindo, debía admitirlo, pero se veía como alguien que luchaba por sobrellevar la situación... Deseaba ir ahí, correr hasta él, abrazarlo y decirle que todo iba a estar bien, tal como lo habían hecho su padre, su tío y sus amigos anteriormente... Tal como Bartosz Tiedemann y ella lo habían hecho cuando ambos perdieron a sus madres.

-Debemos irnos- Dijo la encapuchada al tiempo que extendía la mano para ayudarla a ponerse de pie. Sin embargo, el sonido de una rama rota bajo sus pies hizo que el chico volviera en sí y caminara al origen del sonido.

-¿Quién está ahí?- Preguntó el muchacho mientras ambas mujeres volvían a su escondite para evitar ser descubiertas.

-Jonas- Lo llamó su madre al tiempo que lo llevaba adentro para resguardarlo de la fuerte lluvia.

-Jonas- Susurró Leyna como si se tratara de una profecía, al fin lo sabía... Su nombre era Jonas.

Luego de semejante momento frente a la cual ya no era su casa, la encapuchada llevó a la joven Wöller al "Hotel del Bosque de Winden" el cual, hasta donde sabía, había cerrado luego de la muerte de Regina Tiedemann, la mamá de Bartosz y dueña del mismo... Lo cual implicó una gran sorpresa para la rubia cuando, al ingresar, fueron recibidas por la madre de su mejor amigo... Regina estaba ahí, estaba viva.

Hizo lo mejor que pudo, pero no entendía nada de lo que sucedía a su alrededor: Su padre no la reconocía, el chico que la atormentaba en sus sueños casualmente vivía en su casa, Regina aún estaba entre los vivos... "¿Qué demonios estaba pasando?", "¿Por qué esta mujer no era capaz de decirle qué sucedía exactamente?".

-Te lo explicaré todo, lo prometo- Dijo la extraña al tiempo que ambas entraban al dormitorio y se encontraban con un hombre alto, de barba, largo cabello castaño claro y mirada amable pero que, a la vez, reflejaba la profunda tristeza que llevaba en su interior. -Aquí estamos-

-Justo a tiempo- Dijo el desconocido con una leve sonrisa al verlas. -Hola Leyna-

-¿Nos conocemos?- Preguntó Wöller sin comprender por qué ese hombre la había reconocido, le era ligeramente familiar, pero aún no podía descifrar de quién se trataba. -Digo, no quiero ser grosera pero... ¿Qué hago aquí?, ¿Y por qué me conoces?-

-Escucha, sé que lo que diremos ahora no tendrá ningún sentido, pero tan sólo escúchame- Le pidió el extraño intentando calmarla, sabía que estaba pasando por un mal momento, pero ella debía saberlo. -Sé que estuviste en mi casa hoy, también sé que te sentías molesta que estaba invadiendo tu lugar... Pero sentiste algo más-

-¿Eres Jonas?- Preguntó la rubia haciendo que el desconocido asintiera en respuesta, no sabía ni por qué se había sorprendido tanto, ya a estás alturas debía estar acostumbrada a esta clase de sorpresas. -Entonces, si tú eres él... ¿Ella es... ?-

-Leyna Wöller, un placer- Se presentó formalmente la encapuchada, jamás le había revelado su verdadera identidad, pero se sintió una completa tonta por haberse dado cuenta antes. -Y no sólo estás aquí para salvar a los que amas... Estás aquí para que nuestros mundos puedan ser salvados-

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