Relato 2: La maldición de Evan
Aquel fatídico día para la familia Crystalchase, Evan, mi hermano mayor de diecisiete años, desapareció de nuestras vidas.
Eran las tres de la madrugada pasadas, y él no había vuelto aún. Mis padres estaban visiblemente preocupados puesto que, a pesar de que solía pasar las noches en discotecas y pubs, era lunes; jamás había tardado tanto en llegar. Además, últimamente estaba de un humor de perros, y mis progenitores temían que su carácter pudiera haberle metido en problemas.
Por todo ello, decidieron ir en su búsqueda. Quisieron dejarme con la vecina, pero monté tal pataleta que me permitieron ir con ellos.
Cogimos el coche para salir del pueblo, Haggard, hasta llegar a Dublín. Preguntamos en la Academia, pero nadie supo decir cuándo fue la última vez que habían visto a Evan. Después, entramos en todos los pubs y discotecas (bueno, en realidad yo me quedaba en la puerta con uno de los dos mientras el otro entraba). Tampoco hubo suerte.
Mis padres no perdían la esperanza, aunque tenían los rostros sombríos y la mandíbula apretada desde que mi madre salió del último pub negando con la cabeza. Ambos sabían que existía Demon Road, un punto de encuentro de criaturas del Submundo, además de la última oportunidad de encontrar a Evan en la capital irlandesa. Otras alternativas sobre su paradero parecían haber sido rechazadas; demasiado horribles como para pararse a pensarlas.
No se encontraba en un lugar accesible, pero gracias a los contactos de mi padre con el Submundo sabíamos a dónde debíamos ir. Mi progenitor nos condujo hasta un callejón mohoso, alejado del centro de la ciudad. Allí se aproximó a la pared de ladrillos del final y tocó un punto del muro aparentemente al azar, sin dudarlo ni un momento. Segundos después, el suelo comenzó a temblar. En medio de la pared se abrió un hueco, en el cual más tarde entró en escena una puerta negra llena de arañazos y agujeros, a la vez que el temblor se detuvo.
-Debemos entrar los tres -declaró mi padre-. Es igual de peligroso quedarse aquí fuera que dentro.
-Completamente de acuerdo -coincidió mi madre.
-En ese caso, adelante. Yo entraré primero.
Giró el pomo de la puerta, dejando a la vista unas escaleras desiguales que descendían hasta una oscuridad agobiante. Comenzó a bajar por ellas y le seguimos muy de cerca. La luz de las farolas parpadeantes del exterior apenas nos servían para ver dónde debíamos pisar, pero ninguno quería correr un riesgo mayor. Por fortuna, al cabo de un rato divisamos una luz plateada que procedía de una sala. La punta de un cuchillo que sobresalía de la manga de la camisa de mi madre brillaba. Me moría de miedo, pero procuraba que no fuera muy evidente.
Al fin los escalones terminaron y pudimos acceder a la sala. Cientos de extrañas criaturas iban de aquí para allá, hacían trueques o negocios o simplemente bebían sentados en mesitas de café. Todos los colores que conocía y desconocía los vi en los seres. No pude encontrar ninguno con rasgos totalmente humanos. Parecía que estaban relajados, pasando el rat. Había una suave música en el ambiente.
Mi padre, fingiendo normalidad, se acercó a un hombre con piel verde que conocía y comenzaron a hablar. A partir de entonces, las pocas miradas que recibíamos de hostilidad se esfumaron. Mi madre compuso una sonrisa falsa, acercándose a su marido sin soltarme de la mano.
-Zelon, es un honor poder presentarte a mi esposa y mi hija, Eithne y Anna.
-El honor es mío.
Acto seguido, dio dos besos a mi madrey me sonrió. En aquel entonces yo solo podía pensar en que parecía un cocodrilo.
-¿Y qué os trae por aquí?-cuestionó el hombre cocodrilo.
Nos condujo a una mesa para charlar y pidió algo a una camarera en un idioma desconocido.
-Verás -comenzó mi padre, asegurándose de que nadie nos miraba-, mi hijo ha desaparecido, y me preguntaba si lo habrías visto por aquí. Diecisiete años, alto, ojos azules y el pelo oscuro. ¿Te suena?
-Um... -dudó Zelon-. Ahora que lo dices, sí. Hará un rato, vino un chico con esas mismas características. Parecía desorientado, y no paraba de murmurar algo. Poco después, le vi hablando con uno de los brujos máspoderosos de Irlanda, y probablemente también lo sea de Europa. No le he visto desde entonces, pero ha llegado a mis oídos que han acabado discutiendo, y que, ambos bastante furiosos, han salido fuera del recinto por la salida trasera.
Miré a mis padres. Ambos permanecían impasibles a simple vista; sin embargo, mi madre no paraba de tamborilear con las uñas en la mesa y mi padre tenía las orejas coloradas.
-Muchas gracias, Zelon. Me temo que debemos irnos ya, aunque pronto nos volveremos a ver.
Fingiendo normalidad, se levantaron de la silla y, tras un abrazo entre los dos amigos, Eithne me cogió de nuevo de la mano. A buen paso, nos dirigimos a la salida trasera. Sin perder ni un momento, mi madre la abrió con la mano libre y nos precipitamos de nuevo al viejo Dublín.
En cuanto la puerta estuvo cerrada de nuevo, echamos a correr, mirando por todos los recovecos de las calles y callejones por las que pasábamos. Mi agilidad no era muy buena, y acabé cansándome. Con la carrera, mi madre había acabado soltándome de la mano, temiendo que pudiera tropezar. Me quedé parada delante de una callejuela, recuperando la respiración, cuando un golpe seco llamó mi atención. Giré la cabeza a todos lados, intentando descifrar de dónde provenía el ruido.
-¿Quién anda ahí? -cuestioné, intentando sonar convincente.
Deseaba que apareciera un gato o algo por el estilo, como ocurría en las películas, pero no tuve esa suerte. En su lugar, un muchacho que se correspondía con las características que mi padre le había dado a Zelon apareció ante mis ojos. Había salido de algún lugar de la calle, y me miraba con terror, como si fuera un monstruo.
-¡Evan, Evan. Evan! -chillaba, enloquecida-. Papá y mamá te buscan. Vámonos a casa.
Intenté acercarme a él, pero retrocedió unos pasos atrás.
-¿Quién eres tú, niña?-preguntó, con dudas-. ¿Y cómo sabes mi nombre?
-¡No es momento de bromas! Soy yo, tu hermana, ¿No me reconoces?
-Déjame en paz. Yo no tengo hermanas, ni padres. Soy huérfano. Mi señor es el único que podría considerarse mi familia.
-Evan, me estás asustando... ¡Mamá, papá! -grité como loca.
-¡No chilles, estúpida!
Echó a correr en dirección opuesta a mí. Saqué fuerzas de mi interior y me lancé a por él. Pronto, estuvo claro que jamás conseguiría alcanzarle, pero eso no me detuvo. Corrí y corrí hasta que le vi subirse a un coche negro de alta gama con un hombre gordo y azul. El coche se alejó con velocidad, mientras yo me tiraba al suelo y lloraba.
Minutos después llegaron mis padres, que inmediatamente me cogieron en brazos. Me preguntaron si me había hecho daño a la par que me llenaban de besos. No dije nada hasta que el nudo que se me había formado en la garganta desapareció.
-He visto a Evan. Pero no era él... creo que el brujo que dijo el hombre cocodrilo lo ha hechizado.
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¡Hola de nuevo! Sí, estoy segura de que querréis matarme ahora mismo, porque dije que iba a publicar un montón durante Navidad y no he subido nada. Peeero aquí he vuelto, con una fanfic de Cazadores de sombras. Y os preguntaréis ¿Por qué no sigo escribiendo las fases que se requerían en el concurso? Bueno, es muy sencillo: la autora del concurso, no diré su user, (pero si entráis a la entrada anterior podréis ver la dedicación ejem ejem), eliminó el concurso sin dar ningún tipo de explicación. Me sentó fatal, sobre todo por el hecho de que no diera motivos o explicaciones, y cuando se los pedí, ¡borró mi mensaje!
Peeero bueno, el caso es que seguiré subiendo a este libro fanfics que se me ocurran para vuestro deleite. ¿Quién sabe? Quizás pronto caiga alguna fic de Los Juegos del Hambre con políticos...
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